Sede de los Taumaturgos (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

El ataque de risa de Tap fue tal que su cuerpo se sacudió en el aire como si sufriera espasmos. El aparato fonador emitió ruidos incomprensibles que no eran más que el poltergeist intentando hacer ver al idrino lo gracioso que había sido verle la cara en plena descarga eléctrica. Cuando por fin se calmó, Saren le preguntó sobre su cuerpo y Tap comenzó a hablar tan rápido que las palabras se trababan y no salían. Tuvo que coger aire antes de intentarlo de nuevo, esta vez más despacio que la anterior.

—Es de metal irrense y plástico—explicó—. Fabricado por dama Hálito, demi… demiur… demiurga—se le atascaba la palabra. La mención a la violeta le hizo sentir algo de pena. Perder a los pocos gigantes que merecían la pena nunca era divertido. Continuó su charla moviendo cada una de las secciones en las que se dividía y haciendo una mención obvia al aparato que le permitía hablar—. Además lo estoy armando. Como lo de la electric… electricicicicidad—de nuevo se le atascaron las palabras y Tap sacudió la cabeza de manera inútil—. Electricidad. Todavía me que-queda hasta que… aprenda del todo. Pero bueno.

Tap estaba tan eufórico por su nuevo cuerpo que le daba igual las trabas que su ponía. Valoraba la mejora y lo veía todo un pelín más positivo. Un pelín suficiente como para que no quisiera matar al gigante que tenía enfrente en ningún momento. Era probable que el hecho de que fuera Saren y no otro, como Pablo, por ejemplo, también tuviera que ver. Pero lo importante era que, en aquellos momentos, el poltergeist se encontraba a gusto.

—Y tú, ¿Q-qué eres? ¿Y qué haces? Sales muy a menudo de la Sede—Tap estaba realizando esas mismas preguntas a todos los gigantes que decidía que eran dignos de relacionarse. Sobre todo porque según las respuestas, así sabría si lo seguían siendo, si era mejor alejarse de ellos o, simplemente, sabía si podía alegrarse porque la Luna Roja les castigaba con algún aspecto injusto de sus transformaciones. Sabía lo felices que fueron muchos gigantes cuando descubrieron que como poltergeist no podría hablar, así que no pensaba esconder la diversión que le producía saber que ahora a algunos les mataba el sol o que estaban catatónicos durante todo el día en la cama.

-Mas que optimismo, perseverancia diría yo- respondió alejándose de la puerta, llegando a ver el cambio de postura de la nada enroscado su cola sobre el suelo para apoyar su peso sobre esta como si se sentara.

Sintió la mirada de la naga sobre el pero no le dio importancia, sabía que no lucia demasiado bien, pero al menos no estaba tan para el arrastre como el día anterior lo cual era un alivio.

-Aja...Es una buena forma para sacar la tensión y el estrés, entre otras tantas -respondió mostrando un leve sonrisa burlona. No estaba de un humor muy allá, pero lo que quería era relajarse un poco no darle mas vueltas a su cabeza, al menos por un rato. Y bromear era una buena forma de distraer la mente de otros asuntos mas serios.

-¿Quieres intentarlo? Me vale cualquier tipo de entrenamiento, con tal de tener la mente ocupada- respondió encogiéndose de hombros y mirando detenidamente a la naga sin moverse del centro de la habitación- Prometo no ser muy bestia- añadió retándola un poco, en cierto modo interesado en como peleaban las nagas con esa cola en apariencia tan poco practica.

En respuesta al chico compongo una sonrisa muy abierta enseñando los dientes.

-No sé con cuanta gente habrás luchado o con quién habrás entrenado, pero yo no soy un hueso fácil de roer. Vas a tener que esforzarte de verdad - eso puedo asegurarlo por todos mis años de entrenamiento. Soy consciente de que mi principal problema es la reducida movilidad que tengo ahora al no ser capaz de dominar mi nueva extremidad por completo, por eso voy a forzar el combate a que sea lo más cercano posible, que en los brazos no me pasa nada.

Para lograrlo amago un torpe coletazo a los pies del cambiante mientras que a su vez me tiro hacia adelante esperando sorprenderle.

La confianza de la naga le hizo gracia, pero el no solía ser de los que se confiaban en el combate, aunque fuese un simple entrenamiento, por lo que el movimiento de la cola de Surasara no le paso desapercibido y pudo esquivarlo moviéndose hacia atrás.

El movimiento brusco de la naga que se lanzo a por el, ya no fue tan simple de esquivar, no cuando tenia la pared a sus espaldas.  "Ademas, esquivar todo el tiempo....Skarog me pegaría si se enterase, me diría que es de cobardes seguramente" pensó con cierto humor pues en su entrenamiento con este era lo que mas le fastidiaba que hiciera. Se lanzo contra la naga al tiempo que convertía sus manos en sendas garras de filosas uñas para contraatacar, usando su mayor equilibro para moverse como ventaja.

-Tranquila, no me voy confiar contigo- dijo moviendo un poco su cuerpo hacia un lado para atacar su costado sin muchos miramientos, en postura defensiva.

<<Bien bien, me alegro de que esto sea un reto>> pienso cuando me esquiva. El que sus manos cambien de pronto me sorprende, pero esto me hace ponerme más alerta aún. Su movimiento es bueno pero predecible, esquivar y buscar el flanco para contraatacar. Mi primer instinto es tratar de desviar su golpe con un golpe de mi mano, pero un pensamiento se abre paso en mi mente y decido poner a prueba la cola.

Interpongo parte de la escamosa extremidad entre él y yo. Al hacerlo dejo desprotegido el resto del cuerpo ya que tengo que concentrarme por completo en mover la cola y sé que sufriré las consecuencias, pero esto me vale para comprobar si el libro tiene razón y es realmente resistente. En efecto, apenas siento el golpe. <<Es como si fuera una armadura hecha de escamas, increíble>>. No lanzo ningún golpe porque estoy distraída.

El movimiento de la cola fue un poco torpe a su parecer, comprensible llevando apenas dos días con esta, pero consiguió el objetivo deseado: protegerse. "Vaya, es como intentar arañar una capa de metal, escamas finas pero duras y resistentes" pensó con atención en sus movimientos. Por ello aprovechando la distracción de a naga, aparto el extremo de la cola de un empujón, aprovechando su propio peso, atacando su flanco izquierdo desprotegido.

O al menos esa fue la distracción, pues una cola apareció desde el final de su espalda alargada y fibrosa como la de un reptil, buscando enroscarse sobre el cuello de la naga en un movimiento rápido. Quedaba ver si funcionaba.

Debido a mi distracción el chico empuja sin dificultad mi cola hacia un lado y luego hace una finta. Lo que no me espero es el resultado de ésta. Una cola escamosa, de quién sabe donde estaba, aparece en mi campo de visión dirigiéndose a mi cuello. <<De eso nada guapo>>. Pongo mi brazo izquierdo en medio para que la cola se enrolle en él. La cosa es que esa facilidad de cambio junto a lo que dijo que era me recuerda a alguien.

-No conocerás a Yip por algún casual ¿no? - lanzo la pregunta y espero que se desconcentre. Sin dar tiempo a que responda tiro de forma brusca de su cola para atraerlo a mí, al mismo tiempo disparo un puñetazo con la finalidad de acertar en el primer lugar que pille.

No consiguió agarrar el cuello de la naga pues esta sujeto su cola jalando de el para acercarlo. Aquella acción le hizo sonreír, enroscando con fuerza esta en su brazo, sintiendo el fuerte tirón de la naga que le desequilibro. No pudo esquivar el puñetazo que le golpeo en el estomago, haciéndolo gruñir.

-Desde luego...que todas las mujeres con las que me enfrento, tienen muy mala leche- añadió con sorna agarrando el brazo que acaba de golpearle para no dejarla escapar. Su cola mientras tanto estrangulaba el otro brazo, donde finas púas surgieron clavándose en carne blanda como cientos de agujas de apenas un centímetro, aunque dolorosas igual desgarrando la piel no protegida por aquella coraza de escamas.

-Lo conozco, fue el que me cosechó-respondió antes de hacer una finta sin soltar su brazo para intentar colocarse tras ella y hacerle una llave tras su espalda e inmovilizarla. O al menos intentarlo, porque seguía estando la cola de la naga por en medio.

Emito un fuerte ruido cuando noto que algo se clava a lo largo del brazo, no es un bufido ni un gruñido, ni siquiera es un grito, es un siseo de dolor en toda regla. Ha sido algo instintivo por completo.

Antes de que me de cuenta el chico me ha sujetado por el otro brazo y se mueve hacia mi espalda. <<Esto quizá te funcione con gente que no haya sida entrenada en el combate cuerpo a cuerpo, pero conmigo lo llevas claro>>.

Usando una técnica consigo soltar la mano y ahora soy yo la que lo sujeta por la muñeca apretando con fuerza para que no se suelte. Concentrándome en la cola la enrollo alrededor de su cintura y aprieto ligeramente.

-¿Qué te parece si dejamos esto aquí? No quiero que mi brazo termine como un colador, aunque creo que ya llego tarde - trato de que parezca una broma pero mi tono es más bien amargo.

Los movimientos de la naga de cintura para arriba resultan bastante fluidos y no consiguió colocarse a su espalda ni hacerle la llave pues esta le agarro antes enroscando su cola alrededor de su cintura la que miro analíticamente. Podría encoger su cuerpo o volverlo resbaladizo para salir del encierro, entre otras cosas, pero apenas era una practica y enseñar todos sus trucos a la primera perdía su gracia. Ademas los movimientos de Surasara aunque torpes a causa de la nueva extremidad conseguida, dejaban claro que tenia un entrenamiento previo por lo que seria interesante una futura practica con ella.

-Definitivamente no se escoger a mis oponentes, o eso o todas las chicas con las que trato tenéis entrenamiento de algún tipo- dijo notando el agarre de la cola y el tono de la naga al hablar. Esta parecía querer poner fin a la practica, no estaba especialmente cansado ni había sido realmente muy intenso comparado a otro entrenamientos. Pero si

-Creo que salgo perdiendo aquí ¿no crees? Puedes partirme en dos- añadió DL señalando con la cabeza su cintura con cierto humor "Si es que me dejara, claro" pensó entretenido. Tras decir aquello se soltó del agarre en su muñeca, replegó las púas y libero su brazo, dejando la cola laxa a su espalda. Esta comenzó a dar suaves latigazos contra el suelo, impaciente por que le soltara del agarre en la cintura, y cuando esta por fin le libero se alejo un par de pasos con prudencia, mirando atentamente el estropicio del brazo.-¿Necesitas ayuda para curarte eso o puedes hacerlo tú misma? -pregunto mirándola atentamente, esperando la respuesta con curiosidad. Sabia que las nagas podían hacer magia, tras conocer a la 'simpática' naga del portal investigó la transformación, pero ni idea de si también poseían esta durante la criba y por tanto la chica lo había aprendido.

-No sé con qué chicas tratas normalmente, pero yo he pasado la mayor parte de mi vida como militar - respondo mientras suelto su cintura, bufo a sus palabras.- No mientas, si puedes sacarte una cola y púas ¿qué te impide crearte una piel tan resistente como mi cola? Si esta pelea se hubiera prolongado más yo habría perdido, nunca tuve las de ganar realmente. Si miras el balance de daños yo he acabado peor - comento señalando mi brazo.

-No sé hacer magia, no podía cuando vivía en letargo así que no me interesé por ello. Es una cosa más con la que me tengo que poner al día - digo con voz hastiada.- Para mí los siete meses en el torreón no fueron tan duros, salvo excepciones, pero en dos días la luna me lo ha puesto todo patas arriba - me quedo callada un segundo.- No era mi intención hacer un chiste de piernas, ¿ves a lo que me refiero?

Le miro con curiosidad al escucharle decir que también había sido militar. De algún modo lo sospechaba ya por el hecho de querer entrar al ejercito nada mas transformarse y cuando habló con Karime. La alusión a que si hubiese querido, ella habría tenido todas las de perder le causo gracia. "¿Hace falta que le diga que no soy inmune al veneno si me hubiese mordido? Nah..." pensó distraído en sus pensamientos antes de responder.

-Es un entrenamiento, pero si vas con el pensamiento de ganar o perder se convierte en competición- añadió pensativamente mientras se acercaba para revisar su brazo. No dijo mas al respecto, ni que fuese a ponérselo todo en bandeja, ademas si era buena militar entendería de serie que los entrenamientos eran tanto para fortalecerse como para obtener datos de la forma de pelear del contrario.

Se dispuso a ayudarle con la cura tras oír que no sabia sobre magia y en ello estaba tras asegurarse que no había dañado mas que la superficie cuando la naga soltó aquella especie de broma sobre piernas.

-Hazlos- respondió DL centrándose en curar su herida y solo con sus ojos puestos sobre el brazo- ¿Que mas da que no tengas piernas? Un buen remedio para pasar algo que te disgusta es burlarte de ello, así que si te salen, ríete de ello. El humor negro nunca se debe dejar de lado.- añadió, revisando las punzadas del brazo de la naga para poder terminar de curarla y que no hubiese daño interno. Cuando al fin termino se alejo, no sin antes revisarla de la cabeza a la punta de la cola-Y esto ya es opinión personal. Tal vez tu cola no se vea practica ahora hasta que aprendas a usarla, pero de todos los posibles cambios que pudiste obtener, al menos te quedaste con un forma estilizada y que inspira cierto respeto, sin llegar a ser grotesco. Eso no es algo que muchos aquí puedan decir- añadió dirigiéndose hacia la puerta. Realmente había visto transformados que era mejor que en su vida viesen un espejo, porque era capaces de implosionar. No es que la imagen importase mucho en una ciudad de monstruos, pero a veces no verte tan desagradable a la vista ayudaba mejor a sobrellevarlo. "O al menos eso creo. El poder lucir como te de la gana ayuda" pensó divertido.

-Bueno, ha sido un interesante entrenamiento, espero se repita. Nos vemos en otro momento- dijo finalmente despidiéndose de la naga antes de salir de la sala. Aquel combate había ayudado en lo que debía, había tenido que despejar su cabeza de todo lo que no fuese la pelea por lo que ahora su mente por fin estaba relajada y el dolor de cabeza había desaparecido. En cuanto se diera una buena ducha su cuerpo también lo estaría y ya podría sobrellevar ese día con sus energías al máximo.

Esperar no era lo suyo, y siempre que tenía que hacerlo terminaba poniéndose nervioso. Mientras Archi y Saren se colaban en Irraria, Cío solo pensaba en que le habría gustado acompañarlos. El porqué no lo sabía, quitando lo evidente, que era que sentía que debía ocuparse de sí mismo y no encargárselo a otros. Solo le aliviaba en ese sentido que el pago se hubiese pospuesto, ya que le ofrecía la posibilidad de ayudar con él, aunque fuera poco. Cómo podía devolver los favores alguien que no sabía hacer nada en especial, sin embargo, lo tenía un tanto preocupado.

La espera de una semana que pidió el genemago le sirvió para aburrirse y hablar, mayormente. Averiguó las transformaciones de todos sus compañeros interrogándolos, y también cruzó palabras con habitantes de la sede que no había saludado todavía. No estaba del mejor humor, pero las cosas iban viento en popa a pesar de todo y tenía un par de buenas noticias a las que aferrarse. El último día de su criba aún estaba muy presente cuando no se mantenía ocupado, y ese era un porcentaje demasiado alto del tiempo.

Archime comenzó enseguida con la reparación de sus brazos, con la colaboración de Keiria, que continuaba siendo la única interesada en aprender mecánica irrense. Era una suerte el aislamiento de estos, salvo en algunas pocas piezas, porque el raigaurum todavía era un amateur en lo que a controlar sus descargas respectaba. Nunca fallaba al querer producirlas, pero en el proceso inverso se encontraba el verdadero reto.

Previamente a la operación ya tenía los brazos funcionales. Después de tantos meses arreglándoselas con una sola mano, el irrense tuvo un verdadero motivo para sentirse mejor. Usar su brazo izquierdo se le antojaba incluso extraño, pero tan pronto estuvo reparado lo primero que hizo fue ayudar a Archi con su puesta a punto. Al menos no volverían a faltarles materiales nunca más.

Con la vuelta de sus brazos, poco antes de la operación, llegó algo que el raigaurum se había muerto por probar a lo largo de todos los días anteriores. Había un único hechizo en su memoria, y por tanto ese fue el que comenzó a recitar. Lo había practicado tantas y tantas veces sin obtener resultado alguno que no le fue complicado hacer brotar una llama entre sus manos. Sintió una satisfacción enorme, pero no tuvo tiempo de practicar otros hechizos. A su pesar, era más difícil de lo que había creído tras su primer sortilegio, y tan tedioso como había supuesto en el primer momento.

Finalmente llegó el día de la operación. Cío había aprendido a controlar en medida de lo posible su actividad física y carácter para no disparar la necesidad de su corazón por latir rápidamente, pero ese día estaba nervioso, y se mareaba en consecuencia. No tenía dudas por someterse a aquella operación, o lo que fuese realmente, porque no tenía otras alternativas, pero seguía sintiendo reparos hacia el chico lagarto.

Para él fue algo rápido. Se durmió entre preocupaciones y se despertó sin dolores. No se parecía en nada a cuando perdió el brazo, ni a ninguna operación en general. «Bendita magia». No le dejaron forzarse al principio, pero comenzó a notar la mejoría muy pronto. Cuando estuvo de vuelta en la sede, no le dolía el pecho a pesar de la caminata. Esa noche el irrense se pasaría por la sala de entrenamiento a pesar de todo, para descubrir que su cuerpo no estaba tan en forma como cuando todavía entrenaba a diario. Tal vez tampoco estaba su corazón a pleno rendimiento, pero tuvo claro que empezaría a entrenar poco a poco y día a día, no solo para recuperar la forma física, sino para mejorarla.

Hacia el mediodía del día siguiente había comenzado a cumplir su palabra, y cuando regresó a su habitación estaba agotado de estiramientos y de entrenar aunque hubiese sido suavemente. Comenzó a revolver entre la ropa buscando su chaqueta, teniendo en mente tomarse un buen aperitivo a continuación.

Sin previo aviso apareció en medio del cuarto. Archime parpadeó exactamente tres veces, una vez por segundo, mientras observaba a Cío con lo que durante un breve instante pareció cierta perplejidad abriéndose paso en su sempiterna inexpresividad. Estaba claro que requería todavía mucha práctica, había calculado mal. Ni siquiera se hallaba en la misma planta a la que había tratado de traslocarse, creía. El objetivo del kairós había sido aparecer aproximadamente en el medio del cuarto común de la Sede de los Taumaturgos, pero su destino se había visto considerablemente desviado. No le preocupó este hecho, no obstante, ya que era la primera vez que realizaba un intento de teletransportarse a un edificio diferente. Ya había dejado de observar al otro irrense, pero tras cinco segundos más reaccionó como un resorte, dándose cuenta de la situación.
—Lo siento, calculé mal.

El raigaurum no pudo agradecer más el estar recuperado de su problema de corazón cuando, al girarse, Archi apareció de la nada delante de su hocico. Se le escapó un corto grito más bien poco digno y frunció el ceño al instante, echándose un poco hacia atrás. Todavía estaba pensando qué decir, pero en cierto modo había sacado algo positivo de aquella experiencia, y eso era su cuerpo respondiendo a la adrenalina con total normalidad. Los latidos fusiosos del corazón le palpitaban en las sienes, y aunque comenzaron a remitir enseguida le habían dejado la sensación de que todo estaba en su lugar.
Todo menos el kairós, claro estaba.
―Vete a la mierda, Archi, a la puñetera mierda ―soltó, todavía recuperándose del susto. Se apartó del baúl, al que estaba pegado, y se acercó al otro irrense aún con cara de pocos amigos. Pero lo cierto era que ya se le iba pasando el cabreo inicial―. La vas a acabar liando gorda como no aprendas a calcular. Joder, casi me matas de un susto. Anteayer probablemente me habrías matado.
Lo peor era que sabía que de haber podido tocarlo y darle una descarga lo habría hecho bajo la excusa de “calculé mal”, pero al tener que pensar en dejar a la vista los electrodos para hacerlo de forma medianamente natural tuvo tiempo para desechar la idea.

El silencio tras la reprimenda de Cío se prolongó exactamente ocho segundos. Archime quería disculparse, pero ya lo había hecho, así que no era eso lo que debía decir. Los ocho segundos los invirtió en procesar una respuesta adecuada y, a su término, alzó la vista de nuevo hacia el otro irrense.
—Es complicado, todavía estoy en proceso de adaptación. Necesitaba realizar una prueba de mayor alcance para avanzar. Pretendía aparecer en la sala común, pero no es sencillo recordar el tempo exacto. Avisar no hubiese servido, ya que podría haber aparecido en cualquier lugar del edificio. Pero ha sido una negligencia mía, necesito encontrar alguna forma de comparar los tempos sin tener que depender únicamente de su recuerdo, y tal vez esperar a que el tic-tac no me produzca desconcentración antes de realizar una traslocación complicada. Volveré a la biblioteca para comenzar la búsqueda de información que me ayude. Volveré para comer… caminando —añadió al final tras una breve pausa.
Acto seguido, el kairós procedió a tratar de comparar el tempo del cuarto de Cío con el de la biblioteca de la Torre Serpentaria. Confiaba en poder llevarlo a cabo correctamente en aquella dirección ya que se había teleportado numerosas veces a ella y recordaba su tempo.

Archi calló, dando pie al raigaurum a pensar «¿ha cortocircuitado?». Entonces empezó a hablar, del tirón, explicando su error con pelos y señales, demasiados pelos y demasiadas señales. No era que Cío no fuese capaz de entender que no controlaba todavía su nueva habilidad, más bien al contrario, pero había actuado con el biomecánico como le había surgido del alma.
―Mira… hm… ―comenzó, ya sin rastro de enfado, si acaso con un deje desesperado―. Está bien, ¿vale? Está bien que te esfuerces y eso, así que esta vez vamos a dejarlo estar. ―Aunque el kairós no parecía estar haciéndole demasiado caso. Había dicho que si volvería lo haría caminando, ¿era que no había otras opciones?
―¿Y si en vez de caminar o aparecerte en el salón intentas aparecerte fuera? ¿No es más fácil en un espacio abierto? ―«Y te libras de algún que otro riesgo».

Interrumpió el proceso justo a tiempo para escuchar todo lo que Cío quería decirle. Ante su última afirmación el biomecánico tan solo sopesó durante cinco segundos lo que el otro irrense sugería. El biomecánico comenzó a desplazar su mano izquierda hacia su cara para retirarla a medio camino, al recordar por enésima vez que ya no había ningunas gafas que subir.
—No estoy muy seguro porque todavía no conozco a fondo el método de comparación de tempos, pero las sucesivas pruebas me incitan a pensar que, aun teniendo en mente como objetivo los alrededores de este edificio podría aparecer dentro de él debido a errores de cálculo. Quizás el margen sea menor, ya que seguramente aparecería fuera aunque no en el lugar esperado, pero el único tempo que puedo tratar de comparar, es el del interior de este refugio porque he pasado el suficiente tiempo en su interior como para recordarlo. Buscaré alguna alternativa.

El ingeniero había tratado de continuar comparando los tempos de aquel cuarto y la biblioteca de Serpentaria a medida que hablaba e hizo la prueba de traslocarse inmediatamente después de pronunciar la última palabra. Menos de un segundo tras haber terminado de hablar, el kairós desapareció del cuarto del raigaurum.

Sigue en la Torre Serpentaria.