Calles

—Bueno, podría sacarme de la manga un poco más de luz, pero son las calles de siempre, no tienen mucho misterio. Esto es más económico —bromeó. Se alegró de que un poco de charla banal hubiese empezado a rebajar el nerviosismo entre ellos, porque además si  pensaba demasiado temía meter la pata—. ¿Te apetece ir a algún sitio en especial o simplemente pasear está bien? No es que haya muchos sitios agradables de noche… especialmente de noche. Pero si esperas a mañana, o pasado… Podemos ir a algún mundo vinculado a ver cosas distintas. Al que a ti más te apetezca. ¿Qué te parece? —Según explicaba la idea que se le acababa de ocurrir había ido ganando efusividad. No importaba si solo era un paseo por un sitio un poco más exótico que la Rocavarancolia de todos los días, le apetecía pasar tiempo con ella. Quería conocer mejor a la Kaethe más desinhibida, como la que empezaba a aparecer ahora que habían dejado la fiesta atrás.

Se alegró de que la idea le hubiese hecho ilusión, y cuando mencionó Varmania sonrió ampliamente.
—¡Sí! Y doy fe de que es bonito. Las zonas de caza cercanas al portal me las he recorrido de arriba abajo, pero hay mucho más que ver, y más allá no he ido tantas veces. —Sin darse cuenta empezó a hablarle de los bosques y su fauna, de aquel lugar al que había ido tanto de caza cuando el cuchitril prácticamente vivía de carne—. Es bastante triste que los mercenarios de la Brecha tengan unos inicios tan tristes, pero eh, que no salga de aquí —rio mientras se llevaba el índice a los labios—. Y mejor no te hablo más de Varmania o te chafo todas las sorpresas. Ni de ningún otro, porque me gustaría que fuésemos a más… Por el trabajo he terminado visitando unos cuantos, aunque, no sé, por poner un ejemplo Dryfus no sería el idóneo para ir de paseo. Allí te intentan matar dos veces en un ratito corto, si me descuido. A veces bicharracos y a veces el propio planeta —añadió divertido.

Ya no estaban tan lejos del burdel, pero ninguno de los dos caminaba aprisa. El fuego fatuo se volvió hacia Kaethe con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Ha sentado bien salir al aire libre, verdad? —Buscó su mano y le dio un breve apretón. Era un alivio que hubiesen logrado dejar de comportarse como flanes titubeantes, pero eso no quería decir que Gael hubiese dejado de estar nervioso, y la prueba de ello era que hablaba por los codos.

La mirada de Sox recorría penetrante las salidas y confluencias de las calles a las que iban llegando, descartando lugares que no coincidían con las referencias con las que se había quedado. Su memoria era una faceta de sí mismo que tenía domesticada, y con ella las formas más eficaces de guardar información en el menor tiempo posible. Para orientarse había sacado partido del estado ruinoso de la ciudad, que ofrecía por tanto imágenes más distintivas que las de decenas de bloques iguales.

Boquete. Rota. Cruce. Verde. Sox jugaba con las palabras en su cabeza, un golpe de voz mental a cada una. También le ayudaba a distraerse del peso de la cesta, cargada de más, en sus brazos.
"Ahí está el cruce. Todo correcto."
Las calles empezaban a ser menos intrincadas y también menos numerosas, en anticipación a la frontera con el río que habría más adelante. Más adelante encontrarían el edificio verde que constituía la referencia que aún faltaba. Las otras dos habían sido una plazoleta con un agujero donde debería haber habido una fuente, y una esquina rota como si algo hubiese embestido de frente contra ella (y hubiera ganado).

Sox se relajó un poco a partir de ahí, y con ello pudo permitirse pensar. Creyó oportuno compartir algo que la noche anterior solo había pensado para sí.
—Hay hechizos que requieren sacrificios y cosas así —dijo con calma, sin retirar la vista del frente—. Rituales. Al principio creí que nos habían secuestrado para eso, un hechizo ilegal. Sobre todo con esa charla de luna roja que dijiste —clavó la mirada brevemente en Eriel por el rabillo del ojo—. Podría ser el objetivo de este lugar, de no ser porque supuestamente dijisteis que vuelve gente.
Y que se lo discutiese quien creyese poder. Secuestrar gente con promesas falsas, drogarla y que despertaran en un lugar desconocido era una fórmula clásica.

—Pero no me encajan los datos —continuó sin retirar la vista del frente. Organizar sus ideas frente a otros o en papel le ayudaba a desarrollarlas—. Si había una trampa en esa torre, quien la utilizaba ya no está— nadie había salido a atraparles, nada había detonado—. Pero si este... lo que sea no siguiese teniendo lugar no seguirían reclutando personas.

La mitad de pistas indicaban que aquello era un error, la otra que no. Todo seguía siendo tan desquiciantemente contradictorio como el día anterior. Sox sacudió la cabeza.
—Sea como sea —a lo importante—. Los cacharros de ayer, la bañera y la torre significan que aquí se usa magia, aunque sea vieja. Creo que deberíamos buscarla, o solo valdrán algo aquí los que hayan vivido antes en estas condiciones.
Él no pensaba ser peso muerto.

Eriel miró mal a su hermano cuando le dijo que no comiese demasiado pero prefirió dejar correr el tema antes que tener una discusión en un lugar tan repulsivo.

El nublino cogió la cesta con menos carga, no porque fuese vago y no quisiese cargar con mucho peso si no por una idea que tenía en mente.

-La gente vuelve, simplemente vuelve cambiada - respondió al carabés.- Algunos no vuelven, pero es porque no deben de ser adecuados para que la Luna obre milagros con ellos - estuvo a punto de decir otra cosa pero vio una casa en ruinas.- Un segundo - le dijo a Sox y se acercó a la casa y recogió madera que metió en la cesta.- Para la hoguera - explicó.- Llámame vago si quieres, pero prefiero no tener que volver a salir a por madera pudiendo llevarla ya - le sonrió.

-Me apunto a eso de buscar magia, quiero aprender a hacerla - miró a Sox y preguntó.- ¿Crees que podrías enseñarme? - si de verdad aquel chico podía hacer magia Eriel quería aprender a toda costa.

Barael se lleno el bolsillo derecho del pantalón y un par de bolsillos interiores de su poncho guardando la piedra junto a la "navaja" en su izquierdo, cargó dos cestas dejando una ligera que le dio a Nad y se puso en marcha. Había pequeños detalles tontos de edificios que le indicaban que iban por buen camino, grietas, formas y colores que le fueron llamando la atención a lo largo del camino.

-Bien pensado Eri, por cierto, si ves alguna rama robusta y en buenas condiciones cógela y pásamela, me las apañaré para hacer un amago de lanza en cuanto terminemos con la comida. Seguimos necesitando algo mejor que piedras afiladas como protección y unas lanzas rudimentarias servirán al menos para cazar más fácilmente.

Escuchó a Sox y a su hermano mientras se aseguraba de que iban por buen camino.

-Igual sigue habiendo trampas dentro o simplemente no nos acercamos lo suficiente y coincido plenamente con ambos, tener magia nos facilitaría mucho las cosas, si pudieras enseñarnos algo al resto la supervivencia se volvería más sencilla.

Las cestas le pesaban algo pero estaba acostumbrado a ese tipo de trabajos, aún así sabía que no podría correr mucho con ellas. Ahora mismo estaban bastante desprotegidos, incluso más que de normal y no podía evitar sentir una inseguridad constante tras lo que había visto en las mazmorras.

-No bajéis la guardia. -Dijo para todos alzando la voz. -Si veis peligro soltad las cestas sin dudar.

Siete seguía perturbado por la torre aquella y lo llevaba escrito en la cara. Aun así, cuando se hubieron alejado lo suficiente como para que el olor a podrido no los alcanzase, empezó a salivar. Sentía la boca pastosa, de haber pasado otra vez demasiado tiempo sin beber. Del río no se había atrevido a tocar nada, a pesar de haber mojado las manos por gusto. En las cestas había umbra, había hierbas aromaticas, pescado y caviar junto con otros alimentos. Cualquier cosa le habría parecido bien despues de aquellas ayunas forzadas, pero lo de su mundo era lo más atractivo. Tragó saliva y se volvió hacia los piel-de-niño. Tenía la sensación de que el tono autoritario que tomaban ellos y otros de vez en cuando no casaba con la atención que luego prestaban realmente al grupo, y le ofuscaba el reparto de voces imperativas entre ellos. Entendía, no obstante, cierto tanteo de poder en aquella forma de hacer las cosas. Si se establecían juntos y todos querían hacer de patriarcas, era normal que ahora se ladrasen tanto. Normal, pero desagradable. Sinceridad quería seguir a Sox, Sox quería seguirse a si mismo, y la gente se fiaba de él porque hablaba más de magia. Salkrit no parecía capaz de seguir a nadie, el mayor de los hermanos tenía sus propias ordenes, y sería logico que al menos su familia lo siguiera. Nad seguía a Monica, o eso le parecía a Siete, pero Monica no iba a hacer nada con eso. Lorenzo era, de aquel mundo de pieles palidas y sonrosaditas como pescados, el que más autonomia tenía.
Siete no le había entregado todavia su confianza a nadie concreto, pero mientras se diesen la razon entre ellos, el grupo iba cogiendo forma y eso le producía alivio. Eso era todo lo que importaba ahora. El idrino tomó la disposición más amigable que era capaz, tratando de olvidar por el momento el peso al final de sus brazos y las advertencias sobre soltarlo.
- No creo que podamos aprender una magia distinta a la de este mundo. Yo he olvidado todos los gestos que antes eran parte de mi forma de hablar y las palabras que valían para hechizos.

La chica se cargó la cesta al hombro, resoplando (“la hostia, pesa más de lo que esperaba”) y le pasó varios artículos de la misma a Zana para no dejarse los riñones en el intento de llevar ella sola todo el material (“Que trabaje todo el mundo, ea. Buf. Y lo cómoda que estaría yo en un sofá mullidito…”). Una vez se estabilizó echó a andar tras los que sabían el camino de vuelta.

-Pues menos mal que vosotros habéis estado prestando atención al camino, porque lo que es yo…- comentó con voz despreocupada mientras hurgaba en la cesta para sacar un pedacito de queso que comenzó a mordisquear inmediatamente dejaron atrás el olor espantoso de ese sitio. –No creo que hubiera trampas en la torre- le dijo a Vampy. –Pero lo que sí creo es que la gente de este lugar… es algo extraña como mínimo. ¿Una torre de carne podrida? Suena a idea de borracho psicópata.

Asintió a lo que dijo el hermano de Cenizo (“Ni de guasa voy a arriesgar mi vida por un poco de comida, puedo ayunar tranquilamente por ahora”) y observó el estado de la ciudad mientras caminaban. Desastroso. Espantoso. ¿Por qué no había nadie en las calles? ¿Por qué era todo tan diferente? ¿Por qué estaba todo tan derruido? La charla de los demás la sacó de sus pensamientos, nada alegres.

-Magia es lo que me prometieron a mí… no sé si al resto os lo prometerían también- Mónica metió baza en la conversación, poniéndose a caminar a la altura de Tritón. –Pero estoy de acuerdo con Tritón. En los libros de mi mundo dicen que la magia depende mucho del vocabulario, y si nos han quitado el que teníamos antes de venir… Lo veo difícil- se encogió de hombros. –Aunque claro, por intentarlo que no quede, ¿no?

"Cambiada." Eriel no lo había dicho en el tono en que alguien hablaría de un trauma...  A Sox todo aquello seguía sonándole mal, pero no iban a llegar a ninguna parte siguiendo por ahí. No sin datos de primera mano en aquel lugar, y si los tuvieran no estarían teorizando en primer lugar.
No entendió por qué el nublino se autollamaba vago por recoger la madera ya por el camino. Si acaso hacía bien. Parpadeó algo perplejo.
—No, es...  Es más eficaz.

Ajustó el peso con el que cargaba mientras intercedía Barael, hablando de fabricar herramientas que él no sabía manejar. Habitualmente no sentía como una amenaza el buen desempeño de otros, pero ahora el ambiente había cambiado, las formas de medir la valía habían cambiado. Quería adaptarse cuanto antes para que la resolución activa de dicho problema sustituyese a aquella sensación rastrera. Era propia de gente que dudaba de sus capacidades. Gente del montón, ese montón del que nunca había querido formar parte.

Volvió a cambiar la cesta de posición. Mierda, qué floja tenía la fuerza en los brazos. Si aquello iba a volverse costumbre...
Más inquietud en el estómago, con desagrado aparejado a ella. Quería sentirse inquieto por razones precisas y lógicas, no un presentimiento vago y desestabilizante en la boca del estómago.
Si aquello iba a volverse costumbre... ¿qué? Seguirían dando vueltas entre las ruinas durante... ¿cuánto habían dicho los nublinos, meses?

—Sí —respondió tras un retraso inicial, habiéndose dado cuenta de que se había distraído y que alguien esperaba su respuesta. Se corrigió—. Si funciona como donde vengo. Nada nos lo garantiza, pero al fin y al cabo el aire de aquí no nos mata, la gravedad funciona igual y somos similares entre nosotros —al recordar que Sinceridad y Sak no eran exactamente humanoides tuvo que pararse y corregirse de nuevo. Odiaba hacerlo. Significaba que se había equivocado sobre la marcha—. La mayoría, al menos. Creer que la magia sigue siendo parecida no suena irracional.

La respuesta de Siete le hizo mirarle con interés.
—¿Sabías hacer magia antes de venir? ¿De qué nivel?
A aquellas alturas no era lo bastante estúpido para suponer que en todas partes lo medían como en Carabás, pero alguna escala debían de tener.

—Puede ser. Como mínimo no ha detonado nada —concedió a Mónica. Resopló —. Puede que dentro haya libros o material mágico. De hecho, es muy probable —tuvo que admitir—. Pero... lo que ha dicho ella. Ese sitio apesta a psicópata con nivel A y yo no me acerco ni con un palo.

-Tranquila Mónica, vamos por buen camino.

-Pues deberíamos intentar conseguirla cuanto antes, pero de forma siendo cautos, si exploramos podríamos hallar algún lugar más seguro donde encontrar algo para aprenderla. Pero primero habrá que recuperar fuerzas y descansar en condiciones.

-También tenemos que descubrir cada cuanto pasa con comida el levitante ese para saber cómo racionarla.

-Vosotros dos que teníais magia. ¿Sois capaces de ver si algo es peligroso como hizo Sox con la "torre"? Al menos nos aseguraría no morir por causas mágicas.

-Pero bueno, esto es una supervivencia así que tendremos que medir cuando hay que tomar un riesgo en algún momento para conseguir un gran beneficio, de todas maneras tratemos de evitar en todo lo posible el peligro.

Dicho esto mientras oía a sus compañeros miraba a su alrededor para evitar perderse a la vez que buscaba ramas en buenas condiciones para que su hermano se las trajera.

El belga prestó atención al carabés cuando el muchacho le respondió, esbozó una mueca de sorpresa.
-¿Qué leches?, seguro que queda mucho por ver, ni siquiera hemos pisado la ciudad, apuesto a que Rocavarancolia puede dar más de sí.- continuó mientras ojeaba la comida de nuevo- y nosotros también- aunque esto último lo dijo para sus adentros.

Tayron ya no podía llenar más sus bolsillos, si continuaba completándolos con alimentos provenientes de distintos mundos llegaría el momento en el que caerían al suelo, así que se decidió portar una cesta medianamente pesada en cada mano, jadeando un poco consiguió salir fuera de la apestosa torre para reunirse con el resto de sus compañeros y Dafne. Sonrió, por fin podía respirar aire de verdad.

El chico seguía sin recelo los pasos de sus compañeros, a la vera de Sox, el muchacho no carecía de buena memoria y estaban dejándose llevar por sus pasos, lo cierto era que Tayron no recordaba la mitad de los cruces por los que habían caminado y los desvíos por los que atajaron anteriormente, se apuntó que debía mostrar más interés en ese aspecto, si no fuese por aquellos que sí recordaban el camino el humano podría verse en una situación complicada que consistía en vagar sin rumbo.
-Vaya, quién tuviera tanto coco – susurró, al tiempo que contemplaba tras el flequillo que le tapaba los ojos los callejones tortuosos que se presentaban en la caminata.

En ese momento no andaba distraído y estuvo al hilo de todas las conversaciones que se sucedían a su alrededor, le resultaba extraño que él no fuera participante de la mayoría de ellas, solo se escuchaba añadiendo algunos “¡Pues yo quiero tener magia” o “una hoguera para calentarnos está de puta madre”. De alguna forma el grupo no compartía el optimismo con el que se veía envuelto, hablaban de trampas en la torre, de preocupaciones, de darle vueltas más vueltas a lo mismo, y él no era el tipo de persona a la que le gustaba lidiar con eso. >>Relax, un poco de mirar el entorno y sentir el viento en la cara tío<<, si había magia mejor que mejor, no es que fuese muy crítico con hablar y profundizar sobre un tema, pero le agradaban más las bromas y el cachondeo. Tendría que acostumbrarse a que aquel equipo estaba compuesto por gente muy distinta, y que aún no confiaban los unos en los otros, aún si pasaba mucho tiempo Tayron se hacía la idea que esos tipos no era su círculo de amigos, dar con personalidades como las de Dekka era complicado, eso lo tenía más que aprendido.
-Pues a mi me prometieron aventuras- se repitió otra vez con una mirada burlona- ya sabéis, historias repletas de acero, lo que cualquier chaval ingenuo quiere escuchar, imagino que conmigo no se equivocaron, me dijeron exactamente lo que quería oír.

Dafne se volvió a unir con el grupo, tras la salida de aquel edificio ruinoso. La noruega por suerte no dependía tanto de la memoria de los demás ya que ella facílmente se acordaba de cada calle que hubo pasado, mientras perseguían la bañera, cada callejón tenían algo diferente, como la oscuridad que presentaba algunas de las distintas edificaciones que aposentaba la calle, o el lugar o quizás el número de pequeñas ventanas que mostraba cada uno de estos, cada característica que manifestaba el lugar le servía de gran ayuda a la chica para poder volver por el camino de vuelta.

Mientras todos iban en marcha hacia las mazmorras, Dafne se centró en una de las conversaciones del grupo, la cual mantenía Sox con algunos de los demás cosechados, en aquella charla tan interesante se hablaba de "magia", la noruega no pudo evitar acercarse y formar parte de aquel discurso, el cual le parecía uno de los temas más importantes, ya que en la ciudad entera estaba hechizada, y según ella lo primordial de todo eso sería, aprender a utilizarla...

-Sox, es verdad... ¿que tú podrías enseñarnos magia?, sería genial que aprendiésemos todos juntos, no estaría mal que nos ayudásemos unos a otros, cuando uno aprendiese o descubriese algo nuevo, podría mostrarselo a los demás, ya que si somos tantos... Pienso yo, que sería unas de las mejores cosas que podríamos hacer todos juntos. Y respecto a encontrarla, que es lo principal...para todo lo anterior que acabo de decir, pues deberíamos ocupar nuestra parte del tiempo a explorar la cuidad y con la mayor cautela, si alguien ve que el lugar no es seguro que lo comunique...-Todo esto dijo Dafne, mientras llegaban a las mazmorras, fuese o no aceptada su idea, ella seguía pensando que eso era algo posible de hacer.

Su hermano empezó a hablar y no se ya no se cayó. <<Un calcetín en la boca o una mordaza me vendrían bien>> pensó mientras la verborrea continuaba <<Yo soy su hermano, vale que tenga que aguantarlo, pero estos pobres no merecen tal tortura>>.

-Vale vale, idea captada - le dijo para ver si paraba.- De todas formas no os preocupéis, mientras no nos acerquemos a ese sitio más de lo que hemos hecho hoy no pasará nada - miró al resto con un sonrisa.- Y tampoco os preocupéis por la comida, ya veréis como nos mandan más, es de sentido común.

La alegría del nublino podía palparse, no había forma de que se desanimase ahora que tenía comida. Todo le estaba saliendo a pedir de boca.

-Seguro que encontraremos un libro de magia y, aunque no nos puedas enseñar por no ser como de donde vienes, fijo que aprendes el triple de rápido que el resto - le aseguró con optimismo.- Al fin y al cabo ya tienes práctica.

Siguió andando con la cesta y el grupo y al final no tardaron tanto en llegar a terreno conocido.

-He mirad, ahí está el edificio - dijo más contento que unas pascuas.- Genial Sox, ojalá tuviera tu memoria - le dijo al chico.- ¿No habrá algún hechizo para intercambiar esas cosas? - bromeó.

Sigue en las Mazmorras de la Cosecha.

Pues resultó que Chamán sí que parecía saberse el camino, o al menos le veía moverse y elegir con seguridad. Si conseguían llegar a las Mazmorras, se lo diría. No pasaba nada por felicitar a aquella gente de ciudad si conseguían algo útil... porque no esperaba nada útil por su parte. Como iba a la par que él, atendió a casi todo lo que decía o le decían, pero apenas participó. Estaba más pendiente de que nada ni nadie les escuchara y les sorprendiera.

Pero, como siempre que se mencionaba, y de hecho era el motivo por el que estaba allí, se interesó por la conversación de la magia. Chamán decía poder enseñarles si encontraban algún libro o algo que les permitiera entenderla. Aquello era muy pobre: ¿libros en perfecto estado en una ciudad en ruinas? Poco probable... Pero al menos tenía razón en algo: allí había aún gente usando magia y podrían tirar de ese hilo y ver qué descubrían. Además, tenía un punto positivo: si aquella gente se esforzaba en explorar la ciudad en pos de aprender algo de magia, tendrían más motivos, además de sobrevivir. Le daba la impresión de que esa motivación, la supervivencia, no les era tan imperiosa, <<pero, eh, si lo dan todo por encontrar algo relacionado con la magia, bienvenido sea>> Por descontado, aprender de un libro parecía menos arriesgado que salir sin armas a una ciudad desconocida. Pero primero tendrían que encontrar algo, lo que fuera.

Y no lo harían si tenían ingenuosen el grupo. Se giró hacia el grupo pero sin dejar de caminar. Confiaba en sus alas si tropezaba con algo.

—¿Acero? ¿Qué es eso? Y dejaros de historias para ingenuos. Para encontrar o conseguir lo que sea que os prometieron primero tenéis que sobrevivir, día tras día. Creedme, yo también quiero lo que me dijo quien me trajo aquí. Pero hay que vivir para verlo —les dijo muy seria, pero luego suavizó el tono—. Y, eh, de momento nos va bien, así que no os lo toméis a mal. Mientras sigamos en grupo y nos esforcemos, mejor para todos. De momento tenemos un buen guía, ¿a que sí, Chamán? —y le dio una palmadita en el hombro—. Los días dirán qué sois capaces de hacer los demás —remató.

Quería animarlos, aunque parecían no necesitarlo, pero hasta los mejores de su gente en Tierra Bruja necesitaban ánimos cuando decían lo contrario. Aquellos ingenuos de ciudad necesitarían eso y más, vaya que sí. Y ella misma los necesitaría, por descontado, siempre y cuando no se cruzasen con su mentira de "élite cazadora devoradora de fanáticos".

Siete lo miró con una mezcla de confusión e indecisión que debía decir por si sola la falta de rigidez con la que el idrino examinaba aquello.

- Soy bueno en lo que requiere memorizar o la mimica, pero no he destacado nunca por ella. No puedo hacer casi nada. Algunos hechizos muy sencillos me salen bien, otros me los sé solo por si acaso los necesitase en el futuro, y todos los he olvidado.- a la pregunta de Barael, encogió los hombros- No necesitas magia para distinguir que un cadaver gigante no es seguro. Era como si hubieran empalado algo desgradable a la tierra y lo hubieran dejado pudrir. Si queda algo dentro, no es mejor que los gusanos- su voz se apagó progresivamente. Siete puso una mueca de asco absoluto y revolvió el cuerpo como si se quitase la sensación de encima- Con magia o sin ella, si encendieramos un fuego, no me costaría ayudar con la preparación de los alimentos. Seguro Eriel y Barael tienen su propia experiencia también.

Mónica comenzaba a aburrirse de tanta charla sobre habilidades mágicas y demás en la que estaban interviniendo todos en mayor o menor medida (generalmente sólo para preguntar si se podría o no aprender), por lo que se puso a tararear mentalmente prestando atención al camino que seguían los demás para no perderse. La chica no podía evitar sentirse más animada ese día, sobre todo por haber encontrado comida, aunque aún estaba asustada y aún se encontraba mal. “Al menos este grupo de gente parece majo. Bueno, la mayoría. Me caen… ¿bien?” decidió tratando de consolarse, aún algo titubeante acerca de cómo sería la convivencia pero sabiendo que les necesitaría para sobrevivir el tiempo que tuvieran que estar allí. “Yo sola no lo conseguiría”. La intervención del tirafichas de pelo verde acerca de lo que le prometieron para hacerle llegar a la ciudad le sacó una sonrisa socarrona. “Este chico es gracioso. Debe imaginar que la vida del caballero andante es la pera. Esa forma de pensar es tan… Jonás”.

-¿Sabes?- le dijo con una sonrisa triste y voz nostálgica. –Te llevarías bien con mi hermano, creo. Es un petardo, pero él también habría venido aquí en busca de aventura. Se lo estaría pasando pipa. Ojalá estuviera aquí-.

Cuando por fin llegaron a las puertas de su refugio provisional Mon todavía luchaba por quitarse de la cabeza los pensamientos acerca de su familia. Al ver el edificio ante ellos la chica esbozó una sonrisa masajeándose el hombro y relajándose, pero la voz de doña Plumitas la enervó de nuevo. “Joder con la pajarraca, de verdad. ¿Se cree superior o algo porque vuela? ¿Porque sabe cazar? Menuda creída, carajo”.

-Todos tenemos habilidades- comentó algo cortante. –Es el primer día que estamos aquí, no puedes esperar que de pronto todos sepamos hacer las mismas cosas o se nos dé de puta madre el estar en lugar desconocido sin nada relativamente familiar en él. Y si no sabemos hacer algunas cosas aprenderemos. Así funciona la sociedad, colega.

Escuchó, aún picada, la respuesta de Tritón. –Yo también cocino bastante bien. Tenemos la comida, sólo quedaría el tener algún material donde poder elaborarla- sacudió la cabeza tratando de quitarse el mal humor de encima.

-¿Alguien ha traído alguna olla?- forzó una broma antes de encaminarse a la puerta.