Biblioteca Mágica

El desánimo del repoblador cundió cuando vio que el resto de gigantes cogían los libros y pasaban las falsas hojas fabricadas con corteza. << No debí haberme fiado tan rápido de ellos >>. Se sentía perdido y solo sin su avispa. La biblioteca era una madriguera muy grande y desde el suelo, le resultaría imposible orientarse solo hasta la salida. Había valorado la idea de envenenar al extraño que le había parado los pies en su empeño por sabotear el lugar, pero sabía que era de locos. Con un don de Flora en contra ocurrían dos cosas: a) atacarle sería posicionarse contra la Flora y b) tenía tantas probabilidades de sobrevivir como un lagarto hormiguero sin lengua. << Ninguna >>.

Uno de los gigantes, con un par de protuberancias en la cabeza, parecidas a la de algunos animales lacustres, se acercó a él y le bombardeó a preguntas, unas más extrañas que otras. Ladeó la cabeza, observándolo de arriba a abajo desde su asiento, mientras calibraba para qué servirían esas diferencias dentro de la manada de gigantes y si debía o no contestar a las preguntas. También le explicó qué eran los libros y su uso, explicación que el habitante de la madriguera había acabado de puntualizar. Al repoblador le resultó raro que hablara como si nada, ignorando que antes el propio domador había tirado todos los libros que había podido. Negó con la cabeza confuso y se giró hacia el gigante que le acababa de hablar.

-Sé que son una abominación-respondió finalmente, con un deje triste en su vocecilla-. Nosotros también escribimos cosas, pero en hojas directamente sobre los árboles, sin arrancarlas ni encerrarlas. Señales, direcciones, pelígros... pero la hoja sigue siendo parte del árbol y cuando cae o muere el mensaje se pasa a otra hoja viva. No hacemos mal a la Flora con ellas-puntualizó más para sí mismo que para el muchacho. Aunque en parte, visto la falta de árboles del lugar, comenzaba a entender para qué los guardaban aquí. Eso solo añadía una razón más a la causa de la pequeña criatura de repoblar la triste Rocavarancolia << Necesitan guardar el conocimiento mejor >>-. Y el mundo...-esta parte era la que no acababa de entender-. Solo hay uno-le corrigió convencido-. Yo soy del bosque, vivía en una colmena sobre un gran llorón, cerca de la arboleda de cristal-le explicó, creyendo que en cuanto lo escuchara, el otro sabría su procedencia sin pérdida. << Todo el mundo sabe dónde están los árboles de cristal, incluso los isleños lo saben >>.

Entonces se dio cuenta de que no se había presentado. Se puso de pie, acercándose tanto como podía sobre la mesa hasta él, le enseñó los tatuajes de sus brazos y dibujó su nombre sobre la superficie de madera muerta.

-Así me llamo-le dijo, aunque tenía cada vez la sensación más clara de que estos entendían su lenguaje malamente-. No es un nombre sonoro-se disculpó-. ¿Y el tuyo?-el gigante le había caído bien. Había venido a explicarle el fin de los libros y no le estaba hablando como a una mangosta retrasada.

Shizel aprovechó mientras el hombrecillo hablaba para estudiarle con más detenimiento. Tenía una anatomía ciertamente singular: los silbidos chirriantes de antes habían salido de su espalda. Escuchó atentamente las palabras del repoblador, y captó que en un mundo donde todos sus habitantes parecían venerar la naturaleza un lugar como aquél debía ser cercano a un sacrilegio. Entendió entonces la reacción exagerada del hombrecillo.
-Me temo que aquí tienen más cosas que escribir que vosotros- le dijo con tacto-. Y en este lugar ni siquiera hay árboles que yo sepa, así que me temo que vas a tener que tolerar estas cosas de momento.
Sonrió divertido ante su ciega convicción de que el suyo era el único mundo existente.
-Puedes creer lo que quieras, pero donde yo vivía no había ninguna arboleda de cristal- contuvo de nuevo el impulso de preguntarle al repoblador cómo sería un lugar así-. Y lo tenemos cartografiado casi al completo, y no había nada de esto- hizo un amplio gesto que no sólo abarcaba a sus compañeros de distintas razas, sino a las rarezas de Rocavarancolia en general.
El idrino se sorprendió cuando el repoblador le "dijo" su nombre, aunque por una razón distinta a la de sus compañeros. Había entendido ya a que a casi todos los demás los matices del lenguaje corporal les quedaban completamente ocultos, y el lenguaje táctil del repoblador era lo más parecido que había encontrado hasta entonces.
-Yo soy Shizel- se presentó a su vez-. En mi mundo tampoco usábamos sólo la voz: utilizábamos gestos también, pero a la fuente esa le caí mal y les quitó el significado- se encogió de hombros para disimular la pena que le causaba aquello-. Ya que no tienes nombre audible, te llamaré al estilo idrino- dijo, y trazó en el aire el gesto que había visto al repoblador dibujar sobre la mesa. Entre grupos de gente que se conocía bien los idrinos se apodaban mutuamente con gestos individuales para llamar a cada uno, y aquello le resultó completamente natural; aunque le resultaba un tanto extraño aplicarlo a alguien que acababa de conocer.
Vio cómo a sus espaldas la reunión empezaba a disgregarse, sus libros ya elegidos, y se despidió de los del otro grupo para perderse, esta vez sí, entre las estanterías.
"Mil y una recetas de colaespina a la bechamel". "Éste le serviría más a Saren que a mí", pensó el idrino, pasando de largo.
"La sanación mágica y la restauración inmediata: hechizos y didáctica." Shizel lo hojeó pensativo, pero estaba lleno de diagramas incomprensibles, aunque estuviese en su idioma. "Y él solo pesa más que el saco de comida", pensó, y decidió dejarlo ahí de momento y volver más tarde con papel y pluma a estudiarlo con detenimiento.
"Histórico general de Rocavarancolia: tradiciones y hechos destacables del último milenio". Aquél le llamó la atención y fue por el que se decidió. Seguro que alguno de sus compañeros se habría ocupado ya de cubrir los libros más prácticos, y a su entender necesitaban una visión general de aquel lugar y de por qué estaban allí.
Saliendo del laberinto de estanterías divisó a algunos de sus compañeros en la entrada y se unió a ellos. Le sorprendió ver a Timmy entre el grupo: no se había dado cuenta de que les había seguido. Una vez se hubieron cerciorado de que no traían libros repetidos y de que estaban todos, se pusieron en marcha de vuelta a Maciel: la tarde ya caía fuera.

Sigue en la Cicatriz de Arax.

RR se percató de que la luz que entraba por la puerta de la biblioteca comenzaba a disminuir, y torció el gesto para expresar su disgusto. Se les estaba haciendo tarde.

-Camaradas.- dijo en voz más alta, llamando la atención de sus compañeros de torreón.- El ciclo está terminando y se están yendo las luces. Es hora de mover el culo si queremos llegar vivos a casa.

Sin esperar contestación, se echó la ballesta al hombro y comenzó a andar hacia la salida a paso ligero.

-Nos alegra saber que estáis bien- dijo a modo de despedida mientras alzaba un brazo tras de él para la gente del otro torreón.- Estaremos en contacto. Pasaos cuando queráis.

Y, sin mediar más palabra con nadie, salió de la biblioteca para sumirse en la vieja ciudad bañada por la luz crepuscular.


Sigue en la Cicatriz de Arax.

Los del otro grupo fueron respondiendo y fui tomando nota mental de todo lo que decían << Otro torreón... Vale, ya nos iremos visitando, mejor así, es decir, separados, ya que no sabemos si nos atacarán en el refugio y si lo hacen, no perdemos el único sitio seguro... >> Cuando todo se hubo, lo del repoblador incluido, volví a mis libros, pero sin éxito, sólo acabé mosqueado por la ausencia de otra religión en esta ciudad... Pero lo que también llamaba mi atención era la cantidad de libros de "magia", "hechizos", y demás términos relacionados con la susodicha Magia. Y movido por esta curiosidad cogí un tomo púrpura que prometía milagros o al menos lo intentaba, ya que algunas páginas estaban en otro idioma. << Habrá que volver y traducir estos con ayuda de algún diccionario o manual del idioma pertinente... Pero primero habrá que identificarlo, diablos... >> A pesar del problema, la perspectiva de volver a estar entre libros, traduciendo e investigando me alegraba.

-Me alegra que estéis bien, y eso, ya iremos a visitaros.-les dije a los del otro grupo antes de volver a mi sitio.

Mi mesa de trabajo estaba cerca de la salida, ya que me fui desplazando con los libros según iba buscando otros nuevos, sin perder la esperanza. Pude ver al bibliotecario pero sus palabras de "llorarle" me echan para atrás << Qué se habrá creído... Vale que sea una especie de espectro, que viva aquí y demás, pero eso no le da derecho a decirnos eso >> También vi a los de mi grupo buscando libros y a los demás marcharse, R.R diciendo que oscurecería pronto << Y razón no le falta... Hay que volver >> Cuando vi que el repoblador ya estaba más calmado, me acerqué a él y a Pablo y les dije que se pusieran en marcha con el libro del primero. Luego me acerqué a Erin para ver qué libro había cogido y finalmente me acerqué al mostrador, para esperar a los demás.
-Cuando acabéis, nos vamos también. Hay que ir a por la comida y llegar, a ser posible antes de que anochezca. Y no os olvidéis de las malditas casas y su efecto.-les fui diciendo.-Yo he cogido al final uno de "magia".-añadí, no muy seguro de la palabra.-Ya veremos si tanta superstición es cierta o son sólo cuentos de hadas...

En cuanto estemos listos, saldré y...
Seguirá en la Avenida de las Casas Carnivoras.

Timmy esta fascinado por aquel ser al que habían identificado como un repoblador. No le resultaba en absoluto amenazador y, por el contrario, al niño le divertía verlo moverse.
El que si le había intimidado era el bibliotecario. Nunca había pensado que los espectros realmenhte existieran, y no había sido precisamente agradable descubrir que se equivocaba.
Superados los momentos de tensión previos, los integrantes de su grupo se dispusieron a comprobar que nadie había cogido un libro repetido, por lo que a Timmy no le quedó más remedio que enseñar el suyo. A todos les resultó extraño el que había escogido el irlandés, puesto que no se imaginaban que interés podía tener un niño de trece años en la fabricación de explosivos.
-Lo cogí porque... esto... bueno, pensé que podía sernos útil para fabricar alguna trama o si necesitasemos abrir una brecha en algún sitio.-Mintió el joven a fin de no desvelar el verdadero motivo.

Aunque todos duraron por un instante, nadie dijo nada más al respecto, por lo que todos se encaminaron de vuelta a aquel torreón que habían convertido en su hogar.


Sigue en la Cicatriz de Arax.

Después del primer gigante de orejas de agua, se acercó otro de los gigantes que pertenece a su misma categoría. Ambos llamaron al pequeño repoblador con su mismo nombre, pero en el aire. Esto se le hizo extraño, pero no era comparable con las cosas raras que afirmó el primero sobre varios mundos. << No conoce los árboles de cristal >>. La pequeña criaturilla empezó a dudar. Si de verdad era cierto... ¿Cómo viajó de mundo a mundo?, ¿conocerían a la Flora fuera del suyo?, ¿qué repobladores habría en ellos? Las preguntas se amontonaban y el repoblador decidió quitárselas todas de un plumazo, decidió que le daba igual. << Ahora estoy aquí, en la bliblioteca, en Rocavarrancolia >> se dijo << Y aquí es donde tenco que cambiar las cosas >>.

El segundo acuático además insistió en ponerle nombre sonoro: Tapón. Nombre que no le hizo ni fu ni fa hasta que le explicó que era el nombre de un cactus. << Tapón. Tapón. Tapón. Tap. Tap. Tap>>. lo repitió mentalmente varias veces mientras se tocaba los pelos de la cabeza, de forma casi involuntaria. << Es algo un poco isleño >> no era costumbre entre las colonias del bosque llevar nombres sonoros. << Pero supongo que también es necesario >>. Brincó sobre la mesa, acompañando el salto con un sonido agradablemente musical, y dio las gracias al gigante antes de que se fuera. Estos dos parecían ser más dados a hablar que los otros gigantes e incluso escribían en el aire, por lo que el repoblador no tuvo duda de que su función dentro de la manada era la de socializar. << Son como domadores.. >>.

Un rato después, Pablo se acercó de nuevo a él. Traía un libro y el repoblador tuvo que contener las ganas de tirarlo al suelo. << Cálmate >> se dijo, respirando despacio. Esto no le gustaba nada, pero no le quedaba de otra. << Estamos en un lugar muerto y todas las notas están apresadas >>. Aprendería del lugar primero y así podría arreglar todo este cardo marranero después. Sin embargo, en cuanto leyó lo que ponía en la cubierta y lo abrió, se quedó anonadado. Hablaba sobre lo único que al recién bautizado Tapón le podría interesar: << Plantas >>. Se subió sobre él y fue pasando las manos por las letras mientras leía. Hablaba de especies que jamás había llegado a conocer y los posibles usos que se podían dar a estas. << Venenos, medicinas... >> Tenía de todo y en mayor cantidad de lo que podía esperarse.

Cuando su grupo dijo de salir, le pidió al gigante que cargara con su libro y se subió sobre su cabeza.

-¡Arre, Pablo!-gritó jocoso, más por diversión que por dar orden alguna. Nada más llegar al panal, les hablaría a todos de su nuevo nombre.


Sigue en la Avenida de las Casas Carnivoras.

Shizel fue el primero en asomarse, aún sin fiarse del todo. Por suerte no habían tenido ocasión de encontrarse con el drago de chiimera por el camino, pero tampoco descartaba más sorpresas desagradables. Tras asegurarse de que todo estaba en calma hizo que los demás entrasen primero antes de cerrar la puerta tras él, aún vigilando la calle.
La biblioteca estaba ahora considerablemente más tranquila ahora que no había repobladores cabreados tirando libros al suelo. Sin embargo los inexplicables libros voladores seguían ahí, como un atentado deliberado a su cordura. Hizo todo lo posible por ignorarlos, aunque los ojos se le desviaban constantemente en su dirección.
"La próxima vez traeré un cazamariposas", rumió tras descartar como poco digna la idea de tratar de pillar alguno con las manos como si fuera una mosca.
-Saren, tú sabrás qué buscas...- dijo pensativo. Que el norteño supiese qué necesitaba era una cosa: encontrarlo entre aquella marabunta literaria era otra-. No parece que las estanterías estén señalizadas, así que mejor separémonos para ir más rápido. Si alguien encuentra algo que lo traiga y le echamos un vistazo en esta mesa. Así no nos dispersamos a lo tonto por toda la biblioteca y nos podremos ir tan pronto tengamos lo que buscamos, ¿os parece?
Dicho esto se internó directamente entre las estanterías que le resultaban más familiares, en busca del tomo de sanación mágica que había visto el día anterior. Por muchas ganas que tuviera de quedarse allí un rato, cuanto menos tiempo pasaran allí más probabilidades habría de que no tuvieran que enterrar al ballestero al día siguiente.
Aunque no se lo había dicho a Saren entonces por delicadeza, no creía que aquellos cristales que le había mostrado pudieran hacer magia, sino que más bien eran creencias de su cultura. En la suya aquello era algo de laboratorio, y desde luego no consistía en rituales raros. No buscaba el libro porque creyera que de verdad algún hechizo milagroso fuese a curar a RR, consistente en canturrear e invocar espíritus como había oído que consistía el imaginario del norte. No obstante, sí esperaba que aquellos hipotéticos rituales trajesen consigo la descripción de alguna sustancia o potingue adicional, que era lo que realmente les hiciese funcionar.
Alguien lo había movido de sitio y a muy mala idea, pero se llevó una decepción en cuanto abrió el tomo. No era ningún manual de ungüentos ni remedios, ni siquiera rituales raros que podrían haberle dado alguna pista. Y para colmo estaba en una variante del rocavarancolés que daba dolor de cabeza sólo de mirarla. Shizel no tenía referentes, tiempo ni ánimos de ponerse a intentar una traducción aproximada y dejó el tomo en su sitio.
-¿Tenéis algo?- preguntó a media voz, zigzagueando entre los estantes en busca de algún catálogo de venenos o infecciones.

Shiz fue el primero en entrar a la biblioteca, comprobando si había alguien y cerrando la puerta cuando pasaron dentro. El lacustre propuso separarse y cada uno tomo un camino distinto, buscando un libro que pudiera ayudarles. Saren se paseo entre las estanterías, ojeando el lomo de los libros a gran velocidad, buscando uno que le llamara la atención. Buscaba algún tratado sobre venenos o antídotos, o quizás un libro sobre medicina. El chico estaba centrado en la tarea, y apenas se fijo en los libros voladores que el día anterior habían atraído su atención durante bastante rato, no era el momento.

Los dedos del norteño se deslizaron por las estanterías durante un rato hasta que se topo con un titulo que le llamo la atención, “Recetas y remedios caseros de la Abuela Arácnida”. El chico sacó el libro de la estantería y lo abrió, ojeandolo con rapidez. Era un recopilatorio de diversos remedios para bastantes tipos de dolencias, y no tardo en encontrar uno para eliminar venenos del organismo. Empezó a leerlo cuando escucho la voz de Shiz algo alejada, preguntando que tal lo llevaban.

-Creo que tengo algo -dijo en voz lo bastante alta como para que sus dos compañeros le oyeran, encaminándose hacia la entrada.

Cuando llegó a la mesa donde habían acordado llevar sus hallazgos, Wintel y Shiz ya estaban allí, y parecía que no habían encontrado nada. Saren les enseño el libro y les informo del contenido, pero les comento que hacían falta algunas ingredientes que aparecían dibujados al detalle en el recetario, pero que iban a tener que buscarlos. El norteño abrió el libro por la página del remedio para venenos y les señalo la lista de ingredientes con un dedo, mostrandoles también los dibujos del musgo y los ciempiés que tendrían que conseguir para preparar el cataplasma.

Sin embargo no demoraron mas la marcha y salieron de la biblioteca cuando Wintel registro el libro. Caminaban a paso rápido, oteando la ciudad, buscando cualquier rastro de verdor que pudiera indicar la presencia de vegetación en aquella ciudad de piedra. No se habían alejado mucho del edificio cuando divisaron un edifico cubierto de vegetación que parecía ser un torreón. Los tres muchachos echaron a correr hacia la estructura, esperando tener suerte.

Continua en el Torreón Letargo.

La biblioteca estaba llena de libros, miles y miles de libros en estanterías altísimas y atiborradas de libros. Pero no era solo eso: libros enjaulados, libros levitando, libros correteando, libros parlantes, libros con ojos una maldita locura. Eso sí, si había un libro que buscásemos seguro que allí lo encontraríamos.


Shizel propuso separarnos para que la búsqueda fuera más eficaz, no tenia ni idea por donde empezar pero me dedique a leer los títulos de los libros, eso sí , los que se dejaban leer. No se cuanto busqué pero no encontraba nada relacionado con venenos, muchísimos libros sobre Rocavarancolia, ¡ qué daría cualquier nublino con pisar este lugar !.


“Aquí solo hay libros de esta estúpida ciudad-me senté en la mesa junto a Shiz refunfuñando y cruzándome de brazos-“


Justo cuando me senté apareció Saren con un libro entre las manos, justo el que necesitábamos. Cogí el libro y me lo guarde en el anorak, aparecían bastante recetas o eso creía porque no entendía muy bien todas ellas pero tenia bastante dibujos explicativos, incluso algunas hojas añadidas.


Seguí a los pieles plateadas justo como llegue a la biblioteca, ahora parecía que nos dirigíamos a otro torreón, en busca de musgo y ciempiés…


Sigue en Torreón Letargo.

No costó localizar la biblioteca. En cuanto entramos al mostrador volví a leer las normas para asegurarme de que no olvidaba nada.-Bien, seguramente ya lo sabeis de sobra, pero solo podemos elegir un libro cada uno, asi que los que aun no teneis pensadlo bien antes. Bueno, me adelanto. Hasta ahora-

Caminé un buen rato por los distintos pasillos llenos de libros en busca de cualquiera que pudiera servir. De vez en cuando ojeaba alguno, pero acababa descartándolos, bien porque no era lo que buscaba o porque estaba en algún idioma que no entendía. Entre tanto también me cruzé con varios libros voladores y me pregunté quién habría sido el imbécil al que se le ocurrio semejante estupidez. "Libros que vuelan. ¿En serio merece la pena molestarse para lograr eso?"

Y asi seguí, buscando durante yo que se cuanto tiempo, pero sin encontrar nada. "Si al menos supiera donde encontrar lo que busco..."

Cierto, había un bibliotecario, pero no lo veía por ninguna parte. Además, no estaba muy seguro de querer encontrármelo. La ultima vez Tap había intentado destruir la biblioteca. Bueno, destruir... desperdigar más bien. El caso es que si yo fuera el encargado de una biblioteca llena de libros cada uno más raro que el anterior, y que encima alguien se pusiera a tirar todo lo que viera, pues no estaría de muy buen humor precisamente.

"En fin. Seguiré buscando a ver si hay suerte. La voy a necesitar"

Sigue en la Avenida de las Casas Carnivoras.

La biblioteca era... No era como Yrio la había imaginado, pero no fue ninguna decepción. De hecho le encantó, ese aire de tranquilidad y seguridad tan raro ya en la ciudad, el polvo flotando en el aire dándole un toque mágico a la luz dorada que entraba por los ventanales... Y libros, cientos miles de libros ordenados (más o menos) en viejas estanterías que juntas formaban un laberinto. Yrio sabía lo que tenía que buscar, pero por un instante se sintió perdido y maravillado, plantado en la misma entrada. Pablo les explicó las normas de la biblioteca y al fin se decidió a emprender la búsqueda.

Necesitaba algún libro con técnicas de lucha o estrategias de combate, o tal vez algo que le diese alguna pista sobre cómo enfocar su entrenamiento. Trató de alejarse de los demás tanto como pudo por si se extrañaban de su elección. Ya sabía que mucha pinta de guerrero no tenía. Tras un rato estuvo por rendirse, al no encontrar más que biografías de guerreros con nombres impronunciables y cuentos infantiles que describían batallas antiguas tan espectaculares que Yrio dio por hecho que no eran más que fantasía. Un aleteo le alertó, justo cuando cerraba el sexto libro de biografías, y le hizo mirar hacia arriba. Varios libros sobrevolaban su cabeza.

-¡Es increíble!- exclamó- ¡Tengo que verlos de cerca!

Subió una silla a una mesa cercana y se encaramó a lo alto, pero en cuanto estuvo lo bastante alto para alcanzar los libros estos volaron hacia otro sitio, por lo que Yrio volvió a bajarse, bufando de fastidio, y buscó otra mesa en la que subirse. No supo cuánto tiempo malgastó en esa estúpida persecución, solo que ya se le habían cansado los brazos de tanto cargar la dichosa silla. En un acto desesperado saltó para atrapar un libro al vuelo, y sorprendentemente lo consiguió.

-Estate... quieto... cosa... dejame leerte- maldijo agarrado con fuerza al libro que pugnaba por escapar de sus brazos.

Entre las páginas que se movían de un lado a otro como locas, Yrio pudo leer algunos títulos sueltos ''Las leyes de la demiurgia'' ''Hechizos protectores para guardianes'' ''Maldiciones ofensivas'' No entendía muy bien la mayoría de las palabras, por lo que quedaron olvidadas en algun rincón de su cerebro, pero una se le grabó a fuego ''hechizos''. El libro escapó bruscamente haciendo caer al chico al suelo y dejándole un feo mordisco en la nariz.

-¡AUauauauauauauuuu!!

Rodó sobre sí mismo por le dolor y quedó tirado en el suelo de cara a una estantería. Una estantería donde la mayoría de los títulos de sus libros contenían la palabra ''hechizos'' o ''magia''. Yrio se puso en pie y pasó los dedos por los títulos, limpiando el polvo para leer sus lomos, cogiendo algún tomo para ojearlo. Sabía que estaba cometiendo un error garrafal, la magia solo era real en los cuentos ¿verdad? Tenía que buscar un libro de lucha, no uno de magia. Pero aquellos libros se le antojaban mucho más interesantes.

Cogió uno titulado ''Magia básica'', tampoco se sentía capaz de conseguir nada más, y se fue trotando felizmente hacia la salida, evitando nuevamente a sus compañeros por si le decían algo del libro.

Sigue en la Avenida de las Casas Carnivoras.

Tras una breve caminata llegamos por fin a la Biblioteca. Pablo les cuenta las normas de un libro por persona y entramos. Al contrario que la otra vez, yo intento buscar un diccionario o algún manual de lenguas para entender el maldito libro de "magia" que cogí el otro día, pero entre que hay como cientos de idiomas en la biblioteca, y muy pocos de los títulos los entiendo, lo dejo.

Después busco cualquier tomo que esté repetido en otro idioma, buscando la misma portada o misma autoría, hasta que me harté. Nunca he estado en una biblioteca tan rara y tan frustrante.
-Grrr.

Refunfuñando me cambio de sección, buscando algo que me diga la función de los cristales, porque para algo han de servir, no creo que sean linternas. Así pues busco títulos que mencionen artefactos u objetos raros, pero solo consigo maravillarme con objetos legendarios, tales como armas o "grimorios", que a saber qué son. Pero una vez más, la magia aparece ligada a este tipo de artefactos, así que decido mirar en alguno de los libros que prometen hechizos y encantamientos de cuento, a ver si dan alguna pista de los cristales.

Con un par de esos manuales, dos ricos en ilustraciones, me voy a una mesa de trabajo y empiezo a pasar páginas en ambos, a la vez, buscando entre las imágenes alguna referencia a los cristales, hasta que doy con un individuo ataviado con túnica de colores y un collar repleto de estos. Por la ilustración se diría que hace gestos y logra el sortilegio de la página. << Esto no me dice nada... Pueden ser decorativos o meras linternas... >> Sin embargo, todas las ilustraciones referentes a algún hechizo tienen a un individuo o individua cargando esos cristales, ya sea como collar, en la mano, cinturón o lo que sea. << ¿Tendrá relación con la Magia? Esto es raro... >> Y teniendo en cuenta que no me creo eso de la Magia de este sitio y que en todo caso, es cosa de las Brujas Antiguas, llego a la conclusión de que simplemente usan los cristales por superstición.
-Meh.

Dejo los libros y vuelvo a la salida para esperar, y aprovechando que Yrio también está, le cuento lo de los cristales y lo que creo que son: artefactos de mera superstición, pero también le digo lo de que salen en ilustraciones relacionadas con magia.

Alder y Seon tomaron caminos separados al pisar por primera vez la biblioteca. Apenas se dedicaron una mirada vaga en la entrada, compartiendo la sensación de que no había nada que decir, y no había motivo alguno por el que ceñirse la una al paseo de la otra.
Alder había sido una visitante frecuente de las dos bibliotecas de su ciudad. Estaba acostumbrada a los paseos de los sacerdotes entre las estanterías y ya conocía los nombres de todos y ellos sabían el suyo. O lo habían sabido. Incapaz de ayudar en gran cosa a sus padres en sus respectivos trabajos, porque era torpe y poco cuidadosa con las telas e hilos y no sabía dibujar un plato, se había visto relegada a ayudar con las cuentas, a atender clientes - trabajo en el que rápidamente fue sustituida por Rashir, uno de sus hermanos, porque inexplicablemente algunos clientes salían ofendidos de la sastrería de su padre.- y luego, hastiada de las cosas monotonas, simplemente se había escaqueado de todo trabajo y empezado a acumular conocimientos demasiado diversos y poco concretos como para resultar utiles, en busca de algo interesante con lo que sacar a Seon y a ella misma de su casa.
Paseó por los titulos y los lomos con ojo critico y solo la distrajo Yrio cuando fue testigo de como un libro le mordía la nariz. La risa de Alder salió sin mala intención, y siguió mucho después de que Yrio se hubiera ido, a pequeñas rachas.
La magia le llamó la atención pero estaba segura de que ya tendrían titulos de ese estilo sus compañeros, y a los que siempre podía echarles un vistazo. No sabía que podía ser más útil y estaba segura de que era mejor no llevar una lectura de placer.

Seon por su parte había pasado su infancia entre libros. Gran parte de los tres ultimos años antes de la unión, muchos aurvas se volvían autodidactas y buscaban sobre los temas que más les gustaban. Ella sin embargo se había visto absorbida en seguida por la madre clara de su edeel, con quien compartía una extraña afinidad, reforzada por el hecho de que tenía talento para el dibujo. Ayudaba a estampar los tejidos del padre de Alder y resultaba en general mucho más util que su pareja a la familia de esta.
Asi que el paseo de Seon entre los libros de aquella biblioteca tan silenciosa y vacía, fue más curiosidad que verdadero interés en ninguna materia. Sabía que tenía un libro a su disposición, que contaría como suyo, pero como no tenía preferencias, buscó algo para Alder.

Al final la edeel se decantó por un libro de historia de la ciudad. No era lo que ella consideraba más util, pero no era una estupidez después de todo. Además asi tendría alguna respuesta, más allá de las tonterías que le habían metido en la cabeza a Seon. Por debajo de todas sus bromas y tonterías y de su reconciliación, tenía un pesimismo negro sobre aquel lugar.
Seon mientras buscaba algo para Alder, encontró un libro de recetas y decidió llevarselo para Atol, que siempre cocinaba. Además, seguía siendo un regalo indirecto a Alder, que siempre había tenido mucho apetito.

Jack
Cuando los demás se fueron de Serpentaria, Nia me recordó que teníamos que buscar información sobre la planta en la biblioteca, así que aquí estamos, de nuevo envuelto en otro hechizo de protección. Me adelanto y abro la puerta pero me detengo al segundo: hay un rastro reciente, varios en realidad, pero de estos logro reconocer unos cuantos. Vuelvo a cerrar y le digo a Nia en un susurro:
-Aquí hay cosechados, y cerca de la puerta. Reconozco a varios de los que traje yo.-añado un tanto nervioso.-Que no nos vean...Nos vemos dentro.

Me deshago en humo y asciendo buscando una ventana abierta, por donde luego me cuelo hasta la estantería más próxima. Me pego a la superficie de esta y me asomo, aún en forma de humo, para echar un ojo a los cosechados. Logro localizar a Yrio y Alder, así como un par desconocidos. << Seon andará por ahí, tengamos cuidado >> Me quedo unos minutos más siguiéndoles desde las estanterías, disfrutando de sus fragancias, curioso y alerta a partes muy distintas. Me recuerdan a nuestra primera visita a la biblioteca, nuestras primeras salidas por la ciudad... Y mentalmente les deseo lo mejor, dentro de la dureza de la criba y la ciudad, que crezcan en las calles y en un tiempo que sean ciudadanos de pleno derecho. Quizá una parte de mí les ayudaría pero no, han de apañarse sólos, trabajar en equipo y sobrevivir.

Y yo tengo cosas que hacer, así que me voy a la sección de herbología y allí me materializo, deshago el hechizo de protección y me cubro con uno de opacidad. Luego empiezo a buscar información sobre la flor "salmofer". << Aquí hay de todo... Plantas carnívoras gigantes... Y esa se mueve... ¿Dónde estás florecita? >>

Nia

Y pusieron rumbo a la biblioteca. Jack le dio más detalles, un nombre una localización y una condición de quien le pedia aquella flor. La ulterana casi entró directamente a la biblioteca, sin darse cuenta de que habia cosechados dentro. El vampiro la paró en el acto, habiendose dado cuenta él. Dijo que tendrian que ir con sigilo y acto seguido se hizo humo, colandose por una ventana. Nia suspiró y se frotó los ojos mientras lanzaba un hechizo para volverse invisible. Cerró la puerta con el ruido mínimo y pasó adentro. En efecto, varios cosechados estaban ahi reunidos. Nia vaciló unos instantes. Nunca habia estado tan cerca de los cosechados, tan cerca para ayudarles o darles alguna pista... lo que fuera. Alzó la mano en su dirección, como intentando agarrarles pero su sentido común se antepuso y los pequeños dedos se cerraron entorno al aire. Suspiró y se dirigio a la sección que creia correcta para encontrar información de la planta.
Entre tomos y tomos de libros, pudo distinguir uno lo bastante interesante para llamar su atención. En completo silencio, lo abrio y examinó el índice. Un apartado especialmente dedicado a plantas de propiedades extraordinarias en Libo fue la señal para saber que habia dado en la diana. Buscó a Jack entre los pasillos de la biblioteca y, tras encontrarle, señaló aquel apartado. Pasó las hojas a toda prisa y mostró al vampiro las páginas que hablaban sobre en esas plantas. Susurrando, decidió romper el silencio.
-Tenemos dos opciones. Una, es ir de noche y encontrarlas fácilmente. Otra, es ir ahora mismo y engañandolas con un hechizo luminico, sacar las buenas de las malas. ¿Qué dices?-preguntó, algo preocupada, ya que sabia de la debilidad de los vampiros a la luz solar. No le importaba esperar, pero tambien estaba bastante emocionada por emprender aquella aventura cuanto antes.