Krabelin

- Todavía puedes retractarte si así lo deseas- le indicó Kimbra, consciente de que probablemente Irianna no se encontraba cómoda con la idea. Quizás era una misión más arriesgada de lo que ella se había pensado en un principio-. Como ya he dicho, estimo menos de un periodo nocturno de duración. Solicité tu ayuda con fines preventivos y de control, pero no quiero que consideres que estoy arriesgando deliberadamente tu integridad de alguna manera. No consideraré una falta a tu palabra o una traición si finalmente decides retractarte. Lo entenderé.

Para Kimbra, Irianna era más importante que aquel plan, por lo que no la obligaría consciente o inconscientemente a prestarle su ayuda. Ella podía retrasar el acto, buscar a otro compañero al que no le generara un conflicto o, incluso, arriesgarse a llevar a cabo el rito en solitario. La engendro preferiría no tener que resignarse a la última opción, pero cabía la posibilidad de que, en última instancia, fuera necesario.

Volvió a negar con más vehemencia: a veces era frustrante que a otros les fuese imposible captar los matices idrinos porque si así fuera, la krabelinense ya sabría que en su resolución no había lugar para la duda.
—No, Kimbra. Te dije que te ayudaría y lo voy a hacer. No tiene que ver con que lo consideres o no una traición: no voy a dejarte aquí sola.
Para ella sí estaba claro que la hija de lunas pensaba seguir adelante fuese como fuese gracias a su lectura del lenguaje corporal y la idrina no se perdonaría el irse sin más.
>>Tan solo intentemos ser lo más discretas y eficientes posible... Aunque seguro que ya contabas con ello.

Kimbra asintió ante las palabras de Irianna. Ella ya había considerado que la discreción y eficiencia debían ser primordiales, pero prefería que Irianna fuera consciente de ello para que se sintiera más segura.

Una vez aquel punto quedó claro, Kimbra procedió a dirigirse hacia las zonas pantanosas. A Irianna le gustaría poder recargar niebla y Kimbra quería recoger algunos materiales e ingredientes y dejar a Ámarok corretear por el prado. El kerlax no era infeliz en Rocavarancolia, pero Kimbra sabía que necesitaba de grandes extensiones de terreno para poder correr a placer.

Antes de que la noche comenzara a caer, Kimbra le indicó a Irianna que era el momento. En realidad, aún faltaban algunas horas para que los Seguidores de Lakra comenzaran su rutina habitual de sueño, pero Kimbra quería estar preparada antes de que esto ocurriera para poder empezar cuanto antes.

- Vamos a montar un pequeño campamento aquí. La ciudad Nombrada está algo más alejada, en aquella dirección- indicó señalando-. Lo suficientemente cerca como para poder operar con facilidad, pero no tanto como para que nos descubran ya que estamos en la parte trasera de la ciudad y no es común que los ciudadanos caminen por esta zona. Me hubiera agradado realizar el ritual en el altar dedicado a ello, pero eso sería poco conveniente e innecesariamente arriesgado. Además, el altar no es estrictamente necesario para el ritual. Una superficie estable cualquiera será suficiente y he traído algo llamado "mesa plegable". Curioso artilugio, en mi opinión- explicó mientras montaba el campamento y sacaba el susodicho objeto-. Una vez hayamos terminado, nos acercaremos a la ciudad. Gracias a algunos hechizos de levitación y ocultación no acarreará mayor dificultad, ya que iremos sin Ámarok que se quedará aquí vigilando el campamento. Una vez nos hayamos hecho con el amuleto lo traeremos aquí y procederé a ponérmelo. El lugar está lo suficientemente cerca como para que extiendas tu niebla como método de control si así lo deseas.

La nebulomante se aprovisionó de nueva niebla mientras Kimbra recolectaba algunas hierbas y se entretuvo observando las carreras de Ámarok, que sin duda parecía contento de poder contar con una buena superficie para poder estirar las patas. Una vez hubo terminado de absorber suficiente bruma ayudó a la hija de lunas a recoger plantas o cualquier cosa que requiriese. Cuando el anochecer estuvo cerca, la demonio rakshasa le dio nuevas instrucciones.

Irianna estaba de acuerdo con lo que le explicó Kimbra acerca de dónde iban a montar el campamento y en que utilizar el altar ritual habría sido excesivamente arriesgado, pero no pudo evitar dejar escapar una pequeña risa al ver a su metódica amiga sacar aquella mesa plegable mientras la describía a su particular manera. Se mostró de acuerdo con todo y comenzaron a montar el campamento.
—Cuando volvamos extenderé un banco de niebla hasta una distancia prudencial —confirmó ante su última sugerencia—. No creo que Ámarok tenga problemas mientras tanto.
La lacustre sabía que el kerlax era verdaderamente confiable y su presencia ya no le producía ninguna inseguridad, sino todo lo contrario.

Kimbra asintió ante las palabras de Irianna mientras colocaba los materiales necesarios para el ritual, satisfecha por el comentario de la nebulomante sobre Ámarok. Por regla general el kerlax era bastante reacio a relacionarse con otras personas que no fueran Kimbra, pero le había cogido cierto cariño a los nuevos amigos de su dueña. A la engendro le agradaba ver que, en cierta manera, ese cariño era recíproco.

Cuando el campamento estuvo terminado, Kimbra guió a Irianna a la ciudad nombrada. A la krabelinense le hubiera gustado haberle mostrado la ciudad en otras circunstancias porque sabía que la idrina apreciaría el arte nombrado, pero desgraciadamente aquel no era un bueno momento para realizar turismo artístico y la idrina tendría que conformarse con lo poco que pudiera ver de la parte trasera de la tienda principal.

Kimbra levitó sobre el foso y se colocó agazapada tras el altar ritual. Todavía se oía algún ruido dentro de la tienda principal.

- Deben estar despiertos aún. Podemos quedarnos aquí hasta que dejemos de oír sonido alguno. No habrá peligro de ser descubiertas, ya que no es común que se use esta zona para nada más que el ritual.

Kimbra se mantuvo en dicha posición hasta que ya no salía ningún sonido del interior. Luego esperó unos minutos más antes de girarse hacia Irianna.

- ¿Podrías desplegar algo de niebla en el interior? Lo más probable es que ya se encuentren dormidos, pero una verificación y un reconocimiento previo del lugar podrían ser de utilidad.

Irianna había anclado un hechizo insonorizador sobre ambas, aunque lo había hecho de forma individual por si tenían que separarse. Asintió ante la primera indicación de Kimbra y esperaron pacientemente. Al cabo de un par de minutos sin que se oyera nada, Kimbra le hizo una petición. La idrina permaneció pensativa unos instantes.
—Creo que voy a observar el interior con la niebla mágica, mejor. Mi niebla podría llamar la atención si resulta que alguien aún está despierto.
La lacustre ejecutó el hechizo y echó una ojeada en el interior de la tienda. Todos parecían completamente dormidos. Alguien se dio la vuelta en su lecho y se arrebujó entre sus mantas, pero enseguida volvió a la inmovilidad.
>>Sí, parece que es buen momento… Aunque no veo el talismán, parece que no está a la vista. El Portador no lo lleva en el cuello —añadió mientras hacía zoom hacia el lugar mencionado—. Voy a mirar en el interior de los muebles.

No tardó en encontrarlo, dentro de un cajón cercano a donde dormía el Portador. Así se lo indicó a la hija de lunas.
—Creo que lo mejor es que vaya yo a buscarlo. Puedo hacerme invisible y sustraerlo sin peligro alguno. Espérame aquí.
Dicho y hecho, la nebulomante se aplicó el hechizo y se dirigió a paso apresurado hacia la tienda. Como todo lo que entraba en contacto con el hechizo insonorizador que la envolvía no emitía sonido alguno, no le preocupó la tela de la tienda al traspasarla ni el cajón al abrirlo. Echó una mirada rápida para cerciorarse de que nadie estaba despierto y preguntándose por qué el talismán se movía solo y salió enseguida con él, regresando a toda prisa junto a Kimbra.
>>Volvamos al campamento —le dijo mostrándole su “trofeo”.
Había sido tan absurdamente sencillo que la idrina tenía una sensación extraña al respecto, pero era improbable que se diesen cuenta de su falta si lo devolvían pronto.

Irianna le indicó que iba a observar el interior con niebla mágica y Kimbra esperó a que le proporcionara la información correspondiente.

- Según tengo entendido, aunque es común que los portadores lleven en todo momento el amuleto, algunos prefieren no yacer con él puesto- explicó cuando la idrina indicó que el portador no lo llevaba colocado.

Una vez la nebulomante lo hubo localizado, esta expuso las razones por las que sería más conveniente que fuera ella usando la invisibilidad quien entrara a hacerse con el amuleto. Kimbra, aceptando esta decisión, esperó pacientemente a que su compañera volviera, quien lo hizo prontamente.

- La probabilidad de que alguien tenga la intención de robar el amuleto es tan baja que no existe preocupación al respecto. Además, si ese fuera el caso, la única posibilidad sería cruzando toda la ciudad ya que no hay manera alguna de cruzar el foso. Excepto levitando, claro, pero como comprenderas no es un conocimiento extendido en Krabelin por el momento- le explicó, argumentando de esta manera el porqué la apropiación dle amuleto había resultado tan fácil.

Rápidamente, con la intención de aprovechar el máximo el tiempo disponible, volvieron al campamento. Kimbra no tardó en colocarse frente a la mesa plegable en la que ya había dispuesto todos los materiales.

- No hay por qué retrasar el momento. Voy a pedirte que coloques el amuleto al rededor de mi cuello. Yo misma lo activaré- le solicitó la engendro.

Una vez lo tuvo colocado, Kimbra vaciló un poco antes de proceder, algo temerosa por la incertidumbre. Activarlo fue como una rafaga de información entrando en tropel a su mente de forma caóticamente ordenada. La demonio jadeó ante el golpe mental que resultó aquello, pero en seguida se percató de que la información iba entrando más lentamente de lo que le había parecido en un principio, por lo que en realidad podía gestionarlo y asimilarlo en su mente sin problema. Con la mirada perdida y movimientos frenéticos, Kimbra comenzó a escribir letras y palabras aleatorias en krabelinense. Durante las siguiente 4 horas aproximadamente, la Hija de Lunas cambiaba de uno a otro material sin orden claro, moldeando figuras sin lógica, pintando con colores aleatorios y de forma abstracta, y escribiendo sin coherencia.

De repente, Kimbra jadeó fuertemente en busca de aire, como si acabara de salir por fin de un profundo lago, desactivó el amuleto y cayó hacia atrás agotada, dejando sobre la mesa una hoja con la palabra "Kimbra" escrito en krabelinense de un tamaño considerable sobre su trabajo.

- Wow- exclamó cuando pudo recuperar el aliento.

La explicación de Kimbra acerca de por qué era improbable que nadie fuese a sospechar algo y comprobar si el amuleto faltaba en mitad de la noche despejó el resto de sus preocupaciones al respecto. Una vez de vuelta en el campamento, lo primero que hizo la idrina fue establecer un banco de niebla en un perímetro razonable alrededor del mismo mientras la rakshasa ya se preparaba para emplear el amuleto sin esperar ni un instante. Asintió ante la petición de Kimbra y se apresuró a colocárselo en el cuello una vez la hija de lunas se encontraba sobre la mesa. Gesticuló haciendo un amago de sujetar a Kimbra cuando vio su reacción inicial, pero enseguida se retiró al ver que se reponía sin problemas.

La primera hora la pasó pendiente de la krabelinense y observando sus movimientos. Sentía la tentación de preguntarle si estaba bien o de usar un hechizo despejante con ella por si le ayudaba, pero tenía miedo de meter la pata y decidió que lo mejor sería sentarse y entretenerse escribiendo. Aquella era una buena ocasión para tomar nota sobre aspectos de la sociedad de Lakra para ayudar con el trabajo de investigación de dama Diurna, a fin de cuentas.

Y así transcurrieron las horas. La idrina escribió, observó cómo Ámarok se movía alrededor del campamento y comió unas pocas galletas ya que la espera le estaba produciendo una ligera ansiedad. Había apartado la vista de la demonio rakshasa en el momento en el que ella se dejó caer sobre la mesa. La lacustre se apresuró a levantarse para comprobar si estaba bien y le sorprendió escuchar una interjección tan casual como “wow” de la boca de Kimbra. Mientras observaba con curiosidad el papel en el que la hija de lunas había escrito su nombre, Irianna se dirigió a Kimbra finalmente.
—¿Todo bien? ¿Crees que te ayudaría un hechizo despejante? —Ofreció aun dubitativa al respecto—. Puedes darme el amuleto y lo de vuelvo rápidamente de la misma forma que lo cogí mientras te recuperas.

- Si. No- contestó a las preguntas de la idrina todavía tirada en el suelo-. Ha sido... intenso- dijo, considerando que esa palabra describía perfectamente la sensación-. Estoy todavía un poco... mareada. Voy a necesitar algo de tiempo- continuó todavía asimilando la nueva información en su mente-. ¿No quieres hacer uso de él? Considerando tu vena artística, tu curiosidad y tu actual trabajo como asistente de dama Diurna, pensé que te resultaría enriquecedor experimentarlo en primera persona. Además, teniendo en cuenta tu conocimiento base, lo más probable es que no tardes demasiado en asimilar los conocimientos nuevos. Teorizo que aun queda bastante tiempo antes de que el periodo nocturno termine, por lo que puedes tomar la decisión con calma- le sugirió todavía con la mirada perdida-. Y ahora voy a dejar de hablar porque en este estado parece ser que supone un sobre esfuerzo mental.

Era extraño ver a Kimbra en aquel estado entre extático y desorientado. Y, sobre todo, escucharla expresarse de un modo que, aunque sutil, le sonaba distinto a la idrina; lo justo como para pensar que había algo diferente en su forma de hablar pero no tanto como para poder describir de qué se trataba. Asintió cuando le dijo que necesitaría algo de tiempo, pero su siguiente sugerencia la cogió tan desprevenida que dejó de pensar en el cambio de la demonio rakshasa para asimilar lo que le estaba diciendo.
—¿Usar yo el amuleto…? Pues, eh…
No tenía claro por qué dudaba. En cierto modo lo primero que se le vino a la cabeza fue que hacer uso de él sería como “hacer trampas”, aunque tal y como había dicho la hija de lunas era probable que no fuese a suponer un cambio tan drástico en ella como lo había sido para la krabelinense. Además, por otro lado, ¿por qué desaprovechar aquella oportunidad? Kimbra tenía razón en que había tiempo y para ella debería ser un proceso bastante más rápido…

—Creo que… Lo haré —dijo finalmente mientras recogía su saco de dormir. Colocó el saco justo al lado de la mesa donde todavía se encontraba la hija de lunas, apenas incapaz de moverse en su estado, y se sentó sobre él, colocándose el amuleto en el cuello tras habérselo quitado a Kimbra—. Ámarok, creo que vas a tener que encargarte tú de la vigilancia por un buen rato —añadió dirigiéndose al kerlax con una risa nerviosa antes de colocar el dedo sobre el botón.
Un dedo medio tembloroso activó el talismán e Irianna abrió considerablemente los ojos al notar el torrente de nueva información.

La principal fuente de novedades provenía de los conocimientos sobre cultura y arte krabelinense que desconocía hasta aquel mismo instante, y fue la parte que más le costó procesar. Además de eso, formas, imágenes y sensaciones intensas, aunque no exactamente nuevas, se aglomeraron en su cabeza. Al cabo de unos minutos la idrina sacó su cuaderno y su pluma del bolsillo con la mirada perdida y comenzó a trazar sobre él. Nunca se le había dado especialmente bien el dibujo, pero los trazos que había comenzado a realizar eran bastante precisos pese a ello. Durante las dos horas que necesitó para asimilar los nuevos conocimientos, dibujó figuras geométricas y algunos objetos sencillos como un árbol o la figura de un felino. Los dibujos, si bien no contaban con la técnica depurada propia de un artista experto, eran bastante mejores que lo que hubiese sido capaz de dibujar hacía tan solo unas horas.

Para la lacustre había sido una experiencia menos avasalladora, pero aun así hiperventilaba ligeramente y su rostro todavía mostraba una expresión medio ida cuando finalmente fue consciente de la realidad que le rodeaba. Muy consciente, de hecho.
—Va… vaya… ¿Soy yo o los colores parecen más vivos? —Preguntó dejando escapar una leve carcajada que podría haber parecido producto de una ligera embriaguez. Acto seguido bajó su vista hacia su cuaderno, sorprendida por sus propios dibujos—. ¿Yo he hecho esto? Supongo que sí, pero casi parece como si lo hubiese hecho en un sueño… ¿Sabes a qué me refiero? —Dejó escapar otra risilla—. Esto es raro.

Ámarok resopló cuando Irianna le encargó la vigilancia como si aceptara el trabajo y se mantuvo sentado al lado de Kimbra mientras esta todavía se recuperaba. La engendro se mantuvo tumbada mientras recuperaba su respiración normal y apreciaba su entorno. Antes de aquello, ella podía identificar los colores y las texturas, pero ahora todo adquiría un nuevo nivel de percepción. Antes los colores y las formas eran algo superfluo y sin importancia, ahora no solo habían ganado relevancia, sino que le había aportado intensidad y matices hasta entonces desconocidos a la realidad. Aquel nuevo conocimiento había ampliado su perspectiva y su visión del mundo y había resultado una ruptura significativa la cual le estaba costando asimilar.

Kimbra todavía se encontraba intentando ordenar sus pensamientos cuando oyó la voz de Irianna.

- No estoy segura. Es la primera vez en mi vida que veo acertada el adjetivo "vivos" para describir los colores, ya que nunca los había percibido de forma tan intensa. Desconozco si antes lo eran de la misma manera, pero puedo asegurar que en este momento lo son- intentó explicar, aunque todavía se encontraba algo confusa-. Yo no me he movido de aquí en ningún momento y no tengo constancia de que entre las habilidades de Ámarok se encuentre la del dibujo, por lo que la respuesta más probable es que hayas sido tú. Por otro lado, entiendo la confusión ante ello. Antes solo conocía la teoría, pero una vez experimentado puedo corroborar que la confusión es considerable y el trance puede generar este tipo de percepciones oníricas. O algo así- añadió al final, como si tampoco le importara demasiado.

Considerando que ya llevaba bastante tiempo tumbada, se levantó para estirar los músculos y tuvo que apoyarse en la mesa plegable para no caerse por un repentino mareo. Ámarok se acercó a ella y se posicionó a su espalda para que pudiera recostarse sobre su lomo. Kimbra se lo agradeció con una caricia en la cabeza.

- ¿Siempre has tenido unos ojos tan bonitos?- preguntó cuando por fin pudo fijarse en su compañera por primera vez desde que había usado el amuleto. Al momento, Ámarok golpeó su brazo con la cabeza-. Sí, sí. Tú también eres muy bonito.

Irianna dejó escapar una pequeña carcajada ante la explicación tan innecesariamente compleja que le dio Kimbra a su pregunta.
—Sí, exacto. No vivos “vivos”, ya me entiendes. Me refiero a su intensidad.  Aunque ahora mismo describirlos así casi parece un epíteto. O algo así —parafraseó a la demonio rakshasa antes de volver a echarse a reír. Hizo una pausa antes de volver a hablar cuando consiguió recuperar un poco la compostura—. Cualquiera diría que nos hemos pasado bebiendo.
Más risas acompañaron a su comentario, sin poder evitarlo. No obstante, ante la siguiente apreciación de la hija de lunas se la quedó mirando con cierta sorpresa. Kimbra, la siempre metódica y pragmática Kimbra, le había hecho un cumplido. Uno bastante inesperado, incluso si estaban hablando de colores.
—¿De verdad crees que son bonitos? Gracias… Bueno, no fueron siempre exactamente así, la Luna los cambió un poco, ya sabes… Pero no creo que sean nada especial en comparación con tu heterocromía. Ahora impresiona incluso más que antes —replicó devolviéndole el cumplido al fijarse mejor en sus ojos en particular.
A pesar de su perplejidad, volvió a echarse a reír cuando el kerlax entró en acción.
>>No te preocupes, Ámarok, nos quiere a ambos por igual.

Kimbra sonrió levemente ante la risa de Irianna y luego, considerando que su estabilidad era ya medianamente aceptable, se apartó del apoyo que Ámarok le brindaba.

- Supongo que eso está muy relacionado con nuestros orígenes también. No encontrarás a nadie aquí con unos ojos como los tuyos. Por otro lado, la heterocromía es norma entre los engendros como yo. Y el ser un engendro es una rareza normalizada en Krabelin. Si es que eso tiene sentido- intentó explicar, pero su mente todavía se encontraba algo embotada.

Tanto Kimbra como Irianna se permitieron familiarizarse con el nuevo conocimiento adquirido durante algún tiempo antes de volver a la ciudad nombrada a devolver el amuleto a su lugar de origen, aunque Kimbra pretendía seguir experimentando con ello y arrastrar a Irianna por el exterior de Bakaiar donde seguramente los colores y las sensaciones serían más variadas y no solo por la fauna y la flora, que seguramente serían interesantes de ver, sino sobre todo por la Fuente de los Nacimientos. Y quizás, con un poco de suerte, la demonio encontrara algún cadáver fresco al que pudiera, literalmente, meter mano.

Irianna rio ante la explicación de Kimbra, aunque no porque fuese realmente graciosa si no porque casi todo le hacía gracia en aquel momento.
—Tienes la razón en que la perspectiva cultural lo cambia todo. A partir de ahora podré comprender nuestras diferencias a ese respecto mucho mejor.

Tras un rato más asimilando los conocimientos del amuleto y haciendo comentarios acerca de lo vibrante de los colores y la belleza de la naturaleza a su alrededor, la nebulomante devolvió el amuleto al cajón del que lo había sacado del mismo modo y sin incidentes. Acompañó a Kimbra allá a donde quiso ir, admirando una vez más el planeta natal de su amiga que, aunque para ella no había cambiado tanto como para la rakshasa, al menos por aquella noche todo le parecía especialmente hermoso.


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Pefka

El Hijo de Luna pudo asistir al Día de la Luna, aunque días atrás había tenido sus dudas sobre llegar a tiempo. Había vuelto un día antes de una expedición a por materiales e ingredientes, y muchas viandas para la fiesta, pero había tenido algún que otro percance por las prisas y la excitación previa a la festividad, además de no querer avergonzarse ante la Luna Levyna.

Aguardó junto a los Nombrados a que los Numerados acabasen en la Fuente. Quien le conociera, reconocería su nerviosismo por el agobio social al que iba a enfrentarse en breves reflejado en el temblor de sus piernas. Sin embargo, cuando comenzaron sus propias celebraciones, su agitación había desaparecido.

Se apuntó a todos los bailes que pudo y aportó música con una flauta de hueso. También narró aventuras ficticias basadas en sus salidas al exterior, y compartió sus conocimientos reales sobre estas con los curiosos, además de toda la caza que pudo traer. Y se remojó en la Fuente como mandaba la tradición poco antes de escabullirse, pletórico.

Su montura esperaba cerca. Montó y se dispuso a agradecer a la Luna su don y su nacimiento a su manera, quemando energía a toda velocidad. Galopó a lomos de Karane durante parte de la noche, y después se detuvieron a descansar en el campo, recostado en el pelaje de la bestia. Mientras comía algo de carne, contemplaba la Luna. También dedicó un pensamiento a los nuevos Hijos de Lunas: que no cometieran sus mismos errores y desperdiciaran sangre y tiempo, por el bien de su comunidad.

- Hace una bonita noche.

De repente, justo al lado de Pefka había aparecido una mujer que miraba al cielo con la misma postura despreocupada. A primera vista, y gracias a la oscuridad, podía parecer que se trataba de una kepryna cualquiera, pero si se prestaba la suficiente atención podían apreciarse algunos detalles, como, por ejemplo, que su coraza se veía bastante más blanda de lo que debería y que, de hecho, en realidad no era de color blanco.

- La verdad es que has elegido un agradable lugar para disfrutar de la luna. Es raro que no estés celebrándolo con los tuyos, pero he de reconocer que ha sido conveniente para mi- comentó tranquilamente la mujer sin dejar de mirar hacia el cielo.

Se sobresaltó cuando escuchó la voz. No se inquietó demasiado, sin embargo, pues fuera quien fuera no parecía a punto de reprenderle por haberse ido antes. Sonrió y asintió levemente.
—Las noches de luna son espléndidas y me gusta compartirlas con todos, primero mi gente y luego con todo esto —y extendió los brazos como si pudiera abarcar todo el campo, que lo remató con un palmoteo cariñoso en el lomo de Karane.

Sin embargo, el Nombrado no había entendido lo último. Se detuvo a observarle antes de seguir. Era de los suyos, pero entre el cansancio y la agitación no fue capaz de fijarse en los detalles que no terminaban de encajar. Lo más obvio en ese momento era que Karane la observaba en calma sin que él hubiera hecho nada. Por ello, Pefka se preguntó si se conocerían, porque él no la recordaba de nada. Y podía tener mala memoria con las caras de los demás, pero no su montura.
—¿Pero por qué lo último? ¿Te conozco de algo? Normalmente Karane es muy desconfiado...