Calles

Rena seguía teniendo el llanto desconsolado de Eitne en los oídos a pesar de que el niño hacía rato que se había callado. Por alguna razón se había destransformado, pero ella no. Fue como una confirmación de que iba a quedarse en esa forma bestial para siempre y le dieron ganas de llorar.

Mientras el resto del grupo recogía la osa se dedicó rebuscar en los arcones con el hocico, buscando sus pertenencias. Se dio cuenta de que no las podía cargar; ni las figuras de rol, ni su mono, ni sus vaqueros ni sus botas de trabajo… tendría que dejarlo todo allí. Lo único que se llevó fue su implante, que salvo por la parte por la que había sido arrancado estaba en perfectas condiciones. Intentó servirle a Eitne de apoyo cuando bajaron las escaleras, siendo más un estorbo que otra cosa pues en realidad ambos estaban igual de cojos. No se giró a despedirse del torreón.

El camino hacia la Sede estuvo lleno de sentimientos contradictorios. Tenía miedo y dudas, y desconfianza por el mensaje que les había llegado la noche anterior. Si era un mensaje oficial, ¿significaba que realmente iban a aprender algo? ¿Se les iba a dar lo que les habían prometido cuando se los llevaron? ¿Y por qué habían tenido que morir tantos para conseguirlo? Una visión macabra interrumpió sus pensamientos: El hombre escorpión. No supo que sentir al respecto, puede que fuera un regalo de la ciudad o puede que una extraña forma de justicia. Todo allí funcionaba con muerte y dolor, tenía sentido que así impartieran sus castigos << Pero podrían haberlo detenido>> pensó con amargura. Que estuviera muerto no servía de nada cuando el daño que les había hecho era irreparable.

De pronto, Neil gritó. El chico se había alejado del grupo e iba unos pasos en cabeza. ¿Se habría encontrado con algún monstruo? Rena cargó hacia el callejón por el que había girado el niño, con el corazón en la garganta y su brazo aún en la boca. Adru la adelantó con facilidad. Cuando los alcanzó se encontró con un grupo de desconocidos, también bestias como ellos que aún olían a sangre y lágrimas. Los miró con desconfianza y se puso delante de los sinhadres en actitud protectora. No podía hablar ni hacer preguntas, solo lanzar gruñidos de advertencia.

Aquella noche de repente parecía cualquier otra, una vez todo hubo pasado y se metieron en cama. Pero las cosas eran tan diferentes que Nime no podía conciliar el sueño ni estando agotada. Los cristales le resultaron molestos para tumbarse y se puso bocaabajo, pero aun así algunas aristas se enganchaban en las sábanas. Aquellas sensaciones nuevas no la ayudaban a conseguir dormir. Sin embargo lo logró, pasado un tiempo, y tuvo sueños vívidos y agridulces toda la noche.

Al día siguiente Nime hizo una rápida selección de los bichos menos comunes de su colección y empaquetó sus cosas en una chaqueta, llevándose también el conjunto con el que había llegado a la ciudad para echarlo a la lava como había prometido. Se sentía extraño dejar atrás aquel torreón sin saber bien lo que les esperaba, pero ya se había hecho a la idea la noche anterior.

Decidió permanecer cerca de Eitne para la caminata, apenada por cómo le había afectado volver a la normalidad. Cuando se alejaron del torreón no pudo evitar volver la vista atrás varias veces. ¿Sería mejor el lugar al que se dirigían?

Tuvieron que detenerse dos veces durante el camino. La primera fue un encuentro desagradable con un cadáver. Uno al que Nime no conocía de nada pero pudo identificar por la cola de la que había oído hablar, entre otros rasgos, sumado al reconocimiento por parte del resto del grupo. El miedo y el asco por toparse aquello en medio de la calle no desaparecieron por saber quién era el muerto, pero sin duda era menos grave que si se tratase de alguien inocente. Y aunque Ain y Drake no estarían menos muertos, aquel monstruo ya no podría matar a nadie más.

El segundo encuentro no fue menos desconcertante pero sí menos desagradable. Se toparon con otros transformados a los que no habían visto nunca antes. Nime se preguntó si serían otros del grupo de Erevelin, o del que se habían perdido los sinhadres que iban a la cola de la comitiva, pero antes de que pudiese preguntar cuando Neil y aquella chica dejaron de gritar, un bulto de mantas con ojos en las manos la empezó a señalar. Nime se señaló a sí misma con desconcierto.
—¿Eh? ¿Yo?

Una vez Eitne estuvo más tranquilo se puso a recoger sus cosas con cuidado, su colección de juguetes había crecido desde que llego aquí. Cuando se dieron cuenta que fuera pasaba algo, más pendicularias salieron de entre las sombras y rincones, y con aspecto de entusiasmo se acercaron a Guille.

-¿Que queréis?- dijo con el cejó fruncido- estoy recogiendo las cosas que me tengo que llevar a nuestra nueva casa.

Poco más les faltó a las Pendicularias para darse por aludidas, si tuvieran piernas las habrían visto correr a lo loco para ayudar a Guille, aunque empezaron a quitarle de entre las manos los juguetes que ya había recogido y tres se tiraron de Lechuga para decidir quien lo llevaría. Las que no habian tenido la suerte de pillar o esta peleando por algun juguete empezaron a coger muebles y objetos de torreón.

-Nooooooo!!! Me van a regañar!! Parar parar!!- dijo corriendo detras de ellas y salvando a Lechuga en el momento justo para que sus costuras no cedieran- si queréis llevar cosas cada una una y os las dos yo, pero tener mucho cuidado y no podeis coger nada del torreón que no diga, entendido?- regañandolas como su fueran unos cachorros revoltosos, acabo de recoger, y dio un juguete a cada una, Guille se quedo con Lechuga, y se vistió quizás con mas capas de ropa de las que deba, pero últimamente el tiempo estaba loco no sabia lo que podia pasar y asi estaba mas cómodo.

Las que consiguieron objeto que llevar iban contentas y orgullosas detrás de Guillermo cuando salieron del torreón. Guillermo iba con un poco de vergüenza por todo el protagonismo que despertaría si le veia mas gente. Miro por ultima vez el torreón "gracias por protegernos todo este tiempo" pensó agradeciendo a Letargo antes de que comenzaran a dirigirse a su nuevo

-No se que hacer con ellas no me dejan en paz- dijo en bajito a Eitne y Nime mientras echaba miradas a las Pendicularias que le seguían, e intentando sacar conversación en el camino.

Cuando vio llegar al grupo de gente desconocida de acerco a Mine y Eitne pensando en protegerse entre los tres. Pronto pudo ver como un centaura, un monstruo tapado con ojos en las manos (que juraría que vio en alguna película) y una chica humana, que comenzó a compartir gritos con Neil. Guillermo no paro de darle vueltas donde había visto a esa chica. Dejando hablar a la gente mientras le daba vueltas, lo tenia en la punta de la lengua.

-Aaaaa!!! Eres Lapis!! Lapislazuli!! Te he reconocido por los ojos- dijo mientras se acercaba corriendo hacia Mónica. Sin ningún tipo de preocupación, mientras las manos se llevaban las manos a la cabeza por su despreocupación, claro esta si tuvieran cabeza

Eitne caminaba distraído, buscando con mirada triste cualquier peligro que pudiera acecharles. Ayer se sintió invencible a la carrera, hoy, necesitado de muletas, solo vulnerable. Sentía que en cualquier momento podía salir de entre las sombras un nuevo lagarto sierrapiernas, al fin y al cabo, era la primera vez que salía de Letargo como cojo. No habló apenas por sí mismo, no dejaba de pensar en qué haría falta para volver a ser un felino de humo (si es que había alguna forma), pero sí que respondió a Guille.

—No sé… —las manos le seguían como las vhadkhitas a la yaya—. Parece que sean tu rebaño —rio levemente—. ¿A lo mejor tienes que domesticarlas?

Cuando se toparon con tres ciudadanos, lo primero que hizo fue sobresaltarse e impulsarse con las muletas detrás de los más adultos. Pasado el susto inicial, se dedicó a obsevarlos en silencio desde una distancia prudencial. El chico equino era muy difícil de mirar, Eitne le apartó enseguida la mirada y se sintió culpable. Siguió con sus compañeros, pasando primero por una figura cubierta de ropa y con ojos en las manos. El escalofrío que le dio le hizo pasar a la tercera persona del grupo, cuyos ojos espejados le llamaron poderosamente la atención. No tenía un cuerpo tan extraño como el equino, ni transmitía un misterio como la de los ojos, pero había algo en sus ojos de espejo que la convertía en la más difícil de mirar. Eitne ya tenía suficiente con ser un niño cojo, no quería verlo de manera externa.

Acabó por bajar la mirada y saludó algo cohibido, después de ver que Guille reconocía a la chica.

—Hola… —su voz con cascabeles sonó directamente como un susurro en los oídos de los tres desconocidos.

Oír chillar a Neil, no obstante, la hizo reaccionar de golpe y salió corriendo en la dirección de la que provenía el grito, dejando copias tras de sí de las que ni siquiera fue consciente. Más gritos la hicieron correr aún más deprisa y, con la mirada fija en la espalda de su aurva teniendo como objetivo llegar cuanto antes hasta él, finalmente vio a aquel grupo de tres personas tan dispares. Quiso preguntarle primero a Neil si se encontraba bien, pero no parecía haber ocurrido nada y de todos modos no hubiese podido dada la reacción tanto de su aurva como de aquella chica de los ojos reflectantes.
—¿Pero qué ocurre? —Preguntó, confundida ante el toma y daca de acusaciones acerca de quién había sido el primero en gritar.

La única pregunta que parecía relevante en aquellos momentos ya la formuló Pelusa, aunque aquella figura encapuchada y que parecía tener ojos en las manos también se le formuló a ellos. Pero una vez más su intención de responder se vio interrumpida: la encapuchada señaló a Nime mientras afirmaba haberla visto en un sueño, o algo por el estilo, y Guille estaba diciendo alguna de sus cosas incomprensibles. La sinhadre miraba a unos y a otros con mucha confusión. Decidió que lo mejor sería tratar de darle un poco de sentido a la situación. Carraspeó y dio un paso adelante.
—Hola, yo soy la Capitana Adru y este es Neil, mi aurva —dijo señalándole—. ¿Vosotros también os acabáis de convertir? ¿Sois del grupo de Ellie y Erevelin o…?
En ese momento, Inna y Eorlir que se habían quedado rezagados llegaron hasta la altura del grupo. La primera en voz alta y el segundo de manera telepática pero casi al mismo tiempo reaccionaron exclamando nombres y acercándose a aquellos desconocidos. La edeel no tardó mucho en imaginarse de quiénes eran: tenían que ser algunos de los compañeros de los que la pareja sinhadre se había separado hacía varios meses.

Todo estaba empezando a ser confuso. Mónica estaba abrumada. Tras meses de interaccionar únicamente con tres o cuatro personas (e ignorar sistemáticamente a una quinta), ver a tanta gente y escucharla hablar casi a la vez le estaba causando una pequeña sobrecarga mental. Que el enorme oso que había divisado se hubiera puesto delante de ella, gruñendo, no ayudó a que se recuperara (y la absurda discusión sobre los gritos, tampoco): del susto, había dejado escapar otro gritito ahogado, y el corazón le latía casi dolorosamente. Agarró con más fuerza su espejo, clavándose las aristas en la mano. El pensamiento «No quiero morir todavía. Soy muy joven» le pasó fugazmente por la cabeza.

Por suerte en ese momento Sinceridad le aferró el brazo, señalando a una niña, y la distracción sirvió de algo: la curiosidad venció a la confusión y al miedo.
—¿De… tu sueño? ¿El sueño de la pelea? ¿Ese sueño?
Se puso de puntillas y escudriñó al grupo, olvidándose de decirles sus nombres como les habían pedido. Sinceridad no había mencionado que la persona con la que soñó tuviera cristales, pero claro… Sinceridad en ese entonces solo tenía un par de ojos.
Inmersa como estaba en cotillear al resto de niños, no se esperaba que uno de ellos se abalanzara sobre ella diciendo algo de una piedra, y el susurro de otro pequeño le resonó melodiosamente en los oídos.

—Hola —, respondió vacilante a ese, esbozando una sonrisa. Luego miró de nuevo al rubiales. —¿Lapis qué? ¿Nos conocemos?—No parecía peligroso.

Ante la presentación de la niña del hociquillo, la sonrisa de Mon se hizo más amplia, pero de pronto unas voces, en su cabeza y en sus oídos, hicieron que se le borrara de golpe y levantara la mirada bruscamente, con cierta sensación de malestar.
Estaban ahí, acercándose desde un poco más de lejos que el resto del grupo nuevo. Le costó reconocerles (para empezar, uno de ellos era un oso. Azul, pero otro oso. «¿Qué pasa en este sitio con los osos?». Y la otra también era distinta, tenía la piel más oscura, y plumas), pero eran ellos. Ina y Eorlir. El corazón se le aligeró de pronto, y antes de darse cuenta, lloraba y reía al mismo tiempo.

—¡¡Son ellos!! ¡¡Son ellos!! —gritó, sacudiendo a Sinceridad y a Lorenzo mientras botaba de arriba a abajo. —¡¡Os dije que no estaban muertos!! ¡¡Os lo dije!! ¡¡Son ellos!!
Hizo ademán de salir corriendo hacia los sinhadres, aunque se detuvo delante del primer oso con cautela, mirándolo a los ojos y poniendo cara de buena e inocente, como si no hubiera roto un plato en su vida. Aún le daba miedo, y no quería que la atacara.
—Solo quiero abrazarlos. ¿Me dejas?

La roquense alucinaba. La chica de su sueño estaba allí pero estaba cambiada. ¿Sería como ellos, una transformación reciente? No recordaba su nombre, no entero.
—¡Sí, tú! —miró luego a Monica—. ¡Sí, ella! Se llamaba enenosequé... —y miró de vuelta a la chica del sueño. Trató de hablar con calma— ¿A que tu nombre empezaba por "n"?

Pero seguía alucinando. El grupo se amontonaba a unos metros frente a ellos y era enorme en comparación. Si buscaban pelea, estaban jodidos. Vio de todo con su mano derecha que se movía lentamente de aquí para allá para verles mejor mientras que con la izquierda se fijaba en los de mayor tamaño. Pero también le llamó la atención un joven macho cojo con apoyos para caminar. No pudo evitar recordar a Lebra: ¿la habrían salvado si le hubieran cortado la pierna?

Alucinó más cuando uno de ellos se acercó a Mónica y le habló como si se conocieran, y por lo visto también se habían soñado. Pero no hizo por detenerle, no entrañaba peligro. Muchos del grupo no parecían suponer un potencial peligro, de hecho.

Pero acabarían con ella sin necesidad de serlo. Había mucho a lo que reaccionar y demasiado en lo que fijarse.

Por si fuera poco, el corazón se le alteró aún más cuando su amiga reconoció (o creyó hacerlo) a los sinhadres. Señalaba a dos que no se les parecían apenas... Apenas. No se fiaba, ya les había pasado factura verlos en otro sitio, solo que en aquella ocasión ella nunca les vio. Ahora sí les veía, en cambio, pero no quería creerlo tan rápido.

Y es que se estaba desquiciando. Se acercó con Mónica pero no con intención de llegar a la pareja sino para hablar al extraño grupo (y defender a su amiga de ellos si hacía falta). Se habían preguntado entre sí y una tal Adru (¿capitana de qué?) se había presentado, así que le saludó y decidió aclarar aquello, pues solo así podrían saber si estaban a salvo. Podía ser mentira lo que había dicho, claro, pero parecían estar en sus mismas condiciones. ¿Pero cuántos otros grupos de transformados habría por ahí? ¿Se encontrarían también con el resto de su grupo inicial?

Se descubrió bien la cabeza antes de hablar y la miró con la mano izquierda. La otra la bajó y tapó los ojos, pues se mareaba. Fue directa e hizo honor a su deseo.
—Yo soy Sinceridad. Nos trajeron aquí hace tiempo y nos transformamos anoche, por eso voy así cubierta.. Y no, no conocemos esos nombres; hemos vivido en un faro de los acantilados, pero sí que conocemos a Eorlir e Inna, si es que son ellos de verdad.

>>Nos dirigíamos a uno de los refugios que anunciaron anoche... ¿Como vosotros, imagino?

Estaban demasiados exaltados, ambos grupos todo había que decirlo con aquel encuentro. Guille intervino de repente de esa forma tan el y Pam se golpeado la frente de frustración sino fuese porque tenia las antenas, por lo poco precavido que era este. ¿Habría alguna forma de decirle a esas manos que parecían perseguirlo que lo amordazaran y lo dejasen quietecito? Sin contar que lo que dijo le desconcertó por completo ¿conocía a la chica de ojos peculiares también?

Por suerte para su paciencia, que no era mucha ciertamente con eso de estar a la intemperie con la sensibilidad al máximo, Adru intervino presentándose, intentando volver cierta normalidad a la situación.

Normalidad que duro un suspiro pues una nueva exaltación ocurrió cuando la chica de ojos espejados, que tan inquietantes le parecia, pareció reconocer a Inna y Eorlir y quiso acercarse a ellos pidiéndole a permiso a Rena. <<Es cierto, ellos dijeron venir de otro grupo, que resulto no ser el de Sendar..¿son ellos entonces?...Son muy pocos >> pensó no sabiendo quien tomarse eso de que solo fuesen tres. ¿Habían sido solo cinco originalmente tal vez? ¿O habían muerto todo los demás de haberlos? No tenía idea y el viento y la lluvia no la dejaban tampoco a centrarse en pensamientos tan pesimistas.

No pudo apartar la vista de ella por un momento, hasta que el ave, pues cuando se descubrió noto que ciertamente era un ave...con muchos ojos, se presentó. De nuevo la duda de que tanto seria transformación de la luna y que tanto había sido ella realmente antes, llego a su mente. Fuese como fuese estaban ahí parados en mitad de una calle cualquiera, bajo la lluvia, el viento y sin llegar al refugio, sin controlar lo que eran cada uno y la mayoría sin armas para defenderse. Muy prudente no le parecía, fuesen ellos de fiar o no.

-Si vuestros compañegros eran una pareja singhadre de la que os sepagasteis hace unos meses en una salida, siendo el edeel y ella augva, entonces son ellos- indico Pam con voz pausada cubriendo un poco mejor bajo el pseudo paraguas que la protegía de la lluvia y que Zobriel le ayudaba a llevar- Han cambiado como todos- indico la mona del queso mirando a a Sinceridad de forma atenta, sin saber si confiar o no hacerlo. Por el momento mantendría un postura mas neutral que otra cosa, pues mucho mas no podía hacer, no tenia cabeza ni para ser cordial, cosa que de por si no sabia hacer, ni para ser hostil sin mas

-Mi nombgre es Pelusa, y si...buscábamos uno de los refugios...del que hablagon anoche, al cual, pienso debegíamos estar dirigiéndonos ya...allí habrá tiempo para hablag o durante el camino,  pero estamos demasiados...mm expuestos aquí y tenemos muchos niños en nuestro grupo -indico lo mejor que pudo Pam, algo impaciente, sin indicar nada sobre el problema de movilización que a su vez varios del grupo tenían, como Rena o Eitne, o incluso ella misma que debía ir prácticamente agarrada a Zobriel cual anclaje contra el mareo. Solo quería que la conversación no siguiera así, o al menos no continuara con todos ellos allí quietos como espantapájaros. Podían andar y hablar a la vez perfectamente.

Inna y Eorlir reaccionaron a su espalda y la chica del espejo lo hizo también, de manera muy efusiva. Eran el grupo perdido de los sinhadres, los habrían encontrado por fin. Rena se giró hacia Eorlir y compartieron una mirada osuna, luego asintió y se apartó para dejar que la chica gritona del espejo abrazase a sus amigos.

Le puso feliz ver el reencuentro y de paso bajó su desconfianza para con el grupo. Se permitió olisquearlos con disimulo, desde la distancia, para quedarse mejor con ellos, aunque seguía pendiente de los miembros de su propio grupo, atenta a sus reacciones.

Nime estaba demasiado perpleja para dar con los recuerdos correctos. No relacionó la pelea mencionada por la otra chica de aquel grupo con el sueño tan vívido que había tenido hacía varios meses. Y la cosa no mejoró cuando descubrieron que aquel era el grupo del que venían los sinhadres, o parte de él, porque tenía entendido que se componía de mucha más gente.

Nime observó el intercambio sin quitarle los ojos de encima a la que la había señalado. Su voz, o algo en ella, le resultaba familiar, pero no lo relacionó hasta que se presentó mostrando su cabeza. ¿Cómo podía olvidar a una criatura tan peculiar? Su transformación la había dejado sin ojos en la cara, pero todavía era reconocible.
—¡Ya me acuerdo! Tú eres… eres… bueno, no me habías dicho tu nombre, pero eres de verdad. No me lo puedo creer… ¡no me lo puedo creer! —Dio varios pasos hacia Sinceridad, aún impactada por el descubrimiento—. ¿Cómo podemos… cómo podemos acordarnos la una de la otra? ¿Estabas en aquel sueño conmigo de verdad?

Nime también miró a sus compañeros, como buscando explicaciones. ¿Había magia de sueños? ¿Y cómo había sido afectada por ella? Aquella ciudad nunca dejaba de reservarles sorpresas.

El tema del sueño hubiese sido el centro de su atención todo el tiempo de no ser porque el reencuentro eclipsaba casi cualquier otra cosa que estuviese sucediendo en ese instante. Adru se emocionó y momentáneamente se olvidó incluso del escorpión colgado que acababan de ver. Dio varios saltos cerca de Ina y Eorlir mientras ambos corrían a abrazar a sus compañeros perdidos, a quienes ya se estaba encargado Pelusa de responder a sus preguntas. La edeel, incapaz de contener el arranque de hiperactividad, trazó un círculo alrededor del grupo, dejando tras de sí una de aquellas copias de sí misma y volvió junto a Nime al escucharla hablar sobre el asunto del sueño de nuevo.
—¿De verdad os habéis visto en un sueño? Bueno, supongo que no es tan raro, ¿no? No es lo más raro que hemos visto hacer a la magia… Creo yo.
Cosas como el huésped o aquel colgante que explotaba sin duda le resultaban igual de increíbles que el haber visto a otra persona en un sueño sin conocerla.
>>Pero Pelusa tiene razón: igual deberíamos seguir hablando en los refugios. Además está lloviendo y seguro que Neil tiene frío después. ¡En marcha, cadetes!
La sinhadre, tras realizar un saludo militar, comenzaría a caminar en la dirección a la que se dirigían originalmente. Notaba a Neil muy pegado a ella, por lo que trató de no acelerar demasiado su paso y no paraba de echar un vistazo a por encima de su hombro a sus compañeros y a los amigos de Ina y Eorlir, aunque al que más vigilaba era a Eitne para asegurarse de que el daeliciano no tenía ningún accidente con aquel suelo resbaladizo.

Neil estaba bastante avergonzado por la sucesión de gritos que había protagonizado, por lo que se limitó a saludar tímidamente cuando Adru le presentó y sonrió agradecido hacia Rena cuando esta se puso en pose defensiva frente a él. El grupo con el que se habían encontrado no parecía una amenaza, parecían más bien como ellos, pero eso no quitaba que Rena había saltado a defenderlo a la mínima indicación de posible peligro. Con unos compañeros como esos, Neil no podía no sentirse protegido.

El aurva se mantuvo al margen de la conversación en todo momento, un poco sorprendido por que Ina y Eorlir conocieran a ese grupo, aunque sabía que habían estado con un grupo anteriormente, no se había esperado encontrarlos tan de repente. Aún así, se alegró mucho por el reencuentro, a pesar del susto que se había llevado.

Medio escondido tras Adru y todavía un poco avergonzando, escuchó las presentaciones sorprendido también por el hecho de que Nime y la que se había presentado como Sinceridad se habían conocido en un sueño. ¿Hasta qué niveles podía llegar la magia para ser capaz de juntar dos mentes lejanas en un mismo sueño? Neil miró de nuevo a la cera que hacía ondas a su alrededor preguntándose hasta qué nivel llegaría su magia. No es que el tuviera mucho interés en unir gente en sueños, pero había muchas cosas que le gustaría hacer con magia, como mantenerse caliente mientras cocinaba platos fríos o cocinar un montón de dulces a la vez o tallar más rápido y cosas más bonitas. ¡Quizás con magia podría aprender todas las recetas de todos los mundos! Las posibilidades parecían tantas.

Neil no se separó de Adrune ni cuando esta echó a andar de nuevo, agradeciéndole silenciosamente el que tuviera en consideración su friolero ser, aunque la verdad es que si no fuera por los hechizos térmicos que se lanzaba de vez en cuando, probablemente llevaría desde que salieron del torreón temblando de frío por estar completamente mojado.

-Si si, estabas encerrada en un espejo y cuando conseguiste salir tenías los ojos así, que sí que me vi ese capítulo. -dijo convencido mirando a Mónica- pero creo que te has teñido…

Una de las manos convenzo a tirar de él, colocándole de nuevo donde Eitne y Nime, Guillermo se fue canturreando la canción de “Stronger Than You”, al dejarle en su sitio la mano le dio golpecitos con cuidado en la cabeza, como dándole entender que estaba mejor aqui.

-Parecen majos, ¿verdad?  - dijo a Eitne y Nime.

Estaba ilusionado por su nuevo hogar y por tanta gente nueva, cuando la capitana sugirió moverse fue el primero en contestar.

-¡En marcha, Capitana!-  y una pendicularia levanto el puño de tras de él.

El resto del camino se lo paso hablando sobre cosas sin sentido, evidentemente nervioso e ilusionado. Habló con Eitne y Nime, diciéndoles cosas sobre como quería que fuese su nueva casa, gracias a ello se le paso el camino rápidamente.

El grupo se puso en marcha de nuevo, mucho más nutrido que antes con ellos tres. No podían estar ahí parados eternamente, empapándose. Encima, tendría que deshacerse tarde o temprano de la manta porque empezaba a pesar demasiado con tanta agua. Por muy útiles que fueran sus ojos, en ese momento se consideraba de lo más vulnerable e inútil. Ni siquiera podría huir volando si fuera necesario porque el mareo la mataría antes.

Pero mientras caminaban, la roquense se acercó un poco a la chica del sueño mientras esta la reconocía y le respondía. ¡Sí, era ella y se acordaba!
—¡Sí, soy yo, la misma! Bueno, con más ojos —bromeó frente a ella—. No sé cuánto de real tuvo el sueño... Te oía y te veía como ahora... Pero estamos vivas, así que tiene que ser magia rara... Pero da igual, me alegro de conocerte y de que estés entera —le sonrió—. Y ahora si me disculpas, tengo que sacudir a dos sinhadres desaparecidos.

No había creído que fueran ellos, paranoica por lo que les pasó en el pasado, pero el grupo les confirmó su "autenticidad" y ellos mismos saludaron... Así que se fue renqueando pero sonriente derechita al abrazo grupal de sus dos desaparecidos y Mónica. Tenían mucho con lo que ponerse al día, mucho de que hablar y mucho que contarse. Mucho que llorar, también, pero de alegría. Se habían encontrado, por casualidad, pero estaban vivos y eso era todo lo que importaba. Eso y que si el grupo nuevo les había tratado bien, significaba que podían fiarse de ellos. Ya solo faltaba encontrar al resto de su propio grupo de cosecha. ¿A qué refugio irían, les encontrarían al llegar?

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