Biblioteca Mágica

La bruja escuchó los aportes de los demás poco convencida del éxito de su empresa, pero colapsó cuando volvió a intervenir Saria. "Nos viene grande a todos, cariño". Le dio miedo. Se lanzó a un bucle de pensamientos enfrentados. Tanto temor le inspiraba aquella situación, aquellas palabras, como rabia le daba estar cerca de lo que había matado a Marsi y no poder hacer nada. <<¿Solo podemos sobrevivir y esperar?>> No quería rendirse tan rápido, pero los demás se volcaron en las ideas de hablar con los veteranos así como en diseñar alguna forma de comunicación más eficaz. <<No es rendirse, es... es aceptar que es demasiado>>

Suspiró antes de hacer su último aporte. Todavía tenía mucho que gestionar al respecto, pero podía agarrarse a la recomendación de su amiga. Podía hacer algo más útil que enrabietarse por no poder llegar al fondo de la "investigación" que ni el Consejo sabía cómo llevar.

—Yo me llevo más o menos bien con un veterano libense y no sé los detalles concretos pero su mundo tiene una especie de alianza con nosotros. Le podemos preguntar en las dragoneras, —y luego miró a Kin antes de añadir—:que yo también me apunté y él estará por allí.

Archime no comprendió por qué Evelhan se enfadaba, pero como siempre otros se encargaron de decirle lo correcto, o al menos el kairós confiaba en el criterio de sus amigos para aquella clase de situaciones. Asintió a Saria Omen cuando esta dio por terminada aquella reunión y se mostró de acuerdo con lo que propuso.
—Si los mercenarios de la brecha se encuentran allí, avisadme mediante las estirges y apareceré el día de las obras en las dragoneras para hablar con ellos.
El grupo terminó de ponerse de acuerdo en los detalles acerca de cómo proceder antes de abandonar, finalmente, la biblioteca. El kairós esperó unos instantes, los necesarios para hacer coincidir los tempos, y regresó a la clínica.

Sigue en la Clínica y taller de biomecánica.

La biblioteca de Serpentaria era útil para muchas cosas, pero no le había sido de mucha ayuda para encontrar algo que le sirviese para solucionar los problemas que aún tenían en la plantación del Macetero. Se las iban apañando, pero la falta de experiencia de todos los implicados les pasaba factura y todavía había muchas cosas que investigar al respecto. Así pues, con esa intención se dirigió a la biblioteca aquel día, con algunos apuntes acerca de lo que necesitaba en su cuaderno.
No veía a Biblios por ningún lado y hablar con aquel fantasma siempre era una lotería de todas formas: a veces era de gran ayuda, otras no había forma de darle sentido a sus desvaríos. La idrina comenzó a vagar por los estantes, tratando de suponer en qué parte de la biblioteca podría encontrar lo que buscaba y fijándose principalmente en las letras de los lomos, buscando rocavarancolés en ellos. Cuando traspasó la burbuja de silencio miró a su alrededor, confusa, durante unos instantes. Enseguida se dio cuenta de lo que había sucedido, y especialmente al escuchar aquella música que provenía del pasillo de al lado. ¿Sería Biblios, que ese día se le había dado por aquello? Bueno, quizás fuese su oportunidad de preguntarle sobre dónde encontrar información acerca de magia para cultivos. Y, además, la música no sonaba mal…

Su segunda sorpresa fue casi mayor que la primera, aunque también se recompuso rápido de esta. Desde luego no hubiese podido afirmar con seguridad de que iba a encontrarse al bibliotecario, pero tampoco esperaba que, tras doblar una de las estanterías para cambiar de pasillo, vería al hado infernal sentado a una mesa con una buena pila de libros y un aparato que parecía ser de donde salía la música. Tímidamente se acercó, ya que aunque no quería molestarle si estaba estudiando algo, la había visto.
—Hola, Vac —saludó con un gesto mientras se acercaba a la mesa, un tanto nerviosa—. Me llamó la atención la música y pensé que quizás era Biblios… —explicó con una pequeña risa—. ¿Qué tal?

Vac se había atrincherado en una de las mesas más apartadas de la biblioteca tras un montón de libros, levantando una burbuja de silencio a su alrededor para no perturbar a nadie con la música que salía de su reproductor. La repentina ola de quejas de sus clientes le había obligado a retirar el polvo de sus alas del mercado, pues al parecer había dejado de funcionar correctamente, y esto, sumado a los problemas de sueño que aquejaban a la ciudad, le había empujado a iniciar una investigación por su cuenta. No sabía que estaba buscando exactamente, pero por el momento se centraba en magia del sueño y tratados raros de alquimia suponiendo que en algún tomo se hablaría sobre ingredientes defectuosos. Después de horas de trabajo, sin embargo, estaba igual de perdido que al principio de todo y solo había sacado en claro que los bezoares no eran fiables al cien por cien.

El griego, exhausto, apartó la mirada de la receta que había empezado a bailar frente a sus ojos y se reclinó en su asiento, pellizcándose el puente de la nariz con expresión de agotamiento. Al igual que sus conciudadanos tenía problemas para dormir bien, pero su trabajo le obligaba a pasar muchas noches en la ciudad y no podía escaparse a descansar a algún mundo vinculado tanto como le gustaría. Llevaba más de tres días sin poner un pie en la explanada de los portales y los hechizos de vela empezaban a no ser suficiente para mantenerlo en pie, pero por suerte le quedaba el café. A aquellas alturas era lo único que impedía que se fuera durmiendo por las esquinas.

La música flotaba en el aire, acunándolo suavemente, y durante unos instantes se ensimismó por completo en ella, pero la inesperada aparición de una conocida lo devolvió a la realidad.
—Buenos días, Irianna —respondió con una media sonrisa, devolviéndole el saludo con un gesto de la mano—. ¿O son tardes ya... ? Lo cierto es que no se ni que hora es —rió con suavidad. El comentario sobre la música lo animó bastante—. Dudo que Biblios sepa de algo que no sean libros —comentó en tono jocoso—. ¿Te gusta el jazz? Es un género musical originario de mi planeta... aunque en Varmania tienen algo parecido —añadió pensativo, tamborileando con los dedos sobre el lomo de un grimorio—. Yo estoy bien, por cierto, que me voy por las ramas. ¿Tu que tal? —preguntó a su vez, acodándose en la mesa y apoyando la barbilla sobre una de sus manos—. ¿Estás buscando algún libro en particular o no has venido con nada en mente?

—Pues ni lo uno ni lo otro: es aproximadamente mediodía —respondió a su pregunta sobre la hora riéndose levemente también. A juzgar por la cantidad de libros y su aparente desorientación, la idrina supuso que el hado infernal había perdido la noción del tiempo leyendo. No le resultaba un concepto ajeno en absoluto—. Sí, nosotros también tenemos música muy parecida en Idris —respondió a continuación a su pregunta—. Un poco cansada, pero bien —añadió tras la siguiente cuestión—. Lo que estoy buscando tiene bastante que ver, de hecho. Estoy aquí por trabajo. Creo que Jack y tú os conocéis... ¿No es así? —Se había dado cuenta de pronto del detalle y había hecho un breve gesto de comprensión repentina—. Estoy trabajando en su plantación junto a dos compañeros sinhadres míos y... bueno, imagino que ya debes saber sobre ello, pero está siendo bastante duro. —Dejó escapar una leve risa cansada antes de continuar—. Estaba intentando buscar un libro que nos pudiese ayudar. Cualquier cosa acerca de mantener plantaciones mágicas... No es fácil replicar el trabajo de un antiguo miembro del Consejo que además era un brujo de algún tipo de plantas, por lo que tengo entendido. En comparación, trabajar con dama Diurna en su investigación sobre Krabelin es un completo descanso.
La nebulomante volvió a reír levemente con un claro deje de cansancio, siendo consciente en aquel momento de que tal vez había monologado demasiado, pero posiblemente disculparse tan solo haría la situación más incómoda, por lo que simplemente decidió esperar a que el hado hablase. La lacustre se había acercado un poco más a la mesa, aunque seguía de pie al otro lado de donde se encontraba sentado Vac.

Vac sonrió al saber que en Idris tenían un estilo de música similar, apuntándose mentalmente la tarea de revisar los distintos géneros musicales de aquel mundo vinculado. Conocía a Vivia desde hacía mucho tiempo y también había tratado con Saren, pero lo cierto era que no les había preguntado al respecto y se reprendió por ello. La mención a Jack, sin embargo, lo devolvió al momento presente.
—Si, compartimos cosecha... —respondió a medias, prestando atención a las palabras de la muchacha.

Estaba al tanto de los problemas que tenía el vampiro con su cosecha, pero llevaba un tiempo sin hablar con él y no había podido enterarse de mucho. Sabía que Sepalian Xila le había estado asesorando en aquel tema hasta el momento de su muerte y debía ser duro continuar con su trabajo.
—Ya veo —murmuró, rascándose la barbilla con aire pensativo—. Quizás yo te pueda ayudar sin necesidad de molestar al bibliotecario —anunció, esbozando una sonrisa—. Dos pasillos mas allá encontraras una intersección —le indicó, señalando la dirección correcta con la mano libre—. Si allí giras a la izquierda estarás en la sección de herbología mágica. Tienes mucho material para buscar, pero creo recordar que los tomos están bastante bien organizados. —aclaró con convencimiento.

Si como le había indicado la nebulomante aún era mediodía, el hado pensaba estar unas cuantas horas más trabajando, pero necesitaba un descanso de magia del sueño. Tras un breve intervalo de incertidumbre volvió a hablar.
—Si no te molesta la música puedes venirte a trabajar aquí cuando encuentres algo interesante —le ofreció, señalando la enorme mesa que estaba ocupando—. Hay sitio de sobra y tal vez te pueda echar una mano. Hace mucho que no leo sobre el tema, pero he estudiado varios tratados de herbología, y aunque ha llovido mucho desde entonces el primer libro que encontré en esta ciudad trataba sobre hierbas medicinales. —aclaró, riendo al rescatar aquel recuerdo que se le antojaba tan lejano en el tiempo.

Atendió con mayor evidente interés cuando el hado comenzó a proporcionarle justo la información que necesitaba.
—¡Gracias! Me has ahorrado mucho tiempo, apareciese Biblios o no —le dijo dejando escapar una leve risa acompañada de un gesto que indicaba “ya sabes”. Meditó unos segundos antes de responder a su ofrecimiento. No quería molestarle ni que se sintiese obligado a ofrecerle más ayuda solo porque fuese amiga de dama Diurna, pero la verdad es que no le había parecido que se estuviese forzando a ello—. La música no me molesta en absoluto, ¿seguro que no te molestaré yo? Pareces bastante ocupado con tus propios asuntos…
Sabía que le estaba dando demasiadas vueltas. Y no tenía claro cuánto era sincera preocupación por ser una molestia y cuánto eran excusas que se daba a sí misma para evitar enfrentarse a la situación. <<Ya lo estoy haciendo otra vez, después de todo…>> suspiró para sí.

Fuese cual fuese la respuesta de Vac, Irianna se iría a buscar material con el que trabajar en los estantes que le había indicado y volvería con una pila de cuatro libros tras seleccionarlos cuidadosamente. Los colocó entonces sobre la mesa, en donde hubiese más hueco al otro lado de donde se encontraba sentado el hado infernal, y se agenció una silla para sentarse. Abrió entonces uno de los libros y se apartó el pelo con cierto nerviosismo.
—¿Qué es lo que estás investigando tú, por cierto? Si no es indiscreción preguntar, claro…
Solo le estaba devolviendo la pregunta, pero Irianna era consciente de que si bien era improbable que una recién llegada como ella tuviese que ocultar la clase de libros que necesitaba, podría no ser el caso para alguien que llevaba varios años en la ciudad.

—Para nada. —respondió el hado con una sonrisa, indicándole que no era molestia alguna trabajar acompañado antes de verla desaparecer entre las estanterías.

Vac dedicó los minutos que la idrina tardó en regresar a ordenar un poco la mesa, organizando papeles de notas desperdigados y despejando en buena medida el trozo de mesa que estaba ocupando. Quedaba hueco suficiente para varias personas, por lo que la nebulomante estaría bastante cómoda cuando se sentara a trabajar, y si era necesario siempre se podían usar las sillas libres como estanterías temporales.

Un bostezo repentino le sobrevino cuando la lacustre volvía con sus libros, por lo que se apresuró a esconder la boca abierta tras la mano izquierda mientras hacia un gesto de disculpa idrino inconsciente con la derecha. No dominaba aquel lenguaje en profundidad, pero siempre le había llamado la atención la forma de comunicación de aquella raza y se le habían pegado algunos gestos de tratar con Vivia.
—Magia del sueño —respondió a su compañera de estudio con una sonrisa de circunstancias—. El polvo de las alas de un hado infernal se utiliza en hechizos oníricos y alquimia de la misma rama de la magia —explicó—, pero últimamente he recibido quejas de mis clientes. Al parecer no funciona correctamente y lo he retirado del mercado por el momento —aclaró, encogiéndose de hombros con resignación—. He venido a la biblioteca a averiguar el motivo de que algo así pueda suceder, pero aún no he encontrado nada... —finalizó, haciendo bailar su bolígrafo entre los dedos con gesto ausente.

La ciudad sufría una ola de insomnio bastante importante y quizás aquel suceso estuviera relacionado con su propio problema, pero desde el principio se había inclinado por tratarlos como hechos diferentes y quizás se estaba equivocando.

Irianna no tenía ni idea acerca de las propiedades de las alas de hado infernal, pero ya que sabía que los brujos contaban con cierta facilidad natural para la alquimia tomó nota mental de que tal vez debería volver a estudiar más acerca de transformaciones si quería al menos adquirir ciertos conocimientos en aquella rama. No pretendía volverse una experta en ella, pero sabía que podía ser muy útil contar con otro recurso mágico fuera de su propia energía.
—Qué faena… Está habiendo muchos sucesos relacionados con el sueño… La falta de este en concreto en muchos casos, ¿verdad? La verdad es que yo también llevo notando desde hace un tiempo que duermo peor —comentó tras la explicación sin saber qué más podría aportar ya que no conocía apenas nada sobre magia del sueño—. ¿Te dedicas entonces principalmente a vender el polvo de tus alas? ¿O también trabajas de cazarrecompensas con los compañeros de dama Diurna?
Irianna sabía por la bruja maldita que Vac no vivía en el mismo sitio que ellos, pero también sabía que era el hermano de su pareja. Acababa de darse cuenta, no obstante, de que no sabía a qué se dedicaba realmente el hado infernal. Le llamó la atención que conociese tantos gestos idrinos, aunque sabía que aquel grupo conocía al menos a otro idrino más, por lo que quizás esa fuese la razón. Aunque, por otro lado, dama Diurna no parecía estar tan familiarizada con ellos.

Vac asintió a las palabras de Irianna, pues la muchacha estaba diciendo en voz alta lo que el mismo pensaba.
—Yo tampoco duermo demasiado bien. —secundó, reprimiendo otro bostezo antes de servirse una nueva taza de café. Aquello no dejaba de ser preocupante, pero con la falta de datos de la que disponían no le daban aún a aquel problema la importancia que merecía.

La conversación no continúo con el tema del sueño, sin embargo, pues la nebulomante dio un giro de 180º a la misma con una simple pregunta. El griego esbozó una sonrisa divertida y le ofreció café a la lacustre antes de hablar.
—He ayudado alguna vez a mis amigos en encargos puntuales y vender el polvo de mis alas me proporciona una cantidad respetable de dinero, pero mi empleo principal está en el burdel —respondió, guardando silencio durante unos segundos antes de proseguir con la explicación—. Soy el jefe de seguridad, vaya, y ya sabes como puede ser la gente en esta ciudad. —aclaró riendo, sin entrar a describir con detalle sus diversas funciones.

Por el momento estaba a gusto con su vida, aunque de vez en cuando le daba por pensar si iba a seguir así de forma indefinida. No es que viviera mal precisamente, pero la sensación de quedarse estancado a veces le abrumaba.
—¿A ti que tal te va con Diurna? —inquirió, apartando de su mente sus dilemas personales—. Por lo que tengo entendido ella está muy contenta con tu trabajo. —comentó.

La nebulomante compuso una expresión de reconocimiento cuando el hado mencionó el burdel.
—Es verdad, dama Diurna me dijo que antes vivía en el burdel contigo, qué cabeza la mía. —Elaboró un gesto de disculpa, aunque se rio levemente al tratarse tan solo de un despiste—. Aunque creo que no me dijo a qué te dedicabas específicamente… Ya veo. Desde luego sois un grupo que inspira respeto: todos tenéis que ser muy fuertes para el tipo de trabajo que tenéis —comentó de la forma más educada posible.
No es que estuviese mintiendo, pero no quería que Vac pensara que le parecía algo malo el que tuvieran aquel tipo de trabajo. Sobre todo porque sabía que había sido algo prejuiciosa la primera vez que había oído hablar del grupo de mercenarios. En aquel encuentro en el mercado donde también había oído hablar del burdel por primera vez. Era un contraste considerable con su reacción actual: le resultaba ya bastante natural debido a las cosas que le había ido contando dama Diurna, y ya no tenía la reacción instintiva de pensar en que alguien se refería a que realizaba trabajo sexual cuando mencionaba el burdel como su lugar de empleo. Sabía desde el principio que existían otros puestos de trabajo que llevar a cabo, como en cualquier otro negocio, pero las primeras veces le había resultado algo chocante. En realidad, sentía bastante curiosidad por cómo habían acabado trabajando en un lugar así, pero por otra parte no le apetecía demasiado indagar en un tema que, conociendo la ciudad, posiblemente tuviese una parte bastante oscura detrás, y era una que no creyese que fuese capaz de aceptar tan fácilmente.

—Muy bien, me siento muy a gusto trabajando con ella —se centró en su lugar en responder a su pregunta, esbozando una sonrisa—. Me alegro de poder ayudarla, ha sido muy amable con Kimbra y conmigo. No solo nos ha permitido viajar por Krabelin con ella, si no que nos ha presentado a todos vosotros… Bueno, a ti por segunda vez —rio levemente—. Y es muy interesante la investigación que está realizando. Aunque no sea el tipo de escritos en los que más me gustaría trabajar la verdad es que me viene muy bien y desde luego lo prefiero al caos que tenemos en la plantación —señaló los libros en los que estaba buscando con cara de circunstancias.

Cuando hubo una pausa en la conversación, la lacustre siguió rebuscando entre las páginas mientras disfrutaba de la música. Había empezado a moverse ligeramente de forma inconsciente siguiendo el ritmo.
—¿Dónde consigues aparatos para escuchar música cómo ese, por cierto? —Preguntó con curiosidad—. Nunca había visto una radio tan pequeña… Bueno, no sé si ese aparato se sigue llamando radio —rio nerviosa. La tecnología de algunos de los mundos vinculados a Rocavarancolia era muy superior a la de Idris y se sentía bastante ignorante en aquel campo—. El teléfono portátil de Jace también podía reproducir música, pero parecía escucharse bastante peor.

—Supongo que si... —respondió algo incómodo a su comentario sobre el respeto que inspiraban, ajeno a los pensamientos que pasaban por la mente de la nebulomante—. Aunque tal vez sea la única forma de sobrevivir en esta ciudad a la larga, en plan mecanismo de defensa. —comento con una leve sonrisa, encogiéndose de hombros con ligereza mientras agradecía para si que la conversación no continuara por ahí.

Escuchó con atención sus palabras acerca del trabajo que realizaba para Wen así como su agradecimiento hacía la vouivre por todo lo que había hecho por su amiga y por ella, riendo con suavidad ante el comentario de su segunda presentación.
—¿Y en que tipo de escritos te gustaría trabajar?  —preguntó con curiosidad cuando la muchacha hizo mención al tema, acodándose a la mesa y observándola divertido por encima de sus dedos cruzados.

La pregunta sobre música que llegó algo después le sorprendió favorablemente, pues siempre era un placer hablar de aquel tema, por lo que se apresuró a explicarle en consistía un reproductor de música portátil.
—En mi mundo también tenemos radios, pero como ya sabrás en ellas solo se pueden escuchar canciones que alguien desde una emisora elige por ti. En un mp3 como este, sin embargo, puedes meter toda la música que quieras para escucharla cuando te apetezca —aclaró, señalando también que la cantidad de pistas que podías guardar dependía de la capacidad de almacenamiento del dispositivo—. En el móvil de tu amigo también se pueden guardar archivos de música, pero entiendo que el sonido no sea igual porque su función principal no es esa —añadió con una sonrisa—. Y ya que has sacado el tema... ¿al final lograste hacerte con un violín para retomar el hábito? —inquirió, recordando la conversación que habían mantenido en la taberna al respecto—. Yo me volvería loco si estuviera tanto tiempo sin tocar.

Había notado la incomodidad de Vac cuando comentó acerca de su trabajo y el de sus amigos y se preguntó si había metido la pata y realmente el hado la había malinterpretado. Lo que añadió a continuación prácticamente se lo confirmó, pero sabía que era mejor simplemente aparcar el tema. Tenía la sensación de que a cada uno le preocupaban cosas muy distintas respecto a aquello y no pretendía volver aquel encuentro más incómodo intentando aclarar algo que intuía que el hado prefería dejar pasar.

—Oh, pues… Siempre he querido dedicarme a escribir novelas —le tocó a ella dejar traslucir un poco de incomodidad, aunque en el fondo se decía que ya no tenía nada de qué avergonzarse: sus padres no estaban allí para despreciar lo que le gustaba—. Me gustan las historias de fantasía y misterio sobre todo… Y creo que aquí en Rocavarancolia tengo acceso a mucho material en el que inspirarme —explicó con una leve risa.

Sin duda la música parecía un tema más cómodo para ambos, y la idrina atendió con fascinación a la explicación que recibió sobre el “emepetrés”.
—Oh, claro, no es que creyese que estuvieses escuchando una emisión de radio —aclaró riéndose—. ¿Te imaginas? Un programa de radio rocavarancolés sin duda sería… variopinto, por decirlo de alguna manera. Supongo que un “archivo” de música es como una grabación, ¿no? Imagino que no se limita a eso y seguro que es mejor que una simple grabación, pero me cuesta comprender del todo esos términos —se disculpó con un gesto y una sonrisa nerviosa—. A mí me parece increíble que podáis escuchar la música que queráis en cualquier parte. Incluso con aparatos que no están pensados solo para reproducir música. Nunca se me habría ocurrido imaginar algo tan… multifuncional.
Su siguiente pregunta le sorprendió, pero no por el contenido si no porque recordase la conversación que habían mantenido hacía ya varios meses. No hubiese sido muy educado hacerlo notar, no obstante, y se limitó a responder a su pregunta.
>>No, la verdad… He estado bastante ocupada y no volví a pensar mucho en ello. Pero imagino que conseguir un violín aquí será incluso más caro que en Idris y supongo que no debería darle prioridad por ahora. No tengo ni idea de cuándo me mudaré de Serpentaria, pero no me sentiría bien siendo irresponsable y gastándome todo mi dinero actual en un violín —explicó volviendo a reír con cierto nerviosismo.

Vac sonrió al enterarse de que Irianna quería ser escritora, pues le parecía un objetivo admirable, y se apresuró a hacérselo saber a pesar de su evidente incomodidad.
—Rocovarancolia podría ser el centro de una buena saga de fantasía oscura, ya lo creo —secundó sus palabras con un asentimiento de cabeza—. Una trilogía o algo así... Es curioso que no se le haya ocurrido a nadie  hasta ahora, ¿verdad? Al menos a nadie que yo conozca, vaya —rió con suavidad—. Ojalá sigas adelante con ese proyecto, enserio, y te deseo todo lo mejor. Estaría bien tener una autora viva en la ciudad con la que poder comentar su trabajo y a la que poder pedir un autógrafo. —añadió, dedicándole una sonrisa divertida.

La conversación prosiguió por el tema de la música, lo cual no le parecía mal al griego, y cuando la lacustre comentó que un programa de radio rocavarancoles seria cuanto menos variopinto, el chico no pudo evitar echarse a reír dándole la razón.
—Como una grabación, así es, pero en formato digital. De esta manera se superan las limitaciones de espacio que supone copiar música en discos de vinilo —aclaró, imaginando que en Idris disponían de esa tecnología o una similar—. Cuanto más avanza tecnológicamente una civilización, mas se esfuerza por encontrar maneras de entretenerse, y te puedo asegurar que los humanos, al igual que los irrenses y los ulteranos, tenemos muchas formas de perder el tiempo y evadirnos de la realidad —le explicó a su compañera de estudio, haciendo alusión a lo increíble que le parecía que pudieran escuchar música en cualquier parte—. En realidad los mp3 son dispositivos muy normales, el día que te topes con televisores, videojuegos, sistemas de realidad aumentada y cosas similares vas a alucinar. —sonrió el hado.

Su respuesta acerca de que no había podido hacerse con un violín lo desanimo un poco, pues le habría gustado saber como tocaba, pero sabía que no era fácil abrirse paso en aquella ciudad y que el dinero no crecía en los árboles. En aquel aspecto él había sido afortunado, pero aún así había sido duro, y esperar que se gastara sus ahorros en un instrumento era demasiado. Vac era incapaz de vivir sin música, pero no todo el mundo era igual que él, y no hacía falta ser un genio para saber que Irianna era mucho mas sensata en todos los aspectos. A pesar de todo le apenaba y, tras unos segundos de meditación, se dispuso a ofrecerle una alternativa.
—Se puede decir que nos conocemos lo suficiente para confiar el uno en el otro, ¿verdad? —inquirió, inclinándose hacia sus cosas para rebuscar en su bolsa sin fondo—. Además Diurna responde por ti y a mi también me caes bastante bien —prosiguió, dando con lo que quería y depositando sobre la mesa un estuche negro con bisagras y cierres de plata. Tenía las dimensiones de un libro de gran tamaño y cuando el chico lo abrió con un leve chasquido reveló una colección de instrumentos en miniatura. Estaban dispuestos sobre el forro de terciopelo oscuro del estuche, ordenados por tipo, y todos parecían reproducciones exactas de sus versiones de tamaño natural—. ¿Cual te gusta más? —le preguntó a la nebulomante, señalando un pequeño grupo de violines con su mano derecha.

Se ruborizó un poco al oír hablar de autógrafos, sintiendo cierta vergüenza solo de imaginárselo, pero agradeció las palabras de Vac al respecto de su sueño.
—Supongo que nadie cree que sea una buena fuente de ingresos… Y bueno, la verdad es que yo tampoco creo que lo sea —admitió sonriendo al tiempo que se encogía ligeramente de hombros—. Demasiada poca gente en la ciudad como para que se pueda vivir de la escritura de ocio, entre otros factores… Pero bueno, planeo tener un trabajo más estable y dedicarme a escribir de forma paralela. Tendría que pensar bien qué tipo de empleo podría compaginar con la escritura, pero seguro que podré pensar en algo. De momento voy ahorrando con lo que gane en la plantación y la investigación de dama Diurna.

Las explicaciones que le dio el hado acerca de la tecnología que tenían en mundos como el suyo de origen le parecía fascinante y si hubiese sido por ella le habría preguntado qué eran todas y cada una de las cosas que estaba mencionando. En su cabeza se imaginaba todo el tiempo la proyección que había visto salir de los implantes irrenses como el de Krono Rádem, pero era consciente de que seguramente le estuviese hablando de cosas muy distintas y con propósitos diversos.
—Me tengo que documentar acerca de todo eso: mis historias de ciencia ficción se beneficiarían mucho de ello.

La siguiente pregunta de Vac le pilló por sorpresa y no supo qué responder, dedicándole una mirada inquisitiva ya que, de todos modos, sabía que era una pregunta retórica y que tenía intención de seguir hablando. No sabía qué podría estar buscando en su bolsa, aunque por un momento se preguntó si le iba a mostrar alguna de aquellas cosas de las que había hablado. Fuera como fuera, no habría supuesto que lo que pretendía era prestarle algo tan valioso como un violín. Observó los ejemplares con la boca semiabierta y cuando consiguió desviar la mirada hacia el hado y hablar, no pudo evitar balbucear un poco.
—P-pero… ¿Estás seguro? Quiero decir… ¡Lo cuidaría mejor que si fuese mío!, pero es… No tengo palabras. —Enarboló un gesto de disculpa seguido de uno de gratitud antes de volver a observar las miniaturas—. Esto… No podría elegir. Al menos elige tú mismo del que te importe menos desprenderte por un tiempo… Quiero decir… Eres demasiado generoso. ¿Seguro que está bien?
La lacustre hablaba de forma un tanto atropellada y le costaba encontrar las palabras. Temía no haber puesto suficiente énfasis en que no era necesario que le hiciese un favor tan grande, pues se había emocionado ante la posibilidad de poder volver a tocar aunque fuese por un tiempo.

Vac rió con suavidad ante la reacción de Irianna, complacido de la ilusión que demostraba a pesar de que dijera que era demasiado. El hado se fiaba de ella, por eso le ofrecía algo así, y no habría tenido aquel detalle con cualquiera.
—No me importa cual escojas, enserio —respondió con una sonrisa, echándole un vistazo a la fila de instrumentos—. Pero te puedo aconsejar si quieres. Mira, estos dos de aquí —empezó, señalando dos violines con una forma casi etérea por la inexistencia de una caja de resonancia convencional— quizás sea mejor dejarlos para más adelante, porque son eléctricos y no estas familiarizada con los amplificadores —explicó, sin entrar en detalles—. Con estos de aquí, sin embargo, seguro que estas mas familiarizada. —añadió, apuntando hacia otros tres de aspecto menos subrealista.

Cogió uno de este último grupo, sacándolo con cuidado del estuche, y en cuanto el instrumento estuvo en sus manos empezó a crecer hasta retomar su tamaño natural. Era de madera clara con vetas algo más oscuras y sus clavijas eran de bronce.
—Prueba este a ver —le sugirió, tendiéndoselo con cuidado junto a su arco—. Y si el sonido no te convence elige otro sin problemas. —insistió divertido. El violín estaba perfectamente afinado, pero cada instrumento tenía su sonido particular y cada persona tenía sus propias opiniones objetivas acerca del mismo. Era la lacustre la que tenía que decidir con que quería practicar.

—Sí, por favor: hay demasiado dónde elegir —le pidió cuando ofreció su consejo—. Creo que me quedaré con algo más tradicional por ahora, sí —asintió cuando le habló de la existencia de violines eléctricos, aunque sintió una gran curiosidad por cómo sonarían.
Acercó más la vista hacia los que le recomendó mirar, y vio con expectación como el hado devolvía uno de ellos a su tamaño original. Recogió el instrumento cuando se lo tendió visiblemente nerviosa y sonriendo todavía con cierta expresión perpleja en su rostro. Lo acomodó sobre su brazo y alzó el arco. La sensación de familiaridad la inundó: no era el violín al que estaba acostumbrada, pero podía notar que también era de gran calidad. Tímidamente deslizó el arco para comprobar que la afinación fuese correcta, aunque se imaginaba que lo era.

—Espero que no suene muy desastroso… Hace demasiado que no toco: será mejor que sea algo breve y simple.
Tras coger aire empezó a tocar una sencilla melodía de tono alegre que, aunque el hado posiblemente no lo supiera, usaban todos los niños idrinos cuando empezaban a aprender música y tocaban un instrumento por primera vez. La lacustre la había practicado tantas veces de pequeña y era tan sencilla que no se le había olvidado incluso si hacía muchos años que no la tocaba.
>>Suena genial —le dijo al hado una vez terminó—. No esta aburrida canción para principiantes, si no el violín —aclaró entre risas—. Creo que… creo que elegiré este —confirmó algo insegura acerca de cómo decirlo sin que sonase a que quería aprovecharse de su generosidad—. No creo que pudiera decidirme si me lo pienso mucho. Si te parece bien, claro.
Volvió a dejar escapar una risa nerviosa, consciente de que se repetía y que hacía que el hado también se repitiese. Pero le costaba demasiado asimilar lo afortunada que se sentía en aquel momento.