Bahía de los Naufragios

—Yo la oigo más clara ahora, pero suenas como siempre —le aseguró acerca de su voz—. Tienes que acostumbrarte, a mí también me resultaba muy molesto al principio —le explicó ante sus quejas con una leve sonrisa, aunque algo preocupada por si debido a que Rasqa ya tenía la mayoría de sentidos más desarrollados que ella de por sí el conjuro le resultase excesivamente sobrecargante. Ella también había empleado el conjuro sobre sí misma y le estaba costando un poco centrarse en la conversación debido a toda la información sensorial extra que había comenzado a recibir, especialmente por los oídos. El rumor de las olas se había vuelto tan claro que instintivamente se había girado en más de una ocasión hacia el océano, como temiendo que de un momento a otro lo tuviesen justo encima a punto de engullirles. También le incomodaba su ropa, cuyo contacto con su piel se había vuelto demasiado notorio y notaba una especie de picazón que si bien no llegaba a ser un auténtico problema, resultaba poco agradable. Se aseguró de preguntarle al moloch cabo de unos segundos si mejoraba y para su alivio así fue
>>Aguanta un poco más, pero si te encuentras mal lo dejamos por ahora. —Se apartó el pelo de una oreja y tuvo que contener una leve risa al hacerse cosquillas con su propio cabello debido al hechizo—. Lo mejor es que encontremos la forma de centrarlo únicamente en el oído y el olfato. Para la vista quizás sea mejor emplear la niebla mágica que no te mareará tanto. Y no necesitas amplificar los otros sentidos para encontrar a alguien en una montaña.

Poco después la idrina desharía el hechizo e invitaría a Rasqa a que hiciese lo mismo. A continuación trataría de explicarle lo que sabía acerca de cómo modificar hechizos para que sus efectos básicos se viesen afectados.
—Las instrucciones para ejecutarlos que se encuentran en los libros suelen ser la forma más general o habitual de conseguir el efecto que se busca con dicho hechizo, pero la magia es altamente moldeable —le explicó mostrándole sus apuntes acerca de cómo modificar el hechizo de amplificación sensorial—. Si introduces cambios en la semántica y la gestualización un mismo tipo de efecto puede variar enormemente. La potencia es una de las cosas más fáciles de gradar, al menos sin esperar mucha precisión, porque no requiere modificaciones muy grandes. Especificar efectos adicionales o hacer que el sortilegio funcione de una forma un poco distinta es algo más complicado. Aun así creo que si probamos esto podríamos lograrlo…
Irianna continuó revisando sus apuntes mientras explicaba al moloch lo que debían intentar hacer. Su próximo objetivo sería tratar de conseguir que el hechizo de amplificación sensorial se aplicase únicamente al sentido del oído.

La molestia cesó bastante más rápido de lo que el parqio esperaba, no tanto la información excesiva. Se sentía como si la Luna Roja lo hubiera transformado de nuevo (sin la parte dolorosa). Al principio le costó prestar atención a Irianna y la bruja podría sorprenderle acariciándose las escamas o pasándose la lengua por el morro para descubrir sensaciones nuevas.

—Mejor así, sí —dijo una vez logró centrarse—. Bastante es con dos sentidos —se quejó. Aun no se acostumbraba a oírse y a veces torcía el gesto—. Entonces, necesitaría hacer esto...

El moloch se puso garras a la obra con los apuntes de Irianna. Daba gracias a que la bruja fuese tan organizada y tan buena tomando notas y estudiando, porque sino aún estaría aprendiendo a usar los hechizos de defensa. Rasqa disipó su hechizo anterior y lo conjuró de nuevo siguiendo las nuevas indicaciones. Al principio sintió como si le hubieran apagado y todo a su alrededor hubiera perdido encanto y color, pero no tardó en agradecer recuperar sus viejos sentidos obsoletos.

Su primer intento salió mal y no dio resultado, el segundo fue más de lo mismo. El tercero, sin embargo, funcionó tal y como debía y el moloch rugió de felicidad. Soltó una carcajada y se giró de nuevo a la nebulomante.

—¡Hecho! ¿Y ahora qué? —estaba deseando pasar al siguiente hechizo, aunque sabía que debía repetir este un par de veces (al menos los gestos y el ensalmo por separado) para poder retenerlo.

Los intentos dieron finalmente sus frutos y la sobrecarga de información que acompañaba al uso de aquel hechizo se redujo tan solo a los sonidos. Una vez Rasqa le confirmó que él también lo había logrado, decidió deshacer el suyo propio por el momento.
—Tendremos que repetirlo más tarde para asegurarnos de que lo sabemos hacer bien, pero creo que será mejor cambiar un poco para que no resulte repetitivo —le respondió volviendo a su cuaderno, pasando una página—. La niebla mágica: en cierto modo es como aplicar la amplificación sensorial a la vista pero con efectos extras. Espero que este no te maree, yo ya lo he usado varias veces porque creo que me puede resultar muy útil combinándolo con mi niebla…
Permaneció dubitativa unos instantes, se le había ocurrido una idea mientras hablaba.
>>Aunque podemos usar los acantilados y los barcos para practicar con este hechizo, a lo mejor si despliego mi niebla puede servirte para probar su funcionamiento en condiciones desfavorables. Pero mejor no adelantarse tanto, todavía tengo que explicarte cómo hacerlo y para qué sirve exactamente.
Si el moloch no ponía ninguna objeción, le hablaría acerca de la capacidad que confería el hechizo para ver a mayor distancia y a través de cualquier cosa que dificultase o impidiese ver.
>>Si hay demasiadas “capas” de obstáculos superpuestos en la dirección que quieres mirar, el hechizo no llega incluso si lo que quieres ver está dentro del radio… No sé si me estoy explicando bien. Pero resulta útil casi siempre que necesites mirar a través de cosas —le aseguró, no queriendo que se hiciese la idea equivocada debido a lo que acababa de explicarle.

Rasqa asintió y accedió a que se lo enseñaran. La explicación de Irianna había sido clara como un día sin niebla, pero el moloch lo que quería era justo lo contrario. La magia era mucho más divertida de estudiar con casos prácticos y la idea de cubrirlo todo con la niebla de Irianna para probar si funcionaba le gustaba el doble que ensayar el hechizo a secas. El moloch siguió las instrucciones y, tras un par de intentos, la niebla cubrió sus ojos.

Lo primero que hizo fue bufar. El parqio jamás había tenido una experiencia similar a esta, ni con microscopios, ni telescopios, ni con anteojos ni con lupas. Nisiquiera se parecía al hechizo de aumento sensorial. Se sentía como si le hubieran cortado un trozo de su campo de visión entre sí mismo y lo que veía al fondo, para después acercarle el propio fondo a la cara.

—A veces me pregunto si quieres enseñarme magia o si en realidad me estás dando herramientas para que me mate —bromeó y movió lentamente la cabeza hacia un lado y al otro—. Vale, poco a poco... —el parqio estaba probando el hechizo, buscando sus límites. Los movimientos rápidos le mareaban, pero si se giraba poco a poco, podía ver tan bien que le veía incluso un buen uso al hechizo—. Vale, quiero mirar a través de cosas —añadió en cuanto le hubo pillado el tranquillo.

Irianna rio ante la ocurrencia del parqio.
—Bueno, el que quiere alistarse a un ejército eres tú —le replicó en un ligero tono de falsa indignación.
La lacustre había optado por no analizar en profundidad aquella idea, porque tan solo podría llegar a la conclusión de que se trataba de una locura. Apenas hacía unos meses desde que se habían convertido en hijos de las tinieblas y la ciudad ya había hecho un reclutamiento entre sus compañeros. Y lo que era peor: habían aceptado. ¿Eran plenamente conscientes de lo que ello implicaba? Por suerte la ciudad no se encontraba en guerra abierta desde hacía varios años, tal y como había averiguado al enterarse de que Rasqa y Samika pensaban realizar aquellas pruebas, pero era evidente que en cualquier momento podría estallar la guerra y ambos serían llamados a filas sin posibilidad de no asistir. Tampoco podía culparles, no obstante, de ver en la oportunidad de recibir un buen entrenamiento y un sueldo fijo en una época de calma en aquel sentido. Al fin y al cabo ella no tenía ni idea de cómo iba a ganarse la vida en Rocavarancolia y, aunque no sentía que realmente necesitase dinero, sí que echaba en falta poder permitirse ciertas cosas y el que muchos de sus compañeros estuviesen buscando empleo o incluso ya trabajando le hacían sentirse presionada a pensar en el asunto. Pero no era el momento de pensar en todo aquello, y el que hubiese aceptado ayudar al moloch con su preparación no dejaba de significar que a pesar de todo le apoyaba en su decisión.

—De acuerdo, voy a desplegar mi niebla hasta el interior de aquel galeón naufragado cerca de la orilla —lo señaló—.Trata de desplazar mirada abriéndote paso entre la niebla y a través del casco del barco. Deberías poder ver el interior sin demasiada dificultad, aunque tal vez te cueste un poco enfocar al principio.
Acto seguido, la nebulomante dejó salir una buena cantidad de la niebla que todavía permanecía con ella. Necesitaba encontrar otro banco pronto, la que había conseguido durante la noche de Luna Roja había perdido mucha consistencia y cada vez la notaba menos densa.

—Pero no para suicidarme —se quejó el parqio—. Sino para matar primero a quienes nos quieran matar a nosotros —sonrió como si se tratara de un honor aquella labor, a pesar de que sabía de sobra que su frase podría haber acabado justo tras "matar primero".

Ver surgir la niebla del cuerpo de Irianna era un espectáculo digno de los seres superiores que eran. Incluso si convertían la ya de por sí humeda playa en un lugar inhóspito para un moloch. El parqio encendió sus llamas para secarse e hizo caso de la petición de Irianna. Se concentró en el barco (para él eran todos barcos) y fijó su mirada y su intención. Al principio tan solo lo vio más de cerca, como si estuviera volando frente a él. Enfocó aún más y dio un respingo, parecía que se fuera a chocar contra la madera. Era una sensación extraña, como si sus ojos flotaran independientes de su cuerpo.

Se recompuso y se acercó un poco más. La niebla desapareció y se encontró a la sombra, en una habitación cerrada. Las paredes de madera podrida evidenciaban que lo había hecho bien. Inconscientemente, el fuego a su espalda creció a la par que su orgullo. Sin embargo, el moloch se desconcentró y volvió de nuevo al exterior sin desearlo.

Resopló y volvió dentro.

—Después del otro hechizo, este es más sencillo —reconoció—. Me gusta más, pero ¿podré usarlo mientras vuelo sin matarme?

Era una duda seria.

Las pruebas con la niebla mágica parecieron dejar satisfecho a Rasqa e Irianna volvió a absorber su niebla en cuanto dejó de ser necesaria: el banco se había reducido considerablemente en los últimos tiempos y hasta que pudiese conseguir más del elemento necesitaba racanear en su uso.
—Estoy segura de que sí, pero no creo que pueda ayudarte demasiado con eso —le respondió—. De todas formas, si quieres practicar por tu cuenta este no es un mal sitio: hay mucho espacio libre y no deberías chocarte con nada si vuelas a pocos metros sobre el suelo. —La lacustre se apartó el pelo con una mano y alzó su cuaderno con la otra—. Veamos, ahora te voy a enseñar la chispa de intuición mágica, por si la persona que tienes que buscar lleva encima algo que reaccione al hechizo: no creo que los animales salvajes lleven amuletos mágicos así que podría incluso ser la clave. Aunque no es muy potente…
La idrina continuó su explicación y mostró al parqio cómo llevar a cabo aquel sencillo sortilegio. Llevaba con ella un par de cargadores mágicos, que activó con un pequeño corte en el brazo para que Rasqa pudiera saber qué tipo de sensación tenía que notar.
Una vez ambos estuvieron satisfechos con las pruebas de aquellos hechizos, la idrina sacó un sándwich de atún y maíz de su bolsa.
>>He traído para ti también, aunque no sé si te gustará… —Le tendió una mitad al moloch.

Tras la pausa para tomar aquel aperitivo, Irianna retomó su cuaderno.
—No hay mucho más que pueda enseñarte relacionado con el rastreo… He visto más hechizos de esa rama pero o no te sirven o son demasiado complejos para mí. Así que… —Pasó un par de páginas de su libreta—. Creo que este te va a gustar. Es un poco más complicado que los que hemos hecho hasta ahora pero sin llegar a ser muy difícil. Es un hechizo de magia ofensiva más potente, que consiste en una bola lumínica que produce una descarga eléctrica. Supongo que nadie se enfadará si usamos los restos de los barcos para practicar con él —añadió mientras echaba a caminar en dirección a los mencionados restos.

—Me lo puedo comer —sentenció el parqio, encogiéndose de hombros.

Era más de comer cosas que se movían (mientras él las quemaba), pero el moloch había descubierto que si tostaba y retostaba los alimentos de sus compañeros, le sabían algo mejor. Rasqa hizo crecer las llamas a su espalda y clavó el bocadillo en uno de sus pinchos como si aquello fuera de lo más natural. Cuando este estuvo bien negro, lo cogió y lo masticó; disfrutaba del crujir del pan quemado.

Las clases continuaron durante el resto del día y así hicieron de nuevo durante los días siguientes. Rasqa mostraba una clara preferencia por los hechizos más simples y por los ofensivos, aunque agradeció a Irianna la variedad de conjuros que le iba trayendo. Al no poder despilfarrar la energía que guardaba, el moloch se vio obligado a confiar mucho en la teoría y en la observación. Memorizar los hechizos era la parte más aburrida, la que más le costaba. Por otro lado, ver a Irianna conjurando y comprobar el funcionamiento de los hechizos se le hizo muy ameno. Cuando las clases acabaron, Rasqa se aseguró de dar las gracias a Irianna y eso que el parqio no era la persona más agradecida de la ciudad.

Giz no fue capaz de responder a los comentarios a traves del comunicador, el goliat  se sentía henchido de orgullo y le costaba no reír de pura satisfacción. Aguantó hasta que fueron llegando sus amigos y acabó contagiándose del aire festivo, echando a reír a carcajada limpia. Durante ese instante se olvidó de todo lo que le había llevado hasta ahí, del motivo por el cual había trabajado sin descanso en superarse con este proyecto.


—Si me matas ahora saldrás perdiendo —respondió a Adara—. He utilizado gran parte de mis reservas en hacerla crecer —. Giz se agachó y le dio una palmada al animal, dedicándole unas palabras para que se tranquilizara. No quería que se asustara al notar a tanta gente sobre ella—. Era una sorpresa —respondió a Noel con una sonrisa que iba de lado a lado de la cara—. No os mentí, quería hacer algo grande. Nació hace unos días y estuve entrenándola, hoy solo quedaba hacerla crecer.

>>Si la hubiese hecho a medias, habría nacido muerta —bromeó ante el comentario de Wen.

Giz estaba eufórico, orgulloso de su trabajo y feliz por ver que todos sus amigos lo apreciaban tanto cómo él. De forma retorcida, la ballena que flotaba bajo sus pies había nacido también gracias a Nasher, pero en un marco un marco tan festivo,  tan de celebrar la nueva vida que les había dado la Luna, Giz lo sentía como algo bueno.

Para resolver las dudas de Gael, Giz tenía algo mejor que palabras.

—Sujetaos bien.

Se sacó una pastilla del interior de un bolsillo, le dio a la ballena una orden para que flotara hacia la bahía y lanzó la pastilla frente al animal. Con un murmullo suyo, la pastilla se deshizo en un banco de plancton flotante. La ballena respondió con un canto que hizo temblar todo su cuerpo. El animal se impulsó con las aletas y abrió su enorme boca para tragar tanto como le fuera posible.

Avanzaba a una velocidad de más de veinte kilómetros por hora, bastante para un ser tan descomunal. Los restos del banco de planctón que no entraban por su boca quedaban atrás, suspendidos en el aire. A Giz no le preocupaba lo que pasara con ellos.

Rocavarancolia no era una ciudad muy grande y, una vez el mamífero se elevó lo suficiente, la costa quedó a la vista.

¡WHOOOA!

―¡WHOOOA! ―¡WHOOOA!―. ¡Me encaaanta, joder! ¡Come, grandullona! ¡COME! ―Parezco una niña pequeña.

»Giz, esta vez te has lucido ―Debe ser la Luna. Y la ballena, ¡me chifla!― Es supermonaygenialdelamuerte. ¿Hace algo más? No es que me parezca poco, joder, que es una ballena voladora. Pero bueno, eso, ¿qué?

El draco tomó asiento a un lado de Wen encima del enorme cetáceo, sin dejar de sonreír ni de deshacerse en carcajadas de forma aleatoria como si estuviera borracho. Probablemente no fuese un adjetivo demasiado descabellado, de todos modos, porque todos los hijos de las tinieblas se sentían borrachos de poder cuando el astro rojo los bendecía con su luz carmesí.
—Puestos a morir podríamos hacerlo a lo grande y estampar a Wailord contra el propio castillo —continuó la broma de Gael referente a aquella vieja anécdota que le había dado respuesta a por qué había vértebras gigantes en el torreón Maciel y había sido motivo para “destituir” de su cargo a un ex miembro del Consejo.

Observó con curiosidad lo que hizo Giz a continuación y volvió a reír estúpidamente imaginándose las caras de quien estuviese observando aquel cuadro: una enorme ballena voladora que cantaba mientras perseguía una corriente de plancton flotante. Hacía unos instantes se le había ocurrido una idea al escuchar el sonido que emitió el cetáceo, y sacó su mp4 para comenzar a buscar una canción en concreto. Cuando la encontró, empleó un hechizo amplificador sobre los auriculares para que la música se escuchase a un volumen decente.
—Esto amerita nuestra propia banda sonora.
La melodía comenzó a sonar mientras sobrevolaban el mar.

Gael rió de forma escandalosa, uniéndose al canto de la ballena, al verla comer tentempiés flotantes, pero su reacción no difería mucho de la de los demás. ¿Cómo no iban a perder la cordura, con la Luna Roja en el cielo y sobrevolando la ciudad a lomos de una ballena enorme?
—¡Me siento como un niño pequeño! ¿Qué crío no habría querido volar sobre una ballena? ¡Ni siquiera aquí volamos sobre ballenas todos los días! —El fuego fatuo se asomó por el borde y gritó a pleno pulmón hacia las calles—: ¡Morid de envidia! ¡No tenéis un amigo tan genial como Giz!

Estaba eufórico, y no pensaba en lo que hacía. La Luna pronto estaría lo suficientemente alta para reflejarse en el mar, y tendrían unas vistas privilegiadas desde allí arriba. A lo lejos, en las montañas, a alguien le había dado por tirar fuegos artificiales, y gracias a Noel también tenían música.
—¿No irá a precipitarse sobre el agua en cuanto la vea, no? —preguntó a Giz riendo—. No me he traído el traje de buzo.

Jack y Erika

El vampiro lamentó durante un tiempo el no haberse enterado del ataque a Wen, pero lo superó días después de hablarlo con ellos. Había contemplado pedirles un comunicador para Elunin para situaciones así, pero lo descartó rápido. El nublino era vulnerable y cualquier rival con uno de sus walkies tendría demasiada ventaja sobre ellos.

Así que el tiempo pasó sin más, yendo y viniendo mientras la crisis pasase. Sus empleados tenían la opción de dormir en las instalaciones del Macetero y Erika se había mudado temporalmente allí después de que sus pociones empezaran a perder efecto. Tenían un plan, sin embargo: añadir más metros a La Bodega para que la bruja tuviera su propio espacio, con opción incluso a tener otro laboratorio allí. Era un plan a muy largo plazo, no obstante, porque el negocio sufría su propio bache por las pesadillas generalizadas, pero creían que se recuperaría.

Y así llegaron a la Luna. Jack estaba aceptando por fin la muerte de Xindra, y aunque la Luna Roja le recordaba a su amiga por los planes de juerga que habían pensado, prefería andarse con cuidado esta vez. Lo preferían. Erika y él tenían hasta una broma al respecto: se veían como "monstruos adultos responsables". Pero no iban a dejar de divertirse por ello. Ni de ver a sus amistades, su familia. Visitarían a conocidos mientras atardecía, pasarían por el Burdel, echarían un rato con sus mercenarios favoritos y después... Improvisar. ¡Era fiesta grande, noche de milagros! No la iban a gastar con planes fijos.

El rubio recibió el mensaje de la ballena en plena recogida del bar. Los escuchó comentar y reír mientras terminaba de limpiar y guardaba varias botellas en la bolsa sin fondo, reservadas para esa noche. Habían quedado Erika y él en que irían juntos desde allí al Cuchitril, pero se pusieron en marcha hacia la bahía tras preguntarles. Iban comentando el suceso. ¡Una ballena voladora!
—Los no-terrícolas van a alucinar cuando la vean —reía la bruja.
—Creo que no veo ballenas desde... Hostia, ¿no cayó una en nuestra cosecha?
—Me suena, es verdad...
—Igual ellos se acuerdan. Pero vamos a ver qué tienen liada allí.

Fueron de paseo, charlando, bromeando. Atajaban y acabaron levitando, pues no querían perderse el espectáculo de sus amigos. Solo hicieron un alto en el camino por la sorpresa de los fuegos desde las Montañas.

Lo primero que escucharon fue el canto de la enorme criatura, seguido de la música y las risas del grupo. Poco después, el vampiro captó el rastro que dejaba algo flotando tras ellos. Olía a mar, a muelle pesquero. Pero opinaban de manera diferente al respecto.
—¡Qué hambre!
—Los voy a matar. No podré beber nada con este olor encima —dijo con una falsa mueca de desagrado.

Bromeaba, pero la rusa le dio un codazo y se sumó a sus risas.
—Calla, aguafiestas. Trae la petaca, anda.

Se la dio y la vio verter un poco en la mano. Sin embargo, no todas las gotas llegaron a la piel sino que flotaron en el aire como burbujas. Rodearon la cabeza del vampiro mientras este la miraba con un falso mohín. Si aspiraba, disimulaban el olor. Pero le hacía gracia la escena.
—Ahí tienes tu plancton, envidioso.

Le devolvió la petaca pero él le cogió y acarició la mano en el proceso. Seguía manchada. Se miraron y se acercaron un poco, prácticamente ambos tiraron del otro.
—¿Sabes que...?
—¿Que te estoy tentando? ¿Que preferirías comerte a cierta bruja bromista? Todo a su tiempo... ¿O quieres que huela a pescado? —Se separaron entre risas pero él le hizo un corte de mangas—. Vaya, hombre, te iba a pedir que me limpiaras de esa forma tan sexy tuya peeero ahora te fastidias.

Le dio un pico, le sacó la lengua y echó a correr hacia la ballena. El otro se quedó tieso en el sitio, perplejo, pero después la siguió entre risas. «¡Pero será posible! Siempre habrá un pez bromista más grande, ¿eh?»

Por fin les alcanzaron por el aire, juntos, aunque pararon a una distancia prudencial de las enormes aletas. Antes de saludar, Erika intentó sorprenderles. Mientras el vampiro volcaba unas botellas, ella las repartía en burbujas de distintos colores y las enviaba alrededor de los Cuchitrileros. Eran del mismo tamaño que las del vampiro, las primeras. Las siguientes, en cambio, llevaban botellas enteras o a medias en su interior.
—¡Ahoy! —exclamó Erika poniendo voz ronca— . ¡Por fin hemos encontrado a Moby Dick!
—¡Menudo bicharraco, Giz! ¡Menuda fiesta tenéis montada! ¿Todo bien, marineros?
—Me habéis dado una idea con lo del plancton así que ahí tenéis el vuestro —reía mientras señalaba las burbujas.

Wen rió encantada con la situación y se recostó sobre la ballena sintiendo las vibraciones del canto del animal bajo ella y las de la magia sobre ella. Aquello era tan relajante. La Luna, la ballena, sus amigos y Noel. Aquellos "pequeños" detalles de sus vidas siempre hacían valer la pena a todo el sufrimiento al que siempre tenían que enfrentarse.

Wen miraba los fuegos artificiales en las montañas mientras disfrutaba de la música que había puesto Noel, cuando Gael preguntó sobre la posibilidad de que la ballena se tirara al mar.

- No, por favor- pidió arrugando la nariz con desagrado ante la idea. Ella era una gran amante del agua, pero dulce. El agua salada siempre resecaba su piel y su pelo e irritaba sus ojos y los bordes de su gema. En cambio, le encantaba retozar por la arena las pocas veces que iban a la playa-. Si va a ocurrir, avisa para echarnos los hechizos pertinentes.

Sorprendida, la vouivre vió como burbujas de alcohol se acercaban a ellos y les rodeaban e inmediatamente las reconoció como obra de Erika, lo que alegró mucho a Wen. "Por desgracia, Erika siempre viene con una sanguijuela pegada a su culo" pensó con sorna.

- Dichosos los ojos- exclamó para saludar a los recién llegados-. Y habéis traído alcohol. Genial. No hacía falta, pero se agradece. No es como os hubiéramos echado de la ballena si veníais con las manos vacías. Bueno, a ti no, Erika. A él sí, él tiene que sobornarnos primero.- comentó de buen humor.

Giz se sentía pletórico, en contraste con las semanas anteriores. Tenía ganas de ponerse a saltar sobre el cetáceo, de celebrar la lluvia, la luna y la ballena que acababa de crear. En parte ya lo hacía, de forma mucho más contenida y estática, pero el goliat daba las gracias realmente por aquellas emociones. Las había necesitado.

—Sería un desperdicio dejarla caer sobre los cosechados —se rió siguiendo la broma de Gael y Noel. Él llegó después de que ocurriera, pero la historia de Maciel era demasiado buena como para desconocerla. ¿Cuántas veces se habrían reído a su costa?—. Y mejor que la mantengamos fuera del mar, no vaya a ser que formemos una ola que ahogue a los del faro.

El entusiasmo de Adara se le contagió, Giz sonrió de lado a lado, arropado por sus amigos y la euforia lunar.

—¿Te parece poco que sea tan grande? —respondió a la ángel negro con tono jocoso—. Este es el séptimo bebé ballena y el primero que flota como Nassandra manda. Los primeros murieron asfiiados por su propio peso y los últimos pesaban menos, pero no se levantaban del suelo. O no del todo —soltó una carcajada—. Pero esta es la buena. —Se llevó las manos a la boca, dispuesto a gritar—. ¿Verdad que sí, preciosa?

La ballena respondió a su voz con un potente rugido que hizo vibrar todo su cuerpo. La cola de Giz se movía bajo el poncho al ritmo de la música. Giz se sentó y, todavía marcando el ritmo con cola y pies, observó el horizonte a lomos de tan tremendo animal. Había algo mágico en todo aquello, algo más allá de la energía y los precios, de rescoldos y hechizos. ¡Estaban sobrevolando la ciudad sobre una ballena porque podían! Porque él lo había hecho. Esa maravilla era de ellos. Y en ese ellos cabían también los recién llegados. Giz los saludó agitando la mano con más fuerza que de costumbre.

—¿Os gusta? —les preguntó como un padre orgulloso de su hijo.

Mientras esperaba respuesta, dio las gracias por la bebida. Giz no tardó mucho en explotar una burbuja morada para agenciarse una botella. La abrió con cuidado y dio un trago largo, descuidado. ¿Podía ir mejor la noche?

El sueco no paraba de sonreír y de carcajearse a cada poco, totalmente contagiado de la euforia colectiva. No es que él mismo no viniese con su propia ración de influencia lunar, pero las sensaciones se multiplicaban al estar rodeado de los suyos en el mismo estado.
—Es como si fuera Navidad en junio. Solo que mejor, porque en lugar de Santa Claus a traernos un jersey feo, viene el Capitán Lagartijo con una fucking ballena —respondió a la pregunta del goliat acerca de su creación—. Este sería el momento de vaciar una botella entera a la salud de Giz y Wailord —comentó entre risas tras el arranque de Gael.
De pronto fue como si una entidad superior, la propia Luna Roja posiblemente, le hubiese escuchado. Una burbuja de un llamativo color plateado pasó por delante de él y el sueco alargó la mano hacia ella para encontrarse con una botella.
>>¿Pero qué…? ¡Ah, claro!

Su mente hizo la conexión justo antes de ver claramente las dos figuras que se sumaban a la fiesta y empezó a abrir su botella, que resultó ser ron del bueno, sin dejar de sonreír ampliamente ante los comentarios de Wen al respecto de la aparición de la pareja.
—Erika siempre es bienvenida, y encima es como si me hubiera leído la mente —alzó la botella hacia la bruja de las burbujas y le dio un trago—. A ver, Jack, ¿tú que nos ofreces? Y nada de intentar vendernos humo.

Tras reírse estúpidamente de su propio juego de palabras, observó a Adara que al parecer había acabado con una botella del mismo tipo de licor que él, cosa que era fácil de deducir al oírla hablar como un pirata.
—Creo que tengo una canción bastante apropiada aquí, a ver… —Justo en el momento que iba a manipular el aparato para buscar, empezó a sonar otra canción del mismo grupo, ya que estaba puesto el modo aleatorio—. Esta casi mejor que no: a mí me parece que da un ambiente estupendo a cualquier situación, pero estoy seguro de que es una opinión impopular —comentó entre risas mientras ya buscaba la canción correcta—. Mucho mejor.
Su cola también se balanceaba al ritmo de la música, casi sincronizándose con la de Giz.