Sobre lo de Setenta y Siete, palabras pendientes

En cuanto el ruso fue a dejar sus apuntes arriba en su escritorio, bajó las escaleras buscando a una persona en particular. Recordó cuando estaba mal por lo que sucedió aquel día camino al palacete, esa salida que él mismo incentivo y que terminó con la vida de Qirra. Apretó los dientes, teniendo un amargo sentimiento. Ese día tuvo una probada real de lo que podría pasar en la ciudad, con personas como Setenta y Siete. Entre cuatro pudieron reducirlo y matarlo, batalla de la que el propio Adam no fue testigo. Cuando volvieron todo lo que recibieron fueron quejas, lamentos desesperados de Adam quien no estaba para nada conforme. No fue el momento ni el lugar para haber dicho cosas tan horribles a Amira, teniendo una burda queja al alivio que sintió la francesa por deshacerse de aquel monstruo.

No sabía exactamente qué decir mientras fue bajando piso por piso, buscando a la valquiria para disculparse con ella. Era lo menos que podía hacer. Suspiró un poco al no encontrarle en ninguna de las salas comunes de las cinco plantas, quizás estaría en su habitación. Agradeció recordar la planta en la que se alojó ella, yendo a su respectiva puerta donde estaba puesto "Amira" grabado en la madera. Con un par de golpes leves llamó a la puerta.

—¿Amira? ¿Estás dentro? —preguntó con cierta neutralidad. Estaba algo nervioso, era un tema delicado y él mismo lo tenía fresco.

A veces Amira se sentía una intrusa en la torre. Por mucho que les hubieran dicho que podían estar en cualquiera de los dos refugios, Serpentaria no dejaba de estar ideada para magos y ella no tenía ni una pizca de magia. Tal vez por eso pasaba más tiempo en su cuarto que en otro sitio cuando quería leer algo, evitando usar espacios comunes que debería poder usar con más comodidad teniendo en cuenta que era su nueva casa.

Aquel día ni siquiera estaba estudiando nada útil, solo leyendo un libro de mitología nórdica terrestre. Igual con suerte le venía algo de inspiración para ponerle un nombre al dichoso pegaso, que estaba en aquella ampliación del cuarto que servía para él, sin molestar. Ninguno le terminaba demasiado de gustar, así que tampoco estaba siendo especialmente productivo.
—Te vas a tener que joder y quedarte sin nombre —le dijo al pegaso, en broma. Esperaba encontrar uno decente.

Que alguien llamase a la puerta fue algo que no esperaba, pero agradeció, especialmente al reconocer la voz de Adam.
—¡Sí, pasa! —cerró el libro, y en cuanto Adam entró por la puerta le ofreció asiento —¿Qué quieres?

Agradeció que su amiga respondiese rápido con una afirmativa, abriendo la puerta con suavidad. El cuanto la vio sonrió un poquito.

—Hola —dijo con amabilidad, fijándose en el libro que tenía en sus manos. Se sentó en el asiento que le ofreció y la pregunta no tardó en venir. Miró al pegaso y luego a Amira, con una expresión culpable—. Bueno… tan solo quería hablar sobre algo.

Estaba buscando las palabras, realmente no sabía como empezar. Estaba un pequeño rato pensando en como decirlo, no era algo tan fácil de decir. Aquella experiencia fue algo traumática y no sabía si refrescarla sería una buena idea para una disculpa.

—Es sobre lo que paso con Setenta y Siete —finalmente lo dijo en una exhalación—. Todavía pienso en lo mal que lo pasasteis cuando os tocó enfrentar a ese… monstruo —frunció el ceño, era un ser repugnante del que estaba hablando. Relajó un poco su expresión mirando a la francesa a los ojos con mucha seriedad—. No tuve por qué decir todo lo que dije, sobre todo a ti Amira. Siento muchísimo no haber cerrado la bocaza, no era el momento ni el lugar para haber dicho esas gilipolleces.

Agachó la cabeza al liberar tremendo peso, expectante por la respuesta de Amira. Sabía que ella fue la mano ejecutora, la que segó la vida del lagarto. Por una parte, se veía reflejado en ella aunque no fuese ni por asomo un caso similar.

Miró a Adam con curiosidad. No sabía de qué quería hablar, pero si había ido a buscarla al cuarto tenía que ser algo serio. Al fin y al cabo, si no quisiera que fuera algo tan privado podría haberlo hecho en otro momento, cuando estuvieran comiendo o con otra gente en una sala común. No, aquello era algo importante.

Y cuando reveló que de lo que quería hablar era de Setenta y siete las manos empezaron a temblarle, lo bastante suavemente como para poder ocultarlo. Había conseguido racionalizar todo lo que había pasado hasta cierto punto, pero recordar la muerte de Qirra, el brazo de Kahlo, las heridas que todos habían sufrido… Era doloroso, nunca dejaría de serlo.

Parpadeó varias veces ante las disculpas, sin esperarlas. Había sido un momento muy difícil, y lo le guardaba rencor por haber tenido esa respuesta, aunque en el momento la había considerado especialmente injusta.
—Yo… Bueno, estábamos todos nerviosos, tampoco te tienes que disculpar…

No sabía muy bien qué decir, ni cómo tomárselo. «No tienes ningún derecho a asumir como me siento por haberle matado», recordó haberle dicho algo similar. Y era algo que seguía sintiendo, pero no sabía bien cómo expresarle. Suspiró
— Si yo me enfadé fue porque en el momento me sentía bastante culpable de haber tenido que matarle y… —se sentía estúpida explicándolo meses después, cuando aquellos sentimientos habían desaparecido bajo el de ser un mal necesario, algo que había beneficiado a todos —. Y tú creías que me alegraba.

Le miró fijamente, sin saber que decir. Sabía que Adam era un buen chico, y por eso entendía cómo se había comportado, pero no por aquello el recuerdo de sus críticas dejaba de doler.

Con su mirada aun fija en ella escuchó su respuesta. Abrió mucho, mucho los ojos cuando Amira manifestó culpa por la muerte. El pensó que quizás ella se sentiría asi pero oirlo de la propia francesa ya provocó una reacción en el ruso. ¿Quizás ella se sentiría…?

—Eso pensé, que ya no lo pienso en absoluto. Solo me aterrorizaba que glorificaseis el hecho de matar a una persona —ya su mirada se torció a un espectro triste, comprensivo—. No tuvo que haber sido para nada agradable hacerlo. Eso aun me asusta, ¿sabes?

¿Qué estaba haciendo, explicándose? Bajó la mirada, notaba como las heridas se abrían más dolorosas que nunca. Palideció un poco, incluso.

—Por desgracia sé lo que se siente y no quería que ese sentimiento tan, tan horrible lo torciéseis en que es algo bueno. Setenta y Siete debía morir pero… —las manos le temblaban y se le entrecortaba el habla—. Es… horrible, es puto horrible joder... No sé si te sentiste igual.

No sabía por qué seguía con eso. Él lo tenía fresco: la carne abriendo, la sangre, el olor, las miradas, la muerte solo trae malas cosas para el que la empuña. Veía a Amira como una chica fuerte como un roble pero no paraba de pensar en ella con su espada, matando a alguien. No vio nada, huyó como un cobarde de la situación y los dejó a su suerte. No les quedó de otra.

Apartó la mirada al ver como la de Adam se apagaba, mirando sus manos. Hacía tantos meses, y aun así en su memoria seguía tan fresco como el mismo día.
—No…no es que lo pensara mucho. Estábamos en peligro y… —las palabras se le atravesaban en la garganta, como si le costase verbalizar que en aquel momento, movida por la adrenalina y las ganas de sobrevivir, ni siquiera lo había pensado dos veces —. No fui muy consciente de lo que pasó hasta haberle clavado la espada en el pecho y notar su sangre cayéndome por los brazos…

Igual se había pasado de gráfica, pero hablar en alto de ello le ayudaba a volver a procesarlo todo. Demasiadas imágenes en la cabeza, demasiados sentimientos embotellados para evitar sentirse culpable de nuevo. Las manos le temblaban tanto a esas alturas que empezó a agárraselas, intentando pararlo.

—No sé cómo me sentí, yo… Me alegré de seguir viva, de que todos lo estuviéramos, pero… No pensé que sentiría culpabilidad de matarle cuando Setenta y siete había… —«Matado a Qirra. Traicionado a los de Maciel. Asesinado a alguien en la plaza»—. Pero aún así no podía evitar sentir que no era mejor que él por lo que había hecho.

Había respondido a lo último, pero las primeras palabras le seguían rondando la cabeza a Amira. Alzó la mirada, mirándole fijamente.
—¿Cómo que sabes lo que se siente? —no lo preguntaba como crítica, aunque no sabía si el ruso se lo tomaría como una. Al fin y al cabo, no había estado presente en nada de aquello, y no se le pasaba por la cabeza ningún momento en la cosecha en el que hubieran vivido algo similar.

Cuando Amira se explicó con tal nivel de detalle el pegaso tragó saliva y entrecerró los ojos, imaginar tal escena sangrienta no ayudaba para nada. La francesa se agarró las manos, le temblaban, y ella manifestó sus dudas acabándolo todo con una frase final que, tal y como pensaba Adam, no podían ser más ciertas asintiendo a lo que ella dijo lentamente pero sin decir nada.

No pudo faltar la pregunta de la valquiria, era una duda lógica y Adam suspiró. Necesitaba contexto y desde que empezó a hablar con ella ha sentido un gran vínculo, merecía saber más sobre él.

—Maté a alguien —escupió en respuesta rápidamente, con mucha monotonía en sus palabras y tomando aire durante un rato antes de seguir—. No siempre fui alguien bueno, o al menos eso quiero creer de mí ahora —aun le costaba perdonarse—. Tome… decisiones terribles en mi vida, llevando a drogas y vendiéndolas cuando estaba en el instituto. Mi mejor amigo intentó sacarme de ese mundo horrible pero todo… pasó rápido. Tenía mi navaja en su pecho y…

Poco a poco se iba apagando pero lo aguantaba una y otra vez mientras describía su mayor error. Conservó entereza, levantando la cabeza y miró a Amira con decisión.

—Desde ese día me aterra la muerte Amira, no quería ser tan duro contigo en ese momento. Lo de Setenta y Siete fue necesario y lo… torcí de una manera que no era justo para el resto ni para Qirra. Actuaste correctamente, eres la persona más valiente que conozco —cuando mencionó a la difunta bajo la mirada, en señal de que echaba de menos a aquella criaturilla. Apoyó su mano en el hombro de Amira, en un intento de hacerla sentir mejor.

Negó con la cabeza, sonriendo tristemente por lo incómodo que podría ser para la que tenía al lado. No dejaba de ser su propia historia pasada, solo eso. Retiró la mano, mirando al pegaso de la valquiria.

—Siento el momento incómodo, en parte no quería asustar a nadie. ¿Sabes? Cuando nos presentamos en el torreón yo no quise decir nada justo por esto. Pero ya no soy el mismo, soy mejor gracias a vosotros —en otro momento se hubiera derrumbado ahí en el sitio pero las fuerzas que sus compañeros y el tiempo en Rocavarancolia hicieron de Adam un chico más fuerte emocionalmente. No quería lamentar más su yo pasado, quería compensar con acciones de peso.

“Maté a alguien”. Al principio le había costado asimilar esas palabras, como si su cerebro no quisiera darle significado a un montón de sonidos, reduciéndolo a puro ruido. Pero una vez las hubo interiorizado no dejaron de repetirse, una y otra vez. ¿Adam? ¿Ese Adam? ¿El que era tan bueno siempre, que no le haría daño ni a una mosca?

Le miró fijamente, aunque estaba perdida en sus pensamientos. ¿Cambiaba eso algo? ¿Cambiaba eso todos aquellos meses de convivencia? Les había mentido, sí, pero… ¿le hubieran acogido en el torreón si se lo hubiera dicho desde el principio? Quería creer que ella sí, pero sabía que era mentira. Especialmente después de ver cómo Setenta y siete había matado a alguien en la plaza.

Podía asegurar, sin embargo, que la opinión que tenía en aquellos momentos de Adam no había cambiado. Sabía lo bastante de él para asegurar que aquel asesinato no se repetiría, no al menos sin una situación de peligro de por medio.
—Gracias por contármelo —tampoco sabía qué decir, «¿Qué se supone que se dice cuando te confiesan un asesinato?» —. No sé si has cambiado o eres el mismo, Adam, pero sé que eres buena persona. Eso es lo que importa.

Casi ni le había dado tiempo a asimilar el cumplido, pero le sacó una sonrisa.
—Vosotros también lo fuisteis cuidando de Kahlo. Había tanta sangre que… —«que quería vomitar», pensó sin acabar la frase.

Pudo ver de reojo la mirada fija de Amira en él, quizás estaría pensando cosas sobre… sobre eso. Se arrepintió un poco al fin y al cabo de decir nada, no lo hacía porque le juzgasen, que también, sino por el pavor que se tenía a sí mismo. Jamás repetiría tales acciones pero muy, muy en el fondo le aterrorizaba ese impulso colérico que le llevo a realizar una acción tan horrible.

De hecho, Amira dejó clara la duda que sentía. ¿Él había cambiado? Esa pregunta que ella se hizo le pilló un poco por sorpresa pero como la conclusión de esta le hizo dibujar una sonrisa.

—Te garantizo que si, preferiría que me maten a ser de nuevo el niñato que fui —dijo con honestidad—. Y gracias a ti por escucharme, eres una grandísima amiga para mí y para el resto —la halagó de nuevo, no tenía palabras para expresar la enorme gratitud que sentía hacia la francesa en esos instantes aun con la creciente incomodidad que era aquel tema.

La valquiria reaccionó al cumplido, mencionando que los que escaparon con Kahlo fueron tan valientes como el resto.

—Si… —se le ponían los pelos de punta solo de recordar esa viva imagen de la varmana con su brazo herido—. Gracias Amira aunque yo, bueno, casi me desmayo al ver la herida de Kahlo. Deberías darle las gracias a Chromsa. Él hizo un buen trabajo en mi lugar aunque aún se lamenta por no haber podido salvar el brazo, pobrecillo —recordó esa tarde con el fauno con algo de pena, confesando ese pensamiento intrusivo—. Y en parte yo me siento igual, fue el caso de Kahlo lo que me impulsó a estudiar medicina aquí y ayudar a los que de verdad lo necesiten.

Ladeó la cabeza con curiosidad ante sus palabras. No quería indagar en su pasado, porque tenía pinta de haber sido bastante duro, pero las pequeñas pinceladas que Adam le daba solo le hacían querer saber más, como era antes de todo aquello. Hizo un gesto con la mano quitándole importancia a lo de las gracias por escucharle. Eran amigos, claro que le iba a escuchar, era lo mínimo que podía hacer.
—Seguro que serás buen médico. Quiero decir, si no te desmayas al ver la sangre de la gente en el proceso —dijo, en broma, sacándole la lengua. Le daba igual que lo hiciera de menos, había ayudado a que Kahlo sobreviviera a sus heridas, la había llevado al palacete, la había cuidado. Aquello era de sobra, no entendía cómo se le ocurría decir que sólo debía agradecer a Chromsa.

»Y creo que es una buena elección, porque hacen falta unos cuantos. Osea, mira que panorama es esta puta ciudad.
Y eso sin contar que no podían ayudar a los chavales que acabarían secuestrados ese año. Malditas reglas estúpidas, con lo bien que les hubiera venido que alguien les echara una mano con el lagarto de mierda.

Todo el asunto de contar su mas grande pecado en esta vida, juntado con lo del monstruo que en vida los amenazó a todos ellos… Adam pensó que se derrumbaría de nuevo, que repetiría aquella lamentable escena con Chromsa y Alyssa. Sin embargo, la luz y el cariño que emanaban de Amira con ese halago y esa pequeña broma amistosa sacaron al pegaso de aquel abismo oscuro, brillando sus verdes un poco por lo afortunado que se sentía de tenerla a su lado. Mostró una sonrisa enorme, disminuyendo ese semblante de preocupación que anteriormente tuvo.

—Espero que se me quite, no quiero que los pacientes tengan una impresión de mierda al ver que me dio un patatús —se encogió de hombros en el buen humor, riendo un poco—. Si, la verdad es que la ciudad es caótica como ella sola. No hay muchos doctores la verdad, conocí a un veterinario llamado Edén pero de ahí no mucho más. Espero ayudar en todo lo posible a Rocavarancolia y a sus habitantes, ya que me voy a quedar aquí. Buah, imagínate una clínica con mi nombre. ¿Como la llamarías? ¿Remedios Adam? ¿La Clínica Rocavarancolesca? ¿Ruso Curandero y Asociados?

Ese último nombre le hizo soltar una carcajada tonta que resonó por la habitación, recuperando la compostura exhalando aire sonoramente.

—Y, bueno, ¿tú tienes pensado algo en particular? ¿Algo que te gustaría hacer por aquí, en la ciudad? —no sabía exactamente si Amira quería quedarse o no, o si haría como su pareja con el plan de ir y volver de su mundo de orígen. Igualmente pregunto por curiosidad, por saber más de ella.

Se relajó un poco al ver que la broma había tenido el efecto deseado y no el contrario, porque fácilmente podía haber tocado un tema sensible y haber herido a Adam sin pretenderlo. Le pareció curioso que, con la falta de médicos hubiera un veterinario, pero no iba a indagar más. De hecho hasta le venía bien, teniendo en cuenta que su pegaso no dejaba de ser un animal y podía llegar a necesitar cuidados en algún momento.

Se rió con las sugerencias de nombres, especialmente con el último.
—Ese no, ese suena a que van a sacarte los órganos para venderlos mientras te operan de otra cosa.
La verdad es que ella no era mucho mejor con los nombres. Su pegaso seguía sin tener uno, de hecho. La mención a que Adam pensaba quedarse no era tampoco demasiado loca. Al fin y al cabo solo podían volver a la Tierra dos días, y allí nadie les iba a recordar. Todo su hogar era ahora una ciudad medio en ruinas llena de monstruos.

—Bueno…No lo he pensado. Me gustaría ganar algo de dinero y creo que buscaré algo temporal, pero… No tengo idea de si montar un negocio en un futuro.
La verdad es que Adam había elegido rápido, pero ella tenía muchas dudas. La falta de magia no ayudaba a ciertas opciones, el ejército era algo que aborrecía tanto que ni se planteaba, y así con todo.

—Pero si que me gustaría hacer algún viaje a la Tierra. Aunque sea solo para ir de compras y traerme cosas.

No sabía aún si quería ir a ver a sus padres. No se iban a acordar de ella, pero cotillear brevemente si les iba todo bien era algo que se planteaba hacer. No sabía si aquello iba a hacerle daño, si les veía perfectamente felices sin ella allí, por lo que todavía no lo tenía claro.