Avenida de las Casas Carnívoras

Algo fuera de si y distraida, toparonse con la Ulterana. Por lo visto, ilesa. Aunque regocijose de este hecho, uniose a los demás levantando la queja y critica por lo insensato que habia sido aquella decision y, por su parte, la preocupacion que habiales causado. Sin embargo, la chica parecio como no escucharles, subida a su propia nube inocente.
¿Qué habriale acontecido por su parte que le habia dejado en tal extasis?

Fueron a llevarla de vuelta y, entonces, planearon una salida pra las comidas y por exploracion. Acabaron en un callejon de casas variopintas y, mientras que Lorenzo en un principio no dedicoles segunda mirada, algo agarró el interes de Lebra, quien abalanzose a la ventana de una de ellas, señalando el anterior.

Intrigado, extrañado y tenso a partes iguales debido a aquella explosión, el diestro siguió tras Mónica al esta afirmar que los sinhadres se encontaban dentro. Al instante, él los vio tambien. ¿Estarian encerrados? Supusolo al momento en el que simplemente non cogian la puerta y salian. Con ojos desorbitados e ignorando las palabras de Sinceridad como los demás, el español desenvainó y, con la ayuda de un brazo, vadeó a los ahí presentes de la ventana.
—¡Apartaos! ¡Voy a sacaros de ahí!— tronó con un vozarrón.

Acto segudio, tras envolverse el puño con la capa, el diestro comenzó a martillear el cristal con el duro pomo de su arma en aras de abrir una ruta escapatoria para los nenos.

Sus compañeros insistían en ver algo allí dentro, pero por suerte Lebra escuchó a la roquense y empezó a dudar. Para Sinceridad eso era suficiente, solo quedaban los de... <<Nonononono, ¡¿qué plumas hace Lorenzo?!>> Sin embargo, se quedó en el aire, aleteando, expectante, dubitativa. ¿Y si no podía verles y realmente estaban ahí dentro?

Tras los golpes, la ventana se abrió... Y confirmó lo que temía, aunque no sabría decir si era lo que más o menos temía. Porque, ¿qué era peor, estar bajo un embrujo y estar metiéndose en un problema, o encontrar a sus amigos malheridos? Si alguien les había encerrado allí, podía andar cerca.
—Esto es de locos, ¡vámonos! ¡Ahí no hay nadie!

Quiso bajar a tierra para alejar a los humanos de la fachada aunque tuviese que usar la fuerza, pero dejó escapar un grito cuando Lebra le acompañó en su descenso. Gritando. Involuntariamente. Violentamente. Escuchó su golpe contra el suelo y gritó de nuevo al ver lo que había sucedido.

Algo había salido de la casa y le había apresado el tobillo. Descolgó su espada con toda la rapidez que pudo y se lanzó a cortar lo que la sujetaba. Le venían flashes de su pesadilla mientras intentaba abrir a tajos aquella cosa. <<Otra vez no, otra vez no, otravezno>> Para colmo, estaba sangrando, así que dedujo que no podrían tirar de ella. Lamentó no llevar un cuchillo encima.
—¿¡Es que no veis lo que está pasando!? ¡Hay que cortar esto, AYUDADME!

Sinceridad parecía perpleja ante lo de los sinhadres. Mónica se frotó los ojos, insegura ahora, recordando que ya no eran como antes, pero… pero Lorenzo también los veía, visto las prisas que se estaba dando en destrozar (infructuosamente) una ventana para poder entrar a la casa. Mónica se detuvo, indecisa. La verdad… ella seguía sin ver al hermano de Lebra. Y Lebra no veía a Ina o Eorlir. Algo raro pasaba.

—¡Lorenzo, espera! —exclamó Mon sin decidirse a seguir acercándose. La preocupación en las voces de Lebra y Sinceridad la estaba poniendo nerviosa, así que vaciló, sin aproximarse mucho más.

Y en ese momento, la ventana se abrió, mostrando claramente a Ina y Eorlir amordazados y atados. La chica gritó, señalando con el dedo.

—¡Están ahí! ¡Están atados!

Sin embargo, gritó todavía más fuerte cuando una tira correosa surgió de la casa y agarró a Lebra, golpeándola contra el suelo y llenándolo todo de sangre. Mónica se quedó paralizada unos segundos, los gritos de Sinceridad y de la nublina resonando en sus oídos. Durante unos instantes, no pudo hacer otra cosa que mirar con asombro teñido de terror… hasta que el mundo se puso en marcha de nuevo. Se abalanzó sobre Lebra, enarbolando su cuchillo serrado, y comenzó a cortar. Ni siquiera se le ocurrió que a lo mejor un hechizo sería más útil.

Los motes:

Non hizo su efecto deseado los mamporros que diole a la ventana. Sin embargo, no cejó hasta que, de súbito, la casa atacó de vuelta. Tras abrirse la ventana, el diestro distrajose tan solo por unos segundos al comprobar que ahora los nenos encontrabanse atados y amordazados. Bastó aquella distracción pra que las taimadas artes de las que poseia a la casa, atacaran a la pobre Lebra.
Una larga y correosa lengua de cuero provista de pinchos, que cual serpiente pegose a la pierna de la chica,desgarrando y haciendola sangrar. Fue cuando elevaronse sus gritos y el pánico esparciose que Lorenzo volvió en si, y consiguió sacarse del horror.

Con ojos desorbitados, el español sacó del cinto un cuchillo curvo más pequeño y comenzó a intentar serrar el textil viviente mientras entonaba una oración de salvaguarda, sudor perlandole la frente.
—¡No os movais! ¡Os estais faciendolo peor!—balbuceó, mientras intentaba retener la pierna de la nena al mismo tiempo.

El miembro 'Yber' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

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'Dado de 100 caras' : 82

Libraronla de la lengua entre todos, sin embargo, al esta retorcerse y doblarse, logró causarles muchas feridas a todos los nenos. El español, por suerte para él, llevaba puestos los guantes y logro salvarse de todos los clavos excepto de alguno especialmente maléfico.
No sintiendose agusto, una vez cortaronle la lengua, aquella maldita casa encantada propinole semejante latigazo que cual esclavo losero doblole en dos al diestro, cayendo de lado con un gruñido que transitó a grito, una vez el escozor y la realidad se volvieron una. Él no podria ver sus heridas, pero en aquel momento tres tajos irregulares marcaban su zona lumbar, desprotegida por el espaldar, donde ropa y cuero habianse hecho a un lado para que aquellos maléficos clavos ensañasense con sus tiernas carnes.
—¡Será hideputa!— quejose de nuevo, llevandose una mano entre dolores hacia las feridas. Recuperandola con sangre, notosele la adrenalina mezclandose con el dolor a partes iguales y pusose de pie de golpe.
Aun mareandose y tambaleandose, e inestable, el español apoyose sobre Sinceridad para ganar pie y lograr algo de estabilidad. Jadeando, riverillos de sangre deslizabanse por su coxis hasta tenir el su pantalón. Bravo, herido, asustado pero valiente morlaco, el español desenvainó su espada corta y rugio, rugio de rabia y dolor. Temblabanle las piernas. Sabia, por experiencia propia, que su umbral de dolor aun grande engañabale y muchas veces eran temas más serios de los que él pensaba.

—¡Argh! ¿¡Como de mala es!?—preguntaba, alzando la pregunta con confusión y miedo mas sin perder de vista la endiablada morada que habiales causado tanto dolor. Confusiones aparte, logró sacar en claro algo aún más importante
—N-No importa... ¡Que alguien coja a Lebra y vayamonos de aquí, os imploro!—

El español apenas podia andar en aquellos momentos, haciendo que Sinceridad compartiese gran parte de su peso mientras se alejaban.

Acudieron a su grito de ayuda y pudieron cortar aquella lengua correosa, pero la roquense temía por la pierna de su amiga... Dio un grito cuando lo consiguieron, por el daño colateral que se había llevado en los brazos. Y, para colmo, su temor se confirmó cuando el trozo que sujetaba a Lebra quedó inmóvil. <<Tendremos que ayudarla a caminar, ¡joder!>> Sin embargo no le dio tiempo a reaccionar, ni a mirar sus propias heridas, o hacia la casa, o a su alrededor. Nada. Tan solo pudo escuchar otro restallido de aquel látigo y otro grito.

—¡Lorenzo! Joder, ¡alejaros de la acera!

Aprisa, ayudó al diestro a mantenerse en pie y, cuando este gritó de rabia, deseó que no intentase lanzarse contra la casa en ese estado. Prefería cargar con alguien inconsciente con un chichón en la cabeza antes que con un muerto. Se aseguró el peso compartido de su amigo y miró a las chicas.

—¿Có... cómo lo veis para curaros ahora?

Mientras, intentaba respirar. Respirar. Esa era la clave, ¿no? Respirar y estar atenta, no perder las plumas. No lo parecía, pero estaba a punto de... Demasiado bien estaba manteniendo la poca calma que le quedaba. Pero estaba viendo demasiada sangre para su gusto. Y lo admitiría más tarde, pero había visto claramente cómo la casa podría haber acabado con sus amigos. <<Que no tengamos más sorpresas en el camino de vuelta, por favor...>> Pero debían alejarse, así que empezó a caminar unos metros de vuelta, lejos del edificio. No quería más sorpresas.