Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

La sonrisa del chico gradualmente se fue haciendo más radiante hasta que pareció pegada con plastico. Las palabras de Ri, su testimonio y opinion de aquello le habia hecho considerar otra opción. Quizás. Quizás si fuera posible despues de todo. El contarles aquello. Y no tendria que hacerlo obligado por algún juramento. Sino porque queria. Ri lo habia dicho. No creia que lo considerasen un crimen o que le odiasen por ello. Y, por esto, el aprendiz fue gradualmente concimiendo una nueva idea dentro de su cabeza.

Bajaron abajo. Aun tras haberle dicho que aquel nombre no era el suyo, Ri siguió llamandole así. Dijo que era hasta que tuviese algún otro por el cual quisera ser llamado. La situación se le antojó un poco estúpida. Llevaba dos meses con aquellas personas y estaban acostumbradas a llamarle por un nombre. No se sentia muy cómodo con la idea de estar persiguiendolos uno a uno corrigiendoles sobre que nombre emplear y que no. Pero si que era verdad que el nombre que, inocentemente, eligio en la fuente, habia comenzado a odiarlo, pues él oia como pronunciaban el nombre del personaje y no uno con el que se sintiese especialmente identificado. Él queria un nombre de heroe. Un nombre que pudiese bramarse a los vientos, que hiciera temblar montañas y que le indicase a todo el mundo como era él. Pero aquello no era posible, ni si quiera en aquella ciudad.
Siempre podia hacer como hizo con los sendarios y pedirles que le llamaran de "El Aprendiz" No sonaba mal. Era hasta original y misterioso. Pero la cantidad de situaciones en las cuales decir "El Aprendiz" para apelar a alguien quedaria, como poco, aparatoso, eran interminables, así que esa idea no germinó muy bien.

Una vez abajo, la sinhadre le avisó que llevase más ropa a menudo, que se estaba resfriando. El chico, por su parte, no habia notado nada en especial al respecto, pero tomó nota de las palabras de la chica.
-¿Tú crees?-dijo con una larga risotada feliz.

Entonces, se vio tentado hacia algo estúpido. Hizo ademán de extender el brazo y cogerla de la mano. Aquel impulso fue controlado casi al instante. No supo de donde habia venido, pero la acción que surgió en su cabeza habia sido muy clara. Querria haber vuelto cogido de la mano de la chica. Se sonrojó de nuevo. Últimamente estaba de muy mala suerte con aquel tema y su baja autoestima al respecto no ayudaba en especial. Se rascó la sien, colorado.
-Ri... Gracias por escucharme y... Y gracias por perdonarme, tantas veces que creo que no me merezco ni la mitad de ellas...-

-No hay de qué- dijo seria. En el camino de vuelta, pensó en toda la gente que no tenía a donde volver cuando transcurriese el año. Kei prefería las ruinas a su mundo, y Shaco no podía saber a donde ir. Era un tanto triste que una ciudad como esa pudiese ser el hogar de nadie. Pero sobre todo, ya le costaba imaginarse su supervivencia durante aquel periodo como para hacerlo a largo plazo.

—El reloj de la base de la estatua es un indicador del tiempo que falta para su aparición —le explicó a Cío—. Y tan solo tiene sentido el ritmo al que se desplazan las agujas si faltan cinco meses hasta que alcance su posición final. Lo he comprobado realizando varios cálculos. Desconozco el motivo por el que sobran otros cinco meses, sin embargo.

Paradójicamente, Archime cada vez comprendía menos los motivos por los que se encontraban allí y los métodos y modos de proceder de la ciudad solo se revelaban plagados de una incoherencia tras otra. El irrense se sentó a desayunar todavía cavilando sobre aquella eventualidad recién descubierta.
—¿Creéis que podrían simplemente habernos mentido y no pretenden permitirnos el regreso? No obstante, ¿por qué mentir con el tiempo en ese caso?

-Yo nunca me he creido mucho lo del regreso feliz al hogar- dijo Nero.- Pero es posible que aun quede algo después de la Luna Roja. Algo que ocupe casi medio año. O que la vuelta a casa sea anual por cualquier motivo, y la Luna Roja salga cada menos. Sea lo que sea, significa que ahora tenemos dos fechas importantes, y para la primera ya no queda tanto.

—También podría estar estropeado… o fuera de hora, o… no sé —replicó sin convencimiento para terminar callando. Mientras respondía Nero cortó un último pedazo de queso y escuchó, pensativo—. Todo eso puede ser. La cosecha es una vez al año, ¿no? A lo mejor no dejan irse a nadie hasta que no entra gente nueva. Pero en nuestro mundo hay constancia de poca gente que haya vuelto, y siempre era algo temporal. La verdad, yo prefiero no pensar en nada. Está bien saberlo para esperar “algo” dentro de cinco meses, pero no sé de qué nos sirve preocuparnos más de lo que ya lo hacemos.
«Me cansa, me harta pensar siempre en lo peor». Había encontrado algunas cosas buenas, inesperadas. Prefería por mucho aferrarse a ellas.

Archime negó con la cabeza ante las cábalas de Cío acerca de la posibilidad de un error en el reloj.
—No lo creo, los cálculos encajan demasiado a la perfección como para que se trate de un malfuncionamiento. —A continuación escuchó las palabras de Nero, meditabundo y habló tras la intervención otro irrense—. Sí, existen esas posibilidades, supongo que no es posible averiguar con la información de la que disponemos de qué se trata…

Pero, tal y como habían dicho, ahora sabían que la Luna llegaría antes de lo previsto. El problema era que todavía no sabían qué comportaba eso, ni si era bueno o malo para ellos.

-Claro. Cuando la vida es corta hay que preocuparse la mitad- respondió alegremente. "El miedo es un sentimiento absurdo"-. Ya descubriremos más.
Se levantó dando por finalizada la conversación.

El edeel se detuvo en su camino hacia los dormitorios al captar a Lara por el rabillo del ojo, con aspecto de estar pasandolo mal. Se sentó a su lado con rostro preocupado y un gesto suave y cariñoso.
-¿ocurre algo?

Lara suspiró al escuchar la pregunta. A pesar de que Rica parecía encontrarse mejor, la ordesa no se sentía con ánimo de repetirse una y otra vez.

—Rica está enferma... —acabó explicándole a Nero, escuetamente—. Pero parece que Archi ha encontrado medios mágicos para curarla —esta vez era ella la que no quería hablar de más y cambió de tema—. Antes os escuché comentar algo de la luna, ¿habéis descubierto algo interesante acerca de ella? — Lara había escuchado la conversación entera, de pe a pa, pero prefería que se la repitieran antes que hurgar en su propia llaga.

- Que sale en cinco meses- respondió. No recordaba cual de los animalejos era Rica, pero le valía saber que no era su apadrinado.- Deberias comer algo.- dijo dandole un achuchón cariñoso antes de irse, esta vez si, escaleras arriba.

Se quedó en silencio, pensando sin pensar realmente en nada y masticando lo que le quedaba de desayuno. Aun así no se le escapó la breve conversación entre Lara y Nero. Al principio ni siquiera se había dado cuenta de que la ordesa estaba ahí, por eso miró de reojo con curiosidad volviéndose en la silla, y la vio bastante demacrada. Cuando entendió por qué se sorprendió, y también se disgustó. Tampoco sabía hasta qué punto no estaría Lara haciendo un drama de poca cosa, ya que además al parecer Archi había encontrado un remedio, pero ahora entendía las señales en las que no había reparado los últimos días.
—Pst —llamó a Archi por lo bajo, y señaló disimuladamente a los dos a su espalda—. ¿Es grave?

Archime también pudo oír la conversación entre Nero y la ordesa mientras daba cuenta de su desayuno. Se puso nervioso cuando la ordesa lo mencionó, porque él no había dicho que pudiese curarla precisamente. Como si Cío pudiese adivinar lo que se le pasaba por la cabeza en ese momento le preguntó al respecto. El biomecánico alzó la cabeza hacia él abandonando sus cavilaciones de súbito y parpadeo un par de veces antes de responderle.
—No tiene buen aspecto y su corta edad la hacen más vulnerable —le respondió empleando el mismo tono pausado de siempre pero ligeramente más bajo debido al que había empleado Cío—. Le he aplicado un hechizo vigorizante que podría ayudarla a recuperarse, eso es todo.

Ya habían pasado un par de horas desde que amaneció, y Keiria seguía en la misma postura. Su respiración, sin embargo, era pausada, y daba la impresión de que volvía a dormir. Había tardado un rato en tranquilizarse, y ahora se mantenía en un estado de meditación errático, del que salia y entraba a intervalos regulares. No era del todo consciente de lo que le rodeaba, pero cuando el hambre empezó a apretar volvió a la realidad.

Se estiró con dificultad, desentumeciendo las articulaciones y bostezando con fuerza para frotarse después los ojos con el dorso de la mano. Primero se daría un baño y luego se prepararía algo para desayunar, ya había estado ensimismada el tiempo suficiente. Hizo varios viajes con un cubo de agua llenó en cada mano hasta la primera planta, saludando con un leve gesto de cabeza a sus compañeros y encerrándose en el baño cuando terminó. Lo primero que hizo fue desvestirse y limpiarse el cuerpo con una pastilla de jabón y uno de los cubos, y una vez estuvo limpia, se metió en la bañera y se hundió hasta la coronilla.

Permaneció en aquella posición un rato, aguantando la respiración, y estaba a punto de salir a tomar aire cuando notó como algo se deslizaba por su brazo derecho hacia su hombro. Abrió los ojos bajo el agua, extrañada, y la serpiente roja de varias colas que había visto en su sueño le devolvió la mirada. Antes de que pudiera reaccionara, el reptil se enroscó en su cuello y la pelirroja sintió el apretón. Keiria se revolvió, llevándose las manos a la garganta y sacando la cabeza de la bañera.

Había sentido el tacto de la escamosa piel bajo sus dedos y la presión contra su traquea, pero al segundo siguiente no había rastro del animal. Tosiendo agua con violencia la ulterana se sujetó al borde de la bañera con fuerza, el rostro pálido y los ojos llorosos. ¿Qué acababa de pasar?, ¿como era posible que un aspecto de su sueño acabara de aparecersele? No tenía sentido, no era posible, y sin embargo lo había notado con claridad, ¿acaso sus sentidos la engañaban? Aquel día en la Cicatriz había creído ver a su padre, sin embargo ninguno de sus compañeros lo había avistado. Lo que acababa de pasar le había dejado el mismo sabor de boca que aquel suceso, ¿se estaba volviendo loca?

La mestiza salió de la bañera con dificultad, alcanzando una toalla y secándose completamente con movimientos mecánicos. Se vistió de igual manera y salió al pasillo tras dejar recogida la estancia, encaminándose hacia la cocina con gesto ausente. Lucía una expresión cansada, con ojeras incluidas, y mientras se preparaba un poco de syv y una tostada sola, su cabeza estaba muy lejos de allí.

A su regreso al torreón, Anriel se despidió de Shaco con un toque en su espalda y se acercó a la cocina, donde la ulterana estaba preparandose algo de comer. La notaba ausente, pero no preguntaría nada al respecto.

-Keiria, ¿Sigues queriendo ir a por materiales?

Una voz la sacó la trajo de vuelta a la cocina y parpadeó confusa, enfocando a su interlocutor.
—¿Hmm? —murmuró, no muy segura de haber escuchado a Ri— Oh, si... dame un momento para acabarme esto —pidió, apurando la taza de un trago y limpiando la mesa—. Cojo mi arma y estoy lista.

Bajo a la armería con paso rápido, donde se hizo con su bisento y regresó a la entrada, donde le esperaba la albina. Agradecía aquella pequeña distracción, mientras estuviera ocupada con aquel proyecto tendría la mente ocupada, y no le daría demasiadas vueltas a su sueño o a sus visiones. No fueron muy lejos, justo en frente del torreón había una casa derruida perfecta para lo que la pelirroja quería. Ya había visto la enorme pieza de metal que haría las veces de brasero en una de las últimas salidas, solo tenía que sacarla de debajo de un montón de piedras.
—Necesito ese trasto de ahí —le dijo a Ri, señalando la pieza con forma de semiesfera, con un asa de hierro a cada lado—, con eso y unas cuantas tuberías me apañare —aclaró.

La pelirroja clavó su arma entre los escombros y se puso a apartar piedras con cuidado, procurando no hacer demasiado ruido, tirando con fuerza de una de las asas cuando el cuenco estuvo mas o menos despejado. Keiria estaba bastante menos habladora que el día anterior, pero si Ri no se decidía a comentar nada, la ibolense le explicaría como pensaba instalar aquel brasero sin llenar de humo el salón.

Anriel siguió a la pelirroja, recogiendo lo que le indicaba en silencio. Cuando la chica comenzó su explicación sobre la construcción del brasero, era evidente que le prestaba atención, pero quitando un par de preguntas aclaratorias, no comentó nada.
Solo cuando volvían hizo un inciso:
- ¿Esta todo bien, Keiria?

Se quedó pensativo y no respondió a Archi. Entre tanto Nero ya se había ido, sin apenas concretar nada de lo que había dicho antes el ingeniero. Al final se levantó, dejó el cuchillo en el fregadero y le hizo una señal al otro irrense para que lo siguiera si quería. Fue al salón y se sentó en una butaca al lado de donde estaba Lara. A juzgar por su aspecto, su ánimo solo iba a peor a lo largo de la cosecha, y parecía que así seguirían las cosas.
—Archi lo calculó por el reloj. Lo de la luna. No deja de ser raro, ni sé qué puede significar. Solo se me ha ocurrido que sea en esos meses de diferencia cuando por fin se dignen a ponernos tutores. ¿Tú qué piensas? —Lo primero que se le había ocurrido, sin más. Paliar la escueta respuesta que había dado el sinhadre. Vio entonces a los niños moverse en la cesta—. ¿Puedo cogerla? —preguntó de pronto, señalándola.

Keiria dejó apartado un lado el enorme cuenco de metal, y lo usó a modo de cesta para ir acumulando los materiales. Con la ayuda de Ri reunió varias tuberías de distintas longitudes y parecida envergadura, y una pieza similar a un embudo, que haría las veces de campana traga humos. La ulterana la explicó a la sinhadre a grandes rasgos lo que pretendía hacer, respondiéndole a un par de preguntas durante el proceso. A pesar de que la muchacha le prestaba atención, la propia ibolense explicaba con voz monocorde, sin apenas poner inflexiones en su tono de voz. Aun estaba distraída, y cuando volvían hacia el torreón, la albina se decidió a preguntar.

El brasero iba cargado con las tuberías y el bisento de la pelirroja, pero esta tiraba de el sin aparente esfuerzo mientras su mirada barría los alrededores de tanto en tanto. Keiria tardó unos segundos en responder a la pregunta de Ri.
—No lo se —dijo al fin—, he dormido mal... pesadillas y eso —comentó dubitativa—. No ha sido agradable y no parecía un sueño normal —aclaró, parando un segundo para descansar, por mucha fuerza que tuviese el trasto seguía pesando lo suyo—. ¿Tu qué tal has dormido? —se interesó.