Biblioteca Mágica

Le miro con entusiasmo cuando dijo que tenia un hechizo, a el buscarlos le estaba costando porque, aunque había varios hechizos de conservación algunos o eran muy complicados o dejaban la materia muerta en un estado que ni el mismo se comería. Quería algo normal, como quien mete un trozo de carne en la nevera para que no se ponga mala.

-Me vendrá genial ¡Gracias!- dijo sonriendo al ver el hechizo, parecía un poco complicado pero tenia tiempo de sobra y cuando pudiera hacerlo sin problemas unido a las runas tendría una "nevera" improvisada. Buscaron mas hechizos para usar y de paso Evelhan busco en la sesión de runas, tanto para los hechizos de conservación como para los circuitos de las estirges. Siendo esa sesión tan amplia buscar algo útil y que no le explotase en al cara le llevaría algún tiempo, por lo que agradeció que Zmey estuviera ayudando.

Estaba ahí, intentando dibujar unas runas protectoras que acababa de encontrar cuando vio el espejo de su acompañante, mirándolo con curiosidad y un poco de confusión. ¿Porque llevaba un espejo? La respuesta no tardo en llegarle y miro con la boca entreabierta este.

-Es un..¿comunicador portátil? -pregunto fascinando viendo este pues parecía realmente ser muy útil para avisar a alguien que estuviese lejos. Daba igual que llevara allí un mes o años, la magia no dejaría de sorprenderle. porque aunque el tenia a sus estirges como mensajeras a sus estirges, no era lo mismo. A estas aun les costaba repetir frases completas.

Evelhan levantó la vista ilusionada del espejo para ver a Zmey, sonriendo ampliamente cuando dijo de quedar de nuevo. Zmey le había ayudado mucho en ese rato y el aun no había hecho nada por el, ademas se sentía cómodo estando cerca.

-Yo vendré también, aun tengo cosas que terminar...ademas quiero mostrarte el hechizo de conservación cuando lo consiga hacer. Debes ser el primero en verlo -añadió con una sonrisa, pues le hacia un poco de ilusión que viera que era capaz de hacerlo siendo que era el quien se lo había enseñado. Todo lo que tuviera que ver con la magia le hacía sentir como un niño en navidad. La estirge sobre su hombro que dormía plácidamente con el pico entre las plumas, soltó un gorjeo ante su movimiento repentino- Y aun necesito ayudarte en algo, me sabe mal que solo me ayudes tu. Si se te ocurre algo en lo que pueda serte de ayuda dímelo -añadió con una sonrisa nerviosa, pues pensándolo bien no se le ocurría en que podría serle de ayuda a alguien con mas tiempo en la ciudad que el, pero ya se le ocurriría algo.

-Te esperare mañana- dijo sintiendo la bolita en su bolsillo removerse. El pollo se estaba despertando y eso significaba, comida de nuevo-Yo también debería irme que es tarde y mi alarma personal me lo pide -añadió con una risa señalando el bulto en el bolsillo de su cazadora. Habia estado mas tiempo de lo que esperaba pero había sido fructífero y ademas cómodo, por lo que no se había dado cuenta del pasar del tiempo hasta ahora.

Zmey sonrió con timidez, riendo suavemente con la broma de Evelhan. Entonces se verían, era un trato, no tendría que estudiar solo. Le hacía bastante ilusión.

Fueron juntos hasta la entrada de la biblioteca, en silencio, al menos por parte del piromante que no tenía ni idea de qué decir. Se despidió del ghoul de forma torpe, acordando una hora para verse al día siguiente. Se caló la capucha y echó a andar entre las callejuelas. Se sentía estúpido y ridículo, pues la perspectiva de volver a relacionarse con alguien, de conocer a una persona nueva que no sabía nada de él ni de lo que había hecho le aterraba. También le hacía feliz. Absurda y estúpidamente feliz.

Kirés también se unió al final, junto a los dos sinhadres. El camino a la biblioteca se le hizo extraño, como demasiado ligero para estar caminando por Rocavarancolia. Se sentía llena, completa, capaz de hacer frente a todo, una sensación que había echado de menos.

Llegaron a la biblioteca y se sorprendieron de que el bibliotecario les hiciese caso. De hecho, les ayudó, señalándoles la sección donde estaban los libros especializados en transformaciones. Twixy's no perdió el tiempo, y fue allí directamente. Prefirió buscar primero la transformación de Samika y ayudar con la de Ayne, pues en su opinión era algo mucho más urgente. Le alivió comprobar que lo de la evaki se quitaría en poco tiempo. Una vez aclarado eso pudo ocuparse de la propia.

Casi chilló de emoción al ver su nivel de magia y el poder que tenía, y que podía cambiar su color de pelo y largo a placer. De hecho, su pelo se lo confirmó poniendose de un rubio brillante. Rápidamente se perdió entre las estanterías para buscar libros de hechizos avanzados y alquimia, para poder darle salida a las nuevas propiedades de su cabello.

Al echar a andar hacia la zona norte Eara por fin empezó a hacerse una idea de lo grande que era la ciudad. Solo el camino desde las mazmorras a Maciel y de Maciel a Serpentaria ya le hacía ver que los horizontes de la ciudad eran extensos, pero al parecer lo eran todavía más. El camino que conocían pasaba cerca de Letargo, y se lo señalaron a lo lejos. Las enredaderas lo hacían mucho más hogareño que Maciel, aunque ya se encontraba habituada a ver piedra por todas partes.

Lo siguiente que le señalaron a lo lejos fue la biblioteca. La primera impresión fue que era grande y estaba cuidada para el lugar en que se encontraban, aunque debía admitir que por aquella zona había atisbado barrios con mucho mejor aspecto que los que rodeaban su antiguo torreón.

Cuando entraron apenas les dio tiempo a organizarse, o a Eara terminar de fascinarse con la inmensa cantidad de libros que contenía aquel edificio. El bibliotecario que se había negado a responder sus preguntas volvió a aparecer frente a ellos y, esta vez sí, les ofreció ayuda. Empezaban a acostumbrarse al cambio de actitud de los rocavarancoleses hacia ellos, pero no dejaba de ser chocante y molesto. Al cabo de un momento Ayne se percató de algo que había cambiado en el espíritu, porque eso parecía, igual que Tesón. «Juraría que la primera vez que le vi era un aurva. No, estoy seguro de que lo era». Y ese día tenían delante a un edeel, y si se fijaba mucho, podía apreciarse que uno era más oscuro que el otro. «¿Magia? ¿Una ilusión?». Eara, en cambio, no reparó en aquel sutil detalle. La impactó más ver que era tan translúcido como Tesón, a fin de cuentas era la primera vez que lo veía.

Gracias a la guía del bibliotecario, pronto tuvieron una pila de libros sobre la mesa. Se repartieron las lecturas, y empezaron a pasar páginas. Los índices a veces eran tan confusos que no valía la pena revisarlos. Hacían unas clasificaciones que a menudo no les decían absolutamente nada a los antiguos cosechados. Vieron algunas criaturas que les resultaron  familiares, y no pudieron evitar distraerse de tanto en cuando leyendo por encima sobre transformaciones que captaban su atención. Si encontraban algo que atañese a los presentes o ausentes, lo compartían con el resto de la mesa. Eara no logró identificarse con nada de lo que allí leía, nada que no sufriese cambios físicos. Ayne, directamente, hojeaba un libro inútil para él. Fue su aurva quien encontró el primer texto sobre animas, y se lo tendió tras haber leído por encima.
—No está muy completo, pero es útil. ¿Es cierto que ves… velas? No lo habías mencionado.
Él asintió distraído y se sumergió en la lectura. La sinhadre sintió un escalofrío. No podía imaginar lo que era ver algo tan personal, invasivo. Algo que no debería poder conocerse. Al tener ya los libros intercambiados, Eara empezó a leer en aquel sobre las esencias y cómo afectaban a la transformación. Yendo al inicio del tomo pudo averiguar más sobre aquel concepto: eran el requisito para transformarse, lo que hacía especiales a los rocavarancoleses. Dejó la lectura a medias al escuchar bufar a su edeel.
—¿Qué pasa?
—Nada. Es solo que es demasiado absurdo. Y poco detallado, necesito otro.
Cogió el siguiente libro del montón y continuó pasando páginas. Eara se lo quedó mirando, deteniéndose a examinar sus rasgos de cerca, intentando no apartar la mirada. No empezaba siquiera a acostumbrarse, pero tendría que hacerlo. Tenía que dejar de sentir escalofríos si lo miraba fijamente. Probablemente sería aún más duro para él. Ni siquiera se había visto reflejado todavía.
—¿Cómo se va a saber que soy un edeel ahora? Ni siquiera tengo ojos —preguntó de pronto él, volviéndose y descubriéndola observándole. Ella abrió la boca para contestar, pero no fue capaz de decir nada—. Olvídalo. Pásame otro libro.
Hizo a un lado aquel, dejándolo abierto, y empezó a pasar hojas de nuevo. Eara trató de volver a centrarse en la lectura sobre esencias, pero terminó por desechar también ese volumen al cabo de un rato.

Desde que habían llegado nadie les había ayudado en nada nunca, y ahora que habían pasado aquella “criba” de repente todo o casi todo lo que les pasaba parecían ventajas: Una bienvenida amistosa en los nuevos refugios antes, un cambio de actitud en el bibliotecario ahora… Entendía por qué lo hacían, pero no dejaba de parecerle extraño por ello. En cualquier caso ahora tenía cosas más importantes en mente. Quería saber en qué se había convertido, y si había algún lugar donde podía averiguarlo era en el que se encontraba ahora. Aun así iba a buscar primero cosas sobre las transformaciones con cambios más problemáticos de su grupo, pero Twixy’s se le adelantó y, de forma un poco egoísta, decidió dejárselo a ella.

Apenas empezó a buscar empezó a darse cuenta de los problemas que tenía. Apenas había cambiado y no tenía pistas o datos suficientes como para encontrar con certeza una transformación que pudiera ser la suya. Lo único que sabía era que no tenía cambios notables y que conservaba la magia, y aunque aquello reducía la lista considerablemente aún había muchas opciones que tenían todo eso. La que más se parecía seguía siendo la de mago, pero cada vez que pensaba en ella notaba como que faltaba algo, que no era tan simple…
Quizás por casualidad o tal vez inconscientemente se fijó en que estaba sujetando el libro con la mano izquierda y recordó todas las veces que se había sorprendido a sí mismo cogiendo las cosas con el brazo equivocado. “Un momento, aquello empezó después de venir a la ciudad. ¿y si…”

–¿Alguno de vosotros ha encontrado alguna transformación que altere si eres diestro o zurdo? ¿O que haga que uno se vuelva ambidiestro?

-Hmmm pues no.- respondió a Kirés, dejando a un lado su libro de hechizos para repasar algunos de los desechados por Ayne. En el que había leido su propia transformación no encontró tampoco nada, y el aura negativa de sinhadre estaba empezando a ponerla nerviosa, así que decidió quitarse de en medio.

Preguntó en voz alta por papel y lápiz para apuntar, creyendo que no podrían sacar ningún libro de la biblioteca, cuando el espectro se le apereció cabeza abajo diciendole que al ser transformados ese límite acababa, y que podían sacar los que quisiesen. Así que, una vez recuperada del susto que le había pegado Biblios, empezó a apilar libros en una torre que hacía levitar tras ella, mientras buscaba más libros.

Encontró una sección de historia y cultura de otros mundos, y enlazando un tema con otro dio con una colección de libros de arte. Ya solo la de la Tierra resumida ocupaba un estante entero de lado a lado. Fue sacando los volúmenes que más le llamaban la atención según la imagen del lomo. Se enamoró especialmente de uno de peinados a lo largo de la historia, entreteniéndose en ojearlo.

La pregunta de Kirés hizo que Eara se quedase pensativa, dándose golpecitos con el lomo de un libro en el mentón. Le sonaba. Había leído bastantes transformaciones sin cambios porque ella tenía el mismo problema que Kirés, pero no lograba recordar exactamente de qué le sonaba.
—Dame un momento.
Rescató libros de la pila de desechados y pasó páginas. A su lado, Ayne apartaba un libro abierto por la transformación de véspido soldado, y cogía otro más. Mientras Twix se paseaba por la biblioteca, ambos encontraron lo que buscaban casi a la vez, solo que el edeel se enfrascó en la lectura y la aurva le tendió el volumen a Kirés.
—Esta de aquí, mira. Pone que se pasa a tener dos manos dominantes. —Se paró a observar cómo leía el enderth. Si le había sido de ayuda tal vez se sentiría un poco mejor.

Ayne terminó de leer aquella ficha, más completa que la anterior, y se le quedó bastante mal cuerpo. La primera página venía decorada con una ilustración de la que no podía apartar la mirada, y más adelante sugería experimentos para acostumbrarse a sus nuevas habilidades. Pero por mal que sonase, era tal como había dicho Saren, las almas se regeneraban y no era un precio tan drástico como, por ejemplo, asesinar. Pero el conflicto moral seguía ahí. ¿Cómo afectaba al Ciclo Inevitable lo que él hacía? ¿Escaparía la energía de él también si la recolectaba? Lo que leía en el libro era confuso para un sinhadre, no concordaba con sus creencias previas. Aun si sopesaba que tal vez el término “alma” de los rocavarancoleses hacía referencia a algo diferente, seguían teniendo mucho en común. Lo bueno era que al menos ahora sabía que necesitaba una distancia bastante corta para extraer energía de la gente, así como que podría controlarlo. «¿Pero cómo voy a practicar para dominarlo exactamente?». La respuesta era obvia, pero le costaba admitirlo. Solo podía poner en peligro a sus amigos, o a extraños, si quería descubrir qué debía hacer para no ponerlos en un peligro aún mayor. Aquel descontrol de sus habilidades parecía ser debido en buena parte a su aún reciente cambio, pero seguía necesitando práctica.

Luego recordó que estaba pensando las cosas a corto plazo. De momento se preocupaba por sus compañeros, ¿pero qué venía después de eso? ¿Abstinencia? ¿Después de haberlo probado? ¿Y renunciar a la magia? Se había alistado en Serpentaria porque era una torre dedicada a la hechicería, inconscientemente ya se había respondido a sí mismo. Quería la magia, quería las pocas ventajas que le había otorgado la Luna. No quería vivir el resto de su vida estancado a causa de los inconvenientes. De forma egoísta eso era lo que deseaba, pero cuando volvía a pensar en lo que estaría haciendo sentía un nudo en el pecho.

En la entrada de la Biblioteca...

Los había encontrado, vaya que sí, pero junto a sus compañeros estaban también los de Letargo... Y había muchos transformados entre ambos grupos. No le hacía gracia acercarse con tanta gente. No podía decir que conociera a los del otro torreón y sabía que no se sentiría a gusto si bajaba a saludar a los de Maciel. Además, no era ni el lugar ni el momento para explicarse... Y menos aún con aquella criatura tan rara que les dio la bienvenida. ¿Le sonaba de algo? Posiblemente. Así que el roquense esperó, allá entre las nubes, a que los grupos se separaran... O algo.

Mucho rato después, por fin los vio salir. Había dos grupos y cada uno cogió una ruta distinta. Siguió a sus compañeros, obviamente, pero solo hasta que vio que iban directos a la Biblioteca. No quería volver a aquel sitio. Suficientemente ofendido había salido la última vez como para volver. Además, tampoco era sitio para hablar... Menos aún si habían ido a lo que creía: buscar información sobre algo, pues para eso fueron durante la cosecha. Si él no toleraba las interrupciones, si él aparecía allí seguramente se enfadarían y molestarían más...

Solo quedaba una solución. No se iba a pasar días siguiéndoles y a la caza del momento oportuno... Así que descendió a la entrada del edificio y se quedó allí a esperar. Tendrían que ignorarle a propósito o ir ciegos como para no verle, aunque, por si acaso, se había propuesto saludarles exageradamente cuando salieran. <<Soy casi transparente, a lo mejor se despistan... Bueno, a esperar. El camino desde aquí a esa torre o cualquier sitio debería bastar para explicarme...>>

El enderth cogió el libro que le tendía Eara y lo ojeó. La transformación que mencionaba estaba bajo el nombre de “paladín” y aunque no sabía el significado de aquel nombre la descripción coincidía con todo lo que le había pasado: Dominio de ambas manos, fiebre de poder durante la luna, pérdida de las reacciones instintivas, tendencia a hacer varias cosas a la vez… –Si, creo que podría ser esta. –Le echó un vistazo rápido y le sorprendió que además de un nivel de magia muy alto también parecía incluir un aumento nada despreciable en sus capacidades físicas. Le resultaba extraño porque no había notado cambios físicos, tendría que investigarlo más adelante.

Terminaron de buscar lo que necesitaban, y tras ponerse de acuerdo en qué llevarse salieron de la biblioteca rumbo a serpentaria. Fue Kirés el primero en abandonar el edificio, y allí delante se encontró con alguien a quien no veía desde hacía tiempo. Se detuvo mientras el resto salía detrás y miró fijamente al fantasma con una expresión indescifrable para luego dirigirle una única palabra.

–Tesón.

Al fin salieron. El roquense no tuvo que moverse mucho, ni falta hizo, pues Kirés le vio y "saludó" al momento. El fantasma alzó una mano para devolverle el saludo.

—¡Hola! Hace mucho que no os veía... Os vi venir a la biblioteca y para no molestaros os esperé fuera, así que como tengo algo que deciros os acompaño a donde sea... Total, no tengo nada que hacer. ¡Privilegios de fantasma! —bromeó.

Esperó a que salieran todos y los fue saludando de igual forma ("hola" más la mano) y empezó:

—Bueno... Llevo días pensando qué decir pero preferiréis la versión corta... Así que... Siento haberos fastidiado un poco la estancia en el torreón... pero entendedme. Para mi religión sois monstruos, engendros... O lo erais. Estuve encerrado un tiempo en el Castillo y poco después otro tiempo en un mundo solo de fantasmas... Y vi la luz. Las enseñanzas de religión sobre la Voz, esa sobre la que tanto hablaba y gritaba... están mal. Es imposible que la Voz tenga razón cuando ni siquiera en mi propio mundo la gente se pone de acuerdo... Pero la clave es que me trajeron con la promesa de que podría convertir a esta ciudad a nuestra religión... Pero creo que es al revés. La Voz actual de Roca Sagrada está corrupta y debo ir a investigar a los grupos de "herejes" (aunque ya no los considero así) y quizás vaya a otros mundos. Me ha costado... pero no tiene sentido volverse loco y creer que solo existe una divinidad. Demasiados mundos con demasiadas creencias...

Ahí hizo una pausa, en parte porque se estaba yendo del tema y alargando demasiado, y en parte porque desde que era fantasma se olvidaba de las pausas para respirar y a veces costaba seguirle. Cuando lo creyó oportuno, siguió.

—Perdón, esto de no respirar ni nada... Te olvidas de parar mientras hablas. Y bueno... Eso, que lo siento. Contad esto a los demás si podéis... A Hal y Ergot sobre todo y... espero que os vaya mejor en la ciudad ahora que ha acabado el plazo aquel y ha salido la luna loca esa. Tenéis unas transformaciones muy raras, pero bueno. ¡Ni se os ocurra caeros en un pozo! Porque me gustaría veros de vez en cuando... sin que haya gritos ni tonterías de fanático por medio. Lo siento de veras...

Otra pausa. Miró a cualquier parte menos a los ex-macieleros y de nuevo les devolvió la mirada antes de continuar:

—Y lo importante: ¿puedo seguir viéndoos o me tengo que buscar gente agradable nueva? La hay, pero con vosotros pasé mucho tiempo y no sé... Tuvimos momentos buenos, ¿no? —y ahí miró principalmente a Ayne, por la ocasión en que le estuvo enseñando a tallar.

En lo último sí que fue del todo sincero. En lo de arrepentirse... No. No se arrepentía. El Tesón fanático había estado en su más respetable derecho de haber sido como había sido, o eso creía el Tesón de ahora. No se arrepentiría nunca (en teoría) de haber sido uno de los más fieles a la Voz, pero sí lamentaba que eso hubiera enturbiado casi la totalidad del tiempo que estuvo vivo con aquel grupo. No tendrá mucho sentido, visto así, pero para él sí lo tenía.

Cuando tuvieron todo lo que necesitaron fueron hacia la salida, Twix con una torre de libros y media caja de revistas de moda de distintos mundos que, aunque atrasadas, le servirían para hacerse una idea aproximada de lo que estaría por venir. Al fin y al cabo, ella sabía mejor que nadie que las modas eran cíclicas.

Nada más cruzar la puerta, Kirés reconoció la presencia de alguien y al alzar la vista y ver al fantasma del roquense, lo único que Twixy's pudo hacer fue alzar la comisura del labio un instante, como en un tic. El discurso que les soltó convirtió el pequeño tic en una mueca de asco. La frivy nunca había visto nada agradable en Tesón, ni recordaba ninguno de los ''momentos agradables'' que mencionaba. La Luna y su transformación habían avivado el rencor que sentía contra el fantasma, y sus palabras en lugar de propiciar una reconciliación, sacó a la luz cosas desagradables de su criba que había enterrado en el fondo de su mente.

-Yo me hipervoy adelantando, Samika y Ergot necesitarán esto.- le dijo a sus compañeros.

Pasó de largo ignorando a Tesón con descaro, mostrando una actitud tan altiva y fría como fue capaz de expresar, y se alejó calle arriba.

Sigue en la Torre Serpentaria

Si bien Eara sintió una pequeña satisfacción al conseguir Kirés un hilo del que empezar a tirar, no dejaba de estar inquieta por su propia situación. Él había tenido una ocurrencia porque había notado algo. Ella no. No encontraba nada. Y en cuanto a Ayne, ya había empezado a devolver los libros inútiles, decantándose por el último que había leído para llevar a Serpentaria. Eara no había echado aún un vistazo a aquel, pero tendría tiempo más adelante.
—Cuando lleguemos… ¿me enseñarías algún hechizo? No recuerdo ninguno —le preguntó su edeel antes de salir por la puerta con la selección de libros bajo los brazos. Ella asintió. Al menos las conversaciones volvían a fluir de forma más normal.

El nombre que soltó Kirés cuando atravesaban la entrada hizo que todos mirasen en la misma dirección que él, esperando ver al fantasma que efectivamente estaba allí. Ambos sinhadres se pusieron en tensión, y Ayne reparó en que sobre Tesón no veía ninguna vela. Incluso cuando saludó, la incomodidad y extrañeza no se marcharon. Estaba siendo sorprendentemente amable, y la experiencia les decía que eso no solía terminar bien. Sin embargo siguió explicando y hablando sin descanso. Al parecer no solo había estado vagando por la ciudad, pero sus disculpas tenían poco que ver con las cosas que les había dicho la última vez que le habían visto, en la bahía, donde también se había acercado con supuestas buenas intenciones. Era un pájaro difícil de comprender. Probablemente ninguno de los presentes podía responder de inmediato a su última pregunta, pero la marcha de Twix les dio un poco de tiempo para pensar.
—¡Twix! No te vayas sola —la llamó Eara. Quiso ir tras ella, todavía asustada por las palabras de Saren la noche anterior, para convencerla de que los esperase cerca mientras hablaban, pero Ayne miró en su dirección y, viendo que apuraba el paso dispuesta a sacudirse el problema, negó con la cabeza.
—Es mayorcita. Si eso es lo que quiere, que se vaya.
Por mucho que Tesón no les gustase, debían arreglar aquel asunto, no ignorarle. Los había amenazado con anterioridad, y sus habilidades no habían cambiado.

Cuando se dirigió al fantasma, lo hizo con cautela.
—Tesón, puede que hubiese algún buen momento, pero con todas las cosas que nos has dicho desde… desde lo que pasó en el pozo, entiende que todo esto haya sonado… repentino, raro. No es que no te crea. Es que necesitaríamos volver a confiar en ti antes. —Tras una pequeña pausa, pues dudaba de estar haciendo lo correcto, continuó—. No me importaría intentar volver a empezar de cero, al menos hablo por mí.
El edeel decía aquello tras sopesar que podían provocar un nuevo ataque de ira en el fantasma, que tenía medios de sobra para hacerles la vida insufrible. Para evitar aquello, sin embargo, estaba corriendo el riesgo de sacrificar demasiado. ¿Y si pasamos a vivir con Tesón constantemente detrás, constantemente siendo… Tesón?».
—Yo también estoy dispuesta a intentarlo —añadió Eara, que aunque tampoco se fiaba, quería creer que el roquense realmente había recapacitado.

Kirés permaneció impasible ante la conversación que se había iniciado. ¿De verdad quería el fantasma hacer las paces? Quizás. No veía que pudiera sacar nada intentando pedir disculpas, y si su intención fuera la de hacerles la vida imposible su condición de fantasma le permitía hacerlo sin pedir permiso. Sin embargo decirlo ahora sin más no cambiaba nada, y el roquense no podía esperar que aquel discurso bastara para poder hacer borrón y cuenta nueva. No era tan sencillo, y la reacción de Twix no hizo sino probar aquello.

–Coincido con Ayne –Acabó diciendo tras unos instantes de pensar su decisión. –No puedes esperar que todo se olvide y se deje atrás sin más. –Hizo una pausa mientras mantenía una mirada seria y penetrante, hasta que finalmente cerró los ojos y suspiró. – Sin embargo, si de verdad lo lamentas y si de verdad quieres lo que has dicho supongo que se te puede dar una oportunidad de demostrarlo.

Si aquello hubiera pasado siete meses atrás el Enderth no se lo habría pensado y se habría negado directamente. Sin embargo la criba y tener que convivir con tanta gente de otros mundos y con culturas tan diferentes le había abierto los ojos en algunas cosas, y le había enseñado a no dar sus propias ideas como las únicas verdaderas. ¿Por qué no podía ser posible que Tesón aprendiera lo mismo? Le daría una oportunidad a su difunto compañero, pero solo una.

El roquense recibió todo de buena gana, aunque una parte impaciente de él les habría gritado que no tenía tiempo para tonterías. Entendía tanto a Twix como a los demás, aunque se quejó mentalmente de la frivy pues <<ni que a ella le haya hecho tanto, ni que fuera Hal>>. Pero lo importante es que les entendía: si él había estado cegado tanto tiempo y le había costado tanto ver de verdad, era obvio que ellos necesitaran tiempo para creerle.

–Lo entiendo. Os demostraré que lo que digo es cierto. Hasta entonces... ¡Buena suerte!

Se despidió con un gesto de la mano derecha y luego se impulsó hacia arriba... Pero se detuvo y alzó la voz:

–No olvidéis hablar con los demás, anda. Me voy que tengo que ir a Roca Sagrada –les recordó. Luego siguió hablando a nadie concreto y subiendo a la vez–. A saber quién le puso semejante nombre, que no es sagrada para todos siquiera...

Ayne, que ya se temía que ni siquiera lo que habían dicho fuese suficiente, se quedó patidifuso ante la respuesta del roquense. O de verdad había cambiado algo, o había algo extraño con todo ese asunto. Y además se iba. Estaba convencido de que los pensaba seguir mientras parloteaba durante todo el camino de vuelta.
—¿Dice que vuelve a su mundo? Miedo me da —soltó a Kirés y Eara por lo bajo.
—Se lo diremos, ¡hasta la próxima, Tesón! —Eara tuvo que terminar alzando la voz porque el fantasma estaba cada vez más lejos de ellos según seguía hablando. La sinhadre tampoco estaba mucho menos extrañada, pero el cambio de Tesón le permitía ser un poco optimista. Había momentos en que el roquense se había portado bien. Quería creer que ni él ni Armonía eran malos, simplemente habían venido de un lugar muy diferente, uno que ya habían podido entrever que no era precisamente un paraíso.
Ambos se despidieron con la mano y miraron en la dirección que se había perdido Twix. Probablemente ya no la podían alcanzar, pero en cualquier caso llegarían poco después que ella.

Kirés tampoco esperaba que Tesón se lo tomara tan bién, pero mantuvo su expresión neutra. Asintió ante lo que dijo Tesón y se despidió de él con un gesto. Otro detalle era que volvía a su mundo. Sus razones le eran desconocidas pero irrelevantes, lo que le interesaba de aquella información era que al menos la parte en la que les dejaban volver a sus mundos de origen parecía ser cierta, otra cosa a la lista de las que investigar.
Echó a andar junto a ambos Sinhadres. Ya habían gastado mucho tiempo en aquel viaje.

Sigue en la torre Serpentaria.

Finalmente se unieron todos los presentes, por lo que el grupo formado por Kimbra, Sekkeh, Jace y la propia Irianna salió de la Torre  en dirección a la biblioteca en cuanto todos hubieron terminado de desayunar. La idrina, tras asegurarse de que a nadie le resultaría especialmente molesto, decidió desplegar parte de su banco de niebla alrededor de ellos, controlándolo para que siempre se encontrase algunos metros en todas las direcciones adelantado al grupo y así poder estar prevenida de cualquier posible peligro. La niebla le hacía sentirse segura de forma casi ilógica, pues aunque nadie podía negar que sentir todo lo que había en ella era útil, en realidad no ofrecía ningún tipo de protección. Si algo se les acercaba de improvisto dependía únicamente de sí misma para enfrentarse a la amenaza, con los mismos recursos de siempre. Sabía que podía cambiar esto en un futuro si se esforzaba con sus estudios de magia y seguía entrenándose, pero por el momento ella misma no podía hacer mucho más que cuando era una simple cosechada. El arco afianzado a su espalda, no obstante, también le transmitía cierta confianza pues en el manejo de aquella arma si había tenido una mejoría notable a lo largo de los interminables siete meses hasta que la Luna Roja iluminó la ciudad.

De todos modos sabía que podía contar con los demás en caso de que sucediese algo, aunque tenían que estar pendientes de Sekkeh, pues a pesar de que era a quien la Luna le había conferido mayor capacidad de autodefensa innata, las características de su nueva forma de ser lo podían convertir en una amenaza en sí mismo. La lacustre se sentía mucho más tranquila tras haber sabido que Krono Rádem le había ayudado tal y como le había pedido y en cualquier caso trataba de actuar como si el intara no hubiese cambiado cuando trataba con él. Sumida como estaba en sus pensamientos, la biblioteca apareció frente a ellos casi sin que se diera cuenta y ni siquiera había detectado nada peligroso acercándose a ellos en el interior de la niebla. Ello no quería decir que fuese a bajar la guardia a la vuelta, si algo seguía teniendo muy claro era que Rocavarancolia no se podía predecir. Solo podías plantarle cara como mejor pudieras.

Olvidando en un principio que se suponía que el interior de aquel edificio era completamente seguro, la idrina siguió dejando que el banco de niebla se colase entre los pasillos cercanos, atravesando los huecos bajo y sobre los estantes y flotando alrededor de los muebles disgregados por la enorme sala. Estaba a punto de absorberla al asaltarle el pensamiento de que probablemente al bibliotecario no le haría gracia su despliegue, cuando sintió algo. Algo conocido. Dejó que un jirón de niebla se extendiese algunos centímetros más, tanteando y finalmente la niebla envolvió por completo a la figura cuya identidad ahora podía confirmar. No sabía cómo iba a reaccionar la persona en cuestión, por lo que decidió que aquel sí era el momento de retirar el banco de niebla. Los demás habrían podido observar su expresión de sorpresa si se estaban fijando en ella, que permaneció hasta después de haberse despejado el interior de la biblioteca. Tras unos segundos, Irianna se dirigió hacia sus compañeros.
—Roaxen Tenvrai está aquí.

No lo habían buscado, pues tras haber hablado sobre ello en una ocasión, habían decidido que por el momento dejarían que decidiese por sí mismo lo que quería hacer. Si algo sabía la idrina, era que el xolnita podía ser muy odioso, pero no era estúpido. La afirmación se diluía considerablemente al recordar la noche en la que tuvieron que salvarle la vida, ¿pero qué otra cosa podían hacer? Había desaparecido sin avisar la noche en la que se transformaron, era obvio que no quería ser encontrado. La lacustre ni siquiera estaba segura por qué le preocupaba tanto si seguía o no con vida: el cizaña, pues había encontrado los cambios de Roaxen en uno de los libros de Serpentaria, ni squiera había tenido la deferencia de considerarlos sus iguales y en general se había comportado como un energúmeno a lo largo de una dura convivencia de siete meses. Se recordaba a sí misma que se trataba simplemente de que ella no era así y por eso no podía simplemente ignorar a alguien con quien había compartido penurias a su suerte y desentenderse de él. A fin de cuentas a ella siempre la había tratado un poco diferente. No es que eso le gustase, no sabía el porqué de la preferencia y probablemente la respuesta fuese desagradable fuera cual esta fuera, pero quería decir que tal vez se le podía hacer entrar en razón. Pero Irianna tenía miedo de equivocarse tal y como lo había hecho antes con Sigrún, y por eso había preferido no hacer nada al respecto.

Y ahora estaba allí, muy cerca de ellos. La idrina miró al resto, insegura sobre qué hacer. No quería volver a desplegar la niebla y por lo que sabía, el xolnita podría haberse perdido entre el laberinto de estanterías alertado por la presencia de la niebla si no quería ser encontrado. Claro que ella también podía volver a encontrarlo cuando quisiera. Suspiró, resignada.
—¿Creéis que deberíamos tratar de hablar con él?
Ella no estaba segura de lo que sería mejor, pero creía que debía al menos, intentarlo.