Plaza de la Fuente

Lara fue archivando como buenamente pudo los nombres en la memoria. El mono excéntrico de pelo naranja se llamaba Shaco; la niña de los bigotes, Akasha y luego estaba la enorme hembra pelirroja (cuyos desproporcionados pechos no sabía si quería saber para qué servían o qué clase de seres amamantaban). El comentario que hizo la última le hizo mucha gracia. <<Qué poco debe de haber leído>>.

-Mundos diferentes, planos opuestos, realidades alternas... ¡Qué más da! Vamos a partir la pana igual-se dijo convencida, más para sí misma que para la roja o el resto de jugadores-. Aunque para el caso, yo soy del Pezón Izquierdo de Ordesta.

Mientras faltara gente por presentarse, Lara decidió que no se bajaría de la fuente. Entre otras cosas porque así la diferencia de altura para con el resto de elegidos era menor. Los siguientes en pronunciarse fueron otra pelirroja, esta con parche, llamada Keiria; una macaca tímida con nariz felina, Marsi y el tipo que había sufrido los abrazos del insecto, que decía llamarse Álvaro. Cuando este preguntó la razón por la que habían venido y cuánto sabían, Lara no dudó en responder.

-Yo he venido a arrasar la partida por mis niños-puso los brazos en jarra en una posición que mataría de envidia a cualquier protagonista de sus novelas de romance y fantasía y luego se acarició el marsupio. Realmente no tenía tanta determinación y algunos de sus compañeros le seguían chirriando a la vista, por sus rarezas, pero eran todo lo que tenía y no podía permitirse dudar. <<Son elegidos, no pueden ser tan malos>>.

También sabía de sobra que esto era real, que era más que un juego y que la magia no era ficticia, pero veía necesario adoptar su filosofía rolera para la ocasión. Al fin y al cabo esto no dejaba de ser una aventura. Luego, sobre Rocavarancolia... lo cierto es que tampoco sabía tanto. Pero por lo que había visto, le parecían unas ruinas agradables, y, por lo que le había dicho dama Aroma, era una ciudad espléndida y maravillosa. Ninguna de esas dos cosas se contraponían radicalmente para Lara, que no entendía el descontento y la preocupación de la gente por ver edificios caídos. <<Los mejores lugares siempre aparecen al final del juego>> se dijo ilusionada.

Mantuvo esa línea de pensamientos durante toda la presentación de Alice Belfalas de la Tierra, hasta que volvió a hablar el pájaro Talento y recordó que había llamado deseo a su nombre antes. <<Podría llamar a mis niños con deseos también. Tal vez eso les de buena suerte. O podría llamarlos Amuleto y enumerarlos del uno al cinco... No, eso mejor no. Sería de muy mal gusto...>> y arrastró esa serie de ideas hasta la presentación del insecto Xalkoth. <<Da mucho menos miedo cuando se entiende lo que dice>>.

Continuó expectante, a la espera de nuevos nombres, y dispuesta a silbar de nuevo si alguno se callaba el suyo.

Me reí con ganas ante la actitud de Álvaro respecto a mi broma.

-No te preocupes, no permitiría que te ocurriese nada tan pronto, sin tener en cuenta que somos un buen puñao y que cualquiera podría detener al pequeñajo este.

Con la respuesta del bicho me puse un poco mas seria.

-Veras, solo era una broma, no iba en serio, pero supongo que no estas acostumbrado a mi humor así que....- me encogí de hombros.

Fui recogiendo los nombres de los demás y tratando de memorizarlos, <<Keiriarei...., bonito nombre>>. Vi como la ulterana saludaba a la otra punta de la plaza, y al mirar descubrí a un chico que se parecía a los otros dos de brazos extraños. Me acerque a el y observe lo que estaba haciendo, al parecer dibujaba, pero lo estaba haciendo sobre un holograma, el cual salia de su brazo metálico. Me acerque sigilosamente y mire como dibujaba, me sorprendió la calidad con la que lo hacia. Después de unos instantes no pude evitar dirigirme a el.

-Oye, ¿por que no vienes con el resto?,- le dije con una sonrisa,- estar tan alejado puede ser algo peligroso, y seguro que allí con el resto te lo pasas mejor que solo.

Le tendí la mano en señal en señal de invitación.

Archime se alejó de la fuente en cuanto los alienígenas comenzaron a hablar. No comprendía su jerga, no comprendía el comportamiento de algunos. El comportamiento de Xalkoth fue visto por el irrense como un acontecimiento de choque de culturas bastante remarcable al que sacó una foto justo después de que lo hiciese Ippon y asistió sin intención de intervenir. No creía que estuviese intentando matarlo, no tenía sentido. No le incomodó cuando Xalkoth lo observó fijamente durante un buen rato, supuso que estaría elaborando elucubraciones sobre las diferentes especies al igual que hacía él.

Siguió observando al insecto ahora que ya habían confirmado que era un ser inteligente, comprendiendo y realizando apuntes mentales de la lógica tras sus razonamientos, hasta que su atención se vio ineludiblemente desviada hacia el congénere del cosechador, un muchacho que dijo llamarse Shaco y que comenzó a farfullar de forma exorbitante diatribas incomprensibles para la cultura irrense. O eso supuso, la otra opción lógica era que tuviese algún problema mental.

El extraño pájaro con rasgos reptilianos también llamó considerablemente su atención, era de una especie desconocida hasta ahora. Su voz sonaba bien, agradable al oído, y decía algo sobre deseos que el biomecánico terminó deduciendo que se trataba de la forma de referirse a los nombres propios en su mundo, probablemente tendría algún tipo de connotación desconocida para él.

El programador no hizo ningún comentario mientras todos decían sus nombres, pero había dejado momentáneamente el ordenador de lado con el terminal abierto y el programa empezado para almacenar en su memoria todos los datos que estaba obteniendo. Cuando las condiciones resultasen más favorables seguiría con lo suyo y reharía su registro de... Aquella persona había sacado un engranaje. ¿Por qué llevaba algo así encima?

Archime se acercó cautelosamente a la chica de cabello rojo. A aquellas alturas ya había deducido que la mayoría de aquellos mamíferos disponían de dos pares de pechos que estaban permanentemente hinchados en el caso de las hembras y por tanto la que se había presentado como Keiriarei era una mujer. Le extrañó que tuviesen solo dos, incluso los Irrqin disponían de dos pares, pero podía deberse a algún vestigio evolutivo lógico de sus mundos.

-Yo soy Archime, pero he notado una cierta tendencia a acortarlo en Archi con considerable frecuencia -se presentó, considerando que era más práctico que supieran llamarlo e imitando la aclaración que habían hecho varios a ese respecto, sin mirar a nadie en concreto pero mientras se acercaba a la chica de los engranajes. Probablemente no le habían podido escuchar los más alejados, pero el chico no pensaba hacer nada por remediarlo por el momento.

Había mucho lío de voces, ahora casi todas comprensibles. Pero desde donde estaba no podía escuchar más que palabras sueltas, así que encendió la pantalla holográfica de su ordenador y se puso a rebuscar en los menús hasta llegar a la carpeta donde tenía alguna música guardada. De hecho, se sintió afortunado por tenerla descargada, gracias a que cuando subían a los viveros tampoco podía acceder a la red. Ahora todos los nombres eran imposibles de leer, así que optó por poner el reproductor en modo aleatorio y subió el volumen. La pantalla la apagó deprisa, cansado de morirse por dentro cada vez que la veía en ese alfabeto extraño y familiar a la vez. La música empezó a sonar, vibrante y pesada. En aquel ambiente surrealista era lo único conocido que tenía a mano. La chiquitaja peluda se subió a la fuente e hizo sonar algún tipo de silbato, pero no entendió una palabra de lo que decía, ni hizo ademán de apagar el reproductor de música. «Joder, que venga alguien de una maldita vez a explicarnos de qué va esto». La emoción hacía rato que había sido sustituida por ganas de darle una patada en los dientes al cosechador. Notando la exasperación, aceleró la velocidad de su tic con el dedo índice, y siguió observando a todas aquellas criaturas hablar entre ellas y con sus congéneres.

Yrfylltabgemesh contempló, con cierto recelo, como todos aquellos infraseres se disponían alrededor de la fuente, haciendo cada cual gala de su particular retraso para luego beber de sus aguas. No pudo dejar de notar que cada uno comenzaba ha abandonar sus lenguas primitivas y comenzaban a utilizar una común, no menos ignota y extraña que las otras que el hagaloch había escuchado en la última hora. Era un detalle fácilmente apreciable si se tenía en cuenta lo absurdamente lento que hablaban.

Suponiendo que la interacción con aquellos tipejos era pare de la prueba, y por ende, la comprensión mutua, necesaria, el aspirante a asesino se acercó con recelo a la fuente y, tras retirarse la máscara del rostro, bebió de sus aguas. Paladeó el cristalino líquido con recelo y con ánimo analítico, para luego tragar, ya confiado.

Y, para desgracia del muchacho, funcionó. En aquel preciso instante comenzó a comprender las distintas presentaciones de cada uno de los variopintos sujetos, que parecían ansiosos por recitar sus nombres, casi rumiando las palabras.

-Supongoqueesnecesarioqueosdeminombre infraseres-dijo en tono alto y claro, para que le escucharan bien.- SoyYrfylltabgemeshftethvajranotzgraktholontir delacasadelosRamjarnllyrnoresh aprendizdelsantoartedelasesinatoyelegidoporelgranChernogar ¿Quíenessoisvosotrosyquéhacéisenestapruebaparaelegidos? –y al terminar esta pregunta, el hagaloch hizo un par de chasquidos rápidos con la lengua sobre el paladar, más por costumbre que por necesidad lingüística.- ¿Soisacasoesclavosdelosparticipantes?-continuó inquiriendo, repitiendo los curiosos chasquidos, que se confundían con el propio discurso dada la velocidad del mismo.-¿Sonvuestrosamosdeesastierrasquecitáis? Notengoconstanciadelaexistenciadeningunaciudadqueposeanombrestanpintorescos.

Tras decir aquello, Yrfylltabgemesh cayó esperando una respuesta presta, rezando porque los señores de aquellos curiosos seres les inculcaran los mismos modales que con tanto esmero enseñaban en su tierra a sus esclavos.

Parecia que su energética presentación habia conseguido el efecto contrario al deseado, repeliendo el poco interés que podian tener en él mientras los demás seguian a su rollo, charlando o comentando cosas varias.
>>Mis... Mis heart points ºAº
¡Cálma, yo mismo! ¡Tiene que haber una manera para solucionar esto! ¡Llegó el momento para usar mi herramienta estrella!¡CONSULTA DE VIDA!

¡Consulta de Vida!:

-¡La respuesta es..-

El auro se puso a hablar entonces y el joven ruso olvidó todo lo que estaba pensando en ese momento para dar una voltereta poco convencional del susto y alejarse de aquel ser de aspecto amenazador. Con una cara de sorpresa y una gota de sudor deslizandose por su mejilla, exclamó.
-¡Ostia puta! ¡Un skaven!-

>>Del clan Skyre para ser más precisos. Tiene pinta de lanzador de viento envenenado y todo... Heh... como se curran los cosplays esta gente de hoy en dia...

>> ¿Y bien?
>> ¿Lo que?
>> La respuesta. ¿Qué opción has elegido?
>> ... ¡Aaaaah! Eso... Si, lo tengo claro.

>> La respuesta es...
>> ¿Si?
>> ...
Un rugido salió del estómago del chico humano. Se desplomó contra el suelo, frotándose el estómago, que continuó rugiendo fuertemente.
-¡Que hambre tengo, joder!-

>>...
>>...
>>...
>> - Aplausos entre risas entrecortadas -
¡Sigue troleando, querido!

-¡Oh, mirad! ¡Algo está pasando!-

El estallido del pelinaranja le sobresalto, espantandole un poco sentado junto ala fuente como estaba viéndolo incrédulo y cubriéndose los oídos por unos segundos. "Que voz mas molesta cuando se encuentra alzada, ¿porque esta gritando?" pensó refunfuñando por lo bajo, aunque atendiéndole cuando este se acerco y le sonrió tras presentarse. Una de las frases de Shaco llamó su atención por lo curioso del hecho de confundirlo de sexo, aunque no es que le importase demasiado, mas en la circunstancias en la que estaba. Ahora no era Dhelian, sino Lhelian.

No tuvo tiempo a presentarse cuando un pitido que estuvo a punto de destruirle los tímpanos y dejarlo aun mas sordo  de lo que era común en su raza, se escuchó. La criatura que emitía dicho sonidos e trataba del mamífero al que había considerado lindo y que se presento como Lara, invitando a todos los demás a presentarse de igual forma. "Esta es la mejor idea que ha aparecido hasta el momento" pensó con cierta alegría de poder por fin ponerle nombre a tanto rostros diferentes y aprovechando los dibujos de todos para colocarle los nombres según hablaban, aunque resultando incomprensible alguno de ellos impronunciable incluso y los lugares de los que decían venir le sonaban. "¿Tierra? ¿Dryfus? Todos esos lugares de venir no me suena para nada que provenga de Daelicia, ¿pero como es posible" Aquella duda se planteaba en la mente del daeliciano que intentaba escuchar lo máximo posible la información que iba contando los demás, mientras seguía apuntando los nombres de como decían llamarse y los extraños lugares desconocidos de los que provenían. Encontrando que varios, tal y como pensaban parecían provenir del mismo lugar. Una de las tantas conversaciones que comenzó a su alrededor se filtro en su campo de audición llamando su atención ante la mención de "otro mundo", no pudiendo identificar las palabras exactas ni quien lo dijo, tal y como estaba con su atención dividida en escuchar los nombres y zonas de las que provenían como en las conversaciones. Pudiendo darle por fin al insecto, Xalcoth, a los irrenses y personas de la tierra, así como a las dos pelirrojas, incluso en una ocasión, cuando apareció aquella criatura que parecía una rata gigante y hablo de esa forma super veloz, no entendió realmente y termino colocando junto a su dibujo el nombre que le dio aquella chica que se hacia llamar Neith.

Así fue asociando rostros de sus dibujos con nombres, escuchando a medias las  conversaciones  y en la  mujer que lo había llevado a aquel lugar había mencionad magia y un mundo fantástico como el de sus libros, pero Dhelian había pensado que seria algo diferente, aquello solo parecía un ciudad sucia y semiderruida, anda de fantasía ni magia parecía respirarse en aquel lugar. El turno de presentarse llego, asegurándose de haber anotado todos los nombres correctamente antes de hablar, teniendo claro como seria su presentación, podría tal vez causar confusión a la larga pero no podía remediarlo siendo quien era en esos momentos.

-Encantada de poder conocerle a todos ustedes, el nombre que se me fue dado es Lhelian, provengo de la Ciudad del Mar, de un lugar llamado Daelicia- se presento con una sonrisa algo incomoda y con un tono suave y cálido, melodioso a pesar de sonarle extraño en esa nueva lengua que había obtenido, sintiéndose observado a medias, presentándose a su vez a Shaco que estaba diciendo cosas extrañas como que tenia hambre, el tenia duces pero no es que paliasen el apetito ademas era sus favoritos y se quedaría pronto sin ellos y dudaba seriamente que ese tugurio que era al ciudad hubiese tiendas "Lo lamento compañero Shaco, en otra circunstancias seguramente no habría dudado en compartir, solo aguanta un poco, debe haber comida por aquí...realmente es algo que espero" pensó colocando suavemente la mano en su hombro como disculpa y confort, antes de volver su atención a las conversaciones de alrededor, recordando algo. Todos intentaban hilar lo que sabia de lo que estaba ocurriendo y por que estaban allí, decidió contar lo poco que sabía, tal vez de ese modo averiguaran entre todos que era lo que ocurría y por que todo parecía ser tan diferente a como pensaban- En mi caso fue una mujer la que vino a contarme maravillas de este lugar, encontrarme en un sitio tan derruido no entraba dentro de mis planificaciones. ¿Tal vez debamos pedir un poco de información al edificio de allá? Parece ser de cierta importancia a juzgar por su tamaño y como se encuentra alejado de la destrucción de esta ciudad- añadió señalando con un gesto el castillo, esperando que los que aun no habían hablado compartieran la información que tuviesen, fuese poca o mucha. Estaba esperando las respuestas de los demás cuando un empezó a haber mas movimiento, movido por su curiosidad presto mayor atención a lo que ocurría en la plaza.

La diversidad de los edificios le fascinaba. Las calles no eran ninguna cuadrícula organizada, ni las construcciones en sí eran de la misma inmensidad intimidante de los rascacielos de cualquier ciudad central.
Lejos de ver ruinas inservibles, el carabés veía puntos de iza, muretes bajos, asideros, salientes. Lo que para otro habría sido un paisaje deprimente, para Taro estaba lleno de posibilidades. Los espacios derruidos en Carabás eran rápidamente sustituidos por edificios nuevos, y para encontrar lugares de prácticas tan buenos como aquél y que además no estuvieran vigilados el muchacho tenía que pasarse días buscando.

De camino no pudo resistirse a probar algunos trucos en las zonas que juzgó más seguras. Nadie le había dado motivos para darse prisa, y no parecía haber ni un alma en toda Rocavarancolia. El silencio sí que le resultaba muy poco tranquilizador, y acabó acelerando el paso inconscientemente.

Una vez llegó a la plaza lo primero que hizo Taro fue darle un buen trago al agua de la fuente, y le asaltó una sensación familiar y a la vez desconocida: el chispazo de la magia actuando sobre su cuerpo. No supo cuál había sido su efecto hasta que encendió el reproductor de música y se dio cuenta de que no entendía nada de la parte vocal de la canción.

-Muy bien, Taro- se recriminó a sí mismo a media voz, quizá para espantar el silencio inquietante del lugar-. Tú prueba toda la mierda mágica que se te ponga por delante.
Sin embargo estaba considerablemente tranquilo teniendo en cuenta que acababa de perder su idioma natal. Al igual que sabía la naturaleza de su desaparición, también sabía que era reversible.

Una vez saciada su sed y en vistas de que nada nuevo parecía suceder, guardó la bolsa de fritos y se apresuró a encaramarse a lo alto de la fuente, escudriñando desde allí la vista que Rocavarancolia le ofrecía. Las serpientes ofrecían muchos asideros y puntos de apoyo, y no tuvo problemas para llegar arriba.

Aunque el sol ya se acercaba al horizonte, nada justificaba su palidez moribunda. La luz de aquella ciudad estaba como cubierta por un velo. La ciudad apenas se desdibujada por la blancura pero nada evitaba la sensación de intranquilidad. Y hacía frío, los dos se daban cuenta. Ri estaba cada vez más incómoda. No le gustaba el sitio al que le habían arrastrado, no entendía que Nero caminase tan tranquilo, y casi contento, entre las ruinas de casas parduzcas y sin habitantes. Al final del trayecto había una fuente, y sobre ella, el chico de antes, encaramado.
- Si abre la boca y suelta un chorrito, le aplaudimos?- dijo Nero acercandose. Ri estaba para entonces tan tensa que parecía poder romperse como un palito.
-Nero, es ornamental. Syv defectuoso: bonito, brilla, no se bebe.- le dijo entrecerrando los ojos. Pero ella tambien tenía sed. Y hambre. La luz y el silencio la desagradaban ¿Sonreía Nero porque lo notaba? ¿o por otra cosa?

- Melón, taburete, syv.- casi lo cantó. La cara rara del chico, y la confusión de Ri le confirmaron lo que ya comenzaba a imaginarse. Ahora necesitaba que ella bebiera. Con gestos y mucha insistencia, consiguió que se rendiera. Ri se llevó las manos a la garganta al poco, a pesar de que no haber hablado en alto.
- La magia es un tanto insipida, ¿verdad?- Nero disfrutaba de la nueva sonoridad de sus palabras. Habría seguido con el desfile de absurdeces, pero le pareció mas importante volverse al otro chico, que a esas alturas los tendría por locos. - Y ahora que podemos hablar como gente normal, ¿Quien eres, chico?
Nero sonreía amigable e inofensivo. Su compañera apretaba los labios como si le diese miedo confirmar que le habían hecho algo a sus palabras.

Solo había edificios hasta donde alcanzaba la vista, y ninguno de ellos destacaba lo suficiente sobre los demás como para que Taro lo señalase como punto de destino. El silencio le estaba poniendo muy nervioso: nunca se había sentido tan expuesto en la hiperpoblada Vora, donde podía simplemente camuflarse entre la multitud. Además en Carabás el encontrarse solo en una calle desierta implicaba que el marcaje de rastreo que llevabas destacaba con claridad en los sistemas de vigilancia, y no podía sacudirse esa sensación de encima.

Se preguntó con ligero interés si el chico de la trenza sería parcialmente inmune a la magia o simplemente estaba pirado, pero ambas suposiciones se esfumaron en cuanto el desconocido empezó a dirigirle palabras con sentido.
Taro no solía prestar mucha atención en clase, pero sí recordaba que se habían mencionado mecanismos parecidos al agua de la fuente en clase de historia. Debía llevar anclado un sortilegio de aprehensión o algo del palo. No tenía muy claro si sus dos recién encontrados compañeros también estaban al tanto: a uno no se lo veía demasiado conmocionado pero a la otra sí.

Se bajó el cuello del jersey, hasta el momento subido, para que pudiera oírsele mejor.
-Taro- dijo con cierta reserva, aún sin hacer ademán de bajar de la fuente-. ¿Sabéis algo de este lugar?
"¿Adónde cojones hay que ir para que le den a uno de comer, por ejemplo?"

Nero no contestó de inmediato y Ri, que parecía consternada por la posibilidad de entender a aquel chico tan extraño, tampoco. Cruzaron miradas, pero ella se aseguro de retirar la suya rapidamente. No quería que Nero viese que había tras su fachada habitual, y tener que tragar con su sonrisilla burlona. Hizo acopio de fuerzas y se reprendió asi misma. La perdida del idioma podía ser reversible, y en cualquier caso, sería util para no aguantar a Nero a solas. El resto era una sensación que podía controlar con fuerza de voluntad y un poco de lógica. Solo era luz y silencio.
- No más que lo que nos dijeron.- replicó él, y dejó que Taro encajase esa idea como mejor le pareciese, rellenando los vacíos en la información con lo que sabía; "que no será mucho, si pregunta". Pensaba darle conversación, y mantenía un tono agradable y neutro. Apenas abrió la boca la cerró de sopetón yse tensó. - A tu espalda.
Una mole que casi les triplicaba el tamaño. Era dificil de no ver. Ri dejó escapar un gemido antes de que Nero la empujase para que echase a correr. Lo cierto es que no necesitaba ninguna motivación.

Sigue en el Barrio de los Callejones Sin Salida.

La primera reacción de Taro al ver aquella mole inmóvil fue, absurdamente, preguntarse con cierta envidia cómo tenía que sentirse uno mirando a los demás desde arriba y no desde abajo. La segunda fue pánico absoluto al descubrir que no era una estatua tallada por alguien con más ambición que vista.

Saltó de la fuente aterrizando de la forma acostumbrada y echó a correr a toda pastilla en la primera dirección que vio, adelantando pronto a los otros dos con una velocidad fruto a la vez del chute de adrenalina y la práctica sobre terrenos accidentados. Podría haberles gritado cualquier cosa: que le siguieran, que se dividieran para que aquella...cosa no pudiera ocuparse de todos a la vez, o simplemente que corriesen como cabrones, pero las piernas de Taro funcionaban más rápido que su cerebro en ese momento.

Sigue en el Barrio de los Callejones Sin Salida.

Era incapaz de reconocer nada de lo que le rodeaba, pero a medida que avanzaba un nombre empezó a surgir de entre sus recuerdos borrosos. Rocavarancolia. Una ciudad de milagros y portentos, había dicho aquella extraña mujer. Aquel lugar tenía de milagroso lo que él de xolnita. Logró alcanzar la plaza sin perder pie y cuando llegó se sorprendió de encontrar una fuente, con alguna clase de serpientes talladas a modo de caños. Su visión seguía siendo borrosa, así que no se percató de la ausencia de color del agua cuando la recogió en el cuenco de sus manos, mojándose el rostro y suspirando de alivio casi de inmediato. La baja temperatura del líquido le ayudó a despejar en parte su cabeza, pero el mareo persistía, y ni siquiera dar un trago le ayudó a solucionarlo. <<Debería buscar la forma de salir de aquí, pero creo que se habló de un periodo de un año o algo parecido...>>, pensó el muchacho, llevándose la mano al cinturón y desenganchando su odre vacío para rellenarlo.

Tardó unos segundos preciosos en darse cuenta de que no había pensado en ulterano, y para cuando quiso hacerlo su odre estaba prácticamente lleno.
—¿Pero qué... ? —preguntó confuso, enmudeciendo automáticamente y llevándose las manos a la boca sorprendido. Tampoco había hablado en su lengua natal y por muy raro que resultara, lo había hecho en un idioma que hasta hacía unos instantes desconocía completamente. Sonaba demasiado suave a sus oídos y  por mucho que lo intentó no fue capaz de articular palabra o pensamiento en ulterano, lo que confirmaba que había perdido todo un idioma de repente. ¿Acaso aquello era uno de los milagros a los que se había referido Cordia?

Tuvo que sentarse en el borde de la fuente para no caer de nuevo al suelo y se llevó los dedos a las sienes con una mueca de dolor. Su mareo, lejos de desaparecer, se había agravado debido a las malas noticias. Se sentía engañado, pero recordaba haber aceptado ir por su propia cuenta, ¿acaso lo había soñado? Todo aquello era muy real, era completamente consciente, pero la incertidumbre de que hacer a continuación lo estaba carcomiendo.
—Rocavarancolia —susurró para si, paladeando aquel idioma desconocido—. ¿Qué se supone que eres? —preguntó al aire. No obtuvo ninguna respuesta.

Se puso en pie de nuevo en cuanto la migraña remitió, alzando la vista para tratar de ubicarse y recorriendo con ella las ruinas circundantes buscando algo que le sirviera de refugio. La luz que emitía aquel extraño y pálido sol era tenue, pero por su posición Sekk calculó que aun le quedaban unas cuantas horas de claridad, tenía que darse prisa. No era capaz de imaginarse que clase de depredadores poblaban aquella ciudad muerta.

Si bien había iniciado un vuelo rápido, Rasqa decidió que lo más seguro era frenarlo en cuanto se fijó en aquella criatura junto a la serpiente de piedra que escupía agua. <<Qué cascada más rara y cutre... y vaya animal más extraño también>>. Viró en el aire tan deprisa como pudo y se encaramó sobre uno de los montones de roca apilada que daban al chorro de agua. Era la primera vez que veía una criatura que caminara a dos patas con aquellas pintas. Más aún: que llevara ropa. Hasta la ropa le resultaba una incógnita. <<No parecen de piel, ¿cómo lo hacen?>>. Rasqa cazaba a menudo a los pequeños depredadores que se pasaban con sus rebaños y a otras criaturas molestas, pero cosas siempre a su medida de enano sin mudar. Jamás había visto una criatura tan grande y, aunque no lo reconociera, el miedo le provocaba inquietud.

Voló de un edificio a otro, examinando su objetivo con el fin de averiguar si era peligroso y, cuando se acercó al edificio más próximo, asomó brevemente la cabeza y trató de emitir un rugido, tal y como hacían los mayores. Por desgracia, sonó más bien como si le hubieran pisado la cola y el parqio supo que no sacaría nada en claro. <<Doy pena...>>. Se reprendió a sí mismo por aquel maullido patético.

—HEY, HOLA —gritó como último recurso con la voz agravada, asomando la cabeza. No esperaba que le entendiera, pero tenía la esperanza de que si habían aprendido a hacerse ropa, supieran también hablar (el parqio ni se planteaba que existieran más idiomas que el suyo). También le valía si lo asustaba, pero su voz era todavía demasiado aguda y no lo creía posible—. SOOOOOLO QUIEEEERO ¡BEBER!, ¡¡ROAR!!

Si notaba cualquier movimiento peligroso, recularía agachado y volvería a ampararse tras el montículo rocoso; o el tejado, para el resto del mundo.