Calles

Nadie había vuelto de forma definitiva a su mundo. Se le antojaba sumamente extraño, pero no creía que el varmano tuviese motivos para mentirles. Y allí estaba la mención a aquella dichosa “Luna Roja”. Un satélite que orbitaba alrededor del planeta, según le habían dicho. Que debería verse en el cielo durante la noche pero no había ni rastro de él. La habían mencionado las mamíferas del barco volador extravagante, salían menciones constantes en aquel libro incomprensible que estaban leyendo algunos de sus compañeros. ¿Qué lubinas tenía de especial un pedazo de roca espacial de color rojo?

Luci hizo la pregunta estrella, valga la ironía. Algo especial. Ahí estaba la vaguedad otra vez. Wheem estaba siendo mucho más informativo que Kirés, pero no había negado que no pudiese ayudarles tal y como les había dicho el enderth y parecía que algunos temas eran más prohibitivos que otros. Kahlo parecía pensar que pudiese estarse saltando aquellas leyes de locura, dada su pregunta, pero a la enderth no le cabía en la cabeza que alguien estuviese tan loco como para arriesgarse a ser ejecutado por responder a las preguntas de unos desconocidos. Sabiendo lo que sabía tenía bastante claro que eso era una cosa que ocurría, totalmente.

Y luego estaba la duda que planteó Alec. Si querían que esa luna sacase el “algo especial”, ¿por qué espinas los soltaban a los lagartos gigantes con meses de antelación?
—Esta gente no se aclara: ¿nos quieren vivos o muertos? —Comentó tras el humano—. Imagino que no nos puedes decir que es ese “algo especial”. O el motivo por el que son más inconsistentes que una tormenta de verano.

Otra vez aquella dichosa Luna volvía a aparecer. Parecía que era de extrema importancia para la ciudad y sus habitantes… y también para ellos, aunque no sabían por qué. Agradeció mentalmente a Luci hacer la pregunta, porque ella no se habría atrevido después de lo que les había contado Kirés, aunque pareciera que el enderth se había callado muchas cosas que sí podía decir. Eso, o el varmano se estaba jugando una ejecución, cosa que no le parecía muy apetecible. Por lo visto la Luna iba a darles más magia, o esa fue la conclusión que sacó. ¿Merecía la pena? Para la francesa no. Amira preferiría no haber tenido magia y no estar en esa ciudad ruinosa durante un año entero antes de poder volver a su casa.

—Eso mismo, ¿no valía traernos algo más tarde? Es de psicópatas traenos a un sitio en el que podemos morir para ver una maldita luna —añadió a Alec y Lethe —. ¿Y por qué esperar un año antes de dejarnos volver? Sale antes, por lo que sabemos… «Además no tiene ningún sentido que salga solo una vez al año, ¿no? Una luna tendría que estar casi siempre en el cielo…». La verdad es que nada respecto al satélite tenía ningún sentido, y Amira quería hacerle muchas preguntas a Wheem por si se lo daba de alguna manera. Sin embargo, no diría más: sentía que el varmano se estaba jugado ya demasiado por decirles tanto y no era cuestión de dejarle en una situación difícil.

Se tensó un poco cuando empezó a detectar un olor metálico que antes no estaba ahí: no sabía con certeza su procedencia, pero no parecía ser ninguna criatura ajena a ellos, y eso la confundía. Ninguno de ellos sangraba, que ella pudiera ver, y empezaba a dudar de si era una alucinación suya.

Kolja escuchó en silencio mientras sus compañeros hacían las preguntas. Parecía que aquel chico estaba mucho más dispuesto a darles información que el pájaro del jardín de las estatuas, igual el gatito era más veterano o estaba más familiarizado con aquella ley de no intervención, aunque en realidad daba igual, lo importante era obtener más respuestas. El alemán atendió interesado a la explicación de lo que era aquella Luna Roja y por qué era tan importante, aunque resultó bastante vaga, obviamente había más detrás de aquel astro y el hecho de que su salida fuese la fecha clave, algo que o por las leyes o por otro motivo el varmano no podía contarles.

Las preguntas de Lethe, Amira y Alec le hicieron rodar los ojos. Para él la respuesta era obvia, el hecho de que no les trajesen el día antes del momento clave tenía que significar que el tiempo extra que pasaban en la ciudad era una especie de prueba, aunque dado el hecho de que el gatito daba a entender que era aquella luna la que los premiaba, no tenía ni idea de como iba a calificarlos un astro sin vida. Al alemán le interesaban otras cuestiones, como el hecho de que tanta gente se acabase quedando en la ciudad y el comentario sobre las posibilidades que brindaba aquel lugar.

-Si todos los que conoces se han quedado aquí, ¿Cuanta gente vive en este sitio? ¿Y a que tipo de posibilidades te referías antes? - preguntó.

Wheem se mordió el labio inferior, apurado. No quería asustar a los cachorros pero tampoco quería darles falsas esperanzas y que luego fuesen a por él cuando la Luna les diese más miembros extras de los que podían soportar.

-Cada persona es distinta, y algunos dones son más fáciles de llevar que otros -dijo como salvaguarda pero también respondiendo a Adam y Kradko. A juzgar por la mirada de suspicacia que le dedicó el daeliciano sus palabras tuvieron el efecto que buscaba - Hace falta cierto tiempo de exposición. La Luna siempre influye en la ciudad, incluso cuando no la vemos. Lo de dejarnos abandonados es más tradición, ya sabéis, separar el grano de la pana y blablabla. Ya os habrán dado la chapa el primer día.

El comentario de Amira le sacó una carcajada sin que pudiera evitarlo.

-Si, la ciudad esta bien servida de psicopatas. Por suerte aprendes a evitarlos con el tiempo. -Miró a Kolja- No llevo la cuenta. De tanto en cuanto pasa algo que se lleva a media ciudad por delante pero ya somos bastantes como para ir haciendo el sitio más acogedor.

Entonces, antes de que Luci pudiese hacer sus propias preguntas, se oyó algo vibrar. Wheem se sacó un espejo redondo del bolsillo, lo miro e hizo una mueca.

-El deber me reclama. Siento no poder ayudaros más, ojalá las cosas fueran de otra manera -Se volvió a guardar el espejo en el bolsillo - No os entretengáis por el camino, no vaya a ser que os encontréis con algo. ¡Suerte!

Y haciendo un saludo vago con la mano enfiló un callejón distinto por el que había salido. Si trataban de seguirlo no encontrarían rastro de él, como si se hubiese desvanecido en el aire.

Kahlo estaba inquieta con que sus compañeros siguieran haciendo preguntas, uno tras otro, como si de un revólver automático se tratasen. Si la ley que les había explicado Kirés no había sido una mera excusa para no tener que hablar con ellos temía que Wheem se estuviera metiendo en camisa de once varas. Aunque estuviera de acuerdo y compartiera la molestia de sus compañeros casi sentía lástima porque el varmano tuviera que pagar el pato de sus réplicas. Escuchó, rodando los anillos en sus dedos en gesto ansioso. Mientras el olor a sangre no se iba.

El granta respondió con tintes de ironía, definitivamente más directo de lo que había sido el enderth, y a pesar de ello dejándole la cabeza llena de incógnitas. "Psicópatas" y "acogedor" eran dos conceptos que no deberían ir nunca juntos. La influencia de la Luna era obvia para ella, aunque no sabía que efectos estaba teniendo en aquellos sin magia, cosa que no preguntó -aún- a los allí presentes por prudencia. Se quedó con la miel en los labios al ver a Wheem marchar, apenas musitando un "adiós" en su despedida. ¿Le había vibrado un espejo?

—Bueno... ya tenemos bastante que masticar —suspiró, recuperando la compostura. A pesar de tener la mente en todo y nada a la vez, un leve sonrojo se había asentado en sus mejillas. No se iba a quitar de encima la imagen del chico en una buena temporada—. Sigamos su consejo y vayámonos de aquí antes de que pase nada.

No podía decir que hubiese entendido la explicación sobre la dichosa Luna Roja, pero al menos tenían mucha más información. Por otra parte, les confirmó por quincuagésima vez que los dirigentes de aquel lugar eran unos psicópatas; de hecho, el mismo lo dijo en respuesta a otra pregunta.
—Nada nuevo en la red —había comentado para nadie en particular.

La enderth tampoco entendía qué podía tener de “acogedor” aquel vertedero, pero no hizo más comentarios al respecto. Su pregunta no había sido respondida directamente, por lo que asumió que se trataba de una de esas cosas que les prohibían decir.

Estaba distraída buscando el origen de aquel extraño olor metálico que alcanzó sus fosas nasales de repente, cuando la vibración le hizo girarse de nuevo hacia Wheem, algo sobresaltada al escuchar un sonido que no esperaba para nada. El varmano sacó un espejo y algo no le debió gustar en su reflejo porque puso mala cara y enseguida se despidió. Lethe no había entendido nada de aquella secuencia de acciones, pero en realidad tampoco es que le importase.
—Gracias por la información —le dijo simplemente cuando se despidió.

Asintió a Kahlo cuando pidió que se pusieran en marcha: ya habían retrasado bastante su visita a la biblioteca. Por el camino la enderth trataría de darle algún sentido al nuevo galimatías de datos que habían recibido, sin mucho éxito.

oofQirra escuchó atenta las respuestas de Wheem. Echaba de menos Ordesta, pero sobre todo echaba de menos a sus amigos. Pensó que si se los traía a la ciudad, no estaría tan mal vivir aquí. Quizá no tenía tantas ganas de aventura como cuando llegó, pero Rocavarancolia seguía siendo más interesante que Ordesta para la peque.
oofLe sorprendió un poco cuando Wheem se sacó del bolsillo una especie de piedra que vibraba. Creía haber visto algo parecido en el torreón, un escudo que reflejaba la imagen como si fuese agua. Espejo, así lo habían llamado alguna vez, pero no recordaba haber visto el del torreón vibrar. Parecía que el espejo estaba diciéndole al mamífero que tenía que irse y mientras se iba, Qirra se despidió agitando la mano. Cuando llegase al torreón inspecciomaría más de cerca el espejo si nadie ponía ningún impedimento.
oofCon respecto a la biblioteca, se había decidido definitivamente a buscar un libro ilustrado. Con suerte acabaría encontrando alguna recopilación de cuentos o leyendas sin ser consciente de ello.

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—¿Seguro? Hay de sobra y a nosotros este sitio nos queda al lado, no nos cuesta venir a por más... —insistió una vez más.

Los chicos ya habían estado en la biblioteca y tenían un hechizo de curación más potente que el suyo, o al menos eso asumía si habían podido curar un miembro amputado. No es que quisiera llegar a los extremos de necesitarlo, pero tenerlo en reserva sería todo un alivio. La mención de otro grupo de supervivientes le hizo abrir bien los ojos, lanzando una mirada significativa a sus compañeros. Hasta el momento solo habían dado con ciudadanos, ningún otro grupo. Estaba bien saber que había más como ellos y que se las apañaban a pesar de la primera masacre.

La idea de Kolja no le pareció la mejor. Si dividían al grupo estarían en las mismas: quienes tuvieran que regresar solos correrían más riesgos de los que Kahlo estaba dispuesta a permitir. Le observó en silencio apretando suavemente la boca, esperando que el humano entendiese que no era factible sin ser indiscreta delante de Reira, Keskit y Nori. Con los consecuentes planes su morro se ensanchó de incomodidad. Procuró que su lenguaje corporal no demostrase esa inseguridad y se limitó a seguirles en silencio. Solo esperaba que fuera breve. Se supone que iban a por cestas y volvían, si tardaban mucho serían los de su refugio quienes pasarían a preocuparse.

—¿Está lejos de aquí? —preguntó procurando no sonar apurada, quedándose con el rumbo que tomaban en proceso. Caminaba al lado de Amira, recomfortándose con la presencia de su amiga.

El comentario de Reina hizo que se llevara la mano al hombro de forma inconsciente, donde aún se encontraban las cicatrices del garrazo. A pesar de que la japonesa hubiera hecho el hechizo al momento, y de que Kahlo hubiera terminado de curarle la herida seguían ahí, y no veía el hechizo que tenían funcionar para curar la amputación del brazo de aquella chica. Debían tener un hechizo mejor que el suyo, y cuando se ofrecieron a compartirlo se vio aliviada. Esperaba no necesitarlo, pero si hacía falta era mucho mejor que el que tenían en su libro.

Había también noticias de más chicos como ellos. Otro grupo, que no eran aquellos chicos que habían ido a por las cestas. Recordaba haber visto a más gente en la plaza de la fuente el primer día allí, pero con el caos que había habido podía haber supuesto que cada uno había huido hacia donde había podido. Le reconfortaba un poco saber que (toda, o casi toda) esa gente seguía viva.  Además, por lo que se veía también estaban ayudando a los macialeros, por que parecía que no les iba demasiado mal.

Frunció el ceño ante la idea de Kolja. ¿Por qué iban a ir a un sitio que no conocían sin ningún mapa? ¿Y si se perdían a la vuelta? ¿Y si les pasaba algo? Separarse en esa ciudad o ir en pequeños grupos no era una buena idea, y Amira tenía un recordatorio de aquello permanentemente en la piel. Además iban a preocupar a los compañeros que se habían quedado en el torreón… No dijo nada, sin embargo. No quería hacer sentir incómodos a los desconocidos criticando a su compañero, por lo que simplemente les siguió, al lado de Kahlo. Su cercanía le ponía ligeramente nerviosa, aunque de forma agradable, pero a la vez la reconfortaba y le hacía sentirse más segura.

—No pasará nada, seguro —le susurró ante su pregunta, buscando calmar su inseguridad. Podía suponer que a ella tampoco le gustaba hacia donde había ido el plan original.

Lo que preguntó Reina fue interesante ya que Adam se fijó varias veces en el muñón de la que le faltaba un brazo. Si bien pensó que cerrar la herida podría ser complicado, más pudo serlo evitar que se infectara o algo peor. El otro grupo dijo lo que el ruso sospecho: hicieron uso de magia para tratar el muñón. Solo esperó que no fuese demasiado doloroso lo que ella tuvo que vivir.

Se sorprendió al escuchar que otro grupo los ayudó, aliviado de que hubiesen más personas reunidas y lo mejor de todo, con aparentes buenas intenciones.

La idea de Kolja se le antojó peligrosa, algo imprudente. Aunque Adam tiene un gran respeto por su actual maestro de armas, a veces pensaba que se pasaba un poco con la imprudencia. Si ifuesen en grupos más pequeños corrían un mayor riesgo de perderse, encontrarse con algo peligroso o con alguien como la sombra que asesinó a una mujer enfrente de sus ojos.

—No sé si es buena idea, por mi parte prefiero que vayamos todos juntos —discrepó Adam finalmente ante lo que propuso su maestro, mientras se fijaba en que los tres comenzaron a tomar rumbo y, por consiguiente, empezó a caminar un poco a aquella dirección imitando a Amira y Kahlo, pero procurando no alejarse mucho del ochrorio que notó algo mas cercano que lo acostumbrado.

El pequeño grupo cada vez le caía mejor a Chromsa. -Es justo lo que dice Kahlo. Podeis llevaros más si os hace falta, en serio.- añadió con una de sus sonrisas. Lo siguiente que dijeron dejó perplejo al ochrorio. No eran el primer grupo con el que se encontraban y de hecho ese grupo también les había ayudado. -(Al final incluso en un sitio tan maligno como este hay un poco de bondad. El equilibrio siempre llega.)- pensó contento considerando aquello como una señal de la Acromía.

Kolja propuso entonces seguirles para ayudar con las cestas. Por supuesto que tenía ganas de ver dónde vivían y a sus otros compañeros (en especial a Jara, aunque era de la única que les habían hablado exceptuando al lagarto), pero tenían el mismo problema que habían dicho ellos. Habían ido hasta allí a por comida, si tardaban demasiado el resto se iba a preocupar. -(No me quiero imaginar como de mal le vendría a Luci un susto así)- pensó preocupado. Además, como estaban diciendo Adam y Reina, separar al grupo era una idea pésima. -Reina tiene razón. Si vamos tiene que ser todos juntos para evitar problemas. Eso sí, habría que darse un poco de prisa para no preocupar al resto.- dijo.

Hecho esto, volvió a las palabras de una de las chicas y se acerco a ella para preguntar sin alejarse mucho de su grupo: -Reira, ¿cómo es el otro grupo? Sois el primer grupo que conocemos y si son tan amables me gustaría conocerlos.- El interés de Chromsa por el grupo de la costa no estaba movido por la ayuda que pudieran intercambiar (aunque una pequeña parte podría serlo) sino por conocer a más gente que estaba en su misma situación.

La idea de dividirse y acompañar a los macieleros a su torreón no cuajó tan bien como Kolja esperaba. El resto de sus compañeros se mostraba reticente a separarse pero por suerte al final no fue necesario. El otro grupo de cosechados sacó un mapa y les mostró la situación de su torreón, al igual que el de otro con cosechados que también les habían estado ayudando con el tema de la comida y la magia.

-Pues personalmente nunca me había fijado en ese area del mapa, así que no se si sale- admitió.-Si no es problema prestarnos el vuestro, os lo podemos devolver mañana cuando vayamos a visitaros.

Kolja también intentó memorizar la localización del tercer torreón, estaría bien ir a visitarlos, por lo menos para conocerles.
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Al final Kahlo se quedó con la cesta en brazos, la cual fue balanceando suavemente en el vaivén de su andar, todavía ligera por el hechizo de levitación. Sus compañeros tampoco vieron factible el plan de Kolja, cosa que le hizo resoplar de alivio. Sus planes solían ser como poco cuestionables.

Le devolvió una sonrisa a Amira; aunque la humana no tuviera forma de saber que todo iría bien, a Kahlo le bastaba oírla decir eso para sentirse mejor. Ya habían tenido salidas a lugares desconocidos antes, pero siempre con objetivos marcados, como buscar los jardines, visitar la biblioteca o regresar al palacete. Aquello era lo más parecido a andar descalza que la varmana hubiera hecho hasta entonces.

—Oh... —comentó, tanto a que hubiera más humanos como a lo otro, con una mueca cortada. En aquel rato no había podido quitarle la vista de encima a Reira, demasiado curiosa por sus rasgos, y aunque la imagen de Setenta y siete se cernía sobre sus recuerdos como una rapaz tras aquel nuevo dato, las ganas de preguntarle a la chica de dónde venía también eran fuertes. Aún así aguardó.
El chico de piel gris les enseñó el mapa, observándolo a consciencia para localizarse.
—¿Todos esos torreones hay? —preguntó con asombro; no por los edificios perse, sino por la esperanza a que en ellos hubiera gente sobreviviendo—. Si nuestro torreón es tan nuevo que no aparece en los mapas no quiero imaginar en que condiciones estarán los otros... —murmuró con una nota de sarcasmo—. ¿Seguro? Si el vuestro sale en nuestros mapas os estaríamos quitando algo que ya tenemos.

Si insistían igualmente no diría nada. Si se lo podían devolver en menos de 24 horas no habría problema, y el camino no parecía excesivamente complicado. Eso esperaba al menos.

Amira había cogido una cesta, que se balanceaba a su lado al ritmo de sus pasos. Había algo reconfortante en como hablaban del tercer grupo de gente. Ver que se ayudaban entre ellos en el momento más difícil de sus vidas le hacía sentirse bien por dentro, viendo que la humanidad (¿había una palabra para decir algo así de gente de todos los mundos?) no se comportaba de forma egoísta. Por lo visto el tal Setenta y Siete había matado a otra persona. ¿Cómo permitían que siguiera suelto por ahí? ¿Es que le iban dejar matar a todos los chicos que había en la ciudad? La indignación no le duró mucho, porque Kahlo le había sonreído y sentía cosquillas en el estómago, algo por lo que se sentía estúpida. De todos los sitios de los que quedarse pillada por alguien, lo había hecho en el peor posible. Sacudió la cabeza para quitarse esos pensamientos. Ya tendría tiempo para lamentarse de lo tonta que era por tener sentimientos románticos cuando estuviera en el torreón y no cuando Nori les estaba enseñando el mapa.  

Atendió con interés a la explicación, fijándose en los torreones y tratando de memorizar sus nombres para buscarlos luego en su mapa en el torreón. Maciel y Sendar. Había otros dos, Margalar y Letargo, en los que no sabían si habría más grupos.  ¿A cuánta gente habían secuestrado para construir tantos torreones? ¿Pensaban llenarlos todos? Un escalofrío recorrió su espalda pensando en que probablemente esperaran que en todos hubiera grupos, y más si habían construido nuevos, y que todos lo que estaban allí habían sido engañados y drogados para ir.

—Probablemente venga en el nuestro, pero si nos lo dejáis mañana iremos a devolvéroslo sin problemas —añadió tras Kahlo. No quería dejarles sin mapa, pero si no venían en el suyo no podrían mantener mucho contacto salvo si se volvían a encontrar en los pozos para recoger cestas, puesto que Silente no venía en los mapas. Cómo echaba de menos poder sacar una foto con el móvil o tener una fotocopiadora a mano en ese momento, les hubiera venido tan bien para no tener problemas con quien se llevaba el mapa que le resultaba frustrante.