Sede de los Taumaturgos (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

El ataque de risa de Tap fue tal que su cuerpo se sacudió en el aire como si sufriera espasmos. El aparato fonador emitió ruidos incomprensibles que no eran más que el poltergeist intentando hacer ver al idrino lo gracioso que había sido verle la cara en plena descarga eléctrica. Cuando por fin se calmó, Saren le preguntó sobre su cuerpo y Tap comenzó a hablar tan rápido que las palabras se trababan y no salían. Tuvo que coger aire antes de intentarlo de nuevo, esta vez más despacio que la anterior.

—Es de metal irrense y plástico—explicó—. Fabricado por dama Hálito, demi… demiur… demiurga—se le atascaba la palabra. La mención a la violeta le hizo sentir algo de pena. Perder a los pocos gigantes que merecían la pena nunca era divertido. Continuó su charla moviendo cada una de las secciones en las que se dividía y haciendo una mención obvia al aparato que le permitía hablar—. Además lo estoy armando. Como lo de la electric… electricicicicidad—de nuevo se le atascaron las palabras y Tap sacudió la cabeza de manera inútil—. Electricidad. Todavía me que-queda hasta que… aprenda del todo. Pero bueno.

Tap estaba tan eufórico por su nuevo cuerpo que le daba igual las trabas que su ponía. Valoraba la mejora y lo veía todo un pelín más positivo. Un pelín suficiente como para que no quisiera matar al gigante que tenía enfrente en ningún momento. Era probable que el hecho de que fuera Saren y no otro, como Pablo, por ejemplo, también tuviera que ver. Pero lo importante era que, en aquellos momentos, el poltergeist se encontraba a gusto.

—Y tú, ¿Q-qué eres? ¿Y qué haces? Sales muy a menudo de la Sede—Tap estaba realizando esas mismas preguntas a todos los gigantes que decidía que eran dignos de relacionarse. Sobre todo porque según las respuestas, así sabría si lo seguían siendo, si era mejor alejarse de ellos o, simplemente, sabía si podía alegrarse porque la Luna Roja les castigaba con algún aspecto injusto de sus transformaciones. Sabía lo felices que fueron muchos gigantes cuando descubrieron que como poltergeist no podría hablar, así que no pensaba esconder la diversión que le producía saber que ahora a algunos les mataba el sol o que estaban catatónicos durante todo el día en la cama.

Antes de llegar a la Sede y para ahorrarse el buscar a sus amigos por todo el torreón, Dhelian pidió a sus estirges el echar un rápido vistazo en las ventanas y esperara allí. Así cuando Dhelian llegó al torreón una de la estirges se encontraba posada en uno de las ventanitas, probablemente observando a sus amigos allí adentro y tras asegurarse que las estirges se quedarían fuera, entró en el torreón Hugin sobre su hombro subiendo a la habitación donde se encontraban sus amigas.

-Hola a todas -saludo con buen humor aunque cortándose un poco al percibir apenas cierto ambiente de confusión, preocupándose- ¿Ocurrió algo?- pregunto acercándose a sus amigas, encontrar a Sura o a Marsi en uno de los cuartos de entrenamientos no era raro. No por nada en esos meses una había conseguido entrenar incluso ante la ausencia de piernas y la otra había logrado sacar con eficacia toda las armas que su transformación poseía, a excepción de la llamada montura que se le resistía, por su total dedicación. Marsi  le explico lo dicho  y su curiosidad aumento considerablemente. Marsi ya había mencionado a los osogrifos antes con una descripción bastante exacta de como lucían, por lo que lo primero que le vino a la cabeza, era preguntar como era su montura.

-¿La viste lo suficiente para poder describirla? Tal vez podamos hacer un boceto y buscar que clase de criatura tienes como montura.. o intentar llamarla de nuevo-añadió animado ante la noticia. Lamentaba un poco que esta no fuese un osogrifo como Marsi había querido, pero seguro que la montura seria magnifica, digna de alguien como Marsi que ya tenia experiencia comojinete-

Saludo con un gesto de la mano a Alice cuando aparece y atiendo a la respuesta de Marsi. Muevo la cola ligeramente, un indicador de que estoy pensando algo.

-Bueno, que se manifestara era lo que buscabas. Supongo que esto es un avance, y si te asusta sólo tienes que dejarle claro quien manda - sugerí con una sonrisa tratando de bromear.- Por cierto Marsi, quería agradecerte lo de estos últimos meses, siento ser tan insoportable con las mudas, pero no es algo pueda evitar fácilmente - mi sonrisa se ensanchó y luego me volví a Alice y al recién llegado Dhelian.- Cuando queráis nos vamos. Creo que si paso un día más únicamente entrenando me volveré loca.

<<¿Un susto...? ¿Sura la habrá asustado de broma? Esta chica...>> empecé a pensar, pero el nuevo caudal de pensamientos me cortó. Solo con que hubiera dicho “montura”, “manifestarse” y “no osogrifo” habría bastado... No. Solo con “manifestarse” habría bastado para que me olvidara de todo lo demás. ¿Cómo que si nos acordábamos? ¡Pues claro! ¡Su montura había aparecido por fin! ¿Qué sería? Bueno, al menos ya sabíamos qué no era. Pero no me apresuré a preguntar pues Dhelian también había llegado y había sido el primero en hablar. En cuanto acabó, añadí un par de cosas:

—Sh, calma, sin agobios. Ha tardado meses en aparecer; podría tardar unos segundos en volver o más meses. Lo de llamarla... Hum. ¿Tienes alguna forma para hacerlo? —dije con voz pausada. No quería agobiar a Marsi ni someterla a presión, ¡ni que los tres quisiéramos ver a la montura! Que sí, vale, yo quería y los demás seguramente también, pero con calma.
Ojalá sea un cerdo con alas o un gusano, que haga buena pareja con una naga que no se apaña con sus mudas —se burló una onyce, sentada en el canto de la puerta, pero solo para nosotras.
Una escolopendra gigante, mejor. O una sierpe. O un murciélago. Algo gigantesco y aterrador digno de su transformación —le respondió otra desde mi hombro.

Otra onyce, colgada del brazo opuesto, hizo un amago para decir algo más y quizá en el otro idioma, pero una mirada seria bastó para que cambiara de idea. Luego miré a mis amistades y pasé del gesto serio al sonriente que solía dedicarles. Y esperé.

Pudo ver la curiosidad y la emocion en los rostros de sus compañeras. Dhelian se había unido a ellas al final de su explicación.

-<< Pues... no sé lo que era. Tenía garras, y un par de alas enormes, y ojos brillantes y saltones... Además emitía un sonido horrible, era como...>>- Marsi trató de reproducirlo en su cabeza, y transmitírselo a los demás. El recuerdo en imagen era difuso, y al tener una visión periférica le costaba mucho más transmitir recuerdos visuales, por lo que tendrían que conformarse con la descripción.

Quería ir a la biblioteca y empaparse de todos los bestiarios de la ciudad hasta dar con la criatura, pero la playa esperaba, y por muy montura que fuera no pensaba cancelar el plan. <<Sé paciente, Cárabo, nos encontraremos pronto...>>

-<< Bueno, no pensemos en eso, como dice Alice no sabemos cuando aparecerá otra vez. Voy a cambiarme y a por algo de picar, nos vemos en la puerta>>

Fue a su dormitorio y de un baúl sacó su único traje de baño, adquirido hace poco. Los de los mundo de sus compañeros eran demasiado reveladores, y por desgracia eran los más frecuentes, pero tuvo suerte de encontrar algo más parecido a los de su mundo. Se trataba de un culotte ceñido de cintura alta y un top deportivo, todo en verde militar. Se puso un blusón por encima, se calzó las botas, y cogió una bolsa con la tela que usaban de toalla en los picnic. De camino a la puerta llenó la bolsa de fruta, bizcochos, tortas y queso, y una bota de mosto.

-<< Ya está, podemos irnos>>

La descripción despertó aun mas la curiosidad de Dhelian, había visto algún que otro monstruo e bestiarios en esos meses y esa descripción desgraciadamente podía encajar con varios así que era difícil de decir. Esperaba que cuando Marsi definitivamente pudiera sacarlo se los mostrara, realmente le gustaría verlo.

Finalmente salio a colación el motivo de que se hubiesen reunido y Dhelian se preocupo un poco, acercándose al ventanuco de la sala de entrenamiento. "Fui preciso, muy preciso en lo que querían que me trajeran" pensó un poco preocupado pues no era la primera vez que pedía a al estirges traerle o llevarla alguna prenda de ropa, sobretodo cuando salia  comer y se ensuciaba a tal grado que ni con hechizos de limpieza en la ropa se sentía limpio. Sonrió aliviado cuando vio ala estirges volar en su dirección sujetando fuertemente lo que les había pedido en sus garras, cuando llegaron a el Dhelian las tomo asegurando que estuviesen intactas, tuvo que hacerles un hechizo de limpieza pero por lo demás perfecto. La otra bolsa que traía era la que llevaba el circuito con el hechizo de conservación, guardándola nada mas recibirla: era su almuerzo.

- Vale, yo también me voy a cambiar ahora que tengo lo necesario, no me tardo- aseguró saliendo de allí para buscar el baño. Sentía aun cierto pudor ante la desnudez, al menos en lo que se refería a la parte inferior de su cuerpo. Ademas conocía sus amigas, no había necesidad de mostrarle tal imagen, por ello se puso el bañador negro rescatado del baúl de serpentaria n el baño y una camisa de tirantes verde oscuro, poniendo ya encima sus pantalones y la sudadera sin mangas. Tras estar listo volvió con el resto viendo que Marsi también esta lista, sonrió- Entonces, vamonos ya así podremos usar todas las horas de mañana para divertirnos.-añadió de buen humor mentras Hugin se acurrucaba en su capucha, aparentemente aburrida y hambrienta. Aun si antes de marcharse y presumiendo que tal vez no todo el mundo recibió el aviso, dejaron un mensaje en papel esperando que mas tarde alguien se apuntara, con eso hecho finalmente salieron.

Sigue en Bahía de los naufragios

La jornada de trabajo se había alargado más de lo esperado y Dirke llegó a la sede de noche. En lugar de subir directamente a su habitación y tumbarse a descansar, el hombre árbol decidió que estaría bien agotar sus fuerzas un poquito más. Cuanto más cansado acababa, más disfrutaba de los descansos. Así, se dirigió a la cocina, aprovechando que en aquel momento no había nadie. Desde que la luna le convirtió en woodman, Dirke no pasaba mucho tiempo en aquella habitación y cuando lo hacía era en solitario y por una única razón.

El alemán se convirtió de tronco para arriba en algo parecido a un naranjo e hizo converger varias de sus ramas para formar un brazo. Concentró las pocas fuerzas que le quedaban y entre las ramas comenzaron a brotar cítricos de color morado. El brazo vegetal se dedicó a cogerlas para rellenar con ellas un cuenco vacío sobre la mesa. Lo mejor de su transformación era que para él todas las frutas eran de temporada y, de vez en cuando, le gustaba dejar regalillos a sus colegas de residencia. Hasta el momento, todas sus contribuciones a la cocina habían sido anónimas porque Ramas disfrutaba pensando que todo el mundo creía que era parte de la comida que les aportaba el consejo y porque sabía que había gente muy tiquismiquis, que podría creer que sus frutas eran de peor calidad que las de un árbol real.

<<Qué poco saben>>, se quejó mentalmente mientras su torso volvía a la normalidad y se dejaba caer sobre la silla, fatigado. El alemán se recostó sobre la mesa, cruzando los brazos para reposar su cabeza sobre ellos, y clavó la vista en sus frutas recién creadas. <<Qué bien me han salido, madre mía>> se elogió a sí mismo por el trabajo antes de que el sueño comenzara a atacarle y sus párpados amenazaran con caer.

Tania

Tania salió al exterior de la botica suspirando, pero no de cansancio, de tristeza y estrés. Fue al establo y cogió a la lagarta por las riendas, la sacó de estos y salieron a la adoquinada calle. No montó sobre su lomo aún, pues se encontraba sin fuerzas y, en cuanto cruzaron la esquina Tania se desplomó. Comenzó a llorar, casi a sollozos, mientras enterraba la cara en el cuello de la lagarta que, sin comprender del todo la situación, comenzó a lamerle las mejillas, quedando el salado sabor de las lágrimas en su larga y flexible lengua. Tania estuvo así un largo rato, puede que una hora, con aquello, acurrucada a la lagarta, llorando por todo lo que no habia llorado en público.

Cuando se encontró con suficientes fuerzas de nuevo, se subió al sillín, cosa que pareció alegrar al reptil que abrió la boca en excitación mientras la melena se inflaba. Palmeando el largo cuello, la nublina habló.
-Vamos a buscar a sus amigos.-

Y con un golpe de espuelas, la lagarta trotó hacia la destinación: La primera de todas las que podia recordar, La Sede de los Taumaturgos. Cabalgó hasta casi la entrada y no ató a la lagarta en ningún momento. No conocia a sus habitantes y, la verdad, podia ser bastante arriesgado aquello que estaba haciendo, pero algo dentro de ella le impelia a hacerlo. Ando con unas breves zancadas hacia la puerta y, entonces, llamó detenida y educadamente.

Era un día como otro cualquiera, solo que hoy tocaba entrenamiento físico y el helión prefirió cambiar la rutina de los entrenamientos del ejército por algo que le gustaba más. Por ello se había dirigido temprano a la Sede, para buscar a uno de sus contrincantes favoritos. Con suerte, Ebnun también estaría por allí, aunque acabaría bastante hecho polvo si retaba a Ramas y el guerrero el mismo día.

La paliza fue buena. Al final se habían apuntado sus dos amigos, aunque por turnos. Aun así, la tunda que se llevó fue interesante. Pero salió satisfecho de cada enfrentamiento y con bastante buen humor.

De este hizo gala en lo que él llamaría "descanso" pero que por su bien sería el punto final del entrenamiento de aquel día. Este "descanso" tuvo lugar en parte en la misma sala de arriba mientras recogían y en parte en la cocina, después, recargando energías entre bocatas, bromas y comentarios. Bueno, Ramas no comía.

Entre tanto, llamaron a la puerta y Skarog, que no había perdido esa parte servicial suya, abandonó la silla de la cocina para ir a abrir. Aunque estaba magullado, su condición de libense le libró de cualquier obstáculo que el dolor pudiera presentarle y llegó rápido a la puerta. Lo que vio le chocó bastante. Así de buenas a primeras no sabía quién era, así que se rascó la perilla, miró hacia atrás por si algún sedentario asomaba, y luego saludó tal y como haría de haber estado en Serpentaria.

-Buenas tardes. Aunque no vivo aquí, ¿en qué puedo ayudarle?

Pedazo de bicho... ¿Podré comprar y amaestrar alguno? pensó al ver al reptil.

Dirke se asomó al oír la puerta y, como era habitual en él, lo hizo como su madre lo trajo al mundo. Tenía todavía algunas heridas superficiales a medio curar fruto del entrenamiento con Skarog, cuya visita le había alegrado una mañana muy aburrida. Al ver que era Tania, conocedor de lo vergonzosa que era; antes de acercarse a la puerta, convirtió su zona púbica en una maraña de ramas y hojas.

—¡Hey! —saludó enérgicamente y con menos modales que el helión—. ¿Qué haces por aquí? ¿Viene todo bien, Tania? —le preguntó con su acento alemán.

Tania

Le abrió un desconocido. Tania le dedicó una mirada de arriba abajo, con algo de inseguridad, sin indiscreccion alguna y luego, cuando iba a empezar a explicarle, apareció una cara conocida: Dirke, el hombre arbol. Tragó su saliva y asintió. Entonces habló.
-No, no todo...-su cara se tornó algo amarga.-Un novato neotransformado, un chaval un poco más alto que yo, pelo cobrizo en punta, rabo largo, se parecia a un mono. ¿Os suena? Creemos que de este refugio, desafió a Toima esta mañana.-dejó caer la información rotundamente.-Apenas ha quedado hueso sin romper y... bueno, está con Nia ahora asi que... Puede que se salve.-pausó ahí. Quizás habia sido muy rotunda.-Crei oportuno avisar...-

No creyó oportuno mencionar que Toima tambien salió profundamente herido y que habia faltado poco para que el watahré le arrebatase la vida.

Kin estaba lo suficientemente lejos de la puerta como para no molestarse en responder al sonido de la llamada, pero lo suficientemente cerca como para acercarse a curiosear al escuchar el mensaje que traía aquella voz de mujer. Se encontraba en el salón, con un libro entre manos, planteándose subir a su habitación para dejar de escuchar inevitablemente la conversación de la cocina de fondo.

Como no podía ser de otro modo, al oír la descripción del presunto habitante de la sede se levantó y llegó a la entrada en un instante. Miró fijamente a la mensajera mientras se acercaba. No tenía ni idea de quién era, y eso lo dejaba más perdido todavía. ¿En qué clase de lío se había ido a meter el tarado de Kud? Por saber, no sabía ni quién era esa Nia. Y luego estaba la forma en la que la chica había dicho “puede”.

Estalló por dentro de preocupación, quizá por eso le costaba poner palabras a todas las preguntas que tenía. Solo miraba a la mensajera mortalmente serio, casi no se había ni percatado de la peculiar montura que había con ella.
—¿Dónde está? —soltó finalmente. También se preguntó qué podían hacer. O qué tenían que hacer. ¿En qué manos había caído? ¿Necesitaban dinero una vez más para poder ayudarle? Debía avisar a Archi, tal vez él sabría encargarse de sus cuidados. Bajo aquella línea de pensamientos, circulaba también otra idea. Lo mataría él mismo si sobrevivía y descubría que aquello había sucedido por su simple estupidez, como parecía indicar el breve relato de la nublina.

Se alejó dando largas y aceleradas zancadas hacia el portal de comunicación para avisar a los de la torre Serpentaria.
—Espera ahí. Tú nos guías, ¿de acuerdo? —le dijo a Tania mientras se alejaba. Ni siquiera era consciente de las formas con las que se había dirigido a ella, y tenía por costumbre ser bastante más amable que aquello con rocavarancoleses desconocidos. Pura precaución.
Escribió un mensaje breve y conciso para enviar por el portal. En él instaba a Archi a ir a la sede e informaba aún más brevemente que la nublina sobre lo sucedido: Kud estaba herido grave e iban a ir a buscarlo enseguida.

Tsusu había llamado a su puerta con una nota agarrada con dos de sus cuatro manos y el kairós la había recibido con un “gracias”. La expresión de su cara había cambiado sutilmente al leer la breve descripción del estado de Kudryavka y tomó una decisión instantánea que tan solo Krono Rádem, y no Archime, habría podido tomar: se traslocó a la puerta de la Sede de los Taumaturgos sin terminar de leer la nota e incluso sin tomar la precaución de volverse intangible.

La puerta, a pocos metros por delante de su punto de aparición, ya estaba abierta y sin duda lo primero que captó su atención fue el reptil de considerables proporciones que una nublina sin cambios aparentes sujetaba con una correa. El ingeniero no conocía a aquella nublina, pero Kin se encontraba allí mismo hablando con ella por lo que dedujo que tenía algo que ver en lo sucedido. Avanzó a paso apresurado, para lo que era habitual en él, hacia el grupo congregado en la puerta que se componía también por Skarog y Ramas.
—¿Qué ha sucedido? —inquirió observando a los presentes uno a uno hasta detener la mirada en el otro irrense, a quien pertenecía la nota que tenía entre las manos.
Solo entonces se dio cuenta de que se había precipitado sin haber terminado de leer todo su contenido y bajó la mirada hacia la última línea. Aquella le instaba a hacer exactamente lo que ya había hecho, pero el ingeniero no estaba seguro de por qué no había terminado de leer antes de tomar una decisión.

Escuchó el resumen de lo sucedido en silencio, mientras trataba de averiguar los motivos que habían llevado al vánara a cometer un acto tan claramente imprudente, aunque no era una novedad que el carácter impulsivo del humano lo llevase a ponerse en peligro. En aquella ocasión, no obstante, le habían dado a entender que su vida se encontraba en riesgo, por lo que no había tiempo que perder.
—¿Dónde se encuentra? —preguntó a la nublina
Archime no conocía aquella botica a la que se refirió Tania, por lo que a continuación interrogó de nuevo a la chica para preguntarle si Tsusu conocía su ubicación. Tras recibir una respuesta afirmativa, el kairós comenzó a teletransportarse de vuelta a la Torre Serpentaria.
—Voy a advertir a los demás, no tardaré ni dos minutos.

Una vez se encontró en su cuarto, el kairós se apresuró en convocar a un lacayo grotesco al que no tardó en darle unas instrucciones precisas: debía entrar al cuarto que le iba a señalar, para lo que previamente le dotó de intangibilidad, y transmitir un mensaje.
—Kudryavka está herido de gravedad. Está siendo tratado en la botica de la náyade. Tsusu os puede indicar el camino.
Tras comprobar que el lacayo se dirigía en la dirección correcta, el kairós volvió a traslocarse a la sede.
—Guíanos, por favor —le pidió a Tania en cuanto regresó junto al grupo congregado en la puerta.

Marsi había estado esperando en su habitación a que los que ocupaban la sala de entrenamiento que a ella le interesaba terminasen. Podría haberse quedado a mirar, pero aun no se acostumbraba a la presencia de Dirke a su alrededor, además de que sabía que si la veían allí la invitarían a unirse. Había cogido un libro de estrategias militares y batallas famosas de Rocavarancolia y mientras leía iba apuntando en una pequeña libreta nombres que le llamaban la atención, armas que no conocía o esquemas rápidos para que le resultase más sencillo entender las estrategias. Sura se lo había recomendado y por le momento le estaba resultando muy interesante.

Se le fue toda la mañana. Cuando se dio cuenta de la hora que era salió con la cabeza bajo el brazo a ver si la sala de entrenamiento estaba libre, y oyó voces abajo. Parecía que se había reunido un buen grupo en la entrada de la Sede, y por el tono algo grave había pasado. Según bajaba, Kin le pasó por el lado como un rayo. La expresión de su cara no dejaba duda alguna, había ocurrido algo. Siguió al irrense hasta el portal de comunicación, y miró por encima de su hombro el mensaje que pensaba mandar a Serpentaria antes de que lo quemase. Las manos le temblaron, y a punto estuvo de dejar caer su propia cabeza.

Volvió con Kin a la puerta después de presionarle levemente el hombro para indicarle que ella también iba. Se armó por si acaso (nunca salía a ningún sitio sin al menos una daga) y guardó su cabeza en la bolsita de Saren. Estaba lista. Por supuesto, Marsi no había oído la explicación de Tania, por lo creía que Kud había tenido algún tipo de accidente, o tal vez había caído en alguna trampa de la ciudad. Sus sentimientos eran una tormenta de preocupación y esbozos de regañinas, sin pizca de rencor ni rabia por el momento.

Tania

Como si se tratase de una mecha que encendia un explosivo, las palabras de la nublina incendiaron las dudas y la preocupacion de los habitantes de la sede. Habia hecho bien en elegir aquel torreón primero, se dijo. La seca, casi imperativa, orden del irrense hacia ella no grajó más que una breve afirmación de parte de la nublina, pues era de esperar que iban a estar más preocupados por contactar con el otro torreón que por las maneras. Y así que esperó, mientras un pequeño grupo de neotransformados aparecieron ante ella, todos con transformaciones que, o bien no lograba identificar o bien no parecian muy cambiados.
Casi podria decirse que parecian niños, incluso ella siendo más baja que todos los reunidos. Sus ojos se lo decian así. No querria pecar de soberbia, pero la nublina sentia que esta seria la primera de las muchas tortas que les moldearia en la ciudad, si es que la cosecha en si iba por descontada.

Cuando estuvieron listos, Tania ensilló a la lagarta y se subió a esta. Cogiendo las riendas, hizo controlar la curiosidad de esta, que intentaba acercar el hocico ante el grupo de olores que no reconocia.
-Seguidme.-dijo sin más e hincó los talones en los costados del animal que comenzó un trote que casi podria describirse como rápido.

Sigue en Botica de la Náyade

A medida que la Luna Roja recorría el firmamento y se aproximaba el momento de su partida, los ánimos que Saren había creído recuperar empezaban a deshacerse como hebras de humo al viento. La influencia del astro rojo ahogaba la ansiedad que arrastraba desde su estancia con los mercenarios de Gar bajo capas de euforia, pero era una suerte de bálsamo temporal, y, con el tiempo, dejó de surtir efecto. El recuerdo de la muerte de Yrio también seguía fresco en su memoria, al igual que la impotencia que sintió cuando le contaron que había ocurrido durante el transcurso de su secuestro. El norteño estaba convencido de que de haber estado disponible podría haber evitado aquel desenlace para el piromante y esta certeza personal le torturaba, engrosando la lista de motivos por la que se sentía incapaz de afrontar su día a día.

Poco a poco el selkie empezó a distanciarse de sus compañeros, convirtiéndose voluntariamente en una mofa de ermitaño que consumía sus horas libres encerrado en su habitación. Solo salía al mundo exterior para entrenar o para saciar sus necesidades básicas, además de para atender algunos compromisos sociales puntuales, pero por lo demás apenas se le veía el pelo. Si alguno de sus amigos le preguntaba solo obtenía respuestas vagas, educadas evasivas que dejaban claras sus pocas ganas de hablar del tema.
—Solo necesito descansar —era su excusa habitual—. Gracias por preocuparte, pero no es menester.
Sabía que no convencía a nadie, siendo Ka la mas insatisfecha, pero no dio su brazo a torcer en ninguna ocasión. Prefería no hacer a los demás participes de sus preocupaciones.

En aquellas horas muertas en su cuarto el idrino seguía cultivando su mente, practicando su dibujo y devorando libros sobre todo tipo de temas. Seguía decantándose por la literatura humana, pero no hacía ascos a nada, y a medida que ahondaba en la historia de la que era ahora su ciudad, su percepción de si mismo y del mundo que le rodeaba se iba ensombreciendo. Al principio saber que aquel reino se había construido sobre cadáveres le descolocó ligeramente, pero no necesito demasiado tiempo para asimilar la certeza en todo aquello. Tenía sentido, a fin de cuentas, pues los milagros y portentos de Rocavarancolia eran retorcidos en la mayoría de las ocasiones. Era una urbe de monstruos, un nido de engendros de el que él se sentía parte. Solo era uno mas en aquella vorágine de oscuridad, y a pesar de lo terrible que podía resultar aquella revelación no se sentía mal por ello: era lo que era y nada podía cambiarlo.

Fue un proceso de adaptación lento, sin embargo, un periodo de tiempo en el que empezó a ser consciente de que cada individuo de Rocavarancolia convivía con su propia negrura personal, la cual no tenía porque ser similar a la de los demás. Aquello no era ni bueno ni malo, simplemente era, y aceptarlo mejoro en parte su estado de ánimo. Su personalidad se ensombreció ligeramente, lo que se reflejaba en alguno de sus dibujos mas deformados o en su creciente humor negro, pero nadie fue consciente de este cambio hasta que no regresó al mundo real. Fue la licántropa la que consiguió sacarle de su aislamiento, ya que nunca había dejado de insistir, y debía ser así, pues ella era la persona a la que el idrino estaba mas apegado.

Tras desempolvar las relaciones con sus compañeros, Saren retomó una rutina mas sana, permaneciendo mas tiempo fuera de su habitación y cultivando un poco sus amistades. Además de su fuerte lazo con Ka, el idrino pasaba bastante tiempo con Bran, pues encontraba en el trasgo un buen receptor de su nuevo humor, y siempre que podía no perdía la oportunidad de verse con los mercenarios de la Brecha. Les apreciaba mucho, incluido al argos ulterano que apenas le dirigía la palabra, y las charlas con Wen eran una válvula de escape a la elaborada telaraña de mentiras que había tejido entorno a su transformación. Le había costado bastante, pues el embuste no era algo inherente a su naturaleza, y tratar con alguien que estaba en su misma situación era una suerte de bálsamo.

El enorme reloj del tiempo avanzaba ajeno a todo esto, sin embargo, y, cinco meses después de que el selkie ayudara a Kin con su problema cardíaco, la noche de Samhein llegó. Saren se transformó en roc y voló entre los vórtices crepitantes con elegancia, emocionado ante la llegada de nueva sangre a la ciudad, preguntándose con que milagros les sorprendería la Luna aquel año. Una parte de él lo sentía por aquellos que morirían durante la criba, pero otra, aun mayor, sabía que era un proceso necesario. Aquella ciudad de monstruos necesitaba un tributo de sangre antes de alumbrar una nueva generación de espantos. Todo tenía un porque.

Apenas durmió aquella noche, la magia crepitaba en el aire e inundaba la atmósfera con el olor de la plata quemada, y ya estaba en pie cuando el primer resquicio del sol araño el horizonte. Desayuno solo en la cocina y, una vez hubo recogido la estancia, subió a su habitación a terminar un boceto de Rocavaragálgo que tenía intención de convertir en cuadro. Estaba nervioso, sin embargo, y apenas había avanzado un poco cuando decidió que era hora de entrenar. Saren necesitaba eliminar tensión acumulada.

La lluvia le empapó en cuanto salió a la calle. Al trasgo le pareció deliciosamente adecuado este hecho, pensando que coincidía asombrosamente bien con su humor en ese momento. Los últimos compases del día de la cosecha estaban acabando, Bran estaba seguro de que en el Castillo estaban terminando de charlar sobre las esencias de los chicos, y sospechaba que los primeros no tardarían muchas horas más en despertar.

Mientras se acercaba a la sede pensó en a quién podría decírselo. En circunstancias normales habría ido a ver a Shizel, que le parecía el más racional de quienes quedaban de su criba. Las recientes revelaciones hacían imposible esa opción, y si bien el nublino se había sentido tentado de decírselo aun así (sólo para complicarle algo la vida, quizás lo justo para que no pudiera regresar a Idris) habían acabado por decantarse por otra opción.

Cuando llegó a la sede la lluvia prácticamente había desaparecido. Llamó a la puerta con fuerza, consumido por la impaciencia. Le abrió el cambiante, tras el que entró como un remolino. Tras preguntarle quién estaba llí lo urgió a que lo llevara hasta Saren. Fue casi volando hacia la sala de entrenamiento, con el corazón latiéndole. Rememoraba la charla con el piromante, intentando encontrar cualquier cosa que le diera una pista.

—Tengo que hablar con vosotros —dijo al foner y al idrino, asegurándose de que no había nadie alrededor—. Y tiene que ser en un lugar donde nadie pueda oírnos ni interrumpirnos.

(Tiempo atrasado - Dia de samhein)

Tras aquella charla con Enredo se estuvo dando un vuelta por la ciudad dejando que la lluvia le despejara un poco las ideas. No supo cuanto tiempo estuvo dando vueltas pero cuando volvió a Sede estaba calado por completo y eso que tampoco era una lluvia torrencial lo que había allí afuera. Se tomo una ducha ducha de agua caliente intentando no pensar por unos minutos sobre la noticia de Shizel, sin mucho éxito. Aquello era una jodienda como poco y seguían aun fastidiado.

Tras ducharse y vestirse se dispuso a encerrarse un rato en su habitación, por suerte trabajaba al día siguiente así que tendría algo con lo que distraerse. Pero la distracción llego antes de lo pensado en forma de rápidos rápidos golpes en la puerta del torreón y la repentina aparición de Branniel, que hizo que toda su fastidio por su charla con Shizel desapareciera para convertirse en preocupación por los nervios del trasgo. Que este se mostrase como si acabara de ver a un fantasma o hubiese cometido a saber que atrocidad, algo que difícilmente debería traumarle a estas alturas, le invitaban a descubrir que demonios ocurría. "Solo faltaban mas malas noticias para cerrar esta mierda de día" pensó con mal humor llevando a Branniel hacía donde estaba Saren, que hasta hacia relativamente poco había salido del enclaustramiento al que el mismo se había sometido. Algo que también se agradecía por mas que se hubiese distanciado un poco del idrino, algo que esperaba que cambiara pronto.

-Tiene pinta de que no nos va a gustar -murmuro DL con frustración masajeandose el puente de la nariz, pero la inquietud y nerviosismo del trasgo le dieron a entender que era algo serio y que posiblemente no sabia como enfrentar. Y viniendo eso del Branniel tras la luna y mas que habituado a su transformación era un poco inquietante- Vayamos a mi cuarto, tengo protecciones y ni dios se acerca a allí sin que me entere -ofreció ya que el trasgo corría con prisas, llevándolos a su habitación y dejandoles entrar y sentarse si querían, cosa el mismo hizo en la silla de su escritorio. Su cuarto no tenia muchos cambios, tan solo un espejo de cuerpo entero anclado a la pared y una estantería repleta de libros de anatomía, bestiarios y de cultura de los mundos vinculados. Tras que entraran se aseguro que los hechizos de privacidad que tenía sobre el cuarto estuvieran intactos, y que tuvo que colocar tras convivir con el dichoso mono-volador porque sus chillidos y destrozos eran una fuente constante de ruido y suciedad.

-Bien, nadie puede oírnos aquí dentro ¿que ha pasado que pareces a punto de sufrir un colapso  nervioso?- pregunto finalmente mirando al trasgo con seriedad, pues realmente lo que sea que hubiese venido a contarles con tanta urgencia, debía ser algo peliagudo si estaba tan raro.