Torreón Maciel (Archivo VII)

Cuando Tesón empezó a tallar, Ayne pensó que probablemente eso lo mantendría ocupado toda la mañana, a fin de cuentas el motivo por el que lo vigilaba no era tanto preocupación como aburrimiento. Estaba también el hecho de que aún no le apetecía salir, tenía la sensación de que necesitaba olvidar el vergonzoso horror intenso que había sentido al ver al esqueleto parlante antes de salir una vez más.

Sorprendentemente, Tesón se dirigió a él, cogiendo al sinhadre desprevenido. El roquense a veces le daba escalofríos, pero charlar con él podía a su vez matar el aburrimiento, así que se acercó a Tesón al ser llamado. Ayne dio gracias por que la conversación fuese a tratar solo de tallas.
—Nunca me había interesado hasta ahora, Tesón, pero la verdad es que haces cosas interesantes y es entretenido ver cómo las tallas. No he hecho nada parecido a figuritas desde que era un crío de este tamaño —añadió señalando con la mano la altura a la que llegaba su cintura—. Podría intentarlo, de todos modos. No tengo nada mejor que hacer. —Sonrió, con las manos metidas en los bolsillos.


El sobresalto que se dio Eara con el grito de Twixy’s fue bastante impropio de ella –en el salón, Ayne ahogaba una carcajada–, y con la mano en el pecho se giró hacia la frivy. Había estado tan ensimismada en su tarea que no se había percatado del movimiento en el torreón, solo era medianamente consciente de la conversación pausada del salón.
—¿El… el pelo? —empezó, un poco confusa. Esa era la parte que mejor había entendido—. ¿Te sorprende? —Preguntó, dudando sobre su reacción. Quizá estaba horrorizada, a lo mejor no encajaba con sus estándares… O tal vez Ayne en realidad no tenía habilidad alguna, como ella.

—¿Así que también talláis en vuestro mundo? Menos mal, al fin algo coherente.

Dijo eso sinceramente aliviado de que algunas costumbres no fueran exclusivas de Roca Sagrada. Si muchos mundos se parecían y todos compartían la creencia en la Voz, todos podrían ser como una gran familia de mundos. Pensar algo tan bonito le dio ganas de cantar, pero no era el momento. En su lugar, pasó otra pata de armario y un cuchillo a Ayne y luego enseñó al sinhadre la forma circular que estaba tallando superficialmente en la pata de madera.

—Ahora estoy haciendo una figura de un zumbido. Son unos animales de mi mundo, de este tamaño tan pequeño. Pero esto es una mera práctica. En cuanto me acostumbre a los cuchillos que tenemos, haré cosas mejores. Como instrumentos de percusión o viento... Bueno, ojalá pudiera hacerlos, pero mientras tanto... ¿Usáis instrumentos en Sinhdro? —inquirió, repentinamente, pues se le acababa de ocurrir, y le miró esperanzado.

Había pensado en hacer algo semejante a las cañas de Roca Sagrada. Pero si los otros mundos tenían instrumentos, quería conocerlos.

«¿Algo coherente? ¿Eso es todo lo que le parece coherente en otros mundos?».
—¿Comer es coherente o incoherente, Tesón? —preguntó con una media sonrisa, haciendo notar que bromeaba, al aceptar el cuchillo y el pedazo de madera.

Ante la explicación acerca de lo que tallaba, el imaginarse los instrumentos le pareció probablemente la mejor idea que había tenido Tesón hasta el momento. Esperaba que al menos él supiese tocarlos.
—Sí, por supuesto —contestó con una genuina sonrisa—. De percusión, de viento o de cuerda... he escuchado a artistas usarlos de maravilla. En Sinhdro la música es popular, y a mí personalmente me gusta mucho escucharla. Deduzco que para vosotros también es popular, ¿es así? —«Un sí los haría parecer un poco más civilizados».

-¡Me supersorprende que tengas un gusto tan horripiloso de la total!- dijo escandalizada-No te hipermuevas de aquí, ahora vengo.

Salió escopetada de la cocina y escaleras arriba, en busca de su costurero, que solía guardar debajo de la almohada cuando no lo usaba. Sacó una tijera diminuta de costura, de mango en plástico rosa fucsia. Twixy's nunca le había cortado el pelo a nadie, ni siquiera a sí misma. Tenía estilistas y un maniquí que se ocupaban de ello, y como mucho habría dado un tijeretazo para algún mechón suelto de una peluca, pero estaba absolutamente convencida de que lo haría mejor que el destrozo que se había hecho Eara.

Bajó tijeras en mano, y al pasar por el salón se fijó mejor en Ayne, que estaba haciendo algo con un trozo de madera junto al pajarraco desagradable. Tambien se había hecho un destrozo en su precioso pelo morado natural. Se detuvo unos segundos, los que necesitaba para señalarle con un dedo acusador y advertirle que él sería el siguiente.

Se llevó una silla del comedor y casi obligó a Eara a sentarse en ella para que pudiese, al menos intentar, arreglarle el pelo un poco. Parecía que ese era el largo que quería pero en algunas zonas tuvo que cortarle un poco más para igualárselo. Se le hizo eterno, pues su perfeccionismo era un problema para las tareas delicadas a las que no estaba acostumbrada. Se estuvo quejando, pues era imposible conseguir un peinado frivy de moda con unas tijeras de costura y sin conocimientos de peluquería, pero incluso a pesar del derrotismo de Twix el resultado no estuvo del todo mal.

-No superpuedo hacer mucho más- lloriqueó, haciendo pucheros y tomando a Eara de las manos como si le estuviera dando el pésame por un hijo perdido- Lo megasiento tanto...

Por primera vez en mucho tiempo, el roquense prestó atención desinteresada a lo que uno de sus compañeros decían. Así que tenían instrumentos y no como complemento sino como algo popular. ¡Bien! Por otro lado, ignoró completamente a las dos hembras en la cocina.

—Así es, sí. Es más, es lo más importante. Armonía por ejemplo está en un nivel social superior porque es capaz de cantar bien. Yo, en cambio, no superé el examen y acabé como Constructor en la ciudad. En Roca Sagrada los eventos más importantes se hacen cantando y todos los días empiezan y acaban con cantos rutinarios. Ya habréis escuchado a mi compañera en alguna ocasión.

En ese momento, Twixy's, que debía haber subido a alguna habitación, bajó de nuevo y señaló a Ayne de una forma que llamó la atención al roquense. No la necesaria, sin embargo, como para que preguntara qué sucedía. Sin más, se encogió de hombros y volvió a dirigir su mirada a su trozo de madera. Esos segundos le valieron para desconectar de su actividad y pensar que, quizá, si contaba más y más cosas de Roca Sagrada, el proceso de conversión sería más sencillo. Ya tenían algo en común: la música, así que podía seguir adelante. Así pues, sin dejar de tallar con esmero, siguió diciendo:

—En Roca Sagrada solía hacer instrumentos para mis compañeros en mis ratos libres. Cuando no reparábamos o construíamos edificios, tocábamos y acompañábamos a los que podían cantar bien. ¿Acompañáis de cantos vuestra música allá en Sinhdro?

Y como se sentía inspirado y a gusto, lo expresó cantando de memoria unos segundos, unas líneas de las que tan acostumbrado estaba a escuchar en Roca Sagrada. Al acabar, se quedó pensando en que, a pesar de no haber pasado el examen, su voz era muchísimo más melódica que la del resto de los no-roquenses. Armonía quedaba excluida de la ecuación, por supuesto.

La frivy parecía realmente conmocionada por el corte de pelo. Eara se lo toqueteó de nuevo mientras ella subía por las escaleras, sin entender por qué le importaba tanto si quedaba bien o mal. A Eara no le parecía que quedase mal, aunque sí que podría estar mejor, sin embargo no se lo había cortado para que fuese bonito y no entendía por qué era necesario que debiera estarlo en un lugar como aquel. Había logrado convencer a Ayne asegurándole que era algo temporal, y tener ahora la desaprobación de Twixy’s le resultaba extraño.

Cuando la frivy bajó de nuevo las escaleras, Ayne soltó una carcajada al ser señalado, habiendo sido consciente de la conversación en la cocina.
—Sí, sí, nos someteremos a tu tijera —le respondió, tremendamente divertido.
Un poco más allá, Eara esperaba con cierto nerviosismo, sintiendo como si hubiese hecho algo mal y se hubiese ganado una regañina. La obligaron a sentarse y esperar mientras sentía tijeretazos aquí y allá. La olla traqueteaba suavemente y a veces sentía la necesidad de levantarse y revolverla, pero se quedó quieta sin interrumpir el trabajo de Twix.
—¿Por qué? —le preguntó cuando pareció haber terminado y aún se lamentaba «¿por qué lo siente?»—. Has hecho más que suficiente. Muchas gracias —trató de mostrarle una sonrisa agradecida.


En el salón, tras la interrupción de Twix, Ayne respondió por fin a Tesón.
—Sí, y es cierto que canta muy bien —«tanto que no pega con ese aspecto. Si algo me pegaba antes de oírla por primera vez, es que graznase». Le dejó seguir hablando y, sorprendentemente, cantando, para luego responder a su pregunta—. Vaya, tú también tienes muy buena voz, Tesón. En Sinhdro se canta, por supuesto, pero no tiene tanta importancia. No existen las situaciones de superioridad por ser buenos con la música, depende de otras cosas más… —«importantes», estuvo tentado de decir—. Bueno, es diferente. Y complicado de explicar. La música no está tan relacionada con el día a día como lo parece para ti, ni todos tenemos unas nociones básicas para usar bien nuestra voz.

Entre tanto, había seguido tallando sin saber bien qué tallaba, dándole una forma antropomórfica sin pensar demasiado en ello. También echaba alguna que otra mirada a lo que hacía Twix con el pelo de Eara. Al final, parecía que sí había una mejor opción para hacer un corte de pelo.

Al final Twixy's dejó que Eara se levantase a remover el guiso, y se sentó ella misma en la silla, mirando con el corazón roto la parte trasera de su cabeza. La próxima vez que una criatura mágica le prometiese un viaje a un mundo de fantasía y supervivencia exigiría llevarse a su estilista.

-¿Pero de la total te superparece bonito?- preguntó incrédula. Si de verdad le gustaba podía darse con un canto en los dientes, y fardar de maestría peluquera, pero su orgullo se lo impedía.- Es que... me megaresulta tan rary, hiper estar tan dejada aquí y renunciar a... tantas cosas.

Subió un pie a la silla y se abrazó la rodilla, apoyando sobre esta el mentón. No quería mirar a Eara, quería bajar la mirada y hundirse en su minidepresión particular, pero eso habría sido una muertra de desprecio a Eara, y comportarse como una patética antisocial, algo que ni siquiera entraba en el vocabulario de la frivy. Se obligó a seguir mirando, a detectar los fallos en su obra, a pensar cómo podría hacerlo mejor. Pronto se había olvidado completamente de su tristeza, su cerebro había pasado a algo más productivo: el pelo de Ayne.

-Bueny's, megavoy a intentarlo con tu novio. Superdeséame suerte. ¡Ayne, a mis brazos!- llamó, tijera en mano. Antes de dejar la cocina le pidió a Eara que le prometiese, que la próxima vez que quisiese cortarse el pelo fuesen a un peluquero.

—Que canto bien es tan obvio como que los herejes son perseguidos en mi mundo. Tenéis suerte de que este sea el mundo común y no el mío —comentó con absoluta naturalidad, y añadió algo más en el mismo tono—. Y no canto tan bien comparándome con Armonía, pero mejor que vosotros sin duda.

Luego hizo una pausa para terminar de tallar una serie de detalles y, después de soplar las astillas, volvió a mirar al sinhadre.

—Pues si conseguimos hacer funcionar la magia que Hal dice, creo que tendréis que aprender a cantar. En Roca Sagrada, la magia se realizaba con Cantos. Por eso no me acabo de creer que ese macho conozca la magia... No tiene voz para cantar y apenas habla —masculló el roquense, rodando los ojos.

Entonces apareció, de nuevo, Twixy's con su tijera. Aunque se dirigió a Ayne, Tesón les interrumpió.
—Por si acaso: ni se te ocurra pensar que acercarás esa cosa a mis plumas y mi plumón.

Y luego volvió a seguir tallando.

Mientras revolvía la comida escuchó a Twixy’s lamentarse, y se volvió, sin saber qué decirle. Consideraba que para ella y su edeel era duro el cambio, pero estaba claro que para aquella chica lo era mucho más.
—El pelo está perfecto. Hay cosas más importantes de las que preocuparse, pero creo que podemos superarlas… y después volver a casa. Seguro que podemos conseguirlo. —No fue capaz de sonreír, sin embargo, porque no era una promesa. No era nada, porque no podía asegurar nada, solo quería que la frivy fuese tan animada como lo había sido los primeros días.

Cuando volvió a ponerle la tapa a la olla escuchó como ella se levantaba, acordándose de que también quería arreglar el pelo de Ayne. La aurva le habría deseado suerte, pero Twix la había dejado un poco cortada.
—No, no es mi… —Pero no terminó la frase, porque ella se alejaba como un huracán, llamando a su edeel.
—¿A tus brazos? Eres la primera peluquera que conozco que corta el pelo en el regazo. —Le llegó su voz desde los sillones. La sinhadre meneó la cabeza con una levísima sonrisa y buscó la escoba para quitar los pelos de la cocina.

Antes de la llegada de Twixy’s, Ayne estaba a medio camino entre aguantándose la risa y las ganas de alejarse un poco más de Tesón. Lo primero lo provocaba lo ufano que se ponía dando por hecho su superioridad; lo segundo, por el tono natural con el que soltaba amenazas veladas. «Si estuviésemos en tu mundo, ¿qué? ¿qué pasaría con nosotros en tu mundo?». Y por ese motivo no respondió. Había visto a Jack hacer magia y sus hechizos no se podía decir que fuesen cantos, creía que debía haber muchas maneras «pero prefiero evitar llevarle la contraria al señor saco de plumas».

Y en ese silencio incómodo, mientras ninguno paró de tallar, fue cuando Twix interrumpió y Ayne le respondió, no siendo el único.
—Tranquilo, Tesón, creo que cortar plumas atenta contra… contra todo: estética, lógica y lo que quieras —puntualizó, mirando al roquense—. Bueno, ¿dónde me pongo? —Le preguntó a Twix mientras se ponía en pie, dejando la talla en el suelo, sobre la pequeña montaña de virutas.

-Oh, porfy's, tú superes un caso tan perdido que ni siquiera voy a esforzarme.-le espetó Twixy's a Tesón, pasando junto a él como un torbellino. Que el pajarraco pensase siquiera que ella iba a prestarle la más mínima atención o a intentar arreglar el despropósito visual que era, casi le daba risa. Pero no iba a reirse, tenía peinados que salvar.

Como respuesta a Ayne le señaló una silla que estaba más cerca de él que de la frivy, y cuando lo tuvo sentado y quieto dio una vuelta a su alrededor para visualizarlo mejor antes de empezar. Como con Eara, trató de mantener el largo que había elegido, pero era dificil e igualmente acabó un poco más corto de lo que había planeado. Tardó un buen rato en el que le hubiese gustado ser capaz de darle conversación al sinhadre, como hacía su estilista, o dejarle la posibilidad de leer una revista (incluso sin haber revistas en el torreón) pero estaba tan concentrada en su tarea, y tenía tanto miedo de que el chico se moviese y acabase dándole un mal trasquilón que apenas cambió su expresión seria, más que para morderse el labio inferior en una ocasión.

Cuando terminó, peinó al chico un poco con los dedos y se separó un par de pasos para admirar su obra. Permaneció en silencio de brazos cruzados hasta que, por fin, asintió y soltó un escueto:

-Mejor.

Llamó a Eara buscando su aprobación, y exigió a gritos un espejo.

Consiguieron llegar al torreón sin problemas, aunque en el camino, aparte de obtener la respuesta de Ergot, que se escuchaba desanimado, también Lemus le informo del detallito del río que se le había pasado totalmente por alto. Saber que el pequeño planta-insecto por poco no se convertía en carnada de pez le inquieto y agradeció que Emmit hubiese sido rápido al sacarlo de allí.

Tras conseguir llegar al torreón y llamar, Arik les bajo el puente y les abrió la puerta, siendo recibidos por el agradable olor a comida, la presencia de varias sombras en el salón a las que consiguió ponerle cuerpo tras acercarse, tomando asiento en uno de los sofás.

-¿Ha pasado algo en nuestra ausencia?- pregunto Samika tras tomar asiento, curiosidad viendo a Ayne ahí cerca al que juraba veía con menos pelo que esa mañana-Ayne...perdona...¿te hiciste algo en el pelo o ya directamente estoy perdiendo la poca visión que tengo?- pregunto curiosa y un tanto confundida, acercándose un poco mas al sinhadre para asegurarse que sus ojos no la engañaban, pues esos detalles nimios para cualquiera podían ser un dolor de cabeza para ella el notarlos.

-Hemos encontrado un río no muy lejos de aquí, la zona era muy abierta y no nos hemos querido quedar mucho tiempo por si acaso- añadió con un leve suspiro intentando buscar no con sus ojos, sino con sus oídos a Ergot pues estaba un poco preocupada por el.

En cuanto cruzaron el umbral, Ergot se descolgó de Emmit y corrió a dejar las armas en el sótano. Estuvo a punto de saludar a los que se habían quedado en el torreón con un “Ha sido una excursión maravillosa, hemos visto un río puro como agua recién caída del cielo y un montón de plantas florecidas y hermosas deseosas de crecer aún más. Y por suerte, NADA ha estado a punto de merendarme.” Pero se contuvo por dos razones: 1) no estaba seguro de saber poner el tono irónico y sarcástico adecuado por muy bien que sonase en su cabeza y 2) ellos no tenían culpa alguna de su desgracia, de su frustración y de su angustia. No le apetecía ver a nadie y aún menos hablar con alguien, por lo que una vez la tarea concluida, se escondió debajo de los sofás.

Estaba deprimido y casi se podría decir que sentía mono de ver plantas, le habían animado las palabras de Emmit pero aun así en aquellos momentos se sentía cansado, no tenía fuerzas para seguir buscando, al menos no en lo que quedaba de semana. Se pasó todo el resto de la tarde manteniéndose ocupado, por un impulso instintivo más que por razones lógicas y bien reflexionadas. Durante toda la tarde, intermitentemente estuvo acariciando las pelusas que había ido rescatando a lo largo de su estancia dentro del torreón. También se ocupó a colocar en diversos montoncitos de colores la suciedad que había empezado a almacenar debajo de los sofás y sillones. De vez en cuando canturreaba cosas como: -Peces asesinos con cara de Tesón, ríos sucios y viscosos, soy un tentempié, Hal el valiente, Samika ha encontrado un río…- aunque en ningún momento llega a mencionar algo que esté relacionado con el mundo vegetal.  Rehízo su nido unas veinte veces hasta quedar satisfecho añadiendo nuevos materiales a los ya utilizados trapos y trozos de tela, entre los que destacaban pelos y plumas de sus compañeros de torreón. El lugar conocido como “debajo de los muebles de salón” se ha convertido en un almacén de cosas inservibles y/o pérdidas, altamente inflamables y cuya higiene está lejos de ser la adecuada, por lo que Ergot había creado sin pretenderlo un vertedero de caos y podredumbre donde a nadie con un poco de sentido común le sorprendería ver que alguna de esas pelusas cobrase vida ahí debajo de un día para otro. Pero al repoblador le gustaba y se sentía a gusto, una parte de su subconsciente estaba remplazando las plantas por pelusas, polvo, trocitos de cristal, las astillas de madera de tesón, y todo aquello que pillase, los cuidaba con el mismo mimo con el que antaño cuido de las semillas, tallos y flores. El pequeño sufre de una ligera cleptomanía y un comienzo de síndrome de Diógenes, pero como él no conoce estos dos conceptos poco le importa la verdad y no ve la realidad del asunto. Finalmente de tanto arrastrarse bajo las muebles, el bichejo acabo agotado y una vez contento con su labor, se durmió rodeado de sus hallazgos y tesoros, sin poder olvidarse ni un momento de sus amadas plantas.

El roquense, afanado como estaba en su tarea, no escuchó más sonido que el de su pico al cerrarse tras hablar a Twixy's. No dejó de tallar y tallar hasta que el chirrido del puente descendiendo atravesó su tranquilidad como si de un puñal se tratara. Puñal cargado de preocupaciones, deseos, pensamientos, todo fruto de su egoísmo. Pero la criatura, reacia a desconectar de su talla, en contra de volver a la maldita Rocavarancolia, se obligó a seguir tallando y tallando.

Entraron. Vio que volvían todos ilesos. Ignoró la pregunta de Sami y expresó su desagrado un gesto de cabeza al no oír nada útil. Sin embargo, lo que a continuación dijo Lemus le hizo cabrearse.

—No solo no sirve de nada la salida sino que encima un bicho casi os mata. Malditos locos.

Dicho eso, se sacudió el polvo resultante de tallar, se levantó, recogió sus cosas y las llevó al dormitorio que usaban Armonía, él y otros más. Seguidamente, cerró la puerta y se sentó en el suelo de piedra para seguir tallando la figura.

Todo su buen ánimo se había esfumado por varias razones. Una, que no había servido para nada que salieran. Dos, ya podía haber muerto alguno de los que les caían mal. Tres, y principal, había sentido alivio al ver a Kirés y Lemus vivos. ¡Alivio! No se merecían su preocupación. Y él no debía ser débil. No eran roquenses. Eran herejes. Herramientas para sobrevivir hasta que tuviera el poder prometido para convertirles. Tesón estaba enfadado, sí, pero el asco que sentía hacia él mismo era peor.

Apenas 5 minutos después de haber cerrado los ojos, Ergot se despertó y enderezó de un brinco dándose un cabezazo con los muelles del sillón. Se escuchó un sonoro clong seguido de un:

-¡¡Auch!! ¡Me cago en todos los pinchos de la tierra!… por la diosa, ¡que daño!- no pudo evitar mascullar de dolor, pero la idea que le había arrancado de su sueño palpitaba con más fuerza que el chichón de su cabeza y en menos de un segundo ya estaba a la vista de todos los que estuviesen en el salón. Completamente cubierto de polvo pero eso no le importaba y tampoco es que se hubiese dado cuenta, el repoblador empezó a buscar al plumífero. No lo vio entre los presentes por lo que tuvo que preguntar:

-¿Donde esta Tesón?- No dio tiempo a la respuesta, pues se puso a brincar por todo el torreón en su busca, repartiendo el polvo y la suciedad por todos lados. Le busco en el patio, en el sotano, incluso asomo su rostro a la cocina, se aventuró a toda sala y lugar cuya puerta estuviese abierta, hasta que finalmente solo quedaba una posibilidad. Maldijo para sus adentros “los seres pequeños y las puertas somos enemigos de por vida, que asco…” mientras se colocaba delante de la habitación de Tesón que este compartía con otros habitantes del torreón, y llamo a la puerta con la esperanza de que abriese pero entonces recordó que los plumíferos, al menos al otro plumífero parecido a él le gustaba cantar, y se le ocurrió otra brillante idea. Y a pesar de su aguda voz, cantó:







El final de la canción sonaba casi como una súplica o el lamento de un condenado sin dignidad alguna, pero a Ergot ya no le importaba, por lo que se sentó apoyado en la puerta a esperar la respuesta.

Kirés estaba de mal humor. Lo estaba desde el ataque en el río, aunque hacía lo posible por que no se le notara. Nadie había salido herido, pero eso no cambiaba que de haber sido otras las circunstancias, o cualquier criatura más peligrosa podrían haber muerto todos. Tendría que haberlo esperado: era el que se suponía que sabía moverse en entornos hostiles, y aun así había acabado tan sorprendido como el resto.

Encima la situación y los humos de varios presentes no le ayudaron a clamarse, y tras la respuesta de Tesón al enterarse de lo ocurrido no pudo evitar soltarle una mirada claramente hostil al roquense, aunque no llegó a decirle nada al final. “Si ser listo implica atrincherarse en un lugar sin saber nada de lo que nos rodea y bajo el riesgo de que esa ignorancia acabe matándonos porque al final había algún reptil gigante viviendo cerca entonces viva la locura”
Hizo lo que hacía siempre que se ponía de los nervios: Trepar a algún sitio alto y quedarse solo en él hasta calmarse. En aquella ocasión se arriesgó a subir a la azotea, y se sentó justo en el borde.

Cerró los ojos: Silencio, intercalado con ruidos de estigres o de los propios habitantes del torreón, incluso alguna que otra brisa menor. Al ave le gustaba sentir aquellas cosas y no pensar en nada más dejando los pies colgando en el vacío teniendo así la sensación de que si pasaba algo siempre podía saltar y dejarse llevar a donde quisiera… Falsas esperanzas porque eso no sería lo que haría en realidad, pero era una ilusión agradable y le servía para relajarse.

Entonces escuchó la canción, si acaso se podía definir como tal: un conjunto de versos agudos que desconcertaron al enderth y acabaron por hacerle abrir los ojos para lanzarles una mirada interrogante a los únicos seres vivos que havía cerca: las estigres, como si estas supieran el porqué de aquello. Naturalmente solo recibió graznidos y miradas amenazantes, así que negó con la cabeza para sí mismo y volvió a relajarse.

–Cosas de repobladores… supongo.

Ayne siguió las indicaciones de Twix y se sentó, quedándose completamente quieto. Se preocupó al ver el pelo caer y caer… todavía más, pero lo cierto era que crecía rápido y tampoco era el fin del mundo. Bostezó, y miró a Tesón tallar, que era lo único que podía hacer, viendo que la frivy estaba tan concentrada en el corte. En comparación con la talla que intentaba hacer el roquense, la suya daba auténtica pena, pero pensó que tenía bastante mérito como mínimo, y seguiría trabajando en ella más tarde.

Cuando Twix anunció que había terminado llamó a Eara, que llegó respondiendo a su petición.
—No he visto ningún espejo en todo el torreón.
La chica venía secándose las manos en un trapo y al ver a su edeel pareció sonrojarse levemente, porque Twix le había dado muchas vueltas en el trabajo de cortar el pelo y eso, de alguna manera, la avergonzaba.
—Ha quedado muy bien… mucho mejor. Gracias de nuevo por las molestias.
—¿Tienes interés en ser la peluquera del torreón? —preguntó Ayne sonriendo—. La maña la tienes. —«Y el entusiasmo».
El sinhadre se acercó a su aurva y le pasó la mano por el pelo, que estaba todavía más corto que antes. No le disgustaba ese tacto, aunque estéticamente la prefería antes.

En ese momento se escucharon los gritos de los demás afuera y tuvo que bajarse el puente para que pudiesen pasar. Por suerte, estaban de vuelta todos los que habían salido. A Ayne le sorprendió llamar la atención de Samika en ese momento y no por la mañana, porque estaba más interesado en preguntar en primer lugar cómo había ido la salida. «¿Tan milagrosos son los cortes de Twix que los ven hasta una ciega sin que tenga que anunciarlo? La vez anterior faltaba más pelo» pensó, un tanto frustrado a pesar de que bromeaba.
—Sí, señora. Hemos repetido corte a manos más expertas —le explicó, señalando el suelo. En ese preciso momento se acercaba Eara con la escoba para recoger el pelo cortado.

Entre Samika y Lemus resumieron en pocas palabras la salida. No habían encontrado nada –importante–, salvo más peligros. La información era poco alentadora, aunque era cierto que estaban todos de vuelta y sin un rasguño. Ambos sinhadres pensaron que no era prudente que el repoblador se separase demasiado de los más grandes allí afuera. Al final todo terminó con otro enfado de Tesón, a los que cada vez la gente probablemente daba menos importancia, y Eara los quiso distraer a todos diciendo que la comida ya estaba lista.


Tiempo después de comer, Ayne seguía en el salón, tratando de tallar madera torpemente y sin poder pedir consejos a quien lo había metido en aquello. Fue testigo de cómo el repoblador emergió de entre las pelusas y, ante su pregunta, respondió sin llegar a ser escuchado.
—Si buscas que te llamen hereje por respirar, sube por las escaleras un par de plantas.
Y después, cuando Ergot se plantase delante de la puerta tras la que estaba Tesón, Eara sería testigo de la canción del pequeñajo, porque estaba en la planta anterior y subió las escaleras con auténtica curiosidad, observando al repoblador desde el último peldaño, sin interrumpirlo ni dar señales de estar allí. No entendió que llamase al roquense de aquella manera, la sorprendió. Y justo antes de que terminara, ella ya se estaba retirando de nuevo con sigilo, dándose cuenta de que aquello era husmear y no era apropiado hacer tal cosa.

Apenas fueron unos milisegundos lo que el repoblador consiguió mantenerse sentado delante de la puerta. Su sentido común le gritaba que acababa de hacer una tontería enorme, así que siguió su primer instinto, huir cual Bambi en medio de un bosque incendiado, pero se puso en juego su orgullo, por lo que antes de llegar a las escaleras volvió a ponerse ante la puerta. Luego ataco la vergüenza, por lo que el bicho estaba histérico, y de los nervios comenzó a rodar sobre el suelo mientras maldecía sus “brillantes” ideas. Teniendo en cuenta que ya estaba sucio a causa de la fauna con la que cohabitaba debajo del sofá, al pobre bichejo se le pegaron a la piel todas esas cosas asquerosas y poco higiénicas que pueden habitar en el suelo de un torreón, que son muchas. Tampoco ayuda el hecho de que el repoblador no se haya dado un baño en todo el tiempo que llevaba ahí, si, él se acercaba al agua pero solo para beber. No hace falta decir que acabó estando bastante lejos de parecer una planta sana, más bien término con el aspecto de un “Gremlin” al que le han dado de comer después de medianoche. Claro, si abre la puerta Tesón habrá que darle una buena impresión. No contento con eso, comenzó a murmurar todas las excusas que se le pasaban por la cabeza para explicar su comportamiento, entre las que destacaban: “Me gusta entrenar mi voz de vez en cuando.” “Son cosas de repobladores.” “Pensé que te gustaría.” (Eliminada al momento por lo cursi y estúpida que sonaba.) “La música ayuda a crecer a las plantas y quiero llegar a medir media margarita más.” “Es culpa de una apuesta.” “He perdido una apuesta.” “Oí cantar a Armonía y di por sentado estúpidamente que era algo de vuestro mundo, lo que no tiene ninguna base lógica y bastante poco sentido.” Finalmente gano “Me he dado un golpe en la cabeza contra la puerta, no sé de qué me estás hablando pero hazme una planta de madera, por favor.” Al final del cansancio volvió a sentarse delante de la puerta como si no hubiese pasado nada excepto que se le había caído encima un cubo de basura. Pero que conste en acta que todo esto lo ha hecho en cuestión de segundos.