Nuevos cuerpos, mismos sentimientos

El día se hizo medianamente largo para el pegaso. Hace un par de horas que almorzaron y aprovechó todo ese tiempo para ordenar apuntes de la clínica en su habitación. Logró apañar una pequeña estantería tomando prestados un par de tablones de madera, realmente la carpintería no era lo suyo pero no quedó ni tan mal. Al menos no se caería por un par de libros. Adam realmente estaba agotado mentalmente de ordenar tanto apunte tomado a mano, realmente ha escrito más en estos días que en los últimos años.

—Buff… Al fin terminé —dijo para sí cuando vio esos montones de papel bien ordenado y anotado, satisfecho por el buen trabajo que hizo.

Realmente se tomó su tiempo en ello y el trabajo duro merecía una recompensa: relajarse en el salón por un ratito. Como estaba en camiseta de manga corta decidió colocarse una camisa abotonada de un azul apagado, unos vaqueros de color oscuro y unos zapatos de cuero que lo hacían ver elegante, realmente le gustaba vestir así. El pelo suelto no estaba mal, recordó haberlo cepillado por la mañana y aun conservaba el buen cuidado no molestando para nada su visión. La barba se la recortó hace días pero se anotó darle un repaso cuando pudiese.

Agarrando el pomo se vio venir el testarazo del maldito cajón de la cómoda con vida propia y lo esquivó con un pelo. Sonriendo pícaramente por su predicción hizo una peineta al mueble viviente. Salió del cuarto con calma, bostezando un poco. Por el rabillo del ojo acertó a ver al fauno salir casi al mismo tiempo que él.

—¡Vaya! No sabia que estabas también en tu habitación —empezó simpático y de buen humor por cruzarse con su pareja—. Estaba ordenado cosas, ya sabes, más apuntes que tomé en lo del señor Enredo —dijo con modestia como si fuese lo común, que lo era. Para el poco tiempo que llevaba, la rutina lo moldeó bien.

Para Chromsa aquel día estaba siendo bastante tranquilo. Por la mañana había estado charlando con algunos de sus compañeros de criba a la vez que compartían algunos trucos para nuevos hechizos en la sala de entrenamiento. Desde que conocía su nueva capacidad mágica, el brujo estaba buscando con interés conjuros que pudiera aprender. Después de almorzar subió a su habitación para estudiar algunos libros que había tomado de las estanterías de la planta superior. Algunos le servían para indagar más en las características de su transformación, otros eran grimorios que contenían algunos hechizos que le habían llamado la atención.

Como llevaba unas horas investigando sin parar (y teniendo que lidiar con una silla un tanto nerviosa), el ochrorio decidió tomarse un descanso y pensó en bajar para ver cómo estaba el resto. Lo que no se esperó al salir de su habitación es que a su lado Adam había tenido justo la misma idea en el mismo instante.

-Lo mismo digo. Ha sido una sorpresa encontrarte saliendo también.- comentó alegre a las primeras palabras del ruso. Después de que Adam explicara lo que había estado haciendo, siguió: -Ah, claro. Espero que esté yendo bien, se te ve muy motivado de trabajar con él. Yo estaba estudiando, tanto de mi transformación como algunos hechizos nuevos.- Se acercó un poco más a su pareja y le preguntó con cierta curiosidad: -¿Salías a descansar o era para hacer algo antes de volver a ello? Por mi parte iba a bajar un rato a despejarme.-

Aquel día Chromsa vestía con una camisa parecida a la que trajo de Ochroria, aunque de un tono verde oscuro y con unos pequeños volantes en las mangas, y un pantalón corto marrón. De momento era uno de los pocos que podía ponerse sin que le molestara con sus nuevas piernas.

Le alegraba saber que Chromsa estuviese haciendo labores de estudio como él, parecía muy motivado con ello también. Por otro lado la transformación de su pareja fue de las más radicales y en un principio temía que el ochrorio estuviese muy afectado por ese cambio en su cuerpo y sobre todo sus piernas. Le dibujó una gran sonrisa ver que estaba llevando bien todos sus cambios.

—En realidad ya no tengo nada pendiente, iba a relajarme un rato. Si estás libre podemos hacer algo —no sabía el por qué le daba todavía vergüenza pedir esas cosas a Chromsa, subiéndosele los colores un poco—. ¿Te apetece dar una vuelta por los alrededores y tomar el aire?

No tenía un plan exacto con ello pero le agradaba la idea de invertir más de su tiempo con su pareja. Ahora que lo recuerda, el pegaso nunca ha ido a dar una vuelta formal con el ochrorio. Al fin podrían hablar más de ellos dos, tener una charla agradable. El solo pensar en ello le hacía cosquillas la barriga.

Cuando Chromsa aceptase iría junto a él bajando las escaleras. En cierto momento se miró la mano, recordando una duda pendiente.

—Chromsa, ¿te puedo dar la mano? —dijo rozando sus dedos con los del fauno—. Si estás cómodo de… dármela en vista de algunos de nuestros compañeros —no tenía mucha idea de cómo se tomaría Chromsa su relación públicamente, él venía de un mundo más rural y eclesiástico. Aunque ambos han tenido momentos cercanos en Silente, quizás Chromsa tuviese una visión más cerrada con respecto a relaciones chico-chico y lo que menos quería era incomodarlo. Por su parte no quería detenerse ante pensamientos tontos de lo que puedan pensar o si era “lo correcto”, ante todo deseaba contacto con su pareja más que nada en el mundo y la mirada del ruso a la mano de Chromsa lo delataba.

El rubor de las mejillas del ruso no le pasó desapercibido mientras le proponía el plan. -¡Por supuesto, me encantaría! En principio tenía pensado ver si había alguien en el salón para charlar un rato, pero me gusta más tu idea.- contestó con una agradable sonrisa que intentaba transmitir seguridad al terrestre. Llevaban ya un par de meses juntos, pero le parecía que Adam seguía cortándose con aquel tema. No lo culpaba, él mismo tampoco sabía muy bien cómo se supone que debía ir la relación exactamente, simplemente se dejaba guiar por el corazón.

Al instante comenzaron a bajar las escaleras en dirección a la salida del torreón. A medio camino el pegaso hizo una pregunta y, si Chromsa ya tenía intención de mirarlo, al notar sus dedos cerca de su mano se intensificó aun más. Viéndole no pudo evitar que se le pegaran los mismos colores que a su pareja. Con sus miradas encontradas, el brujo no dudó en cerrar la mano en la del ruso mientras le decía en tono cariñoso: -Claro que puedes, Adam. Confieso que más de una vez había pensado en preguntarte lo mismo, aunque me daba un poco de corte y no quería incomodarte. Ya sabes, con lo de los síntomas y demás.-

La vergüenza se había hecho paso por el ochrorio y su dominio se vio influenciado por ello. Las hojas, que hasta entonces los habían estado siguiendo por detrás, comenzaron a arremolinarse erráticamente entre ellos. Por suerte, en cuanto lo vio el ochrorio hizo lo que pudo por calmarse y apartar las hojas. -Perdón, todavía siguen un poco rebeldes en momentos así.- se disculpó a prisa.

Cuando el fauno no solo le respondió con una positiva sino que también le regaló el afectuoso agarre que deseaba, a Adam se le aceleró el pulso, sorprendido por ello. Instantáneamente sonrió al fauno como respuesta a la calidez de sus sentimientos internos provocados por el contacto, tener el calor de su palma con la suya.

—N-no sé por qué aun me pongo así de tonto contigo —admitió riéndose un poco de sí mismo y la situación.

Lo siguiente que dijo le hizo sentir indirectamente lo que probablemente tuvo que pasar Chromsa sin él en los momentos antes de la luna, cuando su maldito rechazo al tacto hizo que se alejase de él.

—Ah, eso. Eh… Eso fue enteramente mi culpa pero agradezco que te preocupes por eso —después de decir eso le regaló a Chromsa un par de caricias en su mano entrelazada a la del ruso—. Lo bueno es que no me ha vuelto a pasar desde que me transformé, ya no tengo miedo a tocarte.

Ahí se le fue la lengua. El ruso miró hacia adelante con muchísima vergüenza y no percatándose de que el ochrorio casi que estaba en las mismas. Las hojas estaban algo revoltosas por ello y aunque Chromsa se disculpó por ello a Adam no me resultó molesto ni por asomo.

—No te disculpes, no me molestó y, ademas, estamos todos igual me da a mí. Yo sigo teniendo transformaciones sin avisar todavía —añadió con humor para que el fauno no se sintiese mal.

Habían llegado a la planta baja y, por ende, al salón. Unos pocos se encontraban ahí y se pararon a saludar un rato a los que estaban. Una vez terminaron estaba la puerta al exterior y Adam miró a Chromsa al indicarle con un “¿Vamos?” en búsqueda de aprobación. Fue Adam quien levantó el campo de fuerza encima de ellos para que no se empapasen con la lluvia y paseasen un rato. La tormenta tuvo un decremento en su intensidad conforme los días pasaban y hoy era de esos días en los que solo eran unas cuantas gotas las que molestaban.

—Parece que la tormenta no es tan intensa últimamente. Oye, si te molesta podemos volver sin problema —Adam decidió salir tanto para tomar el aire como por estar a solas con Chromsa pero si le molestaba tampoco era plan de que su pareja lo pasase mal, sugiriendo dar media vuelta si ese era el caso.

Tanto la respuesta de Adam a sus disculpas como las palabras sobre el por qué el ochrorio no había sido más cariñoso con él hicieron que Chromsa se relajase. Bueno, eso último en realidad también le subió los colores un poco más, pero no sobrepasó a la tranquilidad que le había proporcionado el ruso. Con una sonrisa más amplia y siguiendo el tono de humor, contestó: -Sí, todavía llevamos poco tiempo pero seguro que iremos controlándolo mejor. Ya vamos mejor que el primer día al menos.-

Abajo se encontraron con algunos de sus compañeros y no dudaron en saludarles. En alguna ocasión mientras hablaban con el resto miró de reojo a Adam. El fauno no tenía problemas en aparecer allí de la mano de su pareja (aunque no podía negar que estaba un pelín nervioso al ser la primera vez), pero no sabía si al pegaso le daría más vergüenza. Para su alivio, no parecía que le estuviera afectando demasiado. Poco después se acercaron al portón de salida y Chromsa asintió a la mirada de su pareja.

Fuera los recibió la Luna Roja, como llevaba haciendo ya varias semanas, y una tormenta mucho más leve que de costumbre. Dentro del campo de fuerza las hojas flotaban alrededor de los dos, aunque el ochrorio intentaba dejarlas a sus espaldas. No tenía claro del todo el por qué, pero aquel momento le parecía precioso. -Ah, no. Estoy perfectamente, ya me he acostumbrado a esta lluvia y la verdad es que hoy no es un mal día en comparación. Además he estado leyendo y a los faunos nos suele venir bien estar al aire libre.- le respondió con seguridad. Después de dar unos pasos más, se encontraba mirando a la Luna y preguntó: -Adam, ¿tú también notas algo al mirarla? No se si será por los cambios, pero hay algo que me atrae a ella, como si fuera una conexión o algo así.-

Quizás fue un pensamiento algo precipitado pensar que Chromsa se molestaría por un poco de lluvia. A decir verdad se le antojaba hermosa la lluvia junto a la luz roja. Si no fuese por su pareja y por su propia salud quitaría la barrera solo para sentir las gotas danzantes sobre su piel.

—Desde luego es un ambiente relajante. ¿A que sí? —dijo a la respuesta del fauno, extendiendo sus brazos para llegar a las minúsculas gotas que se cuelan desde el borde del campo de fuerza.

De ahí miró la Luna Roja, enorme, brillante, imponente y sobre todo hermosa. ¿De donde venía ese sentimiento de belleza? El ochrorio mencionó esa conexión extraña que probablemente todos deberían de sentir.

—Es tan bonita que no puedo dejar de verla. Es como si… no pudiese apartar la mirada y me atrapase constantemente —Adam apretó el agarre, señalando con su mano libre el enorme cometa rojo—. Esa cosa de ahí nos ha convertido en lo que realmente somos —relajó la mano y la dedicó a agarrar la otra mano de Chromsa, estando frente a frente y mirándolo con una sonrisa—. Es extraño pensar que toda mi vida he sido un caballo con alas en el fondo, y tú un fauno. En el fondo agradezco este cambio, siento que cada vez soy más… yo, como si nada hubiera cambiado en realidad.

Era un sentimiento genuino. Se sentía cada vez más cómodo con ser un pegaso, aceptando su otro cuerpo como el suyo propio. Es él, Adam, el de siempre, tanto en una forma como en la otra. Miró a Chromsa de vuelta, algo ruborizado al caer en sus ojos caprinos.

—Y para mí tú no has cambiado nada en realidad, sigues siendo el de siempre en mi… corazón. Ehhh… jajajaja, no valgo para decir estas cosas —después de un rato en el que el ruso estaba callado y colorado no pudo aguantarse las ganas, soltado su mano derecha para aferrarse al hombro de Chromsa, tal y como la primera vez. Se lo acercó y unió sus labios con los del fauno, con sus ojos cerrados de la vergüenza pero siendo un beso nuevo para el ochrorio, el primero en ser correspondido de verdad por el ruso sin un ápice de duda en sus actos. La luz carmesí que los bañaba, el ruido de las gotas contra el húmedo suelo, todo era perfecto y su corazón le daba vueltas.

-¡Sí, justo eso! Vale que es la primera vez que veía una luna, pero aún así... Tiene algo más que la hace única.- respondió con entusiasmo. No tenía claro si entre los dos habían conseguido describir por completo lo que sentían al verla, pero al menos era un comienzo. Siguió la mano de Adam y contempló la Luna Roja en su esplendor a la vez que decía aquella frase. ¿Lo que realmente eran? Chromsa habría empezado a darle vueltas a aquello de no ser porque la otra mano del ruso tomó su otra mano y cuando quiso darse cuenta lo tenía delante suya.

Si ya la vista le había parecido preciosa antes, ahora toda la situación le parecía perfecta. La lluvia, la luz, las hojas a su alrededor, Adam... Todo estaba en una armonía propia de la Acromía. El ochrorio se limitó a escuchar a su pareja, con la pulsación creciendo por momentos al igual que el rubor en sus mejillas. Tras una mueca de risa muy enternecida, dijo: -Pues creo que no se te da mal. Yo... siento lo mismo, aunque también me cuesta un poco decirlo a veces. Imagino que es la falta de experiencia, jeje...- Chromsa enmudeció al igual que el pegaso y quedaron en silencio por unos momentos bajo la Luna. Fue entonces cuando los labios de Adam se encontraron con los suyos y, aunque no era el primero, fue tan mágico como aquel o incluso más. Se dejó llevar y le devolvió aquel beso y todos los que llegaran después hasta que ambos decidieran parar.

Cuando acabó, Chromsa seguía cogiendo las manos de su pareja y lo miraba con una sonrisa. -Nunca me cansaré de decir que conocerte fue lo mejor que me ha pasado desde que llegué aquí. Me alegro tanto de que todo haya acabado bien...- dijo con cariño. Aquello último le hizo caer sin embargo en la duda por el futuro. Ahora eran ciudadanos pero, ¿qué harían a partir de ahora?. Tras un breve silencio donde se podía notar que algo le preocupaba, preguntó: -Adam, ahora que ya tenemos toda la libertad posible, ¿qué podemos hacer? Quiero decir, ya tienes planes para estudiar medicina con Enredo pero... ¿Tienes algo más pensado?-

Aquel fue de los momentos más hermosos en la vida de Adam. Estaba rodeado por un clima lluvioso, una calma relajante y su otra mitad a su lado. Chromsa no se llegó a detener pronto y Adam hizo lo mismo, llegando a abrir un poco sus ojos para verlo. El tiempo no tenía significado, casi como si se hubiera detenido. Eran solo el pegaso y el fauno, la lluvia y la Luna Roja. Adam agradeció a Rocavarancolia, un mundo manchado de sangre y mentiras, solo por regalarle una persona que, de no haber sido por la cosecha, jamás hubiese conocido y amado.

Ambos pararon y Adam escuchó a Chromsa con una sonrisa, estaba a punto de derretirse por dentro por tener tan buen momento con él. Iba a responder cuando lo notó algo preocupado y se explicó. Tenía razón, tenían todo un futuro por delante y las dudas no tardarían en surgir. Adam estaba avanzando a buen ritmo con Enredo pero ellos dos… El ruso lo tenía claro, siempre lo tuvo en su cabeza y decidió contarlo.

—¡M-me gustaría hacer vida aquí, contigo! Quiero estar a tu lado y... ¿Por qué no? Vivir juntos en algún sitio. ¡No importa donde! —Adam rodeó a su pareja con su brazo derecho, enérgico, ambos mirando al horizonte lluvioso. Él estaba muy rojo pero muy feliz por decir lo que estuvo diciendo—. ¡Quiero hacer de lo nuestro algo real, tener un hogar para nosotros, hacer vida...! —Adam se empezó a reír a carcajadas, estaba demasiado eufórico y él mismo lo sabía. Tumbó su cabeza sobre la del fauno, poco importándole los cuernos—. Ni siquiera sé si es posible, quizás se me esté yendo la olla. Pero te quiero demasiado, ¿sabes? L-lo mismo lo verás como los deseos de un niño pequeño pero desearía vivir contigo en un sitio al que llamar hogar, nuestro hogar. Aunque sea en Ochroria, no me importaría.

Si bien la cabeza del ochrorio empezaba a traer de vuelta las dudas que le surgieron tras la transformación, el abrazo y las palabras de Adam hicieron de barrera a todos aquellos pensamientos reconduciéndolo al momento tan dulce que estaban teniendo. Con una amplia sonrisa acompañada de algunas risas tontas, fantaseaba con cada sílaba y proyecto del ruso. Al fin y al cabo, el sentimiento era mutuo. Tener una casa, vivir juntos y compartir vida... era un sueño que realmente no quedaba lejos. Sin embargo, la mención de Ochroria rompió parte de la magia.

Algo más intranquilo, aparte ligeramente su cabeza de la del pegaso y comenzó a explicar lo que ocurría: -¡Por supuesto que me encantaría hacer todo eso, Adam! Pero es justo eso, Ochroria... Se que ya lo hemos hablado, pero...- Le miró a los ojos para continuar: -Sigo preocupado con lo de mi familia. Quiero pensar que todo será como me dijiste y no habrá problema, pero no puedo evitar tener la duda de que no sepan ver más allá de todos los cambios.- Relajó más la postura soltando los brazos de su pareja y volviendo la mirada al suelo: -Necesito verlos, ver que todo les ha ido bien todo el tiempo que llevo fuera, pero todavía no creo que esté preparado para lo que pueda pasar.-

Buena parte de las hojas habían caído al suelo siguiendo los ánimos del brujo y las que quedaban flotando se movían lentamente, con aire melancólico.

Cuando Chromsa se retiró un poco, Adam supo que tocó sin querer una fibra sensible. Las dudas de su pareja no se habían disipado y cuando él lo miró a sus ojos y habló, el ruso puso un semblante algo decaído. ¿Por qué no lo pensó antes? El ochrorio no necesitaba escuchar ese recordatorio y sin embargo se fue de la lengua con él, a su modo el pegaso se sintió muy culpable e hizo un amago para agarrar su mano pero negó el gesto en último momento, no quería añadir más leña al fuego.

—Oye Chromsa, te lo digo con buena fe. Siento que estás preocupándote demasiado con… tus cambios. ¿De verdad piensas que tus propios padres, tu familia, van a ser tan superficiales contigo? ¿Imaginas a tu hermana Chrille rechazando a su hermano mayor? Piensa que has ganado unos dones increíbles y… —se terminó bloqueando. No sabía si estaba pecando de insensible, si no estaba comprendiendo del todo a su pareja. En su caso no tenía unos padres ni unos hermanos que se preocupasen por él, ni siquiera amigos. Por no tener ni siquiera cambió demasiado por fuera a diferencia de Chromsa.

—...y piensa que ellos siempre te querrán, da igual como te veas por fuera —sus hojas hacían mucho más evidente que le dio una bajona no pequeña—. No me gusta verte así Chromsa… sé que es duro pero n-no te asustes, verás que no es tan malo como te imaginas cuando los veas de nuevo —sinceramente el pegaso estaba haciendo su mejor intento, pero no era lo suyo reconfortar personas.

El ochrorio agradeció el espacio que le dejó el ruso. No es que estuviera tan preocupado como para ponerse a llorar allí mismo, pero sí que le vendría bien para calmarse. Mientras intentaba consolarlo lo escuchó atentamente a pesar de tener la mirada perdida entre sus hojas y la luz de la luna. Cada nombre que mencionaba traía la imagen de sus familiares a su mente. -(¿Qué fue lo último que le dije a cada uno antes de marcharme?)- se preguntaba sin recordar la respuesta.

Al terminar de hablar el pegaso, el brujo lo miró con una breve sonrisa. -Te aseguro que así lo creo y rezo a la Acromía para que así sea, pero no quita que siga habiendo una parte por pequeña que sea que tema esa posibilidad. Hasta que no vuelva a Ochroria seguramente siga así, pero confío en que podré llevar mejor el ánimo con el tiempo.- explicó. Después volvió la vista a Adam y, con otra sonrisa más duradera que la anterior, dijo: -Van a ayudar bastante una pareja y unos amigos buenos que tengo aquí. Gracias, de verdad.- Había visto la preocupación en su cara y le hacía sentir culpable que estuviera mal por algo de lo que ya habían hablado antes.

Se acercó de nuevo ya más tranquilo e intentó ir cambiando la situación: -Me hacía falta hablar de ello, pero tampoco quiero amargarnos la tarde con el tema. ¿Te parece bien que sigamos andando?-