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Isma
Isma

Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.

Armas :
  • Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
  • Damian: Dientes
    Daga

Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj

Una vida de circo Empty Una vida de circo

07/11/22, 01:05 am
¡Damián! ¡Damián donde estás, tu madre te está llamando! ¿¡Estás sordo!?

Luciano, el maestro de ceremonias, estaba cansado de buscar al hijo de Bianca. El niño era escurridizo a la par que revoltoso y cuando le da por esconderse en el remolque del atrezo no era fácil encontrarlo. ¿Cómo lo hacía para esconderse tan bien? Estaba vigilando que su traje de ceremonias no se ensuciase con todo el polvo del remolque y mantener su espeso bigote en orden, a ese paso se le caerían los pelos del estrés.

Que sepas que no habrá cena para ti como sigas así. ¿Tanto te la quieres jugar por no querer salir de donde Dios sepa? —obviamente no lo dijo en serio, esperando que con esa mentira piadosa el niño cediese.

Jssjsjjs —a Damián se le escapó un risilla entre dientes.

¡Te escuché! ¡Estas aquí! —levantó un par de maniquís pero, extrañamente, no estaba.

Uy… Casi lo tenías.

Al lado de los maniquíes habían acumuladas multitud de pequeñas cajas de madera. En la de arriba del todo la tapadera salió para mostrar el cabezón peludo del niño y poco a poco salió sacando sus finos brazos y piernas. Se incorporó, estirando sus hombros y mostrando toda la suciedad posible en un cuerpo humano. Estaba lleno de polvo, purpurina de la caja y barro de la calle.

Si estaba al lado, Luciano. Mira que eres tonto —le dijo al maestro de ceremonias con una cara de prepotencia, más despeinado imposible.

Por el amor de Dios Damián, ¿cómo cabes ahí? Te pareces a Stefano.

Él me está enseñando un par de trucos, dice que soy un niño muy frensible.

Flexible, Damián.

Lo que sea… Tampoco lo he dicho mal —hinchó sus mofletes, frustrado por la corrección del circense.

Anda, ve a lavarte. Pareces un cuadro —aunque no quería, Luciano esbozó una sonrisa al hacerle gracia la falta de higiene del niño con toda esa purpurina y barro—. Y ve luego con tu madre, te espera para cenar.

Vaaaale uf…

Dando una pataleta por el camino Damián se baja del remolque, con las manos en los bolsillos de su ancho pantalón. Estaba lloviendo pero poco le importaba la lluvia, era una cosa que le gustaba y además ahorraba tiempo para llenar los cubos de agua que debía cargar para lavarse pues ya estaban llenos con la precipitación. Llevó un par de ellos lentamente, pesaban bastante y su pequeño cuerpo no daba para mucho.

Que bruto eres... ¿Te ayudo renacuajo? —se le acercó con un paraguas un hombre delgaducho y alto, cargando los dos cubos por Damián y tapándolo de la lluvia de paso.

¡Oye no! Sabes que puedo solo Stefano…

Si, seguro que sí. Pero no vamos a hacer esperar a mamá, ¿verdad? —le dijo con ternura.

Vale, pero solo hoy. Ya soy mas mayor, puedo solo —argumentó sin mucho éxito por la cara escéptica de Stefano.

Sin embargo al hombre le pasó por la cabeza una cosa que lo hizo sonreir.

He oido de Luciano que te has escondido esta vez en una de las cajas pequeñas del almacén.

Damián se esperaba un regaño del contorsionista pero su sonora risa indicó lo contrario, mas bien.

¡Sabía que podías hacerlo, tienes madera de contorsionista! ¡Bien hecho Damián!

Al niño se le subieron los ánimos mucho, demasiado. Una enorme sonrisa de gratificación se le dibujó en la cara, mostrando lo mellado que estaba sin una paleta.

Es que soy un genio. Algún día te quitaré el trabajo y seré rico —declaró con chulería.

Que no te escuche tu madre, que me mata…

Llegaron a la caravana de Stefano. Detrás de ella tenían montado un toldo apañado con una enorme tela y una pila de madera que el contorsionista preparó de antes.

Renacuajo, enciende el fuego. Voy a mirar donde dejé la tina y el jabón.

¡A la orden! —respondió enérgico.

De su bolsillo sacó una pequeña caja de fósforos que “agarró prestada” de Luciano. Tiene la suya pero prefería gastarla en hacer cosas propias así que no le importó el préstamo involuntario de su compañero de circo. Con uno de los fósforos encendió la yesca bajo la madera y mientras iba ardiendo colocó los cubos de hierro llenos de agua por encima vigilando que no se caigan.

Stefano llega con la pesada tina y una pastilla de jabón, mirando a Damián mientras va a lo suyo.

Ya llegué renacuajo. ¿Y esto? ¿Los has puesto encima de la madera tu solo? Que niño más apañado eres, con lo que pesan esos cubos.

No pesaban tanto pero Stefano deseaba inflar la cabeza de Damián. El niño respondió flexionando el brazo con muchas ganas pero sin mucho resultado por su canijo cuerpo, las costillas se le notaban por la manga baja de su camiseta de tirantes que le quedaba enorme.

Es que estoy como un toro y no queréis verlo, ¿eh o no?

Anda, toro, ven que te toca bañarte. Hueles desde aquí.

Lo terrible estaba por comenzar. Stefano reunió fuerzas para lo peor.

¡Pero ven aquí! ¡No, con la ropa no!

Stefano bajo la lluvia intentó atrapar al piojo tamaño humano y sin embargo no paraba quieto. Al fin se quitó la ropa y sin ninguna vergüenza correteó al contorsionista como Dios lo trajo al mundo, Damián veía en la situacion un gracioso juego huyendo todo el rato de su responsabilidad higiénica. El hombre sin ninguna paciencia por rascar al fin lo agarro al amasijo de nervios, revolviéndose sin éxito y metiéndose en el agua caliente. Stefano no sabía si Bianca había concebido aquel niño con un gato, era demasiado arisco con el agua.

¡No, que quema!

¡Mentira! ¡Si está templada Damián! ¡Cierra los ojos que te entrará espuma!

Enjabonó la bola de pelo de su cabeza con ganas usando el jabón, haciendo mucha espuma en la pequeña tina de madera. Lo iba enjuagando y enjabonando, al menos tres veces por lo perfeccionista que era Stefano con la higiene personal. Ya si iba a pasar por ese infierno lavándolo lo haría a la perfección. Damián se quedó con su pelo mojado y liso, que seguramente se tornarían esos cabellos de color rubio algo apagado en una esponjosa mata en cuanto se sequen. Poco a poco el niño se dejó llevar por el lavado, ya no quedándole más remedio.

Que alegría cuando dejas de darme la lata… Levanta los brazos.

La higiene personal siempre fue una cosa que el contorsionista del circo puntuaba a diario. No le valia la escusa de la pobreza del circo, el hecho de estar limpio debe estar presente siempre. Muchas veces regañaba a Bianca por descuidar a su hijo, nunca fue mala madre pero Damián no paraba quieto y se escapaba de ella yendo a sus anchas por ahí.

¿Ya?

Si. Pero Damián, prométeme que no te pongas así nunca más cuando te asees. Hazlo por mamá, por Bianca.

Vale… —aceptó algo tristón. El hecho de que mencionen a su madre era su debilidad.

Venga campeón, vístete y ve con ella. Hoy te mereces un buen plato. Y no te ensucies por el camino por favor.

Stefano tenía su ropa doblada, lavada con ahinco para que estuviese impoluta. Damián se puso la ropa, que era otra camiseta de tirantes del equipo de actuación y pantalones no tan enormes. No habñía ropa de niño y tenían que improvisar. Con suerte no le quedaba todo grande. El niño se puso sus botas y se marchó con el paraguas de Stefano a su caravana.

¡Mamá, ya me vuelto!

La caravana como tal poseía un remolque donde se resguardaban los animales del circo. Bianca era la cuidadora del circo y se encargaba de entrenarlos para algunas funciones junto a Luciano, el maestro de ceremonias.

Hola amor mío —Bianca estaba en la cocina, haciendo un estofado de ingredientes simples para ella y su hijo en una olla de modesto tamaño. El cabestrillo de su brazo la incomodaba un poco pero no la inutilizaba para dar de comer a su hijo—. Veo que alguien te ha dado un buen repaso.

Damián sonrió cuando su madre halagó su aspecto limpio.

Iba a lavarme yo, pero Stefano quiso insistir en hacerlo —dijo con la mirada esquiva—. ¿Y cómo tienes tu brazo mamá?

Voy poco a poco, no te preocupes —se molestó en dejar el cazo para acariciar la cabeza de Damián.

No… me gusta que cuides de esos bichos. Te hicieron daño.

Pero si es un bocadito de nada cielo, nada que el tiempo no cure. Ellos no tienen la culpa.

Escuché de Luciano que tuviste fiebre ayer y no mejorabas… ¿Eso es malo?

Bianca suspiró, disgustada que Luciano dijese esas cosas a la ligera cerca de su hijo.

Me pondré mejor, no le hagas caso.

¿Me lo prometes?

Bianca apagó el fuego, agachándose para estar cara a cara con Damián. Los ojos azules de su madre lo cautivaban y ella lo sabía.

Claro, tu mamá es mas fuerte que nadie. Y vas a comer un buen plato de estofado que mamá tiene para ti, vamos a la mesa.

¡Si! ¡Si! ¡Si!

Damián fue como una bala a la mesita de dos que había en la sala. La bombilla del techo daba un ambiente acogedor dentro del decorado rojizo de la caravana. Muchos dibujos a carboncillo de Damián adormaban las paredes y su madre los exhibía con orgullo al resto, prometía talento como artista. Bianca se acercó a la mesa con dos platos.

Aquí tienes corazón.

El plato de su hijo estaba algo más repleto de alimentos que el de ella pero no le entristecía pasar un poco de hambre por su pequeño quien no vió diferencia entre platos y fue directo a comer. Ella aprovechaba cada bocado, sonriente por tener la bendición que tuvo hace doce años enfrente suya, alimentándose con mucha energía.

¿Está bueno?

¡Te ha salido buenísimo! G-gracias mamá —Damián se sonroja un poco, agradecido por lo que ella ha cocinado.

Bianca desvía la vista, disimulando un tonto humedecimiento de ojos por escuchar ese tímido agradecimiento de su hijo.

¿Mamá?

Gracias a ti Damián.

Ella miraba a su hijo todos los días a sus ojos, esos pozos oscuros a la vez que hermosos para ella. Le recuerdan a los del padre de Damián, aquel hombre que los abandonó sin avisar. No lo odiaba pero quería olvidarse de él, pasar página con la bendición que le quedaba de ese romance tan efímero. Solo quería que tuviese una vida plena y sin complicaciones.

Tan solo eso.
Isma
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Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.

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Humor : ajjaj

Una vida de circo Empty Re: Una vida de circo

16/02/23, 11:02 pm
Los temblores del pavimento por carretera eran ya costumbre en la vida del joven circense quien dormía a pierna suelta en el asiento del copiloto junto a Stefano. Normalmente conducía su madre Bianca pero tuvo que dejar al contorsionista tomar el relevo por culpa de su brazo malherido. Damián también tuvo que cambiar al asiento delantero por dejar espacio detrás para su madre, ella no se encontraba demasiado bien y su fiebre no hacía sino empeorar.

Stefano vio a Damian aferrado a la enorme almohada y sonrió, aquel niño se preocupaba por Bianca más que cualquiera y sabía que detrás de ese niño revoltoso había bondad en sus acciones. No era un entorno normal en lo absoluto y la vida que llevaba yendo de un lugar a otro constantemente por toda Italia no ayudaba. Eran nómadas de oficio podría decirse y todos tenían sus motivos para amar la profesión de circense. Stefano miró a Damian nuevamente con su mirada algo menos animada, sabía que él no eligió en absoluto. ¿Realmente el chico quería esto? Lo estaban condicionando lentamente y si no tomaban una decisión rápido no habrá otra oportunidad. El contorsionista lo tenía claro, Bianca debe entregar a este pobre niño a los servicios sociales por muy doloroso que sea y por mucho que haya crecido con ellos, no hay otra manera. El hombre no pudo evitar suspirar.

Bianca, creo que deberíamos-

Al mirar por el retrovisor de la camioneta enmudeció, la pobre mujer estaba profundamente dormida y para lo mal que tiene la salud prefirió dejarlo para después.

Uhngg… ¿Ya hemos llegado? —Damian abrió los ojos, frotándolos en el despertar.

Shhh, baja la voz —mandó a callar en susurros—. Nos queda poco para llegar a Glorenza.

Era una chapuza, no iban a conseguir mucho en un municipio tan pequeño pero andaban bajos de presupuesto y montar el circo ahí es barato. Tenían fe en que consiguiesen atraer turistas por la zona, necesitaban salir de la crisis financiera. Para el contorsionista ese era otro motivo de peso para dejar ir a Damian, siquiera podían alimentarlo con normalidad y su cuerpo huesudo lo dejaba bien claro.

Al cabo de un rato a camioneta con los animales y el coche que llevaba el remolque de atrezzo aparcaron en un descampado donde alzarían el circo. Luciano, el maestro de ceremonias fue con el par de trapecistas Angelo y Marco a hablar con el alcalde para terminar de sellar el acuerdo y seguramente negociar mejores precios. Damian y Bianca salieron del coche para ayudar a Stefano con los materiales.

¡Mama, no te esfuerces! —le imploro el niño, preocupado—. ¡Y-yo puedo de sobra con Stefano! —Damián cargaba con cantidades exageradas de anillas y barras pero Bianca le quitó unas pocas de encima.

Mamá puede con esto, gracias cariño mío —le dedicó una enorme sonrisa a su hijo, con ese gesto que siempre le daba aura de mujer dura y testaruda. Stefano siempre admiró a Bianca por tener un gran ánimo, como su hijo.

¡Stefano! ¡Ven un momento por favor! —el maestro de ceremonias reclamó al contorsionista, venía acompañado por el alcalde.

¡Voy, dame un segundo! —Stefano se acercó a madre e hijo—. Bianca, llévatelo dentro por favor.

Damian asintió, era lo normal. Para no levantar mucho jaleo siempre escondían al niño para esquivar a curiosos que pregunten por él y denuncien al circo, ya pasaron un terrible susto en una ocasión. El pequeño ya lo tenía mecanizado y casi que se introduzco solo en el asiento trasero de la camioneta.

El tiempo pasó con naturalidad y en un lapsus de dos días ya tuvieron montada la carpa completa. El alcalde expresó tremenda sorpresa, para lo pocos que eran si que montaron todo rápido. Luciano siempre se enorgullecía por el esfuerzo de todos, le echaban unas ganas tremendas y no era para menos, dar un espectaculo era emocionante para ellos. Todo el equipo amaba las reacciones de los visitantes cuando veían los espectáculos, en especial Damian quien lo veía todo desde el fondo. El chico tenía debilidad por ver tan feliz a los demás. Deseaba poder llegar a hacerlo algun día y entrar en el escenario, ser el centro de atención y servir a un inmenso público la mejor función de la historia.

Se acercó la noche y todos se sentaron alrededor de un pequeño hornillo adornado con una enorme olla llena de estofado de Bianca.

¡Cortesía del pueblo chicos! —vitoreó la mujer con una brilante alegía—. ¡Que aprovech-! ¡COF! ¡COF! —le dio un ataque de tos, la mujer estaba colorada y era un mar de sudor.

Bianca mujer, deberías mirar un poco por ti —aportó Luciano con una mirada poco convencida.

¡Nah, estoy bien! —Bianca aun con esas sacaba su mejor lado, mintiendo con una falsa fortaleza—. Vamos a celebrarlo hombre, que este campeón ha cargado con todos los trapecios y anillas. ¡Y él solito! —era obviamente falso pero la madre se divertía viendo como su hijo tomaba el mérito sin ninguna vergüenza.

Hala, ¿el enano pudo con todo?

¡Vaya con el niño!

Damián notaba como lo agarraba su madre de la cabeza y él se puso colorado y todo por tanto halago.

¡Es que soy lo mejorcito, no sé qué haríais sin mí! —vociferó el chico con los brazos cruzados con una expresión engreída—. ¡Te voy a ganar en fuerza, Stefano! —atacó señalando con la cuchara al susodicho.

Si, seguro renacuajo —el contorsionista respondió aguantando la risa mientras comenzaba a comer.

La noche estaba por acabar con un círculo de risas, comida y payasadas de Damian. El ambiente era familiar, cálido como ninguno para el niño y desde luego no lo abandonaría jamás. Amaba el circo, amaba a su familia, amaba a su madre y movería cielo y tierra por ellos. Esa noche durmió en brazos de su madre, el chico notaba en ella muchos temblores y no paraba de toser. Procuro desear en sueños que su mamá se pusiese buena pronto intentando ayudar a su manera.

La mañana, sin embargo, dio un giro doloroso para el circo. Angelo, el trapecista principal de la obra, se lastimó severamente el ligamento del hombro derecho en uno de los ensayos. No paró de lamentarse, aguantando el nudo en la garganta por el resto temiendo haber tirado por la borda la función. Damian se acercó al hombre lastimado, cabizbajo e intentando comprender que no iba a poder actuar. Todos, incluida Bianca, estaban desesperados por la noticia.

¿N-no puedes hacerlo Marco? —interrogó Luciano, blanco como una pared

¡No tengo su habilidad colgándome! No nos queda de otra, hay que cortar su parte.

¡El alcalde me dejó claro que nada de cambios de ultima hora!

Dentro de la carpa el ambiente era acalorado, un caos. Todos insultaron por lo bajo, para una vez que un trabajo tenía buena pinta les sucede una tragedia. Luciano guardó su colera para sí mismo, no quería que Damian escuchase más palabras malsonantes y…

¿Y el niño? ¡Lo que nos faltaba! ¿¡Bianca, donde se ha metido tu hijo?!

E-Eh… —la mujer miro para todos lados— ¿Damian?

¡¡Eh, aquí!!

El horror se hizo presente cuando todos vieron el cabezón esponjoso del niño subido en lo alto de la cornisa lateral de la carpa, con trapecio en mano. Luciano se llevó las manos a la cabeza.

¿¡Que coño haces?! —el maestro de ceremonias perdió la compostura—. ¡No está la red puesta, bájate ya!

Bianca enmudeció, se quedó bloqueada en el peor de los momentos. Cuando estuvo a punto de detenerlo el niño se lanzó agarrado al trapecio, sin miedo, sin dudas. Estaba a punto de demostrar algo y es que estaba dispuesto a hacer lo imposible por ellos. Vio los ensayos miles de veces y en mitad del trayecto, cuando ya estaba a punto de alcanzar el punto mas alto se soltó, aferrándose a la otra barra y llegando con relativa soltura al otro extremo de la carpa. Todos enmudecieron y lo primero que hicieron fue mirar a Angelo.

Eh… solo le enseñé a colgarse. No sabía que… —el hombre se olvidó del dolor de hombro por instantes—. Virgen santa, ¡este niño es un genio!

¡¡Puedo hacerlo!! ¡¡Dejadme-!!

¡NI HABLAR! —Luciano no dejo siquiera terminar a Damian, quien aun estaba arriba. Se apretó las sienes—. No le infléis la cabeza con más ideas, aun es muy pequeño. Stefano, bájalo ahora mismo.

Se te adelantó, Luciano.

Stefano señaló con una sonrisa pícara atrás del maestro de ceremonias. Damián ya estuvo a su lado.

¡HOLA! —el niño saludo de un bocinazo que casi mata a Luciano, como si fuese cosa de todos los días—. ¿Qué os ha parecido?

Ha sido impresionante, increíble. ¿Cómo has hecho eso? —dijo ojiplático Angelo.

¡¡SHHH!! —Luciano mandó a callar, en vano.

Cada vez que os ponéis a practicar siempre me cuelo a colgarme después cuando estáis fuera —admitió con cero de culpabilidad.

El trapecista miró las manos del chico, agarrándolas para verlas más de cerca. Los callos lo delataron, aquel niño decía la verdad. Stefano rompió a reir a carcajadas.

¡No solo ha salido contorsionista, también trapecista! —dijo entre risas.

Bianca se acercó a su hijo, abrazándolo.

Menudo susto me has dado. No… sé que decir.

¡Quiero hacerlo mamá! ¡Puedo actuar!

Todos se quedaron mirando al niño de nuevo cuando exclamó eso, luego miraron a Luciano quien los miraba de vuelta con incredulidad.

¿Es en serio? ¿Soy el único que está cuerdo aquí?

El chico puede, lo acabas de ver.

¡Pudo haberse caído!

Nos acaba de callar la boca a todos. ¿Y si le ponemos una máscara? Nadie tiene por qué enterarse.

¡¿Te estás escuchando?!

El pequeño se acercó a Luciano, con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos brillantes de ilusión. Parecía que nada iba a cambiar la opinión de Damian y el hombre no hizo sino suspirar y agacharse.

Niño, vas a estar delante de un público. Lo tienes que hacer perfecto… —Luciano, asqueado por la locura que estaba cometiendo, miró a Bianca—. Necesito tu permiso, no has hablado casi nada.

Bianca estaba ensimismada en sus pensamientos, acercándose a Damian junto a Luciano.

Sé que no he sido una madre modelo Luciano pero… —la mujer se giró a su hijo, agarando su pequeño hombro—. Esta vez te dejaré ir, no voy a frenarte. Estoy demasiado orgullosa del hombrecito que tengo.

La madre se aguantó la emoción para después, suspirando de agotamiento.

¿Estas bien Blanca? —Luciano la analizó, estaba temblando.

Iré… al médico mañana, después de que vea a mi hijo actuar esta noche.

Damian, sin embargo, estaba saltando de la emoción y chillando como nunca. Era su sueño actuar para un público y por fín se lo han concedido. Además, saber que su madre va a verlo le dio aun más ganas.

Durante toda la mañana y toda la tarde que quedaba antes de la gran noche, Luciano y Marco se centraron en guiar a Damian. El niño clavaba todo, como si ya lo tuviese ensayado. Observó bien los movimientos de los trapecistas en su momento y el número ya lo tenía a punto. Stefano también le ofreció al niño hacer de ayudante contorsionista y vaya que si lo hacía bien, demostrando los frutos de su entrenamiento con él. El aire estaba lleno de una felicidad abrumadora, el chico tenía un talento natural para ablandar los corazones de todos. Era testarudo, desobediente, revoltoso, pero una llama de felicidad ahogaba eso, el niño genuinamente disfrutaba hacer de circense junto a todos y a Bianca se le escapaban lágrimas de orgullo junto a Luciano quien no pudo evitar contagiarse del orgullo maternal de ella.

Entre todos prepararon el disfraz para la gran estrella del espectáculo. Recortaron un traje abombado de color rojo brillante adornado con tiras moradas, lo adaptaron para que Damian estuviese cómodo en todo momento. Para cubrir su rostro usaron una vieja careta de teatro que reflejaba una sonrisa inquietante para unos pero que encajaba con el aura misteriosa que querián lograr. Le pusieron diversas plumas de colores rojizos, amarillentos y morados para complementarla y quedaba perfecto en conjunción a los trajes de Stefano, Marco y Luciano. Bianca se quedó mirando en el fondo de la carpa, no partició por motivos de salud y eso ya lo hablaron previamente con el alcalde de la ciudad.

Luciano inauguró la ceremonia en cuanto un aceptable número de personas entraron al circo. Parecía haber bastantes y eso lo llenó de alegría.

¡Damas y caballeros! ¡Señoras y señores! ¡Niños y niñas! —inició en cuanto el casete se puso en marcha emitiendo por los altavoces el redoble de tambores—. ¡Entres ustedes presentamos la función de hoy! ¡Tenemos entre nosotros a un invitado muy especial, el Duende de la Comedia!

Conforme señaló hacia arriba, la luz del foco fue directa a Damian. Luciano contrató unos especialistas en iluminación de la ciudad y todo iba de perlas. El chico disfrazado hizo unos gestos payasescos, preparando sus brazos para agarrarse. Tenía un talento innato, como si toda su vida se hubiese preparado mentalmente para ese vital momento. Bajo la máscara Damián brillaba de emoción al ver semejante grada, llena cada vez de más personas. Era su sueño, su vida Quería más atención, robar todas las miradas para él y en cuanto se preparó tal y como en el ensayo se lanzó agarrado a la barra, haciendo una pirueta arriesgada al saltar dando una vuelta completa en el aire que asombró hasta al propio Luciano. Damian exclamó de pura emoción al agarrarse en la otra barra, lleno de adrenalina. Repitió e mismo movimiento de un lado a otro unas cinco veces, cambiando de piruetas entre series.

Su madre, Bianca, estaba en el fondo de la carpa. Le dolían los brazos, los musculos la mataban poco a poco pero aguantaba, apretaba los dientes víctima de unos espasmos raros y una horrible fiebre.

Vamos hijo, tú puedes...

Era testaruda. Su vida peligraba y ella no sabía eso, solo se centraba en seguir con la mirada la pura felicidad que irradiaba su hijo, arriesgaría todo por verlo tan feliz.

La noche seguía entre números de contorsionismo. El público estaba alucinado con todo el maravilloso espectáculo que aquel misterioso hombre bajito daba para todos. Luciano se limpió las lágrimas de emoción y retrocedió para ver a Bianca.

Bianca, tu hijo es… ¿Bianca? ¿¡Bianca!?

La mujer estaba tirada en el suelo, paralizada y con el rostro retorcido. Le faltaba el aire y tenía la piel rojiza, no paraba de temblar de una forma terrorífica. Luciano corriendo llamó a la ambulancia, le daba igual ya la función con la madre de Damian en ese estado. El maestro de ceremonias no se movió de su lado e imploró al resto que lo ayudasen. Justo antes de terminar el número final, Stefano y Marco fueron corriendo a socorrerla y Damian, distraido, se percató más tarde que el resto lo que pasaba y allí vio a su madre, al fondo, con la cara roja y sangrando por la nariz.

Sin dudas, tal y como en la función, se fue disparado pero no se acercó. Estaba asustado.

Diles a todos que se acabó la función Stefano —ordenó Luciano con un terror horrible en el cuerpo.

¿Mama?

Damian recibió la mirada angustiada de Luciano pero el maestro de ceremonias no pudo ver tras la máscara el rostro del chico, roto emocionalmente. No sabía que pasaba con ella y eso lo asustó aun más. Unas lágrimas caían de su cara cuyas gotas asomaban bajo la máscara, iluminada por las luces de la ambulancia recien llegada. La pequeña estrella de circo se quedó paralizada, tal y como llegó mientras se llevaban a su madre en camilla.

Cuando la ambulancia se fue junto con Luciano, Stefano recibio una llamada. El maestro de ceremonias le avisó que Bianca se estabilizó y que tiene salvación según los médicos.

Damian, tu mamá se puso mejor. Es-

¡DÉJAME! —la situación era aun mas triste para Stefano, no pudo imaginarse el rostro retorcido de dolor de ese niño tan risueño y feliz tras esa máscara. Aquella sonrisa tallada escondía un arrebato desesperado. La voz quebrada del niño exclamó—. ¿¡POR QUÉ SE PUSO ASI?! ¡NO QUIERO QUE SE VAYA! —Damian apretó fuerte sus puños, tensando todo su cuerpo.

Stefano se acercó y lo abrazó.

Tranquilo hijo, mamá va a mejorar.

¡NO! ¡DÉJAMEE! ¡QUIERO VERLA! ¡MAMÁ!

El contorsionista aguantó con más dolor psicológico que físico las patadas y puñetazos de Damian, apretando los dientes impotente ante la situación.

Los días pasaron y aunque el circo se recuperó un poco y Bianca estaba hospitalizada y a buen recaudo, Damián seguía preocupado por la persona que más quiere en su mundo. Stefano le daba noticias de recuperación y Damian no pensaba en otra cosa: quería ayudar más. No quería que su madre trabajase más y haría lo que fuese para lograrlo.

No fue muy dificil convencerlo para marchar a Rocavarancolia. Le entristecía alejarse pero no tenía opción, estaba desesperado por su familia y sobre todo por su madre. Aquel mundo extraño le daría respuestas a su camino borroso.
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