Jardines de la Memoria

Fue muy conveniente y considerado por parte de las alimañas de la ciudad que no sufrieran ningún ataque durante el camino, pues para Mánia habría sido un fastidio tener que detenerse para ocuparse de ellas. Pudo disfrutar del aire rancio y fresco (maldita sea el Consejo tenía que limpiar de una vez ese río) y de las conversaciones de sus invitados, en las que solo intervino para aclarar algún dato referente a los edificio que Ilol señalaba.

Maher se descubrió atendiendo a las preguntas de Ilol y a las respuestas de Karime. Se estaba dando cuenta hasta qué punto se había desentendido de la ciudad en la que vivía y se había limitado a su pequeño estudio y las visitas de su hermana. Se estaba perdiendo mucho, demasiado, y se avergonzaba por ello. Miró las dragoneras, bullendo como un palomar anormalmente grande.

-Sobrevuelan la ciudad todos los días más o menos a la misma hora con sus jinetes -explicó Maher, sintiéndose en la obligación de aportar algo. No fue capaz de mostrar el mismo entusiasmo que Ilol por el tema, pero al menos se esforzó en seguirle la conversación.

El rickshaw atravesó el arco de entrada de los Jardines y se detuvo pegado al muro violeta. Habían podido ver alguna de las esculturas flotantes según se acercaban, y hacia ellas fue Maher en cuanto tomó tierra. Reconocía el estilo de muchas; idealizado, terrorífico, con la pretensión de grandeza en cada cincelada como las esculturas y grabados típicos de su mundo, pero la técnica era muy superior a cualquiera que hubiese visto. << Tal vez la magia ayude>> pensó con sorna. A pesar de que quería mantener cierto excepticismo por todas las escenas de batalla, no podía evitar sentirse impresionado.

-Las descripciones son un poco escuetas, así que podéis preguntar sobre cualquier escena y os contaré encantada -dijo Mánia. Había estudiado a conciencia la historia de la ciudad en sus ratos libres.

Ilol asintió con entusiasmo a las palabras de Maher, preguntándose si para el día siguiente podría convencer a Mánia de que se acercaran a las dragoneras a esa hora en concreto para poder verlos más de cerca. Con un poco de suerte el hecho de que su hermana perteneciera al ejército y Mánia fuera embajadora le permitiría acercarse lo suficiente como para verlos bien y quizás incluso podrían presentarle a algún jinete de dragón.

Todas las ideas y posibilidades que invadían la mente de Ilol tuvieron que desaparecer rápidamente cuando entraron a los Jardines y el andrógino quedó fascinado con las esculturas. La mayoría de ellas eran tan terribles como hermosas, pero sobre todo le fascinaron las flotantes, las cuales parecían gritar magia por todos los costados.

-¡Oh, sí, sí! ¡Cuéntame! -exclamó emocionado a Mánia, cogiéndole del brazo con gracia-. Quiero saberlo todo.

Ilol no perdió el tiempo en guiar a su amiga hacia la primera escultura preguntando de forma entusiasta por ella mientras Karime les seguía por detrás sonriendo ante la felicidad de su hermano.

Mánia no creía que hubiera problema con que Ilol se acercase a ver los dragones, aunque sería mejor fuera del horario de los entrenamientos.

-Cuando volvamos le haré llegar un mensaje a los cuidadores -dijo.

Siguió a Ilol en su peregrinaje por todas las esculturas del jardín. Le contó historias sobre reyes y reinas, sobre batallas épicas, sobre intrigas y traiciones. Le habló de criaturas de pesadilla y hechizos imposibles. No tenía que edulcorar demasiado las historias, pues las leyendas de Libo no eran tan distintas en su romantización de la muerte y la violencia. La guerra era bien conocida en ambas culturas, aunque estuviesen en tiempos de paz.

Maher seguía a la pareja a cierta distancia, parándose de vez en cuando para estudiar las obras que más le interesaban con detenimiento, pero sin perder detalle de lo que su hermana contaba. Hablaba de reyes. No solo de reyes; hablaba de generales, de condes, de duques, de grandes guerreros y héroes, y eso le hacía sentirse… bien. Le daba esperanzas para sus planes, y sus ambiciones se antojaban menos absurdas.

Ilol miró fascinado todas las estatuas y sus mente recogió con avidez todas las historias que Mánia le iba contando. Karime, al lado contrario de su hermano, pero manteniéndose un poco atrás, se entretuvo viendo la felicidad y entusiasmo de Ilol, interrumpiendo solo en momentos puntuales con anécdotas relacionadas que había oído en la taberna o entre sus compañeros del ejército, pero dejando prácticamente por completo el peso del discurso a la embajadora contentándose simplemente con verles interactuar sin necesidad de ser ella el centro de atención.

Cuando por fin el andrógino se sació de conocimiento e historias después de haber recorrido prácticamente todo el jardín, decidieron volver a la embajada, despidiéndose primero de Maher no sin que antes Ilol le pidiera de forma entusiasta volver a verse en los próximos días mientras durara su estancia en la ciudad.

La visita terminó y Maher incluso se sintió mal por ello. Para su sorpresa se lo había pasado bien. Mánia estaba encantada; no sólo le gustaba ser el centro de atención y tener a la gente pendiente de sus palabras, si no que estaba con las dos personas que más le importaban en ese momento y había conseguido que disfrutasen. Se sentía orgullosa de sí misma.

Se recogieron bastante antes de la caída del sol porque ni de broma iba a dejar que Ilol viese la ciudad de noche. En la embajada podrían charlar o jugar a algo antes de la cena y las siguientes excursiones ya quedarían para el día siguiente. De camino dejaron a Maher en su casa, que no se apuntó a cenar con la eterna excusa del trabajo. Mánia lo dejó pasar por una vez. Sabía el esfuerzo que tenía que hacer su hermano para socializar y ya lo había forzado suficiente. Se podía dar por satisfecha.

-Mañana ven a comer con nosotros después del trabajo. Vlad va a cocinar algo especial -le dijo antes de despedirse.

-Lo haré -respondió Maher. Y de nuevo para su sorpresa se dio cuenta de que de verdad le apetecía ir.

Enredo y Brisa caminaban por los jardines tranquilamente, Brisa con los brazos cruzados a la espalda mantenía sin problemas el paso del brujo, Enredo murmuraba e irradiaba un aura de magia mientras la joya de su báculo brillaba ligeramente, a su paso las plantas reverdecían, en especial las enredaderas.

Caminaban en silencio, solo roto por los murmullos del brujo para la magia. No era un silencio incómodo si no respetuoso. Brisa no preguntaba los motivos, solo acompañaba y respetaba lo que el brujo estaba haciendo. Era su primer día de trabajo en realidad y solo habían pasado dos desde que se había presentado en la clínica para solicitar el puesto. Claro que esperaba que el médico lo contratase, sabía que había sido de los mejores si no el mejor que se había presentado. Amigos hasta en el infierno había dicho alguna vez su madre y aquella sabia mujer siempre tenía razón.

-¿No sientes curiosidad? - preguntó Enredo por fin rompiendo el silencio.

-Siento curiosidad - aseguró el guerrero,- pero no quería distraerte de lo que estabas haciendo. Percibo la magia que estás realizando por el olor que emites a plata y me puedo imaginar la cantidad que estás gastando por lo que deduzco que es un hechizo complicado.

Enredo asintió y volvió a sumirse en sus murmullos hasta que dieron toda la vuelta al jardín. Brisa no lo molestó pero las veces que Enredo desvió la mirada hacia él pudo observarlo vigilando los alrededores con atención. Aún así el brujo notaba que estaba relajado. Enredo se detuvo cerca del centro de los jardines y se sentó en el suelo a descansar un poco. Brisa se quedó de pie junto a él y le miró con cierta preocupación.

-Estoy bien - respondió a la muda pregunta del guerrero,- solo un poco cansado. Con cinco minutos estoy como nuevo.

Brisa se sentó también en el suelo para ponerse a la altura del hechicero. Juntó las piernas y miró al brujo para luego volver a desviar la vista a sus alrededores.

-Entonces, ¿por qué haces esto? - preguntó el guerrero.- Sabía que venías aquí cada dos semanas aproximadamente pero no sabía qué hacías aquí.

-Lo hago porque quiero en realidad. En Rocavarancolia hay pocos lugares con vegetación y el cementerio ya está cuidado - la mirada inquisitiva de Brisa se acentuó, era intuitivo y sentía que Enredo no se lo estaba contando todo.- También es que yo conocí a Sepalian, me enseñó algunas cosas y siento como que estoy en deuda con él. Puede parecer una tontería, pero hacer algo por estos jardines hace que me sienta bien.

-Entiendo - el guerrero miró el jardín, buscando amenazas sí, pero también apreciando la obra de su jefe.- Ojalá hubiera más gente dedicada a reconstruir la ciudad - comentó con naturalidad,- pero no parece que ni el Consejo tenga muchas intenciones de invertir en ello además de las dragoneras y algún edificio suelto. Es una pena, la ciudad podría ser más bonita.

Enredo asintió estando de acuerdo con la afirmación de Brisa. Más de una vez había pensado en aquello pero no creía que se pudiera movilizar a los ciudadanos por petición de otro que no fuera el consejo. Enredo estaba seguro de que si todos se ponían a trabajar en menos de una semana podrían reparar un barrio completo.

Continuaron hablando de cosas más superficiales dejando pasar el tiempo mientras el brujo se recuperaba. Un gruñido no muy lejano llegó a los oídos del brujo y antes de que pudiera hacer además de levantarse Brisa ya estaba de pie en guardia.

De detrás de una estatua surgieron cinco hienas, cuatro iban detrás de un enorme espécimen. Enredo y Brisa no lo sabían pero la hiena líder tenía genes de trasgo y ya había atacado a los chicos de Maciel que hacía poco se habían transformado. Enredo se levantó y buscó con la mirada las enredaderas más cercanas pero antes de poder darles órdenes Brisa se lo echó al hombro y el brujo de pronto se encontró en el aire a unos metros. Al parecer el guerrero había usado un amuleto de levitación.

-No te metas en esto, Enredo - dijo Brisa mirando hacia las hienas.

-Pero puedo ocuparme de ellas con mi dominio - argumentó pero el guerrero lo cortó antes de poder cimentar lo que iba a decir.

-No me cabe duda. De hecho creo que cualquier persona medio decente podría ocuparse de ellas - respondió.- Pero quiero hacerlo solo para que veas como combato, que hayas leído o hablado con alguien no vale tanto como que lo veas por ti mismo. Puede que algún día verdaderamente necesite tu ayuda y debes ser capaz de evaluar en qué grado la necesito. Así que déjame a mí.

Enredo terminó por asentir no del todo convencido con aquel plan, se levitó a si mismo y dejó que Brisa se ocupase de aquello a su manera.

El guerrero descendió al suelo y Enredo vio un cambio en su vestuario casi instantáneo. Unos pantalones de tela ajustados de color negro, una camisa y una casaca ajustada negra con motivos rojos, un faldón que llegaba hasta poco antes de las rodillas solo por la parte de atrás y unas botas que parecían cómodas. Un cinturón de cuero portaba un estoque que Brisa desenvainó mientras caminaba hacia las hienas.

A Enredo le costó seguir los movimientos del guerrero una vez aceleró y se metió de lleno a combatir. El estoque destelló atravesando la garganta de una hiena, un giro y el cuello abierto. El resto se abalanzaron sobre Brisa y el brujo pudo comprobar el por qué del mote que le habían puesto y que él lo había adoptado como nombre.

Brisa fluía, moviéndose entre los animales con rapidez y precisión, sutil como el viento pero letal. La hoja del estoque cortaba y perforaba con facilidad, mortal en las manos de cualquiera pero en las del guerrero aquello cobraba una nueva dimensión, parecía una extensión de su cuerpo, como si hubiera nacido para aquella arma.

Pronto no quedó más que la hiena líder que tenía algunos cortes superficiales mientras que Brisa estaba intacto. El gruñido de la hiena lejos de desaparecer aumentó de volumen, furiosa por la muerte de sus compañeras y por sus heridas. Se abalanzó hacia el inglés y Brisa bailó a su alrededor, cortando y zafándose de las garras y los dientes. Finalmente la hiena se desplomó, todavía viva pero no podía moverse.

-Le has cortado los tendones de las patas - estudió Enredo acercándose pero todavía en el aire.- Impresionante que hayas podido hacer eso mientras esquivabas.

-Es una pena, si hubiera huido no le habría hecho nada - comentó.- Con esas heridas terminará muriendo si la dejamos, mejor ahorrarle sufrimiento - dijo buscando la aprobación del brujo. El asentimiento de Enredo fue todo lo que necesitó para cortar la garganta de la bestia en un movimiento veloz. Luego tocó una parte de la guarda y de la hoja desapareció todo rastro de sangre. Envainó el estoque y su ropa volvió a cambiar volviendo a la que llevaba antes.

Enredo descendió y las enredaderas cercanas se movieron hacia los cadáveres arrastrándolos hacia ellas.

-Las plantas se ocuparán de ellos y les darán buen uso - explicó mientras empezaba a andar en dirección a la salida.- Es hora de volver a casa, empiezo a tener hambre.

El guerrero no dijo nada, siguió a su jefe en silencio. Un silencio cargado de respeto por lo que acababa de hacer. Otra gente los habría dejado para las alimañas, Enredo prefería que el ciclo continuase.

Habían vagado un buen rato sin encontrar a nadie o ninguna zona los suficientemente entera como para llamarlo fuente. Pero algo le llamó la atención al ángel y tiró un poco de la Jack frost hacia allá.

Aquellos muros violetas e imponentes pero sin techo parecían prometerles un buen lugar para la velada, y al verlo de plantas y algunas escultoras la miró sonriente.

—Creo que este será un buen lugar para que me enseñes. —Sinceramente se había rendido con lo de encontrar a alguien hace tiempo.

Paseó alegremente con ella. Ahora que se sentía un poco más seguro se dedicaba algo más a fijarse en los detalles de las ruinas, aunque estaba más pendiente de Kiki que otra cosa notando su cansancio en el suspiro. Aquel lugar sin embargo atrajo más su atención incluso con la flora revitalizada por la Luna era un bastión verde en medio de aquella desolación, un faro de vida entre los muros muertos. Las estatuas eran la guinda del pastel, miro cautivado las esculturas al pasar que aún se sostenían.  Acariciaba su brazo mientras andaban queriendo estar lo más conectado a ella posible.

—En realidad me encanta escucharte, sin más —se encogió de hombros aún sonriente ante la parada en aquella estatua.

Se sorprendió por el susto de la finlandesa y se dejó llevar por ella tomando con cariño su mano. No tardó en llegar a su lado. Era en verdad un trabajo excepcional, podía ver claramente la intención de dotar a la jinete de mucha mayor intensidad, fuerza y movimiento para darle todo el poder a ella pese a estar encima de semejante bestia. La examinó pero al final tras inspeccionar varios detalles la voz de la Jack Frost hizo que volviera a poner sus ojos sobre ella, sobre la lluvia corriendo sobre ella, su expresión asombrada, sus movimientos... Se preguntaba si podría haber un artista que capturase toda la esencia de la persona que amaba en piedra, toda aquella excentricidad que tanto quería...

—Bueno, si están a la venta~ Me tendrás que pagar en abrazos y mimos y seguro que no es precisamente barato~ Aunque no tengo ni idea de a que te refieres. ¿Según la raza los dragones tienen distinto aliento? —preguntó algo confundido al pero algo más urgente le reclamó la atención.

Se inclinó de nuevo para ella perdiéndose en aquellos fríos labios. No había nada comparable a ella para él, ni la vida a su alrededor, ni la experta manufactura de las estatuas, ni siquiera la Luna en el cielo que clamaba ser la protagonista de toda la escena con aquella cortina de luz roja que lo cubría todo. El aumentó la pasión en aquel beso y su luz se intensificó como en cada contacto con ella amando la sensación helada. Empezó a cogerla en brazos para que reposara sentada sobre su izquierdo si ella se dejaba. La notaba cansada antes y quería que estuviese cómoda todo ese día. Al despegar aquel beso echó un suspiro jadeante que ya le era más que familiar a la humana, exhalando neblina en el proceso, pero en vez de un reclamo solo observó una sonrisa en el rostro del frivy y como clavaba sus ojos fulgurantes en los de ella.

—Creo que he visto un banco, ¿te llevo?

—Preguntaría como se supone que funciona un fuego al revés pero... —miró a la Luna Roja mágica con aquella sonrisa tonta de estar con ella y se encogió de hombros como si eso lo explicase todo.

Con ritmo calmado andó hacia ella comiéndosela con la mirada según se estiraba hasta sentarse con cuidado de no pegarle con una de esas enormes y aparatosas alas. Que se sentara encima hizó que se derritiera por dentro  y la rodeó como pudo con los brazos, seguidos de aquellas alas que torpemente se cerraban en torno a ambos dando la sensación de una mini sala íntima para ellos dos solos. Tomó su mano y la llevó a sus labios besándola. Ahora era tan pequeña en relación a él... Toda ella en realidad, pero eso solo hacía que la viera aún más adorable.

—Gracias a ti también.  —Posó su mano pero no quería soltársela y con la otra acariciaba su pierna con ternura. Aunque había sido todo un viaje de dificultades quería agradecerle haber estado ahí con él, calmarle desde las primeras noches, los mimos que le facilitaron seguir adelante e incluso la cruda realización de sus propias fallas.

El azote del viento chocaba contra sus alas dejando solo una brisa para ella y removiendo el pelo del ángel con brusquedad, aunque no parecía importarle. Mientras la lluvia continuaba cayendo sobre ellos poco a poco sus alas se cerraron envolviendo su espalda, ofreciéndole un cobijo húmedo para el frio ahora que estaban quietos. Su luz se fue clamando poco a poco con su respiración hasta simplemente tener la intensidad de unas velas. En ese momento dejó de pensar, tan solo disfrutando del momento, de la cercanía de Kiki. De vez en cuando esquivaría su cornamenta para besarla en la frente, y en alguna ocasión bajó aún más para disfrutar de sus labios. Cada vez la luz parpadeaba con nueva intensidad antes de rebajarse en la calma del abrazo.

Tras un largo rato su mano se adentro en la ropa de la humana para acariciar su barriga directamente. —No voy a hacer nada. —Susurró calmado guardándose un "por muchas ganas que tenga" aunque seguramente ella lo sabría ya.

—Ojalá tuviéramos algo de beber... ¿crees que habrá para comprar en algún sitio?

—Ni siquiera sé que es el ron, mi delicada dama —bromeó abriendo sus alas para que no la entorpecieran —y ni idea de que usaran de moneda la verdad, aunque sería divertido ver que usaran algún material rojizo por orden del consejo. —Miraba a la Luna bañándola y se levantó sin mucha prisa moviendo los brazos para mover más fácilmente sus alas al unísono con estos y recoger sus alas. Aprovechó para estirarse el también y la intensidad de la luz se disparó mientras lo hacía y disminuyó de golpe al relajar la postura causando reflejos por sus músculos.

Se acercó a ella y la abrazó plantándole varios besos en la frente. —Está bien... aunque me da pena que se acabe este momento... pero mañana más —sonrió.

—¿Porque no dejas que te lleve? Estas cansada y yo estoy... más que perfectamente la verdad, me siento increíble. Y además, así me haces de contrapeso con las alas, están empezando a ser algo molestas tirando de mi espalda... supongo que deberé acostumbrarme.

No sabía porque pero en realidad no se esperaba otra respuesta. Quería mimarla más de cerca todo el camino hasta el torreón, pero después de aquella velada no se podía quejar mucho.

Se mordió los labios conteniéndose tras aquel beso acompañado de esa sonrisa, como la luz se intensificó delataba sus ganas. Se estaba aguantando mucho aquella noche y tras todos esos meses hervía de manera fácil.

—Está bien, está bien —se rindió y empezó a caminar tranquilamente hacia ella. Cada paso suyo ahora cubría bastante distancia y acelerar parecía algo que no le requería siquiera esfuerzo así que no le preocupa alcanzarla.

Entonces la lluvia dejó de caer sobre ellos, pero seguía escuchándola a su alrededor. Las gotas se deslizaban en una cúpula como si un cristal les rodease. En medio de la confusión escuchó a Kiki llamándole pero justo detrás de esta una figura conocida salió disparada hacia él.

Él ángel abrió la boca sonriente.

Un borrón pasó al lado de la Jack Frost a toda velocidad y se abalanzó contra el frivy en un saltó. El impacto hizo que Nery´s se deslizara hacia atrás por el suelo hasta finalmente perder el equilibrio en su nuevo cuerpo y caerse,
pero en vez de un quejido o un grito de dolor lo que salió de él fueron varias carcajadas alegres.

—¡SUPERESTASAQUÍSUPERESTASAQUÍSUPERESTASAQUÍAAAAAAAAAAAAAAAAH! —Encima de él una figura morena de pelo negro largo con una sudadera primaveral de cremallera, pantalones vaqueros cortos, unas deportivas y un adorno en forma de cuernos en el pelo que parecía haberse tomado cinco litros de bebidas energéticas por como hablaba y se movía.

—Perdón grandullón, no pude contenerla más. —Una nueva voz un tanto burlona pero más calma apareció tras Kiki de donde había salido la primera figura. Era tambien morena, pero su pelo era blanco platino y llevaba un abrigo tambien blanco elegante pero mullidito junto a unas botas beige con borreguo. Una de sus manos era totalmente metálica y una caja grande flotaba detrás de ella.

—Yop —saludó la peliblanca abrigada a Kiki poniéndose a su lado. —Mi nombre es Raelene, puedes llamarme Rae —dijo ofreciendo su mano metálica para estrecharla con la finlandesa. Tenía una sonrisa de medio lado tranquila y confiada.

Ninguna de las dos, ni la caja, parecía que hubieran estado ni un segundo bajo la lluvia.

Por su parte las carcajadas continuaron desde el suelo mientras Nery´s abrazaba a la frivy y viceversa.

—¡Hiperme habéis dado un susto de muerte! —se quejó el ángel entre risas.

—Lo sientooooo, dioses, megaestas enormis, ¡y desnudo! ¡Pervertido! —casi se le atragantaban las palabras intentando no reirse.

—¡Se me cayeron las pezoneras!

—¡Excusas! ¡Nudista!

Ambos se miraron por un momento y comenzaron a carcajear de nuevo al unísono. El ángel se levantó aunque la frivy se quedó en su cuello abrazada de manos y piernas. Esta giró su cabeza hacia Kiki y la saludó.

—¡Hola! Dama Abrazos por aquí~

Después de todo aquel tiempo por fin sentía que todo iba bien. Aún quedaban muchas cosas por hacer, cierto, pero allí después de pasar un más que agradable rato con Kiki, reencontrándose con lo que le parecían ya viejas amigas y con la Luna tirando de él, susurrándole que tenía poder para lograr lo que quisiera...

Se sentía en paz.

La negativa de la finlandesa rompió un poco aquello preocupándole. No entendía porque esa actitud, aún menos cuando tenía magia tan al alcance de su mano. Era demasiado impropio de ella.

—Kiki... —le rogó en la distancia sin falta de añadir más detalles, preocupado.

Por su parte Raelene le alzó una ceja interrogativa a Kiki cuando se empeño en marchar, quedándose con la mano ofrecida vacía en el aire antes de que pudiera responderle algo. Automáticamente miró a la Abri y ambas con tan solo un par de movimientos de cejas y observando la cara preocupada del ángel se entendieron.

Abrazos se descolgó del ángel con soltura y en ni un segundo más tarde con un par de pisotones en el suelo volviéndose casi un borrón se colocó detrás de la finlandesa y frenando en seco se abrazó a ella apegándose totalmente y colocando la cara en su hombro.

—Na na na. ¿Cómo te vas a ir ahora que empieza la fiesta? Además... —la morena de pelo negro acercó la boca a su oreja para susurrarle. — ¿le vas a dejar ahí triste por marcharte? —Le preguntó con una sonrisa inocente.

—AAaaa el grandullón por fin asienta la cabeza. —dijo en alto de manera alegre y alta dando mini saltitos detrás de ella y sin dejar de abrazarla.

Raelene notaba como su novia quería simplemente calmar la situación y dejar que todo pasase bien, aunque a ella no le había gustado aquella actitud celosa  y hubiera sido más cortante, lo pasaría porque la demonio helada parecía nueva en estas cosas por como dejaba que se vieran sus emociones tanto.

Terminó por suspirar y centrarse en el frivy que iba caminando con cara de circunstancia hacia ellas. Le chistó para que se centrase en ella un momento.

—Así que la Luna ha transformado al príncipe pervertido en ángel. Y luego dicen que no tiene sentido del humor...

Nery´s contempló a la maga por un momento y le tendió una sonrisa tímida, claramente aún preocupado por la finlandesa pero agradeciendo la distracción de su amiga.

—Si mal no recuerdo, vosotras sois más pervertidas que yo. —soltó el enorme ángel con un pequeño bufido alzando el brazo para chocarlo con ella.

—Nunca he dicho lo contrario —rió la australiana. Alzó también su brazo y lo chocó con el de Nery´s, formando una cruz entre ambos. Le miró fijamente a los ojos con una expresión tranquila. —¿Quieres que te cure eso? —Dijo al ver la quemadura por hielo con forma de cristales de nieve.

Él se miró por un momento hacia el pecho, aquello iba a ser permanente... Sonrió. —No, gracias.

Raelene suspiró. —Directo al corazón eh... —y con un gesto vago de la mano la lluvia dejaría de caer de nuevo donde estaban Kiki y Abri. Flotó hasta estar a su altura y extendiendo la mano normal revolvió el pelo del frivy con cariño.

Ambos fueron a acercarse  a donde ellas.

Nery´s miró fijamente a Kiki. —Me gustaría que te quedases... y si estas cansada te acompaño. Quiero estar contigo hoy. —Lo dijo claramente y sin rodeos, con sus ojos fulgurantes aumentando el brillo por la decisión en sus palabras.

Con las manos en los bolsillos de la cazadora blanca Rae flotó alrededor de la Jack frost.

—En casa tenemos bebida, una ducha y debería haber mudas por el edificio.  A parte debería tener mis viejos apuntes de magia por ahí guardados...

—¡También hay tarta y tortitas que he hecho! —exclamó Abri.

—Lo de ver si tienes magia es fácil de comprobar, además no te preocupes por la neblina y las garras. Para algo están las barreras. —Le volvió a tender la mano metálica con confianza.

Él ángel la miraba expectante aunque con ternura.