Puente del Abismo

Wen guió a los chicos lo mejor que pudo, teniendo en cuenta que esa parte del mapa no la había estudiado del todo bien, por lo que, al llegar a una zona que no recordaba que se encontrara en el mapa, se desconcertó. “Juraría que esta parte del mapa la había revisado entera.” Se dijo y quiso confirmarlo sacando el libro de mapas, pero no fue capaz. La profunda hendidura que había en la tierra la estaba llamando. No sabía cómo, ni por qué, solo sabía que le estaba hablando a ella y que tenía que responder; acercarse y responder. Wen se colocó a la espalda el arco como si todos los peligros de los que se protegía en cada salida hubieran desaparecido, como si la ciudad no encerrara para ella un final trágico, y se acercó al abismo con la mirada casi perdida.




P.D.: Otra vez la primera. Estreno zona. Que ilu me hace, que ilu! xD

Wen parecía perdida. Y a decir verdad Nasher también se sentía así... No reconocía los olores de aquel lugar, era una zona completamente nueva y le hacía sentirse algo inseguro. Se pusieron en guardia, acercándose con cautela al descomunal agujero en la tierra que parecía tragarse la luz. Había un puente que lo cruzaba. Nasher hizo una mueca ¿Cuántos puentes habría en la ciudad? << Supongo que tantos como agujeros...>>

Wen se acercó a la baranda de hierro y Nasher le imitó. Algo había allí abajo que había llamado su atención. No vio nada, tampoco olió nada, allí abajo no había más que oscuridad.

-¿Qué...?

¿Alguien le había llamado? Eso creía. Pero allí no había nadie... Buscó con la mirada a los que le acompañaban y ninguno de los dos parecía haber abierto la boca. Quizás fueran imaginaciones suyas. << Nasher, te estás volviendo loco...>> Pero ahí estaba otra vez. Era una voz... que se le hacía extraña y conocida al mismo tiempo. Nasher se apoyó sobre la baranda, atento a cualquier sonido...

Wen escuchó en silencio las palabras del abismo. Embelesada por lo que decía, se fue acercando más y más al borde, parando a dos pasos de este. El abismo tenía razón, aunque ella no se considerara una asesina, era probable que el resto del torreón sí. “A sus ojos soy como Enna.” Se dijo hipnotizada por las palabras del abismo.

Siguió prestando atención al abismo, escuchando sus palabras e inmersa en ellas, como si tuvieran la solución a todos sus males y sus preocupaciones. “¿A casa?” se preguntó dudando por unos instantes. “Yo no quiero volver a casa, Rocavarancolia significa libertad.” Pero rápidamente el abismo volvió a tener su atención cuando siguió hablando.

“Débil, débil, débil, eres débil,…” resonaba en su mente. “Un paso, solo un paso, y todo acabará.” Se dijo, dispuesta a darlo, pero su propia voz, con un tono infantil, como si fuera su yo de 12 años, resonó en su mente. “¡No! Suicidarse es de débiles. La muerte es fácil, seguir adelante es lo difícil. Llevas toda la vida saliendo adelante, Wednesday, afrontando la vida. Demostrándole a esos padres que nunca tuviste lo que se perdieron.”

Wen despertó de su aturdimiento sacudiendo la cabeza y dando un rápido paso hacia atrás. Tenía que alejarse de ese abismo, había estado a punto de caer y podía volver a convencerla para que finalmente lo hiciera. Tenía que salir de ahí. Antes de echar a correr sin mirar atrás, se dio cuenta de que Kestel y Nasher se encontraban al borde del abismo, como ella había estado minutos antes. Con un rápido tirón al brazo de Kestel, consiguió alejarlo del abismo y que despertara de su aturdimiento. Cuando comprobó que el libense estaba a salvo, agarró el brazo de Nasher, tirando de él. Wen dio gracias de no tener que ocuparse de Matt, que en ese momento ya estaría en la biblioteca consultando su problema gracias a sus indicaciones. Dos compañeros que salvar del suicidio ya era suficiente.

<< Ciego...>> ¿Y qué tenía de malo? << Que no he sido yo el que ha muerto...>> Nasher ya había pensado en todo eso, se repetía en su cabeza la misma cantinela, todo el tiempo, siempre lo mismo desde... Desde la primera muerte. Había tomado a sus compañeros de torreón como su nueva familia, su nueva tribu, pero ¿qué sabía de ellos? << Está claro que nada>> Nadie le decía nada, nadie le ofrecía nada, y aún así confió en ellos. Y lo peor de todo es que no había repercutido sobre él. El estaba vivo, allí, de pie, mirándo ese estúpido agujero que le decía cosas que ya sabía << Me las recuerda...>> Y si el abismo lo sabía, los demás tendrían que saberlo también. << Yo estoy vivo...>> Y no era justo. No podía ser justo que él tomase las malas decisiones y muriesen los demás << Lief podría haberse salvado>> Conocían hechizos de curación, tenía los medios << Pero no la capacidad>> ''O no el interés'', parecía decirle la oscuridad. Habían muerto por su culpa, todos por su culpa. No tenía derecho a enfadarse con Enna o con Res, no podía hacer algo así cuando ni siquiera él era perfecto. << ¿Qué hago aquí como un idiota? Debería ir con los demás... A lo mejor puedo disculparme con Lief por todo...>>

No era tampoco la primera vez que pensaba en ello. En realidad estaba cansado de pasarlo mal, de esforzarse y preocuparse por todo y que no sirviese para nada... << Yo me iré y ellos estarán mejor. Yo estaré mejor>> Cogió impulso y se aupó a la barandilla, inclinándose casa vez más sobre el abismo. Estaba a punto de precipitarse cuando algo lo agarró del brazo.

El regreso a la realidad fue como un cubo de hielo sobre su cabeza. Acabó no supo como tirado en el suelo, junto a Kestel. Wen jadeaba a su lado-

-¿Qué ha pasado?- preguntó con voz ronca y las mejillas húmedas.- Yo... yo iba a saltar, yo iba a buscar a Lief y a Cira- se dijo, y se levantó con urgencia con la intención de volver al abismo.

Wen tiró de Nasher con todas sus fuerzas con ayuda de Kestel, pues parecía decidido a tirarse al vacío. Cuando por fin pudieron tirarlo al suelo, alejándolo del abismo, Nasher parecía dispuesto a acercarse de nuevo.

- ¿Estás loco? ¿En serio quieres matarte? ¡Nasher, es una maldita prueba, como todas las que nos pone la ciudad! - le gritó intentando liberarle de la ensoñación que producían las palabras del abismo.- Nos pone a prueba a todos, algunos pierden como ellos, otros ganan como nosotros. Siempre te he considerado un chico valiente, no me hagas cambiar de opinión a estas alturas.

Wen se levantó rápidamente, sacando su arco de la espalda y cargándolo en un mismo movimiento.

- Kestel, eres fuerte, arrástralo si hace falta, pero no dejes que vuelva al abismo. - le ordenó al libense antes de ponerse en cabeza.- Salgamos de aquí.


Sigue en la Casa Gamides.

Nasher casi gritó de rabia cuando de nuevo le arrastraron lejos del abismo. Quería ir con los demás, quería acabar con todo. Pero su destino no parecía opinar lo mismo, y sus compañeros tampoco. Al final se rindió y se queró en el suelo, gimoteando. Las palabras de Wen le extrañaron << ¿Valiente? ¿Yo?>> Nunca se había tenido como alguien especialmente valiente. Lanzado, imprudente tal vez, pero no valiente... ¿O sí?

Es hora de volver a ponerse en camino. Nasher mira de nuevo el avismo y ya no siente atracción, en su lugar, desea alejarse de él lo antes posible. ¿Cómo ha podido llevarle hasta ese extremo? << Estaba a un solo paso, un salto>> Se puso en pie y siguió a Wen y a Kestel que lo vigilaba por si volvía a acercarse al agujero. Y los tres emprendieron la marcha hacia Gamides.


Sigue en la Casa Gamides.

Los sucesos posteriores a la captura de los responsables de Varanubliagálago no son demasiado destacables y enseguida pierdo el interés por lo que sucede con el nigromante. Además piensan dejar la grotesca imitación intacta, y creo que no soy el único al que le hubiera gustado volarla en pedazos para siempre. Sin embargo, ahora que los gritos de los deformados ya se habían apagado casi por completo y la relativa calma era predominante en el ambiente, la presión mental a la que había estado sometido durante casi todo el evento y que había tratado de mantener a raya manteniéndome ocupado observando lo que sucedía, me sobreviene de nuevo. Un leve mareo acompañado de una arcada provocan que me doble ligeramente por la mitad y me tenga que sostener contra la pared de un edificio cercano. Esperando que nadie se esté fijando en mí me pongo en marcha de nuevo, siguiendo a los demás que ya se dirigían hacia el portal tras haber recibido la orden de retirarnos. Camino en silencio y con expresión seria hasta ponerme a la altura de mis compañeros del cuchitril para después cruzar el portal junto a ellos.

Una vez de vuelta en la ciudad, tras haber avanzado apenas unos metros por las calles de vuelta a casa en completo silencio, me paro en seco y hablo sin mirar a nadie en concreto.
-Seguid sin mí, ya volveré a casa más tarde –anuncio con voz monocorde justo antes de alzar el vuelo y perderme entre las ruinas de la ciudad.
La dirección que tomo es completamente aleatoria y aterrizo cuando considero que me he alejado lo suficiente. No me apetecía hablar con los demás sobre lo ocurrido todavía, el recuerdo de experimentar sensaciones tan contradictorias al mismo tiempo seguía vivo en mi mente como si aún estuviera ocurriendo. ¿Por qué no podía ignorarlo como hacía normalmente? A estas alturas ya debería saber… Debería haber aceptado todo lo que conllevaba el cambio. Pero no era tan fácil. Nunca antes me había visto en una situación como esa, ni se me había pasado por la cabeza imaginármela. ¿Qué pasaría si se repetía más veces? ¿Qué es lo que debería hacer? Iba a acabar por volverme loco finalmente… Detengo mis pasos para fijarme en el lugar en el que estoy. No reconozco el lugar y me acordaría de él si hubiese estado aquí, pues una profunda grieta atraviesa la zona. Lentamente me acerco a ella, comenzando a atravesar la hendidura por el único puente que hay a la vista.

Según me acerco a la grieta empiezo a escuchar un cúmulo de voces confusas al principio pero que poco a poco va cobrando sentido. Movido por algo que parece más que simple curiosidad me voy acercando cada vez más. La maraña de sonidos es prácticamente indistinguible de los gritos de desesperación que había oído en la indiscriminada masacre de la que había sido partícipe. Salvo que no me producía ninguna satisfacción real, tan sólo el recuerdo de la sensación que no quería abandonarme con la facilidad que desearía. La macabra imitación de los gritos comienza a hablarme y no puedo hacer sino escuchar lo que dice.

"Lo bastante despreciable para no ser humano. Lo bastante cobarde para no ser un monstruo". Las palabras resuenan en mi cabeza y tan sólo puedo mirar al vacío sin moverme, completamente paralizado escuchando el coro de voces que se aúnan en una sola para sentenciar de forma directa en mi mente los pensamientos que tantas veces me han atormentado. "Egoísta." "Vengativo." "Hipócrita." "Sádico." La retahíla de adjetivos se clava como certeras flechas guiadas con precisión y un escalofrío recorre mi espalda.
-Yo no… -comienzo a decir entonces para callarme de golpe nada más empezar.
Era cierto. ¿Cuántas veces lo habría expresado incluso en voz alta? No tenía sentido negarlo, ¿a quién se lo estaba negando después de todo? Engañarme a mí mismo nunca había formado parte del elenco de estupideces que podía llegar a hacer.

“¿Por qué no paraste?" ¿Por qué no lo hice? ¿Por qué soy incapaz de no dejarme llevar por la ira o el instinto? Porque así soy, un ser odioso y sádico que no puede soportar escuchar las risas de los demás.
Un amago de sonrisa deformada asoma en mis labios mientras sigo escuchando las palabras que descargan sin clemencia las voces, desgarrando sin compasión el frágil velo que había creado como barrera en mi mente para mantener a raya los mismos pensamientos que ahora se me presentaban en aquella siniestra sinfonía de crueldad y certeza. "Egoísta." "Vengativo." "Hipócrita." "Sádico." "No puede volver a ser quien era, no tiene agallas para convertirse en lo que es..." "Jamás cambiará." "Sólo dando tumbos y suplicando comprensión de sus amigos..." Un ligero temblor empieza a sacudirme y aprieto los puños con fuerza. Las primeras carcajadas escapan de mis labios de forma entrecortada y espasmódica. Como si estuviese realizando una sarcástica parodia de las esporádicas risas que de tanto en cuanto sueltan las voces, comienzo a reír finalmente de forma desquiciante, de una manera muy parecida a como lo había hecho en otras ocasiones cuando me alimentaba de magia.
-¿Quién cojones habita ahí abajo, el Capitán Obvio? ¿Crees que no soy consciente de todo eso? –comienzo a decir en voz alta mientras todavía me río de forma espeluznante.

Todavía sacudido por los temblores que me provocan las carcajadas me dejo caer al suelo con una garra cubriéndome el rostro.
-Pero te equivocas en algo… -empiezo a hablar de nuevo, la risa apagándose según lo hago- Ellos no me desprecian. Ni siquiera ella, a pesar de todo. Estoy tan seguro de eso como de que el resto es cierto, sino más. ¿Silencio? No es silencio lo que quiero, ya se traten de gritos o risas.
Fue entonces cuando escucho una voz que me llama, una que no tenía nada que ver con las retorcidas voces que hasta ese momento habían estado intentando convencerme de que me lanzase al vacío, y que hace que definitivamente abandone el estado hipnótico al que me había sometido aquel lugar.

Wen no había querido ir la aparición rocavarancolesa planeada para la inauguración de Varanubliagálago, una copia, a su parecer, bastante pobre de la imponente catedral roja. No era que no se viera capaz de sobrellevar lo que ahí ocurriera, sino que el consejo había considerado que era demasiado joven como transformada como para ir, de lo que la vouivre no se quejó. “Aprovecho y adelanto con mi estudio de magia y trabajo.” Pensó sin darle importancia.

Pasó toda la tarde vigilando la puerta y leyendo magia cuando esta era poco concurrida. Cuando terminó su turno, se dispuso a prepararse algo de comer, cuando en el suelo vió un talismán que le era familiar. “Es de los de Noel.” Reconoció al instante. El draco los solía llevar encima cuando iban a hacer algo que requiriera algo de magia, por lo que seguro que se lo había dejado esa mañana, ya que la idea principal era la de ir a un mundo vinculado a cazar. La británica sabía que el sueco tenía mucha estima por sus pertenencias, ya que en esos momentos eran escasas, por lo que decidió ir a devolvérselo.

No le dio tiempo a tocar la puerta del cuchitril cuando vió aparecer a Gael y a Toima por la calle. Les preguntó que dónde estaba Noel y estos le respondieron que se había ido solo, por lo que Wen decidió ir a buscarle. Podía haberle dejado el talismán a Gael para que este se lo devolviera, pero no le gustaba que después de lo que fuera que hubiera pasado en Nubla, Noel estuviera rondando solo por ahí.

Transformada en serpiente y ayudada por un hechizo de rastreo, Wen comenzó a seguir a Noel desde el portal a Nubla hasta llegar a una zona que le resultaba familiar. Los recuerdos eran borrosos, pero en su cabeza aun podía oir las voces de Kestel y de Nasher y las de ese horrible lugar. Por esa zona estaba el abismo.

Wen comenzó a preocuparse. El abismo casi hizo que Kestel, Nasher y ella se suicidaran, solo consiguió salvarles un segundo de lucidez de la británica. A pesar de la experiencia del draco, era inevitable que no tuviera miedo de que el poder del abismo atrapara a su amigo. Y así fue. Cuando Wen llegó, Noel había comenzado a reir de forma desquiciada, casi psicótica. Le gritaba al abismo entre risas espeluznantes.

Wen se acercó al draco lentamente, oyendo lo que este decía una vez cayó al suelo. “¿Despreciarle? ¿Quién? ¿Nosotros? ¿Qué tonterías le está diciendo el abismo?” se preguntó con el ceño fruncido, para luego darse cuenta de la tontería que se decía. “Solo busca que te tires, diría cualquier cosa con tal de que calleras a él.”

A la británica no le pasó por alto la alusión a una “ella”, la cual no sabía a quién se refería, ni tampoco le extrañó que el abismo le hubiera prometido silencio, cosa que Noel rechazó para su asombro. La vouivre decidió sacar a Noel de ahí antes de que el abismo realmente lo convenciera para que se tirara.

- ¡Noel! -gritó Wen.- ¡Noel, ven! - volvió a gritar, aunque ella también se acercaba al draco, cogiéndole del brazo y estirando de este para alejarlo del puente.- Vámonos de aquí…