El Río

Dudo si incluirse a la salida que harían, pero al final se decidió y subiendo arriba para coger sus armas, aunque aun no supiera usarlas bien era mejor que nada, se reunió finalmente con el grupo que salia bastante numeroso a comparación a otras salidas por las cestas.

Ya fuera del torreón Samika se mantuvo casi en el centro del grupo, moverse no era un problema pues seguía llevando su bastón y no despegaba los ojos de sus compañeros manteniendolos siempre su alcance de visión, dejando a sus oídos atentos a los alrededores. Samika no prestaba atención a los lugares salvo cuando se acercaba lo suficiente a los edificios juntos a los que pasaban, intentando de algún modo quedarse con el lugar al ir formando en su mente un especie de mapa, sobre cuantas veces giraban en cada lugar o en que dirección lo hacián. Su forma de orientarse al fin de cuentas usaba no solo su sentido de la vista, escaso de por si, sino sobretodo su memoria y oído. Fue así mientras caminaban durante un tiempo que no calculó, y sin ningún sorpresa que les hiciera correr por donde habían venido, que lo escuchó claramente mas adelante.

-Escucho agua corriendo y no suena muy lejos ¿Lo escucháis? Tal vez haya un río por aquí o alguna fuente- comento no segura de si sus compañeros lo habían oído consciente de que su audición estaba mas desarrollada a causa de su minusvalía y de que ella misma se había esforzado en acostumbrarse a guiarse por esta. El que hubiese cierto silencio ayudaba bastante tambien.

Sus palabras no erraron demasiado, aun tuvieron que andar un poco hasta que el rió estuvo al fin al alcance de la vista de sus compañeros, mas no del suyo por que tampoco se atrevía a acercarse demasiado hasta confirmar por el resto que era seguro en principio, sin llegar a alejarse de estos. Encontrar algo así en medio de esa ciudad en decadencia, ante lo poco que había visto en sus andanzas, le daba un aire tan estilo medieval que se le hacia extrañamente familiar. Si quitaba los escarabajos gigantes y los esqueletos en llamas, claro.

-Quien diría que teníamos un lugar así tan cerca del torreón. Si tuviésemos lo necesario, se podría pescar incluso dijo Samika suave realmente no muy predispuesta a aquello. Pescar consumía mucho tiempo y no era seguro-Aunque si hay peces ahí, capaz tengan tres ojos o algo así... - añadió prestando cierta atencion los alrededores, pues quisieran o no estaba bastante expuestos.

Emmit confiaba en el sentido de orientación de Samika, ella no se saturaría con aquel paisaje decadente, por lo que estaría concentrada en el recorrido, llegando a ser una guía de confianza en caso de tener que huir.

Había traido consigo su baston, no era un maestro, pero un buen porrazo en las piernas o patas de alguien, les daria algo de tiempo para escapar; aunque esperaba no tener que usarlo.

La confianza en la orientación de Samika se confirmo cuando la chica anuncio que escuchaba agua, hecho el cual se confirmo unos pasos mucho más adelante.

El río era bastante turbulento, pero por lo menos parecía ser una zona despejada. escucho atento y presto atención a las reacciones de Samika, ella estaba tranquila, llegando a sugerir tratar de pescar si se pudiera.

Emmit no estaba seguro de querer comer los pescados que el río pudiera brindarles, pero al menos ya sabían en donde encontrar más agua de llegar a necesitarla.

Hal caminaba por las calles en una tensión perenne, con la mano siempre puesta en la empuñadora del machete. Una parte de su mente le repetía incasablemente que era un imbécil rematado y que iba a acabar con las tripas desparramadas por el suelo, pero hacía su mejor intento de ignorarla. No era momento de andar con distracciones, la menor podía costarle la vida. Estaba un poco encorvado, en un intento de ocupar el menor espacio posible. La repentina ruptura del silencio por parte de Samika casi le hizo dar un brinco, pero se contuvo a tiempo y, con el corazón un poco acelerado, intentó prestar atención a los sonidos del entorno.

Podía haber algo, pero no estaba seguro si realmente lo oía o era simplemente sugestión por las palabras de la humana. En cualquier caso la siguió sin cesar en ningún momento su actitud cautelosa.

«¿Nos estarán vigilando» se preguntó. Estaba razonablemente convencido de que sí, por dos motivos. O efectivamente aquello era alguna especie de prueba, en cuyo caso lo harían para juzgarlos de alguna manera; o bien aquello era simple entretenimiento, en cuyo caso lo harían porque en observarles estaría, precisamente, lo divertido. «Al menos, según las cabezas de los que viven aquí» se dijo, algo asqueado. Por diversos motivos no veía muy posible que el objetivo de aquello fuera simple diversión (aunque bien podía ser uno de ellos), pero no era, ciertamente, algo descabellado.

La vista del río no mejoró mucho su ánimo sombrío. Estaba, en resumidas cuentas, igual que el resto de Rocavarancolia: lleno de mierda. Una mugre que además era perfecta para ocultar cualquier peligro que habitase bajo sus aguas. Él, desde luego, no pensaba acercarse ni fiarse del mismo.

«¡¿Pescar?!». Hal no abrió la boca, pero echó una fugaz mirada a Samika que hablaba por sí sola. Dudaba seriamente que los animales de aquel río no fueran cien veces más peligrosos que el conjunto entero. E incluso si pudieran pescarlos sin sufrir amputaciones o muertes en el proceso estaba casi seguro de que allí todo era, en mayor o menor medida, tóxico.

La idea de aquella salida era limitarse a inspeccionar las proximidades del torreón y no alejarse demasiado, de modo que no esperaba complicaciones para deshacer el camino andado a la hora de regresar. De todos modos lo que iban encontrando no eran más que ruinas y más ruinas en una sucesión monótona que bajó un poco los ánimos del enderth al principio.

Samika fue la primera que escuchó el agua, e inmediatamente se dirigieron hacia ella. Kirés se movía en parte por curiosidad, pero a estas alturas cualquier cosa que no fueran edificios rotos era un cambio a mejor. Lamentablemente el río que descubrieron fue cuanto menos decepcionante para el ave: sin vegetación alguna y solo por el ambiente bajo el que discurría a Kirés no terminaba de parecerle atractivo. Eso sin añadir la suciedad.

–Tal vez – Respondió a la idea de la pesca. Que el agua pareciera sucia no siempre implicaba que fuera tóxica. En su mundo había aguas de color verde debido a una bacteria, y si la bebías era potable y sabía muy bien. De hecho aquellas bacterias limpiaba muy bien el intestino. Aun así no terminaba de fiarse. “Primero veamos el agua” Con movimientos ágiles y silenciosos se deslizó hasta la orilla, recogió un poco de agua con sus garras y luego se apartó hacia atrás de un brinco, probó el agua y tras saborearla en la boca un poco la escupió hacia un lado.

–No parece potable para nada. Así que lo de pescar mejor guardémoslo para cuando no tengamos otra fuente de comida.

Ergot tenía que admitirse a sí mismo que gracias a Samika habían encontrado algo bastante interesante teniendo en cuenta que el resto del camino solo habían visto pedruscos amontonados, pero claro una cosa era tenerlo en cuenta y otra decirlo en voz alta, subirle el ego a Samika era de las ultimas cosas que pretendía hacer, “Una semiciega con exceso de confianza es lo último que necesitamos” pensó mirándola cuando esta mencionaba los peces de tres ojos. Por su parte el repoblador se había pasado todo el viajecito sobre la espalda de Emmit retorciéndole los mechones de pelo de la nuca, incluso se había divertido a hacerle pequeñas trenzas mientras vigilaba el camino, sus inquisidores ojos buscaban alguna planta y sus ánimos fueron decayendo conforme avanzaban “Ni una sola, nada.” Se decía a sí mismo. Así que el descubrimiento de Samika le había sacado de su nostálgico deseo sin pretenderlo.

El río era curioso. El agua no estaba lo que uno podría definir como clara y translucida, ni si quiera estaba seguro de que fuese recomendable beberla, esto último fue confirmado por Kires. Pero a pesar del juicio negativo de este, Ergot estaba deseando acercarse más al agua ya que tenía que averiguar una pequeña cosa. Y así lo hizo, rebotando como si fuese una bola de pinball, saltó sobre el hombro de Lemus y se impulsó a la cabeza de Kires, desde la cual salto a la orilla con un perfecto mortal. No pudo evitar sonreír para sí mismo de espaldas al resto ya que no solo había saltado de maravilla sino que había sido la excusa perfecta para tocarlos sin parecer muy raro. “Has tocado la piel y el pelo de Lemus además de las suaves plumas de Kires… eres un pequeño genio. Bien hecho Ergot.” No pudo evitar autofelicitarse el repoblador.

El pequeño bichejo se arrodillo justo en el borde y de un movimiento rápido y brusco metió la cabeza bajo el agua. Una vez el rostro sumergido abrió los amarillentos ojos, el agua estaba todo excepto limpia pero no desistió de su tarea, miraba en todas direcciones, intentaba observar a través del agua turbia y de la podredumbre. Una parte de su mente le gritaba que abandonase, pero la otra le decía que siguiese que seguro que aquí sí. Confiaba plenamente en que una vez se fuesen a marchar, Emmit le avisaría, pero eso no era lo que se le pasaba por la mente en ese momento y aún menos era lo que le preocupaba, aunque esa certeza estaba ahí, más bien lo único que pensaba era un: “Algas, tiene que haber alguna.”

Y ahí se quedó, con la mitad del cuerpo sumergido en busca de algo de vida vegetal, ignorando lo que pasaba a su alrededor y sin dedicarles más pensamientos a sus compañeros de excursión.

Sus expectativas se fueron al suelo, era verdad que el aspecto del río no era mejor, pero al igual que en la tierra esperaba que la contaminación de esa fuente de agua solo fuera superficial. cuando Kires comprobó El sabor del agua, esperaba que la exploración terminara; por lo menos ahora tenían una ruta aparentemente segura.

Sin anunciar ningún movimiento, Ergot salto de su espalda a los hombros de Lemus y desde ahí a donde estaba Kires, para luego aterrizar en la orilla del río y sumergir su cabeza en la contaminada corriente. Esa acción tomo a todos por sorpresa y Emmit solo atino a acercarse a donde su compañero que tenia medio cuerpo hundido en el agua y parecía no preocuparse de que en ese lugar hasta las piedras podrían morderte.

El joven sin esperar alguna sugerencia sujeto al pequeño repoblador de las piernas, esperando a que nada lo atacara o los atacara.

Su atención, como era habitual para ella, estaba dividida en su entorno y en lo que sus compañeros decían o hacían estando cerca suya. Kires fue el único que le dio una imagen mínima de como estaba el agua del río, por lo que se acerco un poco manteniendo una distancia prudencial para apenas tenerlo a su alcance visual.

Ver una cosita saltarina, que pronto entendió se trataba de Ergot, pasar del hombro de Lemus que estaba cerca suya al de Kires  en dirección al río lo que la dejo totalmente confundida. Kires ya había indicado que el agua no era potable ¿que pretendía hacer ahora el repoblador? Acercándose un poco curiosa por aquella acción, pudo ver apenas Emmit intentando sacar al pequeñín del agua, dejándola totalmente desconcertada. "O se quiere usar de cebo o no me lo explico...Si lo de pesca ya me parecía absurdo nada mas decirlo, ya no digo meter la cabeza ahí dentro..." pensó esperando que Emmit pudiera sacarlo de allí rápido, pues aquella acción era una locura.

-Este lugar esta bastante abierto si lo comparamos con las calles de antes, no veo prudente quedarse mucho tiempo. ¿No hay nada mas que el río por aquí cerca o que sea distinguible a lo lejos, no? -pregunto suave a sus compañeros no queriendo alzar mucho la voz y siendo algo imposible para ella de notar, manteniendo siempre a la escuchar ante cualquier sonido que fuese diferente al del usual hablar de sus compañeros o al chapoteo que provenía del agua. Manteniendo su bastón firmemente sujeto y su mano sobre la dada del cinturón en todo momento, intranquila a pesar de todo pero no queriendo que sus nervios ante lo desconocido dificultara su percepción. "Tranquila Sami, tan solo mantén tu oído atento y respira calmadamente, si te ven nerviosa pensara que escuchaste algo raro y se pondrán nerviosos también" se dijo intentando mantenerse tranquila al saberse desprotegida en gran medida.

A los veinte segundos de sostener las piernas de Ergot, Emmit comenzó a desesperarse, no sabía que tanto podía aguantar la respiración el pequeño, pero dada la situación no importaba si podía respirar bajo el agua, era necesario abandonar el lugar; no era prudente tentar tanto a la suerte.

El comentario de Samika confirmo algo que ya todos pensaban, no iban a encontrar nada en ese sitio, es más al ser tan abierto cada segundo que pasaba los hacia victimas potenciales.

Sin pensarlo mucho más el joven jalo al pequeño repoblador, cayendo los dos de espaldas.

“No veo ni una mísera alga, pero ¿Qué es este sitio?... tampoco ayuda que el agua este tan turbia, pero…” no pudo terminar de pensar cuando sintió que las manos que lo habían estado agarrando de los pies lo sacaban del agua. “Por todo lo sagrado de la diosa que sea Emmit y no un monstruo asesino.” Le suplico al destino.

En menos que canta un gallo, el repoblador se encontró sentado encima de Emmit y ambos en el suelo. Se dio la vuelta para preguntarle porque lo había sacado del agua y si ya era momento de irse, pero al mirarle  a la cara sus preguntas murieron en la garganta. En vez de eso se abrazó a su cuello como si fuese un niño que se abraza a su madre, quería contarle que echaba de menos las plantas, que sentía que no encajaba en un lugar como este, que lo sentía mucho por preocuparle, y muchas cosas más… pero nada de eso le parecía adecuado a la pequeña plantainsecto. Al final mascullo en un murmullo apagado:

-Quiero volver al sofá y me pican los ojos.- Si los repobladores pudiesen llorar, Ergot lo estaría haciendo.

La respuesta se escucho como un pequeño chapoteo y Emmit cayendo cerca suya sobresaltándola. Habia conseguido finalmente sacar a Ergot del río y la vocecita del pequeño no tardo en escucharse, baja y apagada.

-Sera lo mejor si. No hay mucho mas que ver por aquí al parecer- comento ante la alusión de Lemus de que era mejor irse ya, a lo que Ergot estaba también de acuerdo. Habia encontrado un rió y ya era algo nuevo de la ciudad que conocían, no debían tentar mas su suerte. Por lo que esperando que todos estuvieran de acuerdo se pusieron en marcha por el camino por el que había llegado el cual Samika recordaba con cierta exactitud, o al menos las veces que habían ido girando en cada esquina con la que se topaban, no debería haber perdida en principio. Aun así se mantuvo cerca de Lemus ante la posible necesidad de tener que echar correr, manteniendo sus oídos pendientes de su alrededor conforme escuchaba el ruido del río alejarse a sus espaldas.

-Por cierto Ergot ¿que intentabas hacer en el río?- pregunto Samika ya en camino, curiosa por las extrañas acciones del pequeño, pero sin dejar de estar atenta a lo sonidos del entorno y esperando que sus compañeros también lo estuvieran mientras volvían paso rápido al torreón.

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El carabés se iba a cuidar mucho de decir qué opinaba sobre sus compañeros, en especial porque la única palabra no insultante que se le ocurría (descuidados) era tremendamente insuficiente. Cuando Kirés bebió se quedó completamente quieto unos segundos, esperando a ver si le pasaba algo. Por suerte no fue así, y pudo soltar un pequeño suspiro de alivio. En cualquier caso sus nervios estaban sometidos a demasiada tensión, y por ello asintió con vigor a las palabras de Sami. Ya habían hecho un descubrimiento cuanto menos interesante, no había necesidad de alargar aquello.

La aparición de la desconocida alimaña lo pilló desprevenido. Se quedó lívido, si es que eso era posible, y pegó un brinco hacia atrás acompañado de un chillido ahogado. Comenzó al instante a mirar frenético alrededor, con la mano agarrando con fuerza la empuñadura del machete. Por suerte no parecía haber más peligros. En cualquier caso no bajaría la guardia hasta llegar al refugio.

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Al final por sugerencia de Lemus decidieron volver al torreón. Ergot no puso queja alguna, suficiente había tenido con haber estado a punto de convertirse en el canapé de media tarde de un pez poco agraciado. Y ya para añadir a su lista de decepciones, estaba Hal, a pesar del grito ahogado de guerra que había lanzado el Carabés, este no había atacado cuando apareció la criatura así que Ergot se quedó con las ganas de verlo actuar.

En todo caso se marcharon bastante rápido. Durante todo el camino de regreso viajó abrazado al cuello de Emmit, fue mientras volvían cuando Samika le pregunto sobre lo que pretendía hacer metiendo la cabeza en ese río asqueroso. El repoblador le contesto con los ojos cerrados y el rostro escondido en el cuello de Emmit:

-Buscaba algo que se pareciese a mí, una planta, un vegetal,… buscaba una alga. Algo de la diosa, algo que no esté en una cesta y que viva en esta ciudad por sus propios medios.- No dijo nada más.

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Al parecer Ergot no encontró lo que esperaba en el agua, por lo que sus ánimos estaban un poco bajos, el Repoblador se acomodo en su sitio habitual a espaldas del joven.

La cuando se reunió con sus compañeros, se entero de que de haberse demorado unos segundos más Ergot se habría transformado en comido de un monstruoso pez, conocido este dato, Emmit fue uno de los que apoyo la idea de Samika de regresar de manera fervorosa.

En el camino Samika le pregunto a Ergot que esperaba encontrar, por lo que Emmit descubrió la ansias de su amigo por dar con una planta.

-No te preocupes Ergot, en este mundo deben de existir plantas, de lo contrario en esas cestas no habrían vegetales, ni frutas. Tarde o temprano encontraremos alguna planta y podremos construir un jardín el en torreón- agrego el joven tratando de animar a su preocupado compañero.

El Repoblador no contesto, por lo que siguieron el camino en silencio.

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Recordaba más o menos cómo ir, pero de vez en cuando echaba a volar por si tenían que corregir, cosa que tuvieron que hacer en varias ocasiones, pues una cosa era saber la dirección de un punto a otro y otra lidiar con tantas calles intrincadas y en ruinas, o plazas con edificios raros, o callejones sin salida o que te devolvían al mismo sitio. No habló por el camino e intentó no hacer ruido alguno. Pero acabaron llegando al río sin mayores problemas que el ocasional camino mal escogido... Y por fin pudo ver qué era lo negro que lo cruzaba que le había llamado la atención pero que no había considerado importante: puentes. Puentes de algo que parecía mármol... y negro. <<Ya podía ser más colorido... aunque le pega a los edificios en ruinas... ¿Pero para qué necesitas un puente si tienes magia? Me parece a mí que los dioses de esos fanáticos no son tan genuinos como dicen>> pensó divertida.

—Haced lo que os salga. Yo voy a asomarme al puente.

Tenía sus razones para dirigirse a la estructura: ver mejor el río. Desde arriba sería mucho mejor... y estaba más protegida de cualquier cosa que pudiera acercarse al lugar. Además, podría ver si era profundo o si había algo, ya fueran peces o depredadores... Pero le llamaba la atención también haber visto más de un puente desde el aire. Quizá sí que fuera profundo... O también que no fuera buena idea meterse. A saber la de criaturas salvajes o mágicas que podrían vivir ahí después de lo que habían visto... <<A saber. Ahí abajo no vería ni a un fanático ahogándose y pegando gritos como un loco de lo turbia que está. Vaya, ahí se va a meter a pescar quien yo me sé. Si tuviera una cuerda podría atar a un blandito y usarlo de caña>>

—Entonces qué, ¿vais a pescar o a buscar arbolitos con frutitas? —les interpeló desde el puente, burlona. Realmente estaba enfadada.

Sox contemplaba con curiosidad las evoluciones de Sinceridad por el aire. En Carabás todo lo que se elevaba lo hacía por levitación, y aunque aquellas alas debían gastar más energía el rubio no podía más que admirar aquella eficacia salida de la naturaleza, no de magia ni de técnica.

No se encontraron con ningún habitante por el camino. Ningún transeúnte, ningún vehículo. Aquella ciudad parecía apocalíptica, y sintió un cosquilleo de inquietud en la nuca al recordar supersticiones viejas sobre no-muertos surgiendo en lugares de enfermedad o masacre. Condiciones idóneas para la magia de aquel calibre. Leyendas urbanas de secuestros para recrear dichas condiciones.

"Basta", se cortó a sí mismo con severidad. "Nos habrían encerrado en unas instalaciones, no abandonado en una ciudad enorme."

Era aquel lugar, se dijo. Inducía a pensamientos siniestros.

El río, por contra, parecía notablemente normal aparte del aspecto sobrio del puente y la turbidez del agua. Pero no había filtros en aquel lugar: Sox tampoco habría esperado nada mejor. Asintió ante la indicación de Sinceridad y él mismo se separó un poco del grupo para inspeccionar la zona.
—Si tienes una idea mejor para encontrar comida, dila —interpeló de vuelta en voz alta cuando la roquense volvió a hablarles desde el puente.

Él no tenía ni idea de pescar y por tanto no iba a perder el tiempo. Por otra parte, buscar frutos o bayas tampoco serviría de mucho, incluso si consultaba a los que habían dicho ser nómadas. Solo sabrían reconocer alimentos de su mundo.

A menos que...

Zigzagueó hasta dar con los nublinos.
—¿Sabriais reconocer algo comestible de este lugar?

Mónica se levantó del suelo, aceptando su mano y riendo sin llegar a responder a lo de las “piranias”. Por lo que Nadja comenzó a sospechar que el río estaría repleto de ellas, y que si no tenía cuidado alguien la empujaría y caería y se la comerían antes de que pudiese escapar.

Acepto los zapatos que le extendió y devolvió Mónica encantada, poniéndoselos enseguida. Y agarrada a ella salieron de las mazmorras.

La ciudad de Rocavarancolia a la luz del día no mejoraba en absoluto, excepto porque ahora los baches y obstáculos eran mucho mas visibles, pero en todo caso seguía siendo muy fea para los gustos de Nad. Y parece ser que para los de Mónica también porque mascullo algo así como “esto está hecho mierda”, Nadzieja refreno su impulso de ir corriendo al lado del Duque a decirle que Mónica había dicho una palabra fea. Pero el resto del camino la española se quedó igual de callada que la belga. Rocavarancolia era una ruinosa ciudad que carecía de sentido, todos sus rincones eran aterradores y todas sus paredes parecían estar escondiendo a un monstruo tras ellas, sus ventanas y puertas prometían escalofriantes destinos para los que se acercasen a ellas.

Nadja Y Mónica fueron una de las primeras en alcanzar el rio a pesar del tembleque constante de la primera y de su inestabilidad al andar por el desnivelado pavimento con aquellos zapatos del chino. Seguramente se debía a que intentaba andar lo más rápido que podía para terminar de una vez con aquella excursión y volver a casa.

Cuando llegaron la primera impresión de la belga fue “Aquí no hay patos.” Y más tarde fue “y tampoco peces, eso seguro.” El rio tenía un aspecto de todo menos saludable y limpio. Por lo que Nad se paró de el a una distancia prudencial de este, se sentó en el suelo arrastrando en su bajada a la chica de la corona, para descansar y quitarse los zapatos. Escucho las conversaciones que surgían a su alrededor y viendo que aquí no parecía que fuesen a hacer nada y que ahora se preocupaban no tanto por estar secuestrados y en un lugar desconocido sino por buscar comida, la pequeña supuso que eso ya estaba solucionado. miro a su acompañante y pregunto:

-Después de comer, ¿volvemos a casa verdad?-