Calles

Mónica se asustó también cuando el —asqueroso— ser se sobresaltó con el gesto de Íñigo Montoya. Cuando el bicho se encabritó, se echó un par de pasos para atrás y se detuvo, dividida entre la grima y el dolor, al notar cómo al chirriar de uñas en una pizarra se le unía una horrible sensación en su piel, como si se la estuvieran arañando con miles de espinas diminutas. Sin embargo, el ser no atacó.

—Chicos —dijo, susurrando después de pensar un momento—, no parece que nos vaya a atacar si nosotros no le hacemos nada. Está quieto, sin más, dando asco. Podemos probar a seguir caminando como si no fuéramos una amenaza.

Sin esperar la aprobación de su grupo se movió un par de pasos experimentales y comenzó a hablar al monstruo con lo que ella consideraba una voz suave y tranquilizadora.

—Shhh, no estamos haciendo nada raro, solo estamos dando un paseíto. Esto no es sospechoso, así que tú por tu lado y nosotros por el nuestro. Sé un buen mutante y vete por ahí a hacer cosas de mutante, ¿sí?

Los motes:

Le sorprendió mucho y para bien que Mónica decidiera quedarse. Poco iban a durar como grupo de expedición si dependían de Lorenzo y la misma roquense. No dijo nada, tan solo le hizo un gesto con la cabeza.

No le gustaba nada cómo se desarrollaba aquello. El bicho parecía haberse asustado por Lorenzo, pero le chocaba que un monstruo de aquella ciudad de pudiera asustar de ellos. Estaba pensando en algo cuando tuvo aquella sensación tan rara.

—¿Lo habéis notado? Iuuugh —se estremeció.

Mónica había llegado a casi la misma conclusión que ella. Casi. <<Si se asustó... Si está probando su magia con nosotros... ¿Podría ser una cría de algo mayor? ¿Y si la madre está cerca observando?>>

—Buena idea... Vámonos despacio, no le deis la espalda, pero atentos a cualquier cosa alrededor -y empezó a caminar.

No quería poner sus miedos en voz alta. Aún temía que la ciudad fuera capaz de escucharle y de hacerlos realidad.

«Porfa, no nos hagas daño. No nos hagas daño» repetía como un mantra mientras seguía caminando. Sus compañeros habían estado de acuerdo con ella, de modo que retrocedían sin darle la espalda.

«Todo va a salir bien, todo va a salir bien» se dijo mientras miraba con firmeza a uno de los ojos de la criatura… hasta que esta se hizo invisible. Mónica se tensó mirando a su alrededor, buscándolo sin éxito.

Y de pronto, la calma. El tacto rasposo se desvaneció. El sonido chirriante también.

—Lo… ¡hemos conseguido! —saltó con una gran sonrisa, ignorando la sensación de sentirse observada, que todavía permanecía—. ¡Sí! ¡No hemos muerto!

Esbozó un bailecito de la victoria, una mezcla del Moonwalk y Saturday night fever, y finalmente miró a los demás, muy sonriente. No sabía si ellos todavía notaban las miradas, pero ella estaba más que dispuesta a pasarlas por alto.

—¿Seguimos?

Y, girándose por fin, echó a andar.

Los motes:

Funcionó. De alguna forma, funcionó. La criatura retrocedió sin dejar de "mirarles" y al cabo de unos segundos desapareció sin dejar ni rastro. La roquense entró momentáneamente en pánico y se agitó y se giró en el sitio, mirando en todas direcciones para buscar a la criatura por si, en realidad, se había movido exageradamente rápido a otro sitio, pero no dio con ella. En su lugar, dio con una humana haciendo un baile muy extraño. Le dieron ganas tanto de darle una colleja como de reír, pero no hizo ni lo uno ni lo otro.

—¿Se ha ido? ¿O hemos dejado de verla? No cantes victoria tan rápido, Mon, no sabemos...

Pero la chica tenía razón: seguían vivos. Seguían teniendo esas extrañas sensaciones y esos ojos en la cabeza, pero el mayor peligro parecía haber desaparecido por el momento. Suspiró y retomó el camino junto al grupo.

—¿Vas a bailar así cada vez que sobrevivamos? —bromeó, y esta vez sí se rió.

Al cabo de una cantidad de tiempo indescriptible para la roquense, pues no tenía forma de medir el tiempo, solo se guiaba por el sol, la visión de los ojos abandonó su cabeza y ya pudo respirar tranquila del todo. El camino había seguido sin problemas pero no podían confiarse, con demasiadas criaturas con magia se habían topado desde su llegada a la ciudad.

Se adentraron en unas callejuelas poco conocidas, pero le llegaba el olor a sal del mar así que los Acantilados del Eterno (como les llamaba ella) deberían estar cerca. Los sinhadres deberían haber dado la vuelta si hubieran topado con esa frontera natural de la ciudad, a no ser que...

—¿Qué es eso? —Sinceridad se detuvo y señaló a un extraño edificio que destacaba entre los demás. Parecía otro torreón, pero acababa en una estructura que no había visto nunca. ¿Estaba iluminado? —Si os hubierais separado de vuestro grupo y perdido... ¿os habríais acercado a ver qué es? Podríamos probar.


Hecha la sugerencia, reanudó el camino mientras respondían. Total, a las malas podrían pisar otra zona de la ciudad o, si coincidían en intentarlo, subir a lo alto y tener una mejor visión de la ciudad desde lo alto, pero no iría si no había acuerdo entre todos... Pero al final lo hubo.

Sigue en el Faro

El ulterano cacareaba intensamente, cual niño que habia abierto los regalos de Navidad la noche anterior, al cerciorar la gran mayoria de sus presunciones, se sentia especialmente orgulloso de haber podido confirmar que, en efecto, aquellas personas no eran rivales de intereses, morosos o incluso malos trabajadores. No, de hecho, las razones eran mucho más obscuras y de poco atar. Los puntos estaban todos ahí reunidos y hasta el momento nadie podia haberlos unido, nadie salvo él.
Cabalgando como un maníaco, su Basara saltó sobre un desafortunado colaespina que habia dado con ellos a la vuelta de la esquina. Debido a que el xolnita se encontraba de buen humor, dejó a su montura degustar su fortuito tentempie mientras contemplaba que gran éxito todo aquello habia sido. El sonido de chillidos solo se calló ante el de mandibulas abriendose y cerrandose a ritmos macabramente acompasados.
Un susprio de alivio por parte del Jinete negro a medida que reposaba su espalda contra la silla de su montura.

Y entonces, sin poder antes reaccionar, una figura gigante les placó a ambos, montura y jinete, y con poca o ninguna resistencia, logró apresarles contra el suelo, sujetando al animal por el cuello y al ulterano por su única mano buena, torciendole el brazo hasta el punto de ahogarle con este bajo el propio peso del atacante.
Peleando por respirar, el xolnita abrió su único ojo bueno y contempló la figura familiar de un cocodriloforme. No solo un cocodriloforme cualquiera, no. Su nombre era Matanza. Y era el lacayo favorito de la bruja propietaria de la Botica, un negocio muy bien remunerado que a su vez escondia secretos tan oscuros que Roaxen Tenvrai todavia no habia destapado.
-¿Sabes?Es sentido común.-comenzó la inmensa mole australiana.-El sujetar a víboras de la cabeza, para que no muerdan.-

Apenas podia pegar oido de lo que decia. Su corazón palpitaba fuera de control y el pánico comenzó a atacarle a medida que la falta de aire se volvia más pertinente. Por el rabillo del ojo, logró ver una segunda figura ponerle un bozal a su lagarto, quien habia estado chillando de alarma desde el momento que habia notado el ataque. Ahora tan solo podian oirse chillidos ahogados en unas fauces sometidas.
-Te dije en su momento que no nos traicionases. Y no me ando con chiquitas.-

Un fulgor color obsidiana brilló momentos antes de lanzarse contra la cabeza del cocodriloforme a una velocidad vertiginosa. La cola de escorpión del xolnita salió disparada hacia el ojo bueno del australiano, pillandole por completo desprevenido. Con una pierna atrapada bajo el peso de su montura y el resto del cuerpo preso por la mole del Australiano, el Jinete Negro habia recurrido a su cola como última esperanza para liberarse. Por poco, casi lo consigue. Un par de dedos enguatados gigantes cogieron a la cola con unos reflejos igual de anormales con los que se habia lanzado a matar. Aquellos dedos pertenecian a una tercera figura, un tercer lacayo mandado contra él.
Al ser considerablemente más grande que el cocodriloforme, pudo fijarse bien en que parecia llevar una suerte de traje de buzo, con escafandra y casco antipresión y múltipos tubos saliendo de este hacia un lugar en su espalda que no lograba contemplar del todo.
-Maldito cabrón...-susurró Matanza entonces.-Casi me tenias ahí, pero ahora ya no te quedan más cartas que jugar... Un grave error...-

Lo último que el xolnita sintió a medida que perdia la consciencia es como los escamados puños del australiano se descargaban en su cara una y otra vez. El dolor fue perdiendo efecto a medida que la consciencia se le desvanecia hasta finalmente caer en el olvido.

Varsai observaba a Barael entrar y salir de casa en casa. Lo había visto salir de una y llevaba ya un rato siguiéndolo sin ser vista. Su transformación tenía ciertas ventajas y el sigilo era una de ellas.

Lo había visto por casualidad, comenzado a seguirlo por curiosidad y quedarse por pura frustración de querer conocer lo que hacía el mayor de los hermanos. Había ido a espiar a ambos torreones más de una vez, todas ellas sin darse a conocer y tratando de conocerlos un poco. Gracias a ello lo conocía aunque sólo fuera de vista y de oídas.

Cuando el chico giró hacia un callejón sin salida la varmana se lo pensó un segundo recordando las palabras de Sura. "Nada de ayudarles, decirles lugares seguros o un lugar donde puedan encontrar magia. Tampoco les digas donde hay trampas para que puedan evitarlas. Aléjate de esos temas y podrás mantener una conversación con ellos.".

Varsai saltó al suelo desde un tejado aterrizando perfectamente sobre sus cuatro patas sin hacer ruido apenas y cortando el camino de vuelta, se sentó con la cola erguida tras ella y esperó a que el nublino se girase.

No pudo sin embargo reprimir un bostezo donde se vieron claramente los enormes colmillos de la leoparda. Últimamente Varsai dormía mal y cada vez le costaba más conciliar el sueño en general.

Dama Iris respondió firme... El césped seguía agitándose como si... El rey descendió para... Si no puedo vengarme de ese trasgo...

El sordo sonido de un libro cerrándose inundo aquel viejo salón y este fue devuelto a su estantería. <<Nada otra vez.>> Tenía sentido pues la mayoría de cosas ya habrían sido "recuperadas" y las que no seguramente estarían fuera de su alcance. Aún así no pararía, tampoco es que le quedasen muchas opciones. De momento había terminado con aquella casa y salió esquivando una marca en el suelo que no sabía si era una runa o una simple grieta, pero no sería él quien se arriesgase.

No tener que buscar ni cuidar de nadie era reconfortante a la vez que extraño para el nublino y gracias a ello podía vagar sin tener que correr apresurado o estar pendiente de que a nadie le pasase nada. Era mucho más fácil estar pendiente de todo sin ninguna distracción. Y llegó, al principio busco algún hueco por el que asomarse levemente, pero solo encontró un amago de escaleras que se hundían en el suelo repletas de escombros.
<<No van ni dos días y es el doceavo callejón sin salida que topo...>> -Suspiró mentalmente.

Se dispuso a dar media vuelta pero quedo clavado en el sitio. Que era aquella cosa y como es que no lo había oído con lo grande que era. Aunque más pequeño que el "dragón" se podían apreciar unos buenos colmillos carnívoros en la boca del animal.

<<Otra vez... Otra jodida vez.>>

El escudo se interpuso entre aquella bestia y él a la par que agarraba ya el mango de su espada. Al menos ahora estaba en plena forma.

A Varsai no se le escapó el detalle de que el nublino había echado mano del arma nada más verla. Le hacía un poco de gracia que él pensase que podía vencerla con aquello, luego cayó en la cuenta de que posiblemente Barael no sabía que ella era una transformada. <<Por supuesto, no ve más que un animal>>.

"Tranquilo Barael" le dijo de forma telepática. Aún a día de hoy la varmana se maravillaba de la magia que obraba su cascabel. "Si te portas bien no necesitarás ese trozo de metal que ni siquiera merece llamarse espada" en su tono mental había cierto humor.

"Sólo quería conversar un rato" comentó clavando en él sus ojos violetas, acto seguido pasó a lamerse una pata mientras su cola se movía de un lado a otro de forma levemente rítimica. "No soy tu enemiga".

Los ojos del nublino no dejaban escapar ni un detalle de lo que pasaba, podía prácticamente oírse sus músculos tensándose uno tras de otro preparado para saltar al mínimo cambio agresivo del animal.

Las primeras palabras lo hicieron saltar, sacando la espada  al tiempo que retrocedía un paso de un salto confuso intentando desesperadamente ver quien había hablado, entonces se dio cuenta de lo que pasaba.

El nublino soltó aire más calmado y empezó a envainar el estoque de nuevo mientras hablaba.

-Por la Luna, no me asuste así de nuevo o a la próxima se me saldrá el corazón del pecho. -No le sorprendió que supiera su nombre, estaba más que claro que los espiaban tampoco,  podía rebatir aquella descripción de su estoque. -Claro, pero si no le importa preferiría seguir buscando mientras hablamos, me gustaría encontrar al menos un buen lugar donde dormir. -El nublino empezó a caminar con cautela hacia la licantropo.

Varsai levantó los cuartos traseros del suelo y echó a andar a lado del nublino manteniendo una cierta distancia de seguridad.

"Si buscas un lugar donde dormir Maciel no parece un mal lugar. Al menos tus compañeros son más seguros que la ciudad en sí" le dijo de pasada tratando de tirar del hilo.

Sentía curiosidad por los dos hermanos, que ella supiera eran los primeros hermanos que iban a la ciudad en la misma cosecha. Para la varmana los sinhadres no contaban aunque su relación fuera parecida.

"¿Por qué has salido sólo? Estoy segura de que tu hermano está preocupado por ti y te echa de menos. Yo echo de menos a los míos" comentó con tono de amargura.

Barael procuraba no perderla de vista mientras andaba y también tenía que estar pendiente de mirar a su alrededor. Volver a tener compañía no era precisamente agradable ahora mismo. De todas maneras seguiría buscando, una ciudadana no debería poder tocarle si él no hacía nada para provocarla.

-Como creo que ya sabes Tuétano nos tiene en la mira. La Luna se acerca, no tenemos posibilidades de sobrevivir más que esperar ayuda y dudo que venga así que estoy buscando algo que nos ayude a salir de esta.
Dejo de hablar por un segundo mientras examinaba los edificios cercanos.

-Pero bueno, yo también echo de menos a mi familia. -Miró hacia la ventana de uno de ellos, era difícil distinguir si aquello era una estantería o un armario. El nublino suspiró y se dirigió a la puerta de uno de ellos.

-¿No puedes ir a ver la tuya?

"Ah, sí. Tuétano" transmitió con pesar. Varsai se había enterado de la historia, la ciudad no era tan grande como para que el rumor de unos cosechados matando a un transformado no llegasen a sus oídos. "Tuvisteis suerte, ella podría haberos matado a todos en aquel momento y nadie había movido un solo dedo para detenerla ni castigarla. Ahora no puede, mientras no volváis a amenazarla no tiene poder sobre vosotros. No hasta que brille la Luna en el cielo".

"De todas formas no te des por vencido, Barael. En esta ciudad habrá gente que os salve aunque sólo sea para que le debáis un favor. Si la cosa se pusiera muy fea yo misma podría echaros una pata, pero no hasta la Luna, lo siento" se disculpó a pesar de que no había nada por lo que ella debiese de pedir disculpas.

"Claro que echas de menos a tu familia. Todos lo hacemos, el que diga que no, miente. Aunque sólo sea que los eche de menos por no estar en esta ciudad" aclaró.

"Puedo ir a verlos pero no tiene sentido, no pueden acordarse de mí. Y aunque pudieran no puedo acercarlos al peligro. Por si no te has dado cuenta este lugar es peligroso, no sólo la ciudad, también la gente. No puedo arriesgarme a enfadar a alguien y que éste desee desquitarse con mis seres queridos, prefiero no volver a verlos antes que eso" su tono mental lleno de añoranza y dolor.

La varmana observó al nublino internarse en el edificio, no era peligroso por eso la leoparda lo siguió dentro. "Por cierto, he sido una maleducada, ni siquiera te he dicho mi nombre. Llámame Garra" dijo alzando una pata y enseñando aquellas afiladas zarpas. Algo parecido a una sonrisa apareció en su rostro felino.

<<Pues qué bien>> -Pensó tajante ante la explicación del derrumbe. Se acercó a la puerta del edificio inspeccionando un poco por encima.

<<No parece como si fuera a hacerme algo>>

-Me he dado cuenta de sobra. -Dijo agitando un poco el escudo. -Y por eso prefiero no deberle un favor a nadie que venga a salvarme a cambio de deberle una. Para bien o mal me he hecho una idea de como están las cosas por aquí y eso que me dices suena a algo que ya tenía en mente... Aunque me sorprende que no sepan directamente cual es nuestra familia. -Barael apoyo su escudo en la puerta y esta cedió sin más. -¿Sin Dama? Qué raro. Aunque supongo que no soy nadie para hablar de romper tradiciones. <<Teniendo en cuenta lo que me gustaría hacer en esta ruina decadente>>

Sacó su estoque y avanzó con cuidado por el pasillo principal, mirando y revisando el suelo a cada paso.

Estaba a punto de mencionarle si les castigarían porque le dijera lo que seguramente pasaba en los mundos que no sabían de Rocavarancolia, pero se mordió la lengua por si precisamente les pillaban por eso. Aunque le ardía saberlo.

Barael miró atrás hacia la licántropo sin apartar su escudo del pasillo. -Por cierto, tú tienes el don de transformarte en esa bestia blanca. ¿Verdad? ¿Podrías volver a tu forma nubli...? La raza que seas. Me sentiría más cómodo así que con algo capaz de arrancarme la cabeza sin esfuerzo.

"Sí, sin Dama. Encuentro un poco tonta esa tradición la verdad, no todos los hombres van a ponerse un nombre compuesto y no todas las mujeres van a usar esa parte del nombre. La general de los ejércitos usa nombre sin Dama, asíque yo también decidí usarlo de esa forma" dijo por toda explicación.

"De todas formas y como seguro que podrás imaginar Garra no es mi verdadero nombre, pero ese no voy a revelártelo. Tú también podrás usar otro nombre cuando la Luna se alce" le explicó con tranquilidad mientras lo seguía dentro de la casa atenta a cualquier peligro que pudiera venir.

"¿Qué te hace pensar que ésta no es mi verdadera forma? ¿No has pensado que quizá la Luna me cambiase de forma permanente?" sentía curiosidad por el hilo de pensamientos del chico. Aunque claro, era posible que en las historias de Nubla se contasen cosas sobre los licántropos.

Pero eso Varsai lo pensó después.

-Ya lo sé si, todos los niños de nubla hablamos de que nombre nos pondríamos. -Rio un poco. -Aunque con todo lo que está pasando no he pensado mucho el mío últimamente.

Poco a poco se acerco a una puerta y la empujo con su escudo, para dar paso a un salón casi intacto, de no ser por los años de descuido.

-Bueno, en las historias las transformaciones permanentes suelen ser más... raras, extrañas, tenebrosas... Las que se parecen tanto a un animal suelen ser por ese don y aunque también están aquellos que tienen como dos pieles que se pueden intercambiar o algo por el estilo los del primer tipo suelen aparecer mucho más por las historias. -Terminó de explicar el nublino. -De todas formas si no supongo nunca averiguare de que se trata. ¿No?

Había más libros y cajones sin abrir, pero primero había que revisar toda la casa. Toda precaución era poca. Al no haber más puertas el nublino volvió sobre sus pasos hacia la transformada.

-Baraster Magna. -Confesó. Es el nombre que pensé de crio en honor de un investigador mágico cuya historia me gustaba, aunque ahora me parece muy pomposo.