Tres tontos y un calzone de salmón

Recuerdo del primer mensaje :

El rubio miró con incredulidad al irrense, procediendo luego -y a pesar de la bajona que había tenido antes- a darle un golpe en mitad de la espalda con su atlas de anatomía. Que casi se hubiera desmayado en la biblioteca evitó que el librazo fuera con excesiva fuerza.
—¡Jerseys de cuello alto, mendrugo! —la risa le interrumpió— ¡Hablo de putos jerseys!

Echaron el resto del camino de vuelta a la Sede hablando de tonterías, y puesto que la noche se les echaba encima no se demoraron en llegar a la seguridad de la torre. No hubo sobresaltos, ni por parte de monstruos ni de irrenses que hicieran que su pobre corazón diera vuelcos inestables. En la sala principal apenas había gente y en la cocina había via libre para ellos.

—Tengo mucha hambre tío. Voy a dejar las cosas y comemos algo, que solo con una chocolatina no soy persona.
Si Milo le dejaba el cambiante se ofrecería a llevar las cosas de ambos a sus respectivos cuartos, excusando que tras la bajona de energía no debía sobreesforzarse subiendo las escaleras. En realidad necesitaba unos segundos para gritar a solas y de paso, que el moreno pusiera el cerebro sobre qué cocinar y no él.

Rena sonreía con orgullo como si el brazo lo hubiese hecho ella. Todavía no había tenido oportunidad de probarlo fuera de la Sede y se moría de ganas. Tanto la idea de Milo como el comentario de Rox le arrancaron una carcajada.

-Tío, como si no lo conocieras ya -dijo entre risas -Me temo que ya tenemos una capitana y no me atrevo a retarla en tema de molonidad,aunque igual me apunto a lo de ser pirata espacial. Eso sí, la nave la consigues tú.

Cogió un puñado de frutos secos y se los llevó a la boca mientras hacía recuento de los ingredientes.

-La verdad es que no sé a qué hora salgo, pero lo de comer juntos después me parece una idea cojonuda.

Rebuscó entre los cacharros para sacar cuencos y dos tablas de cortar que puso delante de sus amigos.

-Quería hacer calzone*, en realidad. Es mi plato favorito de Irraria. Me apetecía algo elaborado, que últimamente solo como cosas a la plancha -Guardar sobras en una cocina que compartían con tanta gente era algo complicado, así que solo cocinaba lo que sabía que se iba a comer en el momento o podía llevarse al cuarto luego.  Cogió dos cuchillos y clavó uno en cada tabla. -Vosotros a  cortar y  yo me pongo con la masa.  



*(Uso calzone a falta de un término específico)

Milo empujó con el hombro al australiano cuando este hizo un comentario burlón sobre los nerd, fingiendo indignación, y cuando la irrense secundo el “ataque” se le escapó un bufido.
—¿Me estás retando? Porque podría intentarlo, ¿eh? —rió cuando Rena le dijo que él se encargaba de la nave, imaginando ya el diseño con quizás demasiada exactitud.

Al plan de comer al día siguiente no se autoinvitó, pues tenía demasiado curro en la Clínica e iba a echar el día allí, pero en cualquier otro momento no se habría cortado ni un pelo.
—¿Calzone? —preguntó con los ojos bien abiertos cuando su compatriota dijo lo que quería preparar, empezando a salivar casi de inmediato—. Joder, si, está buenismo. —afirmó con un asentimiento efusivo de cabeza, dando un par de palmadas emocionadas sobre la mesa.

Cuando la peliverde le puso el cuchillo delante el brujo lo cogió con familiaridad y lo voleo entre los dedos con soltura, preparado para picar lo que hiciera falta.
—Me acuerdo del sabor de los de tu pueblo como si los hubiera comido ayer mismo, si te soy sincero. —reconoció con una media sonrisa. Aún tenía grabado a fuego en su memoria el nombre de la población minera en la que se había criado su amiga, del día en el que se habían conocido y había recibido sus datos en en el ordenador, y el recuerdo de comerse uno un día de fiesta entre el gentío le había golpeado con fuerza.

Rox se rio tras Rena, dejando el cuerpo muerto cuando el irrense le golpeó para dejarse llevar un poco más hacia el lado cual tentetieso.

—No te creas, todavía se las apaña para sorprenderme —respondió a la peliverde, encogiéndose de hombros con los brazos cruzados. La osa sacó trabajo para ellos, con lo que dejó su pose relajada para hacerse con el cuchillo que le había puesto delante.

—Eso era como una empanadilla gigante, ¿no? —se apartó lo justo de la encimera para ver mejor a Rena, aunque al captar de refilón que Milo estaba haciendo el tonto con el cuchillo le propinó un codazo indoloro en el costado—. Eh, te recuerdo que hace media hora casi te desmayas, ¡a ver si te vas a meter el cuchillo en el ojo, tolai!

Cogió lo que más rabia le dio -un pimiento verde- y procedió a picarlo en cachitos, atendiendo sin interrumpir. Le daba un poco de envidia ese comfort de venir del mismo mundo y poder compartir cultura con alguien de su edad.
Entonces cayó en algo. Dejó los trozos de verdura a un lado con un movimiento de cuchillo y se llevó una mano al pantalón, sacando de este su ipod. Se distrajo unos segundos buscando entre sus listas de reproducción, decantándose al final por una de pop ochentero.Puso el volumen justo para que no resultase ni molesto ni muy bajo, luego dejó el aparato sobre la encimera donde no incomodase. Le gustaba poner música de fondo para casi cualquier cosa en la que trabajase, o simplemente mientras echaba el rato con sus amigos.

-¿Yo, retándote? Qué va, te estoy invitando amablemente a que nos consigas una nave espacial -le respondió a Milo con una media sonrisa. Puso los ingredientes de la masa en un cuenco de aluminio y los mezcló con un tenedor -Podríamos ser los primeros... er... segundos monstruos en pisar la Luna.

La masa era bastante sencilla de hacer, no tardó en coger la consistencia adecuada. Rena la extendió en un molde y la apartó, luego se puso a cortar ingredientes también.

-Es más como una pizza cerrada -respondió. -Y sí los de mi pueblo eran los mejores, aunque no haya podido probar los de ningún otro sitio -dijo entre risas. Sintió un pequeño tirón en el pecho tras decir eso. Cuando planeó cocinar algo de su tierra no se le ocurrió que podía hacerle sentir nostalgia. Intentó hacer esos sentimientos a un lado, la elección musical de Rox ayudó un poco -Tío me encanta lo añeja que suena siempre la música de la Tierra -dijo haciendo una mueca.

Con la tontería se había olvidado de poner el horno a precalentar. En la sede había dos hornos: uno de leña que sólamente sabía utilizar Neil y un armatoste prehistórico que funcionaba a medias con electricidad y a medias con magia que algún residente antiguo había donado. Obviamente el segundo era el que usaba Rena, ya que ni después de todo el tiempo que había pasado en el torreón había aprendido a manejarse bien con el de leña.

-Vale, ¿qué queréis que le pongamos? Tenemos ya la cebolla, pimientos, tomate… El queso, por supuesto -Rena iba señalando los ingredientes según hablaba. El queso era irrense, uno que usaba mucho en su casa.

—Si... ¿pero eso no sería muy peligroso? —reflexiono tras el comentario de Rena, pensando a pesar de todo en formas de llegar a la Luna Roja con una nave espacial—. Solo ha tenido que aparecer en el cielo para cambiarnos por completo a niveles que no termino de comprender, así que no alcanzo a imaginar lo que pasaría si nos paseamos por encima como si tal cosa… —murmuró con una mueca, sacudiendo la cabeza para quitar de en medio los pensamientos más turbios al respecto.

El codazo de Rox en el costado no le dolió en absoluto, pero dejó de hacer cabriolas con el cuchillo con un encogimiento de hombros y siguió picando cebolla con rapidez. Hacía mucho tiempo que su madre le había enseñado la forma correcta para hacerlo sin empezar a llorar, así que apenas le picaba el hocico cuando paso a lo siguiente.
—¿Verdad? —secundo a la ursántropa con un asentimiento—. Esta me recuerda a una canción que solía cantar mi abuelo… —añadió con una sonrisa nostálgica, inclinando la cabeza hacia el ipod del cambiante con cara de estar muy lejos de allí.

La pregunta de la irrense le devolvió a la realidad, sin embargo, y un sonoro quejido de su estómago le recordó lo que tenían entre manos, así que el hacker prestó atención a los ingredientes que ya tenían sobre la encimera.
—¿Algo de pescado tal vez? —sugirió. Los calzones de carne y verdura eran los más comunes en Irraria porque el pescado era un alimento muy difícil de conseguir, pero en la Sede de los Taumaturgos la despensa estaba bien surtida todos los días.

—Me gustaba más el plan cuando era una incursión de piratas espaciales, no una posible peli de body horror —comentó con una risilla.
Estaba muy a gusto, pendiente tanto de la música como de sus amigos, cortando el pimiento al ritmo casi sin pensarlo. Dejó los taquitos al lado de los trozos de cebolla aue había cortado su amigo, haciéndose con otra cosa que cortar después.

—Para vosotros es añeja cualquier canción que ponga —rio entre dientes—. ¡Pero esta es añeja de verdad! Es la música que oían mis padres cuando eran jóvenes.
Aprovechó que el moreno estaba en el limbo y que se había acercado un poco más para darle un capirotazo en la cabeza. Para el australiano cualquier elección de relleno era buena, pero al oír que proponían pescado abrió bien los ojos.

—¿Y salmón? —dejó el cuchillo en la tabla de cortar, mirando a Rena con ambas cejas alzadas a sabiendas de que opinaría. A menos que la osa ya se hubiera atiborrado a salmón esa semana hasta aborrecerlo, Rox se esperaba la positiva—. Creo que estaría más bueno con salmón que con boquerones sin destripar.

Pilló un puñado de frutos secos y procedió a canturrear la melodía mientras tanto.

Rena se echó a reir al escuchar a Milo murmurar sobre las posibles complicaciones de un viaje espacial hasta la Luna Roja.

-¡Tío, que era coña, no te lo tomes tan en serio!

Hizo una mueca con la mención del body horror. No, definitivamente no querían eso.

-Nos quedamos como piratas espaciales y ya -sentenció. -Milo consigue la nave, Rox consigue ropa guay de pirata y yo hago calzone para que nadie pase hambre.

Los ojos le brillaron ante la mención del salmón. Era ridículo lo mucho que se había aficionado a ese pescado, y eso que técnicamente sólo lo había probado replicado. No podía esperar a tomarlo fresco.  

-Ohohoho, mira lo que han traído hoy -dijo ilusionada yendo a la fresquera. Sacó un paquete de salmón ahumado fileteado y puso parte en la tabla. -Cortadlo en tiras, yo voy a por la masa.

Llevó la bandeja con la masa extendida a la encimera. Les iba a salir un calzone gigante.

-Vale, hay que colocar los ingredientes en esta zona -dijo señalándola con el dedo -Porque si no no hay huevos de cerrarlo.

El tema de los piratas espaciales se zanjó por la vía sana tras su aportación, pues a ninguno de sus amigos (ni a él mismo realmente) le gustaba los derroteros que estaba tomando aquella conversación con lo del body horror.
—Si no os importa que tenga mucho cobre yo me curro una nave guapa. —añadió con una sonrisa burlona mientras terminaba con las zanahorias y se estiraba para alcanzar un trapo con el que secarse las manos.

El apunte de Rox sobre la música humana era bastante acertado, casi todo sonaba anticuado si lo comparabas con los estilos irrenses, pero en cierto modo era parte de su encanto. En temas de sonido a Milo siempre le había tirado más la vieja escuela, algo que quedaba bastante claro al escuchar las listas de reproducción que tenía en su ordenador, y por eso mismo las canciones que ponía el cambiante le sonaban tan bien.
—¡Oye! —se quejó cuando el susodicho le dio un capirotazo, frotándose el punto de impacto con una mueca—. ¿Y esa agresión a cuento de qué viene, caraovillo? —le preguntó, fingiendo un tono de enfado que estaba lejos de sentir.

El salmón fue la elección unánime tras la sugerencia del coreano y en cuanto la ursántropa lo sacó de la despensa con cara ilusionada el brujo empezó a trocearlo como le había indicado, haciendo cortes firmes a medida a que las fuerzas le iban volviendo.
—¿Tendrá extra de queso, verdad? —preguntó, organizando los distintos ingredientes para que fuera más fácil ponerlos en la masa—. Fundido y jugosito —murmuró con tono de ensoñación, notando como la boca le empezaba a salivar—. Ricolicioso...

—Y si yo elijo la ropa seríamos los piratas más guapos de toda la galaxia, que lo sepáis.

Aunque se engañase con frutos secos su apetito llevaba abierto de hacía ya un buen rato, sobre todo al pensar en lo que iban a comer. Por desgracia tendría que conformarse con llenarse los carrillos de nueces mientras tanto, aunque supieran a poco al lado del calzone.
—Así espabilas —respondió al moreno con la boca llena y el murmullo de una risa, habiéndole dado antes un empujón por ser llamado caraovillo otra vez.
Cogió un taco de salmón, fijándose en como lo cortaba su amigo para hacerlo igual, aunque la tarea le duró poco. Cuando Rena les dio otra orden separó el cuerpo de la tabla para asomarse y fijarse en lo que decía, dejando el pescado a Milo para dedicarse a rellenar la masa.

—¡Uuuh, extra de queso blanco, por favor! —coincidió. Detuvo lo que estaba haciendo con las siguientes palabras del chico, conteniendo la risa pero no la mirada que le dedicó a Rena por ellas. «¿Me puedes explicar que es lo que le he visto a este pavo?», de poder hacer el hechizo de telepatía se lo habría preguntado directamente—. Jugosito y ricolicioso —repitió por lo bajo, burlón, retomando su trabajo. Si Rena no le pegaba no se quedaría a gusto.

>>¿Qué queréis hacer mientras esperamos? ¿No tenéis memes o vídeos graciosos en el brazo? —le dio un vistazo a la prótesis de Rena, preguntándose si conservaría sus archivos, asímismo recordando otra cosa: las fotos que se habían hecho Milo y él en la biblioteca—. ¡Eh, que tenemos que estrenar tu pata nueva! Tiene cámara, ¿no?

-Pues claro que tendrá extra de queso, ¿por qué irrense de pacotilla me has tomado? -respondió Rena fingiendo indignación.

Se puso con Rox a colocar los ingredientes mientras Milo terminaba de cortar el salmón. Puede que se estuvieran emocionando demasiado. Tuvieron que quitar algunos ingredientes para hacer hueco al pescado.

-Por favor, dime que no has dicho ricolicioso en serio -dijo Rena mirando al brujo como si estuviera decidiendo si pegarle o no una colleja -Que seas un puto nerd tiene su encanto pero hay límites para todo.

Al final Milo se libró de la colleja gracias a que el horno ya estaba listo y aún no habían cerrado el calzone. Lo hicieron con prisa pero con cuidado, y lo metieron por fin en el horno. Ya solo quedaba esperar.

Cuando Rox preguntó por la cámara de su brazo nuevo se llevó las manos a la cabeza.

-¡No, joder, se me ha olvidado hacer fotos del proceso! Bueno, haré fotos del resultado final, supongo.

Se sentó en una de las banquetas y se metió un puñado de frutos secos en la boca antes de poner el temporizador de su ordenador. Luego pasó a su carpeta de imágenes.

-He hecho algunas selfies y funciona bien, lo que aún no he hecho ningún vídeo pero quería grabar algunas sesiones de sparring si mis compis me dan permiso. -Les enseñó las fotos que se había hecho con sus conjuntos favoritos y algunas transformada en oso y poniendo caras raras. Obviamente los otros tipos de selfie estaban en una carpeta con contraseña. También había un par de fotos de edificios que le habían llamado la atención o de dragones volando. -No hay nada interesante, en realidad.

Milo no comento nada sobre lo de ser los piratas más guapos de la galaxia, pues no dudaba del buen gusto en el vestir del australiano, pero cuando el cambiante se burló de él con la boca llena fingió indignación mientras ponía los ojos en blanco.
—Yo soy muy espabilado. —replicó con una mueca, terminando de picar el salmón con un movimiento ágil de cuchillo.

El bullying no iba a acabar ahí, sin embargo, pues su comentario parecía haberles hecho más gracia de la que pretendía a sus amigos. Ricolicioso era una palabra que le encantaba, algo que decían mucho sus hermanitas cuando eran pequeñas, y que se metieran con él por decirla en voz alta no le afectaba en absoluto.
—Es lo que he dicho, sí, vocabulario básico de gente que mola. Está bastante claro porque no la usáis nunca. —contestó poniendo su mejor cara de altivez mientras se preparaba para esquivar cualquier colleja que pudieran lanzarle.

Después de aquello el calzone fue directo al horno, donde poco a poco empezó a dorarse, y mientras esperaban a que estuviera listo los tres jóvenes se pusieron a mirar fotos en el brazo de la ursántropa.
—¿Con quién entrenas? —le preguntó a su compatriota cuando mencionó las sesiones de sparring, interesándose por aquella faceta del día a día de su amiga de la que apenas sabía nada.

Mientras esperaba una respuesta el brujo cogió un puñado de frutos secos y empezó a picotear por puro sincio, tratando de engañar a sus papilas gustativas mientras el olor de la cena inundaba la cocina.

Se ahorró la sarta de puyas que podía soltarle a Milo después que este asegurase ser espabilado, sonriendo con los labios pero no con la mirada. Lo cierto es que el australiano había conocido cacatuas más avispadas que el hacker. Una risa sarcástica le sobrevino con su insulto.
—Mira, me voy a callar solo porque te aprecio y porque sin ti sería yo el saco de boxeo de Rena, y prefiero que sigas ocupando tú ese puesto.

A Rox se le iban los ojos de cuando en cuando al horno, con muchas ganas de que saliera la cena a la de ya. De mientras imitó a Rena arrastrando una silla para sentarse a su lado, pegándosele al brazo para ver mejor lo que les enseñase.
—Yo me conformo con que nos hagamos una foto cuando vayamos a comer. Hemos dicho de imprimir las fotos que hizo Milo en la cosecha, quiero cosas con las que decorar el cuarto.
Comentó algunas fotos que iba viendo: "esa chaqueta te queda super bien”, “que guapa” o “se te cae toda la baba" en caso de las fotos osunas. Imaginarse a un oso haciéndose selfies era suficiente para sacarle la risa.

—¿En serio? —preguntó con fingida lástima, que no acompañaría a su gesto posterior, a eso de que no tenía cosas de interés; ahora le tocaba chincharla a ella. Alzó una ceja con una sonrisa maliciosa—. ¿Eso es que has perdido todos tus vídeos porno?

Se contendría la risa hasta ver su reacción. Sabiendo lo cerca que estaba si recibía una hostia no podría esquivarla, pero no le importaba. En el horno el calzone ya emitía muy buen olor.

-Pueees, entreno principalmente con Zarpa, pero a veces se uno más gente. Si no me diese miedo que te de un yuyu te diría que te unieras, aunque igual puedes venir a mirar -respondió. La verdad es que incluso con las bajadas de azúcar Rena creía que su amigo podía beneficiarse de entrenar un poco, no todo iba a ser magia.

El calzone ya olía, y su estómago se estaba manifestando. Unos pocos frutos secos no podían competir con el queso derretido. ¿Deberían ir llamando al resto? No era plan de que se lo comiesen frío.

Entonces Rox hizo el comentario del porno. Rena estuvo a punto de mandarlo a la mierda pero se le vino una idea a la cabeza.

-Vaya, no sabía que te interesase tanto pero si es así puedo enseñároslo. ¿Cuál era tu tipo, altos con el pelo negro? -dijo con una sonrisa maliciosa.

La alarma del temporizador se activó entonces, dándole la excusa para poder huir de cualquier posible consecuencia.

Milo se limitó a poner los ojos en blanco ante la última pulla de Rox, acomodándose en la mesa mientras dirigía su atención a la pantalla de su amiga. Aquel breve momento de relajación mientras esperaban a que el calzone estuviera listo le vino muy bien para que los últimos rastros de fatiga mágica desaparecieran, pero el ambiente y el calorcito que sentía en el pecho gracias a la buena compañía contribuyeron a que poco a poco empezara a asaltarle otro tipo de cansancio. Después de cenar el brujo iba a caer redondo sin remedio.
—Si que debería hacer más ejercicio, si… desde la Luna apenas he dedicado tiempo a entrenar —reconoció con un bostezo, apoyando la barbilla en su mano orgánica mientras olisqueaba el aire sin disimulo—. Entre el trabajo, los estudios de magia y los enanos no me queda tiempo para nada. —comentó con una sonrisa ligera, consciente de que sus amigos estaban en una situación similar con sus propios quehaceres.

La conversación se desvió rápidamente hacia temas más comprometedores y el brujo no pudo evitar reír ante la puya de del cambiante, pero cuando la ursántropa replicó de vuelta el chico aguzó el oído.
«¿Morenos y altos?» pensó extrañado, preguntándose si era algún tipo de indirecta que le implicaba a él también.

La simple idea de que fuera así le hizo enrojecer aunque nunca se había parado a pensar en el australiano de aquella forma, pero por suerte su turbación pasó desapercibida cuando sonó el timbre del horno. «Déjate de tonterías, Milo» se dijo, poniéndose en pie con la intención de poner la mesa para huir de aquella situación.
—¿Llamamos a los demás o ya habrán cenado? —preguntó tras un ligero carraspeo, evitando el contacto visual con los otros dos mientras rebuscaba en los armarios aún con la cabeza hecha un lío.

El revés que le proporcionó Rena no se lo esperaba, tanto que toda sonrisa se desvaneció de su rostro. Sus mejillas no tardaron en arder, y viendo que tenía la pata muy metida en el barro se esforzó en sonreír de nuevo, soltar un bufido y, como podía, actuar como si nada.
—Ya claro. Que graciosa eres.

Fulminó a la irrense con la mirada mientras esta ponía pies en polvorosa, con el cuerpo tenso, aún en shock y una sonrisa cada vez menos convincente. No se atrevió a mirar a Milo directamente, pero cuando este se levantó para poner la mesa el miedo a que hubiera sumado 2+2 le sobrevino. Se tragó una carcajada histérica como pudo, y para no hacer la situación aún más incómoda siguió el ejemplo de sus amigos, poniéndose en pie para ayudar. De hecho, llamar al resto era su oportunidad perfecta para escaparse.

—Venga —respondió deprisa—. Voy avisando.

Al pasar cerca de Rena le puso una mano en el hombro, dándole dos palmaditas sin dejar de andar. Si se hubiera quedado a solas con la peliverde la situación sería muy diferente. Quizás un par de gritos, una colleja o varios pinchazos en los costados, y lo más probable, él mismo aplanándose la cara de tanto empujársela contra las manos.

—Yo te mato —susurró, tan bajito que apenas sería un movimiento de labios. Si Rena le miraba vería que estaba aguantándose la risa.
Yendo a un ritmo que no delatase las muchas ganas que tenía de pirarse, Rox se perdió escaleras arriba.

Rena tenía suerte de estar de cara al horno porque así ninguno de sus amigos se daría cuenta de lo mucho que le estaba costando aguantarse la risa. Conociendo a Rox, seguro que le tenía que estar dando un infarto en ese momento, y por un instante se sintió un poco mal, claro que cuando el coreano fue a amenazarle vio que estaba todo bien.

-Me gustaría verte intentándolo -le respondió Rena con una sonrisa ladeada.

Mientras Rox hacía una retirada estratégica Rena apagó el horno y cogió un par de trapos para sacar la bandeja. En cuanto abrió la puerta el calor y el glorioso aroma del calzone le dio en la cara.

-¡Joder, esto huele que alimenta!

El calzone tenía una pinta magnífica. Iba a tener que hacer esfuerzos por no babear encima de la bandeja << Ya pueden darse prisa los demás o se van a quedar sin>> pensó. Dejó la bandeja sobre la encimera y sacó rápido la cámara para hacerle varias fotos.

-¡Míralo, si es que es guapo desde todos los ángulos! -exclamó. -¡Nuestro hijo!

Por el rabillo del ojo vigilaba a Milo, atenta a ver si el chico se había coscado de algo a raíz de su comentario. Su amigo podía ser despistado, pero no era tonto. Con suerte su maniobra rastrera les daba un empujón a los dos.

Una parte de Milo respiró aliviada cuando Rox fue a avisar al resto, pues el brujo podía aprovechar aquellos minutos sin su presencia para aclarar sus pensamientos, pero Rena seguía allí y no había que ser muy listo para deducir que ella sabía algo que él no.
—Huele de maravilla, si... —coincidió con su entusiasmada amiga, evaluándola con la mirada mientras se debatía sobre si abordar aquello de frente o dejarlo pasar—. ¿Crees que habrá para todos? —preguntó al final, decantándose por la segunda opción por miedo a meter la pata hasta el fondo—. Podemos usar un hechizo de agrandamiento… —murmuró para sí, disponiendo los cubiertos sobre la mesa con rapidez en un intento de alejar aquellas ideas de su mente.

Tenía que haber sido un comentario casual, sin segundas intenciones, o eso es lo que el brujo quería creer y con cierto esfuerzo casi logró autoconvencerse del todo. «No te hagas ideas raras, Milo» se dijo una última vez antes de aparcar de todo el tema, pero si un mentalista hubiera podido escuchar sus pensamientos habría percibido cierto tono de duda en ellos.

El comentario de la irrense le devolvió a la realidad y no pudo evitar reír, acercándose a admirar el resultado con una media sonrisa en el rostro.
—¿Y nos lo vamos a comer sin que haya aprendido a andar siquiera? —inquirió con una mueca divertida—. Al final va a tener razón todo el mundo con eso de que la Luna nos convierte en monstruos. —bromeó con una nota de humor negro, dándole un suave codazo cómplice a su amiga mientras se relamía con apetito: tenía una pinta cojonuda.