Sede de los Taumaturgos (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

El ataque de risa de Tap fue tal que su cuerpo se sacudió en el aire como si sufriera espasmos. El aparato fonador emitió ruidos incomprensibles que no eran más que el poltergeist intentando hacer ver al idrino lo gracioso que había sido verle la cara en plena descarga eléctrica. Cuando por fin se calmó, Saren le preguntó sobre su cuerpo y Tap comenzó a hablar tan rápido que las palabras se trababan y no salían. Tuvo que coger aire antes de intentarlo de nuevo, esta vez más despacio que la anterior.

—Es de metal irrense y plástico—explicó—. Fabricado por dama Hálito, demi… demiur… demiurga—se le atascaba la palabra. La mención a la violeta le hizo sentir algo de pena. Perder a los pocos gigantes que merecían la pena nunca era divertido. Continuó su charla moviendo cada una de las secciones en las que se dividía y haciendo una mención obvia al aparato que le permitía hablar—. Además lo estoy armando. Como lo de la electric… electricicicicidad—de nuevo se le atascaron las palabras y Tap sacudió la cabeza de manera inútil—. Electricidad. Todavía me que-queda hasta que… aprenda del todo. Pero bueno.

Tap estaba tan eufórico por su nuevo cuerpo que le daba igual las trabas que su ponía. Valoraba la mejora y lo veía todo un pelín más positivo. Un pelín suficiente como para que no quisiera matar al gigante que tenía enfrente en ningún momento. Era probable que el hecho de que fuera Saren y no otro, como Pablo, por ejemplo, también tuviera que ver. Pero lo importante era que, en aquellos momentos, el poltergeist se encontraba a gusto.

—Y tú, ¿Q-qué eres? ¿Y qué haces? Sales muy a menudo de la Sede—Tap estaba realizando esas mismas preguntas a todos los gigantes que decidía que eran dignos de relacionarse. Sobre todo porque según las respuestas, así sabría si lo seguían siendo, si era mejor alejarse de ellos o, simplemente, sabía si podía alegrarse porque la Luna Roja les castigaba con algún aspecto injusto de sus transformaciones. Sabía lo felices que fueron muchos gigantes cuando descubrieron que como poltergeist no podría hablar, así que no pensaba esconder la diversión que le producía saber que ahora a algunos les mataba el sol o que estaban catatónicos durante todo el día en la cama.

Se sucedían conversaciones más cerradas a su alrededor por lo que al final se quedó con Eitne y Nime. No se quejaba por ello: disfrutaba de la compañía de los más pequeños y además podría seguir acariciando a Wyck de vez en cuando. Se alegraba de ver a Neil socializando, además.

Tan solo le había sacado la lengua a Rox cuando dijo que sería “Conejo Púrpura” pero cuando Eitne lo mencionó se giró hacia el daeliciano con los brazos en jarra y expresión que trataba de fingir indignación.
—Oye, pero yo ya soy el Capitán Gamusino o la Capitana —se cruzó de brazos tratando de emular un gesto disconforme, pero enseguida se le escapó una amplia sonrisa.
A continuación se dejó caer al lado de ambos sin percatarse de lo que planeaban aquellos dos.

Rox se llevó la mano a una de sus orejas ya humanas, repasando el contorno con la punta de los dedos para asegurarse de que se vieran normales mientras escuchaba a Dédalo. Se imaginó a Mephis yendo a conocerle personalmente, y solo pensarlo le hizo poner una mueca apurada cómica; entre las inseguridades iniciales y la inexperiencia con la transformación la situación debía haber sido terrorífica. Se alegraba de haber sido y seguir siendo discreto. Lo mismo hasta le convenía pillarse un segundo nombre para su trabajo: Panda Rubio, modelo.

—Madre mía, tres años... —se quedó mirando a un punto del suelo, rascándose la nuca—. Que guay. Nosotros no conocimos a los de Maciel hasta que llegamos aquí —echó el cuerpo atrás en la silla, estirando las piernas con una sonrisa avergonzada—. Como mucho de vista, no soy la persona más sociable fuera de los de mi quinta.

El cambiante puso los ojos en blanco y suspiró con la mención de las mascotas para reírse después. Negó suavemente con la cabeza.

—Mucho es que estemos consiguiendo no hacer un zoológico de esto, no te lo imaginas. Nuestro querido pastelero casi peta la la torre de abejas, para que te hagas una idea —rio con cierta amargura—. Lo hemos comentado así de bromas y bueno, sí que nos gustaría... —agradecía todas las comodidades de la Sede, estaban a gusto ahí, pero se le vino a la mente la convivencia indeseada con ciertas veteranas y por un segundo frunció el ceño en desagrado. Una casa para los suyos sería ideal por muchas cosas—. Peeeero no llevamos aquí casi nada y ya estamos endeudados hasta la médula, no podemos pensar en una casa aún. Acabamos de comprar una pierna y un brazo irrenses para dos personas que cambian de cuerpo —señaló a Eitne con la cabeza disimuladamente—. Así que de momento habrá que conformarse con lo que hay. Ya tienen a Limón, un conejo que tienen prometido, la licántropa del grupo y... bueno, las mascotas temporales de los invitados —añadió con una sonrisa, haciendo recuento con los dedos a cada animal que añadía—. Yo todavía no me añado al apartado de mascota, no controlo eso de volverme cuadrúpedo.

Cerró los ojos brevemente según se encogía de hombros con falsa resignación, divertido.

—No tendréis una veterinaria en vuestra clínica, ¿no? Nos va a hacer falta —añadió, medio en broma medio en serio.

Eitne parecía interesado en jugar, y la libense sonrió.
—¡Claro, con poderes! Aunque entonces no podemos invitar a todo el mundo, que nos ganan —le respondió, mirando de reojo a Adru, que era quien estaba más cerca de las personas en las que estaba pensando.

Entonces se dio cuenta de que Eitne estaba intentando darle algún tipo de señal, y calló. Al hacerla mirar hacia las botellas y la mona de queso, comprendió enseguida lo que estaba a punto de decirle, y le dedicó una mirada de complicidad. Su problema era que no podía hablar sin ser escuchada, y encima Adru acababa de sentarse al lado de ellos dos. Nime abrió los ojos al sentirla caer sobre la silla contigua y por un momento dejó que la preocupación se reflejase en su cara para que Eitne la viese. Luego reflexionó. ¿Tal vez Adru podía ser su cómplice?

Juntó las dos manos como si una fuese un macito y golpease a la otra para que Eitne entendiese que había tenido una idea, y luego señalo al gamusino disimuladamente y miró a la botella. Esperaba que aquello sirviese para que la entendiese. Quería saber su opinión antes de hacer nada, porque tampoco tenía claro si Adru les dejaría beber.

Eitne se asustó al ver el mohín inicial de Adru y respiró aliviado cuando se le escapó la sonrisa. No quería llamar a su amigo de una forma que no le gustase.

—Puedes ser todas las cosas a la vez, ¡Capitana Capitán Gamusino Adru Conejo Púrpura! —se llevó la mano a la frente en un gesto militar que le había enseñado Guille a la vez que hablaba sin respirar y luego se rio también.

No le pasó desapercibido que Nime tenía razón, si Adru jugaba con poderes les iba a ganar a todos, pero a lo mejor lo más divertido era intentar ganar al gamusino. ¿Habría alguna forma de frenarlo? Estaba pensando en eso cuando la demonio mineral le hizo gestos, de nuevo, y Eitne creyó entenderla perfectamente. No pudo evitar esbozar una sonrisa traviesa.

—¡Pssst, pssst! ¡Adru! —hablaba en susurros, aun cuando solo ella y Nime podrían escucharle—. Nime y yo tenemos un plan secreto maestrísimo y necesitamos la ayuda de nuestra Capitana Capitán Gamusino Adru Conejo Púrpura preferida. ¿Nos echas una mano? —le guiñó el ojo con muy poco disimulo.

Si aceptaba, le explicaría que querían robar una de las “Botellas Prohibidas” y le preguntaría si estaria muy feo utilizar a Wyck de señuelo distractor poniéndoselo a Pelusa encima. Si no aceptaba, se haría el sueco y no revelaría el plan.

Adru rio ante la respuesta de Eitne.
—Eso igual son demasiadas cosas, pero no me parece mal.
No pasó mucho tiempo hasta descubrir qué planeaban exactamente porque el daeliciano y la libense decidieron incluirle en su plan. Por supuesto accedió a ayudarles con su “plan secretísimo” antes de saber de qué se trataba y se acercó mucho a ellos moviendo sus grandes orejas de conejo como para agudizar el oído y componiendo expresión de interés. Lo que le explicaron a continuación le hizo llevarse una mano a la barbilla y mesársela como si tuviera barba. El gamusino dedicó unos instantes a pensar con expresión suspicaz y luego sonrió.
>>De acuerdo, pero no hace falta usar a Wyck —susurró—. Tengo una idea mejor. Sabréis cuándo es el momento, os lo aseguro.

Dicho esto se levantó de un salto y se acercó gesticulando exageradamente a la spriggan, a quien alzó en el aire tirando de sus pequeños brazos.
—¡Tayron! Perdona esta interrupción: tengo algo importante que tratar con dama Pelusa en privado. Es solo un momento.
Le hizo un gesto significativo con la cabeza a su amiga para que le siguiese la corriente y la condujo hacia la cocina. Por el camino les guió un ojo a Eitne y Nime. Una vez dentro se giró hacia Pelusa con una gran sonrisa.
>>Nime y Eitne están desobedeciéndote ahora mismo con eso de no beber alcohol —le explicó sin más—. Pero, déjales. No les va a pasar nada por un trago y seguro que se les quitan las ganas de probar más —añadió encogiéndose de hombros con aire divertido—. Yo hice lo mismo en su momento y tuve que escupirlo todo.

Pelusa

Pelusa asintió levemente con la cabeza sin decir mucho más, afirmando con eso que, aunque todo eso había traído quebraderos de cabeza, al meno a ella le había hecho mucho bien. No se iba a arrepentir nunca de haber aceptado ir a ciudad pues todo eso había provocado un cambio completo en su vida respecto a cómo era antes.

No había preguntado a Tayron esperando realmente que le contase sus problemas con Arcan, como ella misma no hablaría de los que tuvo en su momento con Hyun, pero aun así lo miro atentamente cuando este comenzó a hablar y a decirle el por qué, de su preocupación, a grandes rasgos.

-Obel se ha vuelto… ¿amigo? ¿familia? Porque si es así pudo entender la preocupación de que salga lastimado, sea que ocurra o no – dijo Pelusa con suavidad mirando a los niños juntos a ella, por los que sentía de alguna forma una suerte de responsabilidad de cuidarlos, aunque era algo que igual sentía por los demás, incluyendo los mayores que ellas. Incluso si estos, más altos, con más magia o incluso más fuerte y pudieran cuidarse solos. Así por eso se había sentido familiarizada con las expresiones del lémur. Miró de nuevo al chico mientras hablaba de Arcan. La niña alzo ligeramente una ceja, más por confusión que porque creyera que mentía. No pondría las manos en el fuego por nadie, a excepción de su propia familia y ellos se habían ganado su confianza y respeto a pulso durante aquellos meses.

-Si mantienes distancias, nunca sabrás si ha cambiado o sigue siendo el mismo. O si es necesario que intervengas o no- murmuro Pelusa con un tono sutil dándole un último mordisco a su croissant para terminárselo. Su voz sonó suave y serena, casi como si diera una especie de consejo. No tenía confianza alguna con Tayron y realmente no esperaba que hiciera caso alguno a sus palabras.

No supo si Tayron iba a responder algo a sus palabras porque un rayo morado apareció dentro de su campo de visión acompañado del rostro resplandeciente de Adru. La spriggan la miro con expresión interrogante cuando le pidió hablar con ella en privado.

-Me disculpo -dijo hacia Tayron suavemente, antes de levantarse de un saltito de la silla y acompañar a Adru hacia la cocina, ala que miro atentamente, preguntando simplemente con la mirada que iba a decirle.

Parpadeo lentamente cuando Adru le soltó aquel delito que estaba a punto de cometerse o ya estaba cometiéndose en el salón con una gran sonrisa, por obra y gracia de las manos de los pequeños. El hecho de que Adru supera sobre ese plan, y que la hubiera apartado a ella consecuentemente para que pudiera cometerlo hizo que le mirase con el ceño ligeramente fruncido. ¿No era eso una especie de doble traición? A los niños, por rebelarle a ella lo que iba a hacer y a ella por apartarla y dejarles hacer.

Aunque también le parecía un movimiento inteligente, así no se ponía en contra ni de los “responsables” del grupo ni de los niños. << Adru se ha vuelto más astuta, que peligro >> pensó la niña viendo con unos nuevos ojos a la gamusino. Suspiro levemente, levantando un poco los ojos para posar lo suyos sobre los de ella, pensando en lo dicho.

-Está bien, les dejare y no les prohibiré nada. Pero…como lo soporten y se emborrachen, vas a tener que lidiar tú con ellos para no hagan tratadas ni rompan nada, ¿de acuerdo? –respondió finalmente Pelusa rindiéndose. Daba igual que se opusiera es más estaba segura que contra mas lo intentara, más iban a insistir en hacerlo, asique esperaba que Adru tuviera razón y terminaran aprendiendo la lección por las malas en esta ocasión.

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Dédalo

Dédalo observo con humor la forma tan expresiva que tenía el otro cambiante en sus gestos, tanto faciales como corporales. Parecía ser del tipo incapaz de estar mucho tiempo quieto o al menos eso aparentaba en ese momento. Aunque tal vez fuese cosa del puro nerviosismo. EL probablemente estaba más o menos igual, simplemente no analizaba sus propios movimientos.

- ¿Abejas? – se rio al imaginarse la situación, mientras miraba al pastelero en cuestión- ¿Su dominio tiene que ver con ellas, ¿no? Cera, creo que dijo antes - lo había oído muy de fondo así que tal vez se equivocaba-  No me imagino lo que habréis tenido que hacer para lidiar con las abejas sin acabar llenos de picaduras en más de una ocasión – comento con humor porque aun podía tratar con ellas con magia, hacerlo cada vez era un poco fastidioso y no tan eficaz. O eso suponía al menos, no es como si tuviera mucha idea sobre esta so el cómo cuidarlas.

Rio cuando le escuchó aceptar el pensamiento de irse a vivir juntos y como aparentemente ahora estaba ya un tanto endeudados. << ¿Qué tienen los novatos con endeudarse apenas se trasforman?>> pensó mirando en este caso al daeliciano de roejo por unos segundos, que era en este caso el dueño de dicha pierna. La otra persona con el brazo faltante no estaba allí.  << Que haya necesitado una pierna tan pronto apenas salida la luna… ¿se quedó cojo en la cosecha o ya venía así de antes? >> volvió su mirada a Rox de nuevo.

-Ya veo, la licantropo es la otra persona con el cambio de cuerpo -desde luego cualquier criatura bípeda o cuadrupeda sin un brazo, poco iba a poder hacer con su vida. Rio ligeramente pero como la ponía como otras de las mascotas del grupo, por así decirlo, aprecia que era la coña universal en toda cosecha donde hubiera un licántropo de cualquier tipo- Entre mis amigos, aparte de las mascotas de Enredo, tenemos a Karime, nuestra loba y a mí mismo - añadió divertido, no haciendo mención alguna a Saren por mas medio ave que fuese, sabía que eso era algo muy reservado para el selkie.

-Pues espérate a que vayas aprendiendo, no solo cuadrúpedo…sino reptil, peces o aves…o múltiples patas. Las múltiples patas son muy graciosas de manejar, sientes que vas a enredarte contigo mismo en cualquier momento – rio ante aquello mirándole con aire animada y alegre, divertido- Ya digo puedo ayudarte cuando lo necesites, o si te parece bien…- Lo pensó un poco antes de decidirse a decírselo- Si quieres puede venirte conmigo en alguna ocasión cuando vaya a algún mundo a por algún encargo o para tomar registro de la fauna del lugar, los cambiantes tenemos muy buena memoria visual. He aprendido mucho de ese modo. – le ofreció con una amplia sonrisa antes de reírse inevitablemente por su última cuestión dicha con ese toque entre serio y en broma.

-Pues más o menos, sí. Enredo se las ingenia y si tiene alguna duda, suelo ayudarlo, al menos en las partes más fisiológicas, aunque ya cada vez menos, con eso de que he tenido que aprender tanto sobre animales. –se encogió de hombros recordando que Enredo había tenido que tratar hacia no mucho precisamente al centauro de aquella cosecha- Por ejemplo, hace no mucho tuvo que curar las patas lesionadas de un centauro amigo vuestro, aunque supongo que Adru ya os hablaría de eso, porque fue como nos conocimos.

Varsai comía tranquilamente sin perder de vista lo que hacían los más pequeños de Letargo. Se le hizo curioso no oír lo que decía Eitne, debía ser cosa propia de su transformación. Eso o aparte de muda también era sorda selectiva. La razón de por qué los miraba tanto era en realidad Wyck, el animal le parecía curioso y quería acariciarlo pero tampoco quería meterse mucho entre los niños. Intentó otra táctica sin embargo, tentar al panda rojo con comida.

Cogió de la tarta de frutas lo que parecía un trozo de manzana grande bañada en miel y se la ofreció. Automáticamente Wyck dejó de agarrar la cola de Tayron y saltó del regazo de Nime, escaló ágilmente por la ropa de la varmana y se subió a su hombro. La chica le daba vibraciones raras, por una parte olía como una depredadora y el instinto le decía que corriera, pero el ofrecimiento de comida tenía mucha prioridad, y ella no parecía mala del todo. Recogió la fruta con ambas patitas delanteras y la lamió disfrutando de la dulzura de la miel, luego mordió un trozo, lo masticó y lo tragó. Ese momento lo aprovechó Varsai para cogerlo en brazos y acunarlo. Se acercó a Tayron cuando éste quedó libre.

"Podríamos hacer una competición de colas adorables, ¿no crees?" le dijo con una sonrisa mientras rascaba la barriguita del panda.

Obel se separó un poco de su hermano mirándolo con un poco de melancolía.

-De acuerdo, voy a hablar con más gente - dijo. Acto seguido le dio un fuerte abrazo y susurró.- No olvides que te sigo queriendo, siempre serás mi hermano.

Dejó a Arcan y volvió al lado de Tay. Cogió un pastel y contempló como Wyck comía el resto de fruta con una mezcla de embelesamiento y pensativo.

-Hola de nuevo - le dijo a su amigo.- ¿Qué tal por aquí?

Enredo bebió un sorbo de su bebida, pensativo. Miró a ambos y sonrió al otro brujo.

-Pues creo que en el granero siempre tienen puestos libres para la gente. No deben de pagar mucho pero te da para ir ahorrando - comentó.- Así a bote pronto no se me ocurre nada más, pero si me viene algo te aviso - le dijo a la argos.

-Yo también trabajé un poco para Jack, no en vano su plantación es mi especialidad casi en su totalidad - extrajo de su cinturón una esfera de cristal con tierra dentro, la rompió en su mano y una enredadera empezó a crecer de forma acelerada, enredándose en su brazo y extendiéndose hacia el otro brujo con aspecto completamente inocente.

Mientras Hablaba con Eitne, Varsai le ofreció comida a Wyck, que se bajó de su regazo. Como era improbable que usasen al pobre animal para lanzárselo a Pelusa, era bueno que se hubiese marchado él por su propia cuenta. Entonces pasó a poner toda su atención en Eitne explicándole a Adru el plan. Miró al gamusino expectante, no sabiendo cuál iba a ser su reacción, pero pareció tomárselo bien. Aquello era incluso hasta demasiado fácil.

Adru se levantó y se llevó a Pelusa a otra habitación, no sin antes dedicarles un guiño. Nime, asombrada, se dirigió a Eitne.
—¿Y ahora qué hacemos? ¿A dónde nos llevamos la botella? —susurró, mientras miraba en todas direcciones para ver quiénes les estaban mirando y quiénes no. Tendrían que salir con mucha cautela porque no sabían dónde estarían Adru y Pelusa.

En un momento en que consideró que todos estaban distraídos alargó la mano y cogió la primera botella con la que dio. La escondió bajo la mesa y luego se la metió por dentro de la chaqueta.
—Vamos a jugar al escondite, Eitne —anunció, más que decirlo, y se dirigió a la puerta con paso decidido.
Lo que no podía saber, dado que la etiqueta estaba en otro idioma, era que había cogido un mero refresco con gas.

Eitne no lo dijo, pero le dio pena prescindir de Wyck para el golpe maestro. Por suerte, Adru se apuntó al plan y decidió que ni siquiera era necesario el panda rojo (¡Por supuesto que no! Tenían al Conejo Púrpura, que molaba más). El gamusino se acercó a Pelusa y Tay, que hablaban muy cerca de ellos, y se llevó a la spriggan lejos tras guiñar el ojo a los niños. Eitne saludó al Panda Gris y puso cara de niño bueno antes de atender a su amiga.

—¡Vamos a las escaleras, Nime! —susurró, aunque la voz sonó solo en Nime y en Adru, con la esperanza de que el gamusino les ayudara un poco más a que Pelusa no les viera. Tras el exitoso robo de Nime y su excusa de jugar al escondite, él se alzó levitando y anunció, esta vez audible para todo el mundo—: ¡Yo me pido contar, Nime! ¡No hagas trampas! —y le guiñó el ojo a la libense dos veces, una con el izquierdo y otra con el derecho.

Dicho esto, levitó detrás de Nime a la vez que contenía una risilla traviesa. Una vez en un lugar seguro, miró la botella con los ojos bien abiertos. Era de cristal coloreado, los tonos pastel delataban su procedencia daeliciana y, por lo tanto, bastaban para que Eitne creyera que habían acertado. No hacía falta leer la etiqueta (tampoco podían).

La botella de (no) alcohol estaba abierta y Eitne tenía muchas ganas de beber, en el fondo querría ser el primero en probarla, pero ya sabía que querer ser el primero era algo infantil y no quería parecer un niño si iba a probar alcohol. Sin embargo, no pudo resistirse y le hizo un gesto con las manos a Nime para que se la pasara. Se llevó la botella a la boca con un poco de miedo, pero en cuanto el líquido bajó se le iluminaron los ojos y alargó el trago un par de segundos más. ¡El alcohol estaba dulce! Sabía a frutas y hacía cosas divertidas entre sus dientes.

—¡AECE QUE ETZA IO! —dijo con la boca llena, intentando no verterlo. ¡Parecía vivo! Hacía como burbujitas y le provocaba cosquillas en la lengua. ¡Por eso le gustaba tanto a los mayores! Tragó y le pasó el recipiente a la demonio mineral—. ¡Prueba, prueba! ¡Es mucho mejor que el café! Te hace cosas raras en la boca. ¿O es que ya me estoy emborrachando? Oh, oh...

Nime sonrió ampliamente a cualquier cosa que le dijese Eitne, guiños incluidos. No respiró tranquila hasta que salieron por la puerta sin que nadie los detuviese y, una vez en el pasillo, miró a los lados. No había nadie a la vista, así que se apuró a ir hacia las escaleras como había sugerido el bestia del crepúsculo.

Ya allí se sentaron y sacó la botella. La miró durante un instante, quedándose un poco desconcertada. Habían hecho aquello por impulso, por aburrimiento. «¿Y ahora qué» se preguntó. Eitne, en cambio, alargó la mano hacia la botella el primero y ella le dejó ser el conejillo de indias. No sabía qué esperar del alcohol desde el día de la bahía, pero a todo el mundo le gustaba. El que había bebido allí debía de ser, sencillamente, muy malo.

La reacción de Eitne al trago le pintó una enorme sonrisa en la cara a la demonio mineral.
—¡Lo sabía! No querían que lo probásemos porque está bueno y no aparece gratis en la cocina —teorizó. Después alargó la mano hacia la botella y le dio un buen sorbo. Estuvo a punto de escupirla, esta vez por el burbujeo, pero se aguantó las cosquillas estoicamente al darse cuenta de que, efectivamente, sabía delicioso. Aquellas burbujas, además, le daban un toque muy especial a la bebida—. ¡El de la bahía era una porquería, este es el alcohol bueno! —exclamó, antes de darle un segundo trago a la botella y volver a pasársela al daeliciano—. ¿Tú crees que emborracha tan rápido? Aunque yo estoy, no sé...
Para describir su excitación empezó a dar pequeños botes sin levantarse del escalón en que se sentaban.

Sonrió ante las palabras de Pelusa y tras un instante le tendió la mano para que se la estrechasen, como si hubiesen hecho un trato.
—Por supuesto. Creo que ya les dimos tiempo suficiente, volvamos.
Dicho aquello salió de la cocina con las manos en la espalda y tarareando alguna canción que había oído por la sede y aire alegre. Preguntó a Neil hacia donde se habían ido Nime y Eitne y el chico le señaló las escaleras. Al parecer habían ido a “jugar al escondite”. El gamusino subió los escalones hasta dar con ellos sentados en el inicio del tramo que conducía al siguiente pios.
>>¿Qué, misión cumplida? —Les dijo esbozando una gran sonrisa un tanto pícara—. Y bien… ¿qué tal el alcohol? —añadió recogiendo la botella que tenían allí y observándola con curiosidad.

Pelusa parecía entender al menos su sentimiento de preocupación y Tayron se alegró de ello.
—Sí, algo así —respondió, hacía tiempo que Obel se había convertido en su amigo y para él el concepto de amistad y familia podían fusionarse fácilmente. Luego miró a la spriggan, extrañado por su consejo aunque no por el contenido, pues tenía claro que ella no sabía de la misa la mitad. Realmente no le había contado todo lo que hubiera podido, solo lo suficiente para hacerse entender. Estaba seguro de que si Pelusa supiera que les había amenazado a todos con un cuchillo o que se marchaba del torreón por semanas sin decir nada no le habría dicho aquello con sutileza. Aunque si llevaba razón en algo, manteniéndose al márgen nunca sabría si realmente el nublino corría riesgo de hacerse daño. Daño emocional claro, conocía a Arcan y jamás tocaría a su hermano.

Aunque no habría revelado ninguna verdad más impactante no pudo hacerlo de todas formas pues Adru se llevó a la mono del queso con tanta velocidad con la que entró. Tay se encogió de hombros, al tiempo que sonreía y volvía a dar sorbos a su bebida. Luego contempló de reojo al situarse bastante cerca como Nime se escondía una botella bajo su chaqueta y se marchaba con Eitne pero siguió a lo suyo, pues una voz surgió en su cabeza. Tay dio un respingo, pero creyó ver de quién provenía la voz, una chica con una cola larga y perteneciente a algún felino que no conocía. ¡Y tenía orejitas!.
—Eh... la tuya mola mucho, creo —murmuró, algo confuso— ¿es parte de tu don? —Entonces llegó su gárgola favorita, Tayron le sonrió mientras le ofrecía una de las bebidas y lo que quedaba de croissant, esperaba que no fuera escrupuloso — ¡genial! ¿y tú, todo bien? —le preguntó con una connotación clara, pero sin mostrar ningún tipo de fastidio, eran hermanos y por mucho que lo pensara ni quería ni tenía por qué estar en medio.

El australiano asintió con un suspiro.
—Abejas. Eitne las traía drogadas gracias a su transformación, pero la cosa podría haber terminado fatal.

Sonrió al ver que el albino le seguía el juego con lo de las mascostas, luego frunciendo el ceño levemente y dejando escapar una corta risa apurada por sus palabras. Se imaginó transformado en un atún y luego en una gaviota gigante, cosas más bien anticlimáticas contra las que posiblemente se estuviera refiriendo Dédalo.
—Por ahora me conformo con saber transformarme en un mamífero apañado y no verme horrible —dijo y soltó una carcajada. Aún habiéndose imaginado plantado en mitad del pasillo con el cuerpo de un atún, se le reabrió el gusanillo. Sabía hacerse alas muy vistosas (pero poco funcionales) por requisitos del trabajo, y más de una vez había fantaseado con poder respirar bajo el agua. Ahí estaban esas ganas otra vez.
>>Uf, ya —resopló con humor cuando Dédalo mencionó las múltiples patas. Puso los brazos en recto y algo se movió bajo las anchas mangas de su abrigo, revelando al rato dos manos nuevas. Dos antebrazos le nacían del codo, aunque no se viera por la ropa; era más rápido que hacerse otros dos brazos enteros. Quiso mover los dedos de una sola mano izquierda, pero se le fueron todos a la vez—. La coordinación individual mal.

Y entonces llegó la propuesta. Rox se quedó congelado en el sitio, mirando a Dédalo como si no hubiera oído bien -cosa que sí había hecho- y los brazos aún tiesos hacia delante como si fuera un zombie. Se acordó de bajarlos, aunque seguía boquiabierto, pestañeando seguidamente. Lo que sí se le olvidó fue su pregunta sobre veterinarios, demasiado deslumbrado por aquella otra idea.
—En... ¿en serio? ¿De verdad? —la mueca de asombro en su cara procedió a torcerse a una de alegría vergonzosa, y aún siendo extrovertido, se notaba demasiado tímido y abrumado para aceptar de golpe. Se habría más que conformado con ayudas y consejos básicos del cambiante, unas clases hasta sonaban gloriosas, pero eso otro era... muchísimo más de lo que esperaba. No sabía que decir, mas que sonreír cada vez un poquito más—. Bua... ¡muchas gracias! ¡Sería una pasada, me encantaría! Aunque tampoco querría molestarte...

A la hora de la verdad sabía que le daría muchísimo corte viajar sin sus amigos a otro mundo. Apreciaba la oferta y sonaba fantástica, era todo un detalle y rechazarla estaba muy descartado, pero veía lógico querer tantear el terreno antes y no dejarse llevar por la emoción. Su lado más ingenuo quería preguntarle que cómo, dónde y sobre todo cuando a la de ya, mientras que su lado más sufrido, el que desde la cosecha tenía más peso en sus acciones, le decía que parase el carro y se calmase. Acababa de conocerle después de todo, y aunque no parecía un mal tipo ni pensaba mal de él, irse a otro mundo con un desconocido era algo que solo le había pasado otra vez anteriormente: el resultado había sido Rocavarancolia.
—¿A qué mundos sueles ir? —se apresuró en preguntarle. No iba a desaprovechar toda la energía y curiosidad que sentía, y de verdad era algo que quería hacer en un futuro. De repente las preguntas se le acumularon a golpes—. ¿Tú ya sabes...?  Bueno, que coño, si llevas la tira de años aquí —rio—. Pero ¿ya sabes transformarte en muchos animales? Reptiles, aves, peces... —repitió sus palabras a posta, sonriente.

El australiano se sentía como un crío, un crío con los poderes de Chico Bestia, con las ganas inmensas de ponerlos a funcionar pero sin el conocimiento suficiente para hacerlo. En el fondo lo que más quería era una demostración, y la estaba pidiendo a gritos silenciosos con la mirada.

Cuando Neil le respondió, a la roquense se le vino el mundo encima. ¿Enseñar ella? ¿A cocinar? Lo que conocía era muy rudimentario, nada elaborado, nada que ver con el despliegue de la merienda en la que se encontraban picoteando. Respiró antes de responder, e hizo acopio de sus recuerdos y sus ganas de salir a explorar las zonas salvajes de aquel mundo.
—Sí, bueno, yo era cazadora y aportaba mi parte al asentamiento, y aún tengo que lanzarme a cazar en la ciudad y probar nuevas recetas. No es un intercambio del todo equivalente porque tienes más experiencia que yo, pero me apunto —respondió con una sonrisa.

Después, los dos se centraron en la cuestión del trabajo. Le hablaron del granero y de un cosechador que, por lo visto, ofrecía trabajo y ambos habían tenido contacto con él. No era el único del que había oído hablar, y también sabía del granero. Se quedó mirando cómo crecía la enredadera, maravillada. Cualquier mínimo detalle mágico de la ciudad seguía sorprendiéndole, y le preocupaba que llegara el día en que todo pasara inocuo ante sus ojos.

Sin embargo, volviendo a la conversación, seguía faltándole algo esencial. Había algo que no sabía concretar y que... Vaya, bingo. Neil dio en el clavo y Sinceridad ladeó la cabeza un par de veces antes de responder.
—La verdad, no lo sé. Supongo que todo lo que puedo hacer con mi transformación se puede hacer con magia sin contratar a nadie, por ejemplo. En mi mundo me serviría para vigilar la frontera y escoltar mejor las incursiones en zonas peligrosas, pero aquí no se me ocurre dónde podría hacer falta eso. Y también quiero entrenar y mejorar en caza y lucha, para no ser solo una cámara de vigilancia portátil —se permitió bromear.

También se había planteado volver a la caza, pero sabía que las bestias de aquel mundo eran mucho más peligrosas que las de Tierra Bruja y necesitaba tanta preparación como documentación, además de estudiar qué podía aportar nuevo a los puestos del Mercado. Lo fácil sería que no tuvieran ese extraño dinero y que todos aportaran para todo el mundo, pero no iba a montar semejante revolución en la ciudad. Siempre podía hacer eso a pequeña escala en el torreón y con sus amigos, pero tarde o temprano necesitaría comprar algo con dinero. Y quizás... quizás no estaría mal acercarse a los sitios que le habían sugerido, la verdad. Quizás si veía las labores de cerca le sería más fácil imaginarse ahí o en otra parte.

A Neil el intercambio de recetas con Sincy que propuso le pareció equitativo desde el momento en que tendría la posibilidad de aprender cosas nuevas de un nuevo mundo, pero tampoco quería presionar a la roquense. En cuanto empezaran con el aprendizaje, le haría ver que iba a ser igual de beneficioso por las dos partes.

- Bueno, pero tu trabajo no tiene que basarse en algo relacionado con tu transformación. Mira yo, mi cera no tiene nada que ver con los cultivos, aunque quiero ayudar con las abejas que quiero tener. De todas maneras, tampoco creo que mi trabajo soñado sea la plantación. Puedes empezar a trabajar en algún sitio primero e ir viendo qué es lo que quieres hacer. O también puedes tomarte tu tiempo.

El brujo entendía la necesidad de sentirse útil, pero a todos ellos el venir a la ciudad les había desestructurado su futuro y todos tenían que arreglárselas de alguna manera para buscar su sitio y seguir adelante.

- Es cierto, Adru también va a empezar a trabajar ahí para ir ahorrando dinero - contestó asintiendo ante la sugerencia de Enredo del Granero como lugar de trabajo.

Neil quedó fascinado con la demostración de dominio de Enredo, mirando con una expresión de asombro la enredadera que se extendía hacia él. Recordaba como Wheem les había hecho la misma presentación a Adru y a él en la bahía y le había parecido igual de bonito y magnífico entonces.

- Los dominios de plantas son tan bonitos. Permíteme a ver si puedo...- comentó encantado y luego ríos de cera salieron de sus bolsillos hasta plantarse en su mano abierta imitando el gesto del brujo de las enredaderas y comenzó a coger forma entremezclándose hasta copiar la planta que tenía en frente.

Eitne fue todo sorpresa, Nime le acababa de abrir los ojos.

—¡Seguro que sí! ¡Se lo querían quedar! Que fuerte… —hablaba solo para la demonio mineral porque no quería delatarse sin querer—. Yo también me noto un poco raro... Como muy blublublú... —dijo.

En ese mismo instante le dio un escalofrío al rememorar  el efecto del gas de aquella bebida. Le estaba entrando calor, solo de pensarlo, pues era uno de los síntomas que mejor se sabía. Se rio por lo bajito cuando Nime se puso a dar botes y bebió otro trago. Las burbujas le hicieron sacudir la cabeza en un espasmo que agitó su pelo afro y tragó de forma sonora.

Entonces apareció “de la nada” Adru y el niño botó como Nime, vertiendo un pelín de “alcohol” sobre sus pantalones.

—¡Qué susto! —Reía de forma nerviosa entre frases, en parte por la sorpresiva llegada del gamusino y en parte por la autosugestión—. ¡Ha estado genial! Gracias por despistar a Pam —le guiñó un ojo de forma exagerada a Adru, que sujetaba ahora la botella; intercambió una mirada con la demonio mineral y luego añadió—. ¿Brindamos los tres por lo bien que nos ha salido?

Le parecía justo compartir el botín con la gamusino.

Nime se rio al ver a Eitne sentir un escalofrío.
—¡Pero si solo llevamos dos sorbos! —respondió, todavía carcajeándose sin venir mucho a cuento—. Seguro que nos metemos en un buen lío si nos la terminamos, pero no tienen por qué enterarse… Podemos decir que fue una pendicularia desobediente, seguro que a Guille no le importa, están seguido robando cosas.

Cuando escuchó que alguien se acercaba Nime calló de golpe pero, al ver que era Adru, la saludó con una sonrisa satisfecha y le enseñó la botella. Todavía no se podía creer que la cosa hubiese salido tan bien y que el gamusino quisiese ser partícipe de la travesura, pero no sería ella quien se iba a quejar.
—¡Muy rico! —le respondió—. No tiene nada que ver con el que ponían en la fiesta de los dragones, ya verás.
Tras decir aquello respondió enérgicamente a la propuesta de Eitne, asintiendo con la cabeza.