Canción de Escudos y Espadas

Recuerdo del primer mensaje :

Kolja estaba sentado en la muralla, un sitio que había empezado a frecuentar en los momentos de ocio, cuando no tenía nada que hacer. Había subido unas cuantas almohadas y se había montado un pequeño pero cómodo lugar en el que pasar las horas haciendo tareas monótonas o simplemente para disfrutar del silencio y tener tiempo para pensar en sus cosas. Cuando se hacía de noche, cubría todo con una manta para que los murciélagos no lo pusiesen todo perdido.

En aquel momento estaba afilando unas espadas y bañándolas en aceite protector, un trabajo que le relajaba. Ni siquiera eran espadas que el fuese a utilizar necesariamente, pero el estado en el que habían dejado todo el equipo de la armería le exasperaba, y cuidarlo se había convertido en una de sus tareas diarias.

Con escudo en mano escuchó la propuesta de Kolja sobre probar su nuevo equipamiento. Por el escudo no hubo ningun problema, es más estaba impaciente por probarlo. El problema radicaba en la espada que tuvo en su mano derecha, todavía no quería manejarla. Aceptó el entrenamiento improvisado pero solo usando una espada de entrenamiento.

Recogieron todo lo necesario y marcharon al patio. El ruso estaba nervioso por no saber qué clase de rutina va a seguir a partir de ese día.

—¿Qué vamos a hacer para probar ésto? —preguntó cuando ambos estaban listos, levantando un poco su escudo.

Kolja cogió un escudo como el de Adam y una espada de entrenamiento y subió las escaleras al patio.

-Mira, este escudo es bastante similar a el que utilizaban los romanos en su día, así que vamos a empezar por ahí- explicó.- Lo primero es como agarrar el escudo. Me imagino que habrás visto en bastantes películas que atan el escudo al antebrazo y luego lo sujetan delante de su cuerpo, en posición horizontal. Pues en el caso de los romanos es diferente. Como ves el escudo es rectangular, con una ligera curvatura hacia adentro. Los romanos agarraban el asa desde abajo, para poder colocar el antebrazo contra el interior del escudo y así darle más firmeza - mientras hablaba, iba haciéndolo el mismo, demostrándolo.

Pasó a explicarle como sujetar la espada, como colocar los pies, la posición de la cintura, al igual que el hecho de tener que tener el escudo siempre levantado a la altura de la barbilla, de que la espada, en el estilo de combate romano, se usaba para dar estocadas en vez de tajos, etc.

-Se que esto es mucha información, no te preocupes si te cuesta recordarlo todo. Al principio vas a tener que pensar mucho en ello, pero luego la memoria muscular irá tomando el control- le tranquilizó.

-Durante las próximas semanas empezaremos con movimientos básicos, repitiéndolos una y otra vez hasta que te sean tan naturales que no tengas ni que pensar cuando los realices. Luego pasaré a enseñarte como utilizar el escudo, ya que no solo sirve para protegerte, sino que es un arma muy importante de tu equipamiento y finalmente te enseñaré como reaccionar contra diferentes enemigos con diferentes armas.

Hizo caso a todas las instrucciones de Kolja. Fue muy curiosa y a la vez lógica su explicación de por que el asa del escudo está orientada en vertical. Imitó las acciones del alemán al agarrar el escudo, notando que durante todo este tiempo lo estuvo agarrando mal. Agradeció que sus explicaciones fuesen claras y entendibles mientras tomaba nota sobre todo: pose correcta, agarre de la espada, posición del escudo…

Kolja tuvo razón. Retener tanta información y aplicarla en un combate real tiene que ser difícil y más cuando tu oponente tiene intenciones de matarte. Se preguntó por un momento si de verdad iba a ser capaz de ser competente en el combate cuerpo a cuerpo <<Supongo que el tiempo lo dirá...>>. Cuando acabaron las explicaciones asintió con fervor al resumen de las duras semanas que va a vivir en el torreón.

—Debo ser más fuerte, por vosotros —se dijo en un arranque de motivación.

Pasaron los días, Adam asistió al desayuno con todo el grupo y se habló sobre una posible salida. El ruso aceptó con determinación acompañar a quienes querían salir a explorar, decidido en protegerlos de cualquier amenaza con su nuevo equipamiento y conocimiento. En la tarde Kolja quiso hablar con Adam, parece que el tema de conversación era su entrenamiento.

—¿De qué quieres hablar Kolja? —preguntó curioso.

Las semanas fueron pasando, mientras Adam aprendía rápido los conceptos básicos, pero había un problema que Kolja deseaba mencionarle. Fue dejándolo pasar, hasta el día que decidieron hacer otra salida importante. Tenía que mencionarlo.

Después de la comida, Kolja le pidió a al ruso que le acompañase, para hablar sobre su entrenamiento. Juntos se sentaron en la muralla y el vikingo se dispuso a contestar al ruso.

-Quería hablar contigo sobre el entrenamiento antes de la salida de mañana- empezó.- Lo primero es que vas muy bien, aprendiendo a una buena velocidad, pero hay un problema y es que a menudo... dudas. Como cuando entrenamos el ataque a la cara con el escudo. Atacas con el escudo hacia mi cabeza, lo que me hace levantar mi propio escudo, quitándome la visión durante un segundo y dejando mi abdomen desprotegido. Hasta ahí todo bien. Pero cuando tienes que lanzar la estocada a mi abdomen, vacilas y me das tiempo a bajar el escudo- intentó hacerle ver.

-Podemos seguir entrenando, vamos a seguir entrenando- prometió.- Pero hasta que te libres de esas dudas vamos a estar algo estancados, y no se si yo puedo ayudarte con ello, creo que es algo que tienes que solucionar por ti mismo.

Sentado en la muralla atendió a Kolja. Su explicación inicial acerca de su rápido aprendizaje lo hizo sonreír, pero lo siguiente hizo borrar poco a poco su expresión feliz. Por momentos tuvo miedo de que Kolja lo rechazase por esas dudas. Cuando el alemán le prometió entrenarlo aun con esa tara se sintió agradecido por la fe que tenía en él, pero todavía tenía un problema pendiente en su interior.

—Yo… —empezó para inmediatamente callar—. Kolja, ya sabrás por lo que dije que tengo una aversión hacia las armas, pero creo que me equivoco <<¡Cállate, no hables!>>. Creo… creo que tengo miedo de mí mismo, d-de volver a hacer daño <<¡No sigas!>> —Adam quería continuar, hablar con Kolja sobre su problema. Estaba aterrado por su reacción, pero algo lo impulsó para poder continuar—. Hice algo horrible… —tenía un nudo terrible en la garganta—. Hice algo horrible a un ser querido con un puñal y no puedo parar de pensar en eso cada vez que entreno contigo y… —aguantó como pudo sus incesantes ganas de llorar, soltando un suspiro entrecortado— temo convertirme en un… monstruo.

El ruso no se sintió muy bien contando su pensamiento a Kolja, otro más sabía sobre sus acciones pasadas en cierta manera. Aunque lo consideró necesario, necesario para que el alemán, dentro de su juicio, le diese guía con ese miedo terrible a dañar y, quizás, le comprendiese un poco mejor.

No había necesitado un explicación y por ello no le había preguntado por ello. Cuando empezaron a entrenar Adam había dejado clara su aversión a las armas y Kolja se había imaginado que debía tener algo que ver con su pasado, pero había decidido no preguntar hasta que el ruso decidiese contárselo por si mismo. No se había esperado que su nueva conversación le motivase a contarlo.

Kolja escuchó atentamente mientras Adam hablaba, o lo intentaba, puesto que hacía pausas a menudo. Claramente lo que le tenía que decir le resultaba difícil de compartir. Cuando el rusky terminó de contarle la historia, sin entrar en detalles, Kolja comprendió mejor cual era la situación.

-Adam, no tienes que tener miedo de compartir este tipo de cosas. Los accidentes ocurren y son parte de la vida. Lo importante es aprender de ellos, y viendo como te comportas, está claro que tu lo has hecho, aún si te ha quedado un trauma de ello. Con estos entrenamientos no pretendo tan solo enseñarte a defenderte, sino también cuando defenderte. Está claro que pecas de cuidadoso, pero en mi opinión no tienes de que preocuparte, puedes soltarte. El hecho de que pasases por ello te ha dado una visión que otra gente no posee y eso es algo que tu tienes a tu favor. No estoy diciendo que lo que hiciste fuese algo positivo, nada más lejos de mi intención, pero en vez de dejar que te aplaste, puedes aprender de ello, sin que te limite. Tu no eres mala persona, y mucho menos eres un monstruo, el simple hecho de que lo que sucedió te pese tanto es prueba suficiente de que eres una buena persona. No deberías tenerte en tal mal juicio- intentó hacerle ver.- No se si le has contado esto a alguien más, pero si lo has hecho tienes que haberte dado cuenta de que no te lo han echado en cara. Si otros son capaces de perdonarte, tu tienes que poder hacer lo mismo. Seguro que esa persona también te a perdonado, que sabe que no era tu intención, que tu nunca deseaste hacerle daño, que simplemente de dejaste llevar por las emociones, ya fuese ira o miedo y que has aprendido la lección, que has aprendido a controlarte, a no dejar que te dominen tus sentimientos.

Realmente consolar no era lo suyo. Ni expresarse, si lo pensaba. Sinceramente esperaba haber podido ayudar al rusky a aligerar aquel peso que amenazaba con aplastarle, pero el nunca había sido una persona en los que otros buscaran consejo, le faltaba el tacto para tratar temas tan delicados. Se consideraría afortunado si por lo menos no había empeorado la cosa.

Adam agarró los codos de sus brazos abrazándose un poco mientras escuchaba a Kolja. Pecaba de cuidadoso, claro que lo sabía, pero su compañero tuvo algo de razón en que debía defenderse y no dudar ante cualquier criatura que los atacasen… pero, ¿y si un desconocido quiere matar al ruso? ¿Repetiría de nuevo lo mismo o se arriesgaría a que lo matasen? En su cabeza todo era muy difícil: matar por defenderte, pero le aterraba el caso de que, quien fuese el que lo intentase matar, tuviese seres queridos, amigos, sentimientos, una valiosa vida…

Durante su escucha el ruso evitó la mirada del alemán. Cerró un poco sus ojos cuando escuchó de su maestro que él no era un monstruo. Le alegraba saber que, por fuera, los demás lo viesen como alguien bueno y amistoso. Pero cuando escuchó salir de la boca de Kolja que “esa persona” lo perdonaría, miró al alemán con los ojos muy abiertos y el labio inferior algo levantado.

—Claro que me puede perdonar. ¡¡Claro!! ¿¡Cómo no se me ocurrió!? —explotó en una iracunda teatralidad. Comprendió los intentos de ánimo de su compañero, pero eso lo hirió y no poco. Cuando terminó de exclamar soltó un leve risa que parecía más un suspiro—. ¡Ese es el puto problema conmigo, que los muertos no perdonan! ¡Una maldita vida no se compensa con aprender una lección de mierda! —soltó todo eso mientras movía fuertemente sus manos en el aire, enfatizando su frustración. Agarró a Kolja con algo de fuerza por sus hombros pero sin compartir miradas. Las lágrimas brotaban de sus ojos pero algo le hizo soltar una triste risa —Tienes razón… me dejo llevar, como ahora. Intenté por años dejar de ser tan impulsivo como me decían los psiquiatras… pero ya ves para lo que me sirvió. Me veréis como el simpático Adam que solo quiere ayudar, pero tengo las manos manchadas y eso nunca va a cambiar.

Soltó despacio a Kolja, temiendo asustarlo con ese remolino de sentimientos que lo invadió.

Y hablando de no empeorar las cosas, desde luego tenía un don para meter el dedo en la llaga. Adam explotó con sus últimas palabras. Y entonces llegó la confesión de que había matado a aquella persona. Kolja palideció, la verdad es que no había pensado que el ataque hubiese llegado hasta aquel punto, pensaba que lo había herido de gravedad, quizás que lo había dejado paralitico, pero no se había imaginado aquello. Se recompuso e intentó calmar la situación, aunque con su suerte...

-Adam, Adam, tranquilízate, está bien. Mira, no te había llegado a entender del todo, pero eso no quita que sigas sin ser un monstruo ni mala persona. Desde luego lo que hiciste estuvo mal, terrible, pero no era tu intención y haces todo lo que está en tu poder por que no te vuelva a pasar. Todos tenemos prontos de ira, a todos nos cuesta controlarlos, y tu igual tienes más dificultades. A mi mi madre me enseñó a controlarme. Si no lo hubiese hecho imaginate, un chico rodeado de armas y con un padre y unos hermanos que no paran de cabrearle, hubiese sido una catástrofe. En mi caso mi madre me aconsejó que lo aplazase, que discutiese si lo necesitaba y que después saliese al patio a soltar la frustración y el enfado. O durante, si sentía que iba a sobrepasarme, que simplemente me fuese y me calmase golpeando un monigote, o una barra de metal. Quizás no es lo que te recomendaría un psicólogo, pero a mi me funciona. Y no tienes ni idea de lo que lo he necesitado los últimos años- le aconsejó.

-Y en cuanto a lo de las manos manchadas, tu culpa, no se, haz penitencia si lo consideras necesario, o dedícate a salvar vidas en un futuro, conviértete en médico o sanitario. O bombero, yo que se. O dedícate a algo con lo que hagas a la gente feliz, no se, si te sirve de algo a ti, igual solo estoy soltando chorradas que no te sirven de nada. Yo..., la verdad es que no tengo ni idea de por lo que has pasado y por lo que estas pasando, no se que decirte o recomendarte, dioses- dijo mientras se rascaba la nuca- Yo no soy bueno dando consejos, no se que necesitas, creo que carezco de la empatia necesaria para recomendarte correctamente, no lo se. Igual alguien con Chromsa te puede ser de más ayuda, esa pequeña nutria es un rayo de sol personificado, igual sabe decirte algo que te haga sentir mejor, yo..., de verdad que no lo se, me gustaría poder ayudarte, pero no tengo ni idea de como. Lo siento Adam, no soy la persona que necesitas que sea, ahora mismo.

Se quedó quieto, abriendo y cerrando la boca y moviendo las manos, sin saber que más decir. Lo único que deseaba era no haber herido a su amigo, haber vuelto a empeorar las cosas.

Adam tardó un rato largo en recomponerse, sollozando mientras inhalaba entrecortadamente producto del estrés. Ello no le impidió escuchar a Kolja, de quien el ruso temió haberlo asustado o perturbado con su arrebato emocional. Cuando el alemán terminó, Adam se limpió como pudo las lágrimas con su algo apulgarada bufanda.

—Chromsa es muy bueno conmigo eso es verdad —miró a Kolja con un brillo en su mirada—, pero no pienses que tú eres menos tío. Has intentado animarme y creo que me viene bien soltarme con alguien que no sea mi psiquiatra, me estáis dando un motivo para sentirme mejor y valoro mucho eso de vosotros.

Reconsiderando todo lo que le dijo, Adam admiró mucho el esfuerzo que Kolja hizo con él. Se compadeció por su incómoda confesión del final y jamás desprestigiaría el valor de sus palabras. El ruso logró tener una breve sonrisa de nuevo.

—Eso de ser una persona que mire por los demás francamente me encantaría serlo —confesó con los párpados ya enrojecidos del roce al limpiarlos—. Formé parte de una banda criminal, acabé con quien quería… pero quiero enmendar mis errores, ser alguien… mejor para todos y para mí mismo —se puso la mano en el pecho, recalcando lo último.

Adam suspiró con pesadez. Aunque no lo pareciese esa liberación de sentimientos le vino muy bien para calmar sus adentros.

—Siento… haberte agarrado de esa manera, soy muy burro a veces —se disculpó levantando las palmas.

Kolja soltó un suspiro, un largo suspiro, por lo menos parecía que no había vuelto a cagarla como antes. El rusky aún necesitó algún tiempo para tranquilizarse lo suficiente como para poder hablar, pero finalmente lo logró, lo cual alivió mucho al alemán, que sin darse cuenta había tensado todos los músculos, esperando otro arrebato causado por su propia estupidez.

Kolja agradeció las palabras de Adam, aunque no sentía que realmente hubiese hecho mucho bien aquella tarde. Al menos su consejo acerca de los posibles trabajos que podía desempeñar su pupilo parecían haber llegado a buen puerto, la idea parecía animar al rusky.

-Me alegro de poder haber ayudado, aunque de verdad que no se si me merezco el crédito que me das. Tu no eres mala persona Adam, y estoy seguro de que por ti mismo hubieses hecho algo como lo que te he aconsejado, sin necesidad de terceros-le dijo, muy serio, para que viese que de verdad creía en lo que decia.

-Pero si, me alegro de poder haberte ayudado, y piénsalo, esta ciudad está llena de peligros, seguro que necesitan a alguien como tu que cuide de la gente que no puede hacerlo por si misma. Yo me ocuparé de que militarmente estés preparado para ello, medicamente no puedo ayudarte, pero si se trata de como aprender a defenderte, ti mismo o a otros, soy tu hombre. Tu quédate conmigo y en unos meses podrás ver un progreso que ahora mismo no puedes ni imaginarte- le animó.

-Sobre lo de que me hayas agarrado, no te preocupes ni un segundo, peores magulladuras vamos a recibir los dos en los meses de entrenamiento que te quedan- le dijo, quitándole importancia con un gesto de la mano y una sonrisa.

La comprensión de su maestro conmovió a Adam. Aunque Kolja dijese lo contrario logró que el ruso tuviese paz mental, una paz que no tuvo desde hace años cuando éste le dio no un consejo, sino un propósito: proteger. El escudo con el que estuvo entrenando se transformaría en un símbolo, un recordatorio de que si alguno de sus amigos conocidos y por conocer enfrentan cualquier problema, él estará ahí para ellos.

Sonrió ante el último comentario de Kolja, olvidando el hecho de que su maestro mide dos metros y poco daño podría hacerle con un simple agarre.

—Prometo que, a partir de hoy, cero dudas en los entrenamientos. Me aplicaré de verdad —prometió ofreciendo su mano como aquella vez, ese momento en el que pilló a Kolja algo resquemado y se la rechazó—. ¿Amigos? —preguntó pero ya con una sonrisa algo burlona.

Kolja sonrió ante la alusión a aquella tarde que quedaba tan lejos. En aquel momento el rusky era un total desconocido y aquel gesto le había parecido demasiado precipitado. En el tiempo que había pasado desde entonces Adam se había convertido en su pupilo y, si, en su amigo.

-Amigos- respondió con una gran sonrisa.