Sede de los Taumaturgos

Cerró el armario perezosamente y se giró a mirarle. Esta vez con algo más de atención al no estar preocupado por la mermelada. Incluso ya habiendo visto unos cuantos humanos seguían apareciendo con rasgos y caras tan diferentes... Era una cosa que al menos le gustaba de todo aquello, la variedad. Habían mencionado algo así ellas la noche anterior. Intentándole darle ánimos con nuevas perspectivas. Desde luego era una manera de quitarsela de la cabeza, pero en cuanto pensaba en ella se le caí todo. No le gustaba ningún otro cuerpo ni cara así, ninguna sonrisa o estupidez como la suya, sus dejes, manías...

Su primer amor.

—Soy... —dudó. Después de todo aquello, todos esos días pensando en el torreón sobre sí mismo, como allí había cambiado su vida de nuevo y tras aquella maravillosa y terrible noche... Miró a sus alas, aquel regalo final de su hermana para el frivy.

—Agh... ¿Sabes? Que le den. Nuevo cuerpo nueva vida, ¿cierto? — le sonrió tendiendo su mano y tomó con suavidad la de Rox, cuidándose de no pasarse con su nueva fuerza.

—Mi nombre es Neariel, puedes llamarme Nea si lo prefieres.

El chico estaba en babia y no podía culparle por ello en su primera noche; seguramente ni hubiera dormido y a saber las cosas por las que habría pasado hasta entonces. Lo que no imaginó es que fuera a cambiarse el nombre en ese mismo momento, o al menos eso pareció por lo que había dicho. Como fuere, Rox se limitó a estrecharle la mano (que por su tamaño parecía sacada de un manga homoerótico japonés) y sonreír.

—Nea. Me gusta —le dio un sorbo largo a su vaso y echó el agua restante por el fregadero. Después se apoyó sobre la encimera con los brazos cruzados, “relajado” entre comillas porque Nea seguía siendo intimidante pero no quería hacerle sentir incómodo haciéndole consciente de ello—. ¿Eres frivy, verdad? —inclinó la cabeza a un lado con curiosidad—. Este debe ser el único sitio donde la gente te pregunta por tu especie y no por tu nacionalidad —rió—. Es que me suenas muchísimo. Creo que he tenido revistas con tu cara.
«Por no decir que creo que he tenido tu cara.»

Prefería empezar por ahí antes que por las preguntas sobre su grupo de criba, si es que se atrevía a hacerlas siquiera.

—Me alegra que te guste. Estaba un poco preocupado de que sonara extraño —sonrió con cierta amargura, se notaba que bien no estaba.

Viendo como su nuevo vecino se acomodaba decidió hacer lo mismo y... casi se sienta en la encimera al intentar apoyarse de espalda.
«Nota mental: mi culo ahora está por encima de las encimeras.»


—Pues sí —confirmó sorprendido con una risa suave ante la bromilla, algo arrastrada por su estado. —La verdad no me esperaba que tuvieses revistas de frivo por aquí, y menos que alguien me reconociera así —rio de nuevo. —Era algo así como un modelo por allí, aunque supongo que me habrán sustituido ya... —quedó algo pensativo, su reentrada a frivo iba a ser una cosa extraña con su nuevo cuerpo. Tenía que hablar con el consejo, cuando Rae le dejara. Sabía que sus amigas tenían algún que otro plan de enseñarle la ciudad y que de todas maneras no podía volver hasta dentro de un mes cuando se fuese la Luna. Así que, qué demonios. Mejor pasarlo todo lo bien posible.

La imagen de Kiki en su cabeza se interpuso con aquellas nuevas fuerzas. Siempre había querido pasarlo bien allí... con ella... Su luz titubeaba.

—Tú eres.... ¿humanis? —quería distraerse, hablar de lo que fuera.

Rox se sentía regular por estar preguntando tonterías cuando se notaba que Nea no estaba en su mejor momento. «Normal». Quizás empezar por las cosas ligeras y no por las importantes no había sido lo mejor. Al menos, supuso, se estaba riendo.

—Mi jefa es frivy y yo también soy modelo, así que me las daba para darme ideas —se encogió de hombros con una sonrisa—. Me servían de inspiración. Y tengo una memoria espeluznante para las caras —sonrió un poco más, aunque cohibido por su aparente melancolía. No sabía como eran las políticas de borrado de memoria en Frivo ni su situación personal, pero fuera como fuese desaparecer de tu planeta normalmente no era algo agradable. Él se pasó una noche entera llorando como no lo había hecho en meses al enterarse de que nadie en la Tierra le recordaba. La paz de no haberle dado sufrimiento a sus seres queridos llegó poco después, pero igual seguía siendo doloroso. Y ahora Nea se estaba apagando, literalmente. El cambiante se sintió peor por ello.

—Soy… sí, humano. De la misma tierra que Raelene —mencionó su nombre a posta, por ver si efectivamente era el “grandullón” (ya entendía eso) del que habían hablado—. O sea, tierra no solo de planeta Tierra, de país —inclinó la espalda hacia atrás, en una pose menos relajada y más receptiva—. Pero oye, ¿estás bien? Si quieres hablar...o no, si lo que quieres es descansar no te cortes, que sé lo mierda que es el primer día y… y todos los anteriores —añadió con empatizante amargura.

«¿Jefa frivy? ¿Modelo?» Una de las frivys venidas aquí se sobreponía sobre las demás en aquella situación. Podría estar equivocado pero... Aquello era cuanto menos curioso. Y por si fuera poco soltar aquel nombre así. A Neariel se le elevaron las comisuras de los labios, entretenido y alzó una ceja en una pregunta silenciosa ante aquello. Parecía que su vecino sabía más cosas de las que aparentaba a primera vista. Le resultaba curioso.

Se encrespó un poco con la pregunta. ¿Tanto se le notaba? Hubiera esperado que todo pasase solo como si tuviera resaca... Debía lucir peor de lo que imaginaba. Agarró el tarro con ambas manos y centró su vista en él, los párpados algo caídos por su estado de ánimo, la mirada perdida.

—Es... agh... Es solo una tontería. Quiero decir con todo lo que esta pasando, la situación, los cambios —sostuvo el tarro con tan solo un dedo en equilibrio perfecto, algo que hubiera sido complicado ahora era tan solo un movimiento más. Su cuerpo ya no era el mismo. Nadie lo era. — lo que ha pasado... Y yo aquí lamentándome por problemas amorosos en vez de todo lo demás. —se giró hacia él con una sonrisa amargamente falsa y los ojos cerrados. —Patético, ¿verdad? — soltó una risa corta. —No quiero aburrirte con ello, y menos que tengas que aguantarme según nos hemos conocido...

Sus manos temblaban, su luz se había ido. Parecía estar manteniendo la compostura a la fuerza.

Rox escuchó pacientemente, serio. Apenas se movió del sitio, sin estar en tensión pero sí atento. Como cambiante le era fácil empatizar con la gente, y los gestos del frivy eran tan fáciles de leer como un libro para niños.

—Pocas cosas son una tontería aquí. No le quites importancia a tus problemas, que aquí mucha gente lo hace y por eso muchos están como están. Que no sepas lo que es una frambuesa bueno, pero lo que dices no es poca cosa —sonrió con lástima. No quería adelantarse a los acontecimientos asumiendo nada, pues las posibilidades eran infinitas y su información escueta—. No podemos ayudaros durante la criba por ley, pero ahora nada me impide hacerlo. Aunque sea apoyo psicológico o consejo amoroso.

Si las relaciones ya eran complicadas de serie en Rocavarancolia lo eran más. Él se alegraba de haberse enamorado después de la criba, porque durante no le cabían más ansiedades en el cuerpo como para sumarle ralladas por sentimientos. Nea podía haberse dejado a su pareja en Frivo y estar obligado a mentirle, a tener años luz de distancia, podía haber perdido a su ser querido durante la criba o haberle visto transformarse en algo horrible durante la luna. Ahora lo veía como una tontería, pero él se había comido la cabeza lo más grande por haberse enamorado de alguien que ni siquiera era humano, y hasta donde sabía, Tayron tenía unas movidas importantísimas con su ¿novia? fantasma. Apenas sabía detalles, pero solo de pensarlo se le encogía el pecho. Algunos problemas en Rocavarancolia crecían exponencialmente.

—¿Quieres hablarlo?

Dudo. Tenía miedo a expresar todo a aquello tanto como aburrirle o amargarle la mañana a alguien que solo venía a beber algo. Y a la vez tenía ganas de soltarlo, de quitárselo de encima y poder hablarlo con alguien más imparcial que sus amigas las cuales estaban bastante enfadadas tras lo de aquella noche. Su interior seguía revolviéndose y revolviéndose en aquel torbellino que nunca dejaba de tirar de él todo lo que podía pero que tampoco acababa por romperle nunca. Dejándole en un malestar perpetuo.

Le miró a los ojos. Parecía empatizar con él. Entenderle. ¿Eso era lo que te hacía ese lugar? ¿Aprender del dolor...? Entonces porque el consejo era así. Porque ella...

—Ella... siempre se pone a sí misma la primera, ¿sabes? Y creo que es bueno. ¡Incluso lo admiro! Pero... A veces... siento como si no le importara lo que siento. —Atrajo el tarro hacia así, encogiéndose sobre si mismo tratando de mantenerse de una pieza mientras el remolino apretaba más y más. —Que no soy suficiente para ella... n-ni siquiera ha querido que seamos novios... Hace tiempo me dijo que era solo una conveniencia entre ambos... —Volvió a encogerse aún más de manera tensa, tratando de no romper a llorar. Su voz temblaba. —Ayer parecía que todo iba a ir bien, que por fin pasaría algo, incluso me acabó diciendo que me quería pero que tenía miedo, no sé de qué y... —Tragó saliva, sus dedos apretaron contra sus costados. —se fue... otra vez... sin terminar nada ni empezar nada.

Tomó aire como si se le hubiera olvidado durante aquel trago, temblando levemente y no queriendo mirar a los ojos al cambiante pues tenía los suyos propios llorosos.

El problema terminó siendo más “humano” de lo que pensaba: nada de monstruos, portales, muertes o fantasmas, pero precisamente por eso a Rox se le torcieron los consejos. Desde fuera sonaba a chaval en la friendzone que quería dejar de estar en ella o a amigos con derecho a roce en el que uno cae en el clásico “no te puto pilles”. Muy probablemente se trataba de la chica que había llegado con él, levantando preguntas por la situación de su criba o si habían sobrevivido solos. Ante la palabra miedo el australiano se cruzó de brazos e inspiró, mirando a un punto distante del suelo; hablando en plata el chico daba miedo, a lo mejor era un efecto de la luna, aunque no sabía hasta que punto podía ser eso o algo más.

—¿Has hablado con ella? —empezó por lo más sencillo y lo más problemático: la bendita falta de comunicación—. De como te sientes y de lo que quieres. De lo que queréis —le miró. Le iba a doler el cuello de tanto mirar para arriba.

Verle tan intimidante y tan afectado fue extraño. Sin luz causaba menos impresión, pero un dragón sin alas seguía siendo un dragón.

-Lo hice. Hará como un mes... No fue bien. Fue cuando me dijo eso y... Otras cosas que... -Se calló. Ni tenía las fuerzas de decirlo en alto ni quería repetir sus palabras. Aún le entraban escalofríos... Ojalá pudiera olvidarlo.

-Quería hacerlo anoche de nuevo por algunas cosas que dijo pero eso, se negó. Supuestamente lo dejamos para hoy... -Quedó pensativo durante un momento. -Lo odio. Ese si pero no. Pero tengo miedo de que si corto esto... Haga... Ha- se trabó, nervioso, inseguro, preocupado, aterrado. -Haga alguna tontería.

El bote crujió.

—Hace un mes —repitió deprisa. Sonó algo brusco pero no pretendía ser grosero. No sabía a que otras cosas se refería, la cuestión es que era una burrada de tiempo—. Tío.
Se echó para atrás en la encimera, apoyando los brazos tras su espalda para hacer de apoyo y quedar mirando al techo. Resopló con fuerza.
—Vaya movida —su vista no se movió—. Pues… es importante que habléis —le miró, apenas ladeando la cabeza—. Pero a lo mejor se siente presionada. Estáis teniendo los cambios y tantas cosas nuevas de repente que… bueno, no es fácil encajar tantísimo de golpe.

No habían hablado en un mes e iban y lo hacían la noche de luna, que era de las peores noches para intentarlo, especialmente siendo neo-transformados. Es verdad que tras la peor parte podía ser un chute de energía positiva, pero… básicamente era como querer hacer cosas serias borracho. Elegir el apocalipsis para confesarse. No le iba a regañar por eso, no es que la vida del cosechado fuera amable como para sacar hueco a cosas sentimentales y a saber como la habrían pasado, pero no podía sonar a peor opción.

—La cosa es que… ¿si no estáis juntos qué se supone que estás cortando? Quiero decir… a ver —se puso recto—. No quiero sonar insensible, pero a mi entender no estáis juntos. Sois algo así como ¿amigos con derecho a roce…? y tú te has pillado por ella pero ella no de ti. O no del todo. Y no quiso hablar anoche —juntó las manos—. Cosa que puedo entender siendo el día que fue —le miró y añadió con seriedad—: y sigue siendo.

Guardó silencio unos segundos pues le estaba costando unir las piezas del puzzle, sobre todo porque tenía 100 de 700.

—Mi consejo es… que esperes a que se calme todo un poco y hables con ella cuando ella pueda, sin presiones. Y que tú te hagas el cuerpo al rechazo, que si te dice que no que guardes la distancia y sigáis siendo amigos, amigos sin más, porque está claro que como estáis ahora te va fatal. Y… ¿ella por qué iba a hacer una tontería?

Todo lo que decía tenía sentido. Era lo lógico, ¿no? Hablar... La saturación... Que se calmen las cosas... Pero tenía la sensación de que no serviría para nada con ella. Le volvería a echar la culpa por querer algo más o "hacerse ilusiones" o a saber y todo volvería a ese ciclo sin fin.

Lo de amigos con derecho a roce lo amargó aún más. Supuestamente eso era lo que una amistad normal en frivo pero con ella había sido otra cosa, algo diferente, mucho más íntimo que solo el sexo. Todas esas noches abrazados, todos los besos... "Rechazo" "Amigos" Aquellas dos palabras le abrasaban por dentro. ¿Eso era todo? Tras todo lo que habían pasado juntos, ¿no habría nada más? Iba a perderla a ella también...

Ante la pregunta de la tontería simplemente le sonrió con amargura. Quizá había hablado demasiado, quizá era mejor no meter a más gente en ello y lidiar el solo con aquello pero se sentía tan pesado...

—Era más que eso. —No sabía porque pronunció esas palabras de todo lo que podía decir. Se sentía queriendo reivindicarlo, queriendo retener todo lo que pudiera de aquellos momentos y hacerlos más reales, que nadie viniera a tirarlos por bajo con palabras erradas. —Más que una amistad frivy.  —Miró a su reflejo en aquel tarro agrietado por su propia culpa. —Ni siquiera llegamos a hacer... ese tipo de cosas. Y me daba igual... —Casi hablaba en trance, más para sí mismo que para Rox. —Pasábamos las noches abrazados, tonteando, riendo y llorando el uno con el otro. —Su vista empezó a enturbiarse, su voz se iba quebrando poco a poco mientras temblaba. —Entonces empezó a empeorar cuando fue perdiendo magia, se separó del resto, se volvió más distante y cuando hablé con ella como te dije todo se estropeó. —No quería soltar aquello, pero no podía parar. Ya no podía con aquello más solo. Y aunque era raro le era más fácil confesarse a un extraño que a la gente del torreón o a sus amigas. —Me dijo que se mataría si no conseguía magia con la Luna y que haría lo que fuera por conseguirla. Incluso... —Se trabó. No quería recordar. Aquellas palabras le retorcían todo su interior al punto de querer vomitar. —Intenté hablar con ella más veces todo este tiempo pero nunca sirvió para nada. —Estaba temblando, las lágrimas comenzaron a salir de él. —Y ahora ha llegado la Luna y resulta que es una de esos inmorales y... va a hacerlo, sin pensar ni un segundo lo que significa, sin buscar otras soluciones. ¿Lo peor de todo? Se lo que es eso y si simplemente se va a aislar cuando tenga la magia y descubra que eso solo no es suficiente para ser feliz...  No quiero perder a otra persona a la que quiero. —Su mano se cerró sobre su pecho, su postura se tensaba mientras se retorcía hacia delante. Y comenzó a llorar. —No quiero perderla, pero tampoco seguir así... Ya no se qué hacer. —Se llevó la mano a la cara, instintivamente sus dos alas se cerraron para cubrirle, para que no le viera llorar. Sus sollozos comenzaron a llenar la sala, claramente luchando en vano por mantener una compostura rota desde hacía demasiado tiempo.

Aunque Nea defendiera lo especial que era su relación y los matices que la hacían diferente en términos frivy, a ojos de Rox el problema seguía siendo el mismo: él se había encaprichado de ella, ella de él no. Con todo lo que le había dicho antes el cerebro se le había quedado seco, así que seguir le costaría el doble. Se cruzó de brazos y le miró, pasando gradualmente del abatimiento a la procupación según le llovían los detalles y el chico se sinceraba a pasos agigantados. Demasiadas alertas rojas en muy poco tiempo. Cuando dijo aquel comentario problemático o que su transformación era inmoral no pudo evitar pensar “ahí, ahí está el factor Rocavarancolia”.

Su propio lenguaje corporal se volvió más y más incómodo, no sabiendo ni como tenerse cuando Nea comenzó a llorar. Su primera reacción fue estirar una mano para reconfortarle, aunque apenas llegó a apoyarla sobre sus alas. Estaba en blanco. Ellos tenían a Pelusa y a Arcan, dos inmorales, pero su magia dependía de defender a sus seres queridos y robar cosas, si el frivy estaba así de mal es porque el precio de la chica incógnita no era tan “loable”. Se echó el pelo hacia atrás por el agobio, llenó los pulmones de aire sonoramente y lo expulsó de la misma manera.

—Esto… esto es más serio de lo que pensaba. Hay más gente en tu… ¿grupo? —antes había mencionado a más gente. No sabía bajo que condiciones estaban como para haber llegado solos, si se habían perdido o algo durante la noche… Milo también desapareció por motivos mágicos, así que a saber. En el peor de los casos ellos era los únicos supervivientes, pero Rox se mojó igualmente—. Si hay más gente que os conoce igual deberías hablarlo con ellos y buscar apoyo. Pero sinceramente… No creo que esta chica sea lo mejor para ti.

Tras otra caricia torpe apartó la mano y suspiró, sin dejar de mirarle.

—A ver, no sé que tan importante es la magia para ella como para querer… —“matarse” y otras cosas—. Hacer eso, pero… —suspiró y apartó la mano. Tenía ganas de tirarse de los pelos—. Mira, aquí hay de todo y no siempre la gente con una transformación jodida es mala. Pero no estoy viendo una sola cosa positiva en vuestra relación. Hace cosas que te hacen daño, no parece que podáis hablarlo y está claro que queréis cosas muy distintas. Es mejor que lo hables con alguien que os conozca, porque yo no soy nadie para decir esto pero… Por lo que me dices creo que la perdiste hace tiempo.

Rox se separó de la encimera para coger dos cosas: un buen trozo de papel de cocina y otro vaso de agua para ofrecerle al nuevo.

—Perdón. —Musitó. Quería disculparse con Rox por tener que aguantarle así, con Killikki por no saber como lidiar con aquello ni como haberla ayudado cuando comenzó a marchitarse, con Iemai y su hermana Aery´s por no haber podido hacer nada más, con todas las personas de frivo que había condenado participando en traerlas aquí, con su padre por empujarle a su muerte y finalmente con su madre, por simplemente haber nacido.

Y ahí, tirado en una cocina extraña en un lugar que ya ni tan siquiera era aquel torreón acogedor al que había llamado  hogar, sentado mientras lloraba al lado de un desconocido tras confesarse y que este tuviera la amabilidad de quedarse en su llanto y tratar de consolarle con su tacto, Neariel se hundía en el pensamiento de que apenas uno de esos perdones servía para algo. Que para todo lo demás era demasiado tarde.

Las palabras de Rox caían como martillazos sobre él. ¿Grupo? ¿A quien siquiera podría soltarle aquello? Quizás a Ulmara o a Fleur y Maila... Pero nunca había querido cargarles con aquello, sobre todo tras el asesinato de una de sus compañeras.

Lo demás dolía, sin embargo... "La perdiste hace tiempo".

Se encogió sobre sí mismo con aquello al punto que un llanto seco se atoró en su garganta. La luz recorrió aquellos cuernos por la subida de emociones, tan solo para apagarse de nuevo cuando su voz salió al fin como otro sollozo.

Pero en el fondo llevaba sabiendo aquello mucho tiempo. ¿Hacía cuanto que se perdieron muchos de los pequeños gestos? ¿Hacía cuanto que no podría ir a abrazarla sin más y que se riesen y todo estuviese bien? Recordó lo estúpidamente feliz que le hacía tan solo despertar con ella a su lado, y mientras el sol se colaba en rayos por la habitación acurrucarse junto a ella sin querer hacer nada más. Recordaba los besos, sus manos juntas, todo lo que la Luna roja parecía haber traído de vuelta brevemente.

Pero también trajo algo terrible sobre ellos.

El ángel lloró durante al menos medio minuto sin contestar, tomando el vaso y el papel agradecido con su vecino enormemente aunque no lo lograra transmitir por como estaba.

—C-creo que hablaré con un alguna de ellos si... —se sonó con el papel, tomó una gran bocanada de aire y se incorporó en el sitio. Seguía triste, sin luz y con los ojos hinchados pero haber podido romper y confesar todo le había quitado un peso de encima. Ese ruido blanco estaba ahí pero el remolino que lo comprimía por dentro parecía haberse ido.

Volvió a tomar aire, aún se sentía temblar pero fue al fregadero y tras abrir el agua fría se frotó la cara para limpiarse las lagrimas y despejarse.

—Ey... —Se giró a mirarle. —Gracias. De verdad. Creo que necesitaba oírlo. —pasó la mano por su pelo para peinarse un poco con el agua y se secó con más papel.

Se sintió culpable y falto de tacto por haber dicho aquello, y esos eran los adjetivos menos agresivos que se le ocurrían para describirse. Gilipollas estaba siendo su favorito.

Cuando sus manos quedaron libres volvió a colocar una sobre el brazo del frivy, presionando con menos incomodidad que antes, con más sentimiento. Perder a un ser querido era doloroso, pero perderlo en vida de esa forma no se le quedaba atrás. Rox fue consciente entonces de la suerte que tenía de que ninguno de sus seres queridos fuera “problemático” o una criatura moralmente ambigüa, ni que decir de aquel al que amaba. Igualmente, si bajaba la guardia su “instinto” de cambiante (por decirlo de algún modo) haría que le picasen los ojos ante la honda pena de Nea. Empatizar no era problema, el problema es que le resultaba demasiado fácil hacerlo.

—Lo siento —le miró de forma comprometida a la vez que le acarició el brazo. Al menos había sacado algo bueno, y es que sí tenía grupo. Ante este nuevo trocito de información solo asintió con la cabeza, reafirmando silenciosamente que su opinión sería más valiosa que la de un desconocido. Dejó que se lavara el rostro, quedándose tenso en el sitio sin saber que hacer con sus propias manos hasta que se cruzó de brazos. No creía merecer el agradecimiento y se encogió de hombros ligerísimamente por ello. Le sonrió escuetamente—. No, nada… Perdona yo por haber sido brusco.

>>Hmm, oye, ¿has desayunado? ¿Quieres una infusión o algo…? —se giró hacia la estantería, sacando a la de ya cosas para el desayuno: miel no daeliciana, pan, tazas… Quería darle algo de hospitalidad que no involucrara destrozarle la psique.

—Aún no la verdad. —confesó. —Rae me dio algún zumo mágico para la resaca y Abri estaba haciendo "tortitas", o algo así. Por eso vine a por- —miró al tarro resquebrajado en su mano, poniendo una mirada cansada por el asunto— mermelada.

—¿Quieres algo tú de allí? Sobró comida de la fiesta. Aunque esa infusión me vendría bien. —Sentía el cansancio golpearle. A la par que se había liberado un poco notaba como todo aquello lo había drenado enormemente. Ya no le parecía tan mala idea que Raelene le pusiera de nuevo a dormir. Pero había taantas cosas por ver. Era casi una nueva ciudad que explorar, los mundos que ahora podría ver, magia mucho más allá de lo que habían sido capaces como en los libros que habían leido. Incluso un nuevo yo, con un nuevo nombre.

Neariel sentía el tirón de la Luna ayudándole a mantenerse en marcha, su energía clamando desde anoche que abriera las alas y se echara a los cielos. «Quizás debería intentarlo... »

—De todas maneras... te debo una. Si hay algo que pueda hacer por ti a futuro, no dudes en pedírmelo —sonrió.

No era mucho pero un ligero brillo retorno a sus cuernos y ojos. Leve, sutil, pero presente en la cabeza del ángel.

El cambiante frunció el ceño ligeramente al escuchar que estaban haciendo tortitas… en el cuarto. No sabía que tenían montado ahí dentro para tener una cocina -o si eran tortitas mágicas-, pero le hizo preguntarse por qué seguían viviendo en una habitación y no se mudaban a una casa de verdad. Si eran ellos recién cumplidos el año y ya estaban viendo casas… Se sacudió los pensamientos de encima y negó con la cabeza a su ofrecimiento.

—No, no —se frotó los ojos para quitarse el sueño y siguió con el objetivo desayuno. Lo habría hecho aceptase Nea o no. Puso el agua a calentar y pan a tostar para él mientras tanto, despachando la deuda con un gesto de mano como si espantara una mosca con pocas ganas.
—Nada, nada… Tómalo como una compensación por no poder hacer nada con… las putas cribas —resopló—. Y tampoco es que haya hecho gran cosa —sonrió apenado—. Por cierto, ¿te has transformado en un ángel o algo así?

Rena se había quedado sopa nada más tocar el colchón cuando volvieron a la Sede. No recordaba la última vez que había corrido tanto, gritado tanto ni hecho más el canelo, pero a pesar de la paliza durmió apenas unas horas antes de que su estúpida rutina de levantarse temprano y la energía que le daba la Luna Roja le pidiesen ponerse en movimiento de nuevo. No estaba cansada, sentía que podía comerse varios mundos vinculados y hacer malabares con otros tantos, pero se había pasado el momento de salir a la calle a gritar como una loca así que pensó en desayunar algo y subir luego a hacer algunos ejercicios a la sala de entrenamiento. Iba a bajar en pijama como siempre, pero alguien le recordó que esa mañana debían llegar los nuevos transformados, así que tuvo que darse la vuelta a ponerse algo un poco más decente. Una cosa era desayunar en pijama con la gente con la que llevas un año compartiendo casa, y otra era causar una imagen cochambrosa a perfectos desconocidos.

Bajó ya con su toalla, unos pantalones que un humano confundiría con unos de adidas y una sudadera gris sin mangas. La Sede estaba en silencio, la mayoría de inquilinos debía estar de resaca, pero pudo oler a pan tostado desde las escaleras. Cuando llegó a la puerta olió a Rox antes de verlo, pero al nuevo lo vio antes de identificar su olor. Y como para no verlo.

-Hostias… -murmuró para sí.

No era el primer armario ropero con el que se cruzaba en la ciudad (ni en la Sede) pero aquellas alas lo hacían parecer todavía más enorme. Después de la impresión inicial pudo notar que no tenía muy buena cara, algo que no debía ser extraño siendo quien era y dadas las fechas en las que estaban, pero le descolocó que Rox también tuviese los ojos enrojecidos.

-¿Va todo bien? -preguntó frunciendo el ceño y dirigiendo la pregunta específicamente hacia su amigo.