Biblioteca Mágica

Xalkoth:

-E... había... libros... decían cosas...-  El clinger estaba asustado, pero tan absurdamente como le vino el miedo también se le fue, sin más, momento en el que se despegó de Archi. Había aparecido alguien nuevo, regañándoles al parecer.
“Eso os pasa por gritar como locos... ¡Oh espera! ¿Fui yo? Ehm...Ups”
Acto seguido se acercó hacia el extraño tanto como pudo, y se puso de puntillas para pegar su cara a la del desconocido. -Y tú quién eres?-
La reacción del mamífero fue el moverse un poco a su izquierda y avanzar, dejando al clinger  a su espalda e ignorándolo completamente. En ese momento también fue cuando Xalk perdió el equilibrio y se dio de morros contra el suelo.

Valek:

Noté el movimiento de alguien más por detrás, y me volví a tiempo para ver a una ulterana pelirroja caerse. Apenas unos instantes después ya había gente ayudándola. “Llega a pasar en mi grupo de cosechados y nadie ayuda. Eso suponiendo que no la pisen para que no se levante”
Lo siguiente que pasó fue con el bicho gigante. Se pegó a mí sin razón alguna, y en respuesta me hize a un lado y avancé hacie el resto, ignorándolo descaradamente. Escuché el golpe que se pegó pero no me volví.
Las preguntas no tardaron en llegar, y me sorprendió lo rápido que el irrense me había calado como rocavarancolés. "¿Será porque en su mundo están más acostumbrados a verlos?"

-No y sí- Respondí a la varmana y al irrense respectivamente. Bueno, suficiente. Ahora mejor seguir con lo mío.
-Ahora si no os importa, vuelvo a mis asuntos.

Abrí el libro allí mismo y, leyéndolo, comencé a dirigirme de nuevo a donde estaba antes de que me hubieran interrumpido los gritos.

Como le había ocurrido la vez anterior, Lara no tardó en desprenderse del resto y acabar perdida entre las estanterías. Era consciente de que no podía sacar más libros (tampoco quería sustituir a su Milo), así que quería aprovechar para leer tanto como pudiera mientras estuvieran allí.  Dedicó su buen cuarto de hora a buscar libros de ayuda para madres primerizas en la ciudad y recetas de cocina. Sin embargo, solo tuvo suerte con lo segundo. <<¿Es que aquí nadie tiene hijos?>> acabó preguntándose mosqueada. Por si eso fuera poco, el hecho de que no llegara a las baldas más altas también la ponía algo nerviosa.

Tras hacer uso de una silla, pues todavía no sabía usar el conjuro de volar, y consiguió un libro con recetas exóticas. Tardó un puñado de páginas en arrepentirse: las imágenes de aquellos platos le daban hambre, pero los ingredientes no sonaban a nada que ella conociera o que fuera asequible para ellos. <<Cuando sea una afín poderosa y haya sacado a mis hijos de este sitio, volveré a por esto y haré un buen plato de cuscús con mortadela en casa. Sea lo que sea>>. Continuó leyendo solo por no privar a su vista de lo que ya privaba a su paladar, pero sus pensamientos se habían desviado a su padre y a su madre en aquellos momentos. Había pasado una barbaridad y hasta entonces no había tenido tiempo para echarlos de menos. O no había querido tenerlo.

Se encontraba repasando el apartado de los postres cuando le sobrevino un ligero susto. En ese momento, cerró el libro y miró alrededor; no sabía muy bien de qué se preocupaba. <<Tal vez pasó alguien cerca y lo oí...>> no se le ocurría una excusa mejor. Finalmente dejó el compendio de recetas en la mesa y buscó a sus compañeros. Los localizó a todos en un mismo punto, a todos salvo Shaco, de quien esperaba una entrada triunfal en cualquier momento. <<Lo mismo nos sorprende, saltando desde alguna estantería...>> acabó pensando.

—¿Nos queda mucho por aquí?—preguntó a nadie en concreto. Lara quería volver a la torre, con sus niños.

Marsi corrió a ayudarla con los libros, seguida de Archi unos instantes después, gesto que la ulterana les agradeció con una tenue sonrisa, sin apartar la vista del supuesto rocavarancoles. Xalk, haciendo gala de su falta de prudencia, decidió pegar al rostro al del desconocido, pero por suerte este le ignoró, causando que el clinger se cayera de bruces. La pelirroja se acercó al insecto y lo puso en pie mientras el chico extraño respondía con monosílabos a las preguntas de la varmana y del irrense. Al parecer si que era rocavarancoles, pero no trabajaba allí. Eso fue todo lo que supieron de él antes de se perdiera entre las estanterías.
—En un concurso de debate lo expulsarían por explayarse —comentó con tono irónico para si misma, asegurándose de que el bicho estaba bien y tratando de olvidar aquel encuentro tan repentino y fugaz.

Los libros que había traído descansaban en una mesa cercana, e iba a comentar con sus compañeros cual debía llevarse, cuando apareció Lara preguntando si les quedaba mucho.
—Hmm... yo no se que libro coger —dijo por fin, echando un vistazo por enésima vez a los libros que había reunido mientras sus dedos jugueteaban con la punta de su trenza—. Hay de muchos temas, ¿qué es lo que aun no tenemos en el torreón?

Archime observó como el rocavarancolés se alejaba mientras se subía las gafas. Incluso para alguien con la ineptitud social del biomecánico resultaba evidente que aquel habitante de la ciudad no quería ser molestado por lo que no insistió más. Tras terminar de amontonar un último libro sobre la mesa más cercana, se acercó a Baurus ya que el humano había aparecido preguntando qué había sucedido. Tras explicarle brevemente que se habían encontrado con un rocavarancolés, le explicó que necesitaban llevarse el libro de runas y le preguntó si podía sacarlo él. El humano terminó aceptado, por lo que Archime le tendió el libro para que lo llevase hasta que salieran del edificio y fue entonces cuando escuchó la pregunta de Keiria.

—Contamos con las materias más básicas cubiertas. No obstante, he estado buscando información sobre la Luna Roja pero la mayoría de tomos que hablan sobre ello son gruesos...
Tras un intercambio de opiniones con la ulterana, la chica decidió que se llevarían uno de aquellos libros. Al fin y al cabo parecía algo importante en su papel como cosechados y el irrense tenía intención de volver a la biblioteca pronto para recabar información. De esta manera no hacía falta una nueva visita y era probable que descubriesen algo para el interés común.

Les costó un tiempo decidirse por uno, pero poco después de la aparición de Lara preguntando si faltaba mucho, cogieron un tomo que parecía contener bastante información pero sin llegar a ser excesivamente denso. Y sobre todo estaba escrito en idiomas que podían traducir con el diccionario, además del propio rocavarancolés común. El biomecánico caminó hacia la salida, satisfecho con los libros que se habían obtenido cuando se detuvo en la entrada. Miró a su alrededor unos segundos antes de girarse hacia el resto.
—¿Dónde está Shaco?

El aprendiz llegó a la biblioteca. Abriendo un poco la puerta comprobó que seguian dentro. Decidió esperarles fuera mientras terminaba de tratarse las heridas con hechizos y se lamentaba por el daño a su ropa. Estuvo conteniendo las lagrimas por el daño a su camiseta favorita del capitán america, pero no fue hasta que se dio cuenta que su bufanda habia salido dañada tambien y entonces el joven ruso se sumió en la más sincera melancolia mientras una profunda tristeza que no sabia de donde venia se apoderaba de él. Acariciando las costuras dañadas con una esperanza de que se se repararan, una voz al otro lado de la puerta. La voz de Archi si no se equivocaba. Preguntando por él.

Tras un breve segundo de asombro porque se preocuparan por él, se aclaró la garganta y entró de nuevo en la biblioteca con un grácil salto. Aterrizando dramáticamente, sacudió la cabeza con cierto aire molesto habló, imitando a Archi primero.
-¿"Dónde está Shaco", preguntas?-añadió con su voz épica. Alzando el pulgar y señalandose a si mismo, siguió hablando con el mismo tono.-¡Yo soy Dio Brando!-

Tras un instante de tensión en el que le lanzaba la mirada seriamente al irrense, acabó por no poder mantener la seriedad y dejando escapar una larga y exagerada carcajada, cayó de rodillas al suelo, desternillandose. Limpiandose las lágrimas mientras la risa moria, se incorporó.
-Pero estoy aquí, sí.-

Se fijó que estaban centrados en ver el pésimo estado en el que se encontraba su ropa y como estaba lleno de polvo, además de que alguna que otra herida que se le olvidase de curar del todo y, con una risa nerviosa, se lo explicó a los presentes.
-¡Es que queria que ver si todas las leyendas que se cuentan sobre los pisos de estudiantes son verdad!-poniendo una cara cargada de terror, dijo, a continuación-¡Son todas verdad!-Para finalmente, romper en una última y poderosa carcajada.

De no ser porque Shaco tenía algunas heridas, Lara ni habría pensado que le pudiera haber pasado nada grave. Al fin y al cabo solo estaba en la puerta con la ropa rasgada, riéndo y con su habla inentendible habitual. La ordesa se habría creído antes que había decidido hacerle un cambio radical a la ropa y había estado dando volteretas por el suelo. Sin embargo, con los rasguños que tenía no pudo evitar preguntar.

—Shaco... ¿Qué hocicos te ha pasado? ¿Te ha atacado algo? ¿Estás bien?—se acercó a él y le curó las heridas que se había olvidado el propio humano. Si de verdad le había atacado algo y estaba tan campante, Lara acabaría dudando de su salud mental. <<Hasta yo tengo unos límites...>> se dijo entre divertida y preocupada.

La respuesta del extraño fue escueta. No parecía querer hablar más, parecía ocupado, y Marsi no vio prudente insistirle con nada. Se alejaron de él y ya estaban plantenadose irse cuando notaron la ausencia de un miembro del grupo. No tardó en aparecer, con la ropa desgarrada y algun que otro rasguño,y aunque parecía entero, estaba claro que había salido por la ciudad él solo.

Marsi se acercó a él con cara de no comprender qué estaba pasando, como si el chico fuese una aparición, o algo completamente fantástico o irreal. Por un instante pareció que iba a acariciarle la cara, pero al final le dio un puñetazo.

-¿Tú tienes estiercol en el cerebro?- dijo entre dientes, sin atreverse a gritar- ¿Después de todo lo que hemos visto, y sales solo? ¿Y vuelves hecho una piltrafa como si nada, tan feliz y contento?

Marsi siempre se había considerado una persona tranquila y sensata, pero en los últimos días tenía los nervios a flor de piel. No solo oía su nombre en el aire como los locos, sino que encima estaba rodeada de lunáticos, y en una ciudad donde todo quería matarte solo significaba que su alma tenía muchas posibilidades de ascender pronto.

-Estas.... Algo no funciona en tu cabeza, definitivamente algo no funciona en tu maldita cabeza. Vas por ahí a lo loco, parece que no te importa una mierda todo lo que está pasando, siempre con esa sonrisa de lunático y esa risa estridente. Me... me pones de los nervios- hizo un amago como si quisiese echarle las manos al cuello, pero no fue más que eso, un amago. << Nosotros comprobábamos todos nuestros movimientos, teníamos cuidado, y aún así perdimos a Neith, estos no hacen más que actuar de forma impulsiva y siguen todos de una pieza, no lo entiendo>> Era un sentimiento amargo e injusto, y Marsi tampoco le deseaba ningún mal a los de Maciel, pero su valor y su cabeza fría podían flaquear en cualquier momento, la ciudad se había reido muchas veces en su cara, y aún así tenía la sensación de que ninguno de sus compañeros era totalmente consciente de la gravedad de la situación en la que se encontraban.

-Eres idiota-concluyó finalmente. Y encabezó la marcha de vuelta al torreón.

Sigue en la Cicatriz de Arax.

Aun habiendose explicado, parecia que algunos no terminaban de creerse la historia que el aprendiz habia improvisado. Riendo nerviosamente, decidió profundizar en su mentira, dándo detalles que quizás podrian engañarles y hacerles que de verdad le creyesen la mentira.
-¡Si, si! ¡El suelo estaba hecho un asco! ¡Habia bolsas de doritos vacias por todas partes, cleenex y cucarachas del tamaño de un perro! ¡Así de grandes!-dijo, mostrando el tamaño de supuestas cucarachas con las manos abiertas enfrente a él.-¡Eran tan grandes, que se tendrian que llamar mutarachas!-añadió, riendose su propio chiste, ya que nadie, de nuevo, lo pillaba.
-¡Fue una de ellas la que me hizo todos estos rasguños y destrozó mi bufanda y camiseta favoritas!-siguió explicando, algo nervioso.-¡Era un camionero mejicano que se llamaba Juanestroso el velludo y tenia este par de tatuajes en él...-la voz del aprendiz murió de pronto cuando algo inesperado sucedió.
En mitad de la explicación, Marsi que habia guardado una relativa calma y silencio hasta ahora, se acercó peligrosamente hacia él, mientras el aprendiz por su parte retrocedia hasta toparse con la pared y tener a la chica dentro de su zona de comfort. Cerca, muy cerca, pasó la mano de su cara, pareciendo una caricia. El aprendiz estaba sudando y tembloroso y su cara habia adquirido dos tonalidades de rojo de más. Antes de que pudiera preguntarle nada, el chico, intimidado por la cercania de la varmana, no tuvo apenas tiempo en reaccionar ante el gesto de la chica que entonces se habia convertido en un cerrado puño de dolor y golpe.
-¡Massachusetts!-exclamó de dolor cuando recibió el puñetazo, que le desequibró y le hizo colisionar con la pared con fuerza. Agarrandose la cara con una pequeña lágrima resbalandose por esta, miró a Marsi que, entonces, habia dejado atrás todo gesto amable o bonito y se habia convertido en una especie de furia que recriminaba e insultaba al aprendiz por haber salido solo. Sentado a recibir su sermoneo, el joven ruso no pudo hacer otra cosa salvo que quedarse ahi y recibirlo con cara de un ciervo al que apuntan con las largas, sin entender muy bien que habia hecho él para enfadarla hasta ese punto.
Con un último insulto, la varmana dejó al aprendiz tirado en el suelo y tan impactado y sorprendido como habia estado desde el primer segundo. Vaciló un par de segundos más y, tras encogerse de hombros, soltó algo que sonó muy falto de firmeza.
-¡Tsunderes! ¡No puedes vivir sin ellos, pero te hacen la vida innecesariamente más complicada! ¿Tengo razón o no?-soltó, añadiendo una poderosa carcajada al final que lentamente fue muriendo. Girandose en seco, acabó por salir tambien. Quien fuera que le mirase el rostro entonces, o bien al salir de la biblioteca o al volver hacia Maciel, podria apreciar que una marcada desolación y confusión lo poblaba, como carcomiendole desde dentro.

Sigue en la Cicatriz de Arax.

Con un ligero chirrido, la puerta se abrió. El chaval se quedó mirando al interior, algo suspicaz, antes de finalmente adentrarse. Cerró la puerta tras de si, y se puso manos a la obra. Buscaba libros. Obviamente, estaba en la biblioteca. Pero no buscaba un tema en concreto. Buscaba pistas en los libros. Pistas que, a primera mano podrian haber pasado desapercibidas, pero que ahora, con su nueva forma de ver y afrontar las cosas, sabia que seria capaz de reunir los fragmentos y sacar algo en claro.

No habia hecho nada más que empezar y los fragmentos caoticos se le apilaban. Llevaba una pila de ocho libros encima y no habia ni terminado la primera de las estanterias. Decidio ser paciente y resoluto para afrontar la abalanza de información que se le cernia encima. Después de todo, toda o casi toda la cultura rocavarancolesa giraba entorno a la Luna Roja. A su adoración, a las supuestas bendiciones, como un dios, que otorgaba a sus fieles. La Luna Roja. El gran misterio alla donde hociqueaba el chaval. Se mencionaba en textos separados e irrelacionados como era una guia de cuidado de grandes aves y, por ejemplo, un libro de cocina básico. Toda su cultura giraba entorno a ese gran misterio que para el chaval, hasta ahora, solo habia significado la liberación. El poder escapar de aquella ciudad maldita cargada de muerte y desdicha para poder volver a la Tierra y desentrañar los misterios de su pasado. Guiandose por las anotaciones, memorizando los pies de página y sus propias notas, se abrió paso entre libros y libros. Y nada ni nadie parecia ser capaz de detenerle cuando estaba tan concentrado en algo.

;-;

Tenia un pequeño fajo de hojas, llenas de información, teorias y paranoias. El chaval habia estado trabajando sin descanso hasta que el sol cayó y, fue entonces, cuando se llevó una desagradable sorpresa. El bibliotecario, haciendo gala de una habilidad inigualable para tocarle la moral, le puso de patitas en la calle sin previo aviso, alegando que no podria quedarse a dormir. El chaval quiso aclararle que no tenia intención alguna de dormir en ningun lugar, pero el espiritu cerró la puerta al instante. Frunció el ceño y soltó un gruñido molesto. Tenia el fajo de escritos enrollados en una mano y, con la otra, se frotó los párpados, notáblemente cansado. De nuevo, otro contrarreloj se le añadió, otro problema. Comenzó a llenarse de diferentes hechizos de proteción y puso camino hacia el único lugar donde sabia que estaria seguro.

Sigue en la Avenida de las Casas Carnivoras.

Tap había encontrado por fin un edificio con las condiciones necesarias para habitarlo: roto, abandonado y con unas pintas tan asquerosas que echarían para atrás a cualquiera. El poltergeist estaba harto de tener que lidiar con la convivencia en la Sede y quería mudarse tan pronto como fuera posible. De ahí que estuviera buscando nuevos métodos para proteger la que sería su nueva colmena.

El muñeco de Tap se encontraba sentado sobre la mesa, apoyado gracias a su primer par de brazos y con un libro entre las piernas. De vez en cuando, la cabeza del juguete quedaba colgando y el libro pasaba de página solo. El poltergeist estaba estudiando los explosivos osmóticos para añadirlos como método de defensa para su panal en construcción. Sin embargo, no había previsto lo que necesitaría.

—Fuegos... —la voz de la figura demiúrgica se alzó entre las estanterías—. Fuegos mágicos mi capullo —acabó de quejarse.

A Tap todavía le quedaban restos de sus costumbres florales y, en concreto, el desprecio al fuego era el vestigio de su anterior miedo a dicho elemento.

[En tiempo paralelo posterior a la Sede]

Shizel se encontraba buscando los libros que componían la bibliografía base recomendada para mentalismo medio cuando oyó una voz conocida que provenía de la zona de mesas. Le recordó que tenía unos asuntos que tratar con el dueño de la voz, aunque a juzgar por su tono irritado quizá no fuese buen momento. ¿Pero cuál lo era con Tap?

Navegó entre las estanterías hasta encontrar el muñeco acodado frente a un tomo. Para anunciar su presencia y no sobresaltarlo llamó dos veces a la estantería más cercana como lo haría con una puerta.
-Tap, tengo una propuesta que hacerte- anunció-. Siento cogerte leyendo, pero prefiero aprovechar que no tengo que sortear ningún campo de minas mágicas como en la Sede.

Tap refunfuñó en silencio al ver aproximarse al skrýmir. <<Que gran suerte, el gigante de hielo>>. El repoblador no tenía motivos concretos para odiar a Shizel, pero eso no remediaba sus preconcepciones. Una mirada de desdén se perdió en la cara inmóvil del juguete, que ni se giró. Tap no necesitaba girarla para verle.

—Cuéntame —respondió tan escuetamente como pudo, sin ningún tipo de tono ofensivo o de desprecio. La única razón que le llevó a no sonar como siempre era que le picaba la curiosidad.

Shizel se sentó frente a él y fue directo al grano.
-Me interesa la telepatía y sé que la estuviste trabajando- dijo sin rodeos. Oír las quejas de DL al respecto en su momento le había mantenido sobradamente informado de los avances del poltergeist-. Me vendría bien tu ayuda si estás dispuesto a ayudarme a adelantar trabajo. A cambio puedo ofrecerte trabajar en cualquier hechizo al que no puedas acceder de momento- Shizel sabía que nadie daba nada gratis, y menos en aquella ciudad.

La telepatía venía asociada al mentalismo, y trabajar en ambas a la vez le conferiría más soltura tanto en una como en otra. Además una variante de ella incluía los hechizos pronunciados mentalmente, lo que era otra cosa que a Shizel le interesaba mucho dominar.

Tap recordó de repente por qué no le caía especialmente mal, de entre todos los gigantes.

—Claro, claro que estoy dispuesto a ayudarte—al poltergeist le venía demasiado bien que le debiera un favor—. Basta con que me digas qué día empezar. Yo iré pensando si necesito algo de ayuda con alguna cosa —en realidad, lo que tendría que decidir era, de todas las cosas que ya sabía que necesitaba, en cuál invertiría aquella deuda.

El tal Quemaduras debía de estar contento, al final se estaba portando bien.

Le sorprendió lo rápido que accedió el repoblador a su demanda pero no lo dejó traslucir. Cogió la oportunidad al vuelo y rápidamente ambos acordaron un día, quedando en que, si todo marchaba bien, llevasen a cabo aquellos encuentros regularmente. Shizel se retiró de la mesa después, dejando libre a Tap para leer y a él para buscar libros un poco más concretos después de aquella conversación.

Sigue, unos días después, en la Torre Serpentaria.

Aprendiz

El joven ruso entró en la biblioteca con paso vacilante. No era capaz de vislumbrar que objeto o recuerdos podria haber escondido en aquel lugar. Él solo veia libros de toda clase e indole. Montañas, estanterias, pilas. Montones de ellos desperdigados y ordenados a partes iguales, cuyos lomos parecian haber visto siglos y en ocasiones más.

Entre el enorme caudal de información, textos e imagenes, el aprendiz sostenia la mano de mono con la suya, bien alta, como si se tratase de una antorcha que iluminaba la oscuridad sin tener el más mínimo ápice de reaccion por su parte más alla de un tedioso silencio y quietud. El ruso suspiraba, derrotado.

Archime se había puesto de acuerdo con Keiria durante el camino sobre en qué aprovechar aquella visita a la biblioteca mientras el aprendiz realizaba su proceso de búsqueda de rigor. El biomecánico propuso le propuso a la ulterana tratar de encontrar más información acerca de la Luna Roja, cosa que la ibolense aceptó

Por ello, mientras el humano deambulaba con hastío entre las estanterías, el ingeniero había sacado ya varios libros en una infructuosa búsqueda que no estaba aportando ningún dato nuevo sobre el que teorizar. Se encontraba examinando la misma estantería que el aprendiz en aquellos momentos, cuando sacó un nuevo libro cuyo título abría la posibilidad de contener aquello que buscaban.

Se dispuso a abrirlo por una de las primeras páginas allí mismo para comprobar que efectivamente se correspondía con su contenido, ya que en aquel caos literario nunca se sabía, cuando unas hojas sueltas cayeron de su interior y flotaron hacia el suelo. El irrense alargó el brazo izquierdo y las recogió torpemente tras realizar un par de aspavientos de intentos fallidos por atraparlas y las alzó hacia sus ojos. Se trataba de páginas en mal estado en las que se encontraba impreso un cómic cuyos diálogos estaban en un idioma ilegible. Archime lo inspeccionó unos instantes con los ojos entornados antes de decidir posarlo sobre la mesa más cercana para seguir investigando el libr que tenía entre manos, pasando cerca del humano para ello.