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Dal
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Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.

Una buena vida. Empty Una buena vida.

24/03/19, 01:16 am
Alec apagó el despertador de la mesita en cuanto empezó a sonar. Se levantó y miró por la ventana, todavía era de noche y podía verse la niebla flotando sobre las tierras de los Craig. Se estiró y soltó un suspiro, crugió el cuello y empezó a vestirse.

Se puso unos pantalones cómodos y la camiseta que solía usar cuando trabajaba en la granja. Abrió la ventana para ventilar la habitación y se asomó para disfrutar del frío aire otoñal de Escocia. Siempre se permitía diez minutos allí antes de ponerse a trabajar.

Salió de la habitación y se asomó a la de sus hermanos que todavía dormían profundamente. Bajó las escaleras en silencio y llegó a la cocina, comió algo frío y salió por la puerta de atrás. Sus padres no estaban en la granja, se habían ido a una charla que daba su hermana en la Universidad. Pero alguien debía mantener la granja en marcha y los mellizos eran demasiado intranquilos para llevarlos de viaje.

Un ladrido lo alertó antes de recibir el placaje de uno de los mastines de la familia. Bozo se tiró encima suya para pedir cariño y Bogo no tardó en seguirlo. Aquellos nombres se los habían puesto los mellizos y, a pesar de obedecían a toda la familia, todos sabían que el verdadero dueño era Alec. Era el que los había alimentado cuando eran cachorros al morir la madre, el que los había entrenado y jugado con ellos.

-Shhh, que los vais a despertar - siempre les decía lo mismo. Era una rutina de su mañana.- Ahora os doy de comer.

Cogió un cubo y lo llenó con las sobras de la cena y la comida del día anterior. Echó pan, lo revolvió y lo sacó para que los perros comiesen. Cogió otro cubo aún más grande y fue hasta un cobertizo, lo llenó de pienso y lo vertió en el comedero de los cerdos. Uno de los cerdos se acercó a la valla gruñendo, sacó la cabeza y el granjero se la rascó con fuerza.

-¿Preparado para la semana que viene, Bacon? - en opinión de Alec sus hermanos no entendían la ironía del nombre que le habían puesto al cerdo.- Me va a dar pena no tenerte por aquí cerdito.

Dio de comer al resto de animales que tenían en la granja, las vacas, las gallinas y los caballos. Puso un par de latas con atún para los gatos que se acercaban a la granja y se dispuso a subir al monte cercano para ver cómo estaban las ovejas.

Un par de horas después volvía a estar en la granja. Entró al gallinero, y recogió unos huevos para el desayuno. Volvió a la cocina, sacó las sartenes y empezó a cocinar el desayuno típico de la granja. Sus hermanos debían estar a punto de levantarse. Unos pasos a la carrera por el pasillo de arriba confirmó sus sospechas haciendo aparecer una sonrisa.

-¡ALEC! ¡ALEC! - gritaron los mellizos mientras entraban en la cocina gritando y se colgaban de su hermano.

-Como tiréis el desayuno al suelo os quedáis sin él - les advirtió el chico alzando su voz grave por encima de los chillidos.

Ambos pararon de balancearse y colgarse de él ya que sabían que no era una amenaza vana. No obstante siguieron pegados a él como lapas.

-Venga a poner la mesa, coño - lo dijo de buen humor pero era la señal que sus hermanos esperaban para ponerse en marcha.

Para cuando terminó de hacer el desayuno la mesa estaba puesta pero los pequeños no estaban sentados como de costumbre. Cuchicheaban entre ellos y Mary parecía nerviosa.

-¿Qué os pasa a vosotros dos? No me iréis a decir que no tenéis hambre par de monos, si coméis casi más que yo - les dijo sin burla. George se sobresaltó ligeramente y se dio la vuelta con las manos en la espalda. Los mellizos se asintieron y dijeron a la vez:

-¡FELICIDADES, ALEC! - sacaron dos paquetitos envueltos y los dejaron encima de la mesa.- ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

Los dos abrazaron a su hermano mayor que se estaba carcajeando y empezó a hacerles cosquillas a los pequeños.

-No teníais que molestaros, demonios - les dijo entre risas.-Venga, sentáos a la mesa antes de que la comida se enfríe.

Los mellizos desayunaron entre risas y le pidieron a Alec que abriese los regalos. Resultó que uno era de sus padres y otro de los mellizos. Abrió primero el de los pequeños y se encontró con una pulsera metálica y su nombre grabado. El de sus padres era un reloj de bolsillo con pinta de antiguo y una carta que decía:

"Querido Alasdair" Alec bufó al leer su nombre, claramente era la letra de su madre. "Sentimos perdernos tu cumpleaños, pero en un par de días estaremos allí. Mientras tanto sabes que te queremos. El reloj es una herencia familiar por parte de tu padre, ya sabes, de su padre antes que suyo y del padre de éste antes, y ahora es tuyo. Tienes que darle cuerda para que funcione. Cuídate cariño. Te queremos;
Papá y mamá."

-Así que una reliquia familiar - miró el reloj con cierto cariño, al fin y al cabo ya era suyo. Miró el mecanismo y le dio cuerda para que siguiera funcionando.

Miró su plato ya vacío, había terminado de comer mientras leía la carta. Sus hermanos aún seguían en ello, miró el reloj y volvió a sus hermanos.

-Eh, vosotros dos, voy a darme un baño - les dijo mientras comían.- Cuando terminéis recogéis la mesa, laváis los platos y hacéis las camas. Cuando lo tengáis todo hecho podéis jugar hasta que salga del baño.

Puso su plato en el fregadero y subió al baño, empezó a llenar la bañera y se desnudó. Se miró en el espejo de cuerpo entero y miró el par de moratones que se había hecho hacía unos días. Por culpa de Bozo se había caído. Se metió en el agua caliente y soltó un suspiro de satisfacción mientras el calor le relajaba los músculos. La bañera no tardó mucho en llenarse y el vapor inundó la sala. Se dejó resbalar e introdujo la cabeza en el agua para mojarse el pelo, no tardó en salir. Cogió la pastilla de jabón y empezó a enjabonarse el cuerpo pasándola con fuerza por el vello del pecho.

Terminó de enjabonarse y se quedó en el agua un rato hasta que empezó a enfriarse. Se aclaró y salió de la bañera. Se secó el cuerpo y volvió a mirarse al espejo.

-Quizá debería cortar un poco... - dijo para sí mismo.-Antes de la fiesta - asintió convencido.

Salió del baño desnudo como estaba y se tiró encima de su cama. Se estiró y miró al techo mientras pensaba. Ya tenía dieciocho años, estaba en el último curso del Instituto y la cosecha iba bien. Tenían buenos animales para sacrificar y el invierno pintaba bien, en un mes o así caerían las primeras nieves.

No oyó a George abrir la puerta ni lo vio saltar encima suya. Alec ahogó un grito y soltó un par de maldiciones.

-Alec, juega con nosotros - le pidió el niño subiendo por encima suya.

El joven lo sujetó con manos de hierro y lo sentó en la cama sin hacerle daño. Contempló a su hermano, tan pelirrojo como él, y con una constitución parecida a la suya cuando era pequeño. No le sorprendería que un día fuese tan grande como él mismo. Entre risas el pequeño tiró juguetonamente del pelo de su pecho.

-La madre que te parió - le soltó al pequeño que se empezó a reír más fuerte todavía.- Que es la misma que me parió a mí y la quiero mucho, pero suéltame el pelo o te doy un mordisco.

El chico soltó el vello pero se rió más fuerte en un verdadero ataque de risa. Mary apareció en la puerta y los miró a ambos.

-¿Puedo jugar yo también? - preguntó dubitativa.

Alec soltó al chico y lo echó de la cama.

-Fuera de aquí monstruitos - dijo mientras les tiraba una bota que impactó en el suelo.- Ahora juego con vosotros pero dejad que me vista.

Los niños salieron escopeteados escaleras abajo riendo.

-Putos críos - se levantó de la cama refunfuñando.- Uno ya no puede tener cinco minutos de tranquilidad, menos mal que no estaba a otras cosas.

A pesar de sus palabras su tono era de ligera diversión. Echando la vista atrás no era la primera vez que George irrumpía en su habitación sin llamar, iba a tener que hablar con él sobre la privacidad. Si se parecía a él en algo seguro que pronto iban a tener la misma charla que tuvo su padre con él a su edad.

Se vistió y se puso otra ropa más limpia, no era la que iba a llevar para la fiesta de esa noche desde luego pero estaba más limpia que la de antes. Bajó las escaleras y se encontró a los niños jugando con los perros en medio del salón.

-Venga, a la bañera - les dijo.- Os quiero ver bien limpios para irnos de tarde a buscar caramelos al pueblo.

Mary y George subieron las escaleras rápidamente.

-¡Y que no tenga que subir! - les gritó antes de sentarse en el sillón y encender la televisión. Los perros se echaron a ambos lados.

No tardó en oír risas desde el piso de arriba y la sonrisa de Alec se ensanchó. Adoraba a sus hermanos, eran su alegría diaria, a veces le sacaban de quicio pero nadie se atrevería a decir que no los quería con locura. Y pobre del que se atraviese a hacerles daño. Por supuesto nunca había pasado nada parecido, en el pueblo todos eran agradables y se conocían unos a otros.

-¡Aleeeeeeec! ¿Me ayudas a peinarme? - la voz de la niña llegó desde arriba. Con un suspiro el joven se levantó y apagó el televisor. Les hizo un gesto a los perros y salieron de la casa.

Subió las escaleras y entró en la habitación de los mellizos. George estaba saltando desnudo en su cama pero a una mirada de ceño fruncido de su hermano paró, bajó y se empezó a vestir. Alec puso los ojos en blanco y se sentó en la cama de Mary, empezó a peinar el pelo de su hermana, que lo tenía un par de tonos más oscuro que él y George. Se lo desenredó y luego le hizo un par de trenzas.

-¿Así? - preguntó el mayor.

-Sí, muchas gracias hermano - la niña lo abrazó y puso la cabeza contra su pecho. Alec le besó la frente y la niña se empezó a reír.- Haces cosquillas con la barba.

Con una sonrisa frotó su mejilla contra la frente de la niña provocándole más risas. George chocó contra él tirándose encima.

-A por él, Mary - le dijo a su melliza intentando hacerle cosquillas a Alec. Que pese a no tenerlas se dejó hacer y se rió por los esfuerzos de ambos niños.

-Vale, ya basta cabroncetes - soltó después de un rato de jugar con ellos.-A ver, ¿qué queréis comer?

-¡Pasta! - chillaron al unísono.

-Ni de coña - les espetó.- Ya comimos pasta ayer. No voy a hacer pasta hoy también. Ahora que lo pienso creo que queda algo de estofado del otro día en el congelador.

Los mellizos protestaron pero su hermano los cortó con un gesto.

-Vamos a hacer una cosa, comemos estofado y para cenar empano unos filetes y hago salsa de queso para acompañar, ¿qué me decís? - en realidad no era una pregunta y los dos sabían que no había discusión posible, pero como a ambos les gustaba lo que proponía Alec de cena no siguieron protestando.- No quiero que os manchéis, ¿vale? Voy a sacar la comida, podéis jugar con la consola un poco antes de comer.

Sacó la comida y como aún quedaba un rato para comer se puso a jugar con ellos. Ganó unas veces, se dejó ganar otras y en definitiva se lo pasó bien con ellos. Comieron y después Alec se volvió a poner la ropa de faena para volver a alimentar a los animales, revisó que los campos estuviesen bien y volvió a la casa. Ayudó a sus hermanos a prepararse para salir a por caramelos y cerca del atardecer salieron de la casa, cogieron las bicis, unas bolsas para los caramelos y bajaron al pueblo.

Pasaron un par de horas saludando vecinos, consiguiendo caramelos y, en el caso de Alec, cerrando algunos tratos de venta de verduras y carne. Con las bolsas llenas de caramelos subieron de vuelta a casa y el mayor se puso a preparar la cena, Mary le ayudó mientras George preparaba la mesa. Cenaron en familia y cuando terminaron Alec volvió a darles comida a los animales, volvió a la casa mientras sus hermanos terminaban de recoger y limpiar.

-Bueno, yo esta noche voy al pueblo, a una fiesta - les dijo a los niños.

-Ya lo sabemos, hermano - respondió Mary con ligereza.- No vamos a tener problemas, es sólo una noche.

-Eso espero, porque si vuelvo y encuentro la casa en llamas os arranco la cabeza - comentó sonriente con un tinte de amenaza en la voz.

-No vamos a incendiar la casa - repuso George ofendido.

Alec le revolvió el pelo y subió al baño, se recortó la barba y el vello púbico y volvió a bañarse. Se peinó echándose ligeramente el pelo hacia un lado y volvió a su habitación. Se puso ropa interior nueva, la camisa de franelas a cuadros rojos y negros, el peto y las botas. Se arremangó la camisa dando vueltas a los puños y salió de la habitación.

-¿Cómo estoy? - preguntó a los pequeños.

-Muy guapo - respondió Mary. George subió los pulgares como respuesta.

-A la cama los dos - les dijo después de un rato de ver la tele con ellos, ya era hora de que se pusiera en marcha.

Cortó las protestas de los mellizos antes incluso de que empezaran.

-Papá y mamá fueron claros, a la cama, venga - los niños bajaron la cabeza y empezaron a subir las escaleras lo más lento posible.

Alec subió tras ellos y los arropó en sus camas.

-Volveré tarde, si pasa cualquier cosa me llamáis al móvil. Si no, os veré mañana por la mañana. Y nada de atiborrarse a dulces, no quiero tener que llevaros al médico mañana - les dijo muy serio.

-Siiiiiiiiiiii - respondieron los niños. Se acurrucaron en la cama y Alec salió con tranquilidad. Aún tenía tiempo para llegar, apenas eran las once de la noche.

Salió de la casa y fue al cobertizo, cogió el hacha que usaban para partir madera y volvió a la puerta trasera.

-Bogo, Bozo - llamó. Casi al instante los mastines aparecieron por la esquina, antes de que se le tiraran encima los paró.- Sentaos - los perros se sentaron y lo miraron esperando. Les acarició las cabezas y luego señaló la puerta de la casa.- Arriba.

Los perros salieron disparados escaleras arriba. Pronto Alec oyó los gritos y las risas de los mellizos. Los perros dormirían con ellos y así el joven no tendría que preocuparse tanto. Con una sonrisa se puso los cascos, se puso música en el móvil y bajó cantando por el camino.

Había una media hora aproximada desde la granja hasta el pueblo, por eso cuando iban a clase o por otra razón iban en bici, salvo que papá cogiera la camioneta.

Entre una cosa y otra llegó casi a las doce, una hora más tarde de lo estipulado para la fiesta. Llegó a la casa solariega del alcalde y empezó a saludar a la gente de la fiesta, a todos los conocía personalmente pero buscaba a su mejor amigo. Lo encontró en el despacho de su padre, sólo y con una copa de whisky en la mano.

-Alec, ya era hora - le soltó.- Empezaba a pensar que no vendrías.

-¿Cómo coño no iba a venir? ¿Estás tonto o qué? - le devolvió.- ¿Vamos a hacer lo de siempre o no?

Jack se carcajeó y le sirvió una copa de lo mismo que estaba bebiendo él a su amigo. Era el mejor whisky escocés que se podía encontrar en el pueblo.

-¿Dónde están tus padres este año? - preguntó Alec a su amigo.

-Lo último que supe de ellos es que estaban en alguna parte de Francia - respondió encogiéndose de hombros. Le dio un sorbo a su copa.

-Feliz cumpleaños, Jack - le dijo Alec mirando la hora del reloj que ya pasaba de las doce.

-Felicidades a ti también, Alec - su amigo le sonrió.

El caso de Jack era una pena, todos los años sus padres se iban de viaje en aquellas fechas y nunca se habían llevado a su hijo con ellos. Había sido una feliz casualidad saber que ambos prácticamente compartían cumpleaños y, desde pequeños lo celebraban juntos, Jack iba a casa de Alec para cenar e intercambiaban regalos. Desde hacía un par de años sin embargo habían cambiado la tradición, algo sólo para ellos. Cosa que no quitaba que Jack cenase de vez en cuando en la granja de los Craig donde todos lo querían mucho.

-Por otro año - dijo Jack levantando la copa.

-Por la familia que elegimos - respondió chocando la suya. Aún no se lo había dicho a su amigo, pero estaba pensando en modificar el tatuaje de su espalda para incluirlo a él.

Jack sonrió por el brindis del granjero y bebió de su copa. Metió la mano en un cajón y sacó dos puros, tendiéndole uno a Alec que aceptó con una sonrisa. Se levantaron y salieron a la terraza del despacho.

Alec respiró el frío aire nocturno y posó el vaso sobre la barandilla de la terraza. Esperó a que Jack encendiese el suyo.

-¿Tu padre sigue sin darse cuenta? - le preguntó al hijo del alcalde.

-Por favor, aunque se diese cuenta ya sabes que es poco comunicativo conmigo - respondió poniendo los ojos en blanco.

Hacía dos años que habían hecho eso por primera vez, y lo habían repetido al año siguiente. Ya se había convertido en una tradición. Alec encendió el suyo y dio una calada, soltó el humo y miró al horizonte aunque no se veía más allá de las luces que emitía la casa.

-Es la última vez, ¿no? - preguntó el granjero con cierto pesar.

-¿A qué te refieres? - respondió con otra pregunta antes de beber un trago de su copa.

-Te vas a la universidad, así que el año que viene...

-Va, no jodas Alec. Por supuesto que lo haremos más, ¿crees que no voy a volver al pueblo o qué? Mi familia lleva a cargo del pueblo desde hace... yo que sé cuánto, me tocará ser alcalde después de mi padre - respondió con un soplido.- Además tú no te vas a mover de aquí, tienes la granja. Habrá más cumpleaños aunque nos graduemos este año.

-Aunque tú te gradúes este año - le corrigió Alec. Jack lo miró alzando una ceja.- ¿Qué? Me va mal en física y mates. Además Benson me la tiene jurada, seguro que me catea filosofía.

-Que putada, tío - dio una calada y le dio un manotazo en el hombro a su amigo.- Joder, me acabo de acordar, el hijo de Benson te estaba buscando.

-Hostia, qué pereza - respondió apoyando la cabeza en el brazo estirándose hacia atrás.

-¿Crees que quiere follar? - preguntó.

-No lo creo, lo sé. Cada vez que coincidimos me tira la caña pero... - Alec bufó y tomó un trago de la copa.

-Espera, creo que estoy oyendo que no quieres follar - comentó Jack con burla.- ¿Quién eres tú y que has hecho con mi mejor amigo?

-No es que no quiera, es que ese tío es un aburrido. Tiene menos movilidad que una piedra - respondió.

-Coño, no me habías dicho que ya habías probado con una piedra - el tono de burla se acentuó.

-Ya ves, el otro día encontré una con un agujero lo suficientemente grande. No te jode...

Jack prorrumpió en carcajadas y Alec no tardó en seguirlo. Hacía ya mucho desde que el granjero se había estrenado y varias personas del instituto habían pasado por su cama, o más bien él había pasado por sus camas. Fuera como fuese muchos repetían y el único que sabía todas las historias era Jack.

-No sé qué coño te ven para repetir - comentó burlón.

-Cuando lo quieras comprobar me avisas - fue su respuesta que iba acompañada fe una sonrisa de suficiencia.

No es que Alec fuera maravilloso en el tema ni mucho menos, pero tenía mucho aguante y nadie había conseguido seguirle el ritmo. Muchos eran críos acomodados cuyo mayor esfuerzo era ir de casa al instituto o salir de fiesta, no era ningún misterio que se agotasen antes que el joven granjero.

Siguieron hablando de cosas intrascendentes mientras fumaban los puros y bebían de sus copas que rellenaron dos veces más. Jack le pidió que le apartase algunas verduras y carne de la próxima matanza, también se ofreció a ir a ayudar para hacer los chorizos. Ayuda que Alec declinó con amabilidad.

-Bueno - dijo bebiendo el resto de la copa de un trago, el whisky le rascó la garganta y le hizo exhalar con fuerza.- ¿Puedo pedirte prestada una habitación?

-Ya sabes que una habitación de invitados es tuya para cuando la necesites - respondió Jack con una sonrisa.-¿Puedo preguntarte para qué la quieres? - hizo la pregunta a pesar de estar casi seguro de la respuesta.

-Voy a buscar al hijo de los Benson - afirmó.

-¿Pero no dijiste que era aburrido? - preguntó con burla.

-Bueno, puede que haya cambiado o que consiga enseñarle a mover las caderas - respondió encogiéndose de hombros con una sonrisa.

Spoiler:

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Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
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