Templo de los suicidas abnegados
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Templo de los suicidas abnegados
13/04/12, 05:54 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Edificio alto con torres puntiagudas y fachada recargada y llena de salientes, de los que cuelgan ahorcados en distintos estados de descomposición. El interior es oscuro, con ventanas diminutas a través de las cuales apenas entra luz. Las paredes estan desnudas salvo por algunos frescos con escenas cruentas y deprimentes. No queda ningún mueble, y no hay pisos salvo por las escaleras que permiten subir a las fachadas y las que bajan a las catacumbas, cuyas paredes están cubiertas de huesos de todo tipo. Era donde se encontraba la sede de los Hijos de Ewa, y donde vivían la mayoría de los sacerdotes y algunos adeptos.
La secta fue completamente aniquilada por Azra y sus viragos, muriendo el culto a Ewa (así como la propia "diosa") junto a sus seguidores, y actualmente el enorme edificio está abandonado.
La secta fue completamente aniquilada por Azra y sus viragos, muriendo el culto a Ewa (así como la propia "diosa") junto a sus seguidores, y actualmente el enorme edificio está abandonado.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Re: Templo de los suicidas abnegados
06/10/13, 12:26 am
Durante los meses posteriores a aquel día en la playa me esforcé en dominar mi transformación y, especialmente, entrenar. No había perdido mi objetivo de hacer tragar tierra a Tero, pero ya había aprendido que todavía debía mejorar mucho para poder estar siquiera a su nivel (y que si alguna vez llegaba a enfrentarlo debía hacerlo de forma más sutil para no acabar como la última vez). Me esforcé en mejorar tanto mis técnicas de lucha como mis habilidades mágicas, pero le di más importancia a estas por no haber podido usarlas en toda la cosecha. Los entrenamientos con el grupo del anfiteatro, que ya usaban magia desde hacía meses, eran especialmente útiles para mejorarla con rapidez. También entrenaba mi autocontrol, para lo que las jaulas de mi habitación resultaron imprescindibles. Pasaron varios meses, pero al final pude dominarme hasta cierto punto, si bien mis avances fueron muy lentos en este campo por intentar hacerlo por mi cuenta.
No pasó mucho tiempo hasta que llegó mi presentación al resto de la Secta y el inicio de mis obligaciones como sacerdote, junto con la adopción de un nuevo nombre: Bastel, inspirado en un rey antiguo rey trasgo. Era un nombre que solo usaría ante la Secta y desconocidos, mi nombre rocavarancolés, pero no era para nada necesario usarlo con aquellos con los que había hecho amistad durante mi criba, y así se lo dije a aquellos.
El comienzo del cumplimiento de mis obligaciones como sacerdote me dejó profundamente perturbado. Sabía lo que hacían (con todo lo que había visto y escuchado era evidente qué hacíamos los sacerdotes), pero ver en primera persona la escena, siendo parte de ella, era algo que no había pensado cómo sería. Intenté que no se me notara, pero me desagradó bastante ver las desesperación de la que hacían gala para conseguir la bilis, tan parecida a la del día en el que llegué. Por supuesto, no mencioné nada de esto a nadie.
Los meses pasaron de forma monótona, alternando la vida y entrenamientos con mis compañeros con mis desagradables obligaciones de sacerdotes, aunque siempre ponía mi mejor cara para no hacer notar lo que pensaba interiormente. Aun así el tiempo y la costumbre normalizó mi día a día, a la par que la Luna y mi propia transformación eliminaban los restos morales que quedaban del nublino que una vez fui. Intentaba reprimir la minúscula sensación de poder que sentía al comer o al alimentar a los fieles, de sentirme por encima de aquellos que se arrodillaban ante mí esperando mi bilis o que me miraban aterrados al comprender cual sería su final. Lo peor no era que esos sentimientos fuesen progresivamente más fuertes durante los momentos en los que vivía esas experiencias, sino que, una vez pasados estas vivencias y los pensamientos que me torturaban, la importancia o el desagrado a esa nueva parte de mí era cada vez menor. Con el tiempo incluso acabé pensando de forma bastante neutra acerca de estos episodios, aunque sospechando que al final las tornas voltearían y lo que al comienzo me había desagradado en todo momento (menos cuando lo hacía) sería algo que al final disfrutaría en todo momento, sin preocuparme de los pensamientos del que era antes.
Recibí a la furiosa tormenta mágica de la cosecha en la azotea de un edificio abandonado pero casi indemne, observando con curiosidad los vórtices y el trajín de cosechadores y dormidos cosechados que salían de allí. «Es increíble lo que he cambiado en este año» medité al darme cuenta de todo el tiempo que llevaba ya en Rocavarancolia. No podía reconocer a los cosechados y sus cosechadores a tanta distancia, únicamente saber de qué mundos venían más y de cuales menos. Estuve especialmente atento al portal de Nubla, preguntándome si habría nublinos ese año, o qué monstruo esconderían en su interior los cosechados que traspasasen el portal, curioso sobre todo por mi mundo de origen.
Me volví, cansado, hacia el Templo cuando quedaba poco para el amanecer. El aire seguía bullendo de magia debido a la tormenta, cosa que me agradaba profundamente. Quizás era un resto de mi antiguo deseo por convertirme en un dios rocavarancolés, pero la magia me apasionaba profundamente, y sentirla bullir alrededor me agradaba. ¿Cuántos de ellos serán igual? ¿Quiénes se transformarán en criaturas poderosamente mágicas? ¿Quiénes serán criaturas que deberán hacer frente a un precio inmoral para tener su magia? ¿Quiénes no podrán realizar magia ni siquiera después de la Luna?» me pregunté al pensar en los que en pocas horas se despertarían sorprendidos en una mazmorra. Todo volvería a comenzar para una nueva generación de cosechados y potenciales ciudadanos de la ciudad en el ciclo sin fin que nos marcaba, mal que bien, nuestra verdadera reina. «La Luna Roja».
No pasó mucho tiempo hasta que llegó mi presentación al resto de la Secta y el inicio de mis obligaciones como sacerdote, junto con la adopción de un nuevo nombre: Bastel, inspirado en un rey antiguo rey trasgo. Era un nombre que solo usaría ante la Secta y desconocidos, mi nombre rocavarancolés, pero no era para nada necesario usarlo con aquellos con los que había hecho amistad durante mi criba, y así se lo dije a aquellos.
El comienzo del cumplimiento de mis obligaciones como sacerdote me dejó profundamente perturbado. Sabía lo que hacían (con todo lo que había visto y escuchado era evidente qué hacíamos los sacerdotes), pero ver en primera persona la escena, siendo parte de ella, era algo que no había pensado cómo sería. Intenté que no se me notara, pero me desagradó bastante ver las desesperación de la que hacían gala para conseguir la bilis, tan parecida a la del día en el que llegué. Por supuesto, no mencioné nada de esto a nadie.
Los meses pasaron de forma monótona, alternando la vida y entrenamientos con mis compañeros con mis desagradables obligaciones de sacerdotes, aunque siempre ponía mi mejor cara para no hacer notar lo que pensaba interiormente. Aun así el tiempo y la costumbre normalizó mi día a día, a la par que la Luna y mi propia transformación eliminaban los restos morales que quedaban del nublino que una vez fui. Intentaba reprimir la minúscula sensación de poder que sentía al comer o al alimentar a los fieles, de sentirme por encima de aquellos que se arrodillaban ante mí esperando mi bilis o que me miraban aterrados al comprender cual sería su final. Lo peor no era que esos sentimientos fuesen progresivamente más fuertes durante los momentos en los que vivía esas experiencias, sino que, una vez pasados estas vivencias y los pensamientos que me torturaban, la importancia o el desagrado a esa nueva parte de mí era cada vez menor. Con el tiempo incluso acabé pensando de forma bastante neutra acerca de estos episodios, aunque sospechando que al final las tornas voltearían y lo que al comienzo me había desagradado en todo momento (menos cuando lo hacía) sería algo que al final disfrutaría en todo momento, sin preocuparme de los pensamientos del que era antes.
Recibí a la furiosa tormenta mágica de la cosecha en la azotea de un edificio abandonado pero casi indemne, observando con curiosidad los vórtices y el trajín de cosechadores y dormidos cosechados que salían de allí. «Es increíble lo que he cambiado en este año» medité al darme cuenta de todo el tiempo que llevaba ya en Rocavarancolia. No podía reconocer a los cosechados y sus cosechadores a tanta distancia, únicamente saber de qué mundos venían más y de cuales menos. Estuve especialmente atento al portal de Nubla, preguntándome si habría nublinos ese año, o qué monstruo esconderían en su interior los cosechados que traspasasen el portal, curioso sobre todo por mi mundo de origen.
Me volví, cansado, hacia el Templo cuando quedaba poco para el amanecer. El aire seguía bullendo de magia debido a la tormenta, cosa que me agradaba profundamente. Quizás era un resto de mi antiguo deseo por convertirme en un dios rocavarancolés, pero la magia me apasionaba profundamente, y sentirla bullir alrededor me agradaba. ¿Cuántos de ellos serán igual? ¿Quiénes se transformarán en criaturas poderosamente mágicas? ¿Quiénes serán criaturas que deberán hacer frente a un precio inmoral para tener su magia? ¿Quiénes no podrán realizar magia ni siquiera después de la Luna?» me pregunté al pensar en los que en pocas horas se despertarían sorprendidos en una mazmorra. Todo volvería a comenzar para una nueva generación de cosechados y potenciales ciudadanos de la ciudad en el ciclo sin fin que nos marcaba, mal que bien, nuestra verdadera reina. «La Luna Roja».
- Zarket
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Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Re: Templo de los suicidas abnegados
07/02/14, 12:28 am
Como siempre, la efusividad de Ka me abrumaba un momento, aunque estando ya acostumbrado a ella me recompuse rápidamente. Al decir lo que le pasaba lo entendí rápidamente, sintiendo algo de melancolía al pensar en mi propio mundo. ¿Qué pensaría mi familia o cualquier nublino al ver entre ellos un trasgo? Dudaba que se lo tomase tan bien como probablemente se lo tomarían los libenses, pero claro, ni Karime ni Atol se habían convertido en horripilantes monstruos que se alimentaban de otras personas. Intenté apartar estos pensamientos de mí mente, lográndolo con menos efectividad que últimamente. La visita a la casa me había afectado y no pude evitar un gruñido interior. No podía permitir que los avances que había hecho (o, más bien, lo que se había desarrollado mi habilidad para ignorar lo que no me gustaba) se desmoronase en un día.
Quizás por esto dudé cuando Ka me invitó a Libo. Una licántropa o un helión estaba bien, ¿pero un trasgo? De todas maneras a la libense no parecía preocuparle que los habitantes de su mundo pudieran impresionarse de algo como yo, así que acepté. No sabía cómo se lo tomaría la secta, pero tampoco podía dar demasiadas largas a Karime sin parecer sospechoso, así que ya pensaría en cómo pedir un permiso para ausentarme los días que durase la visita.
Esa noche tuve una pesadilla de la que nada quedó al retornar al mundo de la vigilia, más allá de un montón de nublinos servilmente felices por agasajarme y una Marina que me gritaba que era un mentiroso. Cuando me desperté me pareció sentir por un momento el olor de la casa de los dulces donde un día soñé que era devorado, pero el innegable producto de mi imaginación sólo duró un segundo. No se fue, sin embargo, la risa de Ewa, escuchada especialmente por las noches. Parecía estar burlándose de mí, de mi debilidad, del resurgimiento de las dudas y el odio que la transformación me había provocado al inicio.
Di un fuerte puñetazo al techo de la cama excavada en la roca, sintiendo surgir una debilidad de la que renegaba. Había creído que aquel cambio era irrevocable e ineludible. Que no tenía más remedio que incumplir mi promesa porque, de hecho, no era yo mismo quien cambiaba, sino la Luna la que provocaba el cambio. ¿Y cómo iba a luchar contra semejante cuerpo? No había forma, no era posible resistirse a su magia, no tenía otro camino que recorrer. Pero ahora no era algo tan claro. La Luna puede cambiar tu cuerpo, aquello que te alimenta o tus propias habilidades, ¿pero cómo iba a ser tan absoluta de cambiar tu propia mente? Este pensamiento comenzó a golpearme incansablemente, a pesar de mis intentos por ignorarlo. Porque si tenía razón, entonces nadie me había obligado a cambiar, a incumplir mi promesa, sino que había sido yo mismo el que no había encontrado la fortaleza de tomar otro camino. Porque, si aquello tenía razón, no podía echar la culpa de mi cambio mental a la Luna Roja, al universo, a la secta, a Ewa ni a Rocavarancolia. Sólo a mí.
Intenté cerrar los ojos, volver a dormir, pero era imposible. Cada vez que lo intentaba aquellos sucesos que creía firmemente enterrados volvían a asaltarme. La casa de los dulces había revivido mi pesadilla de hacía meses, y todo lo demás venía con ella: los sendarios y los recuerdos de Dahannei, Marina, Brina, Thras, mi promesa de no ser como los monstruos de la pesadilla... Y eso sólo retroalimentaba la ansiedad que mis pensamientos generaban. No eran nuevos cierto (ya los había pensado cuando salió el astro rojo que reinaba en Rocavarancolia), pero la última vez sólo había podido vencerlos la poderosa y adictiva sensación que la Luna Roja provocaba cuando se alzaba en los cielos de la ciudad. Sin esa ayuda, con la verdadera reina de Rocavarancolia a una enorme distancia de la ciudad, ¿cómo iba a enterrar una vez más aquellas ideas?
Con el tiempo esto sólo contribuyó a una extraña polarización en mi manera de ser. Durante uno o dos días intenté volver a reducir mis hábitos alimenticios al mínimo, intenté volver a no hacer daño a nadie, a cumplir mi promesa en recuerdo de mi amiga. Pero no sirvió de nada, y el hambre, que hacía tanto que no sentía, me llevó a rendirme, una vez más, al trasgo que ahora se negaba a marcharse. Un curioso (y, quizás para aquel que había sido antes de la cosecha, espantoso) ciclo comenzó entonces en el que mi naturaleza cobraba una fuerza desmedida cuando me alimentaba, momento en el que me rendía por completo a mis apetitos y al cruel cazador que llevaba dentro, lo que era seguido por horas de odio, desprecio y algo cercano a los remordimientos. Pero, si había que ser sinceros, no estaba muy seguro exactamente de dónde nacían esas sensaciones, ni a quién o qué estaban dirigidas. Sólo sabía que una parte de mí mismo odiaba a otra, ¿pero cuál a cuál?
Entre tanto, intentaba enfocarme lo máximo en cualquier otro tema para eliminar de mi cabeza cualquier cosa ni remotamente vinculada con la casa de los dulces. Los entrenamientos mágicos con DL sirvieron maravillosamente a estos propósitos, además de una mayor profundización en mis propios entrenamientos privados, que intentaba que me llevasen más allá de mi límite. También seguí con mi línea de investigación de "apoyos" mágicos. Si realmente quería desarrollar mi capacidad mágica todo lo que un trasgo podía hacerlo debía buscar más allá de la biblioteca.
El anuncio del torneo me afectó poco. Parecía interesante, pero no me interesaba participar en lo más mínimo. No creía que fuese capaz de hacer gran cosa contra otros transformados, no después de las dos palizas que Tero me había pegado. Y, en cualquier manera, no me resultaba demasiado conveniente atraer atención.
Uno de los asuntos pendientes que más curiosidad me despertaban eran los cosechados, a los que quería hacer una "visita" visual en algún momento. Tenía gran itnerés en ver qué síntomas irían demostrando con el tiempo, en intentar adivinar qué formas obtendrían sus cuerpos una vez saliese la Luna. No obstante, no era algo que corriera una enorme prisa: todavía faltaba mucho tiempo para el gran acontecimiento, y ya había escuchado un par de rumores de la ciudad donde el acontecimiento que más divertía a algunos era espiar cosechados. En ocasiones una insidiosa vocecilla me interrogaba. «¿No será que estás esperando a que la varmana muera para así poder vigilar a gusto a los cosechados sin tener que soportar su vista?» preguntaba con maldad, pero lograba apartarla, ignorarla, centrarme en otros asuntos, y autoconvencerme una y otra vez de que la chica no tenía nada que ver en mi permanente postergación del espionaje a los cosechados.
Huía por un infinito laberinto de pasillos metálicos que se interseccionan y se cortaban mutuamente una y otra vez, pero sin conducir a ningún lugar en particular. Ninguna puerta, ninguna sala, ninguna ventana ni cualquier otro posible objeto rompían la monótona vista gris del metal con que estaba construido el lugar. Únicamente una larga alfombra roja cubría el suelo, mientras que del techo colgaban luces mágicas de las cuales desconozco su creador.
No sabía de qué huía, o ni tan siquiera si había algo de lo que huir. Tampoco sabía cómo había llegado a este lugar sellado: simplemente sabía que había despertado en aquel lugar, después de tal inconmensurable tiempo de oscura inconsciencia que era imposible saber cuánto había pasado desde la Luna que todo lo cambió. Quizás eones enteros.
Ya no era un trasgo. Tampoco era, de hecho, un nublino. Parecía más como un engendro híbrido entre las dos criaturas: un ser demasiado monstruoso para pertenecer a Nubla, pero demasiado ordinario para ser de Rocavarancolia. Algo a medio camino entre las dos naturalezas con las que había vivido cuando el universo era (mucho) más joven, y que se había quedado permanentemente congelado en esa forma. A veces corría más o menos de pie, mientras que en otras ocasiones lo hacía más encorvado.
Quizás por esto dudé cuando Ka me invitó a Libo. Una licántropa o un helión estaba bien, ¿pero un trasgo? De todas maneras a la libense no parecía preocuparle que los habitantes de su mundo pudieran impresionarse de algo como yo, así que acepté. No sabía cómo se lo tomaría la secta, pero tampoco podía dar demasiadas largas a Karime sin parecer sospechoso, así que ya pensaría en cómo pedir un permiso para ausentarme los días que durase la visita.
Esa noche tuve una pesadilla de la que nada quedó al retornar al mundo de la vigilia, más allá de un montón de nublinos servilmente felices por agasajarme y una Marina que me gritaba que era un mentiroso. Cuando me desperté me pareció sentir por un momento el olor de la casa de los dulces donde un día soñé que era devorado, pero el innegable producto de mi imaginación sólo duró un segundo. No se fue, sin embargo, la risa de Ewa, escuchada especialmente por las noches. Parecía estar burlándose de mí, de mi debilidad, del resurgimiento de las dudas y el odio que la transformación me había provocado al inicio.
Di un fuerte puñetazo al techo de la cama excavada en la roca, sintiendo surgir una debilidad de la que renegaba. Había creído que aquel cambio era irrevocable e ineludible. Que no tenía más remedio que incumplir mi promesa porque, de hecho, no era yo mismo quien cambiaba, sino la Luna la que provocaba el cambio. ¿Y cómo iba a luchar contra semejante cuerpo? No había forma, no era posible resistirse a su magia, no tenía otro camino que recorrer. Pero ahora no era algo tan claro. La Luna puede cambiar tu cuerpo, aquello que te alimenta o tus propias habilidades, ¿pero cómo iba a ser tan absoluta de cambiar tu propia mente? Este pensamiento comenzó a golpearme incansablemente, a pesar de mis intentos por ignorarlo. Porque si tenía razón, entonces nadie me había obligado a cambiar, a incumplir mi promesa, sino que había sido yo mismo el que no había encontrado la fortaleza de tomar otro camino. Porque, si aquello tenía razón, no podía echar la culpa de mi cambio mental a la Luna Roja, al universo, a la secta, a Ewa ni a Rocavarancolia. Sólo a mí.
Intenté cerrar los ojos, volver a dormir, pero era imposible. Cada vez que lo intentaba aquellos sucesos que creía firmemente enterrados volvían a asaltarme. La casa de los dulces había revivido mi pesadilla de hacía meses, y todo lo demás venía con ella: los sendarios y los recuerdos de Dahannei, Marina, Brina, Thras, mi promesa de no ser como los monstruos de la pesadilla... Y eso sólo retroalimentaba la ansiedad que mis pensamientos generaban. No eran nuevos cierto (ya los había pensado cuando salió el astro rojo que reinaba en Rocavarancolia), pero la última vez sólo había podido vencerlos la poderosa y adictiva sensación que la Luna Roja provocaba cuando se alzaba en los cielos de la ciudad. Sin esa ayuda, con la verdadera reina de Rocavarancolia a una enorme distancia de la ciudad, ¿cómo iba a enterrar una vez más aquellas ideas?
Con el tiempo esto sólo contribuyó a una extraña polarización en mi manera de ser. Durante uno o dos días intenté volver a reducir mis hábitos alimenticios al mínimo, intenté volver a no hacer daño a nadie, a cumplir mi promesa en recuerdo de mi amiga. Pero no sirvió de nada, y el hambre, que hacía tanto que no sentía, me llevó a rendirme, una vez más, al trasgo que ahora se negaba a marcharse. Un curioso (y, quizás para aquel que había sido antes de la cosecha, espantoso) ciclo comenzó entonces en el que mi naturaleza cobraba una fuerza desmedida cuando me alimentaba, momento en el que me rendía por completo a mis apetitos y al cruel cazador que llevaba dentro, lo que era seguido por horas de odio, desprecio y algo cercano a los remordimientos. Pero, si había que ser sinceros, no estaba muy seguro exactamente de dónde nacían esas sensaciones, ni a quién o qué estaban dirigidas. Sólo sabía que una parte de mí mismo odiaba a otra, ¿pero cuál a cuál?
Entre tanto, intentaba enfocarme lo máximo en cualquier otro tema para eliminar de mi cabeza cualquier cosa ni remotamente vinculada con la casa de los dulces. Los entrenamientos mágicos con DL sirvieron maravillosamente a estos propósitos, además de una mayor profundización en mis propios entrenamientos privados, que intentaba que me llevasen más allá de mi límite. También seguí con mi línea de investigación de "apoyos" mágicos. Si realmente quería desarrollar mi capacidad mágica todo lo que un trasgo podía hacerlo debía buscar más allá de la biblioteca.
El anuncio del torneo me afectó poco. Parecía interesante, pero no me interesaba participar en lo más mínimo. No creía que fuese capaz de hacer gran cosa contra otros transformados, no después de las dos palizas que Tero me había pegado. Y, en cualquier manera, no me resultaba demasiado conveniente atraer atención.
Uno de los asuntos pendientes que más curiosidad me despertaban eran los cosechados, a los que quería hacer una "visita" visual en algún momento. Tenía gran itnerés en ver qué síntomas irían demostrando con el tiempo, en intentar adivinar qué formas obtendrían sus cuerpos una vez saliese la Luna. No obstante, no era algo que corriera una enorme prisa: todavía faltaba mucho tiempo para el gran acontecimiento, y ya había escuchado un par de rumores de la ciudad donde el acontecimiento que más divertía a algunos era espiar cosechados. En ocasiones una insidiosa vocecilla me interrogaba. «¿No será que estás esperando a que la varmana muera para así poder vigilar a gusto a los cosechados sin tener que soportar su vista?» preguntaba con maldad, pero lograba apartarla, ignorarla, centrarme en otros asuntos, y autoconvencerme una y otra vez de que la chica no tenía nada que ver en mi permanente postergación del espionaje a los cosechados.
Huía por un infinito laberinto de pasillos metálicos que se interseccionan y se cortaban mutuamente una y otra vez, pero sin conducir a ningún lugar en particular. Ninguna puerta, ninguna sala, ninguna ventana ni cualquier otro posible objeto rompían la monótona vista gris del metal con que estaba construido el lugar. Únicamente una larga alfombra roja cubría el suelo, mientras que del techo colgaban luces mágicas de las cuales desconozco su creador.
No sabía de qué huía, o ni tan siquiera si había algo de lo que huir. Tampoco sabía cómo había llegado a este lugar sellado: simplemente sabía que había despertado en aquel lugar, después de tal inconmensurable tiempo de oscura inconsciencia que era imposible saber cuánto había pasado desde la Luna que todo lo cambió. Quizás eones enteros.
Ya no era un trasgo. Tampoco era, de hecho, un nublino. Parecía más como un engendro híbrido entre las dos criaturas: un ser demasiado monstruoso para pertenecer a Nubla, pero demasiado ordinario para ser de Rocavarancolia. Algo a medio camino entre las dos naturalezas con las que había vivido cuando el universo era (mucho) más joven, y que se había quedado permanentemente congelado en esa forma. A veces corría más o menos de pie, mientras que en otras ocasiones lo hacía más encorvado.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejos
Re: Templo de los suicidas abnegados
09/02/14, 11:38 pm
Seon entró en un laberinto. Metal en las paredes lisas y una alfombra continua como un río de sangre. El sentimiento pesado a tiempo viejo inundaba todo, inspirandole historias de estrellas incandescentes y el olor a las eras primordiales, a polvo y agua. Y Seon no quiso interrumpir por el momento al soñante en su frenesí, sólo darle un rumbo más interesante. Deshizo su prisa y por primera vez en aquellos pasillos eternos apareció una escalera.
La sala que esperaba a Bran tenía que tener un regusto a destino. Era una sala gris con un unico ventanal en su derecha, en medio de las paredes infinitas. El vidrio, en forma de estrella de ocho puntas, daba a un cielo rojizo cubierto de las motas brillantes del firmamento. Era un cielo tan bonito que podría estar pintado perfectamente. Al fondo, una silla de metal y de pie, a su lado, la soñadora. Como le gustaba llevar los sueños como parte de sí misma, se había vestido de rojo y metal: un vestido largo hasta los pies, y una diadema oscura y brillante. Dejó que el chico decidiese por su cuenta que era lo que había venido a hacer.
La sala que esperaba a Bran tenía que tener un regusto a destino. Era una sala gris con un unico ventanal en su derecha, en medio de las paredes infinitas. El vidrio, en forma de estrella de ocho puntas, daba a un cielo rojizo cubierto de las motas brillantes del firmamento. Era un cielo tan bonito que podría estar pintado perfectamente. Al fondo, una silla de metal y de pie, a su lado, la soñadora. Como le gustaba llevar los sueños como parte de sí misma, se había vestido de rojo y metal: un vestido largo hasta los pies, y una diadema oscura y brillante. Dejó que el chico decidiese por su cuenta que era lo que había venido a hacer.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Re: Templo de los suicidas abnegados
10/02/14, 12:18 am
El corazón, que no me había dado cuenta de que se había convertido (¿o quizás siempre lo había sido?) en un animal desbocado dentro del pecho, redujo su fuerza. También se minimizó algo la ansiedad de la necesidad que tenía de escapar de allí, al tiempo que encontraba el primer elemento diferenciador en aquel infinito mar de pasillos. Una escalera, que antes habría parecido casi blásfema en aquel lugar, pero que ahora parecía extrañamente adecuada.
El claro contraste de la nueva sala con el resto del lugar la señalaba, indudablemente, como un lugar especial. ¿Quizás era la salida a aquello? ¿Quizás el lugar que desentrañaba su misterio? ¿Su origen? O, quizás, algo tan simple como otra parte más de aquel rompecabezas, tan perteneciente al lugar como las luces mágicas o la infinita alfombra roja como la sangre. En cualquier caso, era el único lugar que permitía comprobar que existía un fuera, que el universo no se había reducido a ser tan sólo ese lugar.
Algo impactantemente nuevo se dejaba ver en aquel lugar. O, mejor dicho, alguien. Una nueva pobladora, un nuevo ser vivo que se revelaba como otro habitante de aquel misterioso sitio. El pensamiento de que quizás fuese la dueña o la creadora de aquello, la que había decidido tenerme allí, fue deshechado casi antes de formarse: era una conocida. Una compañera de cosecha, una amiga de mis amigos.
—Tú eras de Letargo.
Mi murmullo no era una pregunta, ni una duda, sino una tajante afirmación sin posibilidad alguna de error o equivocación. No obstante, era una frase a la que no le faltaba un tono de cordialidad, y donde era imposible encontrar la más mínima traza de hostilidad. Me acerqué a ella, buscando reconocerla mejor, recordar su identidad. La encontré tras unos segundos de duda.
—... Seon, ¿no?
«¿Qué hago aquí?» fue el pensamiento que me cruzó en ese momento. No sabía quién me había llevado a aquel lugar. De hecho, no sabía qué era aquel lugar. Aquello antes me había producido una enorme ansiedad: ¿quién me había traído? ¿Con qué razón? ¿Qué había pasado con los demás, con lo demás, durante mis eones de ausencia? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Qué debía hacer para regresar? Pero en aquella sala... La ansiedad había sido sustituida por una tranquila y sana curiosidad, que se había extendido a aquel lugar, a sus propósitos, a sus misterios. Y a Seon.
El claro contraste de la nueva sala con el resto del lugar la señalaba, indudablemente, como un lugar especial. ¿Quizás era la salida a aquello? ¿Quizás el lugar que desentrañaba su misterio? ¿Su origen? O, quizás, algo tan simple como otra parte más de aquel rompecabezas, tan perteneciente al lugar como las luces mágicas o la infinita alfombra roja como la sangre. En cualquier caso, era el único lugar que permitía comprobar que existía un fuera, que el universo no se había reducido a ser tan sólo ese lugar.
Algo impactantemente nuevo se dejaba ver en aquel lugar. O, mejor dicho, alguien. Una nueva pobladora, un nuevo ser vivo que se revelaba como otro habitante de aquel misterioso sitio. El pensamiento de que quizás fuese la dueña o la creadora de aquello, la que había decidido tenerme allí, fue deshechado casi antes de formarse: era una conocida. Una compañera de cosecha, una amiga de mis amigos.
—Tú eras de Letargo.
Mi murmullo no era una pregunta, ni una duda, sino una tajante afirmación sin posibilidad alguna de error o equivocación. No obstante, era una frase a la que no le faltaba un tono de cordialidad, y donde era imposible encontrar la más mínima traza de hostilidad. Me acerqué a ella, buscando reconocerla mejor, recordar su identidad. La encontré tras unos segundos de duda.
—... Seon, ¿no?
«¿Qué hago aquí?» fue el pensamiento que me cruzó en ese momento. No sabía quién me había llevado a aquel lugar. De hecho, no sabía qué era aquel lugar. Aquello antes me había producido una enorme ansiedad: ¿quién me había traído? ¿Con qué razón? ¿Qué había pasado con los demás, con lo demás, durante mis eones de ausencia? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Qué debía hacer para regresar? Pero en aquella sala... La ansiedad había sido sustituida por una tranquila y sana curiosidad, que se había extendido a aquel lugar, a sus propósitos, a sus misterios. Y a Seon.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejos
Re: Templo de los suicidas abnegados
14/02/14, 10:09 pm
- Seon, sí.- dijo la soñadora sentandose en el aire con las piernas cruzadas. La falda del vestido caía por detrás, desorganizada, rozando el suelo.- ¡Pero espera, no estropees el momento!
Sonrió traviesa y procedió a mostrarse muy digna, aun en su posición informal. Se llevó las manos a la cabeza, haciendo la mimica de coronarse. Al retirarlas, había efectivamente una corona sobre su cabello y su rostro estaba ligeramente cambiado. Algo inapreciable que le daba edad y profundidad a la forma de mirar.
- Bienvenido, viajero, al lugar donde desembocan todos los ríos y llegan todos los soles cuando anochece. No hay en él otra cosa que nosotros y al mismo tiempo esperan impacientes todos los imposibles que te apetezcan. Este es el Palacio del Tiempo, y el tiempo es eterno en un sueño.
Tu busqueda ha concluido; tus aventuras y desgracias, serán pagadas. Pide y se te concederá.- la voz se deslizaba como terciopelo, se hacia clara y resonante en las paredes, y al mismo tiempo, como un susurro que acariciase el oído. Y no era, desde luego, su voz de siempre.
- Que significa que digas que te apetece hacer, y yo lo traigo.- le chivó recuperando momentaneamente la expresión infantil y la sonrisa. Pero al poco parecía un mero espejismo.
Ella era, entonces, emperatriz de lo inexistente y reina de lo imposible y como en un cuento infantil desprendía un aura especial y solemne. Hubiera sido un crimen hacer las cosas de otro modo en aquel escenario.
Sonrió traviesa y procedió a mostrarse muy digna, aun en su posición informal. Se llevó las manos a la cabeza, haciendo la mimica de coronarse. Al retirarlas, había efectivamente una corona sobre su cabello y su rostro estaba ligeramente cambiado. Algo inapreciable que le daba edad y profundidad a la forma de mirar.
- Bienvenido, viajero, al lugar donde desembocan todos los ríos y llegan todos los soles cuando anochece. No hay en él otra cosa que nosotros y al mismo tiempo esperan impacientes todos los imposibles que te apetezcan. Este es el Palacio del Tiempo, y el tiempo es eterno en un sueño.
Tu busqueda ha concluido; tus aventuras y desgracias, serán pagadas. Pide y se te concederá.- la voz se deslizaba como terciopelo, se hacia clara y resonante en las paredes, y al mismo tiempo, como un susurro que acariciase el oído. Y no era, desde luego, su voz de siempre.
- Que significa que digas que te apetece hacer, y yo lo traigo.- le chivó recuperando momentaneamente la expresión infantil y la sonrisa. Pero al poco parecía un mero espejismo.
Ella era, entonces, emperatriz de lo inexistente y reina de lo imposible y como en un cuento infantil desprendía un aura especial y solemne. Hubiera sido un crimen hacer las cosas de otro modo en aquel escenario.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Templo de los suicidas abnegados
14/02/14, 10:35 pm
Observé sin perder detalle los gestos de Seon, bebiendo sin dejar escapar una gota las palabras que salían de su boca. De alguna forma la atmósfera de aquella parte era sensiblemente más liviana y tranquilizadora que el opresor ambiente que había imperado en los pasillos. De alguna manera sabía que era gracias a la figura que estaba delante de mí.
Pero, ¿qué quería hacer? Mire por la ventana hacia el paisaje de fuera, mientras al tiempo me embebía de aquel lugar. Olía a maravilla: allí se sentían, de forma casi palpable, los portentos que lo habían dado a luz. Podía imaginarme las maravillas que había más allá de la ventana, los imposibles que Seon había nombrado. En definitiva, todo lo que me había empujado desde niño, y lo que me había llevado a Rocavarancolia. Donde no había encontrado otra cosa que decepción al no ver las maravillas que me habían prometido. «¿Es eso lo que me apetece hacer?»
—Quiero... Yo... Quiero hacer lo que me prometieron al visitar Rocavarancolia. Quiero ver la ciudad de los portentos cuando todavía no eran ni una sombra de su esplendor, cuando todavía no había cien espantos por cada milagro, cuando su fuerza, su magia y su belleza no tenían parangón en todo el universo —por un momento me quedé callado, sin saber qué más decir, pero, como sintiéndome obligado, añadí una última frase—. Eso es lo que me apetece hacer. Quiero ver un milagro.
Pero, ¿qué quería hacer? Mire por la ventana hacia el paisaje de fuera, mientras al tiempo me embebía de aquel lugar. Olía a maravilla: allí se sentían, de forma casi palpable, los portentos que lo habían dado a luz. Podía imaginarme las maravillas que había más allá de la ventana, los imposibles que Seon había nombrado. En definitiva, todo lo que me había empujado desde niño, y lo que me había llevado a Rocavarancolia. Donde no había encontrado otra cosa que decepción al no ver las maravillas que me habían prometido. «¿Es eso lo que me apetece hacer?»
—Quiero... Yo... Quiero hacer lo que me prometieron al visitar Rocavarancolia. Quiero ver la ciudad de los portentos cuando todavía no eran ni una sombra de su esplendor, cuando todavía no había cien espantos por cada milagro, cuando su fuerza, su magia y su belleza no tenían parangón en todo el universo —por un momento me quedé callado, sin saber qué más decir, pero, como sintiéndome obligado, añadí una última frase—. Eso es lo que me apetece hacer. Quiero ver un milagro.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Templo de los suicidas abnegados
14/02/14, 11:09 pm
Seon pudo haber vacilado ante esa petición, pero no se le notó en el rostro.
- Te enseñaré milagros, Branniel. Pero pueden no ser ni haber sido reales. No dejes que eso te haga sentir mal, porque la realidad esta sobrevalorada. Seré fiel a la grandeza de la ciudad que aprendiste amar, y te enseñaré las maravillas que quisiste ver. Acompañame.
Al final de la sala, una nueva puerta.
La ciudad de Rocavarancolia, la vieja y espléndida se erguía hecha de la imaginación de su creadora. Tenía en muchos sentidos, similitud con todos los libros de historias que había leido de la biblioteca sobre aquellos tiempos, y los mapas dibujados que habían seguido. La noche roja y estrellada que venía con la Luna Roja iluminaba las calles llenas de vida. Había espantos y bellezas por igual, y a veces no se distinguía una de otra. Había criaturas conocidas pero también invenciones de Seon y transformaciones que conocía apenas como un suspiro en un subsconsciente ajeno. Había risas y maldiciones, y llantos a los que nadie prestaba atención. El mercado bullía de actividad y nadie parecía ajado ni hambriento. Al mismo tiempo, Seon no mintió y plasmó el alma de la ciudad. Entre la riqueza había crueldad, y no todos eran privilegiados.
- No sé si Rocavarancolia, vieja o nueva te hace feliz. Era poderosa y terrible. Creo que en eso residía su belleza.
- Te enseñaré milagros, Branniel. Pero pueden no ser ni haber sido reales. No dejes que eso te haga sentir mal, porque la realidad esta sobrevalorada. Seré fiel a la grandeza de la ciudad que aprendiste amar, y te enseñaré las maravillas que quisiste ver. Acompañame.
Al final de la sala, una nueva puerta.
La ciudad de Rocavarancolia, la vieja y espléndida se erguía hecha de la imaginación de su creadora. Tenía en muchos sentidos, similitud con todos los libros de historias que había leido de la biblioteca sobre aquellos tiempos, y los mapas dibujados que habían seguido. La noche roja y estrellada que venía con la Luna Roja iluminaba las calles llenas de vida. Había espantos y bellezas por igual, y a veces no se distinguía una de otra. Había criaturas conocidas pero también invenciones de Seon y transformaciones que conocía apenas como un suspiro en un subsconsciente ajeno. Había risas y maldiciones, y llantos a los que nadie prestaba atención. El mercado bullía de actividad y nadie parecía ajado ni hambriento. Al mismo tiempo, Seon no mintió y plasmó el alma de la ciudad. Entre la riqueza había crueldad, y no todos eran privilegiados.
- No sé si Rocavarancolia, vieja o nueva te hace feliz. Era poderosa y terrible. Creo que en eso residía su belleza.
-
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Templo de los suicidas abnegados
14/02/14, 11:42 pm
—Rocavarancolia estuvo en pie más de dos milenios antes de perderlo todo. Quizás lo que me enseñes no haya pasado nunca, pero seguro que a lo largo de los más de veinte siglos sucedieron escenas muy parecidas —respondí tranquilamente, aunque con un poso de ansiedad en el fondo.
La ciudad, por supuesto, no me decepcionó para nada. Giraba la cabeza tantas veces, intentando abarcarlo todo, que era un milagro que no me rompiese el cuello. La belleza de la ciudad sin derruir, la enorme cantidad de estrellas que poblaban el cielo, todos los espantos y portentos que poblaban la tierra y el aire, y la Luna Roja iluminándolo todo, coronando una escena que, quizás, era irreal, pero desde luego no era falsa. Dos mil cien veces había sucedido lo que estaba viendo, dos mil cien veces se había repetido la escena que estaba viendo. E ignorar su belleza, proveniente no sólo de sus maravillas, era imposible.
Por otra parte, casi hería. Ahora quedaba más claro que nunca que la Luna de la actualidad era un pálido reflejo de las verdaderas noches de Luna Roja. Una cruel parodia, una burla sádica de aquello que, parecía, no podría volver a Rocavarancolia en el futuro cercano. Aquello era lo que siempre había deseado ver, el lugar donde había deseado vivir toda mi vida, ¿pero era posible que esas noches volviesen a Rocavarancolia?
—Rocavarancolia aunaba a la perfección monstruos y milagros, portentos y espantos. Creo que de ahí nacía su belleza: a pesar de ser tan distintos, trabajaban juntos para mayor gloria del reino —el hermoso espectáculo de dos dragones volando, bañados por la luz de la Luna Roja, me dejó momentaneamente mudo. El único dragón que existía en la actualidad rocavarancolesa era el del rey, pero los cielos de la ciudad dejaban claro que en el pasado eso no era así—. pero claro, eso era antes... Es difícil salir de un agujero tan profundo, especialmente cuando las calles están tan vacías de milagros.
La ciudad, por supuesto, no me decepcionó para nada. Giraba la cabeza tantas veces, intentando abarcarlo todo, que era un milagro que no me rompiese el cuello. La belleza de la ciudad sin derruir, la enorme cantidad de estrellas que poblaban el cielo, todos los espantos y portentos que poblaban la tierra y el aire, y la Luna Roja iluminándolo todo, coronando una escena que, quizás, era irreal, pero desde luego no era falsa. Dos mil cien veces había sucedido lo que estaba viendo, dos mil cien veces se había repetido la escena que estaba viendo. E ignorar su belleza, proveniente no sólo de sus maravillas, era imposible.
Por otra parte, casi hería. Ahora quedaba más claro que nunca que la Luna de la actualidad era un pálido reflejo de las verdaderas noches de Luna Roja. Una cruel parodia, una burla sádica de aquello que, parecía, no podría volver a Rocavarancolia en el futuro cercano. Aquello era lo que siempre había deseado ver, el lugar donde había deseado vivir toda mi vida, ¿pero era posible que esas noches volviesen a Rocavarancolia?
—Rocavarancolia aunaba a la perfección monstruos y milagros, portentos y espantos. Creo que de ahí nacía su belleza: a pesar de ser tan distintos, trabajaban juntos para mayor gloria del reino —el hermoso espectáculo de dos dragones volando, bañados por la luz de la Luna Roja, me dejó momentaneamente mudo. El único dragón que existía en la actualidad rocavarancolesa era el del rey, pero los cielos de la ciudad dejaban claro que en el pasado eso no era así—. pero claro, eso era antes... Es difícil salir de un agujero tan profundo, especialmente cuando las calles están tan vacías de milagros.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Templo de los suicidas abnegados
14/02/14, 11:53 pm
- ¿Sabes lo que yo considero un milagro?- la voz conservaba la suavidad regia de la sala anterior- Que seamos quienes somos. Crear un elefante añil que solo coma compota de manzana, o un árbol que da botas y sandalias- las cosas que nombraba parecían disonantes en la escena- y a riesgo de sonar cursi, tener amigos, tener amantes, y seguir viva. La grandeza no esta hecha de torres, y Rocavarancolia ya resurge, lentamente, cada año.
Seon tomó una expresión ausente por un instante
- Como un sueño, la realidad es aparente. A la gente le gustaría fingir que esta regida por reglas y sucesos mas rígidos, pero es tan milagrosa e impredecible como el subsconsciente. Todo es mentira y todo es cierto, Bran. Solo tienes que decidir que parte te crees.
Y también, que papel quieres jugar.
Seon tomó una expresión ausente por un instante
- Como un sueño, la realidad es aparente. A la gente le gustaría fingir que esta regida por reglas y sucesos mas rígidos, pero es tan milagrosa e impredecible como el subsconsciente. Todo es mentira y todo es cierto, Bran. Solo tienes que decidir que parte te crees.
Y también, que papel quieres jugar.
-
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Templo de los suicidas abnegados
15/02/14, 01:57 pm
Estuve escuchando en silencio las palabras de Seon, asimilándolas y guardándomelas para pensar más en profundidad sobre ello más tarde. En parte me sentía como un niño regañado por una madre benevolente, incluso si los dos habíamos sido casi desconocidos durante la cosecha. Sabía que sus palabras tenían una parte de verdad, claro, pero estaba tan confundido que era difícil poner en orden mi caótica cabeza. Aun así, en aquel lugar todo parecía más sencillo, menos enrevesado.
—Qué papel quiero jugar... Es tan difícil. Muchas veces me da la impresión de que dentro de mí hay dos personas distintas que se intentan matar a gritos, consiguiendo tan sólo convertir mi mente en un vórtice de caos —me quedé en silencio mirando el espectáculo que era la Luna Roja en los cielos. Al final volví a enfocar mi mirada en la sinhadre, con una pequeña sonrisa en la boca—. De todas maneras quizás esté acaparando un poco nuestro viaje por los senderos de lo imposible. ¿Por qué no eliges tú nuestro próximo paseo? Sorpréndeme.
—Qué papel quiero jugar... Es tan difícil. Muchas veces me da la impresión de que dentro de mí hay dos personas distintas que se intentan matar a gritos, consiguiendo tan sólo convertir mi mente en un vórtice de caos —me quedé en silencio mirando el espectáculo que era la Luna Roja en los cielos. Al final volví a enfocar mi mirada en la sinhadre, con una pequeña sonrisa en la boca—. De todas maneras quizás esté acaparando un poco nuestro viaje por los senderos de lo imposible. ¿Por qué no eliges tú nuestro próximo paseo? Sorpréndeme.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Templo de los suicidas abnegados
15/02/14, 02:29 pm
Seon obedeció antes de responder. Según andaba, una galería de arcos de cristal se formaba al frente. Eran arcos tintados, que daban en perspectiva un aspecto de vidriera al paseo. Rocavarancolia se hundió, y creció allí mismo un bosque de ramas blancas y hojas de vidrio colorido, que salían puntiagudas y rigidas formando copas llenas de aristas. El cielo rojo se volvió púrpura y de este pasó al morado antes de hacerse de un bonito celeste, interrumpido de vez en cuando por nubes algodonosas. La luz era mucho más brillante de lo que sería jamás en la ciudad que habían dejado y arrancaba relejos a todo el conjunto. Y entonces salió agua, agua que corría sobre la arcada, sin colarse por los huecos, creando un techo inquieto e irregular. A los lados, como si cayese a camara lenta, se hicieron finas cortinas de gotas, como enredaderas transparentes. Seon introdujo la mano y la pasó por cada hilera, despertando un eco a arpa de viento. La melodía no cesó: una suave brisa agitaba la decoración y generaba música
En contraposición a todo el arcoiris del paisaje, el suelo de la galería era un mosaico de grises que no formaba ningun dibujo lógico.
- En Sinhdro dos personas también hacen un individuo. El truco consiste en buscar un punto de equilibrio, donde coincidais ambos. Pero también es necesario que aceptes que estas unido, para siempre, a quien eres. No es necesariamente malo, aunque pueda chocar con lo que has sido antes.
- ¿Estas disfrutando el recorrido?- sonrió ampliamente.
En contraposición a todo el arcoiris del paisaje, el suelo de la galería era un mosaico de grises que no formaba ningun dibujo lógico.
- En Sinhdro dos personas también hacen un individuo. El truco consiste en buscar un punto de equilibrio, donde coincidais ambos. Pero también es necesario que aceptes que estas unido, para siempre, a quien eres. No es necesariamente malo, aunque pueda chocar con lo que has sido antes.
- ¿Estas disfrutando el recorrido?- sonrió ampliamente.
-
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Templo de los suicidas abnegados
16/02/14, 02:15 pm
Como había supuesto, no me decepcionó la elección que hizo mi acompañante de nuestra siguiente parada en el camino. Suelo de grises bajo una arcada de musical belleza rodeada de un bosque con hojas de cristal. La melodía concordaba a la perfección con el paisaje e invitaba a un estado mental de paz que yo necesitaba urgentemente.
—Muchísimo —la sonrisa que acompañó a mi palabra era, con toda probabilidad, la más sincera desde que dama Liviana me había ofrecido ir a la ciudad a la que pertenecía ahora. Está claro que sabes sacar el máximo provecho de tus habilidades. No creo que a mí se me hubiese ocurrido crear un lugar tan vivo, tan... Real —había vacilado al no saber encontrar la palabra adecuada, pero definitivamente era esa. Lo que había creado Seon era mucho más auténtico que la propia realidad.
—Muchísimo —la sonrisa que acompañó a mi palabra era, con toda probabilidad, la más sincera desde que dama Liviana me había ofrecido ir a la ciudad a la que pertenecía ahora. Está claro que sabes sacar el máximo provecho de tus habilidades. No creo que a mí se me hubiese ocurrido crear un lugar tan vivo, tan... Real —había vacilado al no saber encontrar la palabra adecuada, pero definitivamente era esa. Lo que había creado Seon era mucho más auténtico que la propia realidad.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Templo de los suicidas abnegados
16/02/14, 06:37 pm
Seon se mordió el labio en una sonrisa. Aquella era la primera vez que le hacían un cumplido similar y le hizo mucha ilusión. Pensó entonces que se había olvidado de ofrecerle algo de acción (al fin y al cabo los sueños son historias) y le preguntó si había algo que quisiese hacer o vivir. Si echaba de menos un sabor, o una carrera o algo.
- Eso es. Te reto a una carrera. Si la gano, me tienes que hacer una visita despierta, y si pierdo, te vuelvo a visitar de noche. Hay gente que paga por ello, ¿sabes? y Karim diría que un desafío sin un premio no tiene nada de divertido. Y tarta. Hace tiempo que no pruebo la tarta despierta, y si me olvido de su sabor, aqui empezará a ser cartón- eso último era broma, aunque es posible que Bran no lo distinguiese.
El vestido encogió sobre si mismo, acortando la falda para hacer mas sencillo mover las piernas.
Pero según sonaba el campanazo de salida,y el terreno se disponía a cambiar para complicar a los participantes la victoria, Bran se desvaneció como una gota de tinta en agua. Quedaba para él la decisión de su próximo encuentro, dado que en el mundo tangible, la voz de Seon ya no lo alcanzaba.
La soñadora avanzó a la pata coja hacia su próxima visita.
EDIT: acercandonos al mes desde que empezamos esto, y sintiendolo mucho porque me gustaba el sueño, edito para cerrarlo.
- Eso es. Te reto a una carrera. Si la gano, me tienes que hacer una visita despierta, y si pierdo, te vuelvo a visitar de noche. Hay gente que paga por ello, ¿sabes? y Karim diría que un desafío sin un premio no tiene nada de divertido. Y tarta. Hace tiempo que no pruebo la tarta despierta, y si me olvido de su sabor, aqui empezará a ser cartón- eso último era broma, aunque es posible que Bran no lo distinguiese.
El vestido encogió sobre si mismo, acortando la falda para hacer mas sencillo mover las piernas.
Pero según sonaba el campanazo de salida,y el terreno se disponía a cambiar para complicar a los participantes la victoria, Bran se desvaneció como una gota de tinta en agua. Quedaba para él la decisión de su próximo encuentro, dado que en el mundo tangible, la voz de Seon ya no lo alcanzaba.
La soñadora avanzó a la pata coja hacia su próxima visita.
EDIT: acercandonos al mes desde que empezamos esto, y sintiendolo mucho porque me gustaba el sueño, edito para cerrarlo.
-
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Templo de los suicidas abnegados
12/07/14, 06:17 pm
Enterarme de lo que había pasado con Saren fue un buen mazazo, además de un magnífico recordatorio de los monstruos que poblábamos Rocavarancolia. Le ofrecí cualquier ayuda que pudiera necesitar, mientras en mi interior me recriminaba furibundamente por haber sido tan estúpido. Tomé nota mental de investigar cualquier otra posible desaparición misteriosa que pudiera darse en el futuro de mis amigos.
Fui relajando mis entrenamientos físicos para enfocarme en mejorar mis conocimientos mágicos, que sólo había tocado de forma general y poco profunda. Orienté mis ejercicios fundamentalmente por dos vertientes: la ofensivo-defensiva, y los hechizos que me lanzaba a mí mismo con el objetivo de adivinar la fuerza de mi inmunidad mágica. Esto último era esencial perfeccionarlo, a la vez que una tarea larga y ardua. Lo que deseaba era saber exactamente cuánta magia poner en cada levitación, intangibilidad, niebla mágica... para que durasen aproximadamente el tiempo que yo necesitaba, y no más. Y, especialmente, no menos.
Entre tanto, esperaba expectante la salida de la Luna. El día que saldría la Emisaria había subido a una alta torre cercana, medio derrumbada, desde donde de contemplar el anochecer y la salida de la primera estrella. Miré el cielo con intensidad, esperando que ese ínfimo punto de luz apareciese, y tal y como esperaba lo hizo. Todavía me quedé en lo alto durante un largo rato, contemplando la zona de la ciudad que podía ver desde allí. Cuando bajé caí en algo: esa noche hacía un año de la muerte de YR. Preguntándome qué habría sido si no se hubiera encontrado con el duende, me dirigí al Templo.
Sentía la cercanía de la Luna en los huesos, en el alma, y lo podía ver por toda la ciudad, donde algunas cosas resucitaban durante este periodo. Estaba claro que Rocavarancolia giraba en torno a ese acontecimiendo. No sólo la transformación de los cosechados, sino en general la salida de aquel astro rey. Ante su aproximación aparecían las estrellas. Conforme se acercaba cambiaba el clima. Con su acercamiento despertaban muchos seres dormidos. Ante el evento que era la proximidad de la Luna, Rocavarancolia aguardaba.
También sufría otros cambios. Sin saber si era debido a la caza en Varmania o algo producido por la Luna, mi instinto cazador salía más veces a flote. Comer simplemente dejó de ser algo que me satisfaciese del todo. Necesitaba convertirme, por completo, en lo que la Luna Roja había revelado que era realmente. Un cazador.
Savras, ordeses y campesinos de Ochroria eran los seres a los que elegía como presas. Eran los más fáciles, tanto en requisitos como en peligrosidad de la zona donde vivían. Con el tiempo iría a otros mundos, cazaría a otros seres, pero de momento ellos eran suficientes.
El paulatino acercamiento de la Luna Roja hizo que fuera reduciendo el tiempo entre visitas de caza, al principio muy espaciadas, y luego cada vez menos. Sentía el cosquilleo en la sangre, la proximidad de la gran madre de Rocavarancolia. Y ante esto todo mi ser aguardaba expectante, igual que la ciudad.
Las últimas semanas antes de la Luna redoblé el entrenamiento de la niebla mágica y su duración sobre mí. Era algo casi egoísta, pues era la simple curiosidad la que me empujaba a ello. No iba a entrometerme con la próxima generación de transformados, pero tampoco podía negar sentir mucha curiosidad por sus transformaciones. Y tenía que ser hermoso contemplar su confusión.
Por último, llegó el día. Por fin el Astro Rey de Rocavarancolia haría su salida. Se podía sentir su proximidad, un cosquilleo bajo la piel. Me pregunté cómo estarían viviendo los cosechados sus últimas horas como personas incompletas, aunque aún no supiesen que lo eran. «Pero lo descubrirán. Incluso si creen saber lo que hará la Luna, al final sabrán que no les transforma. Que sólo les completa».
Con este pensamiento salí del templo, encaminándome a un lugar que bien se podría considerar el oscuro corazón de Rocavarancolia.
Sigue en Rocavaragálago.
Fui relajando mis entrenamientos físicos para enfocarme en mejorar mis conocimientos mágicos, que sólo había tocado de forma general y poco profunda. Orienté mis ejercicios fundamentalmente por dos vertientes: la ofensivo-defensiva, y los hechizos que me lanzaba a mí mismo con el objetivo de adivinar la fuerza de mi inmunidad mágica. Esto último era esencial perfeccionarlo, a la vez que una tarea larga y ardua. Lo que deseaba era saber exactamente cuánta magia poner en cada levitación, intangibilidad, niebla mágica... para que durasen aproximadamente el tiempo que yo necesitaba, y no más. Y, especialmente, no menos.
Entre tanto, esperaba expectante la salida de la Luna. El día que saldría la Emisaria había subido a una alta torre cercana, medio derrumbada, desde donde de contemplar el anochecer y la salida de la primera estrella. Miré el cielo con intensidad, esperando que ese ínfimo punto de luz apareciese, y tal y como esperaba lo hizo. Todavía me quedé en lo alto durante un largo rato, contemplando la zona de la ciudad que podía ver desde allí. Cuando bajé caí en algo: esa noche hacía un año de la muerte de YR. Preguntándome qué habría sido si no se hubiera encontrado con el duende, me dirigí al Templo.
Sentía la cercanía de la Luna en los huesos, en el alma, y lo podía ver por toda la ciudad, donde algunas cosas resucitaban durante este periodo. Estaba claro que Rocavarancolia giraba en torno a ese acontecimiendo. No sólo la transformación de los cosechados, sino en general la salida de aquel astro rey. Ante su aproximación aparecían las estrellas. Conforme se acercaba cambiaba el clima. Con su acercamiento despertaban muchos seres dormidos. Ante el evento que era la proximidad de la Luna, Rocavarancolia aguardaba.
También sufría otros cambios. Sin saber si era debido a la caza en Varmania o algo producido por la Luna, mi instinto cazador salía más veces a flote. Comer simplemente dejó de ser algo que me satisfaciese del todo. Necesitaba convertirme, por completo, en lo que la Luna Roja había revelado que era realmente. Un cazador.
Savras, ordeses y campesinos de Ochroria eran los seres a los que elegía como presas. Eran los más fáciles, tanto en requisitos como en peligrosidad de la zona donde vivían. Con el tiempo iría a otros mundos, cazaría a otros seres, pero de momento ellos eran suficientes.
El paulatino acercamiento de la Luna Roja hizo que fuera reduciendo el tiempo entre visitas de caza, al principio muy espaciadas, y luego cada vez menos. Sentía el cosquilleo en la sangre, la proximidad de la gran madre de Rocavarancolia. Y ante esto todo mi ser aguardaba expectante, igual que la ciudad.
Las últimas semanas antes de la Luna redoblé el entrenamiento de la niebla mágica y su duración sobre mí. Era algo casi egoísta, pues era la simple curiosidad la que me empujaba a ello. No iba a entrometerme con la próxima generación de transformados, pero tampoco podía negar sentir mucha curiosidad por sus transformaciones. Y tenía que ser hermoso contemplar su confusión.
Por último, llegó el día. Por fin el Astro Rey de Rocavarancolia haría su salida. Se podía sentir su proximidad, un cosquilleo bajo la piel. Me pregunté cómo estarían viviendo los cosechados sus últimas horas como personas incompletas, aunque aún no supiesen que lo eran. «Pero lo descubrirán. Incluso si creen saber lo que hará la Luna, al final sabrán que no les transforma. Que sólo les completa».
Con este pensamiento salí del templo, encaminándome a un lugar que bien se podría considerar el oscuro corazón de Rocavarancolia.
Sigue en Rocavaragálago.
- InvitadoInvitado
Re: Templo de los suicidas abnegados
19/04/15, 01:07 am
Nihil no solía ir acompañada al templo, salvo en contadas excepciones. Braniel había sido una de esas excepciones, pero en esta ocasión se trataba de algo completamente distinto. No afectaba a la secta demasiado, ni siquiera estaba extrictamente relacionado con sus tareas como sacerdotisa, pero era algo que quería comunicar, y los adeptos esperaban ansiosos. Era, al fin y al cabo, la presentación de su nuevo aprendiz.
La luz tenue arrancaba sombras alargadas, precediendo a la súcubo y a su acompañante. Los cráneos de las paredes anunciaban su llegada, cantando a su paso las mismas palabras una y otra vez. ''Niño muerto.'' ''Niño muerto''. El joven miraba al suelo, como si esas malabras le hirieran. Su cabeza estaba cubierta por una capucha gris ceniza que ocultaba sus rasgos, y los bajos desgarrados de su túnica parecían bailar al son de los cánticos que tanto le incomodaban.
Nihil desviaba la mirada de cuando en cuando hacia el chico, conteniendo una sonrisa. Se había vestido para la ocasión, con un corpiño de cuero verde con ribetes de hueso y un amplio escote, y una bajofalda de seda libense. Sus botas altas de tacón tallado resonaban por toda la galería, marcando el paso de su avance. Se detuvieron ante una gran puerta ilustrada, y la súcubo acarició el hombro de su aprendiz.
-No tengas miedo, son tan monstruos como todos los demás en esta ciudad.- le aseguró. No parecía tener verdadera intención de tranquilizarle.
-No me dan miedo.- respondió él.- Pero hay alguien que me preocupa...
Ciertamente preferiría enfrentarse a cientos de alimañas y dementes como los de aquella sala, varias veces, si así podía evitar encontrarse con esa persona. Nihil lo sabía, y le resultaba tremendamente divertido. Alzó la mano, y rozó la puerta con las uñas empedradas. Esta se abrió al momento con un gemido lastimero.
Los adeptos esperaban apelotonados en una fosa que se abría a ambos lados de un puente. Todos susurraban lo mismo que los cráneos de las paredes. ''Niño muerto''. ''Niño muerto''. Pero ninguno se atrevía a alzar demasiado la voz. El puente llevaba a una tarima, donde los demás sacerdotes aguardaban, acomodados sobre cojines, la mayoría con gesto aburrido o molesto. El anuncio solo era un añadido al programa del día, tendrían que dar misa y alimentar a los adeptos como siempre hacían, y a diferencia de a los pobres desgraciados de la fosa, no les hacía especial ilusión. En eso coincidían con el aprendiz.
Nihil pasó primero, abriendo la marcha con aire altivo, majestuoso. Tras ella el chico parecía una marioneta de polvo, una sombra que amenazaba con esfumarse a la mínima brisa. La súcubo sonrió a su público, poniendo una mano (o más bien una garra) sobre el hombro del joven.
-Hace poco anuncié que había elegido a un aprendiz. Lo he mantenido en secreto, moldeándolo y preparándolo para vosotros, para la verdadera ciudad. Ahora os muestro su cara para que le mostreis el respeto que se merece. No ha sido besado por la gran Ewa, pero su influencia es fuerte en él, y la Luna lo ha dotado de un gran poder. Estoy segura de que bajo mi guía hará grandes cosad por Rocavarancolia, y extenderá la verdad de Ewa como el fuego se extiende por el pasto seco.
El joven se quitó la capucha y miró a los adeptos con ojos verdes y profundos, como esmeraldas talladas. Su cabello morado caía sobre sus hombros, a veces suelto a veces en finas trenzas, y media cabeza estaba rapada formando líneas paralelas. Pequeñas escamas irisadas se extendían bajo sus ojos hacia las orejas, como pecas. A pesar de su expresión apagada, tenía un aura de tensión, de poder contenido, como las nubes de tormenta a punto de descargar.
-Zmey Sardaur renace hoy de sus cenizas para la verdadera Rocavarancolia- anunció Nihil, los adeptos lo aclamaron con gritos y rugidos- Los seguidores de Ewa seremos ahora su nido y su escudo. Pero os advierto, gusanos, si alguno de vosotros osa acercarse a él sin que yo haya dado mi permiso, haré que os cuelguen de la fachada del templo- advirtió. Luego se inclinó sobre Zmey para susurrarle- Bienvenido a tu nuevo hogar, no tan cachorro.
La luz tenue arrancaba sombras alargadas, precediendo a la súcubo y a su acompañante. Los cráneos de las paredes anunciaban su llegada, cantando a su paso las mismas palabras una y otra vez. ''Niño muerto.'' ''Niño muerto''. El joven miraba al suelo, como si esas malabras le hirieran. Su cabeza estaba cubierta por una capucha gris ceniza que ocultaba sus rasgos, y los bajos desgarrados de su túnica parecían bailar al son de los cánticos que tanto le incomodaban.
Nihil desviaba la mirada de cuando en cuando hacia el chico, conteniendo una sonrisa. Se había vestido para la ocasión, con un corpiño de cuero verde con ribetes de hueso y un amplio escote, y una bajofalda de seda libense. Sus botas altas de tacón tallado resonaban por toda la galería, marcando el paso de su avance. Se detuvieron ante una gran puerta ilustrada, y la súcubo acarició el hombro de su aprendiz.
-No tengas miedo, son tan monstruos como todos los demás en esta ciudad.- le aseguró. No parecía tener verdadera intención de tranquilizarle.
-No me dan miedo.- respondió él.- Pero hay alguien que me preocupa...
Ciertamente preferiría enfrentarse a cientos de alimañas y dementes como los de aquella sala, varias veces, si así podía evitar encontrarse con esa persona. Nihil lo sabía, y le resultaba tremendamente divertido. Alzó la mano, y rozó la puerta con las uñas empedradas. Esta se abrió al momento con un gemido lastimero.
Los adeptos esperaban apelotonados en una fosa que se abría a ambos lados de un puente. Todos susurraban lo mismo que los cráneos de las paredes. ''Niño muerto''. ''Niño muerto''. Pero ninguno se atrevía a alzar demasiado la voz. El puente llevaba a una tarima, donde los demás sacerdotes aguardaban, acomodados sobre cojines, la mayoría con gesto aburrido o molesto. El anuncio solo era un añadido al programa del día, tendrían que dar misa y alimentar a los adeptos como siempre hacían, y a diferencia de a los pobres desgraciados de la fosa, no les hacía especial ilusión. En eso coincidían con el aprendiz.
Nihil pasó primero, abriendo la marcha con aire altivo, majestuoso. Tras ella el chico parecía una marioneta de polvo, una sombra que amenazaba con esfumarse a la mínima brisa. La súcubo sonrió a su público, poniendo una mano (o más bien una garra) sobre el hombro del joven.
-Hace poco anuncié que había elegido a un aprendiz. Lo he mantenido en secreto, moldeándolo y preparándolo para vosotros, para la verdadera ciudad. Ahora os muestro su cara para que le mostreis el respeto que se merece. No ha sido besado por la gran Ewa, pero su influencia es fuerte en él, y la Luna lo ha dotado de un gran poder. Estoy segura de que bajo mi guía hará grandes cosad por Rocavarancolia, y extenderá la verdad de Ewa como el fuego se extiende por el pasto seco.
El joven se quitó la capucha y miró a los adeptos con ojos verdes y profundos, como esmeraldas talladas. Su cabello morado caía sobre sus hombros, a veces suelto a veces en finas trenzas, y media cabeza estaba rapada formando líneas paralelas. Pequeñas escamas irisadas se extendían bajo sus ojos hacia las orejas, como pecas. A pesar de su expresión apagada, tenía un aura de tensión, de poder contenido, como las nubes de tormenta a punto de descargar.
-Zmey Sardaur renace hoy de sus cenizas para la verdadera Rocavarancolia- anunció Nihil, los adeptos lo aclamaron con gritos y rugidos- Los seguidores de Ewa seremos ahora su nido y su escudo. Pero os advierto, gusanos, si alguno de vosotros osa acercarse a él sin que yo haya dado mi permiso, haré que os cuelguen de la fachada del templo- advirtió. Luego se inclinó sobre Zmey para susurrarle- Bienvenido a tu nuevo hogar, no tan cachorro.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Templo de los suicidas abnegados
19/04/15, 12:31 pm
Para Bran (Bastel durante su estancia dentro del templo) alimentar a los adeptos era una de las cosas más tediosas de la Secta. Lo único que le atraía algo era la repugnante fascinancia que le provocaba la desesperación de los adeptos. No pensaba que merecieran llamarse monstruos, o no con el cariz rocavarancolense. Eran repugnantes y daban asco, pero no por su monstruosidad y falta de alma, sino por su desesperada necesidad de droga. Quizás por ello aquel pequeño añadido a la rutina de alimentar a los adeptos le parecía levemente entretenido. Aun así era cauteloso: uno aprendía a serlo en cualquier cosa que concerniera a la súcubo de las pesadillas.
Intentaba mostrar un aspecto lo más respetable e intimidante posible sentado en aquel cojín, más como burla a los engendros que chillaban abajo que para otra cosa. «No valen ni para comer» pensó con cierta burla maliciosa. Ciertamente, al menos en su caso, ni devorado por la demencia y por el hambre usaría a alguien que consumiera bilis para alimentarse. Aun así sabía que podían tener cierta perspicacia, y la frase de niño muerto le intrigaba. «¿Será una creación de Nihil?» se preguntó, curioso. Desconocía gran parte del terreno de la nigromancia, pero le parecía cuando menos curioso tener de aprendiz a un ser al que has resucitado. Le parecía herramientas, no personas, por lo que en su mente su función era servir. Pero él tampoco conocía aquel mundo.
Cuando el chico se quitó su capucha y su nombre fue pronunciado casi sufrió una conmoción. Se resbaló y casi se cayó del cojín, a la par que necesitó de todo su autocontrol para no saltar sobre los dos protagonistas de la escena y exigir explicaciones. «¡¿YRIO?!» Tendría suerte si nadie de la sala era sensible a temas de mentalismo, porque su grito mental había salido disparado como un tsunami.
Intentó controlarse, con relativo éxito. Seguía consternado por aquella sorpresa, y su mente bullía de ideas, teorías y preguntas. Aun así intentó mantenerse sereno, a pesar del fuerte pulso que comenzaba a sentir en las sienes. En cuanto terminase aquella pantomima tendría una charla con Nihil y aquel supuesto Yrio.
Intentaba mostrar un aspecto lo más respetable e intimidante posible sentado en aquel cojín, más como burla a los engendros que chillaban abajo que para otra cosa. «No valen ni para comer» pensó con cierta burla maliciosa. Ciertamente, al menos en su caso, ni devorado por la demencia y por el hambre usaría a alguien que consumiera bilis para alimentarse. Aun así sabía que podían tener cierta perspicacia, y la frase de niño muerto le intrigaba. «¿Será una creación de Nihil?» se preguntó, curioso. Desconocía gran parte del terreno de la nigromancia, pero le parecía cuando menos curioso tener de aprendiz a un ser al que has resucitado. Le parecía herramientas, no personas, por lo que en su mente su función era servir. Pero él tampoco conocía aquel mundo.
Cuando el chico se quitó su capucha y su nombre fue pronunciado casi sufrió una conmoción. Se resbaló y casi se cayó del cojín, a la par que necesitó de todo su autocontrol para no saltar sobre los dos protagonistas de la escena y exigir explicaciones. «¡¿YRIO?!» Tendría suerte si nadie de la sala era sensible a temas de mentalismo, porque su grito mental había salido disparado como un tsunami.
Intentó controlarse, con relativo éxito. Seguía consternado por aquella sorpresa, y su mente bullía de ideas, teorías y preguntas. Aun así intentó mantenerse sereno, a pesar del fuerte pulso que comenzaba a sentir en las sienes. En cuanto terminase aquella pantomima tendría una charla con Nihil y aquel supuesto Yrio.
- InvitadoInvitado
Re: Templo de los suicidas abnegados
19/04/15, 02:24 pm
Nihil dio por finalizado el anuncio, y los adeptos empezaron a retirarse, algunos con prisa, empujándose unos a otros, la mayoría con paso calmado, posiblemente tratando de comportarse frente a los sacerdotes. La súcubo estaba demasiado ocupada prestándole atención a su nuevo juguete como para reprender a los maleducados por huir de su presencia como si fueran cucarachas. El chico mantenía bien la compostura, con la mirada perdida en algún punto, erguido y sereno como un soldadito. Nihil lo agarró del mentón para que le mirase a la cara.
-Muy bien cachorrito mío, ahora mami tiene trabajo, así que directo a casa.- dijo con voz dulce, sin alzar mucho la voz. Tampoco quería que nadie más que Zmey la oyera- No hables con extraños y date una ducha cuando llegues para quitarte el hedor de ete agujero.
Zmey se limitó a asentir. Los demás sacerdotes también se fueron retirando para atender sus obligaciones, sin molestarse en despedir al aprendiz. Tan solo Tero le dedicó una risilla burlona que el piromante ignoró por completo. Quería salir de allí, y con suerte Bran pasaría de él como todos los demás. Buscó la salida trasera que Nihil le había indicado y se apresuró a cruzarla, intentando no mirar al trasgo. No pudo evitar hacerlo, por el rabillo del ojo, y así darse cuenta de que lo había reconocido, y que no tenía intención de dejarlo escapar.
-Muy bien cachorrito mío, ahora mami tiene trabajo, así que directo a casa.- dijo con voz dulce, sin alzar mucho la voz. Tampoco quería que nadie más que Zmey la oyera- No hables con extraños y date una ducha cuando llegues para quitarte el hedor de ete agujero.
Zmey se limitó a asentir. Los demás sacerdotes también se fueron retirando para atender sus obligaciones, sin molestarse en despedir al aprendiz. Tan solo Tero le dedicó una risilla burlona que el piromante ignoró por completo. Quería salir de allí, y con suerte Bran pasaría de él como todos los demás. Buscó la salida trasera que Nihil le había indicado y se apresuró a cruzarla, intentando no mirar al trasgo. No pudo evitar hacerlo, por el rabillo del ojo, y así darse cuenta de que lo había reconocido, y que no tenía intención de dejarlo escapar.
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