Gesta nº1: Una reparación tormentosa

Recuerdo del primer mensaje :

Obviando algunos recados y quedadas para ultimar algunos detalles para formalizar su posición como escudero, la primera "misión" catalogada como tal por Erknest ocurrió una mañana. El día antes Chromsa había salido a pasear por los alrededores de Serpentaria y al volver encontró una nota pegada al lado de la entrada. Al abrirla, vio que se trataba de un documento que buscaba ser de gran solemnidad sin mucho éxito y decía así:


En cuanto entró al torreón buscó a Adam y le explico la situación mostrándole la carta. Ambos decidieron prepararse para el día siguiente y salieron a una hora prudente hacia el Palacete.

No tardaron demasiado en llegar y vieron que el Caballero Ciervo les esperaba cerca de la entrada del edificio. En un principio no se había percatado de la presencia de los dos neotransformados, ya que estaba enfrascado en limpiar lo que Chromsa supuso que era una mancha en la armadura del antebrazo. En cuanto se acercaron, el ochrorio le saludó con ánimo: -¡Buenos días! Ya estamos aquí, espero que no hayas tenido que esperar demasiado.- y fue entonces cuando Erknest los vio.

Rápidamente dejó su tarea y adoptando un aire más propio de él, respondió: -¡Ah, Chromsa, Adam! No os había escuchado llegar, me alegra ver que sois buenos con el sigilo. Y no os preocupéis, llegáis justo a tiempo.-

—Oh dios, esa cosa. No sé, ¿quizás? —aportó a lo que Chromsa recordó con cierta repulsión. Ese liche fue el primer peligro que enfrentó cara a cara y esa experiencia a la par que extraña fue angustiosa para él por la herida que le hizo al ochrorio en la muñeca. Esperó que, al menos y si hay algo de bondad en ese montón de huesos, el liche estuviese agradecido con Chromsa por liberarlo de esa bolsa.

Cambiando de tema, Adam atendió al caballero. Pues sí que parecía importante el sabio que, como Erknest dijo, es un centauro. Si él no sabía lo que podría ser había bastante posibilidades de que fuese un brujo, son los que menos cambios manifiestan desde luego. Sería un caso muy similar al de Chromsa, entonces.

Al fin llegaron al palacio. El pegaso en sus adentros se imaginó algo bastante más grande pero no dejaba de ser un hogar decente, con su torre y todo. Además el aspecto exterior general le daba un porte místico.

—Se ve acogedor en parte—Adam manifestó una sonrisa boba, le hizo un poco de gracia que Chromsa tuviese otras expectativas pero él tuvo un sentimiento similar así que se guardó la gracia para sí mismo—. ¿Aquí vive el sabio, Erknest? —preguntó mientras se estiraba la camisa para que no estuviese tan arrugada, no pudo negar que estaba algo tenso y emocionado de conocer al sabio. Compartió esos sentimientos en una mirada a Chromsa, alzando las cejas.

Después de observar con curiosidad la fachada de la casa palacio, miró a Adam al hacer su pregunta. El ruso estaba alisándose la camisa y, por la mirada que le hizo, entendió que estaba algo nervioso con la situación. El ochrorio también lo estaba, aunque ello no le impidió devolverle una sonrisa tranquilizadora. Tras ello, observó rápidamente si su propia ropa estaba bien, al igual que sus hojas. -(Parece que todo está en orden)- pensó aliviado.

-En efecto, mi querido escudero. Este es el palacio que veníamos buscando. Y sí, el interior es bastante espacioso dadas las proporciones de nuestro camarada.- dijo con su ánimo característico. -Si estáis listo vamos a llamar.-

Chromsa asintió y los tres pasaron al interior del recinto, atravesando el pequeño "jardín" por un camino empedrado y subieron una escalera baja de madera hasta quedar en el porche de madera. Los tablones crujían un poco, aunque no parecían ser demasiado viejos. Los tres quedaron frente a un portón de madera negra decorado solamente con un llamador de plata y alguna figura en relieve del mismo material. Lo que más le llamó la atención al ochrorio era un cristal azulado que estaba incrustado en el techo, que brilló ligeramente en cuanto Erknest puso el primer paso en el porche.

Pensaba en qué función podría tener cuando el héroe llamó a la puerta exclamando: -¡Buenos días, mi estimado conciudadano! ¡Soy yo, Erknest, el Caballero Ciervo! Tengo unos asuntos que tratar con usted, si es tan amable de abrir. Son de una gran importancia para el mantenimiento del orden en Rocavarancolia.- Si aquello le pilló un poco de sorpresa, que el brillo del cristal se intensificara cuando el veterano llamó puso un poco en tensión al brujo. Por precaución, evitó que sus hojas pasaran cerca de él, no fueran a dañarse.

Tras varios segundos de silencio, el brillo del cristal volvió a la normalidad, lo cual volvió a calmar al ochrorio, y poco después la puerta comenzó a abrirse. Además, a Chromsa no le costó por su mejor oído, pero si el resto afinaba el oído podrían escuchar antes de que se abriera la puerta un ligero suspiro de resignación.

Adam en cuanto tuvo permiso del caballero le siguió cruzando la entrada del seco jardín, fijándose en el moribundo árbol que lo decoraba. Le entristecía que la vegetación no fuese para nada abundante en la ciudad, todo estaba demasiado mustio para su gusto.

Cuando Erknest puso un pie en las tablas de madera crujieron lo suficiente como para que el pegaso tantease primero sus pisadas. Para su alivio eran más resistentes de lo que aparentaban y subió junta al caballero ciervo. El brillito del cristal asulado no le pasó desapercibido, fijándose en él cuando Erknest se presentó ante el sabio. ¿Era una especie de cámara mágica?

El brillo intensificado del cristal sucedió justo cuando terminó de hablar Erknest y Adam entrecerró los ojos. No notaba nada raro en el cuerpo y lo percibió inofensivo, quizás el cristal analizaba lo que tendría debajo. Al cabo de un rato el cristal dejó de brillar y la puerta se abrió un poco.

El ligero suspiro no pasó inadvertido por Adam, fijando la vista en la puerta.

—Buenas… —dijo con todo el nervio del mundo—. ¿Se puede? —no quería irrumpir de primeras, esperando a que Erknest tome la delantera.

El ochrorio no terminaba de entender del todo bien ocurrido, pero no era demasiado difícil deducir que la puerta se había abierto solo cuando el cristal había terminado de cumplir su tarea fuese cual fuese. Fijó la vista con toda la atención del mundo a la puerta, hasta que estuvo abierta por completo. Seguía en tensión, la cual se esfumó en cuanto vio que detrás de la puerta... no había nada. Adam preguntó, pero no se escuchó ni un solo sonido del interior. El ochrorio parpadeó perplejo, desde luego había escuchado un suspiro, pero allí no se veía ni un alma. -¿Es... cosa de m-?- llegó a intentar preguntar antes de que Erknest confirmara su teoría.

-¡Excelente deducción! Es uno de sus trucos, no tiene que abrir la puerta el mismo. Vamos, pasad, no hay ningún peligro.- dijo mientras entraba. Aún con cierto recelo, el brujo miró a Adam para comprobar si estaba listo y siguió al caballero. El interior era curioso: tenía un aire antiguo y, aunque podría dar la sensación inicial de que estaba descuidado, mantenía un equilibrio que le daba un toque extrañamente acogedor. La luz que había en la sala provenía de las ventanas apuntadas que se veían desde la fachada, haciendo que hubiera la luz necesaria para pensar que había alguien viviendo allí. Para Chromsa sí que estaba un poco más oscuro de la cuenta, así que tardó un poco más en acostumbrarse a la luz hasta poder ver mejor. -Debe estar arriba. Es donde tiene su estudio.- explicó Erknest mientras comenzaba a subir por una escalera ancha que tenían justo delante.

El fauno miraba con curiosidad en todas las direcciones mientras seguía al veterano. Algunas habitaciones tenían la puerta cerrada, aunque una de las que estaban abiertas (principalmente por la ausencia de una) era un salón en la planta baja que llegaba hasta la zona acristalada. Por la distancia no lo veía demasiado bien, pero estaba seguro de que había un par de estantería, divanes amplios e incluso una chimenea. -Es un sitio curioso, desde luego. - comentó sin pararse. A mitad de camino comenzó a escuchar algunos sonidos metálicos que no sabía identificar y que se intensificaban a medida que se acercaban a la habitación a la que Erknest les guiaba.

Después de subir a la primera planta y girar a la derecha, entraron en una habitación amplia que destacaba por dos cosas: la gran mayoría del techo y las paredes que daban al exterior estaban acristaladas y la multitud de distintos artefactos con todo tipo de formas y tamaños que había desperdigados por varias mesas, en repisas junto a distintos tomos o incluso colgando del techo. La vista lo dejó con la boca abierta, aunque no llegó a decir nada antes de que una voz tronara: -¿Cuántas veces tengo que repetirte que no quiero volverte a ver por aquí si no te llamo antes? Algún día me vas a hacer perder la paciencia.- La voz pertenecía al anciano del que les habían estado hablando. Justo al final de la habitación, un centauro cuyo color consistía básicamente en distintos tonos de gris y blanco, tanto en el pelo de su parte animal como su ropa, estaba enfrascado en arreglar uno de los artefactos en una larga mesa de trabajo. Cuando se giró Chromsa pudo ver que, a pesar de su avanzada edad, mantenía un porte que aseguraba que tenía tanto poder como en su juventud. La barba perfectamente recortada, una melena corta grisácea que flotaba muy ligeramente y una mirada seria dejaban claro que el ciudadano no se parecía en nada a Erknest. De hecho, si no fuera porque confiaba en el caballero y que ya sabía qué era un caballo gracias a sus compañeros, aquellas palabras que parecían un trueno y la mirada igualmente inquisitiva que les ofrecía habrían hecho que su instinto hubiera tomado totalmente el control y hubiera salido corriendo de allí. De momento solo estaba muy nervioso y esperando que de verdad no fuera a más. -¿Quiénes son? No me suena de haberlos visto contigo antes- preguntó mirando tanto a Adam como al ochrorio.

El brujo, reuniendo toda la calma posible, consiguió levantar una mano a modo de saludo y decir: -Ho-Hola, en-encantado de conocerle. Me llamo Padre Foresta.- Ya no era solo su porte estoico y algo intimidante, había algo en el ambiente que le ponía nervioso. No lo notaría en un principio, pero algunas de las hojas que pasaban cerca del centauro se movían en dirección contraria después de que algo azulado apareciera por unos instantes. Además, había algo en su imagen que le resultaba familiar, ¿pero por qué?

El pegaso se sorprendió del nivel de magia que habría que requerir para abrir la puerta no estando de cuerpo presente, al menos detras de ella no estaba el sabio. Obedeció a Erknest y lo siguió dentro de la casa ajena.

El interior denotaba cierto aire de antigüedad pero era agradable a la vista, al pegaso le atraía ese tipo de decoración aunque estuviese ligeramente descuidado. Adam miró arriba de las escaleras, pensando en qué clase de persona sería el sabio al fin y al cabo. Miraba tal y como su pareja a todos laos, no dejando hueco por observar. No veía demasiado los sitios más alejados por la ligera oscuridad aunque se apresuró en seguir a Erknest, no quería ser maleducado cotilleando tanto un sitio ajeno.

Al subir las escaleras Adam se quedó a cuadros por el pedazo de sitio que escondía aquel palacio. Espacioso cuanto menos, lo que más destacaba era unas ámplias cristaleras que adornabas las paredes que daban al exterior y el techo. Toda clase de artefactos que parecían ser mágicos poblaban las mesas junto a pegraminos, libros y demás cosas que eran propias del sabio que Erknest les describió.

De pronto una poderosa voz invadió el ambiente que impresionó al pegaso, mirando al fondo de la habitación para ver al centauro. Su pelaje y cabellos grisaceos y blancos denotaban una avanzada edad pero no por ello no dejaba de verse imponente el anciano. Parecía molesto con el caballero ciervo y Adam llegó a esquivar la penetrante mirada del centauro y a mirar culposamente a Erknest, nervioso de que los haya metido en un lío incómodo. Esa inquietud aumentó cuando el propio sabio preguntó por ellos dos.

Adam esperó a que Erknest respondiese adecuadamente a esa cuestión pero Chromsa se adelantó, presentándose con muchos nervios. El pegaso suspiró aire por la nariz, apoyando una mano en el hombro del fauno en un intento de calmarlo.

—Encantado igualmente. Emm… Y-yo soy Adam y somos los escuderos del caballero Erknest —vaya que sí intimidaba ese anciano—. Hace poco que nos transformamos, somos… nuevos por aquí por así decirlo —respondió pausadamente, pensando bien sus palabras.

La tensión en el ambiente era común a los dos neotransformados, así que Chromsa en un intento de ganar algo más de seguridad, se acercó ligeramente a Adam sin apartar la vista del centauro. Erknest por otra parte, no parecía demasiado intimidado. -¡Fárladann, mi querido amigo y mecenas! ¡Es una alegría volver a verte! No te preocupes, como bien ha dicho son mis fieles y atentos escuderos.- dijo con todo el ánimo del mundo acercándose unos pasos más con los brazos abiertos.

El caballero paró en seco volviendo a sus cabales (si alguna los había tenido) cuando el anciano dio un pisotón con una de sus patas delanteras, sonando como un trueno y, por unos instantes, saliendo algunas chispas desde el casco. -Déjate de esas confianzas en mi presencia. No se que les habrás prometido para que estén dispuestos a seguirte en tus juegos.- se quejó.

Chromsa, que por supuesto se había asustado con ese sonido inesperado (aunque había conseguido no salir corriendo de allí), empezó a recuperarse cuando se dio cuenta donde lo había visto. Con un titubeo inicial, dijo: -Espere... ¿U-Usted es Fárladann, el Caminatormentas? Le conozco, hablan de usted en el libro de Meradis Infortunio.- No se esperaba algo así, pero debía de ser él. En comparación al dibujo, se notaba que había envejecido pero ese aire de solemnidad era idéntico. Además explicaría los sonidos y las chispas, estaba delante del segundo tempestomante que había conocido.

Fárladann lo miró en cuanto mencionó su nombre y sus facciones se relajaron por un instante ante la mención del libro. Con la cabeza bien alta y tras pensar un momento, acabó por decir: -Al menos has elegido un buen libro para empezar, ese mala sombra era un buen estratega... Y sí, soy yo.- El ochrorio no estaba muy seguro de si fue por aquello que había dicho, pero por el momento parecía que no iba a fulminarlos si seguían allí, aunque aquello no significaba que los acogiera con buen grado. -¿Y exactamente para que venís a molestarme dos novatos y tú? ¿No te bastó con el transmisor de pensamientos?- preguntó secó, aunque un poco menos que las anteriores.

Adam, extrañadísimo y su rostro lo decía multiplicado, observó como Erknest se tomaba unas confianzas de otro mundo con el anciano. ¿Tanto lo conocía? Desde luego que el comportamiento alegre del caballero ciervo no era muy acorde al del sabio quien se encargó de intimidarlo con un pisotón al suelo que hizo botar en el sitio a Adam. Sí que hacía ruido con sus pisotones, desde luego.

Cuando temió lo peor de las situaciones incómodas, Chromsa parecía recordar algo. De hecho, lo reconoció. El pegaso soltó un sonido de duda, extrañadísimo, pero a la par estaba agradecido por la tremenda salvada del fauno, él no sabría ni por donde empezar para decir algo. El Caminatormentas, ¿qué podría significar aquello? ¿Tendría que ver con su otra transformación? Por lo menos parecía algo más receptivo ese tal Fárladann.

—Es… el medallón comunicador de Erknest. Lo íbamos a usar para comunicarnos entre nosotros pero parece que está averiado- ¡digo, roto! —se corrigió rápido, ese primer término lo atribuía a las máquinas y temía que se confundiese el sabio. Adam estaba tieso como un palo por aventurarse a decir el problema a una persona tan seria como Fárdalann.

Que la situación se hubiera calmado ligeramente no significaba que a Chromsa se le hubiera pasado la tensión. Por supuesto estaba más tranquilo, pero seguía teniendo el mismo cuidado que estaba teniendo Adam al explicar el motivo de su visita. Asintió a ello, intentando reafirmar aquellas palabras.

Fárladann arqueó una ceja y preguntó en dirección al caballero: -¿Puedo verlo? Más te vale no haberlo destrozado.-

Erknest sacó a prisa el amuleto, intentando que no se cayera en el proceso. -Aquí está, como puede ver casi in...- comenzó a decir mostrándolo con el brazo extendido al centauro en una de sus "heroicas" poses. No le dio tiempo a terminar la frase cuando el anciano se acercó y agarró el medallón para verlo en sus propias manos. Con un hechizo de levitación se acercó una especie de monóculo alargado con distintas lentes y se giró hacia la mesa de trabajo para observarlo bien. Tras unos segundos preguntó: -Tienes suerte que hayan sido daños superficiales. ¿Cómo le has hecho esto exactamente?-

Chromsa miraba maravillado como Fárladann iba levitando distintas herramientas sin apartar la mirada del artefacto, trabajando con total eficacia mientras escuchaba la explicación del caballero: -Como ya les he contado a mis escuderos, estando en una de mis vigilancias diarias por el bien de la ciudad noté un golpe en el zurrón donde lo llevo y...-
Lo interrumpió en ese momento con una afirmación: -No me digas más. Te estrellaste contra el suelo cuando volabas, ¿no?-

El Caballero Ciervo no tardó en defenderse: -¡No, no, en absoluto! Pasó que estaba pasando por...- El silencio sepulcral de Fárladann, al que se le sumó la expectación de Chromsa por saber si era el caso, crearon una presión que ninguna historia podía superar. -Puede que sí.- confesó en un tono mucho más bajo que el habitual. Para ser justos, al ochrorio no le terminó de chocar la respuesta. Aunque le pesara siendo su mentor, Erknest ya había demostrado en muchas ocasiones que podía ser muy torpe.

Confiaba por supuesto en la habilidad del anciano, aunque por curiosidad el brujo preguntó: -¿Entonces puede arreglarse, no? Si son daños superficiales, quiero decir. No tengo demasiada experiencia con artefactos, no se cómo de difícil es trabajar con ellos.-

El sabio parecía interesado en ver el artefacto y Erknest, como no, lo ofreció haciendo gala de su pomposidad y Adan retiró la mirada, algo incómodo cuando Fárladann prácticamente lo arrebató de sus manos. Como parecía ser no eran más que daños superficiales y la forma en que lo analizó, atrayendo el monóluco con un hechizo de levitacion, se le antojó elegante al pegaso.

Y en cuanto a preguntas, Fárladann preguntó el motivo de los daños, cosa lógica. Erknest contó la versión que ya dijo a Adam y a Chromsa pero el sabio discrepaba, como si ya no fuese la primera vez. El ruso inspiró mucho aire, escuchando toda la conversación y cuando se enteró del motivo real encogió su rostro. No era de incomodidad, sino de lástima. No paraba de pensar: “pobrecillo” una y otra vez. Esa forma de bajar su voz, aunado con su torpeza hizo pensar al pegaso que no tendría muchas luces con esa habilidad de su transformación. Le recordó a la vez que se estrelló contra un poste cuando los despidió en el mercado, incluso pensó en la posibilidad de que lo haya roto en ese momento.

—Y también estamos para ayudar, por si hace falta que echemos una mano con eso —se ofreció seguido de lo que dijo Chromsa, incluyéndolo indirectamente a él aunque no hubiese dicho nada. Se apoyó en una expresión y un ligero ladeo de cabeza, le estaba dando algo de cosa y un poco de sentimiento no expresar su ayuda, esperando que su pareja estuviese de acuerdo. Realmente, con su mirada estaba diciendo al fauno muchas cosas que pensaba de Erknest, tenía sus dudas.

Chromsa miró al ruso cuando ofreció su ayuda y remarcó lo que dijo: -Claro. Si hay algo que podamos hacer para ayudarle tenga por seguro que puede contar con nosotros.- Al mirar a Adam le pareció notar que había algo que se le pasaba por la cabeza que le preocupaba, aunque el ochrorio no tenía claro el qué. Le preguntaría al respecto más tarde, aunque por el momento se limitó a tranquilizarlo con una leve sonrisa y una corta y discreta caricia en la mano que tenía más cerca.

Erknest, como buen caballero, iba a sumarse al ofrecimiento pero Fárladann respondió antes: -Si no habéis trabajado nunca con artefactos no es necesario. Las herramientas y procedimientos son delicados y, aunque este sea sencillo y pueda terminarlo en unos minutos, ya son suficientes riesgos teniendo a vuestro jefe aquí sin vigilancia- El héroe iba a rebatir esa información, pero solo con la presencia del centauro (o tal vez el temor a que su dominio fuera directo contra él si decía algo), simplemente se quedó en un amago. A Chromsa no se le pasó por alto la respuesta y, aunque se notaba que el anciano entendía mucho sobre artefactos si era capaz de arregrarlo en tan poco tiempo, no le terminó de gustar su comentario sobre el caballero. Nadie podía negar que era torpe, pero tampoco creía que fuera necesario recalcarlo tanto. Además, ¿no se supone que le había pedido algunos encargos?

Fárladann continuó lo que estaba diciendo sin parar de trabajar, usando magia y distintas herramientas  para ir reparando las grietas y los borrones: -Además, imagino que todavía estáis aprendiendo sobre vuestra transformación, ¿no? Tu amigo todavía necesita templar su instinto de presa pero al menos empieza a controlar su dominio, aunque más le valía siendo hojas secas. Y tú... No hay nada que indique tu transformación a simple vista, así que o eres un brujo con un dominio corporal o estás escondiendo lo que eres-

El fauno, como era de esperar, no dudó en ofrecer su ayuda después de lo que dijo el pegaso. Después de la sonrisa que Chromsa le dedicó, Adam asintió levemente cuando notó el ligero roce en su mano. Sus ojos reflejaban un poco de culpa por pensar tan mal del caballero ciervo, no tenía derecho a hacerlo y menos en alguien que no conocía del todo y que parecía bien intencionado.

Sin embargo esos prejuicios se dirigieron poco a poco a Fárladann, parecía algo carente de tacto con sus palabras pecando de insensibilidad con Erknest. Vale que sea algo… peculiar pero no tenía por qué catalogarlo de esa forma, ni que fuera un niño pequeño al que no había que dejar suelto. El caballero ciervo parecía dispuesto a decir algo pero calló. Adam lo miró, pensando en qué podría estar pasándosele por la cabeza. ¿Estaría enfadado por eso?

Inicialmente y ya de por sí no puso buena cara a ese comentario, cosa que intentó ocultar cuando Fárladann habló sobre ellos dos mientras trabajaba en la reparación. Si bien no le costó ocultar sus emociones, eso que dijo a Chromsa casi que menospreciando el dominio de su pareja no le sentó bien. ¿Por qué dijo eso? Acompañó al fauno durante la mayor parte de su aprendizaje y el proceso tuvo su esfuerzo, eso bastó para que Adam estrechase sus cejas ligeramente. Cuando mencionó al pegaso, éste relajó su expresión aguantando un poco la ligera presión en su pecho. Ya se olía la pregunta pero con el sabio tuvo clara la respuesta.

—Prefiero no decir lo que soy, si es posible —aclaró con un poco de sequedad en sus palabras, tampoco se lo iba a contar a un completo desconocido que encima le caía medio regular.

Al fauno le chocó la afirmación del anciano en un par de cosas. En un primer momento, no hacían falta más pruebas que demostraran que era un veterano. Conocía las capacidades que tenía él y se acercó todo lo posible sin tener todos los datos a la transformación de Adam. No podía negarle que era tan sabio como les había dicho Erknest. Pero por otra parte, también se veía que era duro con las palabras. Ya lo había demostrado con sus comentarios hacia Erknest y volvía a sacar esa faceta al hablar del dominio del ochrorio. Podía entender en parte aquello, ya que seguramente Fárladann pasó por el mismo proceso de control  de su propio dominio, con la diferencia de que controlar una tormenta debía ser bastante más difícil que sus hojas. Tal vez le preguntara más tarde a Ulmara cómo era aquello. Aún así, no le pareció del todo bien aquello. No podía compararse a una tormenta, vale, pero aún así cualquier dominio requería de un largo trabajo para controlarlo bien y, aunque tampoco quería pavonearse de ello, consideraba que no iba tan mal en cuanto a lo que podía hacer con las hojas. Todavía le quedaba mucho estudio, pero no iba nada mal. No pensaba discreparle porque lo peor que podía hacer era tensar el ambiente aún más, pero si que lo dejó algo dubitativo.

Ante la respuesta de Adam, Fárladann contestó solemne: -Por supuesto, es una buena opción para sobrevivir en la ciudad.- Después de unos segundos en los que estaba concentrado en escribir una de las runas, añadió: -Si me permites el consejo, en el caso de que no seas un brujo buscaría hechizos o artefactos que escondan tus capacidades. Si confías solo en la ropa en algún momento acabarán pillándote y ya puedas rezar para que no tenga malas intenciones quien lo descubra.-

Aunque fuera dirigido al ruso, aquellas palabras también hicieron pensar a Chromsa. Desde luego era algo que no habían contemplado tanto y que realmente podía ser más útil para el pegaso. De momento no habían tenido problemas, pero al menos el ochrorio buscaría la forma de que su pareja pudiera deambular por la ciudad con la mayor seguridad posible. -Puedo investigar algún hechizo que te ayude con eso, seguro que hay algo entre los grimorios de Serpentaria- se ofreció a Adam con un ligero atisbo de preocupación en su mirada. Miró luego hacia el caballero para decir: -Erknest, ¿conoces algún sitio donde podamos encontrar algo que sirva?-

El Caballero Ciervo, más o menos recuperado de la frialdad del centauro, respondió con su tono habitual: -Me temo que desconozco sortilegios para algo así, pero si en vuestro torreón hay libros es un buen comienzo para buscar, al igual que la biblioteca. En cuanto a los artefactos, hay distintas tiendas donde podríais comprarlos o siempre puede haber la posibilidad de encontrar alguno entre las ruinas y arreglarlo.-

—Comprendo, agradezco el consejo —si bien seguía arrastrando un poco de esa tensión, agradeció en el fondo lo que el anciano dijo acerca de su transformación de riesgo.

A eso se unió a la conversación el fauno. Él iba a comentar algo más pero optó por escuchar lo que su pareja tuvo que decir. Se le acentuó una sonrisa al escucharlo, a diferencia de lo que pasó con Fárladann, y le agarró la mano simbolizando el cariño que le tenía en aquel momento.

—Pero lo haremos juntos mejor, no te voy a dejar todo el trabajo —dijo en un intento de despreocupar a su pareja, conservando una sonrisa calmada.

Erknest ofreció su punto de vista, dando sus consejos. Adam se fijó en que parecía algo más recuperado de lo de antes y eso mejoró su humor bastante, dentro de sus dudas apreciaba en cierta manera la compañía del caballero ciervo.

—Si estás dispuesto y tienes tiempo libre, puedes ayudarnos cuando quieras. Nos vendría muy bien una mano extra y sobre todo si vamos a comprar artefactos y cosas mágicas —dijo el pegaso con toda la amabilidad del mundo, también haciéndolo por su empatía inconsciente de querer animarlo debido a la dureza con la que le habló el anciano.

Adam apreció su gesto y lo tomó de la mano con cariño. Le devolvió una sonrisa sincera y un agradable: -Gracias- Con aquello se redujo la preocupación del momento, aunque hasta que no encontraran algo que sirviera seguiría teniendo un poco. La respuesta de Erknest, aunque no tuviera una solución inmediata, si que les vendría bien para empezar a buscar, cosa que alegró al ochrorio.

El Caballero Ciervo se llevó una mano al pecho ante las palabras del ruso y contestó animado: -¡Por supuesto! ¿Cómo voy a negarme a ayudar a alguien y mucho menos a uno de mis camaradas? Es mi misión como héroe, claro que os acompañaré-

A Chromsa le alegró verlo de nuevo tan jovial como siempre, aunque seguía sorprendiéndolo lo rápido que había vuelto después de los comentarios del anciano. -Gracias, Erknest. Seguro que entre los tres podremos encontrar algo- le dijo.

Fárladann mientras tanto seguía enfrascado en el medallón aunque escuchando la conversación. Dejó escapar un leve suspiro cuando el caballero volvió a su forma de ser, ya lo había escuchado más veces de las que le gustaría desde que lo conocía. Para su suerte, estaba a punto de terminar. -Ya está listo, totalmente arreglado- dijo mientras se giraba hacia los tres, llevando en una de las manos el medallón. -Le queda un último detalle para activarlo...- explicó mientras todos pudieron ver como un pequeño rayo aparecía por encima del centauro e impactaba en el artefacto. -Y ya está. Debería de funcionar como si lo hubiera creado ahora mismo.- Una vez listo se acercó a Erknest y se lo entregó.

Con la respuesta de Erknest el pegaso no pudo evitar sonreír de alivio y alegría al ver que su ánimo regresó, tampoco iba a dejar que estuviese alicaido por culpa de dos comentarios tontos. Adam asintió fervientemente al agradecimiento de Chromsa, se catalogó a sí mismo ignorante y prejuicioso por dudar de una persona tan buena como el caballero ciervo.

El ruso no supo si era por el ritmo de la conversación pero Fárladann terminó relativamente pronto, avisando a los tres de que había acabado. Aun con la tirria que llevaba dentro hacia el centauro, se impresionó bastante al ver el minusculo rayo caer con precisión sobre el medallón denotado por su expresión poco discreta de sorpresa. «Tiene habilidades increibles, quisiera saber más sobre eso», pensó en un arranque de curiosidad. ¿Qué límites tendría tal nivel de magia?

—M-muchas gracias por su tiempo, de verdad. Se lo agradecemos —reconoció a Fárladann inclinando con ligereza su cabeza, había hecho un trabajo excelente. Incluso le sonrío un poco tímidamente.

El rayo, para suerte del ochrorio, no le cogió tan de sorpresa como los anteriores ruidos. Más bien, le llamó la atención por la forma en que apareció y la precisión que tuvo al impactar en el medallón. En cuanto Erknest tomó el medallón, Chromsa se acercó para verlo. -¡Vaya, está como nuevo!- exclamó con cierto asombro. Habría jurado que incluso estaba más limpio que antes y no había ni rastro del impacto del dominio del centauro ni de que en algún momento se hubiera roto. -Muchas gracias por todo. No hay duda alguna de que es un profesional- dijo con una pequeña reverencia hacia Fárladann.

El anciano, aunque tan al fondo que en ningún caso lo reconocería, agradeció los halagos pero respondió con un simple: -Bah, es algo sencillo. Cualquiera mínimamente versado en artefactos mágicos sabría reparar un transmisor de pensamientos de esa escala.- A pesar de que aquello fuera verdad, cosa que no sabía de momento, a Chromsa le sorprendió igualmente el trabajo tan rápido y bueno que había hecho.

Erknest por su parte, después de que el fauno se acercara, lo activo para comprobar que todo estaba en orden. Se aclaró la garganta y dijo: -Probando, probando. Aquí Erknest, ¿se escucha bien ahí dentro?-

En cuanto el caballero empezó a hablar, la sensación fue un poco extraña al principio para el brujo. Más que nada porque escucharlo dentro de su cabeza a la vez que lo tenía delante y oía su voz se le hacía raro. -Sí, todo en orden por aquí.- le confirmó asintiendo a la vez.

El pegaso atendió a la modestia de Fárladann quien no veía para tanto la reparación del artefacto. Parecía algo complejo pero el anciano no se atribuyó ningún mérito, Adam ya estuvo pensando en la clase de artefactos que podrían siquiera considerarse complicados a ojos del sabio, ¿qué podrían hacer?

Adam asomó la cabeza adonde setaban Erknest y Chromsa. El primero quiso probar ahí mismo si funcionaba el transmisor de pensamientos y vaya si funcionaba. Era una sensación rara escucharlo doble, le recordaba siempre al dullahan cuando en su día le habló dentro de su cabeza. Ojalá controlar tan bien sus propios pensamientos como si de un artefacto se tratase.

—Si, te escuché bien —aportó afirmando que todo iba en orden con el artefacto.