Cementerio

Nia

Fue el griego, que apareció de pronto, con el rostro afectado por la pérdida de la chica, quien contestó a la ulterana. Asintió, sonrojada, a lo que dijo. Estaban juntos y unidos. Y agradeció la respuesta del griego con un intento de sonrisa, que pronto desvaneció. Aun juntos, ella habia fallado en proteger a otros y no podia considerarse a si misma "útil" o "fuerte". Aquello fue rondando la cabeza de la niña mientras bebia el té que habia preparado Wen, a pequeños sorbos, su mente fue separandose de su cuerpo y volvio a ensimismarse con sus ideas.

El entierro seria en un par de horas, ayudados por uno de los músicos de la taberna que Nia ya habia visto antes, un dullahan, llevaban a Elliot cubierta con una sábana negra. Notando a los demás que asistian al entierro, se dio cuenta que todos vestian colores apagados y oscuros. Aquello, sin dejar de sorprenderse, le hizo sentirse mal de que llevara ropa tan llamativa, como solia llevar. Seria algún tipo de costumbre de la tierra, o al menos una rocavarancolesa, bastante más diferente de un funeral en ulterania. Nia no dijo nada y simplemente usó un poco de magia para crear una ilusión sobre su ropa y teñirla de negro y blanco, predominante el primero. No tenia mucha imaginación disponible en aquellos momentos.
Todos guardaron silencio mientras ocupaban su sitio cerca del ataud que contenia Elliot. Primero fue Cain quien habló, dedicando unas palabras a su sorpresa y a la inevitalidad del acto, sin terminar de ensalzar a la chica y la ciudad en la que vivia. Fue en aquel momento, en el que Nia se dio cuenta que a lo mejor esperaban que ella dijera algo por la chica. Algo de pánico afloró dentro de ella. Cierto era que siempre habia andado enfrentada con ella, pero sabia, que muy dentro de ella, habia algo de bondad, y habia esperado sinceramente que algún día ellas dos pudieran ser amigas. Aquel día no llegó nunca. Se acordó del regalo que le hizo la última vez y, como lo esperaba, no estaba entre las pertenecias de esta. Tendria que ir a buscarlo tarde o pronto.
Aquella realización, como una última puñalada de dolor, colmó a la chica quien soltó unas lágrimas más, en completo silencio. El pánico se disipó tan pronto como algunos no dedicaron palabra alguna para la chica y simplemente, ponian ofrendas al cadaver. Nia, al no haber sido avisada de esto, no tenia nada para ofrecerle sus respetos. La cultura terraquea todavia le sorprendia en ocasiones. Se acercó a ver a la chica más de cerca. El brillante color del pelo de la pelirroja fue lo más destacable, pues hacia años que no le veia el rostro, ahora en paz, era una imagen sorprendente, rozando la perturbación, acostumbrada a verla siempre gritando con el ceño fruncido, no podia ni empezar a imaginar que su cara pudiera alcanzar tal paz. Nia se inclinó ligeramente sobre el cuerpo, sin llegar a acercarse mucho y susurró.
-Seguirás siendo aquella pelirroja que se preocupaba porque todo estuviera limpio y ordenado. Aqui.-dijo, tras señalar a su sien. Dicho esto, se apartó lentamente del cadaver de la chica que nunca llego a considerarla a ella como a una amiga y volvio a su sitio, con la mirada clavada en el suelo y los ojos ardiendo, de tanto llorar.

Todo estaba pasando muy rápido y muy despacio. Cambios de escenario repentinos con movimientos lentos y pesados, todo en silencio. Yo ni respiraba, para no alterar el silencio y porque no tenía palabras. No soltaba a Erika ya que necesitaba algo que me anclase al mausoleo, aunque en parte quería estar allí, pero entre las palabras de Nia y el estado de ánimo de mis amigos, quería irme cuanto antes. Pero también Elliot se merecía una despedida. Hasta habían traído a su gato para despedirla.

Tras un rato pensativo, doy un suave apretón a la mano de Erika y decido acercarme a Cain y Vac como para infundirles ánimos, aunque verles así es doloroso. Cain habló, en efecto, diciendo lo que pensaba sobre nosotros y la chica. <<"Aunque solo fuera por un momento..." Llevamos aquí como cuatro años, nos queda por delante lo indecible si sobrevivimos...>>
Entonces me adelanto un paso y me apoyo con un ligero temblor en la madera del ataúd, obligándome a mirarla. Tomo aire y tomo el relevo en voz baja pero sereno y sabiendo lo que digo:

-Esto podía pasar... Vivimos con esto, sabemos que podemos ser los siguientes, pero luchamos y seguimos adelante. Vamos conociendo gente, haciendo amigos, enemigos, perdiendo amigos... Esto es Rocavarancolia. Pero las amistades nunca se olvidan por mucho tiempo que pase. No te olvidaremos, Elliot.

Luego retrocedo, salgo rápidamente y me dejo caer junto a Dirke al que le paso un brazo por el hombro sin decir nada.

La espera en el burdel se le hizo tediosa al draco. Aquel ambiente en el que reinaba la pesadumbre y especialmente el agobiante silencio, lo impacientaba. No dejaba de mirar de reojo a algunos de sus amigos como Gael o Nia, incómodo por su estado y no saber qué hacer o decir. Vio como Wen ofrecía infusiones a todos los afectados y esbozó una leve sonrisa. Al menos ella sabía qué hacer.

Pasó el tiempo, Noel se paseaba por el salón del burdel con los brazos cruzados y perdido en sus pensamientos mirando hacia el suelo, en completo silencio. Hasta que por fin Cain salió de la habitación y se fue, sin explicar nada. Pero al cabo de un rato bajó Vac explicándoles qué harían a continuación.

El sueco oyó la pregunta que la náyade había planteado, se descruzó de brazos y dejó el leve tamborileo impaciente que estaba marcando con un pie en el suelo y se acercó a ella con intención de responderle. Se le adelantó el hado y consideró que no había nada más que añadir a sus palabras. Pronto su hermano bajó con el cuerpo y justo cuando se disponía a partir, Noel pasó de largo poniéndole una mano en el hombro antes de salir por la puerta.

Y salieron para el cementerio, del mismo modo en el que habían permanecido tantas horas en el burdel. Algunos se cambiaron de ropa, pero el sueco siempre iba vestido de forma apropiada para un funeral. Se guardó el comentario para cuando no fuesen a acudir a un funeral de verdad y ambas cosas le hicieron contener una breve y ácida carcajada que tan sólo resonó en su cabeza.

Ignorando los comentarios de toda clase por parte de los muertos, se adentraron en el cementerio. El mausoleo donde los esperaba el violinista era bastante impresionante. Sin duda sería un entierro digno. Asisitó, algo apartado del resto junto a Wen, ya que eran los únicos presentes que prácticamente no habían tenido trato con la dullahan, al breve pero acertado discurso del invocador y observó los distintos gestos de sus amigos hacia el cuerpo de Elliot. Le sorprendió encontrar junto a Cain el gato que él mismo le había regalado a Elliot ya que, aunque se había acordado de él, pensó que lo más probable era que también estuviese muerto. Cuando Dirke salió fuera, estuvo tentando de seguirle, pero decidió esperar a que hubiesen terminado todos de presentar sus respetos al cuerpo.

Algo indeciso, acabó por acercarse al ataúd justo después de que Jack dijese su propio discurso. Soltó una de las plumas de las alas y la colocó junto a otras ofrendas en el interior del féretro y dirigió una última mirada al cuerpo sin vida de la chica antes de retirarse. No le pareció apropiado decir nada, él no tenía nada que decir, y despedirse de ella sería redundante.

El último fue Vac, y cuando él terminó con su despedida particular, el draco no dudó en salir del mausoleo. Se preguntaba si sus amigos se habían liberado de algún peso ahora que el entierro había concluído o si la balanza todavía estaba inclinada en favor del recuerdo de la muerte. Cuando vio salir al hado infernal, que se fue de forma algo apresurada y sin decir nada, meditó unos instantes lo que debía hacer. Ahora que sabía que eran hermanos, tal vez sería adecuado hablar con él. Era el que más le preocupaba de todos, por lo que sabía sobre su relación con la dullahan y por cosas que había ido intuyendo de lo que decía. El draco no estaba seguro de si eso era lo que debía hacer, o simplemente no debería meterse.

Una mirada hacia la vouivre le hizo recordar que su hermano había hablado con él aquel día en la taberna, y eso le había ayudado más de lo que hubiese podido imaginar. No es que fuera lo mismo, pero tal vez sí que era lo mejor después de todo.
-Creo que voy a hablar con él -le dijo a la británica en voz baja, llevaba tanto rato sin hablar que su voz, aún casi en susurros, le sonó estridente-. Puede que ya no te vea más hoy, así que me despido hasta mañana.
Tras darle un beso, salió del cementerio andando y después alzó el vuelo en dirección al burdel.

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.

Nunca me han gustado los cementerios. No sé, no es miedo, eso lo tengo claro, es más bien una especie de rechazo irracional. Incomodidad, esa sería la palabra. Me encuentro como fuera de lugar, este sitio no pertenece a los vivos, lo cual es curioso si tenemos en cuenta que lo muertos no están aquí porque sí. Los vivos han levantado este lugar, los han traído… pero, incluso con esa reflexión, no puedo evitar sentirme desplazada. Y encima ahora no es solo en cuanto al cementerio, no. ¿Por qué tengo que asistir a un enterramiento que no me importa? Da igual, da igual. Estoy aquí, hago un poco de bulto y de vuelta al Cuchitril. Espero que al menos no me hagan decir algo, no tendría nada… Bueno, conozco a los demás, no obligarían a nadie. Me pondré ahí, a un lado, que la primera fila la ocupen los cercanos. No es para mí, esto.

El discurso de Cain ha sido acertado, sí. ¿Ofrendas para la muerta? No tengo mucha cosa que aportar aparte de mis respetos. No puedo hacer más que esto, Elliot, nada más que un saludo definitivo, la primera despedida… nunca nos tuvimos aprecio, pero eso no significa que no te respetara. En parte, es una pena que terminaras así, más por los demás que por mí. Tengo que dejar paso a los demás, no tengo nada que añadir a lo dicho. Las palabras para los que la conocían bien.

Wen se distrajo manteniendo caliente el té y preocupándose de ofrecerle una taza a todo el que la necesitara. Sabía mejor que nadie lo duro que era perder a una persona importante y, aunque para ella no lo fuera, tenía que serles de utilidad a sus amigos para quienes sí lo era.

Cuando el grupo que había ido a buscar a Nia traspasó la puerta, la vouivre se puso enseguida a servir otras dos tazas de té, que luego entregó a Gael y a Nia, aunque esta última no llegó a dársela ella, ya que ante su derrotista pregunta apareció Vac, que le contestó y le dio el té. Wen sirvió una taza más que entregó a Vac, el cual se la agradeció con un apretón de manos. Estuvo a punto de decirle que no necesitaba el agradecimiento, que lo hacía para hacerse ver útil, pero se calló, no era el momento de justificarse.

Cuando decidieron ponerse en marcha, la vouivre solo cogió su gabardina y su nueva boina. Solía llevar ropa negra o morada, así que no tuvo que ir a cambiarse para que su vestimenta estuviera de acuerdo con el protocolo.

Todo el camino y durante el funeral, se mantuvo junto a Noel en la última fila, ninguno había tenido trato con la dullahan, quizás Noel más que ella, por lo que ese funeral, en realidad, no significaba nada para ninguno de los dos, pero para sus amigos si y se mantuvieron cerca mostrando su apoyo. Algunos dedicaron unas cuantas palabras a la pelirroja y luego pusieron sus ofrendas en el ataúd. Hasta Noel le dio una de sus plumas, pero la vouivre no tenía nada para darle, ni siquiera se le había pasado por la cabeza, ni hubiera pretendido, estaba ahí por sus amigos, no por ella.

Cuando el funeral terminó, la británica le dio a Vac un apretón en el hombro y le dedicó una mirada que claramente decía “Estoy aquí para lo que necesites.” Luego siguió a Noel hasta fuera del cementerio. La verdad es que había sido una mañana de lo más extraña y todo había pasado muy rápido y mucho más para los más allegados de la dullahan, por lo que luego de despedirse de Noel se acercó a Cain.

- Cain, si quieres puedes tomarte un par de días de descanso.- le ofreció.- Por el burdel no te preocupes, puedo ocuparme yo. Ariven, Vivia, Mephis, Zedrig, Circe, los frivy’s y yo no dejaremos que se pierdan días de trabajo, así que no te preocupes.

El hado apenas fue consciente de la mano de su hermano sobre su hombro antes de ponerse en marcha hacia el cementerio, y no dijo una palabra en todo el camino, ensimismado como estaba en sus pensamientos. Aun se le hacía una situación irreal y le costaba aceptarla, el griego quería simplemente despertar en su cama y que todo hubiera sido un mal sueño, pero era un deseo inútil. Elliot había muerto, y aunque resultara absurdo, era la verdad. Mientras caminaba por las calles junto a sus compañeros, lo único que Vac quería era que todo terminara, que pudieran enterrar a la dullahan y así poder alejarse de aquello.

No supo cuanto tardaron en llegar a su destino, y tampoco le importaba, pero la visión de aquel lugar y lo que venían a hacer no le gustó. La última vez que había enterrado a un ser querido había sido con nueve años, y recordarlo solo agravó su mal estar. El griego no estaba cómodo en los cementerios, no le gustaba perturbar la sobrenatural calma de estos con su respiración: eran lugares de culto a la muerte y el estaba demasiado vivo como para disfrutar de su tranquilidad. El violinista ya les esperaba y había conseguido un ataúd, uno desgastado y demasiado grande para la pelirroja, pero que serviría para enterrarla con sus cosas. El hado depositó con cuidado el cuerpo sobre la seda que forraba su interior y colocó la cabeza de Elliot sobre la almohada. El mausoleo en el que la británica descansaría era de mármol oscuro y tenía dos filas de almenas decorativas; al interior se accedía por un gran portón de hierro oxidado, y el féretro abierto descansaba frente a el.

Cain apareció al poco, llevando las posesiones de la pelirroja con la ayuda de un demonio. Llevaba ademas un gato, regalo de los cuchitrileros en la última visita que le hicieron, que dejó en brazos de uno de los asistentes. El hado observó en silencio como el invocador colocaba las pertenencias de Elliot en el interior de su ataúd, y cuando terminó y comenzó el funeral, fue el propio Cain el que habló primero. Vac escuchó en silencio, atendiendo a las palabras de todos los que hablaron y observando como dejaban algunas cosas junto a la chica, pero no participó activamente. Se veía incapaz de hablar ni de decir nada, tenía la garganta seca y las palabras no acudían a su lengua. Cuando todos el mundo terminó de presentar sus respetos, sintió la mano de Gael sobre su hombro trasmitiéndole su apoyo, y el griego se lo agradeció con un gesto parecido y una sonrisa triste.

Se acercó al féretro y observó aquel rostro calmado, aquella expresión que apenas se había visto en la dullahan y que por lo tanto resultaba tan fuera de lugar en sus rasgos. La observó durante un largo minuto, grabando a fuego aquel rostro en su mente, asegurándose de que no olvidaría ningun detalle. Por último se inclinó sobre la muchacha y depositó un último beso en aquellos labios muertos y fríos, alejándose después del cajón.

El entierro concluyó de esta manera y el hado salió apresuradamente del cementerio, incapaz de aguantar por mas tiempo aquella atmósfera tan opresiva. Necesitaba respirar y poner en orden sus ideas, necesitaba beber algo para aclarar su garganta seca y alejarse de todo en general. Alzó el vuelo y puso rumbo al burdel de forma inconsciente.

Continúa en el Burdel de Dama Espasmo.

Cain sonrió a Wen con tristeza. Agradecía el gesto, pero conociéndose sabía que no iba a estar tranquilo si el burdel seguía en marcha. Su obsesión controladora se lo impediría.

-Creo... que podríamos tomarnos todos unos días de descanso. Han sido muchas cosas y todas a la vez, ademas hay que arreglar la fachada. No creo que pase nada porque cerremos un tiempo.

Unos hicieron pequeñas aportaciones, otros permanecieron en silencio. Pronto no hubo nada más que hacer allí, y todo se sumió en una especie de silencio tenso. El violinista dedicó un juramento dullahan a la chica antes de cerrar la tapa del ataúd, y hacer levitar el féretro hasta su nicho. El bloque de mármol negro se selló con un sonido crepitante y la ceremonia terminó. Era hora de marcharse.

Cain tenía que volver al burdel, pero no tenía prisa. Dio las gracias al violinista una vez más, le debían mucho. Cogió de nuevo al gato de Elliot y se puso en camino hacia el burdel. Daría un largo paseo.

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.

Cuando todo terminó algunos se marcharon más rápido que otros, como Vac y, poco después, Noel. Se enteró por Wen de que iba a hablar con su hermano y se alegró de que el hado tuviera en quien apoyarse. Él no tenía habilidad ninguna para ayudar a nadie a sentirse mejor, de hecho, ya tenía bastante consigo mismo. Sin embargo pensando en eso vio a Nia tomando ya el camino de regreso a la botica. La esperaba aquel desastre, bastante peor que el del cuchitril, y después de haberla visto llorar hasta quedarse seca le fue imposible dejarla marcharse sola. La conocía lo suficiente, o eso creía, para saber que no iba a estar bien. La llamó para que le esperase y la alcanzó.
-Hum... ¿quieres que te acompañe? Puedo ayudaros un rato con lo de la fachada, renovar las defensas mágicas, o lo que haga falta...
No sabía nada de animar a la gente, pero sí sabía que mantener la mente ocupada le haría bien. Además, no les sobraba un poco de ayuda extra con la botica.

Nia

Tan pronto como la ceremonia acabó, Nia hizo gala de su mala costumbre de desaparecer con su tormento, evitando llamar demasiado la atención. Pero si que hubo una persona que se dió cuenta de la náyade a la fuga. Estaba horrible. Mientras el fuego fatuo acortaba la distancia entre los dos, la niña intentó arreglarse, limpiandose los enrojecidos ojos e intentando domar algo el encrespado pelo, todos sus esfuerzos, en vano, pues el pelo siguio igual de rebelde.
El color oscuro que habia adoptado su vestimenta fue desvaneciendose, a medida que el hechizo se disipaba. Iba a tener que guardar hasta el último retazo de energia, si queria estar a plena potencia para las reformas. Necesitaba pasarse el día sin pensar en mucho. Su mirada rodó de la cara del chico, hasta sus pies y finalmente, fuera del campo de su cuerpo. No podia ni aguantar la mirada del chico, entristecido tambien. Su brazo derecho encontró su izquierdo y comenzó a rascarlo lentamente, poseida por una imperiosa necesidad fruto del nerviosismo.
-Suena realmente bien eso...-dijo, algo distraida con una sonrisa que solo era una fachada póbremente reunida para el momento.-Yo sola no creo que pueda con todo...-
Algo saltó dentro de ella, como un fusible, una trampa, unas simples palabras prendieron la mecha a uno de sus peores miedos. Miedo al fallo, miedo a la perdida, miedo a la soledad. Ese miedo incesante que susurraba cosas pérfidas a su oido, ocupando el hueco de su mente en el que antes habia una voz amable que representaba el máximo exponente de la sabiduria y los buenos consejos. Nia mentalmente se rompio y le dio la espalda al chico. Titubeó un poco antes de hablar.

-S-si... agradeceria... c-cualquier ayuda que puedas darme.-

<<¿Ves? Soy una inutil, no pude proteger a nadie. Ni a los nuevos, ni a los viejos.>>
Como si pudiera decirle eso. Esta casi peor que yo, necesitamos... dejar pasar el tiempo, que se asiente esto... Y yo necesito sacar algunas cosas en claro...

RR se hallaba de pie, entre las tumbas, escuchando el leve y lastimero murmullo del viento entre las mohosas lápidas de desgastados grabados, clavando su triste mirada en el pequeño agujero que había horadado poco antes, en el que ahora yacía una pequeña caja de madera. De vez en cuando, dispensaba pataditas cuidadosas a los muchos roedores presentes para evitar que se lanzaran al hoyo a comerse a su fenecido compañero, lo cual, a todas luces, sólo conseguiría joderle el puto ambiente gótico, que tanto esfuerzo le había costado mantener. Y no estaba para esas; bastante chungo había sido el día ya de por sí como para que ahora las puñeteras ratas le chafaran la movida.

-Amigos, compañeros, hermanos.-comenzó ya a decir con tono serio y acongojado.-nos hemos reunido hoy aquí para despedir a nuestro tan amado compañero de miserias Frinx, que en tan trágicas y aleatorias circunstancias se nos ha arrebatado. Era el tipo de rata en la que siempre se podía confiar: Atento con su mujer, capaz de perdonar a quién le había hecho daño-y, al decir esto, le echó una miradilla a la antigua pareja del roedor de marras.- siempre a mano para sus compañeros, amante padre, que jamás se comió a ninguno de sus hijos, incluso en las épocas de mayor necesidad... Siempre tenía un chillido que lanzar para animar a sus congéneres, nunca tenía demasiado poco queso como para no poder compartirlo. A su lado, la vida se hacía más cómoda. Ahora ya no está con nosotros, sí, pero su recuerdo imperecedero ha encontrado en nuestros corazones tierra abonada para poder germinar y crecer, perenne. Hasta más ver, compañero.

Y, tras decir esto, a un gesto del brujo, varios ratones se dedicaron a echar tierra sobre el improvisado ataúd con sus cuartos traseros, mientras el resto observaba en silencio la escena, conmovidos.

El brujo observó como el curioso personajillo iba montando el mausoleo de huesos con cierto aire abatido, pero con una chispa de curiosidad en los ojos. Contempló la ascensión de los huesos sobre la fachada, cubriendo de forma no poco espectacular el santuario mortuorio. Desde luego, era un espectáculo digno de verse.

Cuando al fin se dio por terminada la labor del curioso nigromante, RR no pudo más que acercársele, con una mano extendida y con la otra en el bolsillo.

-Gracias, eh... ¿Siloco? Mi nombre es RR, brujo de los roedores, por lo que he podido comprobar... No sé como agradecértelo, de veras.

Y, ciertamente, el foner no tenía ni la más remota idea de qué se suponía que tenía que hacer para darle las gracias. No tenía ni una mísera moneda en el bolsillo, y a decir verdad estaba bastante sin blanca. Por eso mismo, rezó, o lo habría hecho de tener a algo a quién rezarle, porque aquel pintoresco individuo no pretendiese ser remunerado por sus servicios. Y, de ser así, más le valía al pobre desgraciado correr como el viento, porque aquel lagarto putrefacto y con excedente de extremidades no parecía demasiado amigable....

-Ahá... gracias entonces.-comentó RR, mientras observaba la construcción e intentaba obviar el hecho de que aquel hombre había dicho que tenía nombre de robot.- No... no tengo muy claro lo que es un ángel negro, pero creo que no hemos tenido ninguno, hasta dónde yo sé...

Fue en ese momento, en aquel pequeño trance que se sucedía entre los infinitos discursos titilantes del foner y de sus infinitos puntos suspensivos, cuando se percató de un dato fundamental. Aquel tipo SABÍA lo que era un robot. Aquella simple idea encendió una chispa que, con presteza, prendió los negros cienos de su tristeza, incendiando su corazón con la deslumbrante luz de la esperanza.

-De F.ON.E.R.A. No sé si sabe de ella.- dijo con entusiasmo mal disimulado, mientras que sus roedores comenzaban a treparle nerviosos por todo el cuerpo, más que nada para alejarse de Panchito, al que enseñaban sus mandíbulas con recelo. Un potente destello parecía irradiar desde sus enormes ojos carmesíes.

Nos acercamos a un lugar con tumbas que pronto deduje sería el cementerio pero....

-¿De verdad tienen todo este espacio ocupado para los muertos? Que desperdicio.- digo negando con la cabeza.

Miro alrededor y examino el lugar, los jardines parecen cuidados, sin embargo hay algo que me escama desde que entramos. En ningún momento hay silencio, parece como si algo estuviese hablando continuamente en voz baja, pronto el sonido aumenta y parece venir de todas partes. Palabras solapándose unas sobre otras, diciendo cosas inconexas.

-¿Qué demonios es esto? ¿Más magia? - pregunto desenvainando el estoque, esperando un ataque en cualquier momento de cualquier lugar. He identificado de donde vienen las voces. <<Que alguien me corte el pelo si lo que oigo no son las voces de los muertos>>.