Tarde de juegos

Era una de esas tardes de no hacer nada. Tenían comida de sobra, no había ninguna razón para salir (y la verdad tampoco había muchas ganas). Rena había terminado sus entrenamientos y las tareas del torreón que le correspondían. Desde al día que llegaron había pasado sus horas muertas a solas reorganizando todos los archivos del ordenador de su brazo y las que estaba acompañada haciendo cualquier chorradilla con madera o lo que encontrase. Neil le había enseñado a tallar y gracias a eso había ido sacando una colección de figuritas de personajes de videojuegos que, no porque las hubiera hecho ella, pero estaban bastante bien. Cuando terminó los detalles de su cyber-barbaro lo colocó frente a ella junto al resto de figuras formando una hilera. Entonces se le ocurrió una idea magistral.

Desde que Eitne había perdido la pierna jugaba menos con los enanos como solía hacerlo. Era un poco bruta, todo sea dicho, y sabía que Eitne no podía participar en ese tipo de juegos. Le daba miedo ser la causante de que el daeliciano se sintiera peor. Por desgracia todos los juegos no físicos que tenía estaban en su ordenador y hasta el momento no se le había ocurrido una forma de hacer que todos pudieran participar.

-Eh, enanos y no enanos, ¿os apetece que juguemos a algo? -dijo en voz alta para cualquiera que estuviera en el salón.

Eitne estaba aburrido, desde que era cojo aquello era más común de lo que le gustaría. No hacía mucho desde que le bajaron la cama al salón y le fabricaron las muletas y todavía no se sentía cómodo con la situación. De hecho, por esa época ya había comenzado a tallar una pierna de repuesto, bien escondida bajo el sofá. Cuando Rena preguntó por los juegos, se sentó sobre su cama con expectación. De nuevo, desde que era cojo, las sugerencias de jugar no siempre eran algo bueno. El escondite, el pilla pilla... Muchos de sus juegos preferidos ya no podía jugarlos.

—¿A qué? —Lo que una vez habría preguntado con entusiasmo, ahora lo preguntaba con la boca pequeña, con algo de miedo a quedarse aislado.

Pam se encontraba en el salón dentada en uno de los sillones creados unas pequeñas pulseras con hilos de diferentes con pasividad, cuando Rena dijo aquella pregunta. La mona del queso levantó la vista de lo que hacia para observarla con expectación, no siéndole nada raro lo de que los críos se juntaran para jugar, aunque ciertamente Eitne ya no lo hacia muy a menudo por lo obvio. Por lo que no tenia muy claro que se le podría haber ocurrido a la irrense para también hacer que el daeliciano pudiera intervenir, cosa que el también aprecia preguntarse.

- Mm, como imagino os vais a unir todos a jugar...voy a probar a preparar una par de cosillas para acompañar al juego - indico Pam mientras se levantaba del sillón con intención de ir a la cocina, pues lo de jugar no iba con ella, no sabia como hacerlo realmente, eso de divertirse era aun un concepto algo extraño, decidió que la mejor forma de contribuir a lo que sea que Rena estuviera planeando para levantar un poco el ambiente era intentar preparar algo rico, llamativo y fácil de comer mientras jugaban.

Rena se animó al ver que los enanos se apuntaban. Se cambió de sitio para ponerse en la cabecera de la mesa baja y le indicó a los demás se que sentasen a los lados. Puso los muñequitos enfrente de ella.

-Vale, os explico de que va. Cada figurita es un personaje de un juego de rol al que yo solía jugar en mi mundo. Normalmente se hace online pero también se puede hacer en persona. Elegís el que más os guste y yo, que soy la jefaza de juego, os pondré delante unos monstruos y unas pruebas y teneis que superarlos para conseguir premios. ¿Qué os parece?

Esperó una reacción general. No era buena dando explicaciones asíq ue tuvo que responder varias preguntas sobre el funcionamiento del juego y dar más detalles sobre las reglas. Ella tenía una aplicación de dados en el ordenador pero siendo críos podía saltarse el tema de los dados y limitarse a crear una historia divertida entre todos (aunque sí que lo usarían para decidir los turnos). Cuando más o menos todo estuvo claro presentó a los personajes.

-Este es el cyberbárbaro. Es el que siempre uso yo pero como voy a ser la jefaza de juego que lo coja quien quiera. Puede llevar un hacha o un martillo sónico y tiene mucha resistencia y tatuajes molones -También era la figura mejor hecha porque el favoritismo es muy malo -También tengo un hechicero con su lanzaensalmos de repetición, el guerrero que lleva una pica eléctrica pero le puedes poner espada si quieres (a mi me mola más la pica, pero esa soy yo). De apoyo están el sanador, que tiene un rayo curativo y puede dar chutes de energía con estas jeringas, y el artesano tecnomágico que hace armas y puede arreglar implantes. El pícaro-hacker puede desactivar trampas rúnicas y abrir cerraduras y esas mierdas...

Había suficientes figuras para que todos jugasen. Rena les dio la opción de que adaptasen los personajes si querían a algo que les fuese más familiar, pero estaría pendiente de que no se fliparan. Le pidió un carboncillo a Hiss y directamente en el tablero de la mesa dibujó un mapa muy rudimentario.

-Empezareis aquí, en el mercado de Villacutre, y tendréis que superar el Foso de Bichos para llegar a la Capital.

Sacó un par de fichas de referencias de monstruos para tenerlas a mano en el ordenador y buscó una lista de reproducción para tener de fondo.

Nime se plantó allí en cuanto Rena mencionó las palabras mágicas. Su entusiasmo era más que evidente, y se quedó apoyada contra el respaldo de un sillón a esperar las explicaciones de la irrense. Al principio no entendió muy bien a qué se refería, pero la niña asumió que se trataba de un juego de muñecos donde cada uno cogía uno y fingían ser él, así que pensó que no era nada muy diferente de cómo solían jugar en su mundo los niños.

Las explicaciones de Rena le resultaron algo enrevesadas, así que se fijó en las figuritas para elegirlas, más que en lo que ella decía. Aunque sí se quedó con una cosa: cuál era la favorita de la propia Rena. Como no iba a jugar, Nime quería probar lo que a ella le gustase más, porque seguro que tenía buenos motivos para ello.
—¿Puedo coger el ci… el bárbaro ese que le gusta a Rena? —preguntó mirando hacia el resto de interesados en el juego, y alargando ya la mano hacia la figurita. También era la más detallada de todas, y ya ni recordaba cómo se llamaban el resto.

-Juuugaaarrr!!!- vino Guillermo corriendo al enterarse que estaban planeando algo. Y se lanzo, saltando en un sitio libre.

-Yo me pido el hechicero con el temible lanzaensaladas de repetición, la magia del brócoli!!.- dijo mirando espectante a Rena, como un perro al que le van a lanzar una pelota.

Eitne la miró con expresión de felicidad. ¡Un juego al que podía jugar! Se acercó con torpeza, pues aún se peleaba con las muletas, y escuchó con atención lo que decía Rena. Había muchas palabras que no entendía bien sobre los personajes, pero tenía claro cuál le gustaba más. Tuvo suerte de que sus amigos no se lo quitaran.

—¡Yo quiero el sanador! Os voy a curar a todos —no pensó en lo irónico que era decir eso, en ese momento estaba sumergido en ganas de jugar—. ¿Podemos hacernos amigos de los bichos del foso? ¡Oh! ¿Y coger uno para Nime? O bueno... ¿Son bichos insectos o bichos monstruos? —infundió en su voz algo de terror al mencionar a los monstruos, en parte era fingido y en parte no.