La tecnología humana es complicada

Lo primero que había hecho al recibir a Vac había sido ofrecerle una pequeña visita por su nueva casa. Le explicó también donde pensaba poner la decoración que le faltaba y le mostró de forma breve cómo había organizado sus materiales relacionados con su empleo. La pecera ya estaba y charlaron brevemente acerca de las pirañas de niebla de la Cercanía, de las cuales Giz había sacado el código genético para mezclarlo con sus peces betta y que nadasen en niebla en lugar de agua.

Se había dejado su despacho para el final y, una vez terminó de enseñárselo, sacó de un mueble el ordenador portátil y lo colocó sobre la mesa. También sacó un teclado mecánico y un ratón láser externos, además de una alfombrilla.
—Noel me recomendó encarecidamente que, aunque el portátil cuenta con su propio teclado y… esta cosa que no recuerdo como se llama —señaló el touchpad—, era mucho mejor que le conectase estos —alzó los cables de ambos periféricos—. Me dijo dónde iban, pero me temo que ya se me ha olvidado —rio—. No quisiera cargarme nada: creo que te pediré que los enchufes tú y trataré de fijarme bien para no liarme la próxima vez.

Vac había llegado un poco más pronto de la hora acordada, pero había preferido esperar antes de tocar a la puerta de su amiga por mera educación. Había traído unos dulces de cortesía que él mismo había preparado para no presentarse con las manos vacías y los había dejado en la entrada mientras Irianna le hacía la visita guiada.
—He visto muchas cosas raras, pero lo de estos peces me sigue fascinando. —reconoció cuando se pararon frente a la pecera llena de niebla, admirando el nado de los peces betta modificados.

La nebulomante tenía buen gusto para la decoración y se lo hizo saber mientras se dirigían a su estudio, donde tras un último vistazo a la estancia pasaron al tema principal: el ordenador que le había traído Noel de la Tierra.
—Te va a parecer una tontería, pero esto me resulta hasta nostálgico —confesó con una sonrisa, dejándole la butaca a la idrina mientras él acercaba una silla más humilde y se sentaba a su lado—. Nada, nada, eso es muy fácil. —aseguró, conectando rápidamente los periféricos y asegurándose de que su amiga se quedaba con las clavijas correctas. Le aclaró también que no era necesario que empleara las mismas siempre y que simplemente se tenía que asegurar de que encajaran bien.

Encendió el portátil con una ligera pulsación y la máquina arrancó con un zumbido inaudible, iniciando el sistema operativo con fluidez y mostrando un escritorio lleno de iconos.
—Si que te han instalado cosas, si… —murmuró, moviendo el cursor con suavidad para familiarizarse con la interfaz. Era un SO más moderno que el último que había usado él, pero le llevo muy poco acostumbrarse—. ¿Por dónde querías empezar? —preguntó por fin, ofreciéndole el ratón a la muchacha para que ella llevara la batuta.

—En absoluto: me parece lógico —le aseguró con una sonrisa cuando Vac afirmó sentirse nostálgico—. Además no puedo imaginar lo que tiene que ser contar con tecnología tan avanzada y tantos tipos de ocio a los que de pronto no tienes acceso en Rocavarancolia. Si yo ya echaba de menos los programas de radio que me gustaban, no quiero imaginar cómo debe ser para vosotros u otras especies como los irrenses.

Ella no tenía tan claro que fuese tan fácil como aseguraba el hado infernal mientras le veía conectar los cables. No por el hecho de introducir una clavija en una ranura, si no porque aquel aparato tenía demasiadas ranuras y, aunque era cierto que podía fijarse en la forma, se trataba de algo tan desconocido para ella que temía no acordarse y que le costase encontrar el lugar correcto si tenía que hacerlo ella misma. Ya se aseguraría de memorizar y comprobar bien como estaban conectados antes de guardar el ordenador.

Observó cómo se iniciaba lo que al parecer se conocía como “sistema operativo” con mucha curiosidad. Aunque la nebulomante no tenía ni idea, el inicio se llevó a cabo con rapidez gracias que se trataba de un portátil gaming de alta gama y contaba con un SSD. Observó la imagen en la pantalla, llena de iconitos de diversos colores, formas y que parecían tener nombres que, a pesar de tener el inglés implantado, le costaba leer.
—Pues… sí —rio con cierto nerviosismo—. Noel ya me dijo que iba a incluir una buena cantidad de cosas y que ya me traería más. ¿Qué son estos símbolos amarillos? Hay muchos pero con nombres como juegos, música, libros… —Preguntó refiriéndose a las numerosas carpetas en las que se había organizado el contenido.

Ante la pregunta de Vac permaneció pensativa unos instantes.
>>Pues si te digo la verdad: no lo sé. Creo que ni siquiera voy a ser capaz de manejarme con esto —movió un poco el ratón— adecuadamente. ¿Supongo que podrías explicarme lo más básico para empezar a trastear yo por mi cuenta? —añadió no sin cierta inseguridad.

—Te acabas acostumbrando, supongo —replicó, esbozando una pequeña sonrisa mientras rememoraba el pasado—. En la criba no tienes mucho tiempo para pensar en esas cosas, en realidad, y cuando llega la Luna ya te has hecho a la idea y tienes otras preocupaciones —rió con suavidad, jugueteando distraído con uno de sus pendientes mientras repasaba de nuevo los iconos del pc—. Yo además traje mi guitarra, así que en mi caso no tuve que olvidarme de mi mayor afición. —reconoció al final con algo de culpabilidad. Ahora las leyes de la cosecha eran más estrictas y a los novatos pocas veces les dejaban cargar algo más que lo que llevaban en los bolsillos, por eso no solía sacar aquel tema con casi nadie.

Vac le echó un vistazo al rostro de Irianna mientras ella recorría los iconos del escritorio con la mirada, detectando en sus ojos el nerviosismo que sentía viendo tantas cosas desconocidas. Su pregunta acerca de los iconos idénticos pero con distinto nombre era completamente entendible para una neófita en la tecnología y le pareció un buen hilo del que tirar para empezar sus explicaciones.
—No te preocupes, de verdad, seguro que le cojes el tranquillo en nada —aseguró antes con una sonrisa para darle confianza—. Y si no es así me puedes pedir ayuda en cualquier momento, ya lo sabes… —añadió, dándole a continuación una pequeña lección sobre el funcionamiento del ratón y los distintos clics que podías hacer con el periférico.

Cuando más o menos le quedó claro ese punto y la idrina hubo practicado un poco por el escritorio volvió a la cuestión sobre los iconos.
—A esos que has dicho se les llama carpetas —empezó—. Sirven para lo que su nombre indica, en realidad: almacenan dentro otras cosas y te permite clasificar el contenido de tu ordenador. Mi hermano te lo ha preparado de forma genérica y ha dividido todo lo más intuitivamente posible, pero con el tiempo tú misma encontrarás tu propio sistema. Al final eso es una cosa muy personal… —señaló, transmitiéndole ánimos con la mirada antes de continuar.

Ahora venía la explicación de cómo se cambiaba el nombre a una carpeta y de cómo se creaba una nueva, pero primerole sugirió que abriera una de las que ya tenía creadas para que entendiera cómo funcionaba. De momento solo se habían movido por el escritorio, pero ahora iban a adentrarse en las ventanas que le daban nombre al SO.

Había asentido ante la explicación de Vac acerca de cómo desde que alguien llegaba a Rocavarancolia su mundo se daba tanto la vuelta que no había mucho tiempo para pensar en según qué cosas.
—Sí, eso es cierto. Aunque una vez va pasando el tiempo y tienes más tiempo para pensar en cosas que no sean tu propia supervivencia sí que se empiezan a echar en falta cosas que antes dabas por hecho, ¿no crees?

Precisamente porque no sabía que en algún momento habían llevado a gente junto a pertenencias tan grandes como podía ser una guitarra le sorprendió bastante que el hado afirmase haber contado con la suya durante su criba, pero le comunicó que se alegraba de que hubiera podido tener esa oportunidad.
—Ojalá yo hubiese tenido mi violín: a lo mejor si lo tocaba mal a propósito podía hacer estallar los oídos de Roaxen o que callase cada vez que decía algo inapropiado —se mofó con jocosidad—. Oh, no sé si alguna vez te han hablado de él, porque se presentó un día en la casa de tus amigos estando yo allí además y… en fin, que era todo un personaje.
Dejó en el aire con gestos queriendo indicar que se trataba de una persona de la que probablemente fuese mejor ni hablar, aunque no le importaría en absoluto si el humano le hacía alguna pregunta al respecto: ella lo había sacado a colación para empezar, a fin de cuentas.

En cualquier caso, se centró en las indicaciones básicas que había empezado a darle su amigo y poco a poco fue descubriendo cómo mover el ratón, preguntando con diversión si se llamaba así por un supuesto remoto parecido con el animal con el que compartía nombre.
—Oh… Es verdad que ahora que lo dices… sí que recuerdan a pequeñas carpetas —comentó ante la explicación a su pregunta. Lo que le estaba diciendo tenía perfecto sentido y estaba claro que si estaba tan perdida era simplemente porque nunca había tenido un trasto tan avanzado delante, pero podía empezar a vislumbrar que quizás con el tiempo podría adaptarse a ello: parecía estar pensado para ser intuitivo.

>>Su organización parece adecuada ahora que ya lo entiendo un poco mejor, pero tampoco descarto que dentro de unos meses esta pantalla ya no se parezca en nada a como está ahora… Si este aparato y yo conseguimos entendernos lo suficiente primero, claro —comentó entre risas.

Ante la sugerencia del hado infernal y todavía con notable torpeza, movió el ratón hacia la carpeta que se llamaba “libros”, pues tenía mucha curiosidad como podía haber libros ahí dentro, supuestamente. Pulsó dos veces el botón izquierdo del ratón tal y como le había dicho y…
—Vale, esto son… ¿Libros digitales? —Había muchos más iconos en lo que ahora era un fondo blanco. Todos tenían un reborde rojo y un símbolo bajo el cual ponía “PDF”. Y estaban nombrados con lo que, imaginaba, eran títulos— ¿Supongo que también se puede acceder a su contenido de la misma manera que he accedido al interior de la carpeta que los guarda? —inquirió sin despegar la vista del monitor.

Se adelantó a cualquier respuesta, sin darse cuenta de que podía estar arriesgándose a hacer algo erróneo. Pero la lógica le había hecho suponer que estaba en lo correcto, por lo que una sonrisa triunfal apareció en sus labios cuando lo que claramente era la portada de una novela se mostró en la pantalla. Solo entonces se giró hacia Vac.
>>Lo deduje con mis capacidades de detective —bromeó—. Pero creo que mis dotes no alcanzan para deducir… que es todo esto —rio nerviosamente señalando la parte que correspondía a la interfaz del programa que se estaba empleando para abrir el documento—. O cómo leer el libro, ya puestos.

Vac había oído sobre el encuentro de sus amigos con el cizaña, pero no tenía el dudoso placer de conocerlo en persona, y por lo que había oído sobre él casi que lo agradecía. Al parecer su actitud tenía poco que ver con su transformación y mucho con lo que se había traído de casa.
—Debe de ser un pieza, ¿no? —preguntó con una ligera sonrisa. Si Irianna no quería hablar del tema no insistiría mucho, pero le hacía un poco de gracia que casi todos los hombres ulteranos que conocía fueran de trato difícil: su experiencia, en realidad, se reducía básicamente a Toima, pues a Vanyme por ser terra y un trozo de pan no lo había incluido en su breve lista.

Acodado en su silla e inclinado en dirección a su amiga el griego observó sus progresos en silencio, dejándola hacer a ella para que se fuera soltando con el ordenador, pues creía que la práctica era el mejor amigo del estudiante. En general la nebulomante tenía buen instinto, como demostró al lanzarse a abrir un archivo PDF antes siquiera de que el hado infernal pudiera responder afirmativamente a su pregunta, y cuando el programa se abrió mostrando la portada de un libro la muchacha se volvió para mirarle con una sonrisa triunfal. Incluso se permitió bromear al respecto achacándolo a sus capacidades como detective.
—Si te soy sincero creo que ni todas las dotes del mundo servirían para deducir que hacen la mitad de estos botones —replicó de vuelta con un bufido divertido, señalando la interfaz del programa con un gesto—. Pero no te preocupes por eso, los importantes, como el marcapáginas, los podemos ir viendo según surja la ocasión —aclaró—. Para leer hay dos métodos, principalmente.

El primero tenía que ver con la rueda del ratón y extendió el brazo hacia el mismo para ejemplificar lo que quería decir. La idrina lo tenía sujeto aún, sin embargo, así que involuntariamente la tomó de la mano con suavidad. El contacto fue fugaz, pues Vac se retiró casi de inmediato sin saber porque le había cohibido tanto aquella tontería.
—Perdona… —se disculpó de forma automática, clavando la vista en la pantalla para disimular su turbación. Si su piel no fuera tan oscura se apreciaría que las puntas de sus orejas habían enrojecido—. Te iba a decir que la rueda del ratón, eso que hay entre ambos botones, se puede mover hacia arriba y hacía abajo para desplazarse por las ventanas que tienen mucho más contenido del que aparece en pantalla —explicó tras un breve carraspeo—. Eso se aplica a los libros, claro, pero personalmente prefiero usar las flechas del teclado. —añadió, pulsando las susodichas para demostrar gráficamente cómo podía recorrer la página verticalmente y cómo podía pasar a la siguiente o volver a la anterior con un solo toque de las teclas laterales.

A continuación dejaría que Irianna se familiarizara con ambos métodos y que fuera ella la que decidiera cuál le parecía mejor.

Resopló sin poder evitarlo. Era una reacción instintiva si se hablaba de Roaxen.
—Supongo que se podría decir así si no queremos emplear lenguaje poco elegante —dijo no sin un ligero tinte de sarcasmo, pues la expresión que había empleado Vac era bastante coloquial—. A veces me arrepiento de no haberlo abandonado a su suerte. De esforzarme tanto que llegué a desmayarme por uso excesivo de magia para salvarle la vida… Y sobre todo de no haberle cruzado la cara en repetidas ocasiones —admitió sin tapujos.

Volviendo a lo que de verdad importaba en ese momento, pues despotricar del cizaña de vez en cuando era terapéutico pero realmente no quería que por su causa se desviasen por completo de lo que estaban haciendo, atendió a las explicaciones de Vac.
—Desde luego esto ya no parece tan intuitivo —comentó pasando sus ojos por las diferentes palabras que, a pesar de conocer el significado de casi todas, no parecían tener un sentido evidente.

Le sorprendió un poco el breve contacto de la mano del hado, quien la retiró prácticamente al momento. El humano estaba claramente avergonzado y le contagió la sensación, enrojeciendo ligeramente la nebulomante también. Porque de eso se trataba, ¿no? Notar que un contacto tan breve le había cohibido… Bueno, no había por qué darle tantas vueltas.
—No pasa nada —le aseguró también con gestos y sin poder evitar una ligera risa nerviosa.

Probó a mover esa ruedecita a la que se refería. Hacía un sonido que podía describir como agradable, por lo que durante unos segundos la movió de arriba abajo sin mayor propósito que la curiosidad que le producía. Se rio de nuevo nerviosamente al darse cuenta de que parecía una cría con un juguete nuevo (aunque lo cierto es que no era del todo incorrecto) y se fijó entonces en cómo se desplazaba hacia arriba y abajo la portada del libro. Cuando la hizo rodar lo suficiente en la dirección adecuada apareció el índice de la novela.
—Oh… así que esta es la forma de pasar de página “digitalmente hablando” —bromeó—. Me hace preguntarme a dónde se va la página anterior, porque es como si no existiera de repente. Y las siguientes páginas como si surgieran de la nada —se rio, esta vez con más confianza—. Seguro que estos comentarios no tienen ningún sentido, pero este cacharro hace cosas que para mí son más difíciles de comprender que los efectos de algunos hechizos enrevesados.

También probó a emplear las teclas a las que se refería tras localizarlas bien. Eran fáciles de recordar, pues utilizaban el símbolo de flechas de dirección que era bastante universal y estaban apartadas del resto de compendios de teclas.
>>Aun así, ya veo cómo se hace —le aseguró, complacida—. Supongo que tampoco tengo que entenderlo todo, mientras sepa cómo hacerlo. Normalmente me gusta entender el funcionamiento y la lógica de las cosas, pero sé cuándo una batalla se me viene grande.

Decidiría en ese momento que podía ser buena idea anotar en algún cuaderno lo que creía que se le podía olvidar, por lo que le dijo al hado que le diese un instante y sacó de un cajón una pequeña libreta y una pluma, en la que tomó algunos apuntes rápidamente antes de decirle que podía seguir explicándole más cosas. Saber leer aquellos libros era una de las primeras cosas que había querido hacer tanto por su propia afición a la lectura como porque era algo más familiar, pero realmente estaba deseando ver de qué iba todo aquello de los “videojuegos”.

Vac observó como su amiga jugueteaba con la rueda del ratón en silencio, intentando no pensar en el incómodo contacto de hacía unos instantes mientras la página se desplazaba arriba y abajo una y otra vez. Entendía perfectamente lo que sentía la nebulomante en aquellos momentos, pues él también había experimentado algo similar la primera vez que había manejado un ordenador, y por eso negó con suavidad cuando la muchacha calificó sus palabras de sinsentidos.
—”Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia” —citó con una media sonrisa—. Eso dijo en una ocasión un escritor de mi mundo, así que no pienses que tus palabras no tienen sentido: ese tipo de comentarios son la prueba de que tenía toda la razón. —rió con suavidad, consciente de lo desconcertante que podía resultar el funcionamiento de un pc incluso para un humano.

Cuando la idrina compartió con el hado que le gustaba entender el funcionamiento de las cosas Vac no pudo evitar asentir con solidaridad, pues él mismo sentía algo parecido al conocer algo nuevo, pero la muchacha parecía haber asumido que aquello le venía grande.
—No te rindas tan rápido, Irianna, con lo lista y persistente que eres seguro que de aquí a unos meses soy yo el que te tiene que pedir ayuda para entender algún programa. —afirmó con seguridad, convencido de que lo que acababa de decir era cierto.

Asintió cuando la lacustre le pidió un momento para coger su cuaderno y tomar unas notas, atendiendo a lo que escribía con curiosidad, y cuando la nebulomante le indicó que podía seguir aprovechó para volver a lo de las carpetas. Le explicó brevemente cómo podía cambiarles el nombre, lo que también se extendía al resto de archivos, y también le enseñó cómo podía crear unas nuevas.
—Con eso estaría cubierto lo básico y creo que te defenderías sin problemas con el tema de la clasificación. —concluyó, dejándole unos instantes por si quería anotar alguna cosa.

Mientras su amiga terminaba se pasó los dedos por el pelo con expresión pensativa, preguntándose con qué empezar a continuación, pero al ver la carpeta de videojuegos que había en el escritorio el griego no pudo contener el impulso de abrirla.
—Vaya… —murmuró, asombrado de la cantidad de género que había allí dentro. Su hermano se había esforzado mucho para que el ordenador de Irianna estuviera bien surtido.

Meditó unos segundos aquella cita que, al parecer, era de un escritor humano.
—Tenía mucha razón —reafirmó—. Nunca lo había visto así. Porque, bueno, tampoco había tratado demasiado con tecnología tan avanzada. Pero me parece un comentario muy acertado.

Los halagos que le dedicó después el hado hicieron que enrojeciese mucho más visiblemente que antes, porque además podía notar en su lenguaje corporal que estaba verdaderamente convencido de lo que decía.
—Agradezco mucho tanta confianza, pero creo que eso es decir demasiado —rio nerviosamente—. Aunque sí puedes estar seguro de que me esforzaré: me interesa demasiado aprender a manejarme con este aparato por muchas razones. Los libros, la música y los videojuegos… Quiero saber cómo acceder fácilmente a todo ello y también poder escribir mis novelas más rápido que a mano.

Tras algunas explicaciones más que anotó en su cuaderno, Vac también parecía tener en mente lo mismo que ella y abrió la carpeta nombrada como “videojuegos”. Dentro había más carpetas, una cosa que le acababa de explicar que podía hacerse para organizar mejor los archivos o documentos, y parecían tener nombres que indicaban su género… Aunque había algunos que nunca hubiese imaginado que lo eran si no fuera por el contexto.
—“Plataformas”. “Metr…Metroidvania”. “Rog…” Creo que no sé leer eso —rio. Había comenzado a enunciar en voz alta lo que le sonaba raro según pasaba la vista por encima—. Oh. “Novelas gráficas/visuales”. Creo que esto es lo que me va a interesar más por el momento —afirmó mientras abría esa carpeta.
Al contrario que con los libros, aquellos archivos eran mucho más raros: su icono era como una especie de hoja en blanco con una esquinita doblada… Aunque no todos. Le dedicó una mirada confusa al hado infernal.
>>Creo que vuelve a fallarme mi capacidad de deducción, aunque sí me está diciendo que quizás no deba tocar nada por el momento.

La nebulomante no tenía ni idea, pero lo que había allí dentro eran ROMs y accesos directos a sus correspondientes emuladores, así como archivos ISO u otros formatos en el caso de los juegos de PC.

Sus palabras volvieron a avergonzarla, lo que a su vez le avergonzó a él, pero al final dejó pasar el tema con un ligero encogimiento de hombros y volvió a centrar su atención en la pantalla del portátil para no hacer más raro el momento. ¿Qué diablos le estaba pasando?
—Roguelike —le ayudó, pasando a la pronunciación inglesa con una pequeña sonrisa—. A mi es un género que me gusta bastante, pero puede ser algo frustrante si el primer videojuego que pruebas es de ese tipo.

Afortunadamente a la idrina le llamaban más las aventuras gráficas, seguramente debido a su vena de escritora y por lo que habían hablado en su día de Danganronpa, pero al meterse en la carpeta correspondiente se topó con un montón de archivos que no resultaban nada claros.
—Lo dicho, una detective de primera —replicó con una sonrisa cuando comentó que tenía la impresión de que lo mejor era no tocar nada—. Todos estos iconos que parecen folios con la esquina doblada son archivos que generalmente no son fáciles de leer. En muchos programas y videojuegos, de hecho, te encontrarás con ellos, pero lo mejor es no tocarlos. Nadie sabe qué hacen, pero si no están o se mueven de sitio todo deja de funcionar —bromeó con diversión. Sus gestos, sin embargo, dejaban claro que lo que decía era cierto—. Pero para jugar verás que es bastante intuitivo. —añadió.

A continuación Vac le explicó cómo funcionaban los distintos emuladores, como se ejecutaban los juegos en ellos, y, en el caso de los de pc, como se instalaban los archivos ISO correspondientes. Fue una de las partes más tediosas de la lección, pero hizo pausas suficientes para que su amiga lo comprendiera todo y tomara las notas que hicieran falta.
—¿Hacemos un descanso y aprovechas para probar alguno? —sugirió en un momento dado, dedicando un amplio gesto a la pantalla en la que se desplegaban tantas posibilidades.

Irianna tenía claro que quería empezar por aquellos videojuegos que se suponía que eran sobre todo leer, y probablemente pasaría mucho tiempo antes de que se atreviese a jugar a cualquier otra cosa. No sabía muy bien cómo iban a ser, pero sospechaba que no iba a entender nada. Era muy posible que ya le ocurriese a menudo al leer una obra de una cultura de la que solo conocía una parte muy pequeña, pero pensaba anotar todo lo que no entendía para preguntar después el contexto a sus amigos humanos. Aun así tomó nota mental de como se pronunciaba “roguelike”.

Se volvió a sonrojar ligeramente con el halago y trató de disimular sus gestos volviendo a su libreta para tomar notas de todo lo que le explicaba el hado. Aquello era bastante más complejo que leer libros, tal y como esperaba, pero por suerte Vac se lo estaba explicando con bastante sencillez y creía podría llegar a apañarse con las notas que estaba tomando.
—Vale, espero que no provoque algún desastre cuando intente algo de esto yo sola. Si se incendia el ordenador a quién llamo para arreglarlo, ¿a Noel o a ti? —bromeó. La propuesta a continuación le hizo responder con más énfasis del que pretendía—. ¡Por favor! —se avergonzó un poco al darse cuenta de que parecía una niña pequeña y contuvo sus gestos en un entusiasmo más comedido—. ¿Cuál me recomiendas? Noel me dijo que a lo mejor debería empezar por alguna novela más sencilla antes de probar Danganronpa y que le preguntase cuando quisiera al respecto. Pero ya que estás aquí… ¿Tienes alguna recomendación tú?

—¡Llámame a mi!—respondió con quizás demasiado entusiasmo, riéndose de la broma para disimular su tercer enrojecimiento—. Noel seguramente tenga más compromisos que yo. —añadió a modo de explicación, tratando de justificar su ímpetu de forma creíble mientras se refugiaba tras una media sonrisa. «Deja de comportarte como un idiota…» se recriminó mentalmente, repasando las carpetas para mantener la vista ocupada.

Irianna aceptó su propuesta con muchísimo entusiasmo, lo que le resultó adorable, y mordiéndose las mejillas para que no se le escapara la risa escuchó sus palabras con atención. Su hermano tenía razón con que lo mejor antes de ponerse con Danganronpa era probar con algún otro juego más sencillo, así que el hado reflexionó unos instantes buscando una buena alternativa entre el catálogo del que disponían.
—Se me ocurre el Hotel Dusk, tal vez—respondió tras unos instantes de indecisión, apartando la mano del ratón para que su amiga tomase las riendas—. Trata de un expolicía que se topa con un gran misterio en el hotel que da nombre al juego. —resumió a muy grandes rasgos, tratando de captar la atención de la nebulomante con pocas palabras.

Era una aventura gráfica bastante corta, pero la historia era muy buena y resultaba un trampolín ideal para lanzarse con aquel género. Además Irianna tendría que usar el emulador de la Nintendo DS, así que ganaría familiaridad con el manejo de aquel tipo de programas.