- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carismaPersonajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
La vida de un campesino
16/06/21, 10:39 pm
Los primeros rayos de sol entraron en la habitación y Chromsa se despertó. Se incorporó en la cama mientras estiraba los brazos para desperezarse. -Bueno, toca empezar el día- se dijo y acto seguido salió de la cama.
Le encantaba cómo se veía la habitación por las mañanas. La madera relucía con la luz que entraba por la ventana y entre las modestas alfombras que tenían y alguna que otra decorarción le daban un aspecto más acogedor que de costumbre. Chrille seguía durmiendo tranquilamente, así que intentó hacer el menor ruido posible mientras se movía. Entreabrió un poco la ventana para ir ventilando la sala. Era verano, así que no entraba demasiado frío. Después, el ochrorio se vistió con sus ropas de diario y su chaleco, volvió a mirar a su hermana con una sonrisa entrañable y salió de la habitación.
Ahora se encontraba en el salón, la habitación más grande de la casa. Tenía una mesa en el centro con las sillas suficientes para los cuatro. Si alguna vez venían a casa sus hermanos mayores sacaban un par de taburetes que tenían en una zona del granero que actuaba de trastero. La chimenea y la despensa estaban en la pared derecha y lo que más le llamó la atención a Chromsa fue el pequeño papel que estaba en la mesa. Por la letra debía de ser de su madre: “Hemos ido al pueblo para que el médico vea a tu hermano, volveremos para el almuerzo. Acuérdate de hacer tus deberes y ayuda a Chrille si le hace falta.” Ezini llevaba unos días con fiebre y, teniendo en cuenta que hacía menos de un mes de su nacimiento, debían tener cuidado de que no fuera nada grave. -Bueno, pues manos a la obra entonces- dijo para sí mismo y comenzó a prepararse el desayuno. Cogió un buen trozo de pan, lo abrió y untó ambas partes con mermelada. Aunque tardó un poco en elegir, terminó decantándose por la de arándanos. Ese año los había recolectado él mismo por el bosque cercano a la granja y no recordaba que hubiera salido nunca tan rica como esa vez. Acababa de terminar de untar el pan cuando escuchó los pasos que se dirigían hacia él y antes de que le diera tiempo a girarse ya le estaban abrazando por la espalda.
-¡Buenos días Chromsa!- exclamó su hermana.
En cuanto comenzó a girarse lo soltó y el ochrorio quedó frente a ella. Le revolvió cariñosamente el pelo mientras le decía con una sonrisa -Buenos días a ti tambíen, Chrille-
Su hermana le devolvió la sonrisa y acto seguido le preguntó extrañada: -¿Y mamá y papá? ¿Dónde están?-
-Han ido al pueblo con Ezini. Volverán dentro de unas horas, no te preocupes.- contestó. A pesar de su respuesta, Chromsa vio como su hermana no terminaba de estar convencida con aquello. Él tenía esperanzas de que su hermanito se pusiera bien pronto, pero Chrille se preocupaba mucho más. Pensó un momento qué decir y añadió: -El doctor es muy bueno, seguro que cuando quieras darte cuenta ya estarán aquí y además estará recuperado. Mientras tanto seguro que nos agradecen que vayamos haciendo las tareas de casa, ¿no crees? Cuanto antes terminemos, más tiempo tendremos para jugar y que te cuente cuentos.- Con solo decir aquello, las dudas de su hermana dieron paso a una amplia emoción. -Pero antes hay que desayunar.- le dijo tranquilamente previendo cómo iba a empezar a trabajar en ese mismo instante. Chrille asintió y, después de prepararle el desayuno, se sentaron a comer juntos.
Tras recoger la mesa, comenzaron con las labores de la granja. Ya ayer sus padres le habían dejado encargado que limpiaran la casa y el establo de Zuto, además de regar los cultivos. Decidieron empezar con la casa y con una escoba cada uno barrieron mientras cantaban varias canciones populares. Cuando ya quedaba poco para terminar, Chromsa guardó su escoba y dejó a cargo del trabajo a su hermana mientras él limpiaba el establo. A Chrille, aunque hubieran intentado convencerla, le daba demasiado asco limpiar los excrementos del tritón de carga, así que iría adelantando esa tarea mientras su hermana terminaba en la casa. -Si te hace falta ayuda solo tienes que llamarme, ¿vale?- le dijo cerca de la puerta.
-Vale, pero yo ya soy una niña grande. Puedo con esto sola.- El ochrorio sonrió ante ese comentario y salió hacia el establo.
No tardó demasiado en dejar como los chorros del osmio el hogar del tritón de carga. Por suerte no olía mucho aquella vez y tampoco había demasiado que recoger. Cuando salió se encontró a Chrille esperando en la escalera de entrada a la casa con las regaderas a su lado. En cuanto vio a su hermano se incorporó y cogió una de ellas. Chromsa cogió la otra y se repartieron los cultivos que regaría cada uno. De vez en cuando comprobaba cómo iba su hermana y le daba algunas indicaciones si le hacía falta: -Ten cuidado de no pasarte con el agua, ¿vale? Las plantas la necesitan, pero si te pasas demasiado les sentará mal.- No hizo falta que le aconsejara demasiado, Chrille se estaba esforzando mucho para hacerlo lo mejor posible. Un rato después terminaron y, con toda la ilusión del mundo, la pequeña ochroria dijo: -¡Bien, ya podemos jugar! ¿Verdad, verdad?-
-Sí, Chrille. Dejo esto en el granero y podemos hacer lo que quieras- le contestó.
En cuanto dijo aquello su hermana entró animada en la casa y Chromsa no se demoró en guardar las regaderas e ir con ella.
Estuvieron un rato jugando y contando historias. A Chrille le encantaba que su hermano le contara algunas de las historias de sus libros, en especial le encantaba la historia de Frila. Chromsa había perdido la cuenta de las veces que le había contado aquella leyenda. Hacia el mediodía por fin vieron desde la ventana como sus padres volvían por fin. Salieron a recibirlos, Chrille con mucha efusividad y Chromsa con su tranquilidad característica.
-¡Hola, buenos días!-
-Hola, hijita. Que, ¿le has dado muchos problemas a tu hermano?- le preguntó su padre claramente en broma.
-¡No, me he portado bien! Y hemos terminado rápido con todo.-
-¿Cómo está Ezini? ¿Qué os han dicho?-
-El médico le ha mirado y nos ha dicho que simplemente está resfriado. Tenemos que tener cuidado por si no mejora, pero en principio debería recuperarse en unos días.-
-Cuánto me alegro de oír eso.- dijo mientras su hermana lo celebraba.
-Bueno, vamos para adentro. Hay que preparar la comida para hoy. Chrille, ¿quieres ayudarme con la sopa de setas?
-¡Sí, voy!-
-Puedo encargarme de guardar a Zuto si quieres. Después de tanto tiempo fuera os vendrá bien descansar un poco.-
-Muchas gracias, Chromsa.- le dijo su padre mientras se iba con el resto de la familia.
El joven ochrorio se acercó al tritón de carga y lo guió hacia el establo. -Bueno, vamos a descansar. Te prepararé un poco de pescado, que seguro que tienes hambre- le dijo. Ya allí, Zuto se acomodó y Chromsa le trajo comida que empezó a devorar en cuanto apartó la mano. -Con calma, chico. Disfrútalo, que te lo has ganado- le dijo acariciándole la cabeza.
En cuanto terminó volvió a casa y ayudó con lo que hiciera falta. Cuando la sopa estuvo lista todos se sentaron a comer y pasaron un rato charlando sobre lo que habían estado haciendo. Al terminar recogieron la mesa y descansaron un rato antes de ponerse a trabajar. Cuando llegó la tarde, y dado que no quedaba nada por hacer, Chromsa decidió ir a dar un paseo. Antes de que se alejará de la puerta escuchó la voz de su hermana llamándole: -Espera Chromsa. Quiero ir contigo.- Su madre salió detrás de ella y dijo: -Chrille, puedes acompañarlo, pero no te separes en ningún momento de tu hermano, ¿de acuerdo?-
-Vale- le contestó.
-¿No te importa llevártela, cariño?-
-No, para nada. Estaremos de vuelta antes de que anochezca.-
Quedándose tranquila, su madre se despidió de ellos y pusieron rumbo al bosque.
El camino por el que iban estaba hacia el norte. Allí, cerca de la granja, había un bosque que crecía siguiendo el curso del río. Era un lugar precioso, por algo le encantaba pasear por allí. Los distintos árboles y flores, el viento que mecía las hojas, el cantar de los pájaros, el sonido del río cuando se acercaban lo suficiente a él… A Chromsa le encantaban todas las sensaciones que transmitía aquel lugar. Le apenaba un poco que Chrille no pudiera entender todo aquello. No era solo por el hecho de que era demasiado pequeña; al contrario que él su hermana veía perfectamente, pero a cambio no distinguía casi ningún color. Alguna vez le había preguntado por qué flor de las que crecían por allí le gustaba más, pero para ella casi todas le parecían iguales.
-Chromsa, ¿por qué sólo crecen plantas cerca del río?- le preguntó en un momento dado mientras paseaban.
-Bueno, según he leído el suelo de Ochoria es bastante seco. Las plantas necesitan agua cerca, así que donde no hay ríos cerca no pueden germinar. Por eso tanto los ochrorios como los bosques están cerca de los ríos- le contestó.
-Ah…- El ochrorio miró a su hermana cuando escuchó aquello. Sería la respuesta correcta, pero desde luego no era la que ella esperaba. Pensó un poco y se le ocurrió una idea que dejó caer:
-Bueno, aunque también puede ser por el Padre Foresta.-
-¿Eh? ¿Quién es?- preguntó con los ojos como platos, expectante a la respuesta de su hermano.
Intentando no dejar muchos silencios para que no se notara que se lo estaba inventando, Chromsa se lo explicó: -El Padre Foresta fue un miembro de la Iglesia que vivió hace mucho tiempo. Era muy devoto y se preocupaba mucho por la vida en general. Una vez, ocurrió un incendio muy grande que a punto estuvo de quemar el bosque cercano al pueblo en el que vivía, pero gracias a su esfuerzo pudo salvarlo sin importarle ponerse en riesgo. Los dioses, en agradecimiento, le dieron poderes y magia para que siguiera cuidando de los bosques para siempre.-
-¡Hala! ¿Y sabés dónde está? Me gustaría conocerlo.-
-Bueno, eso es complicado. Con su magia puede esconderse muy bien entre la vegetación y además prefiere estar solo. Aunque puede ser que algún día podamos verlo. Si alguna vez ves a un ochrorio anciano con una túnica de hojas, es él.-
-¡Venga, Chromsa! ¡Vamos a buscarlo! Seguro que si lo llamamos vendrá. ¡Padre Foresta!-
Pasaron un rato más paseando y buscando a alguien inexistente hasta que fue la hora de volver a casa. En cuanto regresaron, toda la familia cenó junta escuchando los intentos de Chrille de encontrar al protector de los bosques. Después de un rato, se prepararon para irse a dormir. Los dos hermanos rezaron a los dioses y la Acromía y al terminar se metieron en la cama.
-Buenas noches, Chromsa.-
-Buenas noches, Chrille.- le respondió
Antes de cerrar los ojos, el ochrorio miró al techo sonriendo y pensó: -(Hoy ha sido un buen día)-.
Le encantaba cómo se veía la habitación por las mañanas. La madera relucía con la luz que entraba por la ventana y entre las modestas alfombras que tenían y alguna que otra decorarción le daban un aspecto más acogedor que de costumbre. Chrille seguía durmiendo tranquilamente, así que intentó hacer el menor ruido posible mientras se movía. Entreabrió un poco la ventana para ir ventilando la sala. Era verano, así que no entraba demasiado frío. Después, el ochrorio se vistió con sus ropas de diario y su chaleco, volvió a mirar a su hermana con una sonrisa entrañable y salió de la habitación.
Ahora se encontraba en el salón, la habitación más grande de la casa. Tenía una mesa en el centro con las sillas suficientes para los cuatro. Si alguna vez venían a casa sus hermanos mayores sacaban un par de taburetes que tenían en una zona del granero que actuaba de trastero. La chimenea y la despensa estaban en la pared derecha y lo que más le llamó la atención a Chromsa fue el pequeño papel que estaba en la mesa. Por la letra debía de ser de su madre: “Hemos ido al pueblo para que el médico vea a tu hermano, volveremos para el almuerzo. Acuérdate de hacer tus deberes y ayuda a Chrille si le hace falta.” Ezini llevaba unos días con fiebre y, teniendo en cuenta que hacía menos de un mes de su nacimiento, debían tener cuidado de que no fuera nada grave. -Bueno, pues manos a la obra entonces- dijo para sí mismo y comenzó a prepararse el desayuno. Cogió un buen trozo de pan, lo abrió y untó ambas partes con mermelada. Aunque tardó un poco en elegir, terminó decantándose por la de arándanos. Ese año los había recolectado él mismo por el bosque cercano a la granja y no recordaba que hubiera salido nunca tan rica como esa vez. Acababa de terminar de untar el pan cuando escuchó los pasos que se dirigían hacia él y antes de que le diera tiempo a girarse ya le estaban abrazando por la espalda.
-¡Buenos días Chromsa!- exclamó su hermana.
En cuanto comenzó a girarse lo soltó y el ochrorio quedó frente a ella. Le revolvió cariñosamente el pelo mientras le decía con una sonrisa -Buenos días a ti tambíen, Chrille-
Su hermana le devolvió la sonrisa y acto seguido le preguntó extrañada: -¿Y mamá y papá? ¿Dónde están?-
-Han ido al pueblo con Ezini. Volverán dentro de unas horas, no te preocupes.- contestó. A pesar de su respuesta, Chromsa vio como su hermana no terminaba de estar convencida con aquello. Él tenía esperanzas de que su hermanito se pusiera bien pronto, pero Chrille se preocupaba mucho más. Pensó un momento qué decir y añadió: -El doctor es muy bueno, seguro que cuando quieras darte cuenta ya estarán aquí y además estará recuperado. Mientras tanto seguro que nos agradecen que vayamos haciendo las tareas de casa, ¿no crees? Cuanto antes terminemos, más tiempo tendremos para jugar y que te cuente cuentos.- Con solo decir aquello, las dudas de su hermana dieron paso a una amplia emoción. -Pero antes hay que desayunar.- le dijo tranquilamente previendo cómo iba a empezar a trabajar en ese mismo instante. Chrille asintió y, después de prepararle el desayuno, se sentaron a comer juntos.
Tras recoger la mesa, comenzaron con las labores de la granja. Ya ayer sus padres le habían dejado encargado que limpiaran la casa y el establo de Zuto, además de regar los cultivos. Decidieron empezar con la casa y con una escoba cada uno barrieron mientras cantaban varias canciones populares. Cuando ya quedaba poco para terminar, Chromsa guardó su escoba y dejó a cargo del trabajo a su hermana mientras él limpiaba el establo. A Chrille, aunque hubieran intentado convencerla, le daba demasiado asco limpiar los excrementos del tritón de carga, así que iría adelantando esa tarea mientras su hermana terminaba en la casa. -Si te hace falta ayuda solo tienes que llamarme, ¿vale?- le dijo cerca de la puerta.
-Vale, pero yo ya soy una niña grande. Puedo con esto sola.- El ochrorio sonrió ante ese comentario y salió hacia el establo.
No tardó demasiado en dejar como los chorros del osmio el hogar del tritón de carga. Por suerte no olía mucho aquella vez y tampoco había demasiado que recoger. Cuando salió se encontró a Chrille esperando en la escalera de entrada a la casa con las regaderas a su lado. En cuanto vio a su hermano se incorporó y cogió una de ellas. Chromsa cogió la otra y se repartieron los cultivos que regaría cada uno. De vez en cuando comprobaba cómo iba su hermana y le daba algunas indicaciones si le hacía falta: -Ten cuidado de no pasarte con el agua, ¿vale? Las plantas la necesitan, pero si te pasas demasiado les sentará mal.- No hizo falta que le aconsejara demasiado, Chrille se estaba esforzando mucho para hacerlo lo mejor posible. Un rato después terminaron y, con toda la ilusión del mundo, la pequeña ochroria dijo: -¡Bien, ya podemos jugar! ¿Verdad, verdad?-
-Sí, Chrille. Dejo esto en el granero y podemos hacer lo que quieras- le contestó.
En cuanto dijo aquello su hermana entró animada en la casa y Chromsa no se demoró en guardar las regaderas e ir con ella.
Estuvieron un rato jugando y contando historias. A Chrille le encantaba que su hermano le contara algunas de las historias de sus libros, en especial le encantaba la historia de Frila. Chromsa había perdido la cuenta de las veces que le había contado aquella leyenda. Hacia el mediodía por fin vieron desde la ventana como sus padres volvían por fin. Salieron a recibirlos, Chrille con mucha efusividad y Chromsa con su tranquilidad característica.
-¡Hola, buenos días!-
-Hola, hijita. Que, ¿le has dado muchos problemas a tu hermano?- le preguntó su padre claramente en broma.
-¡No, me he portado bien! Y hemos terminado rápido con todo.-
-¿Cómo está Ezini? ¿Qué os han dicho?-
-El médico le ha mirado y nos ha dicho que simplemente está resfriado. Tenemos que tener cuidado por si no mejora, pero en principio debería recuperarse en unos días.-
-Cuánto me alegro de oír eso.- dijo mientras su hermana lo celebraba.
-Bueno, vamos para adentro. Hay que preparar la comida para hoy. Chrille, ¿quieres ayudarme con la sopa de setas?
-¡Sí, voy!-
-Puedo encargarme de guardar a Zuto si quieres. Después de tanto tiempo fuera os vendrá bien descansar un poco.-
-Muchas gracias, Chromsa.- le dijo su padre mientras se iba con el resto de la familia.
El joven ochrorio se acercó al tritón de carga y lo guió hacia el establo. -Bueno, vamos a descansar. Te prepararé un poco de pescado, que seguro que tienes hambre- le dijo. Ya allí, Zuto se acomodó y Chromsa le trajo comida que empezó a devorar en cuanto apartó la mano. -Con calma, chico. Disfrútalo, que te lo has ganado- le dijo acariciándole la cabeza.
En cuanto terminó volvió a casa y ayudó con lo que hiciera falta. Cuando la sopa estuvo lista todos se sentaron a comer y pasaron un rato charlando sobre lo que habían estado haciendo. Al terminar recogieron la mesa y descansaron un rato antes de ponerse a trabajar. Cuando llegó la tarde, y dado que no quedaba nada por hacer, Chromsa decidió ir a dar un paseo. Antes de que se alejará de la puerta escuchó la voz de su hermana llamándole: -Espera Chromsa. Quiero ir contigo.- Su madre salió detrás de ella y dijo: -Chrille, puedes acompañarlo, pero no te separes en ningún momento de tu hermano, ¿de acuerdo?-
-Vale- le contestó.
-¿No te importa llevártela, cariño?-
-No, para nada. Estaremos de vuelta antes de que anochezca.-
Quedándose tranquila, su madre se despidió de ellos y pusieron rumbo al bosque.
El camino por el que iban estaba hacia el norte. Allí, cerca de la granja, había un bosque que crecía siguiendo el curso del río. Era un lugar precioso, por algo le encantaba pasear por allí. Los distintos árboles y flores, el viento que mecía las hojas, el cantar de los pájaros, el sonido del río cuando se acercaban lo suficiente a él… A Chromsa le encantaban todas las sensaciones que transmitía aquel lugar. Le apenaba un poco que Chrille no pudiera entender todo aquello. No era solo por el hecho de que era demasiado pequeña; al contrario que él su hermana veía perfectamente, pero a cambio no distinguía casi ningún color. Alguna vez le había preguntado por qué flor de las que crecían por allí le gustaba más, pero para ella casi todas le parecían iguales.
-Chromsa, ¿por qué sólo crecen plantas cerca del río?- le preguntó en un momento dado mientras paseaban.
-Bueno, según he leído el suelo de Ochoria es bastante seco. Las plantas necesitan agua cerca, así que donde no hay ríos cerca no pueden germinar. Por eso tanto los ochrorios como los bosques están cerca de los ríos- le contestó.
-Ah…- El ochrorio miró a su hermana cuando escuchó aquello. Sería la respuesta correcta, pero desde luego no era la que ella esperaba. Pensó un poco y se le ocurrió una idea que dejó caer:
-Bueno, aunque también puede ser por el Padre Foresta.-
-¿Eh? ¿Quién es?- preguntó con los ojos como platos, expectante a la respuesta de su hermano.
Intentando no dejar muchos silencios para que no se notara que se lo estaba inventando, Chromsa se lo explicó: -El Padre Foresta fue un miembro de la Iglesia que vivió hace mucho tiempo. Era muy devoto y se preocupaba mucho por la vida en general. Una vez, ocurrió un incendio muy grande que a punto estuvo de quemar el bosque cercano al pueblo en el que vivía, pero gracias a su esfuerzo pudo salvarlo sin importarle ponerse en riesgo. Los dioses, en agradecimiento, le dieron poderes y magia para que siguiera cuidando de los bosques para siempre.-
-¡Hala! ¿Y sabés dónde está? Me gustaría conocerlo.-
-Bueno, eso es complicado. Con su magia puede esconderse muy bien entre la vegetación y además prefiere estar solo. Aunque puede ser que algún día podamos verlo. Si alguna vez ves a un ochrorio anciano con una túnica de hojas, es él.-
-¡Venga, Chromsa! ¡Vamos a buscarlo! Seguro que si lo llamamos vendrá. ¡Padre Foresta!-
Pasaron un rato más paseando y buscando a alguien inexistente hasta que fue la hora de volver a casa. En cuanto regresaron, toda la familia cenó junta escuchando los intentos de Chrille de encontrar al protector de los bosques. Después de un rato, se prepararon para irse a dormir. Los dos hermanos rezaron a los dioses y la Acromía y al terminar se metieron en la cama.
-Buenas noches, Chromsa.-
-Buenas noches, Chrille.- le respondió
Antes de cerrar los ojos, el ochrorio miró al techo sonriendo y pensó: -(Hoy ha sido un buen día)-.
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