No todo lo que tiene alas vuela

Recuerdo del primer mensaje :

Adam desde que habló con la siwani sintió que poco a poco hablaban con más frecuencia. A veces iban a la planta baja a tomar algo y hablar de sus vidas, de como fue su paso por la ciudad e indagar en los detalles que vivieron antes de que la luna iluminase el cielo. Eran charlas curiosas en las que ambas partes se conocían mas entre sí y el pegaso las disfrutaba. En uno de los intercambios de palabras Fleur manifestó su deseo de volar y usar sus alas para surcar el cielo. Adam le dio la razón, al fin y al cabo sentía lo mismo con sus propias alas. No tardó mucho en ofrecerse para asistirla en tomar un vuelo supervisado, él la ayudaría a que en su otra forma intentase alzar el vuelo y si algo saliese mal el ruso estaría para agarrarla. Por motivos obvios prefirió reservarse, sabía que su cuerpo de más de media tonelada sería demasiado para que Fleur lo manejase si se cayese, tampoco quería ponerla en riesgo.

Optaron por estar cerca de los jardines de la memoria, en un descampado sin muchos escombros alrededor que serviría para tener un llano desde el que tomar un vuelo bajo.

—Creo que este sitio podría estar bien. He venido un par de veces aquí a recoger hojas y se está relativamente tranquilo, al menos casi siempre estoy solo cuando vengo —admitió, viendo el muro de patrón hexagonal de los jardines. Ese sitio le pareció siempre la mar de agradable y venir acompañado lo agradecía, sentía que era una decisión algo arriesgada venir por cuenta propia cuando lo hacía. Como siempre vestía las ropas de manga larga para que no se notase su transformación, en ese aspecto nadie tendría motivos para sospechar de lo que él realmente era al menos. Adam miró a Fleur con una sonrisa cálida y apoyó sus brazos en jarra—. Bueno, yo ya estoy listo. Cuando te veas preparada estaré para que no te caigas de mala manera —el ruso se aseguraría de que no se lastimase. Por si acaso practicó el hechizo de levitación bastantes veces vaya a ser que necesitase alzar al cisne en algún momento.

Una figura oscura deambulaba cerca de los Jardines de la Memoria. Se paraba con atención en cada resquicio entre los edificios, pareciendo buscar algo. Aunque le urgía encontrar ese ingrediente, aquella búsqueda se la tomaba con calma tanto analizando los especímenes que iba observando como en sus pasos. -No, aquí tampoco. No cumple con las condiciones idóneas- se decía a sí mismo el doctor de la peste.

Unas calles más adelante terminó frente al lateral de un pequeño santuario adornado con quimeras de piedra a modo de gárgolas. Su vista tras los cristales de la máscara picuda se fijaron no en la belleza espeluznante del edificio, sino en un tenue brillo morado que se divisaba entre las grietas de los ladrillos más cercanos al suelo. Alzando un milímetro la comisura de los labios en lo que podría considerarse el esbozo de una sonrisa, se acercó con calma hasta el origen: un musgo especial que necesitaba para la elaboración de unos brebajes alquímicos. Cuando estuvo frente a él, el doctor abrió el maletín que llevaba consigo y sacó una pequeña espátula para recoger el musgo y guardarlo en uno de los recipientes de cristal que traía.

Sin embargo, un choque cerca de su posición captó su atención, alzando la cabeza mirando todavía hacia la pared que tenía enfrente. Luego llegaron los gritos, de un joven dedujo y que parecía preocupado por otra persona, probablemente la que había producido el estruendo. Con una ligera prisa tomó el musgo y lo guardó en unos de los frascos, levantándose después y siguiendo la voz del chico mientras limpiaba la espátula para guardarla.

Al girar la esquina hacia la fachada del santuario, vio al joven humano arrodillado en el suelo, inmóvil al lado de una chica tendida en el suelo. El doctor se acercó con calma, analizando a la humana en busca de algo que delatara lo ocurrido. Cuando estuvo justo detrás del chico dijo en un tono neutro: -Vaya, ha debido de ser un golpe fuerte si ha llegado a la inconsciencia. Que siga viva ha sido toda una suerte- Ahora que estaba a su lado, pudo ver el reguero de sangre que salía de su boca y por la posición en la que se encontraba no le fue difícil de deducir que debía tener varias fracturas severas y distintas heridas más.

Ante la situación que lo superaba, Adam estaba mentalizandose. Debía hacer algo, recordar toda la teoría que aprendío. ¿Estaba listo para ponerla en práctica? No sabía con certeza que pasaba con ella, si su interior estaba bien o si tendría alguna herida poco visible. ¿Sus huesos están bien? Le temblaban las manos solo de ver la sangre, hiperventilando como cuando Kahlo y su brazo…

Una voz en sus espaldas le heló la sangre. Notó como los vellos de su nuca se erizaban y girándose abuptamente vio muy cerca suyo a un tipo con una máscara que le causó repelús y mucha impresión. Adam ahogó un grito, separando un poco los brazos inconscientemente protegiendo a la francesa. ¿Quién era? Vestía con un ropaje de cuero y lo que tenía en el rostro, con ese característico pico, ¿era una máscara como las que usaban durante la Peste Negra?

—¡¿Q-quién eres tú?! —preguntó en un ataque de nervios. No sabía si era bueno o malo pero por si acaso se incorporaba acuclillado poco a poco, por si tendría que salir corriendo con ella.

El chico se asustó con su presencia y se fue levantando sin alejarse de la herida. El doctor no se inmutó y siguió observando por unos momentos a la chica antes de mirarle y responderle escuétamente: -Vesalio. Soy médico y alquimista.- La máscara hacía imposible saber su expresión y hacia donde miraba exactamente, lo cual no ayudaba a disminuir lo sospechoso que parecía.

Volvió a mirar a la chica para comprobar que estaba en lo cierto y comentó: -Imagino que has usado algún hechizo en ella. Tiene pocas heridas visibles para el daño que se ha hecho.- Después pasó a contemplar la fachada a la vez que siguió diciendo: -Si no quieres que empeore, deberías de terminar sus curaciones pronto. Aunque sea a un ritmo más bajo, sigue perdiendo sangre.- Vesalio no solía negar su ayuda a posibles clientes, pero si el chico la había podido estabilizar cabía la posibilidad de que tuviera más conocimientos y no hiciera falta que se involucrara. Además, el varmano había pasado cerca por otro objetivo en mente.

Para su suerte, otra mata de musgo crecía cerca de una de las quimeras de la fachada, a unos metros de altura. Vesalio la observaba mientras sus alas comenzaban a desplegarse un poco en anticipación. Era toda una suerte que fuera a tener más ingredientes de los que pensaba.

El pegaso atendió a la presentación del desconocido, directa y sin adornos. Vesalio se hacía llamar. Adam abrio los ojos con esperanzas. Era un médico, seguro que podría ayudar. Seguro que…

Con la media sonrisa, Adam atendió al alquimista observándola y analizándola pero sus comisuras bajaban poco a poco. ¿Cómo que terminar? Había hecho las curaciones superficiales pero por dentro… ¿ella estaría bien? Las palabras de Vesalio indicaban que no sería tan complicado, pero él no tenía ni idea. Adam tuvo un amargo sentimiento, se sentía inútil y no sería la primera vez que no sabría hacer nada.

El médico, para el horror de Adam, pareció atender otros asuntos.

—A-ayúdame por favor —dijo impotente mirando a Vesalio recoger más de ese musgo, arrugando la frente por la culpa—. No sé… lo que tengo que hacer para que mejore, ayúdala te lo suplico —esas palabras le quebraban el orgullo, pensaba que sería algo más competente. En un mes y poco más creyó tener conocimientos para tratar a quien lo necesitase y ahí estaba, temblando por la sangre y el miedo. Fleur no se pondría mejor si él se quedaba solo mirando, solo quería que abriera los ojos.

Antes de que el chico pudiera hacer nada, Vesalio ya estaba volando en dirección al musgo. Igual que con el anterior, el doctor repitió el proceso de la espátula y el recipiente metódicamente. Cuando estaba acabando prestando atención para que no se cayera nada en el aire, el joven le pidió ayuda. Sin prisa, terminó lo que estaba haciendo y volvió a tierra junto a ellos. Sin inmutarse con la desesperación de Adam, Vesalio respondió: -Entiendo. Claro, puedo curarla, aunque hará falta llevarla hasta mi clínica. No queda muy lejos de aquí.- En el ofrecimiento no venía implícito que el doctor cargara con la chica, pensaba que el humano podría encargarse. A no ser que se lo pidiera, Adam tendría que ocuparse de llevar a Fleur.

En cuanto estuvieron listos, el doctor comenzó a guiarle entre las calles, sin prestar demasiada atención a la herida. Sabía que, aunque era necesario tratarla, todavía había margen suficiente para no ir con prisas. Si por él fuera habrían ido en silencio hasta llegar, pero necesitaba saber varios detalles para cuando fuera el momento de curarla. -Si no te importa explicármelo, me haría falta saber cómo ha ocurrido el accidente. Sin omitir detalles, por favor. Cualquier información podría ser clave para que se recupere sin incidentes.- dijo con el mismo tono monótono que había usado desde que se habían encontrado.

El doctor en un inicio se le veía demasiado enfocado en ese musgo, ¿tan importante era para recolectarlo? Las alas del ciudadano junto a su apariencia le daban a Adam un aura indescifrable y desconocida. No sabía el por qué de la máscara, con ella se le dificultaba saber cuan serio o interesado o sorprendido estaba en con respecto al caso de Fleur.

—De acuerdo —no era mentira que Adam, de hecho, esperó un rato a que el doctor ayudase o algo pero se limitó a iniciar la marcha. El ruso guardó silencio y levantó a Fleur, con muchísimo cuidado de no moverla. Igual que antes, cargarla también le recordó a Kahlo. ¿De nuevo haría el mismo papel, no haría nada? Caminaron y caminaron en silencio, en el pegaso se apreciaba una mirada perdida entre la francesa inconsciente y el suelo. No fue hasta que Vesalio hizo preguntas sobre el accidente que Adam despertaría de su trance.

—Fleur quería volar en su forma… de cisne. Ella puede cambiar de cuerpos a voluntad con ese tipo de ave y en mitad del aire p-perdió el control y se chocó contra una pared y... no la agarré a tiempo —se excplicó con la amarga culpa recorriendo sus entrañas—. Desde la caida no abre los ojos. He intentado curarla pero ha debido de golpearse fuerte la cabeza para tener esta conmoción y no sé que daños internos puede tener y-

Adam seguía y seguía hablando, acelerado por el momento y los nervios. El doctor tuvo toda la información necesaria desde el principio y ya decidiría si detener y/o calmar al pegaso por el camino.

Vesalio escuchó el motivo del accidente con intriga. -Ya veo. Imagino que es una transformación de cuerpo completo, similar a unicornios y otras. Aunque no conozco cual es exactamente la de tu amiga.- respondió. Por su profesión tenía conocimientos anatómicos en buena parte de transformaciones, pero con la infinidad existente era casi imposible saber de todas. -En cualquier caso, si es así tendré que inspeccionarla en su otra forma también cuando despierte, por si hubiera heridas en el otro cuerpo.- añadió.

El chico seguía explicándole la situación, cada vez más nervioso. En lo personal, al varmano le daba exactamente igual cómo se sintiera, pero si iba a tener que operar sería exasperante tenerlo cerca con tanta preocupación. Más para informar que para intentar calmarlo, dijo en tono neutro antes de que el humano continuara: -Ciertamente ha sido un golpe fuerte. Obviando los daños superficiales, ha sufrido varias fracturas y seguramente tenga algunas hemorragias internas. No es una cura sencilla, pero lo más probable es que se recupere sin demasiados problemas dado que hemos actuado pronto.-

Un poco después, por fin llegaron frente a la clínica del varmano. Una casa no demasiado grande de dos plantas, usando tanto madera como piedra sin mucha más decoración salvo la placa que había cerca de la puerta: "Doctor Vesalio. Medicina, cirugía y alquimia" -Ya hemos llegado- dijo mientras se adelantaba a la puerta y convocaba un hechizo para abrirla. Vesalio habría preferido cerrar con llave cada vez que salía, pero en una ciudad como aquella debía reconocer que las cerraduras mágicas eran la mejor opción para evitar problemas. Una vez desbloqueada, abrió e invitó al chico: -Pasa, por favor.-

El interior era bastante lúgubre. Candelabros y velas de distinto tamaño iluminaban la estancia, una sala polivalente que le valía al doctor tanto para sus operaciones como sus experimentos alquímicos. Todas las paredes contaban con refinados armarios de madera con cristales que permitían ver los frascos en su interior, con infinidad de ingredientes y pociones. A la izquierda había un escritorio con dos sillas, donde pasaba la primera consulta, y a la derecha se encontraba la mesa de operaciones junto a un carrito metálico con algunas herramientas y un fregadero de aspecto impoluto. Al fondo se veían unas escaleras para subir al piso superior, de aspecto algo más viejo.

Miró al chico y dijo: -¿Podrías dejar a la paciente en la camilla? Prepararé lo necesario para empezar ya...- Pensó en si se había presentado, estaba bastante seguro de que no. Con cortesía, preguntó: Disculpa, ¿cuál es vuestro nombre?- Ya que estaba, le venía bien saber el nombre de los dos.

En mitad de su explicación alargada por los nervios Adam calló para escuchar la conclusión de Vesalio. Un silencioso suspiro se le escapó por sus labios, parecía ser que Fleur se iba a poner bien. Lo único el no que estuvo pensando es en la suerte que ha tenido al cruzarse con un doctor justo después del accidente, han sido muy, muy descuidados. Asintió al doctor, gesto que probablemente no vería por lo sutíl que fue.

Tras un breve momento llegaron a lo que parecía ser la clínica del doctor. Era una casa no demasiado grande, algo rústica y con un aspecto ordenado y un poco elegante en cierta manera. La placa indicaba la profesión de Vesalio así como su nombre. La puerta respondió a un hechizo y se abrió, un sistema parecido al que seguían en la Torre Serpentaria.

—D-de acuerdo. Con permiso —ingresó dentro de la clínica con pasos tímidos. No se fiaba del todo, la falta de opciones sin embargo lo empujó a seguir con el plan de dejar a Fleur en manos de Vesalio.

Aun así, no pudo evitar ver todo a su alrededor. Era un ambiente algo depresivo pero con un orden que llamaba la atención. Todo parecía limpio y cuidado, contrastando con lo pavorosas que se le antojaban algunas zonas. Frascos de muchos colores adornaban las estanterías rectas, perfectamente alineados y organizados. Ingredientes, libros, había de todo tipo de cosas en ellas. La sala de operaciones le hizo torcer el rostro, tenía sentido por la labor de cirujano de Vesalio pero incidir así en heridas abiertas… necesita en uno bastante coraje.

—Si. Aquí vale, ¿no? —dejó reposar a Fleur con suavidad en la camilla, retirando un poco el pelo en su rostro y viendo sus facciones relajadas por la inconsciencia. Tenía un sangre en el rostro, lamentó no haber ayudado o al menos, volar con las alas que tenía en su forma equina y agarrarla en el aire. No dominaba para nada sus apéndices extra y por poder no pudo haber hecho nada, por eso ni siquiera lo intentó en su momento. Su cara parecía la propia de una muñeca de porcelana, irradiaba una belleza incluso sobrenatural y Adam arrugó la frente, no paraba de culparse—. Perdona, no pude presentarme antes. Me llamo Adam Petrov, soy parte de la criba de este año. Ella es… Fleur, tambien es de mi grupo. Si ayuda, es una Siwani. Ella me lo dijo, no sé cuales son sus habilidades quitando la transformación en cisne.

Después de presentarse, en un intento por calmar los nervios, agarró uno de los utensilios cercanos a la camilla en una pequeña mesa para observarlo de cerca. Parecían unas tijeras muy finas, ¿para qué servirían?

-Adam y Fleur, entiendo- repitió mientras miraba a ambos. -Sí, ahí está bien. Gracias.- continuó luego cuando el chico la colocó en la camilla. El nombre de Siwani le sonaba de haberlo visto en algunos de sus libros sobre transformaciones, pero solamente de pasada. Aún así, por la información que le había dado el joven de ella, no parecía que fuera a ser demasiado complejo.

Con la paciente ya preparada, Vesalio empezó a buscar en los cajones y armarios el material que iba a necesitar. Las herramientas ya estaban la mayoría en el carrito, saneadas y listas para usarse, aunque algunos elementos específicos tenía que sacarlos. Empezó con varios frascos de una de las vitrinas, anestésicos de distinto tipo para asegurarse que, aun en la inconsciencia, no sintiera el dolor que vendría en unos minutos. También le haría falta hilo para coser las heridas y todavía le quedaban clavos especiales, hechos con materiales de distintos mundos vinculados que los hacían muy resistentes y que, una vez terminada su función, absorbía el hueso cuando terminaba de soldarse.

Mientras iba sacando los materiales y dejándolos en el carrito, se fijó en el interés del chico por los utensilios. -Tengo que entendido que en La Tierra usáis herramientas similares en las operaciones- comentó presuponiendo que al menos estaría familiarizado con algunas de ellas. Tomó la jeringuilla que había al lado de las tijeras que tenía Adam y dijo: -No tengo inconveniente si deseas seguir observando el instrumental, pero por favor, lávate primero las manos.- Aquellas tijeras solo las necesitaría en los pasos finales de la operación por suerte, de haber sido algo más importante la petición hubiera sido más tajante. Las desinfectaría antes de empezar.

El varmano, pegándosele la curiosidad del otro, pregunto: -Los hechizos que usaste con Fleur... Imagino que los aprendiste durante la cosecha, ¿no? No se veían demasiadas heridas externas, así que entiendo que ya tienes práctica con ellos.- A pesar del buen trabajo que había hecho Adam, Vesalio no iba a darle el lujo de reconocerlo. Su relación con la magia era... extraña.

Cuando Vesalio comenzó a sacar todo lo que le hacía falta Adam lo observaba, analítico. Los utensilios, solo con verlos a simple vista, eran precisos. Esa era la palabra, preciso, aunque por fuera algunos pareciesen toscos estaban hechos para operaciones milimétricas. Frascos con líquidos de distinta espesura, color, homogeneidad y textura, en otras circunstancias sería más abierto y preguntaría pero entre el ambiente y lo tensa que era la situación enmudeció por completo. Hilos, clavos… Adam era muy novato, veía el arte de la medicina y la curación como algo más limpio, incluso mágico. Vesalio no lo sabía, pero estaba siendo testigo de un bautismo de fuego.

—Si, está en lo cierto. Los cirujanos los usan para operar en mi mundo y algunos puedo reconocerlos —confirmó con el ceño algo arrugado, tenso como nunca. No quería estar ahí pero se empeñaría en quedarse por dos motivos. Quería verlo, ver una operación con sus propios ojos. No quería huir como cuando a Kahlo le cortaron el brazo, necesitaba quitarse el asco a la sangre, la carne abierta. Eso será su vida y su profesión; y acobardarse no era una opción. También se quedaría para vigilar, si resultaba ser un matasanos se encargaría de salir de ahí con ella corriendo si hace falta, Vesalio no era el único doctor que conocía Adam.

El doctor le pidió a Adam que no tocase nada sin lavar sus manos primero y se sintió tonto, el material usado en una intervención debe ser desinfectado y tocándolo con sus manos sucias resultaría en una probable infección. Dejó rapidamente las tijeras largas donde pertenecían—. L-lo siento, no tocaré nada —se disculpó con cierto tono de frustración en su voz.

—De hecho, estoy estudiándolos. Bajo la recomendación de un doctor comencé a estudiar magia curativa y anatomía para aplicarlos correctamente —comenzó a explicarse con dificultad—. No quise incidir en heridas internas con ella, nunca lo he hecho y temo hacer crecer demasiado una parte o soldar mal sus heridas profundas. Solo… tengo práctica con daños superficiales —y de milagro, solo se puso a prueba una vez cuando se raspó el codo con su escritorio de Serpentaria.

Si Vesalio continúa y empieza a operar, Adam va a quedarse a mirar. Su rostro ocultaría todo el pavor que le daría ver carne y sangre durante toda la intervención, palideciendo gravemente en ocasiones.

Adam se disculpó por coger las tijeras y Vesalio no le dio demasiada importancia al error. Se limitó a asentir mientras seguía preparando la jeringuilla. El médico abrió uno de los frascos que había sacado y llenó la jeringa. Tuvo suerte de que antes de inyectar la anestesia el chico explicara sus conocimientos de "medicina", porque podría haber pinchado mal. Aunque sería imposible de ver, el varmano había estado arqueando la ceja desde que había empezado a explicar y, al acabar, dejó salir el sonido sordo del comienzo de una única carcajada

Recompuesto de aquel comentario tan jocoso, siguió el procedimiento pinchando la anestesia en uno de los brazos de la chica mientras el doctor daba su opinión del tema: -Es un buen comienzo la anatomía, es importante estudiarla. Pero la magia... Eso no es medicina, es cosa de curanderos. Cualquier cosa que puedas curar con hechizos se puede hacer con ciencia y los ingredientes adecuados. Puede que la alquimia necesite cierta magia en ocasiones, pero no tiene nada que ver con decir unas palabras y ya.- Vesalio tenía muy claros sus principios en lo que consideraba medicina y lo que no y, si había algo en lo que no iba nunca a dar la razón, era justo a quien pensara distinto en eso. Le daba igual si el comentario ofendía al chico, no iba a dar el brazo a torcer.

Continuó con los últimos preparativos para que Fleur estuviera lista, empezando ya a ver las distintas lesiones de las que tendría que ocuparse. Cogió un bisturí, preparado para comenzar la operación. Antes, miró al joven y preguntó: -Si quieres quedarte a comprobar cómo funciona la medicina de verdad, estás más que invitado. Puedes acercar una de las sillas si quieres.-

Adam aceptó y, cuando ya estuvo listo, el doctor comenzó su labor. Para los huesos tuvo que hacer algunas incisiones para poder llegar hasta ellos y usar sus clavos especiales para mantenerlos firmes. Era el proceso más tedioso, aunque por suerte solo un par de fracturas necesitaban ese tratamiento tan delicado. Las más leves solo necesitarían reposo y tal vez una escayola. Los cortes y laceraciones eran bastante más sencillos, aunque algunos tenían mala pinta. En los más peliagudos usó un ungüento que ayudaría a que el tejido se reconstruyera más rápido antes de coserlo y aplicar otra crema para la cicatrización. La operación llevó bastante tiempo entre unas heridas y otras, pero el doctor no perdió la concentración en ningún momento. Mientras que Adam palidecía por momentos, Vesalio ni se inmutaba con la cantidad de sangre que tenía entre las manos y las imágenes tan grotescas de los cortes y fracturas.

-Ya está- concluyó al cerrar el último corte. Con la mirada clavada en su obra, si limpió la sangre de sus guantes con uno de los paños junto al carrito y se dispuso a llenar otra jeringa con otro líquido que no tardó en inyectar de nuevo a Fleur. Antes de que el ruso le preguntara, explicó: -Es una pócima estimulante. Anulará el efecto de la anestesia y debería de despertar a tu amiga en poco tiempo.- Aunque ya debería de estar bien su cuerpo, Vesalio tenía claro que tenía que asegurarse que el otro estuviera también en buen estado.

Como Vesalio llevaba una máscara, leer su rostro era imposible cuando estuvo hablando. Sin embargo esa ligera carcajada llevó al pegaso a sentir pensamientos intrusivos en su cabeza. ¿Estaba riéndose de qué? Después de un rato se dio a entender, no parecía muy partidario de la magia y se servía más de la lógica y la ciencia—. “Conque era eso, vaya” —pensó incrédulo. Se le antojó amarga la sensación, no estaba demasiado de acuerdo con el argumento. Se sentía atacado, le entraban ganas de decir que los dones que le regalo la Luna le daban el poder de tener en la palma de su mano los hechizos más poderosos para curar a la gente. ¿Acaso es malo recurrir a una técnica alternativa? También estaba esforzándose, aunque recurra a hechizos.

No quiso discutir, callando su opinión cuando Vesalio iba a hacer su demostración. Adam en un principio no agarró ninguna silla, se quiso hacer el fuerte pero apartaba la mirada en muchísimas ocasiones. Quería ver, pero la sangre… La maldita sangre lo ponía enfermo, palideciendo un poco y sintiéndose mareado. Lo hacía muy bien el doctor, de hecho era un cirujano de primera pero un tambaleo del ruso lo hizo agarrar la silla finalmente, disimulando su mareo como pudo. El médico tenía las manos llenas, teñidas de carmesí brillante.

Concluida la operación le suministró via intravenosa una pócima estimulante. Tantas inyecciones… ¿esa era la verdadera medicina? Seguro que habrá hechizos para hacerlo sin necesidad de un pinchazo y sin tantas intervenciones. Sin saberlo Adam estaba teniendo un berrinche interno, no siendo consciente de que parte de las palabras de Vesalio eran ciertas y seguramente lo admitiría luego pero en el momento, el pegaso no hizo sino negarlo—. “Medicina de verdad… Sí, claro”

Tanto sentimiento venenoso, junto con el agobio inicial, lo agotaban. No era propio de él y lo sabía.

—Esperemos a que despierte —casi que escupió en un tono ya no tan amigable. Estaba frustrado por las palabras y se le notaba demasiado. Tenía un gran sentido de la responsabilidad y muchas ilusiones por ser un buen doctor. Él era un pegaso, un ser capaz de ser un gran médico con ilimitadas dotes mágicas para curar y salvar personas. Sentía… orgullo de lo que era. Sin embargo la dosis de realidad ahí estaba, amarga y esperando a ser admitida por el ruso.

Poco a poco la joven comenzó a abrir los ojos, primero de manera imperceptible y moviéndose bajo los párpados como si se encontrara en un mal sueño. Luego fueron parpadeos y una exhalación de dolor muy breve, si el ruso estaba atento podría haberla escuchado.

Su vista no terminaba de enfocar bien sumida en una especie de letargo, pero no era aquello lo que más le molestaba. Sentía dolor por muchas partes del cuerpo y en especial en la base del cráneo, donde asumió que debía haberse golpeado. Estaba viva. ¿Pero cómo?

—A..Dam… Adam —susurró, con voz débil y trémula al tiempo que buscaba la mano del pegaso. Recordaba la caída, ese fuego candente recorriendo todos sus huesos. Comenzó a llorar bajito, aterrada y comprendiendo por fin que no le sonaba el lugar dónde se encontraba porque efectivamente nunca había estado allí. Candelabros, velas y un ambiente lúgubre y enfermizo la acompañaban—. Maila… —susurró en un momento de confusión mientras sentía que la cabeza le daba vueltas y vueltas en forma de la peor resaca de su vida. Chasqueó la lengua, notando el sabor metálico característico de la sangre—. Oh… Adam… me duele… me duele… —el llanto de la chica se intensificó sin atreverse a moverse de la camilla. Le dolía, efectivamente, pero aún así mucho menos de lo que debería. Sus sentidos estaban embotados, producto de las pócimas que navegaban por su cuerpo.

El doctor captó el tono del chico, aunque le daba igual si se había ofendido por lo que él consideraba una verdad indiscutible. Lo importante es que la paciente se encontraba operada y, si todo iba bien, sana. -Claro. No le llevará mucho tiempo, como máximo unos minutos.- respondió sin variar su tono por el comentario. Vesalio aprovechó para acercar una de las sillas a la camilla y se sentó. Había sido una operación larga, no le venía mal descansar las piernas.

Los ojos de la chica comenzaron a abrirse poco después, llamando a su compañero. Por supuesto que le seguía doliendo, a pesar de los calmantes los daños habían sido bastante fuertes. El varmano dejaría que Adam hablara con ella primero, esperando a que retomara más la consciencia. Después de eso, desde la silla, que estaba a la izquierda de la francesa, dijo: -Buenas tardes. Te recomiendo que no te muevas demasiado hasta que las pócimas terminen de hacer efecto. Cuando estés algo mejor y puedas responder mis dudas seguiremos con el examen- Aquello daría la sensación de que le dejaba tiempo más que de sobra para se recuperara, pero en realidad el doctor quería continuar cuanto antes el procedimiento si de verdad había más daños.

El pegaso se incorporó, levantando de la silla en cuando notó que la francesa abrió sus ojos poco a poco entre los plumones negros que hacían de pestañas. Se tensó cuando Fleur emitía gestos leves de dolor, extendiendo su mano. Justo cuando ella susurró el nombre del joven, éste agarró su mano con suavidad mezclando la esperanza que le daba verla consciente junto con la angustia que sentía al notar su tono de dolor.

—Estoy aquí Fleur, estoy contigo —apretó un poco el agarre de forma afecuosa, buscando transmitir afecto y calma con unas ligeras caricias. Arqueó las cejas, preocupado por lo que la chica decía. Vesalio le habló a la chica, advirtiendo que las pócimas aun deben terminar de hacer efecto—. No te preocupes, estás en buenas manos. El es Vesalio, un doctor que te ha ayudado a sanar —manifestó pausadamente, más por el hecho de calmar a la siwani—. Date un poco de tiempo, todavía estás recuperándote.

En ningún momento la soltaría. De vez en cuando miraba a Vesalo con esa máscara que ocultaba cualquier atisbo de emoción y tuvo una duda. ¿Qué les pediría a cambio? Tampoco lo veía como un samaritano que curaría a una mujer al azar que se encontró herida de pura casualidad. Y a decir verdad, Adam no se fiaba casi nada aun con el hecho de que salvó la vida de su amiga. Sin saberlo, estaba siendo prejuicioso en base a la apariencia del doctor y le daba escalofríos.

La presencia de Adam a su lado fue reconfortante. Fleur notó como este le apretaba la mano y mirándole a los ojos pudo logró esbozar una sonrisa tierna, repleta de lágrimas que se escapaban y deslizaban por sus mejillas. Estaba muerta de miedo y al mismo tiempo con el ruso cerca sentía que todo estaría bien.

La intensidad de su llanto tuvo que verse reducido por la entrada en escena de una persona más, en este caso un doctor de aspecto lúgubre llamado Vesalio. A la francesa aquel hombre le daba mala espina, pero probablemente acababa de salvarle la vida.

Asintió a sus palabras, sin querer moverse mucho del sitio por el dolor y notando como la cabeza se le iba hacia un lado por el mareo.
—Agua... por favor... agua —musitó, con la boca pastosa. Después dejó claro que estaría preparada para responder cualquier pregunta.

Apretó la mano de Adam de nuevo sin atreverse a mirarle mucho, la culpabilidad se apoderaba de ella.

Que Adam le presentara le ahorraba a él mismo hacerlo para centrarse en su trabajo. No es que Vesalio fuera a agradecérselo, pero le aliviaba que el chico se encargara de ello cuando él tenía otras prioridades más importantes en aquel momento. Al doctor le sobraba algo del melodramatismo del reencuentro de ambos (ya le había asegurado desde un  inicio que iba a recuperarse casi con total seguridad), pero mientras no molestara en los posibles exámenes siguientes le daba igual lo que hicieran.

-Claro, dame un momento- respondió a Fleur. El médico se levantó y se dirigió al fregadero. Tomó uno de los vasos que tenía en uno de los muebles a su lado y lo llenó bastante. En el proceso, ambos podrían escuchar como Vesalio tenía un ataque de tos, algo apagado por la máscara. Recuperado y con el vaso listo volvió hasta el lado de Fleur y se lo ofreció. -Disculpad, a veces ocurren pero no tenéis que preocuparos- dijo. Tenía claro que por sus alas los dos jóvenes no sabían que transformación tenía, sino Adam ya habría tenido cuidado con él desde el principio. No les mentía, ya que mientras no se quitara el traje o la máscara no habría riesgos de contagio, pero podría entender que desconfiaran.

Cuando la francesa ya hubiera vivido lo suficiente para empezar la conversación, se explicó: -Bien, señorita Fleur. Según me ha contado Adam, has tenido un accidente mientras intentabas volar. Me ha contado lo que sabe sobre tu transformación y, aunque no conozco la tuya concretamente, me hace pensar en otras similares que he tratado. Me haría falta que me contaras todos los detalles relevantes del incidente y me confirmaras si tu cuerpo de cisne comparte o no las heridas con tu cuerpo normal. De ser que no, lo mejor sería que examinara posibles heridas que sufrieras en la otra forma.-