Sede de los Taumaturgos

Eitne se acercó con disimulo y frunció el ceño cuando Guille se insultó a sí mismo.

—No seas tonto, no lo eres... —le dijo, inconsciente de que era un poco contradictorio. La pregunta del brujo le pilló desprevenido y no supo responderle—. No lo sé...

Eso sí, le sirvió para conectar un poco mejor lo que había pasado. <<¡A Guille le gustan Rox o Milo! ¡O los dos!>> se dijo sorprendido. Por la mentira que le echó a Rena, Eitne comprendió que Guille no se lo quería decir. Intentó echarle un cable a su amigo, aunque quizás para Rena había sido tan obvio como para él (o más).

—No te preocupes, Rena, ¡es que es una noticia muy bonita! —le dijo, poniendo la mano en el fuego por sus cascabeles y su aura—. ¿De verdad lo sabías todo este tiempo? ¿Cómo te has aguantado las ganas de contarlo? ¡Yo no habría podido!

Se llevó la mano izquierda a la cara y se rascó la nariz de forma exagerada, tapándose la boca en el proceso y propiciando un momento para mandarle un mensaje privado a Guille. Quizás era demasiado obvio para todos los que no fueran Eitne.

—Si necesitas que hablemos haz que tus pendicularias levanten los pulgares.

Mientras tanto, el resto celebraban la noticia y Eitne se sentía dividido entre la preocupación por el niño y la alegría por los mayores. Lo que no entendió fue que le llamasen cursis.

Aunque hubo varias quejas sobre ser cursis e incluso Rox y Milo parecían un poco avergonzados, a Adru no le parecía que la noticia mereciese menos. De todas formas tampoco pensaba hacer nada más al respecto: a partir de ese momento era una realidad más, una buena.

Cuando todo estuvo listo y se hizo de noche ya era la hora de la fiesta propiamente dicha. La edeel completó entonces su disfraz: un sombrero pirata, un parche con una calavera en un ojo, una chaqueta de corsario llena de desgarrones y parches junto a unos pantalones pirata igual de desgastados. Tras haberle preguntado “discretamente” a Guille se había enterado de que era muy pirata ponerse un garfio en una mano, así que también se había hecho con uno. Le había hablado sobre la pata de palo, pero no supo cómo ponerse una y en realidad sonaba bastante incómodo. Además, llevaba varias tiritas y efectos que simulaban heridas en su cara, orejas y cuernos, habiéndole pedido ayuda para ello a Neil con un poco de magia. Un sable de plástico enganchado en un cinturón completaba el disfraz.

—¡Jo, jo, jo! ¡El capitán Gamusino Huesitos va a saquear esta fiesta! —anunció desenvainando su falso sable y apuntándolo hacia la primera persona que viese—. ¡Me llevaré mi botín de alimentos altamente deliciosos y bebidas que hacen cosquillas en la garganta y nadie podrá impedírmelo!

Nime reía cuando Rox le respondió sacándoles la lengua, así que ella fingió una mueca de disgusto cuando le dio un beso a Milo. Todo aquello era muy raro, pero empezaba a darle igual. Eran sus amigos de siempre, y por tanto tenía la confianza de siempre para meterse con ellos. No iba a dejar de parecerle tontaina todo eso de tener novios, pero sabía que todo el mundo los tenía cuando se hacían mayores.

Como la pareja estaba muy ocupada asimilando las reacciones de todo el mundo, Nime volvió a poner su interés en Guille y Eitne, a quienes se les había unido Rena ahora. Se acercó allí con la intención de preguntarle al humano si le dolía la tripa –algo que sería una pena, ahora que había visto lo que les tenía preparado Neil para comer–, pero sin llegar a hacerlo. Lo primero que le escuchó decir es que estaba bien y solo quería comer. Por supuesto, la libense se lo tragó en gran medida. Para ser exactos, creía que Guille estaba tratando de disimular alguna trastada que habían hecho las pendicularias, y no que le pasase algo de verdad. Y como persona curiosa que era, se quedó orbitándoles para averiguar qué había pasado, aunque tuviese que esperar a que Rena dejase de vigilarlos. Claramente Eitne y Guille compartían algún secreto, y Nime no quería quedarse fuera, así que se pegó más a ellos para que entendiesen el mensaje. Fue entonces cuando reparó en la expresión de Guille y eso le hizo preguntarse si algo realmente no iba bien, por lo que les dirigió una mirada llena de interrogantes.

Tayron disfrutó con un poco de malicia la incomodidad de los dos chicos al anunciar la noticia (especialmente la de Rox) pero además se alegraba un montón. Sin embargo su intención de hurgar en la comidilla del momento le salió realmente mal ya que tras escuchar la extremadamente breve explicación del australiano su frustración y curiosidad aumentaron.
— ¿En Kankri? ¿allí? ¿cuándo? —sus ojos parpadearon perplejos y se giró con brusquedad cuando escuchó a Sinceridad a su espalda— espera me estás vacilando... ¿tú te habías dado cuenta? —se encogió de hombros con una sonrisilla, la argos magnética era más pícara de lo que creía. Se lo demostró en el grupo de baile, quizás solo estuviera quedándose con él.


El momento tan esperado por fin había llegado y se hizo la noche (su momento favorito del día). Tayron bajó a reunirse con los demás acompañado de un nudo en la garganta y también de satisfacción. Por una parte le gustaba mucho como estaba disfrazado y por otra no sabía si el personaje del que iba caracterizado sería reconocido por los niños o directamente, los no-humanos. Esperaba que sí, puesto que se había encargado personalmente de hablarles de "Coco" unos días antes de Halloween. El belga irrumpió en la habitación con una sudadera roja desgastada y la capucha cubriéndole la cabeza, unos vaqueros, botas marrones  y el toque mágico, una pequeña guitarrita de cobre en sus manos que pesaba más de lo esperado. Le había pedido ayuda a Milo y al final había obtenido un accesorio meramente decorativo que había quedado bastante chulo.

—"¡Que el cielo no es azul ay mi amor ay mi amor!" "¡Que es rojo dices tú ay mi amor ay mi amor!" "Tu me traes un poco locoooo un poquititito locooo" —entró danzando y dando vueltas con la guitarra como si se tratara de un pequeño recital, las notas... por supuesto estaban muy lejos de ser las adecuadas así que de vez en cuando se veía incapaz de aguantar la risa. Puede que incluso los que conocían la película dudaran si afinaban el oído— "ay... ay de mi llorona... llorona... de azul celeste..." —al acercarse podrían ver que el chico se había maquillado toda la cara de blanco a excepción de los ojos (que coincidían con su cercos negros naturales) y la boca y la nariz, con líneas. Había investigado y usado magia para darle un toque fluorescente en la oscuridad que los rodeaba así que lo que estaba dibujado de blanco en realidad se veía de un verde intenso. De la misma manera había decorado su tatuaje de escorpión (que se veía al llevar las mangas remangadas) por lo que desprendía también un brillo tenue, aunque carecía de las texturas y profundidad originales. Como último toque la punta de la cola iba enfundada con un calcetín rojo al que le había añadido dos botones a forma de ojos, una pequeña lengua de serpiente recortada y un señor bigote de cartulina.

Después de hacer el payaso y dedicar reverencias rondó orgulloso con una sonrisa de oreja a oreja
—Gracias... gracias... ha sido un honor tenerles a todos aquí hoy, actúo los jueves y festivos— pero se calló al fijarse en Adru, levantó las manos en son de paz— ¡me uno, quiero ser parte de tu tripulación! Oye, te ha quedado de puta madre —supuso que habría requerido de ayuda humana para el concepto, igual que él de la irrense para finalizar su aspecto. Con una mueca bobalicona se quedó esperando al resto para ver qué tenían preparado.

Rena frunció el ceño. Obviamente no se tragó la mentira de Guille, de hecho consiguió que se preocupara todavía más. No oyó el comentario que le hizo al daeliciano y tampoco lo relacionó con la reciente revelación.

Eitne consiguió que su expresión se suavizara, casi estuvo a punto de responderle con una sonrisa, pero se percató y sacudió la cabeza. ¿Habrían hecho alguna trastada y estaban intentando encubrirla? La verdad es que no tenía demasiadas ganas de reñir a nadie. Se acuclilló frente a los niños y sonrió a su pesar.

-¡La verdad es que me costó un montón! -le respondió a Eitne -Pero se lo prometí a Rox y no podía hacerle el feo.

Miró a Guille directamente, puede que para asegurarse de que estaba bien al menos físicamente.

-Voy con los demás. Si necesitas cualquier cosa manda una pendicularia -le dijo, y le revolvió el pelo antes de levantarse y dejarlos solos. Aunque sí que echó una última mirada de reojo.


Por fin llegó la hora de arreglarse. Su disfraz era bastante sencillo pues había dado prioridad a que fuese cómodo. Llevaba un vestido negro de cuello alto y sin mangas, con el borde de la falda desgarrado, y las medias moradas a rayas que ya llevaba durante la preparación de la fiesta. Botas altas que seguramente se quitaría en cuanto se echasen sobre los cojines, muñequeras con pinchos y un gran sombrero de bruja con una arañita falsa colgando de la punta. Había encontrado el sombrero en el mercado y le había hecho mucha gracia, solo había tenido que remendarlo un poco y añadirle detalles. Tambien llebaba un pendiente de luna en la oreja derecha y un maquillaje más currado que el que solía usar, con los ojos bien pintados de negro, los labios morados y purpurina dorada de estrellitas sobre las mejillas. Como complemento final había robado una escoba del armario de la limpieza.

-¡Aparta tus huesudas manos de las chuches, Capitán, o sufrirás mi maldición! -amenazó a Adru señalándola con la escoba, casi incapaz de aguantarse la risa. -Tío, mola muchísimo el disfraz, está super currado.

Tayron apareció cantando y con un instrumento de cuerda hecho de… ¿cobre? Le impresionó tanto el maquillaje fluorescente que tardó unos segundos en relacionarlo con el personaje del que les había hablado días antes.

-Ah, joder, vas de la película esa. ¿Era Coco? ¿O Caco? -Rena no era buena con los nombres -Bueno, da igual, mola un huevaco.

La roquense se reía casi a carcajadas con las bromas de los demás y la pareja, pero se cubría la boca con vergüenza. Cuando Tay le respondió, lanzó una metralleta de "lo siento" antes de contestarle.
—¡Qué va, si era por ver la cara que se te quedaba!

Poco después llegó la hora de vestirse para la ocasión... ¿Monstruos y criaturas aterradoras en Rocavarancolia? Sinceridad había husmeado sobre monstruos en la Biblioteca y también cotilleó sobre ello entre sus compañeros hasta que dio con una mezcla que le gustaba. Era como un compendio de partes de otras criaturas: alas, patas, brazos, tentáculos en la cara que le llegaban casi hasta la cintura... Parecía un gigantesco anfibio volador. Además de imitar su aspecto, había añadido bolsillos ocultos y los llenaría de golosinas de gelatina y caramelos. También había pintado unos ojos de las alas, porque podían darle un toque aún más guay al disfraz, y se veían sin necesidad de extenderlas. Se lo había cosido ella misma con telas de varios tonos de verde oscuro, y dos ojos falsos para la cara, pero no se había quedado solo ahí. El torso, la espalda, los hombros, las alas, el cuello y la cabeza, y la cara exterior de brazos y patas, sin embargo, junto con los tentáculos que colgaban de la cabeza, eran quizá lo más realista del atuendo, ya que estaban hechos con piel y tentáculos de pulpo de verdad. Lo había conseguido todo en el Mercado y lo había preservado con alquimia de la bruja de las burbujas, pintados después, y pegados al conjunto del traje finalmente. La piel y los tentáculos mantenían su elasticidad, por ejemplo, y estos últimos podía moverlos con unos hilos que conectaban con los dedos de las manos, bajo todo el traje. Confiaba en darle algún susto a alguien con ellos.

Lo malo del disfraz era lo difícil de ponérselo o lo difícil que podía ser que los demás le hablasen porque no se le veía la cara, así que le había abierto la zona de la boca y el cuello para poder asomar su cabeza por ahí de vez en cuando, y la del alienígena colgaría a su espalda como si se hubiera desinflado. Y además, cuando se asomara también lo harían plumas y flores de varios colores desde dentro del disfraz... Por si acaso. Y para rematar, llevaría la misma máscara de antes.

Cuando por fin bajó por segunda vez, ya vestida, se acercó lo más sigilosamente que pudo a la puerta, y pegó un pisotón al tiempo que levantaba los brazos y dejaba caer algunos caramelos sobre quien estuviera más cerca de la entrada. En las patas llevaba unas zapatillas verdes con ojos saltones también.
—¡BU!

Después asomó la cabeza por el cuello del disfraz y resopló.
—Que no cunda el pánico, el calor ha derrotado a este... ¿"Chulurro"? ¿"Chuluzu"?

No sabía pronunciar el nombre de aquel ser, y mira que lo había intentado, y por eso se reía en ese momento (aunque sospechaba que los terrícolas le reconocerían). Y no, tampoco había caído en el calor que le daría tanta tela y el peso sobre sus plumas. Pero aprovechó para aplaudir y vitorear la canción del humano. Le habían explicado muchas veces qué era una "película", pero deseaba poder verlo con sus propios ojos.

Tras la confesión de Rox y Milo y las posteriores felicitaciones, el grupo terminó de montar y preparar la fiesta. Neil estaba muy emocionado y un poco nervioso. Estaba seguro de que iba a terminar asustándose bastante esa noche, pero también sabía que se iba a divertir con sus amigos. Además, estaba muy orgulloso de todos los dulces temáticos preparados y toda la decoración de cera que se había esforzado en hacer.

Neil entró en la habitación de la fiesta justo detrás de Adru, riendo por su teatro, pero contento por cómo había quedado su disfraz y lo genial que estaba. Con una sonrisa miró también su propio disfraz, reajustándose su sombrerito de rabito verde y frunció un poco el ceño al ver sus mayas naranjas, recordándose a sí mismo que él había decidido llevarlas a pesar de lo incómodas que eran. La redonda y esponjosa calabaza que era su cuerpo era algo grande y el aurva sospechaba que le resultaría difícil sentarse y volverme a levantar e incluso caminar entre sus amigos, pero entre el material blandito y su magia, Neile estaba completamente seguro que en caso de ser necesario se podría aplastar y volver a dar forma fácilmente.

-¡Estáis todos guapísimos! -exclamó el brujo aplaudiendo hacia los amigos que ya estaban en la sala y luego miró por encima las mesas de comida y los adornos para asegurarse de que todo estaba bien, bonito y en su sitio.

En cuanto terminaron de decorar llegó el momento de disfrazarse. El australiano había mantenido a raya sus niveles de emoción, totalmente disparados con la llegada de la noche. Siempre le había gustado Halloween, pero gracias a su transformación las ganas de fardar no le cabían en el cuerpo: estaba en su salsa. Desde que se propuso la fiesta le había estado dando vueltas a qué llevar, había aprovechado su horario laboral en la boutique para recopilar ideas y hecho varios ensayos durante la semana, al punto de tener cada detalle controlado para entonces. Si tardaba en aparecer sería precisamente por la cantidad de los mismos.

—¿Quién ha pisado un gato y luego le ha dado una guitarra? —preguntó nada más entrar para chinchar a Tayron, pues le había oído desde las escaleras. Con una sonrisa que enseñaba unos colmillos más largos de la cuenta, canturreó—: Hola~.

Esperar que Rox no entrase presumiendo era como esperar peras de un olmo. Lo primero que hizo fue batir suavemente las alas de murciélago a su espalda (que estaban lejos de servir para volar por su tamaño reducido, pero eso no las hacía menos chulas), mientras una delgada cola en punta de flecha se meneaba al son de sus pasos. Hacía meses la cosa habría acabado regular, pero dama Isis le había instruido bien en el arte de andar con tacones.

El cambiante se había arreglado con el esmero con el que se arreglaba para las sesiones de fotos. Llevaba el pelo en su corte habitual pero perfectamente peinado y de color morado, los ojos maquillados en sutiles tonos nude y una ceja rota a posta. En el aspecto más “halloweenesco” tenía las uñas teñidas de negro, las orejas puntiagudas, un pentagrama tatuado en los dorsos de cada mano y, como joya de la corona, dos impresionantes cuernos parecidos a los de Maléfica para completar el look de demonio. La ropa que había elegido era más casual, unos pantalones ajustados gris oscuro y, metida por dentro, una camisa negra de media manga diseñada para transformaciones aladas, con el objetivo de que fuesen sus cambios físicos y no las prendas las que se llevasen el mérito. Asímismo los únicos accesorios que llevaba eran su habitual pendiente, una gargantilla y el anillo que le había regalado Milo. Los tacones de aguja, la excepción en la norma, habían sido un arrebato de indecisión al no saber que zapatos ponerse, lo cual sinceramente había sido una gilipollez si se los iba a quitar a la mínima de cansancio.

En resumidas cuentas, parecía un idol de k-pop al que habían sacado de un videoclip sin quitarle los efectos especiales y era muy consciente de ello.

—¡Tíos estáis genial! —exclamó viendo a los allí presentes, con el corazoncito especialmente débil por la calabaza gigante que era Neil. El disfraz del lémur le sonaba gracias a los tráilers, ya que la película no había podido verla, pero independientemente de eso molaba mucho, Señor Calcetín incluido. Adru iba de capitán pirata esqueleto, Rena de bruja (¡dos clásicos!) y Sinceridad de lo que desde su ignorancia asumió era David Jones, el de Piratas del Caribe, pero desnudo. Como fuera, Rox estaba orgulloso del currazo que se habían pegado—. ¡Habéis captado al dedillo la esencia de Halloween! Mis dieces, chavales.

Su cola se movía de un lado a otro como la de un cachorro contento. Aún quedaban unos cuantos por llegar, y aunque estaba deseando ver que sorpresas habían preparado, lo que más quería ver era la expresión de cierto irrense al verle. Uno no sacaba sus mejores armas todos los días.

Milo se estremeció ligeramente cuando sintió los labios del rubio en la mejilla, pero negó con suavidad y le sonrió cuando habló solo para él.
—No pidas perdón, anda… no es como si me molestara que lo fueras. —reconoció en voz baja también, dándole un beso de vuelta antes de volver a centrarse en ayudarle a terminar con la decoración. Como tenían que dejarlo todo listo antes de ir a ponerse los disfraces y aún se sentía algo incómodo, el irrense aprovechó aquel rato para huir un poco del foco de atención y centrarse en sus tareas, pero en cuanto terminaron fue a prepararse con el mismo entusiasmo que los demás.

Al final fue de los más tardones, pues al haber dejado para el final el encargo que le había hecho Tayron se había entretenido demás con lo de la guitarra, pero cuando apareció por la sala de entrenamiento no parecía muy preocupado y su disfraz estaba bastante currado.

Milo había leído Frankenstein hacía relativamente poco y la historia le había encantado, así que había decidido que la temática de su traje para Halloween se basaría en aquel libro. En un principio había optado por el doctor, pues era bastante más fácil de versionar, pero la idea de llevar bata blanca fuera del trabajo se le antojaba molesta, así que terminó decantándose por la criatura. Con algo de magia y utilizando su dominio de forma ingeniosa el irrense había conseguido que su cuerpo pareciera estar hecho a trozos, pues había teñido su piel por secciones con diferentes tonos y había "suturado" las distintas partes con hileras de grapas de cobre que se mantenían en su sitio gracias a su magnetismo natural. Su ojo izquierdo era de un color verde brillante para reforzar la idea de estar formado a partir de varios individuos y de entre su ropa harapienta sobresalían varios tornillos que de vez en cuando emitían algún chispazo para que el resultado fuera más vistoso.
—¡Estooy viiivo... !  —farfulló con voz profunda, avanzando con paso torpe hacia los presentes.

Los disfraces de sus amigos eran una pasada y en la lengua del brujo ya bailaban varios cumplidos para todos, pero antes de poder decir nada su mirada se posó en Rox y el chico se quedó sin palabras. A Milo se le quedó cara de tonto durante unos instantes e incluso llegó a perder la concentración sobre su dominio, pues un par de tuercas se desprendieron de su posición y cayeron al suelo, pero cuando el repiqueteo del metal inundó la estancia recuperó la compostura con expresión avergonzada.
«Jooooder… » acertó a pensar con dificultad mientras reclamaba el cobre con un gesto de la mano y recomponía su disfraz, tratando de no comerse al humano con los ojos en el proceso.

No se puede decir que la charla hubiera sido un éxito pero al menos Guille había terminado riéndose y había recuperado su estado de animo normal.

Salio de la habitación y corrió a mirar los disfraces de todo el mundo.  Se sorprendió sobretodo con el disfraz de Tayron ya que la película de coco le había encantado así que pillo la referencia al segundo, gritándole que era muy guay. Le dijo a Neil que era la mejor calabaza que había visto nunca y saludo a Adru con un "capitana", pero fue corriendo a buscar a Rox y Milo.

- No os he dicho nada, me hace muy feliz que os querías porque os quiero a los dos y me alegra veros felices, abrazoooo- y les abrazo a los dos mientras las pendicularais se daban por aludidas t se unían al abrazo.

Eitne estaba todavía un poco molesto, porque Guille no había accedido a quitarle el maleficio, pero por lo menos cooperó con su disfraz, que lo disimulaba bien. Así, Eitne entró a la sala en su forma nocturna, con la oscuridad densa y semisólida que caracterizaba a la bestia convertida en un pedazo de cielo. Con ayuda del brujo de las pendicularias, habían teñido la negrura con colores morados y azulados, manchas naranjas y puntos luminosos para simular una nebulosa ondeante desde su melena hasta su cola. Su cara y sus cuernos seguían igual de negros y el único detalle adicional era un lazo blanco pequeñito en la base de su cuerno izquierdo. Además, debido al hechizo castigador de Guille, allá por donde pasaba la bestia del crepúsculo iba dejando huellas de purpurina.

Como sabía que era mejor dejar que el hechizo se desvaneciese solo que ponerse llorar, decidió que sería su nueva herramienta para molestar a la gente en esta noche de sustos y miedo y esas cosas. Así, con toda la malicia posible, decidió que empezaría por el propio Guillermo.

—¡Yo también quiero abrazooo! —gritó y corrió a cuatro patas hasta el lugar en el que Guille abrazaba a Rox y Milo, se incorporó sobre sus cuartos traseros y los envolvió con su enorme cuerpo, manchándolos a todos de purpurina. Eitne se aseguró de frotar su melena sobre Guille porque se lo merecía, más que nada. También añadió, al separarse—: A mí también me parece muy guay, ¡y hacéis muy buena pareja con estos disfraces!

Después de ver a Rox y Milo,  el enorme león fue uno por uno, cotilleando todos los disfraces presentes y lanzando halagos a todos: desde Neil-Calabaza, la Capitana Huesitos y Rena-Bruja hasta Tayron-Coco y... ¿Sinceridad-Pulpa? Sin duda era el disfraz más extravagante de todos y a Eitne en concreto no le olía muy bien, pero a la vez le hacía gracia y le hacía sentir mejor por el hecho de que estaba maldito e iba soltando purpurina por todas partes.

Se moría de curiosidad por los que todavía le faltaban por ver.

Se quedó boquiabierto al principio con la entrada de Tayron cantando y tocando un instrumento y con aquel aspecto tan guay, pero no tardó en empezar a dar palmas… o eso quería, porque olvidaba que llevaba un garfio en una mano. Para compensar, decidió dar algún saltito a su alrededor y se detuvo cuando el lémur se dirigió a él. Fingió examinarle, inclinando su cabeza hacia el chico y adoptando una pose pensativa con los brazos cruzados y gesto dubitativo.
—Creo que podemos beneficiarnos de los servicios de un músico profesional a bordo, ¡jo, jo, jo! ¡Además veo que también eres algún tipo de esqueleto y encajarás bien en mi tripulación! —le dijo finalmente con una gran sonrisa—. ¡Gracias, a ti también!

Rena, en cambio, no parecía dispuesta a unirse a su tripulación si no a oponerse al intrépido pirata Huesitos, a lo que respondió desenvainando su arma de plástico y adoptando una actitud “fiera”.
—Como osas —hizo un énfasis muy exagerado en la palabra— amenazarme a mí: Capitán Gamusino Huesitos. Esto tan solo lo podemos resolver con… ¡una carrera! —En ese momento no aguantó más y se echó a reír—. Es broma, ya sé que sería injusto. ¡El tuyo es muy bonito y te queda muy bien! —le alabó de vuelta.

Al parecer el disfraz de Tayron tenía que ver con una cosa de la que hablaba Guille a menudo, pero no se había dado cuenta hasta que no lo mencionó la irrense: le costaba seguir lo que decía el brujo de las pendicularias la mitad del tiempo. Aunque por suerte sabía lo que era una película gracias a los brazos de Rena y Milo. Era una pasada, pero creía que le costaría estar atenta durante tanto tiempo a las pantallas, ya que le habían dicho que solían durar casi dos horas o más.

Otros fueron llegando y todos tenían disfraces igual de buenos: el nivel de detalle en el de Milo y Sinceridad era muy impresionante aunque no estaba del todo segura de qué se suponía que iban disfrazados. Rox era alguna clase de demonio y por supuesto aprovechaba su transformación todo lo posible y se puso muy contento cuando el cambiante dio su aprobación. Eitne…
—¡Waaaa, qué cosa más chula! —dijo acercándose corriendo a la bestia del crepúsculo, impresionado con los efectos que se mostraban sobre su humo—. Eitne: eres un Sol. No: eres todas las estrellas a la vez —bromeó dejando escapar una carcajada tonta.

Mientras esperaban a que apareciesen los demás volvió junto a Neil, quien estaba adorable con su disfraz de calabaza.
—¿Cuándo estén todos podemos empezar a comer? —le preguntó intentando ocultar su impaciencia, sin éxito—. ¡Tiene todo una pinta increíble! Aunque ya lo sabes.

La charla con Guille y Eitne se había alargado lo suficiente para obligarlos a preparar sus disfraces a toda prisa. Nime estaba convencida de que los iba a impresionar y quería que todo saliese lo mejor posible, así que a la hora de repartir la pintura roja trató de no pensar en lo tarde que se había hecho. Si se la echaba por encima de cualquier manera nadie iba a entender el disfraz.

Tras dejarse el pelo suelto por delante de la cara y vestirse de chico, es decir, con una falda corta y una camisola rota que le diese aspecto de haber sido asesinada y abandonada en una zanja, fue a por la joya de la corona: la pintura roja. Cuando se la había pedido a los mayores les había tenido que asegurar que no iba a hacer ninguna trastada con ella. Allí donde emergían cristales repartió la sangre falsa de forma que pareciese que manaba de ellos, y se esforzó sobre todo con los de la cabeza, manchándose el pelo de pintura espesa y pintando borbotones que le caían por la cara desde estos.

La última parte del disfraz era un buen trozo de cuerno que se había partido jugando como una bruta con sus amigos. Ya le había vuelto a crecer, pero lo había guardado igual que guardaba sus dientes de leche. Lo empuñó y corrió a mirarse en el espejo del cuarto de baño de la sede, asegurándose de que nadie la viese antes de tiempo. Probablemente ya estaban casi todos en la sala de entrenamiento. Se sonrió a sí misma con satisfacción y dio varias vueltas ante su reflejo. «¡Pues ya está!».


La puerta de la sala de fiesta improvisada volvería a abrirse de golpe, abriendo paso a una Nime que entró cabizbaja, con el pelo tapándole la cara y las manos escondidas detrás del cuerpo, arrastrando los pies hacia los grupitos que se estaban empezando a formar. Se detuvo cerca de Adru y Neil y dirigió el cristal hacia ellos con un movimiento rápido.
—¡¡Me vengaré!! ¡¡Moriréis ampalados como yo!! —chilló, tratando de aterrorizarlos con su expresión. Lo que más lamentaba de aquella entrada dramática era no poder detenerse a mirar los disfraces de quienes estaban ya en la sala.

Tayron estaba claramente emocionado con todo lo que ocurría a su alrededor, que eran entradas bastantes chulas y diferentes, se sorprendió de ver lo bien vestidos que iban todos. Después de realizar una última reverencia para Adru como aceptación de que se uniría a su tripulación y harían buenas migas le respondió a Rena.
—¡Coco! ¡Sí! La vi unos pocos días antes de llegar a la ciudad, si en algún momento te apetece llorar a mares es la puta película indicada —cuando la irrense le felicitó el belga volvió a echar un último vistazo a como iba disfrazada, reparando esta vez más en los detalles como por ejemplo en la araña de su sombrero— gracias, tú vas echa una fiera —y además, impresionaba ver a una bruja tan mazada y fuerte.

El lémur se vio claramente sobrepasado sin saber a quien admirar con detalle por momentos, desde Neil tan mono vestido de calabaza o Nime siendo especialmente macabra, aunque su favorito de todos fue el de Eitne. Iba a contestarle a Rox pero no pudo al quedar impresionado por sus alas de murciélagos y en general el look de infarto que llevaba, solo pudo guiñarle un ojo a Milo con una sonrisa cuando le vio aparecer en muestra de agradecimiento por la guitarra, aunque no se dio cuenta de las tuercas que cayeron desperdigadas. Finalmente se acercó a Sinceridad, o al menos creía que era ella por la máscara de antes de ojos saltones, en una de esas la roquense asomó la cabeza.
—¡Perdona monstruo indeseable! Pero creo que te has zampado a una amiga mía enterita —dijo riendo, él tampoco sabía el nombre exacto de la criatura pero la había reconocido. Cambió el tono de voz a uno más confidente y menos teatrero— tía, ¿lo has hecho todo tú? qué cojones, como mola.

-Tu sentido del humor me agrada, viejo bucanero, accedo a una tregua y a compartir una jarra de ron contigo -le respondió a Adru, riendo -O de refresco mejor.

Le agradeció a Tayron su cumplido y rechazó amablemente su propuesta de película. ¿Por qué coño iba a querer llorar a propósito? ¿Es que la ciudad no daba bastantes razones como para buscar otras en tu tiempo libre?

-¿Y si mejor me dices de alguna peli de tu mundo que no sea de llorar? ¿Tenéis de esas? -preguntó.

Rox hizo su gran entrada y, cómo no, tenía que lucir palmito delante de su recién revelado novio. Rena no podía culparle, aunque tuvo que hacer grandes esfuerzos para no echarse a reír, especialmente tras la reacción del susodicho novio.

-¡Eh, Milo! ¿Te traigo un cubo para las babas? -se burló.

Los rezagados no tardaron mucho en llegar y pronto estuvieron todos vestidos y dispuestos para la fiesta. El de Eitne fue algo impresionante, le encantaba su forma nocturna, le daban ganas de transformarse ella también y darle cabezazos o echar carreras. Se tuvo que contentar con chocar los cinco y llenarse la mano de purpurina dorada. Rena dio gracias por la magia porque pensar en tener que barrer todo lo que estaba dejando el daeliciano por la habitación.

-¡Nime, cómo mola tu disfraz! ¡Das todo el yuyu! -le dijo a la libense cuando la vio. Y no mentía, durante una fracción de segundo sus ojos reaccionaron antes que su nariz y su sentido común y creyó que la niña se había hecho daño. -Si me prometes que no ampalas a la Capitana y a Neil te doy chuches. Oye, ¿podemos coger las chuches ya? -preguntó buscando a Rox con la mirada, ya que era el maestro de ceremonias -No he comido en todo el día para poder ponerme las botas y el hambre aprieta.

Los disfraces de los demás le encantaron... Había un montón de cosas que no conocía y por las que quería preguntar, mucho colorido y variedad y... Todos se habían esforzado mucho, se notaba. Y ella en cambio se avergonzaba del suyo. Se había tomado muy literalmente lo de vestirse como un monstruo o algo que pudiera dar miedo, pero al menos esperaba que pudiera arreglarlo con el apaño de asomar su propia cabeza por fuera del disfraz, las flores y la máscara de ojos saltones.

Tay por ejemplo se le acercó comentando eso mismo, y la roquense se rió con su broma. Se le acercó y adoptó un tono serio, como de historia de miedo.
—Esta mañana seguía sin disfraz... Paseando por la playa me atraparon unos tentáculos. Me arrastraron mar adentro y tuve una fea pelea bajo el agua... Fue una locura y al final... El bicharraco este llegó a tragarme pero... ¡Conseguí abrirme paso desde dentro! —exclamó todo lo seria que pudo fingir, pero acabó riéndose—. Compré los tentáculos y la "piel" esta rara en el Mercado y le pedí ayuda a la alquimista de mi trabajo para que no se pudriera y no huela mal, y está muy conseguido, sí... Pero creo que me he pasado con el realismo del disfraz —se rascó la nuca con la misma vergüenza que le había despertado fijarse en el resto.

Al menos llevaba los bolsillos llenos de caramelos y la corona de flores del cuello y la máscara de ojos saltones podrían arreglarlo? ¿Otra vez había vuelto a pensar en eso? ¿Por qué se tenía que agobiar tanto por un disfraz? Sacudió la cabeza e intentó alejar esa preocupación.
—Bueno, es mi primer Jalobuin, el siguiente me irá mejor. Tu atuendo me encanta, y si tienes más canciones me gustaría escucharte—le sonrió antes de acercarse a la mesa—¿Se puede picotear ya por aquí?

Neil no paró de aplaudir y felicitar a sus amigos a medida que iban entrando en la sala y luciendo sus disfraces, avergonzándose un poco por el piropo generalizado de Rox, que iba increible como demonio. Todos estaban realmente guapos y felices, lo que contagiaba el entusiasmo del brujo, haciendo que al final incluso estuviera dando saltitos en el sitio.

-¡Sí, Eitne! ¡Eres un universo! -exclamó tras Adru cuando vio al daeliciano tan brillante y bonito.

Como ya era costumbre, las mejillas de Neil enrojecieron con el halago de su edeel a su comida y se dispuso a confirmarle que cuando todos estuvieran podrían empezar a comer, cuando el aliento se le quedó atascado con la aparición de Nime. Al shock le siguió un chillido acompañado de un salto e instintivamente se escondió detrás de Adru y las velas encendidas por toda la habitación se reunieron frente a su edeel de forma defensiva apuntando sus llamas encendidas hacia la demonio mineral. El corazón de Neil iba a mil cuando se percató de que era Nime, momento en el cual las velas volvieron a su sitio sin ceremonia.

-¡Nime! ¡Qué susto! -exclamó todavía casi sin aliento.