Plaza de los Colaespina
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Plaza de los Colaespina
02/08/11, 06:15 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Plaza pequeña y rectangular rodeada de casas abandonadas donde los colaespinas han hecho sus madrigueras. Allí aterriza una de las bañeras de suministros.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Plaza de los Colaespina
12/07/23, 01:17 pm
Como si pudieran escuchar al niño, las cestas que se bamboleaban a los lados de la cubierta del buque de bronce empezaron a descender sobre el pavimento desmejorado de la plaza. No se veía el mecanismo por el que ocurría, pero las cuerdas que las sostenían se alargaron para soltar la mercancía en el suelo. El espantapájaros abordo, entre tanto, no callaba.
—¡Lenguas de bebé! ¡Ancas de sapo! ¡La comida está servida, ar! Tenemos deliciosos hígados de quimera y paletillas de cabrito.
En el momento en que las cestas tocaran el suelo se soltarían las cuerdas y la bañera retomaría su camino de vuelta impasible y en silencio. Poco le importaba al espantapájaros que, tras haber cumplido su función, los primeros colaespinas comenzasen a asomar desde sus madrigueras entre los escombros, alertados por los sonidos y el olor a comida. Aquel era, para ellos, su punto de abastecimiento durante buena parte del año, y aunque el día anterior habían podido dar cuenta de la comida sin problema, esta vez parecía que tendrían que competir por ella.
Cuatro de los roedores gigantes, con su cola bien cargada de espinas, empezaron a rodear la comida por el lado opuesto al que habían llegado los cosechados, bufando con la espalda arqueada. Otro grupo de ejemplares más pequeños se quedó tras ellos, esperando tal vez alguna clase de orden por parte de los primeros.
—¡Lenguas de bebé! ¡Ancas de sapo! ¡La comida está servida, ar! Tenemos deliciosos hígados de quimera y paletillas de cabrito.
En el momento en que las cestas tocaran el suelo se soltarían las cuerdas y la bañera retomaría su camino de vuelta impasible y en silencio. Poco le importaba al espantapájaros que, tras haber cumplido su función, los primeros colaespinas comenzasen a asomar desde sus madrigueras entre los escombros, alertados por los sonidos y el olor a comida. Aquel era, para ellos, su punto de abastecimiento durante buena parte del año, y aunque el día anterior habían podido dar cuenta de la comida sin problema, esta vez parecía que tendrían que competir por ella.
Cuatro de los roedores gigantes, con su cola bien cargada de espinas, empezaron a rodear la comida por el lado opuesto al que habían llegado los cosechados, bufando con la espalda arqueada. Otro grupo de ejemplares más pequeños se quedó tras ellos, esperando tal vez alguna clase de orden por parte de los primeros.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Plaza de los Colaespina
13/07/23, 03:24 am
El comentario de Connor le pilló tan desprevenido que se tuvo que aguantar la risa nerviosa en mitad del puente, dio gracias a lo mucho que le descolocó el humor negro de su compañero pues debido a ello el resto del camino se le hizo más ameno. Solo al tocar tierra firme se permitió dar la vuelta para observar detenidamente el foso que acababa de atravesar aunque pronto, la llamada de auxilio de Abel le hizo centrarse en los que aún seguían el recorrido.
-¡Vas muy bien! Míranos a nosotros, que en nada estáis ya. - Se sumó a los ánimos colectivos, colocándose al lado contrario de donde estaba Räg para aguardar también su llegada. En cuanto pasaron a su lado pudo volver a sonreír, dejando escapar un suspiro de alivio al ver que esa escena se iba a quedar en una mera anécdota. A Rick le dio un ligero cabeceo como unas gracias silenciosas y a Abel en cambio se le acercó para hablarle en bajito, no era como tal un susurro, si no una conversación que buscaba ser un poco más privada.
-Hey, lo has hecho de puta madre, quiero decir es normal que te de miedo, nos lo ha dado a todos… Dios yo ni siquiera podía mirar abajo del susto que daba, pero bueno al menos ahora sabemos que es seguro aún yendo varios a la vez así que a la vuelta podemos ir de dos en dos sin problema alguno. -Aquellas palabras eran tan afables como sinceras, confesaba sus propios miedos para que el chico pudiera sentirse arropado, y de paso ofrecía una alternativa que, siendo sinceros hasta él prefería. Tener a Connor detrás diciendo barbaridades era una aproximación bastante diferente a que Rick te guiara de la mano, pero el consuelo seguía estando ahí a su extraña manera.
Cuando volvieron a avanzar regresó junto a Connor hasta que la plaza se abrió ante ellos, el lugar era sospechoso pero estaba tan desolado como el resto de la ciudad. Quizá iban a tener suerte después de todo y…. Damian empezó a chillar. Ethan se activó como un resorte movido por el susto y luego por el pánico, se giró hacía el pequeño y aunque alzó la voz, lejos quedaba su tono de aquel griterío de hace escasos segundos.
-¡Damian baja la voz ahora mismo! La madre que… no sabemos qué puede haber por aquí, ni siquiera si… - ¨Estamos solos¨ terminó la frase en su mente pues, con el aterrizaje de las cestas acababa de responderse así mismo. Efectivamente, no lo estaban.
No quería creer que después de todo Kalna tuviera razón y efectivamente les estuvieran poniendo pruebas de mierda, pues asumirlo significaba dibujar en su cabeza un panorama aún más horrible del que ya tenían. Las ratas gordas eran notablemente grandes comparándolas con las de la tierra pero al menos encontraba consuelo en que con ese tamaño no parecían suponer un verdadero peligro o eso intentaba venderse así mismo.
En otra situación probablemente habría dicho de huir por patas pero tenía hambre, estaba frustrado ante el cansancio acumulado y sobre todo aquel malestar tenían a gente esperando su regreso con alimentos. No podía permitirse regresar con las manos vacías cuando dos niños dependían de esas cestas para poder llevarse algo a la boca y si bien su mente intentaba alertarle de que nada de aquello era normal, su cuerpo estaba actuando por cuenta propia. Eran un par de alimañas, no tenían ni porque pegarse con ellas, solo ahuyentarlas.
Desenfundo la lanza de su espalda y sin pensar mucho, porque ni tenía tiempo, ni se podía plantear hacerlo o la adrenalina que empezaba a generarse en su cuerpo daría paso al terror, salió disparado hacía el otro lado de las cestas.
-¡CARGUEN TODO LO QUE PUEDAN Y NOS VAMOS CAGANDO HOSTIAS!
Se quedó frente a las mismas como una barrera que mantuviera apartadas a las bestias de su comida. Piernas flexionadas y lanza en alto cargada hacía uno de sus hombros, de forma que lejos de razonar que podía usarla para apuñalar, la tenía agarrada a modo de un palo auxiliar con el que poder defenderse si alguno de esos bichos quería lanzarse sobre su persona. Batear era la funcionalidad más básica que podía darle al arma pero ante su nulo conocimiento no llegaba a más que el intento desesperado de poder usarla como defensa. Su corazón latía con furia y el temblor de sus manos solo quedaba disipado por la tensión del agarre, dejando que su piel adquiriera un tono más blanco allí donde ejercía considerable fuerza.
No podía apartar la vista de aquellos seres, pero en silencio rogaba que el grupo pudiera intimidar lo suficiente como para que no quisieran acercarse. ¨Cogemos las cestas y nos piramos, cogemos las cestas y nos piramos¨ Empezó a repetirse como un mantra con la esperanza de que no tuviera que llegar a la violencia.
Y entonces, en aquella vorágine de pensamientos demasiado rápidos y caóticos para el poco tiempo en el que se habían formado Ethan fijó su mirada en algo.
¿Las putas ratas tenían púas en la cola?
-¡Vas muy bien! Míranos a nosotros, que en nada estáis ya. - Se sumó a los ánimos colectivos, colocándose al lado contrario de donde estaba Räg para aguardar también su llegada. En cuanto pasaron a su lado pudo volver a sonreír, dejando escapar un suspiro de alivio al ver que esa escena se iba a quedar en una mera anécdota. A Rick le dio un ligero cabeceo como unas gracias silenciosas y a Abel en cambio se le acercó para hablarle en bajito, no era como tal un susurro, si no una conversación que buscaba ser un poco más privada.
-Hey, lo has hecho de puta madre, quiero decir es normal que te de miedo, nos lo ha dado a todos… Dios yo ni siquiera podía mirar abajo del susto que daba, pero bueno al menos ahora sabemos que es seguro aún yendo varios a la vez así que a la vuelta podemos ir de dos en dos sin problema alguno. -Aquellas palabras eran tan afables como sinceras, confesaba sus propios miedos para que el chico pudiera sentirse arropado, y de paso ofrecía una alternativa que, siendo sinceros hasta él prefería. Tener a Connor detrás diciendo barbaridades era una aproximación bastante diferente a que Rick te guiara de la mano, pero el consuelo seguía estando ahí a su extraña manera.
Cuando volvieron a avanzar regresó junto a Connor hasta que la plaza se abrió ante ellos, el lugar era sospechoso pero estaba tan desolado como el resto de la ciudad. Quizá iban a tener suerte después de todo y…. Damian empezó a chillar. Ethan se activó como un resorte movido por el susto y luego por el pánico, se giró hacía el pequeño y aunque alzó la voz, lejos quedaba su tono de aquel griterío de hace escasos segundos.
-¡Damian baja la voz ahora mismo! La madre que… no sabemos qué puede haber por aquí, ni siquiera si… - ¨Estamos solos¨ terminó la frase en su mente pues, con el aterrizaje de las cestas acababa de responderse así mismo. Efectivamente, no lo estaban.
No quería creer que después de todo Kalna tuviera razón y efectivamente les estuvieran poniendo pruebas de mierda, pues asumirlo significaba dibujar en su cabeza un panorama aún más horrible del que ya tenían. Las ratas gordas eran notablemente grandes comparándolas con las de la tierra pero al menos encontraba consuelo en que con ese tamaño no parecían suponer un verdadero peligro o eso intentaba venderse así mismo.
En otra situación probablemente habría dicho de huir por patas pero tenía hambre, estaba frustrado ante el cansancio acumulado y sobre todo aquel malestar tenían a gente esperando su regreso con alimentos. No podía permitirse regresar con las manos vacías cuando dos niños dependían de esas cestas para poder llevarse algo a la boca y si bien su mente intentaba alertarle de que nada de aquello era normal, su cuerpo estaba actuando por cuenta propia. Eran un par de alimañas, no tenían ni porque pegarse con ellas, solo ahuyentarlas.
Desenfundo la lanza de su espalda y sin pensar mucho, porque ni tenía tiempo, ni se podía plantear hacerlo o la adrenalina que empezaba a generarse en su cuerpo daría paso al terror, salió disparado hacía el otro lado de las cestas.
-¡CARGUEN TODO LO QUE PUEDAN Y NOS VAMOS CAGANDO HOSTIAS!
Se quedó frente a las mismas como una barrera que mantuviera apartadas a las bestias de su comida. Piernas flexionadas y lanza en alto cargada hacía uno de sus hombros, de forma que lejos de razonar que podía usarla para apuñalar, la tenía agarrada a modo de un palo auxiliar con el que poder defenderse si alguno de esos bichos quería lanzarse sobre su persona. Batear era la funcionalidad más básica que podía darle al arma pero ante su nulo conocimiento no llegaba a más que el intento desesperado de poder usarla como defensa. Su corazón latía con furia y el temblor de sus manos solo quedaba disipado por la tensión del agarre, dejando que su piel adquiriera un tono más blanco allí donde ejercía considerable fuerza.
No podía apartar la vista de aquellos seres, pero en silencio rogaba que el grupo pudiera intimidar lo suficiente como para que no quisieran acercarse. ¨Cogemos las cestas y nos piramos, cogemos las cestas y nos piramos¨ Empezó a repetirse como un mantra con la esperanza de que no tuviera que llegar a la violencia.
Y entonces, en aquella vorágine de pensamientos demasiado rápidos y caóticos para el poco tiempo en el que se habían formado Ethan fijó su mirada en algo.
¿Las putas ratas tenían púas en la cola?
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Re: Plaza de los Colaespina
13/07/23, 02:00 pm
Finalmente lograron cruzar el puente, y aunque no lo había pasado especialmente mal se alegró de estar lejos de la grieta. Cuando miró hacia atrás para ver cómo iban el resto no pudo evitar soltar un suspiro impaciente, al ver a Abel en estado de shock sin poder andar.<< Joder, no es el puto momento...>> Pensó con los brazos cruzados mientras esperaba con ceño fruncido. Entendía que pudiera tener miedo, pero la verdad es que el motero se preocupó más en vigilar la bañera que en los progresos del chico de pelo largo o en las palabras de ánimo. Aún no conocía lo suficiente a Abel, pero no le había inspirado confianza que se hubiera bloqueado de esa manera. Además, después tendrían que volver por el maldito puente de nuevo. Rick terminó ayudándolo por suerte y cuando todos estuvieron al otro lado Connor se giraría con los demás para seguir la estela de la bañera.
Tener la comida tan cerca pero aún no poder alcanzarla lo sacaba un poco de quicio. No sabían cuánto tiempo tendrían que estar detrás de ella, y cuánto más caminaran más recorrido habría que hacer a la vuelta. Tenía interés por explorar la ciudad, pero no aquel día. Hoy solo deseaba comer y recostarse en una cama hasta que el sueño le venciera. Caminó un rato más cerca de Ethan, y vigilando las calles por si había algún peligro. Pero aquella parte de la ciudad parecía tan muerta y solitaria como todas las demás, quizás hasta el punto de sentir que era una zona donde tener cuidado. O quizás solo eran paranoias suyas. Pronto llegarían a una plaza derruida y en cuanto la bañera empezó a parar Damian habló de nuevo a gritos. El rostro de Connor se convertiría en una mueca airada y se giraría hacia él con la intención de callarle. <<Ya es suficiente, me cago en la puta>>.
-¿¡Quieres cerrar la jodida boca, cojones!?- Diría entre susurros alterados, en un tono que no dejaba lugar a dudas sobre lo cabreado que estaba. Las cestas cayeron al suelo finalmente, acompañadas por la loca cantinela del espantapájaros y entonces dejaron de estar solos en aquella plaza. Connor no supo de dónde habían salido, solo que en un momento no había nada y al siguiente habían aparecido varias ratas más grandes de lo normal enfrente de ellos, con ganas de llevarse la comida. Pero ahí acababan las diferencias, ya que sus garras delanteras eran muy afiladas y sus colas estaban llenas de espinas. Aún así no dejaban de ser ratas del tamaño similar al de los gatos, y aunque el motero se había puesto algo alerta por la sorpresa inicial pronto adoptó una postura más confiada con el ceño fruncido.
A ojos de Connor no había peligro. <<Son solo unas cuántas ratas de mierda>> Pensó el motero poniéndose la maza en la mano derecha. Tenía intención de decir esto por si alguno de sus compañeros estaba nervioso o acojonado, porque lo importante era recoger la comida ahora que la tenían delante. Y si aquellos bichos querían atacarles tenían que reventarlas contra el jodido suelo sin dudarlo. Pero antes de que pudiera decir nada Ethan actuó y fue a por las cestas, gritando algo parecido a lo que iba a decir él sobre recoger la comida. -¡Joder!- Dijo el motero al pillarle desprevenido esa reacción, pero rápidamente siguió al británico poniéndose a su derecha, delante de las cestas. Ahora no podían actuar con lentitud.
-¡Los que no tengan armas que cojan la puta comida!- Dijo sin mirar atrás, mientras se ponía algo en guardia, sin dejar de observar a las ratas. No sentía miedo por ellas, pero tampoco pensaba darles ninguna oportunidad o perderlas de vista. Su corazón bombeaba con algo más de fuerza al tratarse de un conflicto, aunque al ser esa la "amenaza" la verdad es que el motero estaba algo más tranquilo que si hubiera sido una pelea de bar.-¡ATRÁS, HIJAS DE PUTA! ¡OS REVENTARÉ LA CABEZA, CABRONAS DE MIERDA!- Gritó con todas sus fuerzas mientras hacía movimientos horizontales con la maza, con la intención de parecerle a aquellas alimañas amenazante. Su rostro estaba marcado por la determinación, sentimiento provocado por la idea de que ni de coña pensaba dejar que les robaran la comida. Ni a ellos ni mucho menos a los dos críos.
Tener la comida tan cerca pero aún no poder alcanzarla lo sacaba un poco de quicio. No sabían cuánto tiempo tendrían que estar detrás de ella, y cuánto más caminaran más recorrido habría que hacer a la vuelta. Tenía interés por explorar la ciudad, pero no aquel día. Hoy solo deseaba comer y recostarse en una cama hasta que el sueño le venciera. Caminó un rato más cerca de Ethan, y vigilando las calles por si había algún peligro. Pero aquella parte de la ciudad parecía tan muerta y solitaria como todas las demás, quizás hasta el punto de sentir que era una zona donde tener cuidado. O quizás solo eran paranoias suyas. Pronto llegarían a una plaza derruida y en cuanto la bañera empezó a parar Damian habló de nuevo a gritos. El rostro de Connor se convertiría en una mueca airada y se giraría hacia él con la intención de callarle. <<Ya es suficiente, me cago en la puta>>.
-¿¡Quieres cerrar la jodida boca, cojones!?- Diría entre susurros alterados, en un tono que no dejaba lugar a dudas sobre lo cabreado que estaba. Las cestas cayeron al suelo finalmente, acompañadas por la loca cantinela del espantapájaros y entonces dejaron de estar solos en aquella plaza. Connor no supo de dónde habían salido, solo que en un momento no había nada y al siguiente habían aparecido varias ratas más grandes de lo normal enfrente de ellos, con ganas de llevarse la comida. Pero ahí acababan las diferencias, ya que sus garras delanteras eran muy afiladas y sus colas estaban llenas de espinas. Aún así no dejaban de ser ratas del tamaño similar al de los gatos, y aunque el motero se había puesto algo alerta por la sorpresa inicial pronto adoptó una postura más confiada con el ceño fruncido.
A ojos de Connor no había peligro. <<Son solo unas cuántas ratas de mierda>> Pensó el motero poniéndose la maza en la mano derecha. Tenía intención de decir esto por si alguno de sus compañeros estaba nervioso o acojonado, porque lo importante era recoger la comida ahora que la tenían delante. Y si aquellos bichos querían atacarles tenían que reventarlas contra el jodido suelo sin dudarlo. Pero antes de que pudiera decir nada Ethan actuó y fue a por las cestas, gritando algo parecido a lo que iba a decir él sobre recoger la comida. -¡Joder!- Dijo el motero al pillarle desprevenido esa reacción, pero rápidamente siguió al británico poniéndose a su derecha, delante de las cestas. Ahora no podían actuar con lentitud.
-¡Los que no tengan armas que cojan la puta comida!- Dijo sin mirar atrás, mientras se ponía algo en guardia, sin dejar de observar a las ratas. No sentía miedo por ellas, pero tampoco pensaba darles ninguna oportunidad o perderlas de vista. Su corazón bombeaba con algo más de fuerza al tratarse de un conflicto, aunque al ser esa la "amenaza" la verdad es que el motero estaba algo más tranquilo que si hubiera sido una pelea de bar.-¡ATRÁS, HIJAS DE PUTA! ¡OS REVENTARÉ LA CABEZA, CABRONAS DE MIERDA!- Gritó con todas sus fuerzas mientras hacía movimientos horizontales con la maza, con la intención de parecerle a aquellas alimañas amenazante. Su rostro estaba marcado por la determinación, sentimiento provocado por la idea de que ni de coña pensaba dejar que les robaran la comida. Ni a ellos ni mucho menos a los dos críos.
- Trish
Ficha de cosechado
Nombre: Serena
Especie: Humana
Habilidades: Astucia, agilidad y habilidad manual
Re: Plaza de los Colaespina
13/07/23, 08:14 pm
Serena no tardó en descubrir que el mejor fin que podía darle a la lanza era usarla a modo de bastón, asegurándose así de no sobrecargar demasiado el pie herido. Antes de salir del torreón había conseguido encontrar unas zapatillas que, aunque bastante desgastadas y alguna que otra talla superior a la suya, conseguían que se sintiera un poco más preparada para salir al exterior. Seguía tratando de encontrar el momento exacto para delatar a Rick, pero las amenazantes calles de Rocavarancolia captaban todos sus sentidos por más que intentara evitarlo. Incluso agradeció que fuera él quien sacara el tema, a pesar de que eso le concediera mayor ventaja en la conversación.
—No intentes disimular —gruñó mirándolo con desprecio—. No sé qué clase de relación tendrás con este mundo, pero lo que está claro es que estás metido en todo lo que está pasando. ¿De verdad pensabas que nadie se daría cuenta de que nos estabas traicionando?
Sabía que Rick no iba a confesarle nada importante en un primer momento, por lo que su reacción no le sorprendió en absoluto. Sin embargo, su teoría comenzó a debilitarse cuando le enseñó la libreta en la que había estado escribiendo. Tan solo pudo leer un par de anotaciones superficiales sobre cada uno de ellos, que difícilmente podían formar parte de un plan superior. Le hubiera gustado continuar leyendo la libreta para despejar por completo sus dudas, pero su atención cambió rápidamente hacia el ya familiar barranco que se encontraba frente a ellos. Esta vez aprovechó que podía andar sin necesidad de ayuda para acercarse al precipicio de la grieta y contemplar el cúmulo de huesos y restos de criaturas que yacía en el fondo.
Tan solo los gritos de Damian consiguieron que apartara la mirada de aquella especie de cementerio para observar al niño con desdén. Esperó a que la mayoría cruzara el sospechoso puente para asegurarse de que no cedería con su peso, incluso comprobó con la lanza que cada tabla de madera estuviera sujeta a medida que caminaba; si de algo estaba segura era de que no quería acabar enterrada entre aquel montón de huesos. Aún parecía que el corazón se le fuera a salir del pecho cuando escuchó que Abel pedía ayuda al alcanzar la mitad del puente. Su cuerpo entero se puso en alerta al ver que Rick se acercaba decidido hacia él, y cambió el agarre de la lanza por si se veía obligada a defender a Abel de un posible ataque. Agradeció que no tuviera que hacerlo, ya que notaba la lanza se le comenzaba a resbalar entre sus temblorosas manos.
Por fin alcanzaron las cestas de comida y la barriga de Serena rugió a pesar de las palabras del espantapájaros, pero la alegría desapareció en cuanto entraron en su campo de visión una especie de ratas gigantes. Y por si el ilógico tamaño de aquellos animales no fuera suficiente, pronto reparó en las espinas que recorrían sus colas. Ethan y Connor actuaron rápidamente situándose frente a las cestas a modo de barrera, aunque dudaba que eso fuera a detener a aquellas bestias durante mucho tiempo, por lo que no tenían ni un segundo que perder.
—¡Rápido, coged la comida! ¡Yo defiendo!
No se lo pensó dos veces antes de levantar la lanza sobre su cabeza y coger impulso mientras dibujaba en su mente la trayectoria que debía de seguir el arma para alcanzar a alguna de las ratas. Sabía que la puntería nunca había sido uno de sus puntos fuertes, pero no parecía demasiado difícil acertar en un objetivo de ese tipo. Sin embargo, observó aterrorizada cómo la lanza salía disparada en el aire, perdiendo velocidad a medida que se acercaba a las cestas y, con ello, a sus compañeros. «A ellos no, por favor. A ellos no.» Suspiró aliviada cuando vio que la lanza caía justo detrás de Connor, resonando en el suelo sin conseguir ningún tipo de respuesta en las bestias. Ahora tenían una lanza menos, pero al menos seguían todos con vida.
—No intentes disimular —gruñó mirándolo con desprecio—. No sé qué clase de relación tendrás con este mundo, pero lo que está claro es que estás metido en todo lo que está pasando. ¿De verdad pensabas que nadie se daría cuenta de que nos estabas traicionando?
Sabía que Rick no iba a confesarle nada importante en un primer momento, por lo que su reacción no le sorprendió en absoluto. Sin embargo, su teoría comenzó a debilitarse cuando le enseñó la libreta en la que había estado escribiendo. Tan solo pudo leer un par de anotaciones superficiales sobre cada uno de ellos, que difícilmente podían formar parte de un plan superior. Le hubiera gustado continuar leyendo la libreta para despejar por completo sus dudas, pero su atención cambió rápidamente hacia el ya familiar barranco que se encontraba frente a ellos. Esta vez aprovechó que podía andar sin necesidad de ayuda para acercarse al precipicio de la grieta y contemplar el cúmulo de huesos y restos de criaturas que yacía en el fondo.
Tan solo los gritos de Damian consiguieron que apartara la mirada de aquella especie de cementerio para observar al niño con desdén. Esperó a que la mayoría cruzara el sospechoso puente para asegurarse de que no cedería con su peso, incluso comprobó con la lanza que cada tabla de madera estuviera sujeta a medida que caminaba; si de algo estaba segura era de que no quería acabar enterrada entre aquel montón de huesos. Aún parecía que el corazón se le fuera a salir del pecho cuando escuchó que Abel pedía ayuda al alcanzar la mitad del puente. Su cuerpo entero se puso en alerta al ver que Rick se acercaba decidido hacia él, y cambió el agarre de la lanza por si se veía obligada a defender a Abel de un posible ataque. Agradeció que no tuviera que hacerlo, ya que notaba la lanza se le comenzaba a resbalar entre sus temblorosas manos.
Por fin alcanzaron las cestas de comida y la barriga de Serena rugió a pesar de las palabras del espantapájaros, pero la alegría desapareció en cuanto entraron en su campo de visión una especie de ratas gigantes. Y por si el ilógico tamaño de aquellos animales no fuera suficiente, pronto reparó en las espinas que recorrían sus colas. Ethan y Connor actuaron rápidamente situándose frente a las cestas a modo de barrera, aunque dudaba que eso fuera a detener a aquellas bestias durante mucho tiempo, por lo que no tenían ni un segundo que perder.
—¡Rápido, coged la comida! ¡Yo defiendo!
No se lo pensó dos veces antes de levantar la lanza sobre su cabeza y coger impulso mientras dibujaba en su mente la trayectoria que debía de seguir el arma para alcanzar a alguna de las ratas. Sabía que la puntería nunca había sido uno de sus puntos fuertes, pero no parecía demasiado difícil acertar en un objetivo de ese tipo. Sin embargo, observó aterrorizada cómo la lanza salía disparada en el aire, perdiendo velocidad a medida que se acercaba a las cestas y, con ello, a sus compañeros. «A ellos no, por favor. A ellos no.» Suspiró aliviada cuando vio que la lanza caía justo detrás de Connor, resonando en el suelo sin conseguir ningún tipo de respuesta en las bestias. Ahora tenían una lanza menos, pero al menos seguían todos con vida.
- Sevent
Ficha de cosechado
Nombre: Abel
Especie: Humano español
Habilidades: Intuición, imaginación y velocidad
Re: Plaza de los Colaespina
14/07/23, 11:47 am
En la más completa oscuridad, Abel seguía intentando avanzar a lo largo del puente, con escasos resultados debido al miedo que le provocaba la situación. Oía la voz de Räg intentando animarle a continuar, pero ni siquiera la verbalización de ese apoyo logró aumentar la velocidad del chico. Es más, interpretó las palabras de Damian como una forma de meterle prisa, lo cual tuvo el efecto contrario. Por lo tanto, Rick tuvo que acercarse ayudar y, aunque al principio Abel estaba reticente a hacer cualquier tipo de movimiento, las palabras de Rick consiguieron calar en el chico, quien finalmente aceptó su mano y así fue capaz de cruzar el puente con él.
- Gracias. No… No habría podido cruzar sin ti… – le dijo Abel cada vez con tono más calmado, habiendo pasado ya el puente. – Miré hacia abajo sin querer y después mi cuerpo ya no respondía.
Abel ya estaba bastante más tranquilo y volvía a tener el escudo entre sus manos, le sabía mal haber retrasado al grupo, pero también agradeció la tranquilidad que le estaban dando algunos de estos. Desde hacía años, cuando todavía vivía con su hermano, que no había podido contar con la ayuda de nadie de esa forma. De hecho, lo primero que pensó era que sus compañeros le iban a criticar abiertamente y, sin embargo, había pasado todo lo contrario; Rick, Räg e Ethan no le habían juzgado y habían intentado comprenderle y apoyarle. De hecho, este último se le acercó adrede para hablar en privado.
- Ha sido muy difícil, pero me alegra ver que no estoy solo en esto. - le dijo a Ethan, un poco más animado e intentando sonreir.- Y sí, la verdad es que a mí también me gustaría ir acompañado a la vuelta.
No solo agradecía las palabras del chico, sino que la reacción que estaban teniendo sus compañeros le estaba haciendo confiar más en el grupo y olvidarse de las supuestas teorías de traición a las que había estado dando vueltas, sobre todo con respecto a los tres que le habían apoyado.
Aun así, la tranquilidad duró bien poco. En cuanto el niño se puso a berrear hacia las bañeras, estas soltaron las cestas de comida, que cayeron en la plaza, pero no le dio tiempo a maldecir la conducta de Damian, ya que enseguida unas ratas de tamaño considerable se adentraron en la plaza, dirigiéndose hacia las cestas. Todo sucedió demasiado rápido como para que el asustado joven pudiese reaccionar.
Ethan y Connor empezaron a gritar y se lanzaron sin ningún tipo de duda hacia sus nuevos enemigos. Aunque sus compañeros ya estaban en plena acción, él todavía no podía decidirse, lo observaba todo desde la distancia y se sentía como si fuese el espectador de una película, inmóvil y ajeno a todo lo que estaba ocurriendo. Los enemigos no imponían tanto como se esperaba, apenas tenían el tamaño de un gato, pero lo que sí que le preocupaba y no podía dejar de mirar fijamente eran las amenazadoras espinas que enfrentaban hacia el grupo, como si de unos escorpiones se tratasen.
Entonces, Serena se unió a la batalla, lanzando su lanza de forma fallida hacia el enemigo. De hecho, lo que casi logra es clavársela a alguno de sus compañeros. Fue en ese momento que a Abel se le vino una imagen muy clara y vivida a la cabeza de sus compañeros siendo atravesados por sus afiladas colas, intuía que las largas espinas de las ratas podían ser igual que esa lanza y que estas podían estar preparándolas para perforarles en cuanto se acercasen o les diesen la espalda para escapar, lo cual podía ser muy peligroso para los que ya estaban prácticamente a su lado.
- ¡Cuidado con las espinas! – dijo escondiéndose él mismo detrás del escudo – ¡Creo que son su principal arma!
Aun así, no se atrevía a acercarse y le temblaban las piernas lo suficientemente como para no poderse mover, pero, tras ver a Serena, quien seguramente estaba tan asustada como él, intentar aportar su granito de arena, no se iba a permitir que el miedo le paralizase. Así, cogió una piedra de tamaño considerable del suelo y la lanzó hacia el monstruo más apartado del grupo, la cual no acertó, pero cayó cerca de él y llamó claramente su atención. Instintivamente el chico cogió su espada y se ocultó tras el escudo todavía más de lo que ya estaba.
- Gracias. No… No habría podido cruzar sin ti… – le dijo Abel cada vez con tono más calmado, habiendo pasado ya el puente. – Miré hacia abajo sin querer y después mi cuerpo ya no respondía.
Abel ya estaba bastante más tranquilo y volvía a tener el escudo entre sus manos, le sabía mal haber retrasado al grupo, pero también agradeció la tranquilidad que le estaban dando algunos de estos. Desde hacía años, cuando todavía vivía con su hermano, que no había podido contar con la ayuda de nadie de esa forma. De hecho, lo primero que pensó era que sus compañeros le iban a criticar abiertamente y, sin embargo, había pasado todo lo contrario; Rick, Räg e Ethan no le habían juzgado y habían intentado comprenderle y apoyarle. De hecho, este último se le acercó adrede para hablar en privado.
- Ha sido muy difícil, pero me alegra ver que no estoy solo en esto. - le dijo a Ethan, un poco más animado e intentando sonreir.- Y sí, la verdad es que a mí también me gustaría ir acompañado a la vuelta.
No solo agradecía las palabras del chico, sino que la reacción que estaban teniendo sus compañeros le estaba haciendo confiar más en el grupo y olvidarse de las supuestas teorías de traición a las que había estado dando vueltas, sobre todo con respecto a los tres que le habían apoyado.
Aun así, la tranquilidad duró bien poco. En cuanto el niño se puso a berrear hacia las bañeras, estas soltaron las cestas de comida, que cayeron en la plaza, pero no le dio tiempo a maldecir la conducta de Damian, ya que enseguida unas ratas de tamaño considerable se adentraron en la plaza, dirigiéndose hacia las cestas. Todo sucedió demasiado rápido como para que el asustado joven pudiese reaccionar.
Ethan y Connor empezaron a gritar y se lanzaron sin ningún tipo de duda hacia sus nuevos enemigos. Aunque sus compañeros ya estaban en plena acción, él todavía no podía decidirse, lo observaba todo desde la distancia y se sentía como si fuese el espectador de una película, inmóvil y ajeno a todo lo que estaba ocurriendo. Los enemigos no imponían tanto como se esperaba, apenas tenían el tamaño de un gato, pero lo que sí que le preocupaba y no podía dejar de mirar fijamente eran las amenazadoras espinas que enfrentaban hacia el grupo, como si de unos escorpiones se tratasen.
Entonces, Serena se unió a la batalla, lanzando su lanza de forma fallida hacia el enemigo. De hecho, lo que casi logra es clavársela a alguno de sus compañeros. Fue en ese momento que a Abel se le vino una imagen muy clara y vivida a la cabeza de sus compañeros siendo atravesados por sus afiladas colas, intuía que las largas espinas de las ratas podían ser igual que esa lanza y que estas podían estar preparándolas para perforarles en cuanto se acercasen o les diesen la espalda para escapar, lo cual podía ser muy peligroso para los que ya estaban prácticamente a su lado.
- ¡Cuidado con las espinas! – dijo escondiéndose él mismo detrás del escudo – ¡Creo que son su principal arma!
Aun así, no se atrevía a acercarse y le temblaban las piernas lo suficientemente como para no poderse mover, pero, tras ver a Serena, quien seguramente estaba tan asustada como él, intentar aportar su granito de arena, no se iba a permitir que el miedo le paralizase. Así, cogió una piedra de tamaño considerable del suelo y la lanzó hacia el monstruo más apartado del grupo, la cual no acertó, pero cayó cerca de él y llamó claramente su atención. Instintivamente el chico cogió su espada y se ocultó tras el escudo todavía más de lo que ya estaba.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Plaza de los Colaespina
14/07/23, 02:23 pm
Por suerte pudo resolverse el problema de Abel sin mayor incidentes y el mjörní le sonrió cuando Rick y él alcanzaron el otro lado con una expresión que trataba de infundirle ánimos.
Su destino pronto se hizo patente tras caminar un rato más cuando vieron como el barreño volador empezaba a perder altura en dirección a una amplia plaza en la que no parecía haber nada más que edificios en ruinas a su alrededor.
—Qué cosas más raras dicen, ¿verdad? —le comentó a Damian acerca de los supuestos alimentos que gritaba el extraño capitán del recipiente flotante—. Espero que la comida sea normal.
Tan solo buscaba algo de charla ligera como distracción, tanto para el niño como para cualquiera que quisiera unirse y, sobre todo, para sí mismo. Pero no es que pudiera llevar la idea muy lejos, porque nada más aquellas cestas que supuestamente llevaban las provisiones tocaron el suelo, se vio obligado a callarse y detenerse bruscamente al ver como una serie de criaturas salían de varios escondrijos.
Rägjynn no hubiese sabido describirlas en un principio porque no se parecían a nada que conocía, pero no tardó mucho en darse cuenta de que podrían tratarse de alguna clase de roedores de gran tamaño. Parecían cautelosas, tanto como ellos… No, tenía que retirar ese pensamiento, pues sus compañeros pronto demostraron ser de todo menos cautelosos.
Le había pedido con mucha más suavidad que Connor a Damian que bajase la voz, pero el propio humano de la cresta rosa, y no solo él, había gritado a continuación bastante más que el propio niño. El mjörní entró en pánico, porque estaba a punto de sugerir una forma de atajar la situación en la que se encontraban, pero ya no tenía sentido: pedirles que se acercasen despacio a las cestas ya era cosa del pasado.
—No creo que… —intentó dar una explicación, frustrado, pero veía que o actuaba ya o su plan no iba a poder llevarse a cabo en absoluto, y no creía que la forma de proceder de sus compañeros estuviese siendo la correcta—. Damian, espera aquí: tengo una idea —a continuación miró hacia Rick, pues no sabía cómo se comportaría Abel, pero confiaba bastante en el buen juicio del chico de ojos de dos colores—. Voy a intentar coger cestas y lanzarles a esos animales algo de su contenido lo más lejos posible. ¿Hacemos eso cada uno por un lado? —En cuanto tuvo confirmación de Rick se puso en marcha—. ¡Te traeré una cesta para que la lleves, Damian! —añadió mientras ya echaba a correr, esperando que eso bastase para contener al niño.
El reptil se apresuró, tanto que olvidó recogerse el hakama y dio un tropezón. Por suerte consiguió rodar a tiempo, justo para observar mientras daba vuelta en el suelo como la lanza disparada por Serena caía muy cerca de la espalda de Connor. Se le subió la sangre a la cabeza muy rápido debido a la adrenalina del miedo y a la vez el alivio de que nadie hubiese salido herido, aunque todavía le preocupaba que la piedra que había lanzado Abel centrase demasiado en él la atención de aquellos seres, pero tenía que seguir adelante con lo que se había propuesto hacer.
Rodar le había acercado rápido a las cestas y buscó con la mirada el primer alimento que llamase su atención. No sabía qué comían aquellas criaturas, así que cogió un trozo de carne cruda y lo lanzó en dirección a ellas con todas sus fuerzas, seguido de un par de frutas. No llegaron tan lejos como le gustaría, porque todos sus músculos estaban cansados del día anterior, pero le estaba lanzando una plegaria a la sanación porque la idea funcionase. Rápidamente cogió dos cestas con una mano y una tercera con la otra, a la vez que trataba de evitar volver a tropezar con su propia ropa: con comida en las manos no iba a poder recurrir a rodar de nuevo si volvía a tener un percance. Su intención era darle una de las cestas a Damian y salir corriendo junto al resto mientras, con suerte, los roedores gigantes estaban entretenidos con lo que les habían lanzado.
Rägjynn desconocía lo cerca que había estado de que la situación generalizada, particularmente haber presenciado como caía la lanza de Serena y la advertencia de Abel sobre aquellas espinas que no había visto hasta el momento, le provocase una reacción instintiva que hubiera hecho estallar sus globos oculares por segunda vez en su vida.
Su destino pronto se hizo patente tras caminar un rato más cuando vieron como el barreño volador empezaba a perder altura en dirección a una amplia plaza en la que no parecía haber nada más que edificios en ruinas a su alrededor.
—Qué cosas más raras dicen, ¿verdad? —le comentó a Damian acerca de los supuestos alimentos que gritaba el extraño capitán del recipiente flotante—. Espero que la comida sea normal.
Tan solo buscaba algo de charla ligera como distracción, tanto para el niño como para cualquiera que quisiera unirse y, sobre todo, para sí mismo. Pero no es que pudiera llevar la idea muy lejos, porque nada más aquellas cestas que supuestamente llevaban las provisiones tocaron el suelo, se vio obligado a callarse y detenerse bruscamente al ver como una serie de criaturas salían de varios escondrijos.
Rägjynn no hubiese sabido describirlas en un principio porque no se parecían a nada que conocía, pero no tardó mucho en darse cuenta de que podrían tratarse de alguna clase de roedores de gran tamaño. Parecían cautelosas, tanto como ellos… No, tenía que retirar ese pensamiento, pues sus compañeros pronto demostraron ser de todo menos cautelosos.
Le había pedido con mucha más suavidad que Connor a Damian que bajase la voz, pero el propio humano de la cresta rosa, y no solo él, había gritado a continuación bastante más que el propio niño. El mjörní entró en pánico, porque estaba a punto de sugerir una forma de atajar la situación en la que se encontraban, pero ya no tenía sentido: pedirles que se acercasen despacio a las cestas ya era cosa del pasado.
—No creo que… —intentó dar una explicación, frustrado, pero veía que o actuaba ya o su plan no iba a poder llevarse a cabo en absoluto, y no creía que la forma de proceder de sus compañeros estuviese siendo la correcta—. Damian, espera aquí: tengo una idea —a continuación miró hacia Rick, pues no sabía cómo se comportaría Abel, pero confiaba bastante en el buen juicio del chico de ojos de dos colores—. Voy a intentar coger cestas y lanzarles a esos animales algo de su contenido lo más lejos posible. ¿Hacemos eso cada uno por un lado? —En cuanto tuvo confirmación de Rick se puso en marcha—. ¡Te traeré una cesta para que la lleves, Damian! —añadió mientras ya echaba a correr, esperando que eso bastase para contener al niño.
El reptil se apresuró, tanto que olvidó recogerse el hakama y dio un tropezón. Por suerte consiguió rodar a tiempo, justo para observar mientras daba vuelta en el suelo como la lanza disparada por Serena caía muy cerca de la espalda de Connor. Se le subió la sangre a la cabeza muy rápido debido a la adrenalina del miedo y a la vez el alivio de que nadie hubiese salido herido, aunque todavía le preocupaba que la piedra que había lanzado Abel centrase demasiado en él la atención de aquellos seres, pero tenía que seguir adelante con lo que se había propuesto hacer.
Rodar le había acercado rápido a las cestas y buscó con la mirada el primer alimento que llamase su atención. No sabía qué comían aquellas criaturas, así que cogió un trozo de carne cruda y lo lanzó en dirección a ellas con todas sus fuerzas, seguido de un par de frutas. No llegaron tan lejos como le gustaría, porque todos sus músculos estaban cansados del día anterior, pero le estaba lanzando una plegaria a la sanación porque la idea funcionase. Rápidamente cogió dos cestas con una mano y una tercera con la otra, a la vez que trataba de evitar volver a tropezar con su propia ropa: con comida en las manos no iba a poder recurrir a rodar de nuevo si volvía a tener un percance. Su intención era darle una de las cestas a Damian y salir corriendo junto al resto mientras, con suerte, los roedores gigantes estaban entretenidos con lo que les habían lanzado.
Rägjynn desconocía lo cerca que había estado de que la situación generalizada, particularmente haber presenciado como caía la lanza de Serena y la advertencia de Abel sobre aquellas espinas que no había visto hasta el momento, le provocase una reacción instintiva que hubiera hecho estallar sus globos oculares por segunda vez en su vida.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carismaPersonajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Plaza de los Colaespina
14/07/23, 04:42 pm
Solucionado el pequeño contratiempo, no tardaron en seguir la marcha cuando les quedaba poco para que la bañera llegara hasta ellos. Sonrió por el agradecimiento de Abel, ya más calmado después del susto que lo había dejado inmóvil. Le respondió dándole una palmadita en el hombro: -No pasa nada, las vistas impresionan desde luego. Pero no te quites mérito. Te habré ayudado, pero el que ha dado los pasos has sido tú mismo.- Rick sabía que el chico era de los que más habían tenido complicado los dos días que llevaban allí. Esperaba poder animarlo un poco, aunque tenía pinta que haría falta bastante tiempo para que confiara un poco en él mismo. Le devolvió el cabeceo a Ethan, agradeciéndole también con aquel gesto que fuera a hablar con él.
Llegaron a una pequeña plaza sin nada de decoración y con edificios tan derruidos como los que el neoyorquino había visto hasta ahora. Para suerte del grupo, la bañera decidió parar allí y empezar a descargar las cestas con comida. Escuchó el comentario de Rägjynn y cruzándose de brazos añadió como respuesta: -Ojalá que sí- Miraba perplejo las cestas caer sin terminar de creerse que lo que cantaba el espantapájaros fuera lo que había dentro.
Obviamente Damian hizo saber a la bañera y a cualquier cosa a kilómetros a la redonda que estaban allí. Rick le echó una mirada cansada con un suspiro, a pesar de las regañinas de medio grupo todavía no se enteraba de que tenía que ser más discreto. Iba a acercarse a por una de las cestas cuando varias figuras empezaron a salir de los escombros. -(No estamos solos)- entró en alerta.
Un puñado de las ratas más grandes que había visto en su vida los miraban desde el lado contrario, con una pose amenazante aún con la diferencia de tamaño. Una de las pruebas de las que había hablado Kalna, suponía. -(Si vamos con cuidado y sin movimientos bruscos tal vez...)- Rick empezó a trazar un plan de acción para coger las cesta y marcharse, pero nunca llegó a usarse, ya que la situación explotó. Para cuando quiso darse cuenta ya tenían delante de las cestas a Connor, Ethan y Kalna con las armas preparadas, sumado a gritos de distintos miembros del grupo con ideas distintas de cómo solucionar aquello. Sí, la sutileza murió en milésimas de segundo.
Rick estaba a punto de desenvainar su sable, aunque prefería no tener que pelearse aunque fuera con alimañas. Necesitaban ganar tiempo para llevarse la comida. Justo el lagarto estaba pensando algo parecido y se acercó a él a contarle su plan. -Lo veo. Esperemos que funcione- asintió y se preparó al instante para correr hasta el lado derecho.
Algo agachado, intentando que las "ratas" no lo vieran valiéndose del muro humano que tenía delante, se acercó deprisa hasta quedar junto a las cestas. De camino pensó en dos cosas. Por una parte, en lo raras que eran las colas de aquellos bichos. Que estuvieran llenas de pinchos no le inspiraba confianza. Por otra, pensó en lo conveniente que sería que Nohlem hubiera ido o, que al menos, tuvieran algo con lo que defenderse a distancia. Veía más fácil espantarlas con flechas que con una espada. Sin embargo, cualquier idea de lo segundo murió en el momento que tuvo que frenar en seco porque una lanza había caído justo entre él y Connor. El posible sudor frío por la tensión del momento se hizo definitivo con el miedo de que unos pasos más y lo habría atravesado. Pero Rick tuvo que mantener la cabeza fría, tenían que cumplir el plan y salir de ahí cuanto antes.
Cogió la cesta más cercana, buscando rápidamente algo que pudiera interesarles a aquellos animales. Se decidió por dos trozos de carne, que tiró al instante todo lo lejos que pudo: uno en dirección a ellas y la otra hacia la derecha de donde estaban los animales. No le dio a ninguna, lo cual era un alivio, pero esperaba por el bien del grupo que decidieran centrarse en esa comida y no las cestas.
Abel entonces dio con la clave de lo que le había estado escamando de esas bestias. Si tenían tantas espinas tenían que atacar con ellas, era lógico. Aunque ninguna parecía acercarse de lado o dar signos de usarla como maza. ¿Pero entonces cómo podían...? -(¿No será eso, no?)- miró aterrado a los colaespina mientras cogía una cesta más en la mano derecha y una en la izquierda. Había alguno que mantenía la cola algo alzada, pero no tenía que significar eso, ¿no? Más les valía, porque estando en un sitio despejado podía acabar muy mal. Levantó las tres cestas y, dado que ya daba igual, alzó la voz para dar una orden: -¡Si podéis coged alguna cesta, pero hay que volver al torreón ya! ¡Y no quitéis ojo a esas espinas!-
Si todo iba bien, saldría corriendo junto al resto del grupo camino al puente. Solo esperaba que nadie acabara herido.
Llegaron a una pequeña plaza sin nada de decoración y con edificios tan derruidos como los que el neoyorquino había visto hasta ahora. Para suerte del grupo, la bañera decidió parar allí y empezar a descargar las cestas con comida. Escuchó el comentario de Rägjynn y cruzándose de brazos añadió como respuesta: -Ojalá que sí- Miraba perplejo las cestas caer sin terminar de creerse que lo que cantaba el espantapájaros fuera lo que había dentro.
Obviamente Damian hizo saber a la bañera y a cualquier cosa a kilómetros a la redonda que estaban allí. Rick le echó una mirada cansada con un suspiro, a pesar de las regañinas de medio grupo todavía no se enteraba de que tenía que ser más discreto. Iba a acercarse a por una de las cestas cuando varias figuras empezaron a salir de los escombros. -(No estamos solos)- entró en alerta.
Un puñado de las ratas más grandes que había visto en su vida los miraban desde el lado contrario, con una pose amenazante aún con la diferencia de tamaño. Una de las pruebas de las que había hablado Kalna, suponía. -(Si vamos con cuidado y sin movimientos bruscos tal vez...)- Rick empezó a trazar un plan de acción para coger las cesta y marcharse, pero nunca llegó a usarse, ya que la situación explotó. Para cuando quiso darse cuenta ya tenían delante de las cestas a Connor, Ethan y Kalna con las armas preparadas, sumado a gritos de distintos miembros del grupo con ideas distintas de cómo solucionar aquello. Sí, la sutileza murió en milésimas de segundo.
Rick estaba a punto de desenvainar su sable, aunque prefería no tener que pelearse aunque fuera con alimañas. Necesitaban ganar tiempo para llevarse la comida. Justo el lagarto estaba pensando algo parecido y se acercó a él a contarle su plan. -Lo veo. Esperemos que funcione- asintió y se preparó al instante para correr hasta el lado derecho.
Algo agachado, intentando que las "ratas" no lo vieran valiéndose del muro humano que tenía delante, se acercó deprisa hasta quedar junto a las cestas. De camino pensó en dos cosas. Por una parte, en lo raras que eran las colas de aquellos bichos. Que estuvieran llenas de pinchos no le inspiraba confianza. Por otra, pensó en lo conveniente que sería que Nohlem hubiera ido o, que al menos, tuvieran algo con lo que defenderse a distancia. Veía más fácil espantarlas con flechas que con una espada. Sin embargo, cualquier idea de lo segundo murió en el momento que tuvo que frenar en seco porque una lanza había caído justo entre él y Connor. El posible sudor frío por la tensión del momento se hizo definitivo con el miedo de que unos pasos más y lo habría atravesado. Pero Rick tuvo que mantener la cabeza fría, tenían que cumplir el plan y salir de ahí cuanto antes.
Cogió la cesta más cercana, buscando rápidamente algo que pudiera interesarles a aquellos animales. Se decidió por dos trozos de carne, que tiró al instante todo lo lejos que pudo: uno en dirección a ellas y la otra hacia la derecha de donde estaban los animales. No le dio a ninguna, lo cual era un alivio, pero esperaba por el bien del grupo que decidieran centrarse en esa comida y no las cestas.
Abel entonces dio con la clave de lo que le había estado escamando de esas bestias. Si tenían tantas espinas tenían que atacar con ellas, era lógico. Aunque ninguna parecía acercarse de lado o dar signos de usarla como maza. ¿Pero entonces cómo podían...? -(¿No será eso, no?)- miró aterrado a los colaespina mientras cogía una cesta más en la mano derecha y una en la izquierda. Había alguno que mantenía la cola algo alzada, pero no tenía que significar eso, ¿no? Más les valía, porque estando en un sitio despejado podía acabar muy mal. Levantó las tres cestas y, dado que ya daba igual, alzó la voz para dar una orden: -¡Si podéis coged alguna cesta, pero hay que volver al torreón ya! ¡Y no quitéis ojo a esas espinas!-
Si todo iba bien, saldría corriendo junto al resto del grupo camino al puente. Solo esperaba que nadie acabara herido.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.Personajes :
● Dama Puente/Kaila: Maga logomante austriaca (1.60).
● Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
● Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
● Amira/Cálamo : Valkyria francesa (1.63).
● Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
● Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)
Síntomas : Su sangre adquiere un tono anaranjado y se espesa un poco. Es capaz de intuir con mayor facilidad cómo se van a comportar los animales con los que se encuentre.
Armas :
● Dama Puente/Kaila: Magia, báculo
● Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
● Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
● Amira/Cálamo: Espada corta, pegaso (shire)
● Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
● Nefer : Lanza, venenos
Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face
Re: Plaza de los Colaespina
16/07/23, 06:04 pm
Apretó los labios con los gritos de Damian, a la vez que sus pupilas se afilaron. ¿Qué le pasaba en la cabeza para ir gritando cuando le habían dicho que podía ser peligroso? Si no habían atraído a nada ya con las conversaciones en las que ella no estaba participando, o con la cantinela de la bañera, desde luego que lo habrían hecho ahora con los gritos. No se molestó en mirarle siquiera, viendo que algunos ya le estaban gritando, y se centró en escudriñar las entradas a la plaza mientras las cestas bajaban. Si no les había mandado ninguna prueba el Consejo, estaba bastante segura de que habrían atraído a algún tipo de depredador igual.
No tardó en ver entrar a una especie de ratas feísimas, que aunque grandes para ser ratas, tampoco lo eran lo bastante como para asustarla: no eran tampoco mucho más grandes que otros animales, y solo cuatro de ellas parecían adultas a juzgar por el tamaño. Reacción rápido, de manera instintiva, y se puso delante de las cestas. Ethan y Connor habían acabado en el mismo sitio, por lo que al menos le dejarían algo de tiempo al resto a cogerlas y huir si los bichos se acercaban más de la cuenta.
Desenfundó la espada, sujetándola frente a ella con las dos manos, y echó una breve mirada a Ethan y Connor. La manera de sujetar la lanza del primero dejaba claro que nunca había tocado una antes, y que el segundo moviera la maza así… servía para intimidar, pero esperaba que no saliera volando y le diera a un aliado.
—Eh, Ethan, mantén la punta hacia ellas; si se acercan y puedes clávasela —le diría, en un tono algo tenso por la situación inminente de que se pudieran lanzar a atacarles. No esperaba que supiera usarla bien a la primera, y tampoco le veía muy capaz de apuñalar a nada, pero al menos si usaba la lanza para eso y no como si fuera un palo…
No es que Serena la usase para algo mejor. «¿¡Pero qué!?». Más tensión. ¿A quién se le ocurría lanzarla en la dirección en la que había tres aliados delante? ¿Le habían dado un golpe en la cabeza y estaba delirando? Y encima había ido a caer al otro lado, donde no podía recogerla y hacer algo útil con ella sin moverse para romper la formación. Soltó aire por la nariz, frustrada ante lo inútil que parecía ser todo el mundo.
«Que se acerquen». Tenía sueño y hambre, y no estaba precisamente en el mejor momento para acercarse y luchar contra ellas, por mucho que le hubiera gustado. Si lo hacían al menos podía lucirse para en Consejo en la primera de sus pruebas. El plan de Räg no era malo, y los avisos de Abel y Rick sobre las espinas al menos le daban esperanzas de que no todo el mundo tenía tan pocas neuronas de ir gritando y tirando armas en dirección a ellos.
El grupo que se había quedado detrás parecía haber cogido ya suficientes cestas, aunque no se pensaba girar a comprobarlo. Tenía la vista fija en las ratas de patas deformes de delante, y no pensaba apartarla.
—Abel, dame el escudo —ordenó—. Puedo usarlo para cubrirnos mientras nos vamos.
No fuera a ser que alguna les siguiera. Podía permitirse ir retrocediendo despacio mientras los que llevaban la comida corrían, al menos unos metros. Solo esperaba que a Abel no le diera por tirárselo, y que los que habían cogido las cestas echaran a correr cuanto antes.
No tardó en ver entrar a una especie de ratas feísimas, que aunque grandes para ser ratas, tampoco lo eran lo bastante como para asustarla: no eran tampoco mucho más grandes que otros animales, y solo cuatro de ellas parecían adultas a juzgar por el tamaño. Reacción rápido, de manera instintiva, y se puso delante de las cestas. Ethan y Connor habían acabado en el mismo sitio, por lo que al menos le dejarían algo de tiempo al resto a cogerlas y huir si los bichos se acercaban más de la cuenta.
Desenfundó la espada, sujetándola frente a ella con las dos manos, y echó una breve mirada a Ethan y Connor. La manera de sujetar la lanza del primero dejaba claro que nunca había tocado una antes, y que el segundo moviera la maza así… servía para intimidar, pero esperaba que no saliera volando y le diera a un aliado.
—Eh, Ethan, mantén la punta hacia ellas; si se acercan y puedes clávasela —le diría, en un tono algo tenso por la situación inminente de que se pudieran lanzar a atacarles. No esperaba que supiera usarla bien a la primera, y tampoco le veía muy capaz de apuñalar a nada, pero al menos si usaba la lanza para eso y no como si fuera un palo…
No es que Serena la usase para algo mejor. «¿¡Pero qué!?». Más tensión. ¿A quién se le ocurría lanzarla en la dirección en la que había tres aliados delante? ¿Le habían dado un golpe en la cabeza y estaba delirando? Y encima había ido a caer al otro lado, donde no podía recogerla y hacer algo útil con ella sin moverse para romper la formación. Soltó aire por la nariz, frustrada ante lo inútil que parecía ser todo el mundo.
«Que se acerquen». Tenía sueño y hambre, y no estaba precisamente en el mejor momento para acercarse y luchar contra ellas, por mucho que le hubiera gustado. Si lo hacían al menos podía lucirse para en Consejo en la primera de sus pruebas. El plan de Räg no era malo, y los avisos de Abel y Rick sobre las espinas al menos le daban esperanzas de que no todo el mundo tenía tan pocas neuronas de ir gritando y tirando armas en dirección a ellos.
El grupo que se había quedado detrás parecía haber cogido ya suficientes cestas, aunque no se pensaba girar a comprobarlo. Tenía la vista fija en las ratas de patas deformes de delante, y no pensaba apartarla.
—Abel, dame el escudo —ordenó—. Puedo usarlo para cubrirnos mientras nos vamos.
No fuera a ser que alguna les siguiera. Podía permitirse ir retrocediendo despacio mientras los que llevaban la comida corrían, al menos unos metros. Solo esperaba que a Abel no le diera por tirárselo, y que los que habían cogido las cestas echaran a correr cuanto antes.
Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidadPersonajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Plaza de los Colaespina
16/07/23, 06:44 pm
Damian seguía meneando y meneando sus brazos al escuchar al espantapájaros, viendo como bajaban las cestas hasta que Ethan le reprendíó por gritar. No culpó a Rag de regañarlo, su tono era mas suave. El chico se giró hacia el chico de mirada afilada, frustrado por la regañina y el tono con el que le habló. El de la cresta tampoco paraba de molestarlo, soltando aire por la nariz del cabreo con esa palabrota final.
—¡Tampoco he dicho nada, cojones! —contestó con rabia inducida por el hambre—. ¡Solo quería llamar la atención de-!
De repente el chico de la lanza calló de pronto y así lo hizo Damian, confundido por aquel corte tan abrupto. El italiano siguió la mirada de todos y la impresión de tener esas cosas en su campo de visión, en tierra, le hizo erizar los pelos del cuello de puro instinto. ¿Estaban ahí todo el tiempo? Eran ratas enormes, no como las de las caravanas que de vez en cuando se asentaban, eran mas grandes y distintas.
No tenía armas encima y comprendió al instante que estaba indefenso ante esas cosas. Respiró un poco fuerte, aun con la confusión y contagiándose de la tensión del resto con armamento quienes se pusieron en guardia. Era peligroso y eso lo decía a gritos la situación y la reacción de todos. Quería correr pero… las cestas. ¿Que podía hacer?
Ethan gritó, declarando en sus palabras el plan. Eso era, correr con todo pero esos bichos… ¿Correrían mucho? ¿Debían atacarlos? Connor mismo lo dijo, sin armas solo podía hacer eso y estaba más que dispuesto, confiaba en su propia agilidad para salir pitando de ahí con una cesta al menos. Si tuviese al menos algo encima, una maza o una espada…
Su amigo lagarto tomó la iniciativa en una idea que diría después de pedir al propio Damian que se esperase ahí. Igualmente, el chico se encontraba congelado y abrumado. Tantas personas, tantos peligros. Cuando menos estaba dándose cuenta, ya estaba con un poco de angustia. Se sentía pequeño, una carga. Mordió su labio inferior y, sintiéndolo mucho por desobedecer, siguió agazapado al lagarto con la mirada absolutamente fija en aquellos roedores con espinas. Lo que no se esperó fue la repentina carrera y Damian, dispuesto a seguir el ritmo, fue detrás suya no tan cerca pero lo suficiente como para no estar solo, era lo que menos quería, estar lejos de la persona que le preocupaba.
Serena también se sumó a la acción, declarando sus intenciones de defender. El italiano pensó que ella avanzaría pero lejos de la realidad una lanza paso muy, muy cerca de él al punto que la escuchó peinar el aire e imitó en parte a Rag, cayendo al suelo del susto de boca. Levantó su cara llena de tierra y miró a Serena con los ojos muy abiertos, preguntándose qué cojones estaba pretendiendo con eso.
Vio a Rick y a Rag lanzando cosas de las cestas a esos bichos, levantándose del suelo y observando por un breve momento como caían cerca de esos bichos. Se fijó también en las espinas que Abel mencionó, parecían peligrosas y clavarse una debía ser muy desagradable. No quería fijarse en eso o siquiera pensar, esperando a Rag para agarrar una de las cestas que llevaba y, con sus dos manos completamente aferradas a ella, salió corriendo lo más rápido que pudo pegado al lagarto.
—¡VÁMONOS! ¡VAMONOS DE UNA PUTA VEZ! —gritó lo más alto que pudo después de Rick. Ya tenían comida, el resto daba igual y podrían correr hasta el sitio seguro. Solo quería volver y comer, volver y comer, volver y comer. Se fijaría en todo momento en lo que hubiese a sus espaldas, no se fiaba para nada de los bichos con pinchos.
—¡Tampoco he dicho nada, cojones! —contestó con rabia inducida por el hambre—. ¡Solo quería llamar la atención de-!
De repente el chico de la lanza calló de pronto y así lo hizo Damian, confundido por aquel corte tan abrupto. El italiano siguió la mirada de todos y la impresión de tener esas cosas en su campo de visión, en tierra, le hizo erizar los pelos del cuello de puro instinto. ¿Estaban ahí todo el tiempo? Eran ratas enormes, no como las de las caravanas que de vez en cuando se asentaban, eran mas grandes y distintas.
No tenía armas encima y comprendió al instante que estaba indefenso ante esas cosas. Respiró un poco fuerte, aun con la confusión y contagiándose de la tensión del resto con armamento quienes se pusieron en guardia. Era peligroso y eso lo decía a gritos la situación y la reacción de todos. Quería correr pero… las cestas. ¿Que podía hacer?
Ethan gritó, declarando en sus palabras el plan. Eso era, correr con todo pero esos bichos… ¿Correrían mucho? ¿Debían atacarlos? Connor mismo lo dijo, sin armas solo podía hacer eso y estaba más que dispuesto, confiaba en su propia agilidad para salir pitando de ahí con una cesta al menos. Si tuviese al menos algo encima, una maza o una espada…
Su amigo lagarto tomó la iniciativa en una idea que diría después de pedir al propio Damian que se esperase ahí. Igualmente, el chico se encontraba congelado y abrumado. Tantas personas, tantos peligros. Cuando menos estaba dándose cuenta, ya estaba con un poco de angustia. Se sentía pequeño, una carga. Mordió su labio inferior y, sintiéndolo mucho por desobedecer, siguió agazapado al lagarto con la mirada absolutamente fija en aquellos roedores con espinas. Lo que no se esperó fue la repentina carrera y Damian, dispuesto a seguir el ritmo, fue detrás suya no tan cerca pero lo suficiente como para no estar solo, era lo que menos quería, estar lejos de la persona que le preocupaba.
Serena también se sumó a la acción, declarando sus intenciones de defender. El italiano pensó que ella avanzaría pero lejos de la realidad una lanza paso muy, muy cerca de él al punto que la escuchó peinar el aire e imitó en parte a Rag, cayendo al suelo del susto de boca. Levantó su cara llena de tierra y miró a Serena con los ojos muy abiertos, preguntándose qué cojones estaba pretendiendo con eso.
Vio a Rick y a Rag lanzando cosas de las cestas a esos bichos, levantándose del suelo y observando por un breve momento como caían cerca de esos bichos. Se fijó también en las espinas que Abel mencionó, parecían peligrosas y clavarse una debía ser muy desagradable. No quería fijarse en eso o siquiera pensar, esperando a Rag para agarrar una de las cestas que llevaba y, con sus dos manos completamente aferradas a ella, salió corriendo lo más rápido que pudo pegado al lagarto.
—¡VÁMONOS! ¡VAMONOS DE UNA PUTA VEZ! —gritó lo más alto que pudo después de Rick. Ya tenían comida, el resto daba igual y podrían correr hasta el sitio seguro. Solo quería volver y comer, volver y comer, volver y comer. Se fijaría en todo momento en lo que hubiese a sus espaldas, no se fiaba para nada de los bichos con pinchos.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Plaza de los Colaespina
17/07/23, 12:05 am
Los colaespinas eran un grupo pequeño, por eso se mostraron cautelosos ante aquella amenaza desconocida. Los más grandes agitaban las colas con nerviosismo, y las de menor tamaño se quedaron en la retaguardia, bufando con los lomos muy erizados.
Que los cosechados empezaran a moverse provocó que todas emitiesen unos gruñidos que, en el caso de algunos ejemplares jóvenes, eran aullidos. Las grandes no perdían de vista a los cosechados que se habían puesto delante de las cestas, contoneando amenazadoramente la cola como si fuese una maza. No se dejaron distraer por los pedazos de carne que les habían ofrecido, ya que aparte de no ser suficiente comida para saciar a toda la madriguera, no se fiaban de la actitud agresiva del grupo. Algunas de las más jóvenes, en cambio, se lanzaron a calmar sus estómagos hambrientos en ese mismo momento con aquella limosna.
Lo que habría resultado extraño a cualquiera que frecuentase aquella zona era el número de colaespinas presente, que no era muy elevado. La explicación para este fenómeno asomaría en ese momento por la esquina de un edificio con muros de madera en muy buen estado que destacaba sobre los colindantes. Tres figuras humanoides aparecieron reculando por el callejón, enfrentados a una manada diferente de ratas, también visiblemente agitadas porque habían escuchado los aullidos de las más jóvenes de su manada. Uno de los recién llegados podría recordarles a Nohlem, por su hocico y sus orejas puntiagudas, aunque sus brazos, con los que parecía tratar de protegerse la cara, eran demasiado grandes y peludos. Los otros dos eran cada cual más grotesco; el de menor estatura tenía la piel gris, alas de insecto, y estaba demacrado hasta el extremo, mientras que el más alto no sería más que un monstruo grotesco de dientes afilados a ojos de los cosechados.
—¿Desde cuándo vuelven a estar tan activas estas putas ratas? —preguntó el grandullón. No obtendría respuesta, porque el varmano se percató enseguida de la presencia de más ratas a su espalda y, por tanto, de los cosechados que estaban más allá de estas.
—¡Mierda, Estrago, Étrame! —masculló con frustración, atrayendo su atención para que también se girasen. Ninguno los miraría a los ojos, sino a su dirección en general.
—Hostia, si matamos a los colaespinas ahora, ¿es intervención? —preguntaría el demacrado, visiblemente confuso.
—Yo que sé. Larguémonos por si acaso —respondió el monstruo, que sin perder un momento formuló un hechizo para levitar muy por encima de los colaespinas. Eran muy buenos lanzando sus espinas en horizontal, pero el vertical nunca alcanzaban mucha altura.
—Vale —confirmó el demacrado, cuyas alas pudieron levantarlo sin esfuerzo a pesar de su aspecto.
El varmano, desde el suelo, los miró con desesperación.
—¡Hey! ¡Étrame! ¡Levítame! —le gritó a este.
—No tengo magia, tío, apáñate.
—Yo solo tengo para mí —añadió el que, por descarte, debía ser Estrago, sin esperar a que fuese su turno de recibir ruegos.
—¡Pero ha sido culpa vuestra, maldita sea! ¡Yo ni siquiera quería venir a ver si ahora podíamos entrar por fin a ver el maldito burdel, era cosa vuestra!
—¡Nos vemos en la taberna, Barne! —le dijo el monstruo, a la vez que el alado se despedía agitando una mano.
Los colaespinas se habían distraído por la llegada de estas tres figuras, a las que parecían temer mucho más que al grupito que rodeaba las cestas, dejándoles a estos un poco de tiempo para huir.
—¡Atacadlos a ellos, a ellos, a mí no, ratas inmundas! —resopló Barne, cuya envergadura se había incrementado a ojos vista a la vez que le salía más vello. Su voz ahora era un gruñido gutural.
Las ratas, quizá por ver que este no tenía interés en su comida, le rodearon para perseguir a los cosechados. Solo un par de ellas se quedaron atrás, para listas para proteger a los cachorros que comían con voracidad sin tener en cuenta su entorno.
En su huída los cosechados llevarían detrás a casi toda la colonia de colaespinas, aunque por suerte para ellos a la distancia que habían podido ganar constituía una ventaja importante. Durante la carrera, solo las colaespinas más experimentadas se atrevieron a lanzar sus espinas, aunque su precisión se reducía mucho por el traqueteo.
Daños causados por las espinas que vuelan sin ton ni son:
1. Kalna:
1-60: No recibe ninguna espina o golpean el escudo.
61-85: Se clava alguna espina superficial en sus piernas.
86-100: Se clava profundamente alguna espina en sus piernas.
2. Ethan:
1-40: Se libra de la trayectoria de las espinas.
41-70: Se clavan algunas espinas superficialmente en su torso, brazos o piernas.
71-90: Se clava alguna espina superficial y además una profundamente en sus extremidades.
91-100: Se clava alguna espina superficial y además una profundamente en su torso.
3. Connor:
1-45: Se libra de la trayectoria de las espinas o logra reflectarlas con su maza.
46-70: Se clavan algunas espinas superficialmente en su torso, brazos o piernas.
71-90: Se clava alguna espina superficial y además una profundamente en sus extremidades.
91-100: Se clava alguna espina superficial y además una profundamente en su torso.
4. Rägjynn:
1-50: Se libra de la trayectoria de las espinas.
51-85: Se le clava alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
86-100: Se le clava alguna espina superficial y además una más profunda en brazos o piernas.
5. Damian:
1-60: Se libra de la trayectoria de las espinas.
61-90: Se le clava alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
91-100: Se le clava alguna espina superficial y además una más profunda en brazos o piernas.
6. Rick:
1-50: Se libra de la trayectoria de las espinas.
51-85: Se le clava alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
86-100: Se le clava alguna espina superficial y además una más profunda en brazos o piernas.
7. Abel:
1-70: Se libra de la trayectoria de las espinas.
71-100: Recibe alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
8. Serena:
1-70: Se libra de la trayectoria de las espinas.
71-100: Recibe alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
Que los cosechados empezaran a moverse provocó que todas emitiesen unos gruñidos que, en el caso de algunos ejemplares jóvenes, eran aullidos. Las grandes no perdían de vista a los cosechados que se habían puesto delante de las cestas, contoneando amenazadoramente la cola como si fuese una maza. No se dejaron distraer por los pedazos de carne que les habían ofrecido, ya que aparte de no ser suficiente comida para saciar a toda la madriguera, no se fiaban de la actitud agresiva del grupo. Algunas de las más jóvenes, en cambio, se lanzaron a calmar sus estómagos hambrientos en ese mismo momento con aquella limosna.
Lo que habría resultado extraño a cualquiera que frecuentase aquella zona era el número de colaespinas presente, que no era muy elevado. La explicación para este fenómeno asomaría en ese momento por la esquina de un edificio con muros de madera en muy buen estado que destacaba sobre los colindantes. Tres figuras humanoides aparecieron reculando por el callejón, enfrentados a una manada diferente de ratas, también visiblemente agitadas porque habían escuchado los aullidos de las más jóvenes de su manada. Uno de los recién llegados podría recordarles a Nohlem, por su hocico y sus orejas puntiagudas, aunque sus brazos, con los que parecía tratar de protegerse la cara, eran demasiado grandes y peludos. Los otros dos eran cada cual más grotesco; el de menor estatura tenía la piel gris, alas de insecto, y estaba demacrado hasta el extremo, mientras que el más alto no sería más que un monstruo grotesco de dientes afilados a ojos de los cosechados.
—¿Desde cuándo vuelven a estar tan activas estas putas ratas? —preguntó el grandullón. No obtendría respuesta, porque el varmano se percató enseguida de la presencia de más ratas a su espalda y, por tanto, de los cosechados que estaban más allá de estas.
—¡Mierda, Estrago, Étrame! —masculló con frustración, atrayendo su atención para que también se girasen. Ninguno los miraría a los ojos, sino a su dirección en general.
—Hostia, si matamos a los colaespinas ahora, ¿es intervención? —preguntaría el demacrado, visiblemente confuso.
—Yo que sé. Larguémonos por si acaso —respondió el monstruo, que sin perder un momento formuló un hechizo para levitar muy por encima de los colaespinas. Eran muy buenos lanzando sus espinas en horizontal, pero el vertical nunca alcanzaban mucha altura.
—Vale —confirmó el demacrado, cuyas alas pudieron levantarlo sin esfuerzo a pesar de su aspecto.
El varmano, desde el suelo, los miró con desesperación.
—¡Hey! ¡Étrame! ¡Levítame! —le gritó a este.
—No tengo magia, tío, apáñate.
—Yo solo tengo para mí —añadió el que, por descarte, debía ser Estrago, sin esperar a que fuese su turno de recibir ruegos.
—¡Pero ha sido culpa vuestra, maldita sea! ¡Yo ni siquiera quería venir a ver si ahora podíamos entrar por fin a ver el maldito burdel, era cosa vuestra!
—¡Nos vemos en la taberna, Barne! —le dijo el monstruo, a la vez que el alado se despedía agitando una mano.
Los colaespinas se habían distraído por la llegada de estas tres figuras, a las que parecían temer mucho más que al grupito que rodeaba las cestas, dejándoles a estos un poco de tiempo para huir.
—¡Atacadlos a ellos, a ellos, a mí no, ratas inmundas! —resopló Barne, cuya envergadura se había incrementado a ojos vista a la vez que le salía más vello. Su voz ahora era un gruñido gutural.
Las ratas, quizá por ver que este no tenía interés en su comida, le rodearon para perseguir a los cosechados. Solo un par de ellas se quedaron atrás, para listas para proteger a los cachorros que comían con voracidad sin tener en cuenta su entorno.
En su huída los cosechados llevarían detrás a casi toda la colonia de colaespinas, aunque por suerte para ellos a la distancia que habían podido ganar constituía una ventaja importante. Durante la carrera, solo las colaespinas más experimentadas se atrevieron a lanzar sus espinas, aunque su precisión se reducía mucho por el traqueteo.
Daños causados por las espinas que vuelan sin ton ni son:
1. Kalna:
1-60: No recibe ninguna espina o golpean el escudo.
61-85: Se clava alguna espina superficial en sus piernas.
86-100: Se clava profundamente alguna espina en sus piernas.
2. Ethan:
1-40: Se libra de la trayectoria de las espinas.
41-70: Se clavan algunas espinas superficialmente en su torso, brazos o piernas.
71-90: Se clava alguna espina superficial y además una profundamente en sus extremidades.
91-100: Se clava alguna espina superficial y además una profundamente en su torso.
3. Connor:
1-45: Se libra de la trayectoria de las espinas o logra reflectarlas con su maza.
46-70: Se clavan algunas espinas superficialmente en su torso, brazos o piernas.
71-90: Se clava alguna espina superficial y además una profundamente en sus extremidades.
91-100: Se clava alguna espina superficial y además una profundamente en su torso.
4. Rägjynn:
1-50: Se libra de la trayectoria de las espinas.
51-85: Se le clava alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
86-100: Se le clava alguna espina superficial y además una más profunda en brazos o piernas.
5. Damian:
1-60: Se libra de la trayectoria de las espinas.
61-90: Se le clava alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
91-100: Se le clava alguna espina superficial y además una más profunda en brazos o piernas.
6. Rick:
1-50: Se libra de la trayectoria de las espinas.
51-85: Se le clava alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
86-100: Se le clava alguna espina superficial y además una más profunda en brazos o piernas.
7. Abel:
1-70: Se libra de la trayectoria de las espinas.
71-100: Recibe alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
8. Serena:
1-70: Se libra de la trayectoria de las espinas.
71-100: Recibe alguna espina superficial en torso, brazos o piernas.
- Rocavarancolia Rol
Re: Plaza de los Colaespina
17/07/23, 12:05 am
El miembro 'Tak' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio
'Dado de 100 caras' : 93, 68, 13, 24, 77, 87, 94, 13
'Dado de 100 caras' : 93, 68, 13, 24, 77, 87, 94, 13
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Plaza de los Colaespina
17/07/23, 01:49 pm
El lanzazo repentino le hizo dar un pequeño bote en el sitio, su corazón se saltó un latido ante el golpe tan cercano y mientras su boca se mantuvo muda, sus ojos se abrieron confusos ante el ataque. Apenas tuvo margen de observar el caos que se estaba formando atrás, Räg y Rick tenían algún plan y Serena no había dicho nada ante la agresión repentina. La tensión al volver a centrarse en las ratas convirtió todo lo que estaba ocurriendo en un mero segundo plano, confiaba ciegamente en sus compañeros y por las palabras sueltas que había logrado discernir y los ruidos de múltiples pasos la organización aunque torpe estaba siendo efectiva.
Entonces fue que Kalna ganó su atención cuando le indicó que tenía que apuntar con la lanza, pero los nervios y el mal de estómago le impidió cambiar de posición. Al fin y al cabo eran animales… Una cosa era empujarlos y otra esperar que tuviera moral para apuñalar a sangre fría a otro ser vivo... Y sí la situación ya era horrorosamente tensa, la llegada de 3 intrusos con más de aquellos bichos no hizo que mejorase. Ethan se quedó congelado durante bastante más tiempo del recomendado. La extrañeza de ver a otras personas en el lugar y pensar que eran cosechados se vino abajo al presenciar lo horrorosos que se veían dos de ellos y sus palabras que en ese momento y bajo la presión constante no podía procesar se le quedaron grabadas en la memoria. Tan pronto vio a sus compañeros iniciar la carrera se unió a ellos con la misma desesperación.
Sus pisadas pronto resonaron sobre las piedras, acompañadas de un corazón que buscaba sincronizar el ritmo frenético con cada pulsación que transmitía al cuerpo. La sangre bombeaba con fuerza renovada, preparando sus músculos para una carrera de fondo donde lo único que podía hacer era seguir hacía delante y rezar por su vida que fueran más rápidos que sus perseguidores.
Ethan no estaba razonando nada. Cuando los disparos comenzaron empezó a notar a sus orejas ensordecer del miedo. Los pitidos venían de tantos lados que no solo se le hacía imposible discernir uno en concreto, si no que el agobio que le provocaba le impedía pensar en cualquier intento de maniobra. Los pasos angustiados del grupo martilleaban al son de su cabeza, tan caóticos y angustiosos como acogedores, pues si algo podía darle más terror que escuchar el retumbar de todos, era precisamente, dejar de hacerlo. De fondo se dibujaba un paisaje nublado, una pasarela colgante tan difusa por el estrés como real era el vértigo repentino que le estaba invadiendo.
Otro silbido partió el aire y su mejilla se vio humedecida por algo que no eran lágrimas. Los cortes se acumulaban, pero los sentía tan lejanos como cada impacto que resonaba sobre el puente. Una espina recorrió el cielo grisáceo por encima de sus cabezas y apenas pudo ver el reflejo de la misma pasando de largo antes de escuchar el violento golpe de una cesta contra el suelo. A cada choque sonoro sus párpados tenían que luchar por no cerrarse presas del pánico mientras que su boca trataba agónica de recuperar aliento para unos pulmones fatigados, no del cansancio si no de las ganas contenidas de gritar.
Y es que su alrededor se estaba transformando en un cúmulo de manchas y ruidos incoherentes. Una luz le cegó temporalmente pero sus piernas no cedieron ante la presión, actuando como un resorte para que siguiera corriendo. Levantó uno de los brazos en un intento de protegerse del repentino fogonazo y por un segundo, en aquel pestañeo que se le hizo eterno no vio una púa clavada en su antebrazo, si no el reflejo preocupante de un cristal incrustado en su piel. El dolor vino casi al instante, una acometida eléctrica que le avisaba de que aquel crist- espina? No era la única que adornaba su cuerpo. Las cicatrices le empezaron a escocer víctimas de una mente que estaba borrando el límite entre realidad o ficción y a las siguientes pisadas de sus compañeros vio delante suyo abrirse el puente en lo que era una carretera de asfalto. Apretó la mandíbula con fuerza, nervioso y frustrado de unas paranoias visuales que no podía controlar.
¿Pero qué podía ser más real? ¿El accidente o estar corriendo en un mundo alienígena perseguido por unas alimañas? Por un momento la duda ganó y no sangro un pequeño corte cercano a su oreja, estaba sangrando su labio partido y su ceja. Sangraba cada cicatriz ahora abierta de sus brazos y dolía cada zona de su cuerpo. Su cuello tiraba allí donde sufrió el esguince y su mano escocía recordando un dolor fantasma que había desaparecido hacía meses. Incluso la pierna tamborileaba avisando con muy poco margen de que estaba apunto de reventarle.
No.
Eso no era real.
Volvió a pestañear, la sangre ya no estaba y las cicatrices volvían a ser meras marcas.
No era real, no existía ninguna carretera, ni tenía los focos de un coche apuntandolo. Sus ojos se fijaron en la espalda de sus compañeros, ellos si eran reales, si estaban ahí. Las calles poco a poco recuperaron su definición y las ruinas volvieron a ser visibles ante una mente confusa que aún andaba recuperándose, pero el dolor de su pierna continuó, olvidándose momentáneamente de que aquella herida nunca había cerrado.
NO ERA REAL.
Ethan paró de golpe cuando sus compañeros frenaron la marcha. Empezó a tomar aire a la desesperada, tratando de recuperarse antes siquiera de que pudiera sucederle ningún tipo de ataque. Estaban en una calle desolada pero ya no se escuchaban los pasos agitados de las alimañas. ¿Las habían perdido? Su gemelo le dolía horrores, más incluso que los pequeños pinchazos que recibía al mover los brazos. El músculo estaba tieso, y cuando apoyó el zapato en el suelo tuvo que luchar contra su propia garganta para no expulsar al aire toda la angustia vivida.
Ya estaba, ya había pasado. Desvió su vista lejos de unos brazos que aún le aterraban, pues aún no estando ahí los cristales temía que si se centraba en ellos volviera a perderse en las alucinaciones. En vez de eso se dedicó a comprobar por encima la situación de los que tenía enfrente.
Respiro hondo, trago saliva e intentó que su temblor no se hiciera visible cuando por fin se atrevió a levantar la voz con una sonrisa mal dibujada en el rostro. -Hey... Yo, mierda. Por favor necesito que, comprobéis... - Tomó una pausa para volverse a llenar los pulmones de aire, estaba fatigado. -Las heridas... Si están clavadas muy profundas o... -Negó, tratando de calmar sus propios nervios. Necesitaba expresarse bien joder, era muy importante que no hiciera locuras con las espinas. -A la menor duda de que estén demasiado atrapadas no las toquéis. Tenemos que llegar al torreón para poderlas curar en condiciones. Mientras estén dentro no van a dar problemas.
Estaba mareado, lo noto cuando se giró para Damian y por mera inercia acabó colocando una rodilla en frente suya para poder agacharse a su lado. Primero para descansar la pierna, segundo porque necesitaba ese momento de pausa, tercero porque el niño era el que más le preocupaba con diferencia. Miró a Räg de reojo aliviado al comprobar que no tenía heridas graves y volvió a centrarse en el pequeño.
-Hola, perdón... -Ni siquiera llegó a concretar el porqué de las disculpas. Todo se sentía tan mal, tan incorrecto, tan erróneo que de alguna manera expresarlas en alto era el único consuelo que encontraba. Damian no sólo estaba sufriendo de una horrorosa vivencia, si no que encima no le habían protegido bien y aunque las heridas no parecían ser graves eso no le quitaba culpabilidad alguna. Podían permitirse muchos errores, pero no que un crío tuviera que pasar por toda esa mierda. -Vas a tener que seguir siendo igual de fuerte un poquito más y decirme si alguna te duele mucho, ¿vale? Y no tengas vergüenza si quieres que alguien te lleve en brazos si te duele alguna pierna porfa.
Ethan apoyaría sus manos brevemente sobre los hombros del niño, para intentar darle un apretujón suave cargado de ánimos y se quedaría de rodillas hasta que el grupo decidiera volver a marchar. Mirando (Si Damian le deja) que el chiquillo no tenga ninguna herida peligrosa.
Entonces fue que Kalna ganó su atención cuando le indicó que tenía que apuntar con la lanza, pero los nervios y el mal de estómago le impidió cambiar de posición. Al fin y al cabo eran animales… Una cosa era empujarlos y otra esperar que tuviera moral para apuñalar a sangre fría a otro ser vivo... Y sí la situación ya era horrorosamente tensa, la llegada de 3 intrusos con más de aquellos bichos no hizo que mejorase. Ethan se quedó congelado durante bastante más tiempo del recomendado. La extrañeza de ver a otras personas en el lugar y pensar que eran cosechados se vino abajo al presenciar lo horrorosos que se veían dos de ellos y sus palabras que en ese momento y bajo la presión constante no podía procesar se le quedaron grabadas en la memoria. Tan pronto vio a sus compañeros iniciar la carrera se unió a ellos con la misma desesperación.
Sus pisadas pronto resonaron sobre las piedras, acompañadas de un corazón que buscaba sincronizar el ritmo frenético con cada pulsación que transmitía al cuerpo. La sangre bombeaba con fuerza renovada, preparando sus músculos para una carrera de fondo donde lo único que podía hacer era seguir hacía delante y rezar por su vida que fueran más rápidos que sus perseguidores.
Ethan no estaba razonando nada. Cuando los disparos comenzaron empezó a notar a sus orejas ensordecer del miedo. Los pitidos venían de tantos lados que no solo se le hacía imposible discernir uno en concreto, si no que el agobio que le provocaba le impedía pensar en cualquier intento de maniobra. Los pasos angustiados del grupo martilleaban al son de su cabeza, tan caóticos y angustiosos como acogedores, pues si algo podía darle más terror que escuchar el retumbar de todos, era precisamente, dejar de hacerlo. De fondo se dibujaba un paisaje nublado, una pasarela colgante tan difusa por el estrés como real era el vértigo repentino que le estaba invadiendo.
Otro silbido partió el aire y su mejilla se vio humedecida por algo que no eran lágrimas. Los cortes se acumulaban, pero los sentía tan lejanos como cada impacto que resonaba sobre el puente. Una espina recorrió el cielo grisáceo por encima de sus cabezas y apenas pudo ver el reflejo de la misma pasando de largo antes de escuchar el violento golpe de una cesta contra el suelo. A cada choque sonoro sus párpados tenían que luchar por no cerrarse presas del pánico mientras que su boca trataba agónica de recuperar aliento para unos pulmones fatigados, no del cansancio si no de las ganas contenidas de gritar.
Y es que su alrededor se estaba transformando en un cúmulo de manchas y ruidos incoherentes. Una luz le cegó temporalmente pero sus piernas no cedieron ante la presión, actuando como un resorte para que siguiera corriendo. Levantó uno de los brazos en un intento de protegerse del repentino fogonazo y por un segundo, en aquel pestañeo que se le hizo eterno no vio una púa clavada en su antebrazo, si no el reflejo preocupante de un cristal incrustado en su piel. El dolor vino casi al instante, una acometida eléctrica que le avisaba de que aquel crist- espina? No era la única que adornaba su cuerpo. Las cicatrices le empezaron a escocer víctimas de una mente que estaba borrando el límite entre realidad o ficción y a las siguientes pisadas de sus compañeros vio delante suyo abrirse el puente en lo que era una carretera de asfalto. Apretó la mandíbula con fuerza, nervioso y frustrado de unas paranoias visuales que no podía controlar.
¿Pero qué podía ser más real? ¿El accidente o estar corriendo en un mundo alienígena perseguido por unas alimañas? Por un momento la duda ganó y no sangro un pequeño corte cercano a su oreja, estaba sangrando su labio partido y su ceja. Sangraba cada cicatriz ahora abierta de sus brazos y dolía cada zona de su cuerpo. Su cuello tiraba allí donde sufrió el esguince y su mano escocía recordando un dolor fantasma que había desaparecido hacía meses. Incluso la pierna tamborileaba avisando con muy poco margen de que estaba apunto de reventarle.
No.
Eso no era real.
Volvió a pestañear, la sangre ya no estaba y las cicatrices volvían a ser meras marcas.
No era real, no existía ninguna carretera, ni tenía los focos de un coche apuntandolo. Sus ojos se fijaron en la espalda de sus compañeros, ellos si eran reales, si estaban ahí. Las calles poco a poco recuperaron su definición y las ruinas volvieron a ser visibles ante una mente confusa que aún andaba recuperándose, pero el dolor de su pierna continuó, olvidándose momentáneamente de que aquella herida nunca había cerrado.
NO ERA REAL.
Ethan paró de golpe cuando sus compañeros frenaron la marcha. Empezó a tomar aire a la desesperada, tratando de recuperarse antes siquiera de que pudiera sucederle ningún tipo de ataque. Estaban en una calle desolada pero ya no se escuchaban los pasos agitados de las alimañas. ¿Las habían perdido? Su gemelo le dolía horrores, más incluso que los pequeños pinchazos que recibía al mover los brazos. El músculo estaba tieso, y cuando apoyó el zapato en el suelo tuvo que luchar contra su propia garganta para no expulsar al aire toda la angustia vivida.
Ya estaba, ya había pasado. Desvió su vista lejos de unos brazos que aún le aterraban, pues aún no estando ahí los cristales temía que si se centraba en ellos volviera a perderse en las alucinaciones. En vez de eso se dedicó a comprobar por encima la situación de los que tenía enfrente.
Respiro hondo, trago saliva e intentó que su temblor no se hiciera visible cuando por fin se atrevió a levantar la voz con una sonrisa mal dibujada en el rostro. -Hey... Yo, mierda. Por favor necesito que, comprobéis... - Tomó una pausa para volverse a llenar los pulmones de aire, estaba fatigado. -Las heridas... Si están clavadas muy profundas o... -Negó, tratando de calmar sus propios nervios. Necesitaba expresarse bien joder, era muy importante que no hiciera locuras con las espinas. -A la menor duda de que estén demasiado atrapadas no las toquéis. Tenemos que llegar al torreón para poderlas curar en condiciones. Mientras estén dentro no van a dar problemas.
Estaba mareado, lo noto cuando se giró para Damian y por mera inercia acabó colocando una rodilla en frente suya para poder agacharse a su lado. Primero para descansar la pierna, segundo porque necesitaba ese momento de pausa, tercero porque el niño era el que más le preocupaba con diferencia. Miró a Räg de reojo aliviado al comprobar que no tenía heridas graves y volvió a centrarse en el pequeño.
-Hola, perdón... -Ni siquiera llegó a concretar el porqué de las disculpas. Todo se sentía tan mal, tan incorrecto, tan erróneo que de alguna manera expresarlas en alto era el único consuelo que encontraba. Damian no sólo estaba sufriendo de una horrorosa vivencia, si no que encima no le habían protegido bien y aunque las heridas no parecían ser graves eso no le quitaba culpabilidad alguna. Podían permitirse muchos errores, pero no que un crío tuviera que pasar por toda esa mierda. -Vas a tener que seguir siendo igual de fuerte un poquito más y decirme si alguna te duele mucho, ¿vale? Y no tengas vergüenza si quieres que alguien te lleve en brazos si te duele alguna pierna porfa.
Ethan apoyaría sus manos brevemente sobre los hombros del niño, para intentar darle un apretujón suave cargado de ánimos y se quedaría de rodillas hasta que el grupo decidiera volver a marchar. Mirando (Si Damian le deja) que el chiquillo no tenga ninguna herida peligrosa.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Plaza de los Colaespina
17/07/23, 05:05 pm
Connor siguió observando a aquellas ratas, completamente concentrado en sus gruñidos animales y en sus movimientos, esperando que sus compañeros fueran a recoger las cestas. Sin embargo el caos no tardó en aparecer cuando escuchó un sonido detrás suya. El canadiense se dio la vuelta en apenas un segundo, completamente alerta y con la maza preparada por si se trataba de algún peligro. Su corazón algo más desbocado por la sorpresa y el aumento de la adrenalina. Pero lo que vio a sus pies fue una... lanza. Una puta lanza que había sido arrojada, y que si hubiera estado unos pasos más atrás ahora la tendría bien clavada en el cuerpo. Solo dos personas habían traído lanzas, y una de ellas estaba a su lado. Así que era bastante obvio quién la había cagado de esa manera. <<Serena>>. Pensó el motero mientras su rostro se iba deformando por la rabia y la mala hostia, antes de hablar.
-¡ME CAGO EN LA PUTA! ¡¿QUIERES MATARME, JODER?!- Gritó fuera de sí al ser plenamente consciente de lo cerca que había estado realmente de no contarlo. Lo primero que pensó fue en que había sido premeditado, pero no lo parecía por su rostro. Al estar de espaldas a las ratas pudo ver cómo Räg, Rick y Damian se encargaban de las cestas o de tirarle comida a las alimañas para distraerlas, o cómo Abel tiraba una piedra en su dirección o alertaba de sus espinas. Pero en aquel momento estaba tan enfadado que podía permitirse un par de segundos más con la pelirroja.- ¡¿ERES GILIPO-?!- Antes de que pudiera terminar la frase unos sonidos llamaron su atención y el canadiense se dio la vuelta rápidamente, alertado por aquella novedad junto a Ethan y Kalna. La situación se había salido de control, y aquello sí lo había puesto algo nervioso y descentrado. Pero no tardó en recuperar la concentración cuando vio el origen de los ruidos. Tres figuras aparecieron, seguidos por muchas más de aquellas alimañas. Traían consigo el resto de la colonia. Y ahora eran muchas más ratas. -¿Qué cojones son esas cosas?- Dijo en voz alta y los ojos abiertos como platos de la sorpresa, mientras daba instintivamente un paso atrás al ver los cuerpos monstruosos de aquellos extraños. Aquello sí le infundió miedo en el cuerpo. Uno de ellos tenía rasgos felinos como Nohlem pero su cuerpo era distinto, otro parecía un jodido insecto y el último era una masa grotesca con colmillos. Dos de ellos huyeron y aprovechando que las ratas se habían centrado en los monstruos el grupo echó a correr.
Connor iba justo detrás de sus compañeros que llevaban cestas, a la izquierda de Ethan y con la vista fija de vez en cuando en Damian. A pesar de que en su cabeza solo existía una palabra "CORRE", no se quitaba de la cabeza la imagen de aquellos putos monstruos. Más pronto que tarde pudo escuchar cómo aquellas ratas empezaban a seguirlos, y el motero se lamentó de nuevo en lo poco que llevaba en la ciudad de no tener su maldita pistola. Su corazón bombeaba con fuerza y su respiración era agitada por la carrera, mientras usaba todas sus fuerzas en seguir moviendo las piernas con velocidad. Fue entonces cuando escuchó un sonido característico, la típica andanada de flechas que salían en las películas. Connor solo tuvo tiempo de pensar una cosa:<<Las putas espinas que dijo Abel...>>-¡CUBRIROS, HOSTIAS!- Fue capaz de decir antes de girar la cabeza hacia atrás movido por el instinto de supervivencia, a tiempo de ver la lluvia de espinas que se acercaban a ellos. Una de ellas se aproximaba peligrosamente hacia su espalda, y en aquellos escasos segundos que tuvo Connor se giró bruscamente con un quejido de esfuerzo, y movió la maza contra la espina. El motero tuvo éxito y pudo ver cómo el proyectil desviado salía disparado hacia atrás como si de un Home Run se tratase, pero antes de que pudiera hacer nada más dio un traspiés. Correr a esa velocidad y darse la vuelta de forma brusca tenía sus riesgos, y Connor dio varios tropezones e incluso tuvo que poner ambas manos en el suelo para recuperar el equilibrio.- ¡HIJAS DE PUTA!- Gritó con más rabia de la que tenía antes cuando pudo ponerse de pie.
Las andanadas de espinas seguían produciéndose, y Connor seguía corriendo junto a los demás intentando recuperar el terreno perdido por haberse dado la vuelta y casi caerse. El canadiense se cubría como podía la cabeza y la nunca con su mano y la maza cuando escuchaba aquel ruido, y aunque algunas de ellas pasaron lo bastante cerca para hacerle muy leves rasguños en los brazos, lo cierto es que la adrenalina no le hizo darse cuenta de ello. Tras una andanada más Connor se giró plenamente, consciente de que si no lo hacía alguna se le acabaría clavando tarde o temprano. Su sospecha se confirmó cuando tuvo que poner la maza delante de su rostro rápidamente para desviar una de ellas, con el ceño fruncido por la concentración y el esfuerzo. Pudo desviarla con su maza justo a tiempo, aunque esta vez no salió despedida hacia atrás sino que siguió hacia delante pero con la trayectoria cambiada. Connor pudo girarse correctamente esta vez sin tropezones, al estar atento a ello, y siguió corriendo junto a sus compañeros.
Aún así el motero tuvo la suerte de que la mayoría de espinas fueron a caer en otras direcciones, como
por ejemplo en los cuerpos de sus compañeros. Desde su posición de atrás podía ver que algunos no habían tenido tanta suerte como él, pero poco podía hacer más que seguir corriendo. Connor no estaba acostumbrado a correr a tanta velocidad ni por tanto tiempo, puede que tuviera buena forma física, pero si quería llegar rápido a cualquier sitio tenía su puñetera moto para ello. Así que ya empezaba a notar cómo sus piernas pesaban más y a sus pulmones le faltaban más aire de la cuenta. Afortunadamente dejaron de escuchar a las alimañas y el grupo frenó, Connor por su parte entre jadeos cansados. Se inclinó hacia delante, apoyando ambas manos en las rodillas e intentando recuperar el aliento. Varias gotas de sudor caían desde su frente al suelo, mientras que su cabeza bombeaba como si de repente fuera a explotar. Tras varios segundos así se incorporó aún jadeante y observó la calle que habían recorrido, buscando que aquellas alimañas no los siguieran.
-Joder... cabronas de... mierda...- Diría como buenamente podía, costándole formular las palabras y la vista clavada en el cielo gris. Se sentía extraño. Había salido de muchas situaciones de muerte desde que estaba en la banda, pero aquello era jodidamente diferente. Si habían estado tan cerca de no contarlo contra aquellos ratas de mierda el primer día...¿qué pasaría si de repente a los putos gusanos de la grieta les daba por salir? Por primera vez desde hacía muchísimo tiempo se sentía... abrumado. Las palabras de Ethan lo sacaron de aquel trance y observó al resto de sus compañeros. Solo Räg, Serena y él se habían librado de las espinas, mientras que el resto tenían algunas clavadas superficialmente y otros como Rick o Kalna con heridas más preocupantes. Su mirada se desvió hacia Damian, preocupado por el pequeño, pero pronto lo dejó estar al ver que estaba bien atendido con el británico, además el lagarto estaba a su lado. Aún así no le gustó nada ver que también había salido herido.
Connor se acomodó el chaleco mientras terminaba de recuperarse, y de repente abrió los ojos por la preocupación. Con el ceño fruncido dejó la maza en el suelo y se quitó con prisas el chaleco. Con una mirada que inspeccionaba cualquier centímetro del cuero fue dándole la vuelta a la prenda, en busca de agujeros o rasguños en ella.
-¡Hijas de puta!- Susurró con gesto enfadado, al ver cómo uno de los laterales había sido arañado. Aquella prenda era demasiado especial para él y prefería salir herido antes que el maldito chaleco. Con el ceño fruncido y una cara de muy mala hostia se lo puso de nuevo y recogió la maza del suelo.- Tenemos que largarnos de aquí. Esos bichos de mierda podrían seguirnos.- Dijo con tono molesto señalando el camino recorrido con el arma. Después se dirigió hacia Kalna y Rick.- ¿Podéis moveros? Esas heridas no tienen muy buen aspecto, joder-.
Tras esto Connor le echaría una rápida mirada de desprecio y enfado a Serena, antes de centrarse de nuevo en lo que tuvieran que decir el neoyorquino y la libense. Aún no se le había olvidado aquel tiro errado de la pelirroja, pero sabía que no era el momento de hablarlo. Ahora tocaba recuperar fuerzas y seguir corriendo hasta el torreón. <<El primer día... El puto primer día...>>. Pensó el motero mientras el peso de los acontecimientos iba aplastándole poco a poco.
-¡ME CAGO EN LA PUTA! ¡¿QUIERES MATARME, JODER?!- Gritó fuera de sí al ser plenamente consciente de lo cerca que había estado realmente de no contarlo. Lo primero que pensó fue en que había sido premeditado, pero no lo parecía por su rostro. Al estar de espaldas a las ratas pudo ver cómo Räg, Rick y Damian se encargaban de las cestas o de tirarle comida a las alimañas para distraerlas, o cómo Abel tiraba una piedra en su dirección o alertaba de sus espinas. Pero en aquel momento estaba tan enfadado que podía permitirse un par de segundos más con la pelirroja.- ¡¿ERES GILIPO-?!- Antes de que pudiera terminar la frase unos sonidos llamaron su atención y el canadiense se dio la vuelta rápidamente, alertado por aquella novedad junto a Ethan y Kalna. La situación se había salido de control, y aquello sí lo había puesto algo nervioso y descentrado. Pero no tardó en recuperar la concentración cuando vio el origen de los ruidos. Tres figuras aparecieron, seguidos por muchas más de aquellas alimañas. Traían consigo el resto de la colonia. Y ahora eran muchas más ratas. -¿Qué cojones son esas cosas?- Dijo en voz alta y los ojos abiertos como platos de la sorpresa, mientras daba instintivamente un paso atrás al ver los cuerpos monstruosos de aquellos extraños. Aquello sí le infundió miedo en el cuerpo. Uno de ellos tenía rasgos felinos como Nohlem pero su cuerpo era distinto, otro parecía un jodido insecto y el último era una masa grotesca con colmillos. Dos de ellos huyeron y aprovechando que las ratas se habían centrado en los monstruos el grupo echó a correr.
Connor iba justo detrás de sus compañeros que llevaban cestas, a la izquierda de Ethan y con la vista fija de vez en cuando en Damian. A pesar de que en su cabeza solo existía una palabra "CORRE", no se quitaba de la cabeza la imagen de aquellos putos monstruos. Más pronto que tarde pudo escuchar cómo aquellas ratas empezaban a seguirlos, y el motero se lamentó de nuevo en lo poco que llevaba en la ciudad de no tener su maldita pistola. Su corazón bombeaba con fuerza y su respiración era agitada por la carrera, mientras usaba todas sus fuerzas en seguir moviendo las piernas con velocidad. Fue entonces cuando escuchó un sonido característico, la típica andanada de flechas que salían en las películas. Connor solo tuvo tiempo de pensar una cosa:<<Las putas espinas que dijo Abel...>>-¡CUBRIROS, HOSTIAS!- Fue capaz de decir antes de girar la cabeza hacia atrás movido por el instinto de supervivencia, a tiempo de ver la lluvia de espinas que se acercaban a ellos. Una de ellas se aproximaba peligrosamente hacia su espalda, y en aquellos escasos segundos que tuvo Connor se giró bruscamente con un quejido de esfuerzo, y movió la maza contra la espina. El motero tuvo éxito y pudo ver cómo el proyectil desviado salía disparado hacia atrás como si de un Home Run se tratase, pero antes de que pudiera hacer nada más dio un traspiés. Correr a esa velocidad y darse la vuelta de forma brusca tenía sus riesgos, y Connor dio varios tropezones e incluso tuvo que poner ambas manos en el suelo para recuperar el equilibrio.- ¡HIJAS DE PUTA!- Gritó con más rabia de la que tenía antes cuando pudo ponerse de pie.
Las andanadas de espinas seguían produciéndose, y Connor seguía corriendo junto a los demás intentando recuperar el terreno perdido por haberse dado la vuelta y casi caerse. El canadiense se cubría como podía la cabeza y la nunca con su mano y la maza cuando escuchaba aquel ruido, y aunque algunas de ellas pasaron lo bastante cerca para hacerle muy leves rasguños en los brazos, lo cierto es que la adrenalina no le hizo darse cuenta de ello. Tras una andanada más Connor se giró plenamente, consciente de que si no lo hacía alguna se le acabaría clavando tarde o temprano. Su sospecha se confirmó cuando tuvo que poner la maza delante de su rostro rápidamente para desviar una de ellas, con el ceño fruncido por la concentración y el esfuerzo. Pudo desviarla con su maza justo a tiempo, aunque esta vez no salió despedida hacia atrás sino que siguió hacia delante pero con la trayectoria cambiada. Connor pudo girarse correctamente esta vez sin tropezones, al estar atento a ello, y siguió corriendo junto a sus compañeros.
Aún así el motero tuvo la suerte de que la mayoría de espinas fueron a caer en otras direcciones, como
por ejemplo en los cuerpos de sus compañeros. Desde su posición de atrás podía ver que algunos no habían tenido tanta suerte como él, pero poco podía hacer más que seguir corriendo. Connor no estaba acostumbrado a correr a tanta velocidad ni por tanto tiempo, puede que tuviera buena forma física, pero si quería llegar rápido a cualquier sitio tenía su puñetera moto para ello. Así que ya empezaba a notar cómo sus piernas pesaban más y a sus pulmones le faltaban más aire de la cuenta. Afortunadamente dejaron de escuchar a las alimañas y el grupo frenó, Connor por su parte entre jadeos cansados. Se inclinó hacia delante, apoyando ambas manos en las rodillas e intentando recuperar el aliento. Varias gotas de sudor caían desde su frente al suelo, mientras que su cabeza bombeaba como si de repente fuera a explotar. Tras varios segundos así se incorporó aún jadeante y observó la calle que habían recorrido, buscando que aquellas alimañas no los siguieran.
-Joder... cabronas de... mierda...- Diría como buenamente podía, costándole formular las palabras y la vista clavada en el cielo gris. Se sentía extraño. Había salido de muchas situaciones de muerte desde que estaba en la banda, pero aquello era jodidamente diferente. Si habían estado tan cerca de no contarlo contra aquellos ratas de mierda el primer día...¿qué pasaría si de repente a los putos gusanos de la grieta les daba por salir? Por primera vez desde hacía muchísimo tiempo se sentía... abrumado. Las palabras de Ethan lo sacaron de aquel trance y observó al resto de sus compañeros. Solo Räg, Serena y él se habían librado de las espinas, mientras que el resto tenían algunas clavadas superficialmente y otros como Rick o Kalna con heridas más preocupantes. Su mirada se desvió hacia Damian, preocupado por el pequeño, pero pronto lo dejó estar al ver que estaba bien atendido con el británico, además el lagarto estaba a su lado. Aún así no le gustó nada ver que también había salido herido.
Connor se acomodó el chaleco mientras terminaba de recuperarse, y de repente abrió los ojos por la preocupación. Con el ceño fruncido dejó la maza en el suelo y se quitó con prisas el chaleco. Con una mirada que inspeccionaba cualquier centímetro del cuero fue dándole la vuelta a la prenda, en busca de agujeros o rasguños en ella.
-¡Hijas de puta!- Susurró con gesto enfadado, al ver cómo uno de los laterales había sido arañado. Aquella prenda era demasiado especial para él y prefería salir herido antes que el maldito chaleco. Con el ceño fruncido y una cara de muy mala hostia se lo puso de nuevo y recogió la maza del suelo.- Tenemos que largarnos de aquí. Esos bichos de mierda podrían seguirnos.- Dijo con tono molesto señalando el camino recorrido con el arma. Después se dirigió hacia Kalna y Rick.- ¿Podéis moveros? Esas heridas no tienen muy buen aspecto, joder-.
Tras esto Connor le echaría una rápida mirada de desprecio y enfado a Serena, antes de centrarse de nuevo en lo que tuvieran que decir el neoyorquino y la libense. Aún no se le había olvidado aquel tiro errado de la pelirroja, pero sabía que no era el momento de hablarlo. Ahora tocaba recuperar fuerzas y seguir corriendo hasta el torreón. <<El primer día... El puto primer día...>>. Pensó el motero mientras el peso de los acontecimientos iba aplastándole poco a poco.
- Trish
Ficha de cosechado
Nombre: Serena
Especie: Humana
Habilidades: Astucia, agilidad y habilidad manualPersonajes : Serena: humana (1,60 cm)
Unidades mágicas : 5/5
Re: Plaza de los Colaespina
17/07/23, 09:20 pm
Serena tenía una mínima esperanza de que nadie relacionara la lanza que había caído junto a Connor con ella, pero un par de segundos bastó para que esta se esfumara por completo. Incluso en mitad de la sorpresa y el miedo que flotaban en el ambiente no tardó en ser consciente de las miradas de reproche que estaba recibiendo, y si bien alguno de sus compañeros la miraba con simple confusión, otros como Kalna la estaban matando con la mirada.
—Oye, que solo intentaba ayud... —La frase se perdió en el aire cuando los gritos de Connor hicieron que se sobresaltara.
Abrió los ojos ante lo que estaba escuchando y no pudo evitar retroceder unos pasos a pesar de la distancia que la separaba del chico. Entendía que pudiera estar algo molesto por el error que había cometido, pero la ira de su mirada y la expresión de su rostro eran mucho más de lo que había podido imaginar. Vio de reojo cómo los demás cogían las cestas o distraían a las ratas y se odió a ella misma por quedarse paralizada sin hacer nada para ayudar. Sin embargo, Connor seguía observándola con ese odio y rencor en la mirada, hasta que volvió a dirigirse a ella con un vulgar insulto. «Si lo llego a saber intento que la lanza te caiga encima» pensó, tratando de transmitirle el mismo desprecio. Esta vez no iba a permitirse llorar, ya le había costado un corte en el pie en la última ocasión y no estaba dispuesta a volver a sentirse así de vulnerable, y menos aún en una situación como aquella. No hubiera tenido ningún problema en disculparse por el peligro que había generado, pero tras ver la reacción de Connor no pensaba acercarse a él.
En cuestión de segundos, sin embargo, cualquier pensamiento que pudiera seguir en su mente se desvaneció al escuchar que los gruñidos de las alimañas se multiplicaban con la llegada de tres nuevos enemigos. No es que subestimara el peligro de las primeras ratas, pero la llegada de los nuevos seres hacía que se sintiera mucho más amenazada. Sus ojos se detuvieron en un de ellos, quizá porque las alas de insecto que salían de la espalda de aquel monstruo conseguían que la imagen del ser fuera lo más escalofriante que había visto hasta el momento. Por suerte, no fue la única que pensó así, y por fin todos se pusieron de acuerdo en salir de allí cuanto antes.
Serena no dudó en comenzar a correr, sin encontrar problemas para situarse al principio del grupo al haber estado más alejada de la zona de las cestas. Agradeció que sus piernas respondieran sin ningún tipo de problema y se concentró en no dar ningún paso en falso y caer al suelo, lo cual no le hubiera sorprendido con la suerte que había tenido desde que había llegado. No fue consciente de lo que estaba pasando hasta que escuchó los primeros gritos de sus compañeros y se permitió un segundo para mirar hacia atrás y confirmar sus sospechas: las ratas habían iniciado una persecución y las espinas, que antes recorrían sus colas, salían disparadas hacia ellos sin ninguna tregua. Aumentó todavía más la velocidad, ignorando los pinchazos que le daba el pie y tratando de tener siempre a algún compañero detrás para que no le alcanzaran las espinas. Había podido ver a Kalna utilizando un escudo y a Connor desviando espinas con la maza, por lo que no le quedaba otra opción que aprovechar la defensa de sus compañeros.
Tras unos minutos huyendo, pararon de correr al asegurarse de que habían dejado atrás a las ratas. Serena se concedió unos instantes para recuperar el aliento y tranquilizarse, aprovechando para examinar su propio cuerpo y asegurarse de no estar herida. Pero la calma duró poco al observar a los demás y ver que no habían corrido la misma suerte que ella. La mayoría tenían multitud de cortes a lo largo del cuerpo, aunque tuvo que ahogar un grito y obligarse a disimular la reacción que le produjo observar las heridas de Kalna y Rick.
—¿Creéis que podéis seguir hasta el torreón? —preguntó tratando de apartar la vista de las heridas y la sangre—. Dejad que os ayudemos, no creo que sea muy buena idea quedarnos aquí.
—Oye, que solo intentaba ayud... —La frase se perdió en el aire cuando los gritos de Connor hicieron que se sobresaltara.
Abrió los ojos ante lo que estaba escuchando y no pudo evitar retroceder unos pasos a pesar de la distancia que la separaba del chico. Entendía que pudiera estar algo molesto por el error que había cometido, pero la ira de su mirada y la expresión de su rostro eran mucho más de lo que había podido imaginar. Vio de reojo cómo los demás cogían las cestas o distraían a las ratas y se odió a ella misma por quedarse paralizada sin hacer nada para ayudar. Sin embargo, Connor seguía observándola con ese odio y rencor en la mirada, hasta que volvió a dirigirse a ella con un vulgar insulto. «Si lo llego a saber intento que la lanza te caiga encima» pensó, tratando de transmitirle el mismo desprecio. Esta vez no iba a permitirse llorar, ya le había costado un corte en el pie en la última ocasión y no estaba dispuesta a volver a sentirse así de vulnerable, y menos aún en una situación como aquella. No hubiera tenido ningún problema en disculparse por el peligro que había generado, pero tras ver la reacción de Connor no pensaba acercarse a él.
En cuestión de segundos, sin embargo, cualquier pensamiento que pudiera seguir en su mente se desvaneció al escuchar que los gruñidos de las alimañas se multiplicaban con la llegada de tres nuevos enemigos. No es que subestimara el peligro de las primeras ratas, pero la llegada de los nuevos seres hacía que se sintiera mucho más amenazada. Sus ojos se detuvieron en un de ellos, quizá porque las alas de insecto que salían de la espalda de aquel monstruo conseguían que la imagen del ser fuera lo más escalofriante que había visto hasta el momento. Por suerte, no fue la única que pensó así, y por fin todos se pusieron de acuerdo en salir de allí cuanto antes.
Serena no dudó en comenzar a correr, sin encontrar problemas para situarse al principio del grupo al haber estado más alejada de la zona de las cestas. Agradeció que sus piernas respondieran sin ningún tipo de problema y se concentró en no dar ningún paso en falso y caer al suelo, lo cual no le hubiera sorprendido con la suerte que había tenido desde que había llegado. No fue consciente de lo que estaba pasando hasta que escuchó los primeros gritos de sus compañeros y se permitió un segundo para mirar hacia atrás y confirmar sus sospechas: las ratas habían iniciado una persecución y las espinas, que antes recorrían sus colas, salían disparadas hacia ellos sin ninguna tregua. Aumentó todavía más la velocidad, ignorando los pinchazos que le daba el pie y tratando de tener siempre a algún compañero detrás para que no le alcanzaran las espinas. Había podido ver a Kalna utilizando un escudo y a Connor desviando espinas con la maza, por lo que no le quedaba otra opción que aprovechar la defensa de sus compañeros.
Tras unos minutos huyendo, pararon de correr al asegurarse de que habían dejado atrás a las ratas. Serena se concedió unos instantes para recuperar el aliento y tranquilizarse, aprovechando para examinar su propio cuerpo y asegurarse de no estar herida. Pero la calma duró poco al observar a los demás y ver que no habían corrido la misma suerte que ella. La mayoría tenían multitud de cortes a lo largo del cuerpo, aunque tuvo que ahogar un grito y obligarse a disimular la reacción que le produjo observar las heridas de Kalna y Rick.
—¿Creéis que podéis seguir hasta el torreón? —preguntó tratando de apartar la vista de las heridas y la sangre—. Dejad que os ayudemos, no creo que sea muy buena idea quedarnos aquí.
No existen los finales felices; son espejismos. No te cuentan que siempre, al final, todos mueren.
- Sevent
Ficha de cosechado
Nombre: Abel
Especie: Humano español
Habilidades: Intuición, imaginación y velocidad
Personajes :
Abel: humano español (1,90m)
Unidades mágicas : 5/5
Armas :
Abel: su arrolladora personalidad
Re: Plaza de los Colaespina
18/07/23, 11:29 am
Las ratas parecían estar cada vez más alteradas, tirar la piedra no había sido la decisión más inteligente. En cualquier caso, la situación empeoró con creces cuando tres figuras misteriosas aparecieron en medio de la plaza. Abel se tensó y apretó con fuerza su arma, pensando enseguida que se tendrían que enfrentar a más enemigos. Sin embargo, cuando se dio cuenta del desagradable aspecto que tenían estos seres, se sobresaltó de tal forma que casi deja caer su espada en el sitio.
- ¿Qué… Qué son esas cosas? – preguntó totalmente perplejo y retrocediendo poco a poco, sin esperar respuesta alguna.
En cambio, fue Kalna la que se dirigió a él por un motivo totalmente diferente, la joven guerrera le pedía el escudo para defenderlos de las ratas monstruo. Abel se desprendió de este con suma facilidad, como si le estuviese ardiendo en las manos, lanzándolo hacia Kalna con vigor. No pudo discernir a donde había aterrizado el escudo, ya que inmediatamente había echado a correr sin mirar atrás, huyendo de los enemigos y encabezando junto con Serena, quien también había salido disparada, la retirada.
Inconscientemente, las lágrimas brotaron de sus ojos con intensidad, así como los mocos de sus orificios nasales. Por tanto, no podía ver con claridad hacia donde se dirigía. y sus veloces y amplios pasos también eran torpes y descontrolados, lo que casi provoca su caída en varias ocasiones. Todo ello empeoró cuando noto un dolor seco en el hombro derecho y, pocos segundos después, en el trozo de piel más cercano a su ojo izquierdo y en el dorso de la mano derecha. Primero, logró mirarse la mano y se sorprendió al ver una nueva raja llena de sangre que ahora la partía por la mitad. Alterado, inspeccionó su cara con su otra mano, manchándola con una mezcla de sangre y pelos sueltos.
El chico estaba aterrorizado y no entendió lo que estaba pasando hasta que inspeccionó su hombro y encontró la púa que tenía clavada en este; los monstruos no solo podían atacar con sus espinas, sino que también podían lanzarlas a distancia. ¿De verdad esta era la primera de sus pruebas? ¿Era su segundo día ahí y ya estaban siendo perseguidos y empalados por monstruos? La imagen de Ethan y Connor, los que se habían acercado más a la comida, siendo atravesados se le volvió a venir a la cabeza y su estomago fue invadido por unas fuertes ganas de vomitar. Se quiso girar para comprobar que estaban bien y que todas esas imaginaciones eran absurdas, pero había perdido el control de su cuerpo, que ahora solo le permitía correr y llorar.
Mientras corría no podía dejar de culparse, ya que siempre había deseado ir a un mundo mágico, abandonar la triste realidad de su hogar y vivir aventuras. De hecho, esa idea era la que había conseguido que saliese del torreón y estar allí, pero ahora se sentía tonto e infantil, ya que todo era tan diferente a como se lo había imaginado y desprovisto de la magia y la pasión propias de la ficción. En definitiva, se estaban jugando la vida y, con cada nueva espina que le hería o se clavaba en su piel, era más consciente de la terrorífica realidad a la que se enfrentaban.
No supo bien ni donde ni cuando, pero finalmente el grupo consiguió perder de vista a sus enemigos. Lo primero que Abel hizo al parar fue comprobar con elevada angustia sus heridas. Tenía bastantes, incluso pudo notar varias espinas clavadas en sus piernas y en sus antebrazos, pero, por suerte, no le hacían demasiado daño e incluso algunas de las púas estaban clavadas de forma tan superficial que cayeron sin necesidad de arrancarlas. Aun así, la visión de sus propias heridas y las de los demás le hacían tener escalofríos, ya que pudo comprobar que la mayor parte del grupo estaba en la misma situación, incluso el niño.
- Estamos bien... Creo - le contestó a Ethan sobre las heridas y también a Damian, ya que los tres se encontraban en la misma situación. Sin embargo, Abel, quien apenas podía hablar, no daba la sensación de ser el más confiable para comprobar la gravedad de las heridas.
Aunque estaba algo más tranquilo ahora que habían dado esquinazo a las ratas, las lagrimas se seguían deslizando de tanto en tanto por los ojos de Abel, sobre todo al ver la grave situación de Rick y Kalna. Finalmente, intentó respirar hondo para calmarse. Los resultados de dicho ejercicio no fueron los más exitosos esta vez, pero sí lo suficiente para poder ofrecerles ayuda.
- Pedidme lo que necesitéis… - dijo en voz muy baja, casi inaudible, mirando hacia los objetos que habían estado cargando estos dos hasta ahora.
Era perfectamente consciente de que Kalna estaba así por haberse quedado atrás para protegerlos a todos y no podía olvidar que Rick le había ayudado antes a cruzar el puente y que siempre había sido amable con él. Aun estando emocionalmente tan mal, no quería centrarse solo en sus problemas y dejar de lado a dos compañeros que habían hecho tanto por el grupo.
Con la mala pinta que tenían esas heridas, no estaba seguro ni de que sus dos compañeros estuviesen en condiciones de llegar al torreón. De hecho, estaba de acuerdo con Connor y Serena en que no podían quedarse allí mucho tiempo más, por lo que tenían que hacer todo lo posible para agilizar la marcha y hacer lo posible por ayudarles, no quería ni pensar en lo que podría ocurrir si las ratas los alcanzaban. Así que, a pesar de estar visiblemente afectado y constantemente al borde del llanto, no iba a permitirse detenerse ahora.
- ¿Qué… Qué son esas cosas? – preguntó totalmente perplejo y retrocediendo poco a poco, sin esperar respuesta alguna.
En cambio, fue Kalna la que se dirigió a él por un motivo totalmente diferente, la joven guerrera le pedía el escudo para defenderlos de las ratas monstruo. Abel se desprendió de este con suma facilidad, como si le estuviese ardiendo en las manos, lanzándolo hacia Kalna con vigor. No pudo discernir a donde había aterrizado el escudo, ya que inmediatamente había echado a correr sin mirar atrás, huyendo de los enemigos y encabezando junto con Serena, quien también había salido disparada, la retirada.
Inconscientemente, las lágrimas brotaron de sus ojos con intensidad, así como los mocos de sus orificios nasales. Por tanto, no podía ver con claridad hacia donde se dirigía. y sus veloces y amplios pasos también eran torpes y descontrolados, lo que casi provoca su caída en varias ocasiones. Todo ello empeoró cuando noto un dolor seco en el hombro derecho y, pocos segundos después, en el trozo de piel más cercano a su ojo izquierdo y en el dorso de la mano derecha. Primero, logró mirarse la mano y se sorprendió al ver una nueva raja llena de sangre que ahora la partía por la mitad. Alterado, inspeccionó su cara con su otra mano, manchándola con una mezcla de sangre y pelos sueltos.
El chico estaba aterrorizado y no entendió lo que estaba pasando hasta que inspeccionó su hombro y encontró la púa que tenía clavada en este; los monstruos no solo podían atacar con sus espinas, sino que también podían lanzarlas a distancia. ¿De verdad esta era la primera de sus pruebas? ¿Era su segundo día ahí y ya estaban siendo perseguidos y empalados por monstruos? La imagen de Ethan y Connor, los que se habían acercado más a la comida, siendo atravesados se le volvió a venir a la cabeza y su estomago fue invadido por unas fuertes ganas de vomitar. Se quiso girar para comprobar que estaban bien y que todas esas imaginaciones eran absurdas, pero había perdido el control de su cuerpo, que ahora solo le permitía correr y llorar.
Mientras corría no podía dejar de culparse, ya que siempre había deseado ir a un mundo mágico, abandonar la triste realidad de su hogar y vivir aventuras. De hecho, esa idea era la que había conseguido que saliese del torreón y estar allí, pero ahora se sentía tonto e infantil, ya que todo era tan diferente a como se lo había imaginado y desprovisto de la magia y la pasión propias de la ficción. En definitiva, se estaban jugando la vida y, con cada nueva espina que le hería o se clavaba en su piel, era más consciente de la terrorífica realidad a la que se enfrentaban.
No supo bien ni donde ni cuando, pero finalmente el grupo consiguió perder de vista a sus enemigos. Lo primero que Abel hizo al parar fue comprobar con elevada angustia sus heridas. Tenía bastantes, incluso pudo notar varias espinas clavadas en sus piernas y en sus antebrazos, pero, por suerte, no le hacían demasiado daño e incluso algunas de las púas estaban clavadas de forma tan superficial que cayeron sin necesidad de arrancarlas. Aun así, la visión de sus propias heridas y las de los demás le hacían tener escalofríos, ya que pudo comprobar que la mayor parte del grupo estaba en la misma situación, incluso el niño.
- Estamos bien... Creo - le contestó a Ethan sobre las heridas y también a Damian, ya que los tres se encontraban en la misma situación. Sin embargo, Abel, quien apenas podía hablar, no daba la sensación de ser el más confiable para comprobar la gravedad de las heridas.
Aunque estaba algo más tranquilo ahora que habían dado esquinazo a las ratas, las lagrimas se seguían deslizando de tanto en tanto por los ojos de Abel, sobre todo al ver la grave situación de Rick y Kalna. Finalmente, intentó respirar hondo para calmarse. Los resultados de dicho ejercicio no fueron los más exitosos esta vez, pero sí lo suficiente para poder ofrecerles ayuda.
- Pedidme lo que necesitéis… - dijo en voz muy baja, casi inaudible, mirando hacia los objetos que habían estado cargando estos dos hasta ahora.
Era perfectamente consciente de que Kalna estaba así por haberse quedado atrás para protegerlos a todos y no podía olvidar que Rick le había ayudado antes a cruzar el puente y que siempre había sido amable con él. Aun estando emocionalmente tan mal, no quería centrarse solo en sus problemas y dejar de lado a dos compañeros que habían hecho tanto por el grupo.
Con la mala pinta que tenían esas heridas, no estaba seguro ni de que sus dos compañeros estuviesen en condiciones de llegar al torreón. De hecho, estaba de acuerdo con Connor y Serena en que no podían quedarse allí mucho tiempo más, por lo que tenían que hacer todo lo posible para agilizar la marcha y hacer lo posible por ayudarles, no quería ni pensar en lo que podría ocurrir si las ratas los alcanzaban. Así que, a pesar de estar visiblemente afectado y constantemente al borde del llanto, no iba a permitirse detenerse ahora.
Ven conmigo,Ven conmigo por la ciudad,ven conmigo, desatemos un vendaval, esta noche, no me importa lo que dirán
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Plaza de los Colaespina
18/07/23, 05:54 pm
Desgraciadamente, esa vez no había conseguido que Damian le hiciese caso y el pequeño le había seguido demasiado de cerca. Le tendió una de las cestas de todas formas: no era momento para reprender a nadie. Connor no parecía pensar lo mismo que él y estaba tratando de gritarle a Serena por su imprudencia con la lanza. No es que no entendiese el enfado del humano, pero más gritos y detenerse en algo que no fuera coger las cestas y salir huyendo le parecía que sobraba por completo.
Los roedores con espinas parecían empezar a agitarse y su plan solo había funcionado con algunos de ellos, por desgracia. Rägjynn tuvo que tomar un momento para sujetar su hakama en los agujeros de los laterales y esperar que no se soltasen de ahí, listo para echar a correr en cuanto fuese necesario. Como tenía aquellas ropas desde hacía poco tiempo no había pensado hasta ese momento en el uso de dichos agujeros. La camiseta le abultaba sobre el pecho completamente fuera de su sitio y medio abierta, pero no se iba a parar a colocarla aunque pudiera ser incómodo y quizás entorpecerle.
—No te detengas, Damian, ya te alcanz… —le estaba diciendo al pequeño mientras se colocaba el hakama torpemente, teniendo que maniobrar con las cestas en la mano.
Se vio interrumpido por voces. Si su especie hubiera tenido orejas estas se habrían levantado ante una repentina conversación en la distancia que no esperaba en absoluto. Tres voces que decían cosas que no tenían demasiado sentido para él se aproximaban, y no pudo evitar girarse para observar a sus dueños. Tres personas muy extrañas, una de ellas de enorme tamaño y aspecto muy intimidante, seguida de otro que tal vez si no fuese por el agravio comparativo podría pensar lo mismo de él, y un tercero que parecía alguna clase de insecto gigante… Tal vez si no estuviesen en la situación en la que estaban le habría llamado mucho más la atención la mención a la magia, o al hecho de que parecía que estaban finalmente encontrando a más habitantes de aquella ciudad. Pero los desconocidos, que no estaba haciendo ningún amago de dirigirse hacia ellos, no venían solos: más de aquellos “colapesina” como los habían llamado les acompañaban. Muchas más de las que habían estado tratando de evitar hasta ese momento.
El mjörní observó horrorizado a sus compañeros antes de empezar a correr en dirección contraria. Nadie parecía necesitar que le dijesen lo obvio. Una vez más un sonido le hizo ponerse en alerta: lo que parecía alguna clase de proyectil atravesando el aire a gran velocidad. Rägjynn no sabría cómo lo hizo, pero se apartó justo a tiempo para evitar que una de aquellas espinas atravesase el costado de su caja torácica. Girándose para ver el terrible espectáculo de proyectiles que aquellas criaturas les estaban disparando, alzó una de las cestas sobre su cara, logrando una vez más por una suerte que no se creía ni él que la espina dirigida a aquella zona se topase con el mimbre de la cesta, encajándose en ella y evitando que se dañase. No era su intención quedarse para poner a prueba su suerte, aunque tuvo que detenerse de nuevo cuando empezó a escuchar los gritos de sus compañeros, y particularmente de Damian que le seguía muy de cerca.
—¡Oh, no! ¡No te pares si puedes, Damian! ¡Te quitaremos esa espina cuando estemos lejos de aquí! ¿Puedes seguir, verdad?
Él mismo se habría ocupado de ayudar al pequeño a moverse, pero no podía porque cargaba con la comida.
Para mayor desgracia, su suerte no se había extendido precisamente al resto de sus compañeros, y la mayoría estaban siendo alcanzados también por diversas espinas. El mjörní estaba muy preocupado por ellos, pero sabía que necesitaban alejarse de allí lo antes posible o no iban a acabar solo con espinas clavadas. Alguna de ellas se clavó en las anchas mangas de su haori o le rozaron sus escamas en varios puntos de su cuerpo, provocándole tan solo rasguños. Algunos sangraban un poco, pero estaba en perfectas condicione si lo comparaba con los daños que habían recibido la mayoría.
Finalmente detuvieron su carrera. Rägjynn podía aguantar un rato corriendo sin cansarse demasiado, pero cargaba con dos cestas a rebosar de comida y además habían forzado considerablemente la marcha para alejarse lo más posible de aquellos peligrosos colaespinas. Por ello también jadeaba considerablemente y agradeció que detuviesen su carrera. Ese sentimiento fue sustituido de inmediato de nuevo por la preocupación, sobre todo en cuanto Ethan comenzó a preguntar por la gravedad de las heridas que tenían.
Connor y Serena eran los únicos que parecían haber salido prácticamente ilesos: la visión de la sangre proveniente de las heridas producidas por aquellas terribles espinas que se habían clavado sobre todo en brazos y piernas de los demás le estaba mareando un poco. Empezaba a hiperventilar, y se tuvo que decir a sí mismo que, por lo menos, nadie estaba herido en ningún punto vital y que todos habían sido capaces de salir corriendo de allí.
—S… Sí, Damian —se acercó al pequeño, a quien Ethan estaba intentando animar y dar indicaciones en ese momento. Su intención era, simplemente, que como el niño parecía escucharle a él más que a otros, hiciese caso de lo que le decían—. Seguro que Connor puede llevarte si lo necesitas. Por lo menos, dale tu cesta a él —le pediría.
No tenía sentido que el niño, estando herido, cargase con una cesta cuando había personas que estaban prácticamente ilesas.
—¿Y vosotros? —se giró hacia Ethan primero que era el más cercano, pasando por Abel y, finalmente, las dos personas que más heridas mostraban—. Rick, Kalna… ¿Necesitáis ayuda?
Se mordió el labio con impotencia: una vez más estaba pensando en lo útil que sería poder curarse con magia en ese momento. Si alguien se encontraba lo bastante cerca podría oírle murmurar algo inteligible que pronto moriría por completo en su garganta: ni siquiera podía empezar a intentarlo porque no recordaba su propio idioma.
Los roedores con espinas parecían empezar a agitarse y su plan solo había funcionado con algunos de ellos, por desgracia. Rägjynn tuvo que tomar un momento para sujetar su hakama en los agujeros de los laterales y esperar que no se soltasen de ahí, listo para echar a correr en cuanto fuese necesario. Como tenía aquellas ropas desde hacía poco tiempo no había pensado hasta ese momento en el uso de dichos agujeros. La camiseta le abultaba sobre el pecho completamente fuera de su sitio y medio abierta, pero no se iba a parar a colocarla aunque pudiera ser incómodo y quizás entorpecerle.
—No te detengas, Damian, ya te alcanz… —le estaba diciendo al pequeño mientras se colocaba el hakama torpemente, teniendo que maniobrar con las cestas en la mano.
Se vio interrumpido por voces. Si su especie hubiera tenido orejas estas se habrían levantado ante una repentina conversación en la distancia que no esperaba en absoluto. Tres voces que decían cosas que no tenían demasiado sentido para él se aproximaban, y no pudo evitar girarse para observar a sus dueños. Tres personas muy extrañas, una de ellas de enorme tamaño y aspecto muy intimidante, seguida de otro que tal vez si no fuese por el agravio comparativo podría pensar lo mismo de él, y un tercero que parecía alguna clase de insecto gigante… Tal vez si no estuviesen en la situación en la que estaban le habría llamado mucho más la atención la mención a la magia, o al hecho de que parecía que estaban finalmente encontrando a más habitantes de aquella ciudad. Pero los desconocidos, que no estaba haciendo ningún amago de dirigirse hacia ellos, no venían solos: más de aquellos “colapesina” como los habían llamado les acompañaban. Muchas más de las que habían estado tratando de evitar hasta ese momento.
El mjörní observó horrorizado a sus compañeros antes de empezar a correr en dirección contraria. Nadie parecía necesitar que le dijesen lo obvio. Una vez más un sonido le hizo ponerse en alerta: lo que parecía alguna clase de proyectil atravesando el aire a gran velocidad. Rägjynn no sabría cómo lo hizo, pero se apartó justo a tiempo para evitar que una de aquellas espinas atravesase el costado de su caja torácica. Girándose para ver el terrible espectáculo de proyectiles que aquellas criaturas les estaban disparando, alzó una de las cestas sobre su cara, logrando una vez más por una suerte que no se creía ni él que la espina dirigida a aquella zona se topase con el mimbre de la cesta, encajándose en ella y evitando que se dañase. No era su intención quedarse para poner a prueba su suerte, aunque tuvo que detenerse de nuevo cuando empezó a escuchar los gritos de sus compañeros, y particularmente de Damian que le seguía muy de cerca.
—¡Oh, no! ¡No te pares si puedes, Damian! ¡Te quitaremos esa espina cuando estemos lejos de aquí! ¿Puedes seguir, verdad?
Él mismo se habría ocupado de ayudar al pequeño a moverse, pero no podía porque cargaba con la comida.
Para mayor desgracia, su suerte no se había extendido precisamente al resto de sus compañeros, y la mayoría estaban siendo alcanzados también por diversas espinas. El mjörní estaba muy preocupado por ellos, pero sabía que necesitaban alejarse de allí lo antes posible o no iban a acabar solo con espinas clavadas. Alguna de ellas se clavó en las anchas mangas de su haori o le rozaron sus escamas en varios puntos de su cuerpo, provocándole tan solo rasguños. Algunos sangraban un poco, pero estaba en perfectas condicione si lo comparaba con los daños que habían recibido la mayoría.
Finalmente detuvieron su carrera. Rägjynn podía aguantar un rato corriendo sin cansarse demasiado, pero cargaba con dos cestas a rebosar de comida y además habían forzado considerablemente la marcha para alejarse lo más posible de aquellos peligrosos colaespinas. Por ello también jadeaba considerablemente y agradeció que detuviesen su carrera. Ese sentimiento fue sustituido de inmediato de nuevo por la preocupación, sobre todo en cuanto Ethan comenzó a preguntar por la gravedad de las heridas que tenían.
Connor y Serena eran los únicos que parecían haber salido prácticamente ilesos: la visión de la sangre proveniente de las heridas producidas por aquellas terribles espinas que se habían clavado sobre todo en brazos y piernas de los demás le estaba mareando un poco. Empezaba a hiperventilar, y se tuvo que decir a sí mismo que, por lo menos, nadie estaba herido en ningún punto vital y que todos habían sido capaces de salir corriendo de allí.
—S… Sí, Damian —se acercó al pequeño, a quien Ethan estaba intentando animar y dar indicaciones en ese momento. Su intención era, simplemente, que como el niño parecía escucharle a él más que a otros, hiciese caso de lo que le decían—. Seguro que Connor puede llevarte si lo necesitas. Por lo menos, dale tu cesta a él —le pediría.
No tenía sentido que el niño, estando herido, cargase con una cesta cuando había personas que estaban prácticamente ilesas.
—¿Y vosotros? —se giró hacia Ethan primero que era el más cercano, pasando por Abel y, finalmente, las dos personas que más heridas mostraban—. Rick, Kalna… ¿Necesitáis ayuda?
Se mordió el labio con impotencia: una vez más estaba pensando en lo útil que sería poder curarse con magia en ese momento. Si alguien se encontraba lo bastante cerca podría oírle murmurar algo inteligible que pronto moriría por completo en su garganta: ni siquiera podía empezar a intentarlo porque no recordaba su propio idioma.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carismaPersonajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Plaza de los Colaespina
18/07/23, 07:46 pm
El destino estaba a punto de reírse del neoyorquino por su deseo.
Tenían todas las cestas, solo quedaba huir con cuanto antes de aquella plaza. Entendía completamente el enfado de Connor con Serena, pero esa discusión podían tenerla de camino o cuando llegaran al refugio. Lo importante era irse. Sin embargo, antes de que pudiera dar los primeros pasos por el camino de vuelta, otros ruidos llamaron la atención del chico. Con los ojos abiertos de par en par y un miedo creciendo a pasos agigantados por lo que estaba viendo, dejó escapar: -No me jodas...- Un grupo tan o más grande de ratas estaban acercándose, aunque lo más extraño eran las tres figuras que iban delante. Ninguna parecía ni humana ni de la especie de alguno de sus compañeros, parecían monstruos sacados de alguna pesadilla. Se puso en tensión con la llegada de todos ambos, pero cuando hablaron Rick entendió que no parecían ser hostiles. Las ratas en cambio no frenaban. -¡Vámonos! ¡Ya!- gritó una última vez antes de echar a correr. Lo poco que llegó a escuchar antes de salir de la plaza lo guardaría en su memoria para más tarde. No sabía a qué se referían con "intervención", pero ahora mismo no tenía tiempo para pensarlo.
En la persecución no miró atrás en ningún momento. Solo serviría para que se pusiera más nervioso si veía que se acercaban. De momento los chillidos de las alimañas venían de detrás y a cierta distancia, pero no podían bajar el ritmo. Corría con todas sus fuerzas, agarrando firmemente las cestas para que no se cayeran por el camino. El corazón le latía con fuerza y luchaba para que su respiración se mantuviera estable. Si iban a tener que correr mucho rato, lo necesitaba.
Todo parecía ir bien (dentro de la situación, que no era buena precisamente), hasta que unos silbidos comenzaron a llegar por su espalda. Una la vio volar por encima de él y fue lo que confirmo para su desgracia las sospechas de él y las suyas. La púas de esos bichos eran un arma a distancia. Con un solo escudo estaban en una mala posición. Horrorizado ante los lanzamientos que no paraban de llegar siguió corriendo con la cabeza algo gacha, por si acaso. No sirvió de nada.
Un dolor punzante y repentino atacó su brazo izquierdo, con tanta fuerza que soltó la cesta que llevaba al instante. -¡AH!- gritó del dolor llevando instintivamente el otro brazo hacia la herida, sin poder agarrarla al tener la mano ocupada. La cesta hizo también ruido al chocar con el suelo, desperdigando todo su contenido mezclado. El impacto hizo que por unos segundos bajara la velocidad del neoyorquino. Error. Otra espina se clavó en su gemelo derecho por culpa de ello, aunque esta vez ahogo el grito en un quejido menos sonoro. -(Joder)- La comida que había perdido le dolía, las espinas también, pero si no era fuerte ahora todo iría a peor. Y no pensaba morir allí.
Con todas las fuerzas que pudo, ignoró los pinchazos y corrió con todas sus fuerzas. No tenía claro hacia donde iba, solo seguía a los que iban delante. La adrenalina le hizo ignorar los pequeños cortes que le llegaban desde atrás y los gritos del resto al correr su misma suerte. Solo tenía un objetivo: escapar, llegar al puente, al torreón, a cualquier sitio que fuera seguro.
No tenía claro cuanto pasó, pero cruzaron el puente y poco después pararon. Rick estaba hecho polvo de la carrera, casi sin aliento por todo el esfuerzo. Soltó las cestas en el suelo entre jadeos, llevándose las manos al estómago mientras recuperaba el aire. No tardó demasiado y entonces fue a comprobar sus heridas. La gabardina tenía cortes aquí y allá, aunque lo preocupante era la mancha de sangre que se estaba formando poco a poco en la manga izquierda. Se centró en la púa que tenía en la pierna. Se mentalizó antes de acercar la mano a ella y apretar los dientes. Después la sacó de un tirón, mitigando un pequeño quejido. Había notado que no se había clavado demasiado y tenía que comprobar una cosa más. Miró la punta, por si había algo más aparte de su sangre. No era el caso, por suerte. -(Al menos no parece que sean venenosas)- pensó un poco aliviado y la tiró a un lado.
El neoyorquino se permitió entonces centrarse en el grupo, también porque la mayoría lo estaba mirando a él y a Kalna. Era una vista lamentable ver a la mayoría con espinas clavadas. Las que más le dieron un vuelco al corazón fueron las de Damian, porque un niño hubiera tenido que pasar por eso, y Kalna, que sus piernas tenían tan buen aspecto como su propio brazo. Fue mirando a cada uno que le preguntó, con una levísima sonrisa para realzar su respuesta: -Estoy bien, puedo seguir hasta el torreón. No me voy a morir por esto, tranquilos.- El tono era neutro, con la pizca justa de seguridad (la poca que le quedaba) para intentar calmar la preocupación que pudieran tener. En cuanto llegara tendría que buscar algo con lo que curarse sobre todo la herida del brazo, pero dentro de todo lo malo seguían todos con vida. Al ofrecimiento de Abel contestó: -Puedo con una, pero estaría más seguro si alguien lleva la otra cesta. Solo si podéis con ella, no os esforcéis de más.-
-¿Estáis bien los demás?- preguntó aún cuando ya se había hecho y podía ver como estaban. Quería asegurarse del todo. -Si os hace falta descansar un momento no tengo problema en esperar, pero tendríamos que seguir pronto- dijo dándole la razón a Serena y Connor. No lo parecía, pero hasta que no estuvieran en el torreón todavía podía darse la mala suerte de que las ratas volvieran.
Tenían todas las cestas, solo quedaba huir con cuanto antes de aquella plaza. Entendía completamente el enfado de Connor con Serena, pero esa discusión podían tenerla de camino o cuando llegaran al refugio. Lo importante era irse. Sin embargo, antes de que pudiera dar los primeros pasos por el camino de vuelta, otros ruidos llamaron la atención del chico. Con los ojos abiertos de par en par y un miedo creciendo a pasos agigantados por lo que estaba viendo, dejó escapar: -No me jodas...- Un grupo tan o más grande de ratas estaban acercándose, aunque lo más extraño eran las tres figuras que iban delante. Ninguna parecía ni humana ni de la especie de alguno de sus compañeros, parecían monstruos sacados de alguna pesadilla. Se puso en tensión con la llegada de todos ambos, pero cuando hablaron Rick entendió que no parecían ser hostiles. Las ratas en cambio no frenaban. -¡Vámonos! ¡Ya!- gritó una última vez antes de echar a correr. Lo poco que llegó a escuchar antes de salir de la plaza lo guardaría en su memoria para más tarde. No sabía a qué se referían con "intervención", pero ahora mismo no tenía tiempo para pensarlo.
En la persecución no miró atrás en ningún momento. Solo serviría para que se pusiera más nervioso si veía que se acercaban. De momento los chillidos de las alimañas venían de detrás y a cierta distancia, pero no podían bajar el ritmo. Corría con todas sus fuerzas, agarrando firmemente las cestas para que no se cayeran por el camino. El corazón le latía con fuerza y luchaba para que su respiración se mantuviera estable. Si iban a tener que correr mucho rato, lo necesitaba.
Todo parecía ir bien (dentro de la situación, que no era buena precisamente), hasta que unos silbidos comenzaron a llegar por su espalda. Una la vio volar por encima de él y fue lo que confirmo para su desgracia las sospechas de él y las suyas. La púas de esos bichos eran un arma a distancia. Con un solo escudo estaban en una mala posición. Horrorizado ante los lanzamientos que no paraban de llegar siguió corriendo con la cabeza algo gacha, por si acaso. No sirvió de nada.
Un dolor punzante y repentino atacó su brazo izquierdo, con tanta fuerza que soltó la cesta que llevaba al instante. -¡AH!- gritó del dolor llevando instintivamente el otro brazo hacia la herida, sin poder agarrarla al tener la mano ocupada. La cesta hizo también ruido al chocar con el suelo, desperdigando todo su contenido mezclado. El impacto hizo que por unos segundos bajara la velocidad del neoyorquino. Error. Otra espina se clavó en su gemelo derecho por culpa de ello, aunque esta vez ahogo el grito en un quejido menos sonoro. -(Joder)- La comida que había perdido le dolía, las espinas también, pero si no era fuerte ahora todo iría a peor. Y no pensaba morir allí.
Con todas las fuerzas que pudo, ignoró los pinchazos y corrió con todas sus fuerzas. No tenía claro hacia donde iba, solo seguía a los que iban delante. La adrenalina le hizo ignorar los pequeños cortes que le llegaban desde atrás y los gritos del resto al correr su misma suerte. Solo tenía un objetivo: escapar, llegar al puente, al torreón, a cualquier sitio que fuera seguro.
No tenía claro cuanto pasó, pero cruzaron el puente y poco después pararon. Rick estaba hecho polvo de la carrera, casi sin aliento por todo el esfuerzo. Soltó las cestas en el suelo entre jadeos, llevándose las manos al estómago mientras recuperaba el aire. No tardó demasiado y entonces fue a comprobar sus heridas. La gabardina tenía cortes aquí y allá, aunque lo preocupante era la mancha de sangre que se estaba formando poco a poco en la manga izquierda. Se centró en la púa que tenía en la pierna. Se mentalizó antes de acercar la mano a ella y apretar los dientes. Después la sacó de un tirón, mitigando un pequeño quejido. Había notado que no se había clavado demasiado y tenía que comprobar una cosa más. Miró la punta, por si había algo más aparte de su sangre. No era el caso, por suerte. -(Al menos no parece que sean venenosas)- pensó un poco aliviado y la tiró a un lado.
El neoyorquino se permitió entonces centrarse en el grupo, también porque la mayoría lo estaba mirando a él y a Kalna. Era una vista lamentable ver a la mayoría con espinas clavadas. Las que más le dieron un vuelco al corazón fueron las de Damian, porque un niño hubiera tenido que pasar por eso, y Kalna, que sus piernas tenían tan buen aspecto como su propio brazo. Fue mirando a cada uno que le preguntó, con una levísima sonrisa para realzar su respuesta: -Estoy bien, puedo seguir hasta el torreón. No me voy a morir por esto, tranquilos.- El tono era neutro, con la pizca justa de seguridad (la poca que le quedaba) para intentar calmar la preocupación que pudieran tener. En cuanto llegara tendría que buscar algo con lo que curarse sobre todo la herida del brazo, pero dentro de todo lo malo seguían todos con vida. Al ofrecimiento de Abel contestó: -Puedo con una, pero estaría más seguro si alguien lleva la otra cesta. Solo si podéis con ella, no os esforcéis de más.-
-¿Estáis bien los demás?- preguntó aún cuando ya se había hecho y podía ver como estaban. Quería asegurarse del todo. -Si os hace falta descansar un momento no tengo problema en esperar, pero tendríamos que seguir pronto- dijo dándole la razón a Serena y Connor. No lo parecía, pero hasta que no estuvieran en el torreón todavía podía darse la mala suerte de que las ratas volvieran.
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