Biblioteca Mágica

Mánia saltó rápidamente de la bañera, feliz de volver a tierra firme. Era raro que le diese miedo volar teniendo en cuenta que se dedicaba a tirarse de la azotea del torreón, pero odiaba cualquier cosa que escapase a su control. Echó la vista hacia atrás, hacia Letargo, mientras Vlad le explicaba la situación al chico pez. Se preguntó si estaría bien dejarles sin más. << Alicia es fuerte, hace más magia que tu, y está Giz y Noel y todos...>> se dijo mentalmente, pero eso no quitaba que se preocupase...

Vlad terminó su explicación y Mánia balanceó ligeramente los brazos, sopensando los pros y los contras de despedazar al conde. No le gustaba que se la hubiese llevado de esa forma y la hubiese obligado a meterse en una bañera voladora sin consultarle siquiera; por otro lado la había sacado del torreón, que era lo que ella quería, y la había llevado a la biblioteca... y olía muy rico... Su voz aterciopelada era agradable, tan dulce... Y eso precisamente le hizo desconfiar de sus intenciones. Conocía demasiado bien ese tono aterciopelado, no era la primera vez que lo usaban para dirigirse a ella. Respiró hondo varias veces para despejar la mente y se acercó a Vlad con paso decidido. Era bastante más alto que ella, y necesitaba que se pusiese a su nivel, así que le dio una patada en plena erección y cuando se dobló de dolor aprovechó para decirle al oído:

-Si vuelves a secuestrarme te haré filetes, ¿entendido?

Dicho esto entró en la biblioteca, directa a la sección de magia que ya conocía. Fue cogiendo libros y libros de hechizos de camino a una mesa y los fue abriendo por páginas al azar para tenerlos todos a mano.

-Tiene que haber algún libro que explique lo que nos está pasando- dijo en tono alto para que los otros dos se enterasen.

Vladimir se agachó completamente, haciendo un ángulo de noventa grados, con el torso paralelo al suelo. El pelo tapaba parcialmente sus facciones, pero una sonrisa enfermiza se dibujó en su rostro. Aún saboreando el dolor, escuchó la voz ronroneante de Mánia susurrándole al oído. Aquello lo hizo relamerse lentamente los colmillos superiores. La muchacha se alejó de él y, cuando terminó de saborear el placer producido por aquel exquisito dolor, volvió a su posición original, erguido completamente, espigado y ligeramente inclinado hacia atrás. Miró a la muchacha entrar en el edificio iluminada por la luz carmesí en la oscuridad.

Vlad comenzó a andar hacia ella, moviendo felizmente la cola, pero a mitad de camino se detuvo un instante. Giró su torso lentamente para poder mirar a Alphonse, aun dentro de la bañera. Le izo una indicación sugerente con el dedo, dando a entender que lo siguiera, para luego guiñarle un ojo mientras sonreía ampliamente.

Hecho esto, continuó su camino, introduciéndose en la biblioteca. Dentro le esperaba el mismo panorama familiar: Polvo, libros, espacios abiertos, silencio y paz. Escuchó el eco de los pasos de Mánia en aquel sepulcro, así cómo el sonido de las lápidas al ser depositadas sobre la mesa violenta y apresuradamente. El conde se pondría a ayudarle luego, siguiendo su perfume entre el laberinto de libros, pero antes debía encontrar algo que había dejado hacía tiempo.

Comenzó a vagar entre las estanterías polvorientas. Sabía lo que buscaba y dónde encontrarlo, así que no tardó mucho en encontrar el diario. Extrajo el libro de cuero negro de la estantería y volvió a leer su título.


En la portada estaba aún aquella calavera de filigrana de plata, de extremo realismo. Se apresuró a abrirlo antes de que las pequeñas estrellas de sus cuencas aparecieran y comenzaran a escrutarlo con aquel frío cósmico que lo atravesaba cómo heladas lanzas de vacío escarchado.

Pasó los dedos entre la grafía manuscrita tremendamente estilosa y observó las anotaciones. Sus contenidos eran los mismos: Explicaciones de rituales nigrománticos, enciclopédicas definiciones de criaturas no muertas, hechizos, relatos de orgías, torturas, profanaciones, exhumaciones… El día a día de un hombre con dinero, una mente retorcida y mucho tiempo libre.

Lo guardó bajo el brazo y siguió la embriagadora y dulce fragancia que le llevaría hacia Mánia, que rebuscaba entre decenas de libros abiertos al azar. Fue ojeando algunos sin mucho interés hasta que su vista se detuvo en uno en concreto. Parecía ser un tratado de demonología básica. Comenzó a pasar las páginas, ojeando las ilustraciones. Tenía una corazonada, y la lógica le decía lo que tenía que buscar.

Finalmente dio con uno en particular. La ilustración representaba a un tipo con Cuernos y rabo. Algo no muy extraño en el libro, pero la descripción escrita a la que acompañaba era muy reveladora…

-Íncubo.-dijo sin retirar la mirada del manuscrito, con una amplia sonrisa maquiavélica en el rostro.- Esto explica muchas cosas… - Siguió leyendo con atención.- Espera espera espera… ¿Qué puedo hacer qué?

Su sonrisa se hizo más amplia, si cabía. Sexo cómo medio de obtener energía y la habilidad de seducir mágicamente. Definitivamente, aquella era su noche…

El nuevo Vlad me da escalofríos cuando se dirige a mí. Afirmación poco científica, pues solo lo ha hecho un par de veces hoy, no tengo pruebas suficientes. Si busca incomodarme, lo está consiguiendo. Parece ser que soy el único al que la Luna no ha vuelto loco esta noche. Oh, y quiere que le siga. Me encantaría, y no por él, tengo cosas que hacer en la biblioteca aprovechando que me he traído la bolsa, pero no es tan fácil cuando tu supervivencia depende en exclusiva del agua. La bañera se desliza lentamente en dirección hacia la puerta de la biblioteca, y en su interior medito profundamente sobre la situación.

Mi capacidad mágica ha ido aumentando de manera exponencial a lo largo del día. Al principio difícilmente podía levantar cosas de pequeño tamaño o empujarlas. Después, me ha ido bastante justo para llegar a Letargo cruzando media ciudad. Y mira ahora, tengo la capacidad de mover una bañera llena de agua con capacidad para tres personas con solo un poco de esfuerzo mental. Si puedo hacer esto ahora, qué no podré hacer con un buen entrenamiento de mis capacidades sobrenaturales. Incluso mi mente ya está teniendo en cuenta algunas implicaciones de este nuevo grado de poder al que ahora tengo acceso. Es más, la idea de la bañera, que me parecía un grave error en un principio, tiene más ventajas que desventajas, pero aun así mi transporte actual es demasiado frágil y no durará por siempre. Además, me gustaría devolverla a su sitio cuanto antes, pues según tengo entendido a partir de lo que he podido escuchar en el torreón, y a partir de lo que he ido entendiendo a lo largo de nuestra estancia en Rocavarancolia, ni somos los primeros, ni los últimos. No me gustaría privar a futuros habitantes del edificio del mobiliario. Si solo pudiera ampliar un poco esto, reforzarlo y...

Para cuando me doy cuenta la bañera se ha parado frente a la puerta. Será rápido: entrar, buscar al bibliotecario, hacer lo que tengo que hacer y volver cuanto antes. Dudo que me permita pasar la bañera llena ahí dentro. Claro que no puedo saberlo. Si me veo mal siempre puedo salir, no me alejaré mucho de la puerta. Salto de la bañera y entro en el edificio, con mi bolsa al hombro y la lanza en la mano libre.

-¿Señor bibliotecario?-le llamo, esperando que no tarde en escucharme, que llegue a escucharme y que se digne en aparecer.- Tengo un libro que devolver y una pregunta con respecto a la ubicación de algunos otros.-"Y no tengo mucho tiempo", añado mentalmente.

¿Cuánto tiempo puedo aguantar realmente fuera del agua? Aproximo un par de minutos, como mucho. Tendré tiempo de averiguarlo si tarda en manifestarse de la forma más absurda posible, como hizo en mi anterior visita. Y hablando de absurdos, no me había fijado en lo desordenado que está este sitio. Me dan ganas de empezar a colocar los libros que hay en las esquinas formando torres en un precario equilibrio. Oh, no, céntrate en el libro, no mires a tu alrededor. Extraigo el libro de la magia de aplicación de fuerzas con cuidado, del cual ya he sacado toda la información que necesitaba, a la espera de que alguien me indique que he de hacer con él. No conozco los procedimientos del lugar.

No tenía la cara de alguien capaz de robarle su poder a una maga tan alta como lo era ella. Pero nunca se sabía. Sin embargo, se animó a asomarse sobre la estantería con cuidado.
—Ho-hola... El señor bibliotecario no está... C-Creo que tenía que hacer algo importante con lo de la refor...
Se tapó la boca de inmediato. Se suponía que aquello era un secreto.

Deferentia solía pasar tantas horas allí que sería correcto decir que vivía allí. Su mayor preocupación era que alguien tratase de robarle su misterioso poder y por ello evitaba hablar con cualquier persona.
Cogió aire.
—Perosiquierespuedoayudarteaencontrarloquebusques —replicó atropelladamente.

[NOTA: Tú manejas. Si tienes dudas, consulta el censo.]

Una señorita sale a mi encuentro en lugar del excéntrico bibliotecario al que ya me había acostumbrado. Pero si solo he venido una vez, ¿cómo me voy a acostumbrar? Irrelevante. En cierta medida, he quedado decepcionado. Por lo visto no está en disposición de encargarse de la biblioteca y ha dejado a alguien al cargo. No sé muy bien qué pensar de la mujer, si poca profesionalidad, primer día de trabajo (no parece ser el caso), o simplemente una timidez desmedida. Me da completamente igual ahora mismo, tengo otras cosas que hacer y estoy empezando a secarme.

Dejo el libro sobre una mesa libre confiando en que sepa que hacer con él, y le pido direcciones educadamente sobre libros referidos tanto a hechizos relacionados con el agua como a criaturas mágicas que habiten en el elemento en cuestión. Me responde de la misma forma en la que ha hablado hace unos instantes, ¿está siempre tan nerviosa? Decido dejarla tranquila, que bastante tiene con lo suyo y yo con lo mío. Como me estoy secando otra vez, decido cambiar mis planes. No puedo avanzar así, y prefiero no meter la bañera en esto. Desaparezco un instante por la puerta, acción seguida de un sonido de agua salpicando, y pocos segundos después entro en carrera, eso sí, haciendo el menor ruido posible, en dirección a los libros que me han indicado anteriormente. Primera prioridad: hechizos de agua y similares.

-¡Gracias!-le digo a la mujer cuando paso a su lado, antes de perderme entre el laberinto de estanterías.

Freno repentinamente en un giro, doy la vuelta a una estantería y observo atentamente las placas que indican las categorías de libros. No sé muy bien si puedo fiarme de esas placas en un lugar que carece de toda organización lógica, pero no me queda otra. Magia de agua, magia de agua, debería ser capaz de encontrar algo que me permita pasar un buen rato fuera del agua. Una película de humedad que recubra mi piel o algo por el estilo sería lo más apropiado y práctico. Tomo un libro que me parece adecuado, teniendo en cuenta que esta vez no busco teoría mágica sino recopilaciones de hechizos, y que necesito uno en un idioma que entienda, lo dejo sobre una mesa cercana y comienzo a pasar las páginas sin sentarme. Controlar el agua, respirar bajo el agua, cambiar el color del agua, ver bajo el agua... Oh, eso es, humedecer. Examino las páginas dedicadas a esa función atentamente en busca de la guía de uso, los gestos o las palabras necesarias. No parece muy difícil, teniendo en cuenta que para otros es algo que no tiene mucha utilidad, algo que requiere poca energía y que es fácil de hacer. ¿Quién querría humedecer un objeto? Yo, sin ir más lejos.

Me concentro sin mucha dificultad. Es cierto, ahora me cuesta mucho menos concentrarme en algo, si bien antes ya tendía a concentrarme demasiado en cualquier cosa. Eso explica por qué me voy distrayendo con todo, me concentro, pero no en lo que debería. Bueno, ahora al hechizo. Solo necesita de unas pocas palabras acompañadas de un par de gestos con una sola mano, lo cual lo hace fácil de memorizar. Puedo ir empezando.

En cuanto sigo las indicaciones del libro siento al fin esa sensación refrescante que me inunda cuando soy capaz de respirar a máximo rendimiento. Cierro los ojos en señal de profundo alivio. Muchísimo mejor. Estando más tranquilo y sin peligrar mi vida, puedo examinar las estanterías circundantes en busca de un bestiario o algo parecido que pueda darme información sobre... sobre mí. Antes me ha parecido ver un grupo de libros sobre el tema en los estantes de la izquierda, y unos cinco minutos de búsqueda, de mirar algunos índices y de descartar información irrelevante me lleva hasta un libro sobre seres anfibios que parece muy poco extenso en comparación con otros que he tenido el placer de ver. Me siento en la mesa donde he dejado el libro de los hechizos y la bolsa y lo examino al detalle.

Vaya, es sorprendente el parecido que tienen entre sí todos los humanoides anfibios que muestra el libro. Tengo que valerme de la eliminación para llegar hasta el que más aspectos tiene en común conmigo. La imagen no es muy útil en este caso, porque no he tenido la oportunidad de mirarme en ningún espejo ni superficie reflectante, así que no tengo con qué comparar las ilustraciones del libro. Lo mejor será empezar por el nombre: "Kell".

En una rápida síntesis, la información se resume en lo siguiente: es un ser anfibio de grandes capacidades mágicas, las cuales están basadas no solo en agua, al contrario de lo que pensaba en un principio, sino de cualquier líquido, lo que me da mayor libertad de acción. Más o menos. Es decir, sin líquidos no hay magia. Eso explicaría por qué he podido llevar volando a dos personas en una bañera llena. Mientras esté en contacto con líquidos no agoto mi magia, pero fuera, como es el caso, mis reservas son limitadas. Lo que quiere decir que el hechizo de humedad está consumiendo energía, aun siendo a un ritmo ínfimo.
Tal y como ya sabía, puedo respirar debajo del agua y de cualquier líquido con composición de oxígeno gracias a la respiración cutánea. Obviamente en el libro no dice por ningún lado "respiración cutánea", pero la información propia ayuda a arrojar algo de luz sobre este misterio. Y también... ¿hipersensibilidad a las ondas? Eh, eso no lo sabía. Será que no he tenido la ocasión de probarlo. Dejaré una nota mental al respecto.
Gusto por el orden, gran capacidad de concentración, así como otras capacidades mentales como la lógica y el sentido espacial. Posiblemente para moverse mejor en el agua. Ah, agua... Me encantaría tirarme al mar ahora mismo.

Por lo demás, el único problema es no poder estar lejos de los líquidos mucho tiempo (más de dos minutos puedo decir, gracias a mis experiencias), cosa que tengo parcialmente solucionada. Temporalmente solucionada. No voy a sacar mucho más en claro, así que dejo el libro donde estaba. Ni siquiera necesito llevármelo, no hay tanta información como me esperaba. Será fácil de recordar, sobre todo teniendo en cuenta que soy un perfecto ejemplo de todo lo expuesto en el texto.

Es entonces cuando decido quedarme un rato más y echar un buen vistazo al libro de los hechizos relacionados con el agua. Parecen ser cosas muy simples, meros trucos de magia, pero aun así nunca está de más ampliar el repertorio. Son hechizos que pueden resultar interesantes de ver y realizar, a la par que completamente inútiles, a excepción, claro está, de ese hechizo de humedad que posiblemente me salve la vida en más de una ocasión. Y ese de mover líquido de un lado a otro no parece estar nada mal. Ya tendré tiempo de buscar a Vlad y a Mánia luego, la lectura está bastante interesante como para pararme a pensar en otra cosa. Tengo que buscar también algún hechizo de esos de curación, todo el mundo parece saber hacerlo menos yo, cosa que me molesta ligeramente. En caso de que busque hechizos potentes, eso ya es otra historia. En mis andanzas por la biblioteca jamás me he encontrado con nada que supere un nivel de principiante. Tengo que aceptarlo, aquí no voy a encontrar grimorios buenos, o al menos no escritos en un idioma que conozca.

Mánia pasa de un libro a otro, deslizando la mirada por las páginas escritas incapaz de leer sobre un solo tema durante demasiado tiempo. Estaba de rodillas sobre el asiento de la silla, con los brazos cruzados sobre el borde de la mesa, dejándose caer, o alejándose de esta según la cercanía del libro que estuviera leyendo. De vez en cuando, desviaba la vista hacia Vlad, concentrado en su propia lectura. Le oía susurrar comentarios, acompañados de sonrisas que no indicaban nada bueno. un así a Mánia le hechizaba el deje malévolo y los pensamientos oscuros que seguro se escondían detrás de esa sonrisa, de forma que cada vez era menor el tiempo que le dedicaba a los libros y mayor el que se quedaba mirando a Vlad...

-¡Largo de aquí!- ordenó airada señalando una mesa a unos metros de donde estaban- No puedo concentrarme, ¡¡vete!!

Sin bajar aun el brazo siguió al conde con la mirada en su camino al exilio para asegurarse de que le hacía caso, y una vez su delicioso olor estuvo bien lejos pudo volver a centrarse en buscar información. Dio con un libro de tapa roja similar al que había elegido Cail, si bien algo más avanzado. Además de un extenso repaso sobre cómo detectar los puntos débiles en el enemigo, también venían hechizos de combate, tanto de ataque como algunos de defensa. Encontró hechizos de sigilo, de impacto, de amortiguación para caídas (sus huesos lo agradecerían), uno muy interesante para asfixiar enemigos, varios hechizos escudo tanto para ataques físicos como mágicos, aunque los segundos no eran muy potentes... Mánia corrió a buscar los otros tomos que seguían al que ella tenía, y dio con hechizos de curación instantánea, trucos para mejorar la intuición y los sentidos, además de un silabario mágico que permitía pronunciar los hechizos de foroma aún más rápida. La andrógina leía y memorizaba cabeza abajo, probando los hechizos más débiles pues el lugar en el que estaba y la poca energía que le quedaba le impedían probar los más poderosos. En un pequeño manual elegido al azar encontró un hechizo de costura mágica que se aprendió por pura diversión, imaginándo cómo podría usarlo para cerrarle la boca a Caillech... Riendo, siguió su lectura, deseosa por aprender nuevas formas de matar y destruir.

Mientras leía, el conde lanzaba ojeadas furtivas a la chiquilla, consciente de que ella hacía lo mismo cada poco tiempo. Tuvo buen cuidad de que sus miradas no se cruzaran. Así se sentía más libre para desnudarla con los ojos.

Ahora que sabía lo que le era y el efecto que causaba en los demás, se sentía más poderoso, a parte de más afortunado; podía hacer que correspondieran a sus enfermizas y retorcidas fantasías y, cuando controlase sus poderes… ¿Quién sabe lo que podría hacer? Aunque la pregunta bien formulada era: ¿Qué no podría hacer?

Se mantenía a una distancia prudencial de Mánia, cuidando de no invadir su espacio personal para que sus cuchillas no invadieran el de sus intestinos, pero lo suficientemente cerca cómo para que su olor le llegara y para no perder detalle de cada sinuoso movimiento gatuno que hacía la muchacha de alabastro que, por alguna razón, despertaba más pasiones oscuras que cualquier otra persona de las que se había encontrado. Vale, debía reconocerlo, estaba bastante desbocado. Aunque quizás la expresión “Violador en potencia” era un sustituto adecuado y más exacto para “desbocado”. Todo lo que se movía le atraía, y lo que no, también. Pero aquella chiquilla le atraía en todos los malditos sentidos. Cada gesto era seguido con atención por las rojas pupilas del íncubo, y con sólo pensar en su voz aterciopelada ronroneando amenazas autoritarias a su oído, el muchacho se derretía. Si no le había hecho nada era por pura caballerosidad….

Bueno, y porque le gustaba la disposición actual de sus órganos internos.

Cuando finalmente Mánia lo obligó a alejarse de ella, simple y llanamente se limitó a obedecerla, no sin antes hacerle una pronunciada reverencia con un sensual movimiento. Clavó su mirada en los bellos y grandes ojos violáceos de la mujer mientras su sonrisa maliciosa se ampliaba.

-Cómo desee, señorita. Sus deseos son órdenes.

Vlad se resignó a leer el diario con interés a una distancia más prudente de Mánia, mientras soltaba alguna que otra risita maliciosa cuando, de repente, algo lo sacó de su lectura. Alzó la vista y vio a una mujer que se acercaba lentamente a él. No tenía cabeza, aunque aquello no lo sorprendió demasiado, visto lo visto en las últimas horas, si no que le dio un par de ideas muy interesantes que incluso le dieron miedo. El espacio vacío en el cuello le daba qué pensar… ¿se podría…?

Y mientras pensaba en aquello con una sonrisa maliciosa, no pudo más que sentirse ciertamente inquietado por la mujer, que se comportaba cada vez más extraño cuanto más se acercaba. No era su expresión (evidentemente), si no su lenguaje corporal. Estaba tremendamente excitada. Y lo sabía perfectamente, porque él llevaba así un día entero.

Se plantó ante él, y su media sonrisa se hizo más amplia, mostrando así sus colmillos. Aquel era un sitio un tanto extraño para poner en práctica sus imaginativas ideas, pero igualmente, no se saldría de la media de bizarrez del día. Iba a extender los brazos hacia ella cuando, de repente, sin tener muy claro cómo demonios había sucedido, la tuvo tras de sí, con un cuchillo al cuello. Recapacitó sobre la situación, intentando asimilar el brusco cambio, cuando la voz de la muchacha resonó en su cabeza. Bien, comenzaba a comprender un poco lo sucedido.

Lejos de estar incómodo con la situación, Vladimir la encontraba tremendamente excitante. Notar el olor de la mujer decapitada tan cerca de él, mientras le aferraba fuertemente y con el frío del acero en el cuello… Se relamió con cuidado y se acomodó un poco, acortando las distancias entre la mujer y el conde abrazándola con la cola. Al tiempo, acercó un poco el cuello a la daga, haciéndose un pequeño corte lateral del que comenzó a manar tímidamente un hilillo de sangre. Antes de que la mujer tuviera oportunidad de igualarle el corte de pelo al suyo (muy, muy, muy pero que muy apurado), se apresuró a explicarse.

-Témome señorita que se está confundiendo.- comenzó a decir con un ronroneo aterciopelado.- Hace a penas unos minutos que tengo plena conciencia de lo que soy ahora y no tengo control total sobre ello. Esta influencia que usted asegura que estoy ejerciendo sobre usted es algo completamente pasivo. Y, por lo que he leído, si supiera utilizar mis nuevas habilidades, estaríamos en una situación similar, aunque quizás usted no estuviera empuñando ese cuchillo.

Quizás no debiera haber dicho eso. No, bien mirado, haber dicho aquello era una completa estupidez y posiblemente ahora sería el trofeo de caza en algún burdel (al menos disfrutaría de las vistas). Pero claro, no era del todo culpa suya. Ella era la que estaba provocándolo, y al razonar a cerca del lugar dónde la muchacha afirmaba vivir, había llegado a curiosas conclusiones que prefería no decir en voz alta por su naturaleza altamente ofensiva.

De no ser ateo, el conde hubiera rezado por que Mánia se percatara de su situación y le ayudara. De no ser así, pensó, tendría que comenzar a buscar su cabeza a tientas…

Biblios acaba de regresar, en contra de lo habitual, hecho polvo. No es tan fácil como parece provocar una lluvia torrencial localizada cuando todos los elementales de las nubes han abandonado la zona hace décadas. No tenía ni ganas de hacer comentarios divertidos, solo de dar vueltas en el aire y... ah.

Allí estaban esos. Como quien no quiere la cosa, fue siguiendo a una de ellos, que iba hojeando libros y dejándolos atrás. Cada vez que dejaba uno, él volvía a dejarlo en su sitio. La seguí con aire aburrido, alegrándose de ser ignorado, a unos tres metros. De repente empezó una pelea. Tenía que recordar no permitir el paso a aquella señorita con tan pocos modales. Más problemas. Entonces vio algo más inesperado.

Deferentia estaba sentada sobre una estantería, a la vista. Ella... ¿fuera, con gente? Pero no, no estaba solo sentada, tenía lo que parecía un círculo de luz sólida en la mano. Su pelo se enblanqueció un instante y sus ojos se volvieron totalmente blancos. A la mierda los libros, no les pasaría nada. Biblios se tiró por la ventana.

Todos los que estaban en el interior de la biblioteca vieron una luz cegadora y fueron despedidos en diversas direcciones acto seguido. Quien mejor suerte tuvo fue Al, cuya bañera describió una parábola de un metro de altura y seis de longitud hasta ser parada por una estantería, sin volcar. De la causante del estropicio no quedaba rastro.

Mánia se había dado un fuerte golpe contra la pared y parecía algo confundida. El pobre bibliotecario se hizo cuatro cortes en el traje con la ventana (traumático). Y la guerrera, que no había dejado en ningún momento que su presa se escapase, cayó en una zona libre de obstáculos, con Vlad encima, al que había hecho un corte de tres centímetros pero solo superficial en el cuello.
—Hija mia... tienes un problema bien grande —se quejó alguien en el exterior.
[nota: lo de hija mia no es literal]

Mánia repetía una y otra vez con aire aburrido un hechizo de escudo, tratando de aprendérselo. Había logrado quitarse a Vlad de la cabeza y, sentada cabeza abajo en la silla había pasado no sabía cuanto tiempo aprendiendo hechizos. Al sentir una presencia extraña pasarentre las estanterías maldijo el haber gastado la poca energía que le quedaba en secarse la ropa, que seguía empapada por el viaje en bañera. Se dejó caer de la silla y se irguió, a tiempo para ver como una mujer amenazaba a Vlad con un cuchillo.
Algo que le llamó la atención de ella, dejando de lado el hecho de que no tenía cabeza, fue su porte. Se notaba a la legua que era una guerrera, y esa actitud arrogante y amenazadora le trajo recuerdos de su tierra ¿Se trataba acaso de una habitante de Libo? Ignoró temporalmente la poibilidad de que estuviese a punto de matar al conde y sus razones, y se dirigió hacia ellos con intención de hablar con la guerrera. Quería preguntarle de dónde venía, qué era, cuánto hacía que vivía allí... ¿Y si de verdad era de Libo? La perspectiva de encontrar a alguiend es u mismo mundo emocionó a Mánia, y pronto se vio hecha un manojo de nervios. Pero onforme se iba acercando y la influencia de Vlad se hacía patente sus pensamientos en intenciones cambiaron. ¿Estaba haciéndole daño a Vlad? ¿Por qué? ¿Con qué derecho? ¿Y si lo mataba? Mánia se imaginó qué haría si mataba a Vlad antes de que ella pudiese disfrutar de aquel olor irresistible, de su piel suave... Apretó los dientes y se ajustó las garras, cogiendo velocidad, a punto de saltar contra la mujer y despedazarla...

Algo se lo impidió. No vio a la chica, no se percató de su presencia, tan solo vio luz, una luz cegadora que lo invadió todo. De pronto se vio volando por los aires, y acabó estampándose contra algo, seguramente una pared. Sellevó las manos a la cabeza, no por que sintiera dolor, sino porque sabía que iba a encontrar sangre... y allí estaba. Se había hecho una buena herida, y el golpe la había desestabilizado. Trató de ponerse en pie, pero todo le daba vueltas, tampoco podía hacer ningún hechizo de curación.

-¿Vlad?- llamó

Se apoyó en la pared para intentar levantarse. Había humo por todas partes... Vale, el chico pez estaba allí.. No parecía muy muerto... Dio un par de pasos inseguros buscando al conde con la mirada ¿Y la guerrera? Mánia frunció el ceño. << Por su bien más le vale que el humano siga con vida...>>

Increíble. Sencillamente increíble. Me acaba de pasar lo más absurdo e improbable del día con el incidente de la bañera en el torreón y ¡zas! Explota la biblioteca. ¿En qué universo pasa eso normalmente en una biblioteca? No me extrañaría en absoluto que este mundo fuera uno de los afortunados. La bañera es lanzada por los aires, y yo con ella, terminando todo milagrosamente bien para ambos. En cuanto recupero el sentido espacial y determino lo que es arriba y lo que es abajo de nuevo, me doy cuenta de que la biblioteca no ha explotado, por mucho que mis sentidos y mi lógica me dijeran lo contrario. Simplemente ha sido... no sabría como describirlo. La luz, y después... el... pulso. El impacto. La onda expansiva. No estoy muy seguro sobre cuál es el mejor término. ¿Su origen? No llego a tanto, ya me gustaría saberlo. Es un evento digno de estudio.

La explosión, no, el impulso extraño me ha llevado a pocos metros de Mánia, que no parece haber tenido tanta suerte como yo, o en su defecto, una bañera llena de agua que amortiguase la caída. Está llamando a Vlad con un tono de voz que me muestra lo duro que ha debido de ser el golpe. No parece muy centrada en estos momentos. La estantería que ha absorbido todo el golpe de la bañera se balancea un poco, y soy capaz de parar los cuatro o cinco libros que caen repartiendo un hechizo de levitación entre todos. Lo he hecho tantas veces hoy que el hechizo ha pasado a ser algo perfectamente natural en mí, y tendré que tener cuidado de ahora en adelante de no abusar de él cuando no tenga líquidos para renovar mi reserva de magia. Los aparto a un lado e intento salir del agua, ahora que puedo hacerlo sin temor a quedarme seco con el tiempo. A parte del ligero desequilibrio producto de ese vuelo inesperado, todo bien. Me encantaría ayudar a Mánia con sus daños físicos, pero no me ha dado tiempo de buscar un libro sobre hechizos curativos antes de que ocurriese lo que sea que ha pasado mientras no miraba, y no creo que cambiar el color del agua sirva de mucho en una situación como esta. A falta de otra cosa, saco una prenda de ropa que llevaba en la bolsa y que ya no me va a servir de mucho dadas mis nuevas necesidades, y se la paso a Mánia para que se la ponga en la herida. No estoy muy seguro de si es lo que se hace en estos casos, no me había visto en una situación similar antes.

-¿Estás bien? ¿Tienes alguna idea de que ha podido ser eso?-le pregunto sin estar muy seguro de que hacer a continuación. Todo parece en orden.

Pero Mánia tiene razón, no veo a Vlad por ningún lado. Agh, la onda expansiva debe haberlo mandado a saber dónde. Me ha parecido oir algo antes, ¿ya estaba pasando algo antes de que la luz aleatoria esa terminase de liarlo todo? No me costaría mucho buscarlo entre las estanterías, pero no sería propio de un caballero abandonar a una dama con una grave herida en la cabeza. Al menos, es lo que nos enseñó Vlad en su momento. No debería irme hasta comprobar que el estado físico de Mánia no es crítico ni nada por el estilo. Sin alejarme mucho, voy hasta la bañera y saco el diario de la bolsa, donde me he dedicado a apuntar de forma bastante tosca con los materiales que tenía a mano hechizos que he ido encontrando y que me han podido parecer útiles. Pero nada sobre cerrar heridas, y no pienso aplicar aquel uso que leí sobre el hechizo de presión. Estoy seguro de que sería bastante doloroso y causaría más problemas que los que hay ahora. Paso páginas nervioso, esperando alguna reacción por parte de la aturdida Mánia.

Ah, si solo hubiera aprendido algún hechizo de curación, por muy simple que fuera... Solo tenía que haberle preguntado a Giz, que por aquel entonces ya estaba bastante enterado del tema. Pero no, tuve que dejarlo porque estaba seguro de que "podría arreglármelas solo"...
Lo solucionaré en cuanto tenga la oportunidad, y este no parece ser el mejor momento para ponerse a buscar libros.

Una explosión, confusión, movimiento, dolor… Todo a la vez y sin orden alguno.

Para cuando Vlad recuperó la plena conciencia de su entorno, una serie de extraños acontecimientos se sucedieron sin orden ni concierto. Estaba encima de la mujer sin cabeza, y por improbable que pudiera parecer, notó sus labios en los suyos. Pero antes de que pudiera recomponerse y sacar partido de la situación, lo empujó hacia atrás y le puso una espada en el cuello. Cuando apretó se percató de que algo más le dolía. Le había abierto una herida. Y, poco después, tras una sarta de amenazas y vejaciones verbales, le congeló la erección. Y todo esto en unos segundos, y seguía sin entender qué demonios sucedía. Qué divertido.

Cuando al fin la mujer se largó, se levantó torpemente, llevándose la mano a la herida, maldiciendo por lo bajo. Una cosa era la dominación y el sadomasoquismo, y otra muy distinta que te intenten decapitar. A aquella chiquilla alguien le tenía que enseñar autocontrol, modales y algo de humildad. ¿Quién demonios la había enseñado aquellos modales, un mandril epiléptico? Mientras resoplaba y pensaba en cómo le podían haber desmembrado, recayó en Mánia. La explosión; le podía haber pasado algo. Y él estaba allí pasmado cómo un idiota. Maldición.

Sin preocuparse de su herida ni de por qué demonios estaba mostrando tanto interés por otro ser vivo que coexistía con él en el mismo universo, buscó ávidamente con la mirada a la muchacha. Cuando finalmente la halló dando tumbos, con clara expresión de desorientación y con una herida sangrante en el cuello, corrió hacia ella.

Sin preocuparse de que pudiera abrirlo en canal, la abrazó con ambos brazos para evitar que perdiera el equilibrio.

-Perdone señorita. ¿Está bien? Oh Dios…-decía con tono acelerado y nervioso al contemplar la herida en la cabeza. Los conocimientos de medicina de Vlad se podían escribir en el dorso de un sello, y quedaría espacio para hacer un dibujito chistoso. Pero tenía claro que:

a) Las heridas en la cabeza no eran buenas.

b) La sangre es un líquido rojo que le corre a uno por dentro. Mala cosa, si no corre por dentro.

Pensando a toda velocidad, intentó recordad aquel hechizo que la misma Mánia le había enseñado a usar en el torreón y lo formuló a toda velocidad. Le hubiera gustado creer en algún dios al que poder rezar para que funcionara.

-¿Se encuentra mejor, señorita?- preguntó, aun sosteniéndola en brazos, acariciando con cuidado su piel blanca y saboreando su olor mientras contemplaba preocupadamente sus preciosos ojos de amatista.

Alguien le pasa un trapo... Parece que Mánia había acertado con su observación sobre el chico pez; no estaba nada muerto, de hecho caminaba y todo, y le había dado algo con lo que limpiarse la sangre. Mánia cogió el trapo sin dar las gracias y se limpió la sangre, bufando al notar cómo le pringaba le pelo... ¡¡Iba a necesitar otro baño por tercera vez ese día!!

-No sé lo que ha sido- respondió- Tan solo vi una luz que venía de arriba y... Había una mujer amenazando al conde... -era la primer avez que se refería en voz alta a él con su título... Preocupante...

A lo lejos dos figuras se movían, seguramente Vlad y la mujer. Vio a esa mala furcia sacar un espadón y disponerse a matar al hombre. Mánia iba a gritar hasta que comprobó cómo la guerrera le perdonaba la vida a Vlad, pagándola con sus genitales... Gritó igualmente. En la cultura de Libo, eran una parte importante de tu cuerpo de la que debías sentirte orgulloso. Patearlos era una cosa pero... inutilizarlos? Y sobretodo, ¿inutilizarlos cuando ella podía buscarles alguna utilidad? No era justo. Una rabia posesiva se apoderó de la andrógina, un sentimiento similar al de los niños mimados cuando rompen sus juguetes a pesar de que ellos mismo los maltratan. Cuando la tipa se marchó grabó su imagen en su mente, desechando a Cail y convirtiéndola en su nuevo objetivo. << Te alcanzaré... Algún día...>>

El abrazo de Vlad le pilló desprevenida. Por un momento no supo qué hacer; alzó una garra y la pasó por la espalda del conde haciendo un corte largo y fino hasta la rabadilla, pero no tenía fuerzas para nada más. El movimiento repentino había hecho que se marease aún más, y por una milésima de sengundo simplemente se quedó quieta y se dejó hacer... Pasado ese periodo y ya recuperada, empujó a Vlad (muy a su pesar) y se recologó las garras.

-Hmmm Habrá que hacer algo con eso... ¿no?- preguntó señalando su erección congelada. Podría hacerlo ella misma, para devolverle el haberle curado la herida, pero no le quedaba nada de magia... Ella, que había vivido rodeada de lujos y sin dar un palo al agua, se sentía frsutrada cuando era incapaz de hacer... lo que sea. ¡¡Odiaba no tener magia!!

Vladimir notó cómo la estrecha herida se abría en su espalda. Se limitó a suspirar agitadamente de placer mientras ejecutaba el hechizo. Cuando terminó y comprobó que la herida había cerrado, retrasó la separación entre ambos, sin atreverse por la tensión del momento ha avanzar, pero aprovechando para disfrutar de cerca de Mánia. Atesoró en sus pulmones hasta la última partícula del olor personal de la muchacha y, con el pretexto de comprobar el estado de la herida, acarició con cuidado su pelo y su cuello.

Llegado el momento de la separación, no pudo si no suspirar de nuevo, ahora con un matiz de resignación, mientras guardaba las distancias con la chiquilla. Siguió aun así chequeando cada milímetro de su cuerpo con la mirada cuando llegó a sus oídos la sugerencia de remendar su herida por golpe bajo. Se sorprendió de que la chiquilla estuviera tan al tanto del estado de su erección, cosa que, por cierto, lo excitaba enormemente. Aunque todos sus pensamientos indecentes no le producían más que punzadas heladas estratégicamente localizadas para producir los mayores daños posibles. Era consciente de que si lo dejaba así, el tejido se gangrenaría y tendría un verdadero problema. Los íncubos sin genitales no tenían demasiado futuro profesional ni vital.

Después de meditar el problema con fría lógica (dado que el órgano que soportaba todo el peso de su raciocinio estaba en perfectas condiciones para hacer cualquier cosa adjetivada con “frío”), decidió aplicarse de forma sutil, cuidadosa y progresiva un hechizo térmico para ir modulando su temperatura hasta volver a la normalidad. Supo que estaba en perfectas condiciones cuando sintió el irrefrenable deseo de lanzarse sobre Mánia y devorarla. La sonrisa maquiavélica, que había retornado a su rostro, fue buena prueba de ello.

Fue entonces, privado de otros estímulos externos más llamativos, cuando tomó verdadera conciencia de que estaba sangrando por el cuello y la espalda. Pero por el momento podían aguantar. Le dolía la cabeza, estaba excitado, molido, excitado, cansado y excitado. No tenían dónde dormir en una ciudad llena de peligros sin protección alguna en medio de la más extraña de las noches.

-Señorita…Necesito una copa.-confesó el íncubo mientras se frotaba el caballete de la nariz.

Tomó su saco de armas y el diario para luego volver a girarse hacia la muchacha.

-Considero que lo mejor sería que buscásemos un lugar dónde alojarnos. Así que, si usted no tiene inconveniente, sugiero que comencemos enseguida.

Y se plantó así ante Mánia, sangrante, cansado y equipado con todo su equipaje, a la espera de que su acompañante decidiera.

Mánia notaba como el conde se tomaba su tiempo para separarse de ella... El suspiro de placer le arrancó un escalofrío y por un instante sus defensas cayeron hechas añicos... para volver a recomponerse en un instante. Aun así un pensamiento permaneció en su cerebro, rondándole y acosándole << ¿Ha sido por el corte...?>> A Mánia le divertía torturar a sus muebles y sus sirvientes, su ama le había enseñado como tratarle, como divertirse a su costa y ella recordaba perfectamente las distintas reacciones de cada criado cuando ''jugaba'' ocn ellos. Algunos estallaban en lágrimas pidiendo clemencia y otros sncillamente querían más... Y Mánia no sabría decir cual de las dos era más entretenida.

Ladeó la cabeza, perdida en sus pensamientos y recuerdos que cada vez la turbaban más y más. La propuesta que le hizo (más la segunda que la primera) le pareció una buena idea. Estaba agotada y confundida, habían ocurrido demasiadas cosas en un solo día y tan solo soñaba con un lugar donde echarse a dormir un rato... a ser posible suave y calentito. Pensó en volver a Letargo, donde se habían quedado algunas de sus cosas, como sus libros de hechizos, sus zapatillas de oro o su calavera roja... Pero no quería encontrarse con Caillech...

-Muy bien, vámonos de aquí- dijo, acercándose antes a la mesa donde en un principio habían estado los libros. Estos estaban repartidos por el suelo y tardó bastante en dar con el que buscaba... un mapa de la ciudad- Hay una taberna por aquí- Mánia se fijó en que había tambien un burdel cerca- Podríamos ir...

Sin esperar respuesta se ajustó las garras una vez más, con uno de los tomos rojos bajo el brazo y echó a andar fuera de la biblioteca a paso demasiado lento para su gusto.

Sigue en la Taberna.