- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguasPersonajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
La cosecha de Gart
04/04/14, 08:46 pm
Noel se había despedido de dama Aroma al poco de salir por el portal que los había llevado a aquel nuevo mundo lleno de tarseros ludópatas, sus esclavos humanoides que sudaban leche y primos lejanos de los dragones intolerantes a la lactosa. O al menos así resumía el draco lo que le habían explicado acerca del planeta del que ahora era cosechador junto a la bruja.
Le hubiera gustado poder visitar el planeta adecuadamente y desplazarse volando hasta el archipiélago donde habitaban los parqios, pero entonces a sus potenciales cosechados se les habría pasado el arroz para cuando llegase allí. O quizás no tanto, pero ciertamente a tiempo no llegaba para la noche de Samhein. Así pues se desplazó en un instante a la Isla Central que era el lugar al que dirigían las coordenadas del teletransportador proporcionado por el Consejo.
Apareció en medio de un bosque repleto de vegetación de toda clase. De muchas clases distintas, de hecho. Tantas que casi podía visualizar a Giz correteando de aquí para allá recogiendo muestras incansablemente durante horas. De hecho el sueco ya había pensado en llevarle al menos las muestras de las especies inteligentes, con la ayuda de dama Aroma, pero podría llevarle muchas más si dispusiese de tiempo. Pero los parqios no iban a cosecharse solos, así que el sueco echó a andar mientras sacaba el detector de esencia que le habían dado.
Las primeras horas no tuvo éxito alguno. Deambuló por la isla pendiente del aparato sin que este emitiese ninguna señal. Se desplazó, esta vez sí, volando hacia otra de las islas del archipiélago y su suerte no parecía tener intención de cambiar. Noel maldijo, estaba cada vez más convencido de que volvería con las manos completamente vacías y precisamente el primer año que Rocavarancolia visitaba un mundo era cuando más probabilidades había de encontrar esencia.
Pero la encontró. Justo cuando estaba a punto de abandonar una de las islas, su detector le indicó que se estaba aproximando a un candidato y no tardaría en encontrarle. O el candidato en encontrarlo a él.
De lo alto de un árbol, un parqio que de tan pequeño casi parecía una lagartija con alas, se dejó caer planeando justo enfrente de Noel para después rodar aparatosamente por el suelo sin quitarle los ojos de encima. El draco le devolvió la mirada, preguntándose qué se le estaría pasando por la cabeza a aquel pequeño. La fauna de Ordesta parecía tan diversa como su flora, pero era muy poco probable que hubiese visto nunca una criatura tan extraña a sus ojos como era él.
—Hola —terminó diciendo mientras se cruzaba de brazos.
La palabra pareció activar alguna clase de mecanismo en el pequeño reptil, que dio un salto en el sitio y dejó caer su mandíbula con evidente sorpresa.
—¡Hablas!
<<¿Y qué rayos esperabas, que me pusiese a cacarear?>>
—Tú también —señaló el sueco devolviéndole la pelota.
—¡Es verdad! —El parqio reaccionó como si nunca se hubiera dado cuenta de semejante prodigio.
Noel tuvo que reprimir una carcajada. <<Bueno, si convenzo a este seguro que no se aburrirán en su torreón>>.
—Oye… No he dejado de pensar en una cosa desde que te vi llegar… ¿Qué eres? —preguntó mientras alzaba el vuelo y se colocaba cerca de su rostro.
—En el lugar de donde vengo, algunos llaman “milagro” a lo que soy. <<Y otros, como yo, preferimos el término “monstruo”>>. Pero digamos que soy Noel. Ese es mi nombre, quiero decir —consideró necesario hacer la aclaración, aquel pequeñajo era capaz de pensarse que era el nombre de su especie o algo por el estilo—. ¿Y tú cómo te llamas?
—Gart —respondió rápidamente para enseguida comenzar a soltar preguntas como una ametralladora—. ¿Y qué sitio es ese? ¿Se puede visitar? ¿Cómo es? Nunca había visto a un “milagro” como tú. ¿Es distinto a las Islas? ¿Hay cosas interesantes?
El draco esbozó una sonrisa ligeramente burlona. No parecía que le fuese a costar mucho convencerlo. Decidió sentarse en el suelo con las piernas entrelazadas y el reptil siguió su movimiento aterrizando enfrente suyo sin quitarle la vista de encima en ningún momento, como si temiese que fuese a desvanecerse en el aire de un momento a otro.
—El lugar de donde vengo se llama Rocavarancolia y está lleno de cosas que no has visto nunca. Si vienes conmigo sabrás mucho más que ningún parqio existente. Durante un año verás más que lo jamás podrías ver en toda tu vida si te quedas aquí.
—¿De verdad? —El entusiasmo de Gart era casi palpable—. Nunca quieren dejarme salir de la Isla Central, pero yo quiero saber más cosas… ¡Por eso vine aquí sin que se enterasen! Oh, pero si me voy sin avisar se van a preocupar —el tono y los movimientos de Gart se relajaron de repente y reflejaban cierta decepción—. Y si ya me echan la bronca por querer venir a los Alrededores no me quiero imaginar si les digo que voy a Rocaver… el sitio que dices.
En ese momento el draco decidió que sería mejor recurrir a la picadura de Morfeo por si acaso, por lo que sacó la pipa llena de dicha sustancia que le había dado el consejo y empleó magia para encenderla. La reacción de Gart no se hizo esperar.
—¿Cómo has hecho fuego sin frotar palos? ¿Qué es ese cacharro? ¿Puedo probar yo también?
El parqio no necesitaba inhalar el humo para quedarse pasmado mirando las volutas que emanaban de la pipa.
—Eres demasiado pequeño para probarlo —dio como respuesta a las preguntas sobre la pipa con tono divertido—. Pero si me acompañas es muy posible que tú también aprendas a hacer fuego de la nada.
—¡Yo quiero saber hacer eso! ¿Qué más cosas podré saber hacer?
Noel se lo pensó unos segundos y conjuró un bloque de hielo luminoso que cambiaba de color cada pocos segundos. Un hechizo tan simple como inútil, pero vistoso para una criatura de corta edad que pertenecía a una sociedad en la que el fuego todavía se conseguía solamente mediante fricción pura y dura.
—Halaaa… ¿Cómo haces eso? Dijiste unas palabras muy raras, ¿son palabras especiales que sirven para crear cosas en el aire?
—Algo así…
—Tengo que… aprender… cómo se hace… ¿Me enseñarás? —dijo entre bostezos.
La picadura de Morfeo comenzaba a hacer efecto y el parqio parecía haberse olvidado de su preocupación. Aunque de todos modos, pensó el sueco, no daba precisamente la sensación de que se preocupase muy a menudo de nada. La había utilizado más que nada por precaución y porque de todos modos sino lo hacía tendría que gastar su propia magia para dormirlo.
—Yo no puedo —respondió el draco mientras se levantaba del suelo—. Pero tendrás un año entero para aprender por tu cuenta. Si no te convence siempre puedes regresar.
—Llévame allí.
Esas serían las últimas palabras que Gart pronunciaría en Ordesta, ya que al instante cayó en un profundo sueño del que no despertaría hasta muchas horas después, probablemente en una de las celdas de las Mazmorras de la Cosecha. Noel apagó la pipa y la guardó y a continuación cargó con el parqio en brazos, sonriendo satisfecho de haber tenido éxito.
<<Este no va a llegar ni a media criba>>, pensó con cierta jocosidad mientras alzaba el vuelo de nuevo. Aunque en el fondo sentiría una leve lástima si al final resultaba estar en lo cierto.
No estaba muy seguro de si volvería a tiempo si visitaba otras islas, por lo que decidió volver a la Central, que era donde mayor concentración de parqios en edad cosechable había, por si había pasado alguna señal por alto. El detector no volvió a indicarle la presencia de ninguna esencia. No obstante, antes de activar el dispositivo de teletransporte se internó un poco más en el bosque donde había aparecido con la intención de encontrar otro ser vivo para un propósito distinto. Tuvo suerte y tampoco volvería con las manos vacías de muestras, sin contar la que le proporcionaba el durmiente Gart y que ya se había asegurado de extraer. Un conejo de tamaño considerable que acababa de despedazar sin piedad a su prisa y la devoraba ávidamente cayó presa de un hechizo de parálisis lanzado a una distancia prudente por el draco. Giz seguro que apreciaría tener un ejemplar entero vivo con el que experimentar.
Y de este modo, Noel atravesó el portal de vuelta a Rocavarancolia con su aportación de esencia fresca en brazos. Solo la propia ciudad, la habilidad que tuviera el parqio para sortear los peligros… o su suerte para salir vivo de ellos, determinarían si era apto para pertenecer a la ciudad de los milagros.
Le hubiera gustado poder visitar el planeta adecuadamente y desplazarse volando hasta el archipiélago donde habitaban los parqios, pero entonces a sus potenciales cosechados se les habría pasado el arroz para cuando llegase allí. O quizás no tanto, pero ciertamente a tiempo no llegaba para la noche de Samhein. Así pues se desplazó en un instante a la Isla Central que era el lugar al que dirigían las coordenadas del teletransportador proporcionado por el Consejo.
Apareció en medio de un bosque repleto de vegetación de toda clase. De muchas clases distintas, de hecho. Tantas que casi podía visualizar a Giz correteando de aquí para allá recogiendo muestras incansablemente durante horas. De hecho el sueco ya había pensado en llevarle al menos las muestras de las especies inteligentes, con la ayuda de dama Aroma, pero podría llevarle muchas más si dispusiese de tiempo. Pero los parqios no iban a cosecharse solos, así que el sueco echó a andar mientras sacaba el detector de esencia que le habían dado.
Las primeras horas no tuvo éxito alguno. Deambuló por la isla pendiente del aparato sin que este emitiese ninguna señal. Se desplazó, esta vez sí, volando hacia otra de las islas del archipiélago y su suerte no parecía tener intención de cambiar. Noel maldijo, estaba cada vez más convencido de que volvería con las manos completamente vacías y precisamente el primer año que Rocavarancolia visitaba un mundo era cuando más probabilidades había de encontrar esencia.
Pero la encontró. Justo cuando estaba a punto de abandonar una de las islas, su detector le indicó que se estaba aproximando a un candidato y no tardaría en encontrarle. O el candidato en encontrarlo a él.
De lo alto de un árbol, un parqio que de tan pequeño casi parecía una lagartija con alas, se dejó caer planeando justo enfrente de Noel para después rodar aparatosamente por el suelo sin quitarle los ojos de encima. El draco le devolvió la mirada, preguntándose qué se le estaría pasando por la cabeza a aquel pequeño. La fauna de Ordesta parecía tan diversa como su flora, pero era muy poco probable que hubiese visto nunca una criatura tan extraña a sus ojos como era él.
—Hola —terminó diciendo mientras se cruzaba de brazos.
La palabra pareció activar alguna clase de mecanismo en el pequeño reptil, que dio un salto en el sitio y dejó caer su mandíbula con evidente sorpresa.
—¡Hablas!
<<¿Y qué rayos esperabas, que me pusiese a cacarear?>>
—Tú también —señaló el sueco devolviéndole la pelota.
—¡Es verdad! —El parqio reaccionó como si nunca se hubiera dado cuenta de semejante prodigio.
Noel tuvo que reprimir una carcajada. <<Bueno, si convenzo a este seguro que no se aburrirán en su torreón>>.
—Oye… No he dejado de pensar en una cosa desde que te vi llegar… ¿Qué eres? —preguntó mientras alzaba el vuelo y se colocaba cerca de su rostro.
—En el lugar de donde vengo, algunos llaman “milagro” a lo que soy. <<Y otros, como yo, preferimos el término “monstruo”>>. Pero digamos que soy Noel. Ese es mi nombre, quiero decir —consideró necesario hacer la aclaración, aquel pequeñajo era capaz de pensarse que era el nombre de su especie o algo por el estilo—. ¿Y tú cómo te llamas?
—Gart —respondió rápidamente para enseguida comenzar a soltar preguntas como una ametralladora—. ¿Y qué sitio es ese? ¿Se puede visitar? ¿Cómo es? Nunca había visto a un “milagro” como tú. ¿Es distinto a las Islas? ¿Hay cosas interesantes?
El draco esbozó una sonrisa ligeramente burlona. No parecía que le fuese a costar mucho convencerlo. Decidió sentarse en el suelo con las piernas entrelazadas y el reptil siguió su movimiento aterrizando enfrente suyo sin quitarle la vista de encima en ningún momento, como si temiese que fuese a desvanecerse en el aire de un momento a otro.
—El lugar de donde vengo se llama Rocavarancolia y está lleno de cosas que no has visto nunca. Si vienes conmigo sabrás mucho más que ningún parqio existente. Durante un año verás más que lo jamás podrías ver en toda tu vida si te quedas aquí.
—¿De verdad? —El entusiasmo de Gart era casi palpable—. Nunca quieren dejarme salir de la Isla Central, pero yo quiero saber más cosas… ¡Por eso vine aquí sin que se enterasen! Oh, pero si me voy sin avisar se van a preocupar —el tono y los movimientos de Gart se relajaron de repente y reflejaban cierta decepción—. Y si ya me echan la bronca por querer venir a los Alrededores no me quiero imaginar si les digo que voy a Rocaver… el sitio que dices.
En ese momento el draco decidió que sería mejor recurrir a la picadura de Morfeo por si acaso, por lo que sacó la pipa llena de dicha sustancia que le había dado el consejo y empleó magia para encenderla. La reacción de Gart no se hizo esperar.
—¿Cómo has hecho fuego sin frotar palos? ¿Qué es ese cacharro? ¿Puedo probar yo también?
El parqio no necesitaba inhalar el humo para quedarse pasmado mirando las volutas que emanaban de la pipa.
—Eres demasiado pequeño para probarlo —dio como respuesta a las preguntas sobre la pipa con tono divertido—. Pero si me acompañas es muy posible que tú también aprendas a hacer fuego de la nada.
—¡Yo quiero saber hacer eso! ¿Qué más cosas podré saber hacer?
Noel se lo pensó unos segundos y conjuró un bloque de hielo luminoso que cambiaba de color cada pocos segundos. Un hechizo tan simple como inútil, pero vistoso para una criatura de corta edad que pertenecía a una sociedad en la que el fuego todavía se conseguía solamente mediante fricción pura y dura.
—Halaaa… ¿Cómo haces eso? Dijiste unas palabras muy raras, ¿son palabras especiales que sirven para crear cosas en el aire?
—Algo así…
—Tengo que… aprender… cómo se hace… ¿Me enseñarás? —dijo entre bostezos.
La picadura de Morfeo comenzaba a hacer efecto y el parqio parecía haberse olvidado de su preocupación. Aunque de todos modos, pensó el sueco, no daba precisamente la sensación de que se preocupase muy a menudo de nada. La había utilizado más que nada por precaución y porque de todos modos sino lo hacía tendría que gastar su propia magia para dormirlo.
—Yo no puedo —respondió el draco mientras se levantaba del suelo—. Pero tendrás un año entero para aprender por tu cuenta. Si no te convence siempre puedes regresar.
—Llévame allí.
Esas serían las últimas palabras que Gart pronunciaría en Ordesta, ya que al instante cayó en un profundo sueño del que no despertaría hasta muchas horas después, probablemente en una de las celdas de las Mazmorras de la Cosecha. Noel apagó la pipa y la guardó y a continuación cargó con el parqio en brazos, sonriendo satisfecho de haber tenido éxito.
<<Este no va a llegar ni a media criba>>, pensó con cierta jocosidad mientras alzaba el vuelo de nuevo. Aunque en el fondo sentiría una leve lástima si al final resultaba estar en lo cierto.
No estaba muy seguro de si volvería a tiempo si visitaba otras islas, por lo que decidió volver a la Central, que era donde mayor concentración de parqios en edad cosechable había, por si había pasado alguna señal por alto. El detector no volvió a indicarle la presencia de ninguna esencia. No obstante, antes de activar el dispositivo de teletransporte se internó un poco más en el bosque donde había aparecido con la intención de encontrar otro ser vivo para un propósito distinto. Tuvo suerte y tampoco volvería con las manos vacías de muestras, sin contar la que le proporcionaba el durmiente Gart y que ya se había asegurado de extraer. Un conejo de tamaño considerable que acababa de despedazar sin piedad a su prisa y la devoraba ávidamente cayó presa de un hechizo de parálisis lanzado a una distancia prudente por el draco. Giz seguro que apreciaría tener un ejemplar entero vivo con el que experimentar.
Y de este modo, Noel atravesó el portal de vuelta a Rocavarancolia con su aportación de esencia fresca en brazos. Solo la propia ciudad, la habilidad que tuviera el parqio para sortear los peligros… o su suerte para salir vivo de ellos, determinarían si era apto para pertenecer a la ciudad de los milagros.
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