Avenida de las Casas Carnívoras

Noel observó como los cosechados acababan con los lobos de arena, pensando que el libense y la chica parecían apañárselas bastante bien. Resopló con diversión, en cambio, cuando Jack realizó su espectáculo particular.
-Si no da la nota no se queda a gusto -le respondió a Gael cuando hizo su comentario al respecto-. Empiezo a pensar que ese es su precio en realidad -añadió lanzando una mirada jocosa al vampiro.

La actitud de la humana le sorprendió y le gustó a partes iguales. No pudo reprimir una carcajada cuando se dirigió a él en respuesta a su pulla.
-¿Te das cuenta de que le estás pidiendo ayuda a unos monstruos, verdad? -preguntó con sorna-. Gracias por la invitación, chica, pero creo saber de que hablas y me interesa tan poco como a ti que griten de esa manera. No necesito precisamente esa clase de gritos... -finalizó la frase sonriendo con un deje siniestro-. Pero si empiezan a matarse entre ellos te agradecería que me avisases.

Volvió a reírse, todo aquello lo divertía enormemente. La actitud de unos y otros le estaba resultando cuanto menos interesante, incluso la suya propia. La posibilidad de que hubiese alguien lo viese como draco de estínfalo más que como Noel era demasiado tentadora; era algo nuevo, y al sueco le encataban las novedades. Hasta Nia se había sumado a los comentarios sarcásticos y burlones, cosa que sorprendió bastante al draco. Le daba la impresión de que la náyade estaba intentando hacerles ver que podía cambiar o algo parecido, pero si había algo que decirle tendría que esperar.

Continuó estudiando las reacciones de unos y otros con interés. El libense casi los había amenazado, el chico humano del arco no los había casi ni mirado y el otro chico... El comentario sobre el fuego fatuo provocó una carcajada contenida en el draco. <<¿Lo primero que se le ocurre al ver a un puñado de monstruos es eso?>>
-Le cogió el gusto a la combustión espontánea; los vicios son muy malos y en este caso pueden llegar a quemar a uno -añadió en tono de burla a todos los comentarios ya hechos al respecto mientras se cruzaba de brazos esperando a ver qué hacía el muchacho ante el "desafío" del nigromante.

Las reacciones dentro del grupo a mi comentario fue de lo mas variado, pero casi todo fueron burlas y risas, no sabia si dirigidas contra mi o contra el chico en llamas. Sin embargo fue su contestación la que mas me sorprendió. Un reto.

Ya había dado un par de pasos en su dirección cuando el sentido común se impuso, <<Necesito una garantía de que no me van a atacar, aunque si hubiese querido hacerlo seguramente ya estaríamos muertos>>.

-Hay varias opciones,- dije mirando en dirección al chico de fuego.- La primera es que yo me acerque siempre y cuando me prometáis que no me haréis daño alguno, la segunda es que vengas tú, pero como ambas opciones no me parecen justas...¿Que te parece si vamos a un punto intermedio?

La curiosidad me desbordaba en estos instantes, pero tampoco quería arriesgarme a perder la vida.

-No es que sea desconfiado, pero ya nos han atacado unas hienas y una de ellas ya me ha mordido, no querría mas mordiscos por parte de nadie.

El hechizo de Erin, aunque no tan eficaz como el de Atol, también causó bastantes daños en el lobo que aun seguía entero, los suficientes como para que pudiéramos rematarlo. Del otro se encargó el “humano” de otro grupo, porque no conozco muchos humanos que les guste presumir de poder convertirse en polvo. Con los dos lobos rematados por fin pude relajarme hasta cierto punto.

Ahora podía fijarme más en los nuevos. No parecía que fueran a hacernos nada, pero no estaba de más seguir alerta y listo para salir corriendo.
“De modo que las leyes les impiden ayudarnos. ¿Será cierto o no es más que una excusa? Aunque no se que ganan excusándose, así que seguramente sea cierto”

La chica rubia mitad medusa nos dio un discurso que para mí to tenía ningún sentido, y que parecía ser más para a ella misma y a sus compañeros que para nosotros, aunque lo de la confianza no se lo iba a discutir. No sé de donde ha sacado Erin que nos iba a ayudar. Yo me conformo con que no nos ataquen.
Cuando salió el tema de la “llama ambulante” tuve que contenerme la risa, aunque no llegué a conseguirlo del todo, la situación empezaba a volverse ridícula.

¿Ridícula? Y tanto, pero enseguida dejó de ser gracioso. El que tenía alas de pájaro hacía chistes que no me hacían ninguna gracia, y por si no fuera bastante Stefan parecía estar dispuesto a seguir las recomendaciones y tocar el fuego.

Me acerqué y lo paré en seco.
-¿Tú en que piensas? ¿Dices que no eres desconfiado? Cierto, eres confiado llegando a la estupidez. Te dicen que lo toques, que no pasa nada, ¿y te lo crees? No solo eso, también eres un necio si crees que las promesas valen una mierda-
Alcé la mano con la palma extendida – Prometo no cerrarla- y acto seguido la cerré.
-Ahí tienes una prueba de lo poderosas y fiables que son las promesas. Haz lo que quieras pero si quieres quemarte lo harás sin mi espada- Terminé mientras se la quitaba de las manos y me alejaba, reuniéndome con Erin y Tap.

-Creo que han dejado claro que no nos van a ayudar, y os recuerdo que estamos sin comida, así que por que no acabamos esta conversación inútil y seguimos buscándola?

Gritos, dolor, la adrenalina corriéndole por las venas aun después de la lucha. Pasaron por las casas carnívoras justo para ver que Erin había salido y traía compañía. << Esta tía es gilipollas perdida>> pensó apretando los dientes con rabia. Dos monstruos de arena, y él sin una pizca de magia y sin energía apenas. Le había costado horrores mantener la carrera y no podría aguantar otra pelea, pero por suerte sus compañeros se ocuparon de ellos sin problemas. Se dejó caer al suelo unos segundos para recuperar el aliento, la cabeza le daba vueltas y la sangre se le estaba subiendo a la cabeza. << No me voy a desmayar aquí>>

Entre sus propios jadeos podía oir risas, y venían del desfile de monstruos que había acudido a mirar como peleaban contra las criaturas de arena. Sus pintas superaban los mejores cuentos de Sinhdro, y parecía divertirles mucho su sufrimiento. Reconoció entre ellos a Jack, el que le había convencido para ir a ese infierno. Buscó sus ojos rojos y le miró desafiante; no podía reprocharle nada, le había dado exactamente lo que había pedido. Había escapado de su mundo, y en caso de que quisiera arreglar su error se había demostrado que la magia podía levantar a los muertos. Había cumplido su palabra con él, y pensaba demostrarle que había hecho bien en elegirle. Se puso en pie trabajosamente y fue hacia Stefan, que intentaba negociar con el chico de las llamas azules.

-Claro, ¿y de paso por qué no les invitamos a syv y pastas? -preguntó en tono sarcástico con una gran sonrisa. Le dio una colleja, aunque no muy fuerte- ¿Estas tonto? Estan a otro nivel que nosotros. No van a ayudarnos así que no tenemos por qué darles nada.- respiró hondo. Miró a Pablo. Pensaba ignorar completamente al desfile de monstruos- Estamos cansados y heridos, creo que mejor vamos al torreón y reponemos fuerzas porque no creo que podamos hacer frente a más de esos- señaló lo que antes habían sido los seres de arena.

El chico humano pasó a hacer justo lo que no se esperaba. Avanzó unos pasos vacilantes en su dirección y luego se paró a negociar. «¿Pero qué… hace? ¿De dónde han salido estos chavales?» pensaba mientras aún tenía la sonrisa congelada en el rostro.
-¿De verdad tengo cara de morder? –preguntó ante la última afirmación del chico, más para sus compañeros que para el humano.

Entre tanto uno de sus compañeros se acercó, era de los que habían pasado de tratar de hablar con ellos. Parecía sensato, y de hecho debía de ser de los más mayores del grupo. Habló sin tapujos y arrancándole la espada se alejó. «A algunos no parece gustarles la idea de dirigirnos la palabra». Y no fue el único en reprochar su actitud al curioso, también lo hizo el sinhadre. «No tienen pelos en la lengua», pensaba Gael divertido por el encuentro.

-Chaval –llamó. Dudaba sobre cómo dirigirse al cosechado, a fin de cuentas parecía incluso mayor que él-. Los monstruos no hacen promesas. Sobrevive hasta el final de la cosecha y después lo hablamos. –No sabía qué cruce de cables le había dado a aquel chico, pero para nada se habría esperado que intentara tocarlo. Le recordó a aquellos turistas que decidían acariciar tigres en los safaris, y no terminaban de acabar bien aquellas historias. Eso sí, el atrevimiento le había hecho bastante gracia. Todavía cruzado de brazos hizo ademán de acercarse un poco más, elevándose sobre su cabeza al mismo tiempo-. Repite esa petición cuando seas capaz de alcanzarme –dijo finalmente, mirando hacia abajo con una amplia sonrisa desafiante.
«Me da que estos no nos van a tener en mucha estima cuando salga la Luna» pensó, aunque sin lamentarlo demasiado.

Tap

En cuanto el fuego azul se había plantado en mitad de la calle, junto al resto de bestias gigantes, Tap sintió que se le revolvía el estómago y se puso a chillar como no había chillado nunca. Tardó bien poco en recordar al ser de fuego, de aquel día que conoció al mono y al hombre flotantes en el Libro. <<¡Estaba allí!>>. Se revolvió en la cabeza. <<¡Estuvo en el Panal!>>. Se sentía tal presión en el pecho que creía que acabaría cagando el corazón.

-¡NO OS ACERQUÉIS AL FUEGO!-chilló en cuanto vio que Stefan quería constatar que tenía el puesto de gigante más idiota-. ¡VA A ARDER!-siguió gritando a tal velocidad que apenas se podían entender palabras sueltas tales como "quemarnos", "morir","irnos", "gigantes" o "gilipollas".

Era probable que en su ataque de pánico hubiera tirado del pelo de Erin sin querer. Probó a respirar hondo igual que había hecho con las dagas de Yrio, pero no funcionó. Sentía el mismo martilleo y el mismo miedo de antes. En un momento de bulla, acabó colándose bajo la ropa de Erin por la espalda. De haber habido aire allí, se habría quedado tan a gusto, pero no quería asfixiarse y al final acabó asomando la cabeza por los bajos de la camiseta. Tras un vistazo rápido, se coló en un bolsillo que encontró en los pantalones.

Seguía respirando acelerado, pero había dejado de gritar. <<Vamonos, vamonos, vamonos...>>. No podía pensar en otra cosa.

Giz

El asreniano estaba aprovechando la situación para estudiar las reacciones de los cosechados. Había esperado diferentes reacciones, pero muchas de las que acabaron ocurriendo le habían dejado un poco sorprendido. Mientras que el chico de pelo violeta parecía tener cierta cordura, el resto habían venido con exigencias u órdenes que cualquiera con dos ojos en la cara y ganas de sobrevivir no habría hecho. En concreto, además, le costaba saber si el chico que quería tocar a Gael estaba siendo sarcástico o simplemente era un poco suicida. <<¿Y yo aposté que este sobrevivía?>> acabó pensando cuando le vio avanzar. Negó con la cabeza y se llevó la mano a la cara.

El asreniano no recordaba que en sus tiempos de cosechado hubiesen sido tan temerarios y le apenaba un poco. <<A este paso no los veremos transformarse>>. Le parecía una pena la de talento que acabaría desperdiciándose.

-Vuestro comportamiento es muy errático-acabó comentando en tono serio, pero sin llegar a sonar como una reprimenda. Simplemente expuso unos hechos obvios en voz alta-. A este ritmo vuestro destino no se diferenciará demasiado del de las hienas-aquí tuvo que contener una sonrisa, no hablaba en serio, pero le pareció gracioso intimidarlos un poco-. Y hablando de las pobres hienas, os hago saber que me debéis una-esperaba que su tono dejara claro a qué se refería y que alguno pillara la indirecta.

Estaba claro que a nadie le parecía buena idea lo que yo quería hacer, <<Maldita sea, ¿nunca han sentido curiosidad por nada?>>.

Pablo se planto frente a mi e hizo una demostración que tan solo me hizo creer una cosa:

-Lo único que me ha demostrado lo que acabas de hacer es que no puedo confiar en tus promesas, para mi las promesas son importantes, y ahora quítate de en medio.- Dicho esto me quitó la espada,- Adelante, no la necesito para hacer esto. Si nos hubieran querido matar ya lo habrían hecho.- De eso no me cabía la menor duda después de haber visto lo que podía hacer el humano.

Yrio se acerco también a mi y me dio una colleja, <<¿Pero yo que coño os he hecho hoy?, que lo único que quiero es saciar mi curiosidad a gusto>>.

El chico llameante avanzo un poco y espere pacientemente a que se acercara para poder tocarlo, sin embargo me dirigió unas palabras que no acabe de entender.

-No entiendo por que os autodenomináis monstruos, es posible que vuestro aspecto sea algo curioso, pero por lo que he visto de vuestras acciones no me lo parecéis.- Volví a pasear mi mirada por el resto de su grupo, en ese momento la chica de color negro y alas rojas comenzó a sonarme, como si la hubiese visto en algún otro lugar, hice memoria y recordé haber visto algo parecido en el libro que tenia. <<Curioso, ya lo mirare cuando llegue al torreón >>.

La luna, el chico la había mencionado, iba a hacer una pregunta relacionada con ella cuando él volvió a lanzarme otro reto.

-Te tomo la palabra chico en llamas, si algún día soy capaz de alcanzarte tendré lo que deseo.- dije pensando en mejorar en magia. Le sonreí con una sonrisa totalmente sincera.- Estoy seguro de que volveremos a vernos algún otro día, esta ciudad no es tan grande al fin y al cabo.

El lagarto nos dedico unas palabras pero no le escuche pues que estaba mirando una mariposa de alas irisadas que se me había posado en la mano. La deje volar con un gesto y me volví al resto con una sonrisa:

-Sí, quizás sea mejor que volvamos al torreón, o quizás podríamos buscar algo que comer ya que parece que las cestas han desaparecido.

Nia

El joven humano que todavia intentaba tocar a Gael hizo mas de un acercamiento, seguia en sus erre, aun a pesar de la poca lógica con la que actuaba. Nia se empezó a cansar de él y se fijó en el resto de cosechados. Algunos sentian miedo, otros desconfianza, otros les miraban con desafio. Mientras los observaba, sus dedos se dirigieron a uno de los mechones de su flequillo y lo enredó entre los dedos, pensativa, se espació unos segundos, meditante. Los gritos del repoblador se enmudecieron, como así fue la conversación entre Gael y el extravagante chico quedó como sonido de fondo, mientras en un instante, cruzó miradas con el enorme albino con guadañas. Adivinó su rango, clase y raza con tan solo una mirada rápida a su vestimenta y armamento y, como no, su pelo. El cruce de miradas fue breve pero intenso, solo quedaba saber como era él en persona y no tendria mejor momento que ese para comprobarlo.
El tono de Nia rompio un silencio que se habia formado entre los dos grupos que recuperaban su forma.
-Watahré, ¿cuál es tu nombre?-dijo en un tono neutro, pero curioso mientras se cruzaba de brazos. Miraba hacia la figura que le doblaba en altura sin miedo ni vacilación.
Lo que muchos no vieron fue el pequeño ermitaño que se escurrio fuera del morrón y que cayó al suelo, reptando a gran velocidad por este y se aferró al talón del chico que se alejaba, el mismo que habia mostrado tanto interés por tocar a Gael. El hechizo de invisibilidad que Nia le habia lanzado encima duraria lo suficiente para explorar el torreón y hacer un informe completo de los cosechados y, puede que conseguir algún síntoma de transformación que le indicaria cuales serian sus necesidades llegada la hora. Aunque el ermitaño tenia ese velo de invisibilidad y era increiblemente ágil, no podia evitar preocuparse para sus adentros. Alguno de los cosechados podrian ser bastante inestables.

Matamos a muchas hienas, pero vinieron más y tuvimos que volver a huir. Otra vez. Cuando la cosechadora me invito a venir dijo que seria un desafío, el mayor desafío que pudiera imaginar. Pero no esperaba verme obligado a huir una y otra vez.

Volvimos a la calle de las casas carnívoras, para ver si encontrábamos las cestas de comida. Las casas me mostraban diversas escenas. El campo de entrenamiento, la celebración de la victoria de Tulsedor…

En casi todas podía ver el rostros de compañeros caídos, personas que llevaban mucho tiempo muertas y que no deberían estar ahí. Deseaba ir con ellas, pero no volvería a caer en el embrujo de las taimadas casas. Y entonces nos encontramos con Erin.

La chica estaba siendo atacada por unos lobos que parecían hechos de arena. Atol se me adelantó y ayudo a la muchacha, pero en ese momento seis seres aparecieron. Me puse en guardia y prepare las cuchillas. No parecían dispuestos a atacarnos, si no que nos observaban como meros espectadores, haciendo comentarios de vez en cuando.

Atol y Erin acabaron con los seres y como parecía que los monstruos no se unirían a la lucha les hago una señal para que nos vayamos, ignorando el resto de las conversaciones. Aun estábamos heridos y teníamos que volver a Letargo. En ese momento una de las criaturas me pidió mi nombre, dirigiéndose a mi como...Watharé. Me fije en ella. La chica que flotaba. Era ulterana, observe con sorpresa.

- Serokrai, de Ibolia.- Respondí escuetamente con recelo.- Eres ulterana… ¿quién eres?

Nia

La niña trazó la silueta del albino con la mirada. No era la primera vez que veia a un soldado y probablemente no seria la última. Sin contar, que se trataba de un noble ibolense. Su personalidad no parecia falsa y superficial como muchos de los nobles de la capital, pero tampoco podia juzgarlo todo con solo el primer vistazo, tendria que verse. Enjuntado en metal que brillaba con la luz del día, Nia se tomó su tiempo en contestarle, intercambiando una mirada que era una mezcla entre curiosidad inocente y verdadero deseo de saber.

<<Maldición. Tiene un nombre bastante chulo.>>pensó, avergonzandose del suyo. Rápidamente pensó en una solución y, con una sonrisa un tanto pícara, le contestó.

-Mi nombre es Dama Urticaria, watahré Serokrai.-respondio orgullosa con su pseudonimo rocavarancolés. No necesitaba saber su verdadero nombre, aunque ulterano, era un desconocido y aparte "Nia" no es un nombre del cual la niña estaba muy orgullosa.

Noel observó con incredulidad como el chico "negociaba" condiciones para tocar el fuego de Gael. <<Si hace lo mismo con los numerosos engaños que ofrece la ciudad no durará mucho, por suerte aposté por su superviviencia>>, pensó sonriendo jocosamente. Sin embargo el otro chico humano actuó con mucha mas sensatez, aunque por otra parte parecía estar prácticamente ingorándoles, como si de ese modo no existieran.

El repoblador, sin embargo, parecía no ser capaz de hacer otra cosa que gritar debido al terror que le producía la presencia del fuego fatuo. Y el ulterano... Cuando Nia habló con él para preguntarle su nombre se fijó mejor en él. Ya lo habían visto en Letargo y esa misma mañana en el cuchitril, pero ahora al tenerlo tan cerca pudo comprobar mejor las evidentes semejanzas con Toima. Además también era un wahtaré... ¿Habría alguna posibilidad de que se conociesen? No le pareció tan descabellado, tal vez deberían hablarle al argos sobre él. <<Serokrai... trataré de recordar el nombre>>. El ulterano, por otra parte, actuó con basstante normalidad con ellos, podría parecerse físicamente a Toima pero su comportamiento distaba bastante del de su compañero de criba.

El sueco hizo un breve balance mental sobre los que parecían haber actuado con más normalidad ante su aparición, pero aún así había algo que le rondaba por la cabeza desde que habían empezado a intercambiar palabras con aquellos cosechados. La chica volvió a dirigirse a él, incluso dando un paso para acercarse. Aunque al principio sus palabras le recordaron a las de cualquier nublino estándar, el matiz que conllevaba debido a que era humana le hizo recordar su propia llegada a la ciudad.
-Portentos, milagros... Sí, algunos nos llaman así -comenzó a responderle a la chica sonriendo esta vez tan sólo con su deje sarcástico habitual-. ¿Sabes qué? Me recuerdas a alguien.... -<<a mí>>, pensó mientras hablaba- Pero no es oro todo lo que reluce; es muy probable que no todo sea tan fascinante como parece... -añadió con aire ausente perdido en sus propios recuerdos-. Pero... -dijo de pronto apartando los pensamientos-. Estoy de acuerdo con aquí el capitán lagartijo -dijo señalando a Giz mientras sonreía con jocosidad y hablando esta vez para todos-. Habláis de que no nos debéis nada, que si no vamos a ayudaros... La pregunta es, ¿acaso os debemos nosotros algo? Porque casi parece que nos lo estáis echando en cara. Pobres cosechados que tienen que escuchar los comentarios jocosos de un puñado de monstruos -pronunció la última frase con un tono irónico, pero inmediatamente después su expresión se volvió completamente seria por primera vez desde que habían entrado en la avenida-. No sois los únicos que han sufrido, ni sufren ni sufrirán en esta ciudad. Y respecto a ayudaros... ¿Ya os habéis olvidado de lo que os dijeron nada más llegar? Estoy bastante seguro de que en ese discurso tan pomposo habrán hecho hincapié en que nadie os ayudaría, siempre lo hacen. No era para acojonaros ni para infundir respeto, es lo que es. Vuestras cabezas serían las primeras en rodar si os ofrecemos algún tipo de ayuda, seguidas de las nuestras. No vamos a exponernos a tener que comparecer ante "los de arriba" por salvaros el culo. Rocavarancolia es así.

Finalizó el improvisado discurso y se metió las manos en los bolsillos de la gabardina. No estaba seguro qué le había impulsado a decirles aquello, quizás habían sido los recuerdos sobre su propia criba, quizás simplemente le molestó observar una autocompasión en ellos que le recordaba a su propia hipocresía.

Jack
Cuando vuelvo a hacerme sólido entre el grupo, suelto una risita y respondo a los cuchitrileros:
-Creo que lo necesito... Si la vida aquí es divertida y peligrosa, eso la mejora. ¿O quizá me lo debería mirar?-remato riendo.

Después sigo observándoles, fijándome en Yrio quien parece hecho polvo pero sigue en pie <<Pequeño pero matón, a ver si aguanta hasta el final...>> La escenita del terrícola con Gael es peculiar pero peligrosa... <<¿Cómo puede seguir vivo? Si se encuentra con el mono quiero verlo>> y suelto una carcajada. La otra terrícola es un tanto exagerada y extraña... Nia se presenta al ulterano guerrero... Y los demás siguen intercambiando palabras. <<Estos se lo toman relajadamente... ¿Pero serían capaces de atacarnos? O los de Maciel... Esos son más propensos>> pienso divertido, recordando el encuentro en el barrio derruido.

Para cuando se van, tras las palabras del libense a Noel, lo que provoca una carcajada, nosotros nos ponemos en marcha hacia el cuchitril, comentando lo sucedido y las impresiones de los cosechados.
Sigue en elCuchitril.

Atol

Respuestas, preguntas, respuestas, más preguntas. <<Y Stefan negociando con los extraños estos... Qué día de locos, maldita sea. ¿Monstruos? Pues aquí no pintamos nada, vámonos. No pueden ayudarnos, nadie puede excepto nosotros... Y no pueden atacarnos. ¿Qué hacemos aquí todavía? ¿La niña es del mundo de Serok? ¿Acaso las féminas de allí tienen los tentáculos de cintura para abajo en vez de en la cabeza?>>

-¿Hay algo que nos retenga aquí? Basta de cháchara. No pienso investigar lo de las cestas con esa panda de monstruos en la zona, mis disculpas por la Señora alada y la ulterana. ¿Nos vamos de una jodida vez?-insisto, dándoles la espalda y señalando el camino de vuelta.

Pero justo escucho otra de las voces y lo que dice me crispa los nervios, así que vuelvo a girarme y miro al de la gabardina, alas y cola.
-Eh, tú, chulito, vigila tus palabras. No necesitamos vuestra ayuda, sea legal o no. Si ese humano no hubiera destrozado al lobo lo habría hecho yo o cualquiera de nosotros. Este grupo sólo necesita entrenamiento y entonces las hienas serán un problema menos. ¿Monstruos? Los monstruos no pierden el tiempo hablando con "pobres cosechados".-remato, imitando su tono.-Vámonos. Fijo que se quedan hablando entre ellos y riendo de nuestra suerte. Ojalá se los coma una casa o algo peor.-gruño. <<Menos a la niña ulterana. Y la alada... También nos trató igual, demonios, ¿de qué va esto?>>

Luego iniciamos la marcha pero antes le pido a Serok el libro por si ha vuelto a cambiar y... <<¿Qué diablos... Tenemos que reforzar el torreón y las guardias, así como intensificar los entrenamientos si el que haya anotado esto quiere "cazarnos"... >>
-Reunión de torreón en cuanto lleguemos.-anuncio.

Lo último que escucho es otra carcajada del humano que mató al lobo, lo cual me hace gruñir y apretar el paso.

Sigue en el Torreón Letargo.

Íbamos por una zona de Rocavarancolia en la que nunca había estado, pues estaba en el otro extremo de la ciudad de las mazmorras. De hecho, para cuando nos acercábamos al otro torreón el sol ya estaba bastante alto y hacía ya un buen rato que habíamos salido a la calle sin ningún incidente grave en el camino, lo cual, al menos a mí, me ponía de bastante buen humor. «Quien sabe», me dije despreocupadamente, «quizás los peligros y la decadencia de Rocavarancolia se concentren en una sola zona de la ciudad».

Estaba tan distraído pensando en mis cosas que me había descolgado un poco del grupo. No estaba atento a donde estábamos y por eso, cuando escuché una voz femenina gritando "¡¿Pero dónde vas?! ¡Ven aquí!" pensé un momento que eran alguna de las chicas.

No obstante, cuando giré y vi quién era me quedé clavado donde estaba. A unos metros estaba mi casa de Nubla, y mi madre me llamaba sonriente desde la puerta. «N-no puede ser...», pensé aturdido. «Ella no está aquí. Yo no-». Sentí unas lágrimas intentando salir. Estas semanas habían sido muy duras: el hambre, el frío de la mazmorra, el miedo a ser devorado por una alimaña, la preocupación por Marina, la decepción por cómo estaba Rocavarancolia, la frustración y el desconocimiento sobre lo que había pasado allí y cuál sería mi futuro había opacado, hasta ese momento, la añoranza por mi familia y mi casa. Cada vez que me asaltaba un recuerdo sobre ellos había conseguido enterrarlo bajo pensamientos sobre acerca de las pocas distracciones que me podía permitir o sobre lo orgullosa que estaría al enterarse de que me había convertido en uno de los dioses de los que hablaban sus padres y que ella apenas podía recordar.

Las manos me temblaban nuevamente de la emoción. «Contrólate, no puede... No...». Me acerqué unos pasos y me detuve. Aquello no podía ser real, no en aquella ciudad donde había tantas bestias dispuestas a devorarte. Pero lo parecia tanto que casi dolía intentar recordar dónde estaba. Di otro paso y me detuve. Quizás los otros podrían confirmarme lo que veía. Confirmar la primera prueba real de que Rocavarancolia era, verdaderamente, la ciudad de las maravillas.

Ariv no se separó de K en todo el trayecto hacia la Avenida de las Casas Carnívoras. Ella le había dicho que ambas debían defender a sus compañeros, pero realmente ella no había obedecido por esa razón. Se sentía más segura al lado de su amiga. Tenía la sensación de que podría enfrentarse casi a cualquier cosa y vencer.
Tras cruzar la Cicatriz de Árax, el grupo llegó a su destino. La niña miraba a su alrededor, inquieta, y aferró sus dagas con fuerza en un gesto inconsciente. Intuía que algo estaba ahí, latente, y que iba a despertar pronto. Sería entonces cuando vendrían los problemas.
Al principio, estaba tan preocupada por sus pensamientos que no se fijó en los demás. Parecían no existir en ese instante. Sin embargo, cuando se cercioró de que, de momento, a su alrededor todo estaba en calma y se permitió relajarse un poco –aunque no bajar la guardia por completo-, se dio cuenta de que Branniel, el nublino, no estaba con ellos. Miró en torno a sí y lo vio, un poco alejado del grupo. Apretó los labios. Si querían evitar algunos de los muchos peligros que allí los aguardaban debían permanecer juntos.
—¡Branniel! —lo llamó—. ¡Branniel! ¿Qué haces? ¡Ven aquí!