Bahía de los Naufragios

Gritarle a Shaco había hecho que le doliese la cabeza. La planta de abajo estaba encharcada en su mayor parte, y Taro retrocedió torpemente de espaldas en el suelo hasta que una punzada de dolor en el hombro que no estaba apoyando le informó de que acababa de dar contra una pared.

En ese momento Shaco apareció de la nada. "¿Se teletransporta?", se preguntó Taro haciendo uso de sus no muy lúcidas en ese momento capacidades mentales. Luego vio el boquete del techo y ató cabos.
-Una escalera...- dijo un poco ido ante la mención de una salida por parte de Shaco. No se acordaba muy bien, pero antes de empezar a retroceder de culo estaba buscando una, así que tenía que haberla. Sí, eso era. Por eso quería luz. Pero no la tenía. Anda, Shaco acababa de encender una. Qué majo.
-¡Au!- el latigazo de dolor en el hombro cuando el ruso empezó a tirar de él le devolvió la lucidez momentáneamente. "Creo que voy a pedir la baja por lesión cerebral."

En algún momento tuvo ante sí la cara de Ri, quien les urgía que se diesen prisa. Taro se las arregló para articular un "sí" en el momento adecuado e hizo todo lo que pudo para no estorbar demasiado mientras subían las escaleras en dirección a bajar por donde habían venido. Era mejor bajar el accidentado camino de rocas que remolcarle a él por el agua, porque desde luego no tenía el brazo en condiciones de nadar. Por cierto, ¿el suelo de las embarcaciones temblaba o era impresión suya?

Cuando vio desde lejos al cetáceo paralizado en la playa a Taro se le escapó la risa floja.
-Veo doble en dos colores -anunció con una risilla. Luego se calló y añadió-. Creo que me he dado en la cabeza.

-Tienes que estar de broma.-dijo, incrédulo al ver al enorme cetaceo a tan poca distancia. Contemplando los tentáculos con una cara amarga, prosigió.-¡He visto suficiente hentai para saber lo que le pasa a un shota en una ecuación con tentáculos!-chilló, histérico.
Ri apareció y le sugirió que se curase el tobillo, pero el aprendiz negó con la cabeza.
-Soy demasiado manco con magia de restauración... No puedo hacer esto sobre la marcha...-
Y entonces procedió a forzar el tobillo mientras aquella enorme criatura intentaba acabar con ellos. Habian logrado alejarse un poco, pero no lo suficiente cuando, de la nada, una hechizo de parálisis golpeó al cetaceo. Siguiendo el trazo de este, el ruso logró identificar a Archi metido hasta la cintura. No se detuvo ahí y lograron escapar finalmente del barco y de la enorme criatura paralizada. Contemplandolo en la distancia, mientras se acercaban a la playa suspiró.
-¡Buff! ¡No me puedo creer que Willy haya intentado matarnos! Ha estado cerca, ¿no?-comentó con una risotada palmeando la espalda de Taro casi demasiado fuerte. Con sus propias heridas, se arrastró hacia un lado de Taro se pasó su brazo por encima de su propio hombro, ayudándole a llegar hasta la playa con él. Nero se estaba encargando de llevar a un exhausto Archi a la playa tambien. Entonces se lo agradeció de un grito.
-¡No te mueras, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, que queda mucho para el sexto libro!l-le dijo con una risotada, que murió a los pocos segundos mientras se quedaba cabizbajo y apenado.-Y ahora me he puesto triste yo solo...-

Una vez alcanzaron la playa, ayudó a todos los que pudo y se tiró sobre la arena que arañaba la piel y se curó el tobillo con más cuidado. A los pocos minutos estaba ya de pie y sanote. Entonces se giró hacia el grupo.
-El episodio de playa casi acaba en desastre.-comentó con una nota entristecida.

Nero miró suspicaz a las gaviotas cuando se apartaron sin más. A eso siguió una palabrota. Retrocedió sin dejar de mirar al monstruo que había surgido del agua extendiendo sus tentáculos. Lo único que estaba en su mano por ahora era prestar su energía a Archime, confiando en que lo que hiciera serviría para sacar a su idiota temeraria del barco. Y lo hizo. Ri
apareció junto al dúo del bosque (puesto que había decidido que Shaco era claramente un roedor por cuestión de gritos y tamaño) descendiendo por las rocas con la cara descolorida por el miedo. Él estaba ocupado entonces en arrastrar al chico-bestia fuera del agua. Archi no estaba entre la lista de la gente a la que dejaría morir, y no era el momento de verlo chapotear alegremente.
- Y ahora salimos de nuestro exitoso picnic antes de servir de aperitivo a nuestro amigo el monstruo. - dijo sin dejar de servir de apoyo al irrense. Anriel asintió unos metros más allá.

- Yo diría que aun esta a tiempo de acabar en desastre. ¿Puedes caminar bien, Taro?

El golpe había sido tremendo y el aurva no estaba muy lucido.

Los pájaros se apartaron tras recibir uno o dos golpes, algo que Xalkoth asoció a que tenían miedo a sus armas. Pronto se daría cuenta de que no.

Cuando aquella... cosa gigante apareció en el océano.  No había nada más que planear. No podían con eso, así que tan solo quedaba salvar a tantos como pudieran, y por desgracia, ni Shaco ni taro iban a lograrlo a tiempo.
El clinger se disponía a llevarse a la sinhadre de allí cuando Archi le pidió energía. No le gustaba la magia, eso no era ningún secreto, pero tampoco se encontraba en una situación en la que fuera sensato anteponer sus preferencias a su vida, y si el irrense tenía un plan B, le creería.

“Bravo por el plan B”. El insecto conocía bastante bien el hechizo de parálisis, ya que lo había sufrido en sus carnes, pero verlo detener a semejante ser resultaba impresionante como poco. Por desgracia fue demasiado  para él, y se desplomó en el agua. Sopesó el tirarse a ayudarle, pero Nero se adelantó, así que se lo dejó y volvió a centrarse en los dos heridos.
En ese tiempo Shaco se había curado el tobillo, y ahora cargaba con Taro, que parecía aun atontado por el golpe. No estaba seguro del todo, pero parecía estar sufriendo una conmoción cerebral.

-Por si acaso que no camine. ¿Puedes llevarlo tú Shaco?- Si la respuesta era afirmativa se movería a donde se encontraba Archi.
No había guardado los cuchillos en ningún momento, ni pensaba hacerlo hasta que estuvieran a salvo en el torreón.

Era raro ver a Archi demostrando nerviosismo de aquella manera, pero desde luego no contrastaba para nada con la situación. Sintió ese extraño y odioso cansancio tras cederle energía, y se limitó a respirar agitadamente mientras le veía repetir el procedimiento. Después, sin casi darse cuenta, acabó sujetando la bata del biomecánico entre sus manos, mientras veía a este caminar vacilante adentrándose en el mar. Conjuró un hechizo, uno que le sonaba vagamente, pero esta vez el objetivo no era un clinger huidizo, sino aquel ser descomunal vagamente parecido a una ballena. Pero funcionó, se quedó completamente paralizado y pudo ver como los otros comenzaban a salir por fin del barco. Se permitió respirar tranquilo, pero solo duró unos segundos, porque Archi se estaba ahogando. En el tiempo que dio unos pasos titubeantes hacia la orilla, alarmado y aturdido, Nero había logrado avanzar rápidamente hacia el otro irrense. Una ola rompió sobre las botas de Cío, pero ni siquiera se apartó. Tenía la mirada clavada en las hazañas que acababa de ver, en las cosas que no había tenido ni idea de cómo hacer, aunque le gustase tanto dárselas de valiente.

Fueron llegaron a la orilla todos, ayudados unos por otros. Cío había retrocedido de nuevo unos pasos en la arena, preguntándose cuánto tardaría en moverse aquella mole paralizada, hasta que se dio cuenta de que aquello no era la prioridad. Había olvidado que era él quien sujetaba la bata de Archi, y el chico estaba en pleno ataque de asma. Rebuscó rápidamente con manos torpes en los bolsillos que tenían peso y le tendió el inhalador a la altura de la boca.
—Joder, te has lucido —«no volveré a menospreciar a este chaval»—. La próxima vez intenta no matarte en el intento, ¿eh? —quisiera o no, en su voz todavía se notaba el mal rato que acababa de pasar.

Archime tenía más problemas para respirar a cada segundo que pasaba. Si aquello se prolongaba mucho más se ahogaría, de un modo u otro. Por suerte dicha eventualidad no llegó a suceder. El irrense no podía ver con claridad quién era su salvador debido a lo mareado que se sentía -y a que sus gafas se encontraban completamente encharcadas de agua- pero aquel distintivo color de cabello lo identificaba inequívocamente como Nero.

Se dejó arrastrar, aturdido y todavía luchando por introducir algo de aire en sus pulmones. No fue consciente de mucho más que eso hasta que Cío le colocó el inhalador delante de la boca. El biomecánico consumió las dos dosis reglamentarias sin perder ni un segundo más y tan solo el hecho de estar siendo sostenido por el sinhadre le impidió dejarse caer sobre el suelo.
—No... me muero... Ya no. —Se dirigía, aturdido, tanto a Shaco como a Cío, debido a lo ambivalente de su respuesta para sus respectivas preguntas, sin saber muy bien por qué lo hacía.
No es que no hubiera considerado que podría sucederle algo así, pero el hecho de que alguien se ocuparía de él si se veía imposibilitado para regresar por su propio pie había entrado en sus cálculos desde el principio. Era lógico.

Lo que no era lógico era el hecho de que todavía temblaba. Ya estaba a salvo y resultaba evidente que no tendría que volver a introducirse en el mar. ¿Por qué, pues, continuaba tembloroso y evitaba la visión del océano? Era un miedo irracional. Y a Archime le inquietó el ser consciente de que sentía algo ilógico.

No tan inquietante como desconcertante fue el hecho de darse cuenta de que no había contemplado en ningún momento la posibilidad de que lo abandonasen a su suerte, o de que no se le hubiese ocurrido fotografiar al enorme cetáceo marino para su proyecto futuro. Podría haberlo hecho sin perder tiempo mientras realizaban el traspaso de energía. Pero ninguno de estos pensamientos habían cruzado por su mente. Alzó ligeramente la mirada hacia los demás, como intentando buscar una respuesta a lo que no comprendía de este modo.

Ante las preguntas que le realizaron a Taro, el irrense pudo fijarse por primera vez en las heridas que presentaban éste y el humano. Se hallaba imposibilitado para realizar más hechizos por varias horas, por lo que no podría hacer nada por sus lesiones.
—Tal vez Lara 37 pueda trataros —comentó antes de volver a permanecer en silencio para continuar recuperando el aliento.
No había observado a la ordesa utilizar con demasiada frecuencia aquel tipo de sortilegios, pero tampoco estaba presente siempre que realizaba magia.

Tampoco podría practicar magia aquella noche, lo cual lo frustraba enormemente debido a que la experiencia le había instado a tomar una resolución sobre el próximo hechizo con el que debería aprender a manejarse correctamente, y cuanto antes.

-'Cias- murmuró Taro a quien estuviera tirando de él. Que a juzgar por la mota naranja chillón que orbitaba por el lateral de su campo de visión debía ser Shaco.

Una vez parados todos, localizó a Archi casi desmayándose y se lo quedó mirando unos segundos largos con el ceño fruncido en señal de profunda extrañeza. Había visto a decenas de compañeros suyos con exactamente el mismo síndrome de cansancio mágico, hasta el punto de que sus amigos habían tenido que sujetarlos, así que aquello no le suponía la menor sorpresa. Pero a Archi le faltaba la sonrisa de júbilo engreído cuando se terminaba de hacer algo especialmente vistoso con la magia, y eso era lo que al carabés no terminaba de encajarle en el cuadro.

-Que no, que no, claro que puedo caminar- empezó a protestar Taro en cuanto captó que alguien iba a llevarlo. Empezó a andar por su cuenta los primeros pasos, siendo capaz de mantenerse en pie a pesar de sentir el cuerpo magullado por todas partes, aunque sintiéndose notablemente desorientado. Una gaviota se le echó encima y empezó a echarla a manotazos a una sola mano, lo que terminó por marearle más. ¿La ballena se estaba moviendo otra vez?
-¿Nos vamos o qué?- llamó, maldiciendo entre dientes.
Si alguien le ayudó en el camino de vuelta Taro no pudo identificarle con claridad. Solo supo que poco tiempo después el grupo había puesto pies en polvorosa en dirección a Maciel.

Sigue en el Torreón Maciel.

Yoel llevaba demasiado tiempo haciendo el mismo recorrido de la Sede a la biblioteca como único contacto con el mundo exterior. Le había costado mucha insistencia y una tarta convencer a Zmey para que le dejase acompañarle a su entrenamiento en la bahia. Desde luego había merecido la pena. El piromante quería mejorar su técnica de vuelo a propulsión, podía verlo deslizarse sobre la superficie del mar, a distintas velocidades, dejando un rastro de vapor a su paso. Era bastante impresionante, pero aún estaba aprendiendo así que Yoel también podía ver alguna que otra buena caida.

-¡Muy bien!- animó irónicamente Yoel, aplaudiendo a Zmey que acababa de sumergirse involuntariamente en el agua. Casi podía ver el gesto obsceno que le estaría dedicando en la distancia.

Yoel tenía varios libros de psicología y uno de hechizos abierto a su alrededor, además de una cesta con sandwiches. No era muy fan de salir de día, pero debía reconocer que el brillo suave del sol Rocavarancolés era lo único agradable de la ciudad.

Tania

La nublina y la lagarta habian salido a dar un paseo, como de costumbre. Guiadas por el olfato del reptil, siempre solian acabar en algún lugar interesante de donde, normalmente, tenian que salir pitando. Pero en aquella ocasión, la lagarta no condujo a Tania a un lugar peligroso, sino más bien a uno bien conocido: La bahia. En cuanto vio la arena, soltó un gruñido alegre y, peleando con las riendas, se logró librar de estas, para trotar hacia la arena. Levantando una cortina de esta con las garras y cola, la lagarta procedio a jugar a escarbar y en general a ser un bicho hiperactivo mientras Tania paseaba por la playa, vigilandola, sujetando la correa en la mano y las sandalias en la otra.

Llevaban ya un rato paseando por la costa y en ese tiempo, el animal de sangre fria se habia enterrado ya un par de veces en la arena para emerger de esta. Habia desenterrado ramas y huesos para, tras mordisquearlos un rato, volver a enterrarlos en otro sitio. Tania estaba especialmente relajada de que la lagarta hubiera elegido aquel lugar y tenia los ojos cerrados despreocupadamente mientras dejaba que la marea bañara sus pies y se centró en escuchar el sonido del oleaje. Ocasionalmente se paraba a recoger alguna concha completa que hubiera arrastrado la marea.
Y fue en unos segundos que se distrajo en los que la lagarta encontró algo mucho más apetitoso que una rama o un hueso enterrado. Galopando entre las pilas de arena, la nariz de la lagarta habia captado el olor a comida fresca y, alzando el hocico al aire, olfateaba el viento mientras su crin color carmesí ondeaba en este.
No tardó en encontrar la cesta. En un último sprint, se acercó a un desprevenido joven que leia en total calma y sigilosamente, estiró su elastico cuello hasta meter gran parte del hocico dentro de la cesta donde estaban los sandwitches. Y entonces entró en frenesí. Masticando con fuerza, la lagarta se abrió paso entre los contenidos de la cesta con voracidad.
En la distancia, una nublina que maldecia en clara voz alta corria tras esta y, cuando le dio alcance, le puso una correa en al cabeza y tiró de las riendas hasta hacer retroceder al animal de sangre fría que tenia la boca llena de trozos de sandwitches y se relamia golosamente.
Tania tuvo que recuperar el aliento unos instantes. Se moria de verguenza, pero debia disculparse ante el chico. Le habia arruinado el picnic y habia sido su culpa. Dirigió la mirada al suelo, muy avergonzada.
-L...Lo siento... Aparte la vista un segundo y... L-Lo siento muchisimo...-se disculpó avergonzada, ajustando la correa al máximo.

Yoel estaba listo para volver a reirse de las caidas de Zmey cuando un bicharraco enorme le asaltó y le robó sus sandwiches, aunque el miedo del sinhadre no era tanto por su comida como por su integridad física. Dio un grito agudo y se alejó todo lo que pudo del animal. Una chica llegó disculpándose.

-¿Como que apartaste la vista un segundo? ¿Quien deja un bicharraco suelto como ese en un sitio público?? ¡Casi me da un ataque al corazón!- le gritó, agarrándose el pecho con una mano como confirmando sus palabras. Casi había creído que un monstruo de la ciudad iba a poner fin a su vida, aunque a lo mejor no estaba tan desencaminado. Giró la cabeza y vio a Zmey aproximándose por encima del agua- Mierda, ahí estaba su comida también, ¡va a estrangularme por esto!- le dijo a Tania en tono acusador.

Tania

La nublina no supo que hacer ni como reaccionar ante las palabras del chico. Siguio repitiendo varias disculpas mientras retenia a la lagarta con la correa.
-¡N-No suele haber gente por aqui!-se explicó.
A continuación el chico miró con miedo al agua y dijo algo desconcertante para la chica. Fijándose en el agua, vio a un chico más joven, de piel pálida como este. No le conocia de nada. Le lanzó una mirada algo desconcerante y preocupada. Tania maldijo mil y una veces el lugar que habia elegido la lagarta que, de nuevo, habia resultado en más peligros. Finalmente, se atrevió a preguntar, mientras dirigia miradas hacia el otro que se acercaba.
-¿P-Por que? ¡Tan solo son unos bocadillos! ¿Quién es?-parte del temor del sinhadre se habia contagiado a la nublina.

-¡Que no suela haber gente no significa nada! Por tu culpa voy a ser pollo frito- siguió quejándose.

Zmey llegó con cara de preocupación, y Yoel no tenía muy claro si había temido por él o por su comida.

-Mis bocadillos...

<< Vale, era por la comida>> pensó Yoel. Rápidamente señaló a Tania y a su lagarta.

-Ha sido culpa suya, ha dejado a esa cosa suelta y me ha atacado. Ese bicharraco se ha comido los bocadillos, me cogió totalmente desprevenido.

Como respuesta recibió un collejón de parte del piromante, que había cogido la cesta para mirar los desperfectos. Realmente no había sobrevivido ni la cesta.

-Ya podría haberte comido a tí. La culpa es tuya por no estar atento. ¿No te tengo dicho que esta ciudad es peligrosa? Has tenido suerte de que fuera una...- miró a la lagarta unos instantes- mascota y no un monstruos de verdad. ¡Idiota!- le dio otra colleja

-Pues tu ya podrías haber venido más deprisa- le soltó Yoel

Sus quejas fueron ignoradas, pues la atención de Zmey estaba ahora con Tania. Todavía estaba empapado del último chapuzón y el pelo le cubría un ojo, pero el otro fulminaba a la nublina.

-Tu bicho me ha dejado sin comida.- dijo, aunque no exactamente en tono de acusación.- Por lo menos dime su nombre y el tuyo ¿Qué haces por aquí? ¿De donde lo has sacado?- señaló ala lagarta. En realidad, cualquier cosa que tuviera una mínima semejanza con un dragón atraía la atención de Zmey.

Tania

Y llegó el segundo chico. Parecia entristecido porque se hubiesen comido los bocadillos y el mayor de los dos le echó toda la culpa a ella y la nublina, lejos de quitarle la razón, estaba dispuesta a sumirse en más disculpas cuando el más joven se encaró al mayor y le echó la culpa. Aquello parecia haber zanjado al tema. Por la manera que se trataban, estaba claro que el mayor de los dos claramente era esclavo del otro. No eran dos amigos o amantes. Era un esclavo y su amo. Por un momento, Tania sintió una amargura por dentro que logró no exteriorizar. En ese instante, el que era el amo se dirigio a ella y le preguntó por su nombre y el de la lagarta, además de encadenar otra serie de preguntas. Empezó disculpandose ante el amo.

-Lo siento, tengo gran parte de la culpa. Estábamos paseando, me distraje unos segundos y logró escaparseme.-dijo mientras dirigia una mirada de reojo al otro chico que no habia dudado de acusarle delante de su amo, presa del miedo. Y entonces respondió a su pregunta, mientras le acariciaba el morro a la lagarta.-Su nombre es T...-vaciló entonces. Decir el nombre "oficial" que le habia puesto Toima se le antojaba tan vergonzoso como incómodo de explicar la mentalidad del albino, así que optó por darle el nombre por el que ella llamaba al animal.-... se llama Garras. Y yo me llamo Tania.-se presentó con formalidad. Pausó un instante y contestó al resto.-Viene de uno de los mundos vinculados, de un desierto llamado Basara, de donde saca el nombre su especie: Lagarto Basara.-terminó por decir.
No tenia muy buenos recuerdos de aquel desierto y, mucho menos, de la madre de la criatura que bien estuvo apunto de matarles a Toima y a ella en su momento.
-¿Y-Y vosotros? ¿Como os llamais?-acabó diciendo al final.

Se notaba a la legua que la chica estaba avergonzada y Zmey se sintió un poco mal por ella, aunque se hubiese quedado sin comida por su descuido << Bueno... puedo volver antes y comer en la Sede...>> pensó.

-Yo soy Zmey Sardaur, piromante- se presentó- Y ese idiota quejica es Yoel.

-¡No soy idiota!- se defendió Yoel.

-Si no lo fueras habrías venido corriendo hacia mi en lugar de encararte con la dueña de un lagarto gigante. Perfectamente podría habertelo azuzado.

Miró a la chica unos segundos. Había algo que le faltaba en la mirada, algo en su forma de ser que no le cuadraba. Sabía de qué mundo era, había visto nublinos antes, pero...

-¿Eres una bendecida por la Luna?- preguntó.

Tania

La nublina contempló como los dos sinhadres discutian y se sintió un poco fuera de lugar. Por lo que le decia su intuición, el amo parecia ser mucho más sensato y seguro de si mismo que el otro sinhadre, de mayor edad. Aquello le parecio curioso a la chica, pero tampoco tuvo mucho tiempo para pensar en ello pues el sinhadre de pelo violaceo le planteó una pregunta un tanto inesperada para la chica. Algo vacilante, acabó por contestar, desviando la mirada de nuevo al suelo.
-N-No... Naci en Nubla y se me llevó aquí para servir.-lentamente, dirigio su mirada hacia el mayor de los sinhadres. No sabia porque, pero sentia que el amo ya no iba a querer saber más del tema. Temerosa, no quiso mirar a los ojos al piromante, pues no sabia como se lo podria tomar. Al apreciar que no era una persona a su misma altura. Tania estaba aun muy poco acostumbrada a que se la mirase por encima del hombro y, peor aun, que no pudiese hacer nada para evitarlo, pues era el orden natural de las cosas en aquella ciudad.

Zmey no sabía si estaba sorprendido o no. No era la persona más indicada para sentirse mal por la chica, dada su situación, pero lo cierto es que lo hacía. Miró a Yoel, que de pronto había cambiado su expresión y miraba a Tania con interés nada disimulado.

-Entiendo- dijo, volviendo su mirada hacia Tania.- Y... ¿has criado tú a... Garras? No parece un animal fácil de controlar- se acercó un poco, y abrió y cerró la mano algo inseguro- ¿Podría tocarlo?

Ni él mismo, estando en una supuesta posición de poder, se sentía cómodo hablando del tema. Querría haber preguntado por su amo, pero le pareció fuera de lugar.

-¡Tengo que hacer más sandwiches!- saltó Yoel de pronto.

-¿De qué hablas, majara?- preguntó Zmey alzando una ceja.

-Ya es casi la hora del almuerzo y... tengo que hacer más sandwiches, no está bien que te saltes comidas, luego estás de mal humor. Hay que volver a la Sede.

El piromante lo miró unos segundos, incrédulo. Comprendía lo que su involuntario asistente intentaba, y era algo tan patético y desesperado que le dolía un poco reirse de ello. Pero lo hizo. Estalló en carcajadas.

-Tania, ¿quieres venirte a comer con nosotros a la Sede? Yoel cocina de forma incluso decente. Y así me cuentas cosas sobre Garras. ¿Podrías?

Yoel sonreía a su espalda, bastante avergonzado y algo confuso, pues no estaba seguro de por qué quería seguir hablando con aquella chica pava. Pero estaba en su misma situación, y de alguna forma hablar con alguien que no había pasado por todo el tema de la bendición de la Luna y la criba y todo eso se le antojaba refrescante. Que Zmey le siguiese el juego le daba mala espina, pero en aquel momento poco le importaba.