Canción de Escudos y Espadas

Recuerdo del primer mensaje :

Kolja estaba sentado en la muralla, un sitio que había empezado a frecuentar en los momentos de ocio, cuando no tenía nada que hacer. Había subido unas cuantas almohadas y se había montado un pequeño pero cómodo lugar en el que pasar las horas haciendo tareas monótonas o simplemente para disfrutar del silencio y tener tiempo para pensar en sus cosas. Cuando se hacía de noche, cubría todo con una manta para que los murciélagos no lo pusiesen todo perdido.

En aquel momento estaba afilando unas espadas y bañándolas en aceite protector, un trabajo que le relajaba. Ni siquiera eran espadas que el fuese a utilizar necesariamente, pero el estado en el que habían dejado todo el equipo de la armería le exasperaba, y cuidarlo se había convertido en una de sus tareas diarias.

—Eso sería genial, quizás encuentre alguno cómodo para mí —respondió con algo de ilusión. Se preguntó si quizás estuviesen disponibles escudos distintos al espejo improvisado de Kahlo, quería uno que fuese lo más cómodo posible pero duradero también.

Kolja propuso a Adam sentarse y atender a su tratamiento a las espadas. Siguiendo su sugerencia se sentó, acompañándolo. Soltó un suspiro de alivio al saber que empezaría con una espada no real. Procuró enfrascarse en observar cómo Kolja cuidaba las espadas con meticulosidad.

Era curioso lo contrarios que eran sus sentimientos con respecto a las armas desde su punto de vista: Kolja se encargaba de tratarlas, mantenerlas y perfeccionarlas, mientras que él las repudiaba; deseaba con todas sus fuerzas que la espada que cuidaba con tanto mimo el alemán se partiese en mil pedazos. Se detuvo en sus pensamientos por considerarlos demasiado sombríos para Kolja, no quería que, de pensar tanto eso, sucediese de verdad por una rara casualidad del destino. Aun así se animó a preguntar una cosa.

—¿Por qué cuidas esas espadas? ¿Qué te impulsa a, eso, cuidarlas? —tenía curiosidad genuina. Deseaba saber más sobre el punto de vista de Kolja con respecto a esos horribles filos de metal.

Adam aceptó la invitación a sentarse y Kolja empezó a explicarle como pasar la piedra de afilar por el filo de las espadas y como aplicarles la ligera capa de aceite. En un primer momento el rusky simplemente le escuchó sin intervenir, pero no tardó demasiado en formular una pregunta. Kolja reflexionó un  segundo antes de responderle, para poner en orden los motivos que se le venían a la cabeza.  Le parecía extraña la pregunta, ya que había hecho alusión a su historia familiar unas cuantas veces, pero recordó que Adam había llegado un día más tarde y que seguramente nunca le había oído. Tampoco recordaba haberlo visto por el salón cuando Luci, Alec, Kahlo, Lethe y él hablaron sobre sus mundos y su vida en general.

-Supongo que no te lo había dicho, pero mi familia da mucha importancia a nuestra historia. Un antepasado mio, del siglo XII, era un herrero en una aldea danesa, pero fue desterrado y se instalo en Alemania, no te voy a aburrir con la historia de por qué. La cuestión es que generación tras generación, los directos descendientes fueron heredando la forja, ampliándola y adaptándose a los tiempos en los que vivían. Y así llegó a las manos de mi padre, que nos enseño a mis hermanos y a mi el oficio- contó.

-Además, mi padre, desde una edad muy temprana, me enseñó a utilizar las mismas armas que forjábamos, me apuntaba a ferias y todo tipo de eventos en los que pudiese hacer gala de mi habilidad y al mismo tiempo hacía publicidad del negocio, ya que todo lo que usaba era nuestro, normalmente obra mía. Así que, ya ves, mi vida han sido las armas, desde siempre. El hecho de ver lo mal forjadas y cuidadas que están las de este lugar, me provoca un dolor casi físico y como no puedo volver a forjarlas, por lo menos me ocupo de darles el cuidado que necesitan.  Además, es una buena forma de pasar el tiempo- dijo, encogiéndose de hombros con la última frase.

Le asombró. Todo sobre la vida de la Familia de Kolja, su pasión en la herrería, su afinidad a manejar armas, todo era impresionante. La chispa de emoción en los ojos de Adam brilló más que nunca, recibiendo una respuesta que no solo dispersó sus dudas, sino que también le mostró una filosofía sobre el armamento que le fascinaba.

No pudo evitar comparar la familia de Kolja con la suya. No sabía mucho sobre sus antepasados y todo su círculo familiar era normalucho. Tenía como todo el mundo: tíos, primos, abuelos; pero ninguno de ellos terminó de cuajar en él, prefiriendo otras compañías que acabaría por maldecir en la actualidad. Lo único que pudo recordar era a su padre, a quien le gustaba coleccionar navajas y quiso transmitirle ese hobby regalándole una navaja. Nunca lo culpó por darle el arma homicida de aquella noche, siempre se culpó a sí mismo por ser quien cometió ese acto inhumano.

—Entiendo, te debe dar muchisimo coraje ver un estropicio de armamento —respondió con algo de tristeza en sus palabras—. Te admiro mucho, ojalá yo tuviese la fuerza que tú tienes ante las armas —levantó un poco sus comisuras, no mejorando su expresión triste. Miró hacia una de las espadas frunciendo su ceño—. Yo no puedo ver ese filo, puedo sentir como se retuercen mis tripas con solo verlo. Yo solo… lo odio —confesó entre dientes y muy bajo, conteniendo la rabia impotente que bullía en su interior—. Aun así quiero aprender a manejarlas. Quiero ser de ayuda por si sucede algo malo y para eso me veo obligado a enfrentarme a mis miedos.

Kolja se alegró mucho de que hubiese conseguido expresar lo que significaba para él todo aquello, de haber conseguido hacerse entender. Sobretodo después de que Adam expresase sus propias emociones, tan diferentes a las suyas.

-Eso son sentimientos muy fuertes hacia las armas de filo- dijo, confiando en que algún día Adam le explicase el porqué, sin querer hurgar el mismo.- Igual te sentirías mejor aprendiendo a manejar alguna otra arma más diferente, una maza o una estrella del alba por ejemplo.

La verdad es que cuando Kolja hablaba de armas casi parecía otra persona, una mucho más dispuesta a entender los sentimientos y necesidades de otros, una con más tacto, con los pies en la tierra. Pero es que esa parte de su vida le llevaba a un lugar mucho más calmado, donde la relajación era fácil de alcanzar y donde todo lo que se dijese era mucho más racional, más lógico. Donde las diferencias de opinión no causaban peleas y se podían aceptar sin reparos, sin intentos de convencer a la otra persona.
Había perdido ese lugar durante un tiempo, tras la discusión con su padre y sus hermanos, cuando la forja amenazó con dejar de ser un refugio para convertirse en un trabajo. Rocavarancolia le había permitido huir de aquel destino, y eso era algo que agradecía genuinamente, algo por lo que algún día querría darle las gracias a Akeyo.

Que Kolja haya puesto buena cara tras contarle como se sentía hizo que Adam pensase que el alemán le comprendía en cierta manera.

—Si, lo sé —claro que eran sentimientos fuertes. Adam no sabía si su compañero sintió alguna vez el filo de una de sus armas clavarse en una persona, sentir como la punta de una navaja se abre paso sobre la blanda piel, notar a través del mango las fibras musculares resistir en vano la acometida del frío acero, experimentar en sus propias carnes que se siente bañar tu mano en la sangre de un inocente. <<Seguro que no has sentido nada de eso, por eso te encantan estos “juguetes”>> Su cara era ciertamente sombría cuando Kolja le contó acerca de unas alternativas. No sabía lo que era una estrella del alba pero tenía claro que el objetivo de ese artilugio era obedecer a las intenciones asesinas de su usuario.

Adam sabía que algo no andaba bien en él, estaba poniendo una cara terrible ante una persona que solo quería ayudarlo. Sus pensamientos se tornaron algo siniestros y se arrepintió de ello. Tragó saliva y suspiró, mirando fijamente a Kolja.

—No es el tipo, es su función —intentó sonar lo más amistoso posible—. No me gustan por eso, nada más que sirven para herir a los demás. Armas de fuego, armas blancas, no sé ni por qué existe nada de ello —se le escapo una risilla de los nervios—. ¡Incluso vi con mis propios ojos como usan esta maravillosa magia para matar! —bajó la cabeza subiendo su labio inferior—.  Me estoy volviendo loco o algo

Sus ojos verdes pasaron a ser brillosos. Cualquiera se puede dar cuenta de que Adam estaba aguantándose las ganas de llorar.

Desde luego aquel no iba a ser el día en el que Adam le contase lo que le pasaba. Kolja le escuchó mientras hablaba, era claro que debía haber tenido algún tipo de experiencia traumatica con las armas, una que todavía le afectaba en gran medida. No pudo más que admirarle por ello, ya que estaba dispuesto a aprender a usar algo que le causaba tal... incomodidad, por decirlo de alguna forma.

-Adam, puede que las armas estén hechas de forma que puedan causar daño, pero somos nosotros los que elegimos como y para que usarlas. Y lo mismo con la magia. Un arma no va a hacer daño a una persona por si sola, es quien la utiliza quien decide y claro, hay gente que la usa solo para hacer daño, pero también hay gente que las usa para protegerse a si mismo o a otros. Un objeto no puede ser por si mismo malo o bueno, quien está detrás es quien importa. Y tu no vas a hacer daño a la gente por que si, puede que lo hayas hecho en el pasado, o que te lo hayan echo a ti, pero esta claro que esa experiencia te a cambiado. Si quieres aprender a usar una espada para protegerte no hay nada de malo en ello- intentó explicarle y al mismo tiempo consolarle.- No tienes que pensar pensar en como otros utilizan algo, sino como lo vas a utilizar tu, eso es lo que importa.

Kolja le puso la mano en el hombro, intentando consolarle por medio del contacto físico. La verdad es que el vikingo no tenía ni idea de lo que el rusky necesitaba oir, ni de lo que el podía hacer. Simplemente no sabía como consolar a la gente.

Cabizbajo escuchó a Kolja con atención. Todo lo que soltó hizo mella en él.

Mientras atendía, recordó que fue él quien mató a su mejor amigo. Una expresión de desagrado se reflejó en su rostro mientras varios goterones involuntarios caían de sus mejillas al parpadear. Cuando escuchó de Kolja que aprender a usar una espada para proteger no es en absoluto algo malo alzó la mirada. <<Tiene razón, creo que YO tengo que cambiar mi manera de ver las armas>>, pensó en una revelación. Las armas no solo están hechas para matar, las puedes usar para advertir y para proteger.

—Es verdad, tienes mucha razón —el ruso miró la palma de su mano—.  Las armas no matan de por sí, la gente las puede usar de forma errónea para ello —imitó a quien tuvo enfrente poniendo la mano sobre su hombro, conservando los ojos lagrimosos pero manteniendo una determinación única en su mirada—. Confío en ti para que me enseñes a dominarlas Kolja, ¿podemos bajar a la armería para ver qué opciones tengo?

Estaba muy feliz, sentía que al fin se estaba guiando por el camino correcto. Al echar un simple vistazo a las espadas ya no tuvo un sentimiento tan fuerte hacia su filo, aunque un rescoldo de desagrado seguía insistiendo en no irse.

Cuando Adam soltó un par de lagrimas no pudo más que pensar en que había empeorado la cosa. Desde luego, nunca nadie le había dicho que fuese una persona con tacto, y el mismo sabía que no era así. Incluso con sus hermanas lo único que había sabido hacer cuando estas estaban tristes era distraerlas, hacerles cosquillas hasta que se animasen, sentarse a ver tontas películas románticas, bailar como un payaso, etc. Pero entonces el rusky se calmó, las palabras de Kolja parecían haber logrado algo.
Entonces le puso la mano en el hombro y le dijo que confiaba en él. Para Kolja la cosa empezó a tomar una nota demasiado seria, era verdad que el vikingo sabía manejarse bien con las armas, pero nunca había enseñado a nadie, no tenía ninguna experiencia en ello. Aún así aceptó el reto que le planteaba el rusky y asintió con una firme cabezada.

-Haré lo que esté en mi mano-prometió.-Ahora vamos a buscarte un escudo y una espada, empezarás con una de entrenamiento, pero ya de paso, mejor miramos cual se adapta mejor a ti.

Entraron en el torreón y Kolja aprovechó para coger una pera antes de bajar a la armería. Mientras descendían las escaleras Kolja se acordó de que había querido disculparse con Adam.

-Esto, Adam, quería disculparme por mi comportamiento en las escaleras, cuando subí el desayuno, después de la salida en la que conocimos al esqueleto-empezó.-Creo que todavía estaba bastante afectado por que el capullo ese me dejara fuera de combate tan fácilmente y me parece que lo pagué un poco contigo en ese momento. Perdona- se disculpó, rascándose la nuca, incomodo.

La respuesta positiva de Kolja hizo sonreir a Adam, no tanto por conveniencia sino que se alegro por el alemán al ver satisfacción en su forma de asentir. Falsamente se sentía muy fuerte, con el valor de enfrentar cualquier filo que le atacase con su presencia pero que, probablemente y a la hora de la verdad, le volviese a dar un poco de pavor a ello.

Asintió con firmeza y se levantó del suelo para dirigirse a la armería. Esperó a Kolja en su búsqueda de una fruta para el camino cuando entraron al torreón. En el camino el vikingo comenzó a disculparse con el ruso, eso provocó una risa nasal en el último quien no lo hizo a malas.

—Perdona —justificó su gesto—, es que ya me había olvidado de eso y pensaba que le habíamos quitado importancia al tema.

La incomodidad de su compañero y la sinceridad que pudo percibir en la disculpa hizo que Adam no detuviese ahí sus palabras.

—De verdad, no te preocupes por eso —tomó un poco de aire—. Soy yo el que tiene que disculparse. Te juzgué mal, ¿sabes?. Todo este tiempo te vi como un prepotente cabezahueca —algo de culpa sintió al decir eso—, y cuando atacaste a esa… serpiente monstruosa no pude pensar peor de ti. Me equivoqué, no eres nada de eso ni mucho menos —no miró a Kolja en aquel momento por timidez.

Cuando Adam pisó la armería se sintió intimidado con tanto armamento. Tragó saliva al ver todos esos filos, atacando su moral. <<Solo son objetos… Solo son objetos… Solo son objetos...>> repitió en su mente repetidas veces. Le llamó la atención una espada falsa, hecha de madera y sin ese asqueroso filo. Cuando la levantó era cómoda, preguntándose si una de metal pesaría no mucho más que esa.

—Es cómoda —sugirió a Kolja mientras movía con delicadeza el arma de entrenamiento, temiendo darle a algo y generar un estropicio—. No sé si me estoy adelantando mucho, ¿que opinas? —ni idea tenía el ruso sobre armas, así que dejo que el alemán diese su opinión.

Kolja miró al rusky desde la comisura de los ojos cuando soltó un sonido a medio camino entre una risa y un bufido. Prosiguió a explicar que el ya había dado el tema por cerrado, pero a Kolja no le importaba volver a abrirlo, sentía que debía una disculpa y haberlo hecho le tranquilizaba. Entonces las cosa dio un vuelco y era el ruso el que se disculpaba y Kolja el que soltó un carcajada.

-De eso no te preocupes, estoy más que acostumbrado a dar una mala primera impresión- confesó con una sonrisa.- Y la verdad es que tengo mis momentos, no estas del todo equivocado. Una cosa si quiero dejar claro, yo nunca pretendí atacar a aquella serpiente, sino que quería cubrir la retirada del resto. No tengo prontos suicidas, sino heroicos, pero ya digo, son situaciones en las que se aplica lo de cabeza hueca.

El rusky había aprovechado sus palabras para echar un vistazo a la armería, recogiendo una de las espadas de entrenamiento para enseñársela al alemán.

-Antes de elegir la de entrenamiento tenemos que elegir la de verdad, para luego ya escoger la de entrenamiento más apropiada- explicó.

Y con esas palabras empezó a pasarle espada tras espada al ruso, enseñándole en lo que tenía que fijarse, como la comodidad del pomo en la mano, las diferentes guardias, peso, longitud, curvatura, filo, etc. Al final acabó con una espada de dos filos, sin curvatura, de un tamaño medio y no demasiado pesada. Aunque Adam hubiese podido manejarse con una más larga y pesada, Kolja había pensado darle un escudo de gran tamaño, para aprovechar su fuerza. Además ya que lo que motivaba al rusky era proteger a la gente, creía que le gustaría la idea.

Soltó con vergüenza la espada de madera, quizás se estaba ilusionando demasiado con ello. Apretó el puño, preparado para escoger su arma.

Todos esos datos se volvieron confusos para el ruso, ¿tantos atributos podría tener un cuchillo muy largo? Controló el temblor de sus manos al agarrar espada tras espada. Una de ellas se le hizo tan pesada que se preguntó si había persona lo suficientemente diestra como para manejar tal armatoste. Al final terminó escogiendo una espada con dos bordes afilados, pensando en lo cruel que era el destino en otorgarle a una espada tan cómoda un buen par de largos filos. Se sentía contundente, aunque nunca supo Adam si estaba juzgando bien ante su inexperiencia. Sujetó su mango con firmeza y apretó la mano, sintiendo la empuñadura en sus palmas y lamentó por dentro: <<Que rabia que sea tan agradable al tacto esta cosa>>.

Kolja vino después con un escudo enorme.

—E-espera, ¿estás seguro de que puedo con eso?

Si bien era muy grande, cuando se lo colocó en su brazo izquierdo era otra cosa. Pesaba, eso si, pero no era consciente de la fuerza bruta de su cuerpo. Podía con él y, con un poco de orgullo, tomó una fuerte postura levantando un poco la enorme barrera que portaba. Ese juguete de Kolja sí que le gustaba.

Cuando Adam dio su visto bueno a la espada, Kolja se acercó a la sección de escudos, cogiendo alguno de los más grandes y probando a ver cuales de ellos eran los más ligeros a pesar de su tamaño. Finalmente escogió uno rectangular, con refuerzos de metal en el centro y en los bordes. Era sorprendentemente ligero para su tamaño. Adam al principio tuvo sus reticencias, pero al ponerse las correas al rededor del brazo puso una expresión de satisfacción.

-Podemos subir a probarlos si quieres, todavía nos quedan algunas horas de luz. O podemos dejarlo para mañana, después de correr, como quieras-propuso.

Con escudo en mano escuchó la propuesta de Kolja sobre probar su nuevo equipamiento. Por el escudo no hubo ningun problema, es más estaba impaciente por probarlo. El problema radicaba en la espada que tuvo en su mano derecha, todavía no quería manejarla. Aceptó el entrenamiento improvisado pero solo usando una espada de entrenamiento.

Recogieron todo lo necesario y marcharon al patio. El ruso estaba nervioso por no saber qué clase de rutina va a seguir a partir de ese día.

—¿Qué vamos a hacer para probar ésto? —preguntó cuando ambos estaban listos, levantando un poco su escudo.

Kolja cogió un escudo como el de Adam y una espada de entrenamiento y subió las escaleras al patio.

-Mira, este escudo es bastante similar a el que utilizaban los romanos en su día, así que vamos a empezar por ahí- explicó.- Lo primero es como agarrar el escudo. Me imagino que habrás visto en bastantes películas que atan el escudo al antebrazo y luego lo sujetan delante de su cuerpo, en posición horizontal. Pues en el caso de los romanos es diferente. Como ves el escudo es rectangular, con una ligera curvatura hacia adentro. Los romanos agarraban el asa desde abajo, para poder colocar el antebrazo contra el interior del escudo y así darle más firmeza - mientras hablaba, iba haciéndolo el mismo, demostrándolo.

Pasó a explicarle como sujetar la espada, como colocar los pies, la posición de la cintura, al igual que el hecho de tener que tener el escudo siempre levantado a la altura de la barbilla, de que la espada, en el estilo de combate romano, se usaba para dar estocadas en vez de tajos, etc.

-Se que esto es mucha información, no te preocupes si te cuesta recordarlo todo. Al principio vas a tener que pensar mucho en ello, pero luego la memoria muscular irá tomando el control- le tranquilizó.

-Durante las próximas semanas empezaremos con movimientos básicos, repitiéndolos una y otra vez hasta que te sean tan naturales que no tengas ni que pensar cuando los realices. Luego pasaré a enseñarte como utilizar el escudo, ya que no solo sirve para protegerte, sino que es un arma muy importante de tu equipamiento y finalmente te enseñaré como reaccionar contra diferentes enemigos con diferentes armas.

Hizo caso a todas las instrucciones de Kolja. Fue muy curiosa y a la vez lógica su explicación de por que el asa del escudo está orientada en vertical. Imitó las acciones del alemán al agarrar el escudo, notando que durante todo este tiempo lo estuvo agarrando mal. Agradeció que sus explicaciones fuesen claras y entendibles mientras tomaba nota sobre todo: pose correcta, agarre de la espada, posición del escudo…

Kolja tuvo razón. Retener tanta información y aplicarla en un combate real tiene que ser difícil y más cuando tu oponente tiene intenciones de matarte. Se preguntó por un momento si de verdad iba a ser capaz de ser competente en el combate cuerpo a cuerpo <<Supongo que el tiempo lo dirá...>>. Cuando acabaron las explicaciones asintió con fervor al resumen de las duras semanas que va a vivir en el torreón.

—Debo ser más fuerte, por vosotros —se dijo en un arranque de motivación.

Pasaron los días, Adam asistió al desayuno con todo el grupo y se habló sobre una posible salida. El ruso aceptó con determinación acompañar a quienes querían salir a explorar, decidido en protegerlos de cualquier amenaza con su nuevo equipamiento y conocimiento. En la tarde Kolja quiso hablar con Adam, parece que el tema de conversación era su entrenamiento.

—¿De qué quieres hablar Kolja? —preguntó curioso.

Las semanas fueron pasando, mientras Adam aprendía rápido los conceptos básicos, pero había un problema que Kolja deseaba mencionarle. Fue dejándolo pasar, hasta el día que decidieron hacer otra salida importante. Tenía que mencionarlo.

Después de la comida, Kolja le pidió a al ruso que le acompañase, para hablar sobre su entrenamiento. Juntos se sentaron en la muralla y el vikingo se dispuso a contestar al ruso.

-Quería hablar contigo sobre el entrenamiento antes de la salida de mañana- empezó.- Lo primero es que vas muy bien, aprendiendo a una buena velocidad, pero hay un problema y es que a menudo... dudas. Como cuando entrenamos el ataque a la cara con el escudo. Atacas con el escudo hacia mi cabeza, lo que me hace levantar mi propio escudo, quitándome la visión durante un segundo y dejando mi abdomen desprotegido. Hasta ahí todo bien. Pero cuando tienes que lanzar la estocada a mi abdomen, vacilas y me das tiempo a bajar el escudo- intentó hacerle ver.

-Podemos seguir entrenando, vamos a seguir entrenando- prometió.- Pero hasta que te libres de esas dudas vamos a estar algo estancados, y no se si yo puedo ayudarte con ello, creo que es algo que tienes que solucionar por ti mismo.

Sentado en la muralla atendió a Kolja. Su explicación inicial acerca de su rápido aprendizaje lo hizo sonreír, pero lo siguiente hizo borrar poco a poco su expresión feliz. Por momentos tuvo miedo de que Kolja lo rechazase por esas dudas. Cuando el alemán le prometió entrenarlo aun con esa tara se sintió agradecido por la fe que tenía en él, pero todavía tenía un problema pendiente en su interior.

—Yo… —empezó para inmediatamente callar—. Kolja, ya sabrás por lo que dije que tengo una aversión hacia las armas, pero creo que me equivoco <<¡Cállate, no hables!>>. Creo… creo que tengo miedo de mí mismo, d-de volver a hacer daño <<¡No sigas!>> —Adam quería continuar, hablar con Kolja sobre su problema. Estaba aterrado por su reacción, pero algo lo impulsó para poder continuar—. Hice algo horrible… —tenía un nudo terrible en la garganta—. Hice algo horrible a un ser querido con un puñal y no puedo parar de pensar en eso cada vez que entreno contigo y… —aguantó como pudo sus incesantes ganas de llorar, soltando un suspiro entrecortado— temo convertirme en un… monstruo.

El ruso no se sintió muy bien contando su pensamiento a Kolja, otro más sabía sobre sus acciones pasadas en cierta manera. Aunque lo consideró necesario, necesario para que el alemán, dentro de su juicio, le diese guía con ese miedo terrible a dañar y, quizás, le comprendiese un poco mejor.