El Río

Si las palabras de Archi desanimaron un poco a Lara, que ya había barajado la triste idea de no pillar nada; el piropo de Shaco y el abrazo espontáneo de Xalkoth le devolvieron el entusiasmo. <<Este sí que entiende del tema>> y era un alivio, viendo que el resto no parecían jugadores veteranos en absoluto. La ordesa, sin embargo, cambió de chip en cuanto pisó suelo peligroso. Caminaba encorvada, con la daga desenvainada y lista para matar de un golpe, según su cabal juicio. Su cara de concentración perdía toda la seriedad con el movimiento nervioso de sus orejas. De vez en cuando incluso cerraba los ojos para hacerse un mapa mental de la procedencia de los sonidos. Obviamente no tenía ni idea de cómo se hacía eso, pero Lara estaba convencida de lo contrario.

El murmullo del río le llegó un par de esquinas antes a sus oídos que el propio paisaje a la vista. A Lara se le antojó como una ironía amable que hubiera algo tan natural y de aspecto tan benigno en una ciudad tan peligrosa y hecha mierda como era Rocavarancolia. No fue la primera del grupo en llegar a la orilla, pero tampoco la última y, aunque sabía de sobra que su forma física dejaba que desear, la comparativa le hacía sentir ligeramente afortunada.

-¿Bonito, eh?-lo cierto es que era un río bastante feo una vez te asomabas, las expectativas la habían traicionado y eso se notó en el tono de su pregunta. El lugar en que se había agachado para observar su reflejo tenía la superficie más o menos clara, pero el fondo, si es que lo que se veía era verdaderamente el fondo, era una nube turbia de suciedad. Si hubiera estado en casa, no habría tardado en tirarse al agua para cazar peces pedo, pero estando donde estaba, le costó incluso tomar la decisión de meter un dedo para comprobar el sabor. Tuvo que apartarlo enseguida, con una mueca de asco-. Ugh... Sabe a diarrea diluida-comentó con desagrado mientras se restregaba el dedo contra el pantalón. Estaba claro que el agua no era una alternativa a la del pozo.

Antes de salir, cuando estando ya preparado esperaba a los demás, Archi se le acercó tendiéndole un tentempié igual que el día anterior. Aun extrañado, lo aceptó con un simple «vale» como respuesta. Desde que había puesto el pie en aquel torreón no se había encontrado completamente saciado después de comer, así que agradecía poder ir picando algo de camino.

Al poner el pie fuera del torreón no fue como las otras veces. Notó su tensión y la de sus compañeros, que inevitablemente vigilaban todo cuanto había a su alrededor. Como siempre, el clinger iba de los primeros, encantado con su poncho nuevo, mientras que la cola la formaban los más lentos. Por una vez no le apeteció ir a paso de persona normal. Las palabras de Shaco y la charla del día anterior le habían hecho pensar en su forma física. Si en Irraria él estaba en forma, comparado con tantos otros ya no se podía decir lo mismo, y de hecho su lentitud llegaba a exasperarlo. Si quería aceptar la oferta del humano, primero tendría que mejorar por su cuenta, y por eso trató de seguir el ritmo de Xalkoth.

No hubo pausas en su avance hacia el río. Cuando escuchó el correr del agua logró mantener mejor el paso, deseoso de ver cómo era. En su mundo era muy difícil poder ver en persona un río en la época del deshielo, y por descontado él no era alguien que pudiese permitírselo, ya que en los alrededores de los viveros donde trabajaba no había ninguno a la vista. Pero si esperaba ver un paisaje idílico como los que mostraban fotos recientes y de archivo, se llevó un chasco importante. Sin apenas vegetación y con un color que distaba de ser salubre, el río era un lugar muerto. Un poco más allá, Lara comentaba el sabor del agua mientras se secaba contra la ropa, haciendo reír a Cío.
—No envidio esas manos. Pero no son aguas fecales, ¿no? —al acercarse no lo parecían, a pesar de su turbidez, pero el comentario de la ordesa le había hecho dudar. De haber grandes vertidos de aguas fecales en el río, quizá si lo seguían podían dar con alguna civilización «aunque no muy civilizada, tampoco».

Xalk iba en cabeza, pero esta vez se fijaba en no alejarse demasiado del grupo. Poco a poco iba aceptando que no todos podían mantener el ritmo. “¿Por qué no recibirían entrenamiento? Así habría sido todo más fácil” 
A pesar de todo el clinger avanzaba feliz como una perdiz, aunque no tenía forma de saber que clase de animal era ese. Era la primera vez que exploraba sin tener que hacerlo a escondidas o en contra del resto y pensaba aprovecharla hasta el final.

Su nuevo poncho también le estaba sirviendo, y ya no tenía tanto frío como antes, aunque tampoco había desaparecido. Sin embargo durante el trayecto descubrió dos cosas que le molestaban. La primera: No podría usar las alas mientras lo llevara puesto. La segunda: Tampoco se sentía cómodo usando sus armas con esa prenda, aunque eso último era cuestión de acostumbrarse. Además, siempre podía quitárselo fácilmente si hacía falta.

Fue el primero en avistar el río, lo cual era lógico porque era el que iba en cabeza.
-Pues la verdad es que no- Respondió a la pastora en cuanto mencionó la supuesta belleza de aquella corriente de agua. El clinger esperaba encontrarse con algo más espectacular que un chorro de agua circulando por ahí, pero seguía siendo mejor que nada. “Además, esta solo ha sido una exploración menor y a un sitio cercano. Seguro que en el futuro encuentro cosas mucho más interesantes” 
Por muy clara que pudiera ser el agua en la superficie, el color que se veía debajo ponía claramente en duda su potabilidad, y eso también descartaría la posibilidad de pescar algo comestible. “Conclusión: No sirve para nada. A mirar otras cosas”
A partir de ahí Xalkoth centró su atención en las casas de los alrededores, y tras encontrar una que parecía mínimamente estable acabó entrando para curiosear

Archime intentó mantener un ritmo medio caminando, de tal modo que no retrasase demasiado al grupo pero sin que llegase a resultarle un esfuerzo excesivo. Esta vez tomaron una dirección diferente y el paraje que se abrió ante ellos también difería en buena medida de las laberínticas callejuelas que habían recorrido en las anteriores ocasiones. Aquella zona estaba más despejada de ruinosos edificios y ello hizo que la mirada del biomecánico se alzase hacia cielo abierto al tener una panorámica más amplia de él en esta ocasión. Todavía le impresionaba considerablemente no encontrarse bajo tierra y no soportó más que unos segundos mirando hacia arriba, comenzando a notar cierta sensación de mareo. A pesar de ello, de vez en cuando no podía evitar echar un vistazo rápido a la atmósfera que se abría sobre ellos impunemente y que le atraía al tiempo que le producía cierto nerviosismo. El irrense se quedó inevitablemente atrás cuando sus compañeros comenzaron a apretar el paso y trató de aumentar su ritmo en consecuencia, provocando que alcanzase a los demás medio jadeante.

Un río, no cabía duda alguna. El programador no tardó en hacer una foto tratando de abarcar lo máximo posible el cauce del mismo, ya que tampoco había estado cerca en ninguna ocasión de una corriente de agua natural y mucho menos de un río.
Observó con curiosidad analítica como Lara 37 introducía una mano en el agua y emitía un juicio acerca de su sabor. El ingeniero no había estado atento cuando la propia ordesa afirmó que su especie contaba con papilas gustativas en aquella zona, pero tras haberla visto realizar esa acción varias veces, para Archime se había convertido en una hipótesis muy plausible. Seguramente no preguntaría a menos que alguna de las acciones de la madre se contradijesen con aquella deducción. Inevitablemente se vio inmerso en el interior de su mente, tratando de discernir el por qué de una característica tan inusual y, al menos sin profundizar, poco útil para la evolución y el desarrollo de la especie. Se estaba preguntando si tal vez podían distinguir sustancias potencialmente venenosas para su organismo con las manos antes de ingerirlas cuando la conversación que se estaba manteniendo logró captar su atención y abandonó su vertiginoso tren de pensamientos con un leve respingo.

—Diría que las aguas residuales deben discurrir bajo tierra en esta ciudad. Aunque reconozco que no logro comprender el por qué estas aguas presentan un aparente elevado nivel de residuos, resulta contradictorio con el primitivo período en el que parece encontrarse este mundo —explicó sin mirar a nadie mientras hacía fotos de cerca del río—. Me pregunto si es posible que existan residuos mágicos... Tal vez Taro conozca la respuesta.
Las últimas frases las enunció prácticamente para sí mismo mientras sus ojos permanecían fijos en las turbias aguas.

Blandiendo su bõ feliz, el aprendiz marchaba junto a los demás, viendose obligado a andar por el suelo ya que todavia no podia viajar con su nueva arma, pero muy pronto podria, en cuanto se acostumbrase. No se habló mucho en el grupo hasta que llegaron a una especie de río. Lara Croft "probó" el agua con sus mágicas manos y dijo que sabia a diarrea diluida. Aquello no animó mucho al aprendiz quien sostenia su bõ como si fuera un palo, dando toques a las piedras cubiertas de musgo de este.

>> Terreno Peligroso again...

Frunció los labios y entonces volvió a observar al grupo. El Edward Elric en baja forma procedia a razonar el porqué de aquellas aguas, alegando que los residuos podian venir del suelo o que quizás fueran de una fuente mágica. El aprendiz parpadeó un par de veces y golpeó la superficie del agua con la cabeza de su arma, provocando multitud de chapoteos, acuclillado. Se planteaba en convertirse al cristianismo, con la mínima esperanza de poder entonces caminar sobre el agua y dejar a todos fascinados, pero el aprendiz bien sabia que no se ascendia al grupo VIP de la religion tan pronto asi que dio por vencida su idea jesucrista. Tan pronto como se habia puesto en aquella, aparentemente, nimia tarea, pegó un bote, recuperando su arma con elegancia y esparciendo una cortina de gotas sobre la superficie del río.
-¡Tengo una idea!-exclamó, animado.-¿Qué tal se os da cazar cangrejos de río?-

Aunque el sabor de estos no le apasionaba, el aprendiz habia pescado varias veces para su propia subsistencia y sabia lo elemental, a base de prueba y error, a la hora de recoger víveres cerca de un río.-¡Podiamos hacerlo una competición! ¡El que consiga más Krabbys en media hora gana...!-se quedó mudo y a continuación pensó en un premio oportuno para el vencedor, que por supuesto seria él mismo, ya que no iba a perder.-Ya se... Puede hacer lo que quiera con el que menos haya recolectado durante tooooda una hora como ordenarle que haga cosas humillantes o estúpidas...-y soltó una risotada siniestra.-¿Qué os parece?-terminó diciendo, brindándoles otra de sus sonrisas.

-No son fecales, no-explicó Lara. Le costaba recordar que no todo el mundo probaba la comida con las manos-. Pero eso está lejos de cumplir los requisitos mínimos de... ¿Savorío?-no le salía la palabra que buscaba-. Como sea, lo que digo es que no será diarreica, pero la cagalera la provoca seguro-acabó con una sonrisa un poco ambigua. No se le daba bien lo de hacer chistes. Se encogió de hombros y observó al resto del grupo. Sus reacciones empezaban a parecerles predecibles. Archi con las lucecitas, Shaco con sus impulsos energéticos y Xalkoth yéndose por su cuenta... <<Cómo se nota que vengo de la mejor adivina del feudo. Veo el futuro cercano como si lo conociera de antes>>. Pensó orgullosa de si misma.

Se quedó de pie, con la daga desenvainada y la misma pose de tensión. Cuando Shaco habló de cazar cangrejos, Lara frunció el ceño y torció el morro, casi asqueada.

-Por muy buenos que estén esos cangrejos, yo no pienso meterme en ese agua pocilgosa. Lo último que necesito es tener un resfriado vaginal o peor, infección en las mamas. Mis niños son lo primero y no voy a darles la leche agria-su tono dejaba patente no tanto el asco, que también, sino el encasillamiento de la muchacha en esa idea-. Mientras vosotros cazáis, yo voy a imitar al saltamontes.

Tras varias zancadas inseguras, Lara se alejó hasta las casas en ruinas y se coló en uno de los edificios menos intimidantes, con toda una pared caída que permitía la entrada de bastante luz. Allí encontró varios muebles ruinosos y mucho polvo, pero nada de utilidad. Repitió el proceso con varias casas más y acabó con las manos casi vacías. Solo había rescatado una paleta de cocina de metal.

Insegura de llevársela sin más y ante la idea de que pudiera tener algún encantamiento útil de afinidad culinaria, acabó dejando la respuesta en manos de la suerte y lanzó la moneda.

Posibilidades:

El miembro 'Yber' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

'Dado de 100 caras' : 98

-Ugh-en cuanto le cayó la moneda en la mano libre y vio el resultado, Lara tiro la espátula lejos, como si hubiera estado agarrando cucarachas desde el principio y acabara de enterarse. <<Seguro que nos habría echado a perder la poca comida que nos queda>> se convenció.

Tras tal mala suerte, Lara volvió con el resto y esperó a que todos estuvieran listos para salir. Con el tiempo, acabó perdiendo la pose de alerta continua y acabó oteando el cielo. Tenía un algo que no sabía identificar y que hacía que le resultase raro de mirar muy seguido. <<Debería intentar meditar como mamá, para averiguar lo que se cuece aquí y... >> con esa idea en mente, vio una especie de pájaro cuadrúpedo de colorines surcando el aire en dirección a unas ruinas mayores.

-¡Ey, chicos!-los pájaros siempre eran una buena señal, por surcar el mismo aire por el que viajaba la Suerte-. Podríamos ir para allá. Tengo un buen presentimiento-dijo convencida.


Sigue en las Ruinas de Margalar.

—¿Tú crees? No vi ninguna boca de alcantarilla —respondió a Archi distraídamente. Se había agachado cerca del borde, encaramado a una piedra. La turbidez del agua era curiosa de ver, pero no bonita. En su mundo todos los ríos que conocía corrían cristalinos, y aquello para él era decepcionante. Aun así le sorprendió ver pasar algún pez que podía vivir en el fondo lodoso. En Irraria las temperaturas había acabado con los pescados de agua dulce, por eso le sorprendió ver que vivían animales allí. Pero más que importarle el ver peces de río, pensaba en que si escaseaba la comida podrían volver e instalar una red, olvidando que con lo que disponían en el torreón podría ser casi imposible. Lara explicaba mientras que esas aguas no eran fecales, así que era difícil saber qué les daba aquel color tan característico. Esperaba que fuese solo tierra.

La propuesta de Shaco le sorprendió justo mientras descubría uno de los cangrejos que él había mencionado. Se había echado ligeramente hacia atrás del susto, pues los cangrejos no eran algo que se encontrase entre la fauna actual en su mundo. Tenían un parecido razonable con un insecto gigante de caparazón rígido, así que automáticamente los vio como un animal exótico y bonito. Tenían unas curiosas pinzas delanteras que, a la hora de intentar cogerlos, a él no le preocupaban. Lo que no entendía era la finalidad de la propuesta, porque automáticamente asoció aquellas criaturas con una mascota, y no con un alimento.
—¿Y para qué quieres tantos como podamos recoger? —Su tono dejaba implícito que pasaba de la apuesta. De perder, probablemente seguiría haciendo lo que le diese la gana.
Fue la respuesta de Lara la que le dio una pista de para qué eran los cangrejos  y terminó de convencerlo para no cazarlos. Al menos mientras no hubiese necesidad. Ignorando a los demás, se dedicó a tratar de examinar de cerca al cangrejo, y aunque resultó ser más rápido de lo que esperaba, no tardó en cogerlo con un movimiento veloz. Pataleó confuso mientras le daba vueltas, sumido en sus pensamientos, y lo volvió a dejar entre las piedras con una casi imperceptible sonrisa.

Más allá, algunos ya examinaban las casas de los alrededores, y Lara no tardó en llamarlos para ir en otra dirección. Se puso en pie de nuevo, estirándose y bostezando, y se dirigió a donde estaba la ordesa. También quería comprobar si había cosas útiles en los edificios.

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Cualquiera que estuviera lo bastante cerca habría podido escuchar los ruidos típicos de cuando alguien esta rebuscando cosas y tirándolo todo por los suelos. Todos procedentes de la casa en la que Xalkoth había entrado.

En cuanto sonó el grito de Lara, La cabeza del clinger apareció por una ventana, llevando sobre la misma una cacerola pequeña y oxidada, que estaba ladeada por quedarle grande y seguramente había encontrado en la casa.
-¿Nos vamos ya? ¡Valee, ahora voy!-

Salió por la ventana de un brinco y tras eso se dirigió hacia el grupo corriendo. En brazos llevaba una cantidad considerable de trastos, desde cubiertos oxidados hasta simples palos o ladrillos. 

Mientras avanzaba el clinger fue examinando sus hallazgos uno a uno, para lanzarlos sobre su cabeza en cuanto concluía que no servían para nada, algo que no le llevaba mucho tiempo. El propósito de la cacerola era de hecho protegerle si calculaba mal y se tiraba los objetos a la cara en un descuido.
 Tras él se fue formando una línea con las cosas que iba soltando.

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—Ello denota que las precipitaciones son, probablemente, escasas y por tanto no necesitan desalojar demasiada agua —dijo en respuesta a Cío de forma tan distraída como su congénere ya que todavía seguía sumido en sus pensamientos mientras clavaba su vista en un pez que a pesar del mal aspecto de las aguas, nadaba tranquilamente entre ellas.

La propuesta de Shaco no atrajo demasiado su atención, empezando a acostumbrarse a las incoherencias del humano, hasta que vio a Cío observando lo que parecía ser una criatura de las que hablaba el pelinaranja. Un crustáceo decápodo de poco tamaño que fue implacablemente fotografiado por la cámara de las gafas del biomecánico, lo cual hizo que comenzase a huir caminando aparatosamente de lado.
—Considero arriesgado alimentarse de los seres que habitan en este río, podrían resultar perjudiciales debido al insalubre aspecto de las aguas. Tampoco veo la necesidad de buscar formas alternativas de abastecimiento contando con una considerable variedad de alimentos en el suministro diario —aportó tras la intervención de Lara 37.

No puso objeciones a moverse de zona para explorar las ruinas. Tal vez podría encontrar piezas con las que trabajar en algo durante los próximos días. El ingeniero comenzaba a sentirse inquieto cada vez que recordaba que habían pasado ya tres días desde la última vez que había construído o reparado algo.

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Los días posteriores a su transformación Wintel buscó desesperadamente algún método con el que deshacer la maldición que lo transformó, una búsqueda que cayo más y más en el olvido con cada nueva visión de Wintel y se fue sumiendo en un estudio perpetuo en el tomo qué la noche de la luna cogió de la biblioteca.


A Wintel le invadió una extraña inspiración mística que lo hacia sentirse como una especie de visionario, un profeta, al que un día recibiría un mensaje de importancia suprema en una visión y que gracias a ello obtendría un poder inimaginable.


Wintel encontró refugio en unas ruinas cercanas al rio, un refugio que a duras penas lo protegía de las inclemencias del tiempo rocavarancoles, con la intención de sustentarse con los frutos del rio.


Allí yacía unas semanas después casi muerto por desnutrición. Aun no se hacia con su nuevo cuerpo tras la transformación y eso había frustrado todo intento de atrapar algo comestible en el rio, quizás varios cangrejos pero definitivamente no fue suficiente. Pronto formaría a formar parte de aquellas ruinas. Cuando la vida de Wintel pendía de un hilo pude ver como una silueta de  mujer aparecía de entre las ruinas, Wintel pensó que era algún tipo de visión…


“Vaya vaya, ¿pero que tenemos aquí?-dijo aquella mujer con una marcada ironia- pensaba que el cuento de la arpía era definitivamente una estafa… pero me informaron de que vieron un pajarraco gigante chapoteando en el rio.. y aquí estas… ni te imaginas el trabajo que me ha costado encontrarte–termino con una risilla- mírate estas hecho un desastre, esperaba un recibimiento más adecuado –dijo levantando una ceja mientras miraba como Wintel intentaba contestar inútilmente- No vas a morir ahora que te he encontrado, no no no~ -dijo mientras usaba algún tipo de magia con la que restableció a Wintel- oh! Ahora tienes mejor cara…”

Wintel tardo unos segundos en reaccionar

- “¿Qui…quien eres?-consiguio decir Wintel al final-“

- “Por ahora soy la que te ha salvado la vida… arpía desagradecida -dijo enfadada-“

- “¿Y porque me has salvado… o lo que es mas importante por que me has estado buscando? Groak… -dijo Wintel mientras se incorporó como pudo-“

- “¿Qué Por qué? Porque eres una puñetera arpía y seria una pena desaprovechar tu don, un don que me resulta muy útil… -se dibujo una sonrisa mas bien siniestra en su cara-… por eso estoy aquí y por eso te he salvado… ahora me debes la vida pajarito- terminó soltando una risita-“

- “¿Groak entonces que quieres de mí? Como has podido ver no se me da muy bien ser una harpia groak… sinceramente creo que solo has perdido el tiempo groak –dijo Wintel con la intención de librarse de aquella mujer-“

- “Oh! ¿entonces sugieres que te mate aquí mismo?-preguntó dando un paso amenazante hacia Wintel- Así te ahorro el sufrimiento de una muerte lenta… - volvió a esbozar aquella sonrisa siniestras-“

- “Groak! No! –dijo Wintel sobresaltado imponiendo sus manos entre ellos- hare lo que me pida señora groak…”

- “¿No te habrás cagado , no? Ya sabes como son los pajaritos –dijo riéndose entre dientes, unos dientes puntiagudos y serrados- así me gusta que seas un pajarito obediente… te quedaras aquí escondido haciendo tus cosas de arpía y yo vendré a traerte alimentos para que no mueras como un inútil a cambio de que me mantengas informada de todas tus visiones…es fácil incluso para ti… y no creo que tenga que decirte que si no hay visiones no hay comida, así que más te vale no ser una harpía defectuosa-dijo riendo mostrando de nuevo sus dientes- creo que no puedes dignarte a rechazar mi oferta pajarito…”

- “Está bien…groak.. -dijo Wintel un poco forzado, le molestaba la actitud de aquella mujer pero no se atrevía a hacer algo respecto-“

- “Entonces no hay nada más que hablar –dijo lanzando un saco lleno de comida a los pies de Wintel- nos volveremos a ver pajarito –dijo esta vez bastante seria justo antes de desaparecer antes los ojos de Wintel, dejando tras ella un extraño olor-“

- “Esper… -es lo único que alcanzo decir Wintel antes de que aquella mujer desapareciera-“

Wintel quedo un estupefacto al principio pero luego se sintió increíblemente afortunado, lo que reforzó su idea de que el destino le guardaba algo glorioso…


Como bien dijo aquella mujer fue presentándose periódicamente ante Wintel llevándole comida al principio aunque poco después también comenzó a llevar nuevos libros a Wintel con los que poder aprender más sobre sus visiones. Su relación era completamente de conveniencia pero con el tiempo fue aprendiendo más sobre aquella mujer aunque no mucho ya que era tremendamente reacia a dar información de su persona.


Se llamaba Deferentia y según las insaciables preguntas que hacia a Wintel cada vez que se presentaba ante él, estaba obsesionada con la idea de que alguien iba a asesinarla…


Wintel también puso algo de empeño en aprender a volar, lo cual le costó mucho esfuerzo y dedicación. No obstante la primera vez que logró alzar el vuelo sintió algo que no nunca antes había sentido… una increíble paz y sensación de plenitud le llenaba cada vez que volaba.


Respecto pasaban los meses, Wintel, se sentía más seguro de si mismo y se mostraba más reacio frente a la forma de como lo trataba Deferentia, aun así su trato seguía en pie.

Dudo si incluirse a la salida que harían, pero al final se decidió y subiendo arriba para coger sus armas, aunque aun no supiera usarlas bien era mejor que nada, se reunió finalmente con el grupo que salia bastante numeroso a comparación a otras salidas por las cestas.

Ya fuera del torreón Samika se mantuvo casi en el centro del grupo, moverse no era un problema pues seguía llevando su bastón y no despegaba los ojos de sus compañeros manteniendolos siempre su alcance de visión, dejando a sus oídos atentos a los alrededores. Samika no prestaba atención a los lugares salvo cuando se acercaba lo suficiente a los edificios juntos a los que pasaban, intentando de algún modo quedarse con el lugar al ir formando en su mente un especie de mapa, sobre cuantas veces giraban en cada lugar o en que dirección lo hacián. Su forma de orientarse al fin de cuentas usaba no solo su sentido de la vista, escaso de por si, sino sobretodo su memoria y oído. Fue así mientras caminaban durante un tiempo que no calculó, y sin ningún sorpresa que les hiciera correr por donde habían venido, que lo escuchó claramente mas adelante.

-Escucho agua corriendo y no suena muy lejos ¿Lo escucháis? Tal vez haya un río por aquí o alguna fuente- comento no segura de si sus compañeros lo habían oído consciente de que su audición estaba mas desarrollada a causa de su minusvalía y de que ella misma se había esforzado en acostumbrarse a guiarse por esta. El que hubiese cierto silencio ayudaba bastante tambien.

Sus palabras no erraron demasiado, aun tuvieron que andar un poco hasta que el rió estuvo al fin al alcance de la vista de sus compañeros, mas no del suyo por que tampoco se atrevía a acercarse demasiado hasta confirmar por el resto que era seguro en principio, sin llegar a alejarse de estos. Encontrar algo así en medio de esa ciudad en decadencia, ante lo poco que había visto en sus andanzas, le daba un aire tan estilo medieval que se le hacia extrañamente familiar. Si quitaba los escarabajos gigantes y los esqueletos en llamas, claro.

-Quien diría que teníamos un lugar así tan cerca del torreón. Si tuviésemos lo necesario, se podría pescar incluso dijo Samika suave realmente no muy predispuesta a aquello. Pescar consumía mucho tiempo y no era seguro-Aunque si hay peces ahí, capaz tengan tres ojos o algo así... - añadió prestando cierta atencion los alrededores, pues quisieran o no estaba bastante expuestos.

Emmit confiaba en el sentido de orientación de Samika, ella no se saturaría con aquel paisaje decadente, por lo que estaría concentrada en el recorrido, llegando a ser una guía de confianza en caso de tener que huir.

Había traido consigo su baston, no era un maestro, pero un buen porrazo en las piernas o patas de alguien, les daria algo de tiempo para escapar; aunque esperaba no tener que usarlo.

La confianza en la orientación de Samika se confirmo cuando la chica anuncio que escuchaba agua, hecho el cual se confirmo unos pasos mucho más adelante.

El río era bastante turbulento, pero por lo menos parecía ser una zona despejada. escucho atento y presto atención a las reacciones de Samika, ella estaba tranquila, llegando a sugerir tratar de pescar si se pudiera.

Emmit no estaba seguro de querer comer los pescados que el río pudiera brindarles, pero al menos ya sabían en donde encontrar más agua de llegar a necesitarla.

Hal caminaba por las calles en una tensión perenne, con la mano siempre puesta en la empuñadora del machete. Una parte de su mente le repetía incasablemente que era un imbécil rematado y que iba a acabar con las tripas desparramadas por el suelo, pero hacía su mejor intento de ignorarla. No era momento de andar con distracciones, la menor podía costarle la vida. Estaba un poco encorvado, en un intento de ocupar el menor espacio posible. La repentina ruptura del silencio por parte de Samika casi le hizo dar un brinco, pero se contuvo a tiempo y, con el corazón un poco acelerado, intentó prestar atención a los sonidos del entorno.

Podía haber algo, pero no estaba seguro si realmente lo oía o era simplemente sugestión por las palabras de la humana. En cualquier caso la siguió sin cesar en ningún momento su actitud cautelosa.

«¿Nos estarán vigilando» se preguntó. Estaba razonablemente convencido de que sí, por dos motivos. O efectivamente aquello era alguna especie de prueba, en cuyo caso lo harían para juzgarlos de alguna manera; o bien aquello era simple entretenimiento, en cuyo caso lo harían porque en observarles estaría, precisamente, lo divertido. «Al menos, según las cabezas de los que viven aquí» se dijo, algo asqueado. Por diversos motivos no veía muy posible que el objetivo de aquello fuera simple diversión (aunque bien podía ser uno de ellos), pero no era, ciertamente, algo descabellado.

La vista del río no mejoró mucho su ánimo sombrío. Estaba, en resumidas cuentas, igual que el resto de Rocavarancolia: lleno de mierda. Una mugre que además era perfecta para ocultar cualquier peligro que habitase bajo sus aguas. Él, desde luego, no pensaba acercarse ni fiarse del mismo.

«¡¿Pescar?!». Hal no abrió la boca, pero echó una fugaz mirada a Samika que hablaba por sí sola. Dudaba seriamente que los animales de aquel río no fueran cien veces más peligrosos que el conjunto entero. E incluso si pudieran pescarlos sin sufrir amputaciones o muertes en el proceso estaba casi seguro de que allí todo era, en mayor o menor medida, tóxico.

La idea de aquella salida era limitarse a inspeccionar las proximidades del torreón y no alejarse demasiado, de modo que no esperaba complicaciones para deshacer el camino andado a la hora de regresar. De todos modos lo que iban encontrando no eran más que ruinas y más ruinas en una sucesión monótona que bajó un poco los ánimos del enderth al principio.

Samika fue la primera que escuchó el agua, e inmediatamente se dirigieron hacia ella. Kirés se movía en parte por curiosidad, pero a estas alturas cualquier cosa que no fueran edificios rotos era un cambio a mejor. Lamentablemente el río que descubrieron fue cuanto menos decepcionante para el ave: sin vegetación alguna y solo por el ambiente bajo el que discurría a Kirés no terminaba de parecerle atractivo. Eso sin añadir la suciedad.

–Tal vez – Respondió a la idea de la pesca. Que el agua pareciera sucia no siempre implicaba que fuera tóxica. En su mundo había aguas de color verde debido a una bacteria, y si la bebías era potable y sabía muy bien. De hecho aquellas bacterias limpiaba muy bien el intestino. Aun así no terminaba de fiarse. “Primero veamos el agua” Con movimientos ágiles y silenciosos se deslizó hasta la orilla, recogió un poco de agua con sus garras y luego se apartó hacia atrás de un brinco, probó el agua y tras saborearla en la boca un poco la escupió hacia un lado.

–No parece potable para nada. Así que lo de pescar mejor guardémoslo para cuando no tengamos otra fuente de comida.

Ergot tenía que admitirse a sí mismo que gracias a Samika habían encontrado algo bastante interesante teniendo en cuenta que el resto del camino solo habían visto pedruscos amontonados, pero claro una cosa era tenerlo en cuenta y otra decirlo en voz alta, subirle el ego a Samika era de las ultimas cosas que pretendía hacer, “Una semiciega con exceso de confianza es lo último que necesitamos” pensó mirándola cuando esta mencionaba los peces de tres ojos. Por su parte el repoblador se había pasado todo el viajecito sobre la espalda de Emmit retorciéndole los mechones de pelo de la nuca, incluso se había divertido a hacerle pequeñas trenzas mientras vigilaba el camino, sus inquisidores ojos buscaban alguna planta y sus ánimos fueron decayendo conforme avanzaban “Ni una sola, nada.” Se decía a sí mismo. Así que el descubrimiento de Samika le había sacado de su nostálgico deseo sin pretenderlo.

El río era curioso. El agua no estaba lo que uno podría definir como clara y translucida, ni si quiera estaba seguro de que fuese recomendable beberla, esto último fue confirmado por Kires. Pero a pesar del juicio negativo de este, Ergot estaba deseando acercarse más al agua ya que tenía que averiguar una pequeña cosa. Y así lo hizo, rebotando como si fuese una bola de pinball, saltó sobre el hombro de Lemus y se impulsó a la cabeza de Kires, desde la cual salto a la orilla con un perfecto mortal. No pudo evitar sonreír para sí mismo de espaldas al resto ya que no solo había saltado de maravilla sino que había sido la excusa perfecta para tocarlos sin parecer muy raro. “Has tocado la piel y el pelo de Lemus además de las suaves plumas de Kires… eres un pequeño genio. Bien hecho Ergot.” No pudo evitar autofelicitarse el repoblador.

El pequeño bichejo se arrodillo justo en el borde y de un movimiento rápido y brusco metió la cabeza bajo el agua. Una vez el rostro sumergido abrió los amarillentos ojos, el agua estaba todo excepto limpia pero no desistió de su tarea, miraba en todas direcciones, intentaba observar a través del agua turbia y de la podredumbre. Una parte de su mente le gritaba que abandonase, pero la otra le decía que siguiese que seguro que aquí sí. Confiaba plenamente en que una vez se fuesen a marchar, Emmit le avisaría, pero eso no era lo que se le pasaba por la mente en ese momento y aún menos era lo que le preocupaba, aunque esa certeza estaba ahí, más bien lo único que pensaba era un: “Algas, tiene que haber alguna.”

Y ahí se quedó, con la mitad del cuerpo sumergido en busca de algo de vida vegetal, ignorando lo que pasaba a su alrededor y sin dedicarles más pensamientos a sus compañeros de excursión.