Hablando de sentimientos

Amira se encontraba en la azotea, mirando las estrellas. La mayor parte de sus compañeros de torreón se habían ido a dormir ya, pero ella no podía y no dejaba de darle vueltas a algunas cosas, incluyendo que no volvería a ver a ninguno de ellos en cuanto volvieran a casa en unos meses. Sí, a lo mejor con mucha suerte podría contactar con los otros humanos, si podían darse sus redes sociales, por ejemplo, pero no podría volver a ninguno de sus otros compañeros, y eso incluía a Kahlo. Había intentado ignorarlo todo lo posible, el pensar lo que sentía por ella primero y una vez hubo aceptado eso el que no volvería a verla nunca.

Suspiró. Antes pensar que volvería pronto a casa le deba esperanzas, pero ahora solo podía pensar en todo lo malo que iba a tener que la Luna saliera. Se abrazó las rodillas y se arrebujó en su jersey. Necesitaba dejar de darle vueltas a aquello, pero no podía dejar de hacerlo, y se sentía estúpida por ello. No llevaba mucho tiempo allí cuando oyó pasos que subían, y se giró a mirar quien era. Sinceramente, no sabía si prefería estar sola o tener algo de compañía mientras lidiaba con sus sentimientos.
—¿Tú tampoco puedes dormir?

Aquella noche Adam fue de los primeros en conciliar el sueño, siendo de un sueño particularmente profundo. Pero desde ese maldito día recurrentes pesadillas interrumpían el sueño del ruso y aquella noche fue una de esas. Con un fuerte y breve temblor se despertó del susto. No fue tan extraña como la que tuvo meses atrás pero Mijail estaba ahí, siempre estaba. Con un poco de rocío en sus ojos y una fuerte presión en el pecho intentó dormir pero nada pudo hacer.

Dándolo por perdido se levantó con un silencioso suspiro. Necesitaba aire para despejar un poco aquellos pensamientos y la azotea le pareció perfecta. Sin hacer demasiado ruido se dispuso a marchar hacia su destino subiendo las escaleras.

En el momento que asomó la cabeza vio a Amira, aquella compañera con la que tuvo un momento particularmente incómodo en Maciel. Por lo que parecía, él no era el único en vela.

—No. Un mal sueño —confesó mientras se rascaba uno de sus ojos—. ¿No te importa… que esté aquí un rato? —sin esperar respuesta se puso algo próximo a Amira apoyado en el parapeto, mirando la inmensidad del espacio.

>>A veces vengo aquí a hacerle compañía a Alec. Este sitio me relaja —confesó con la voz algo adormilada.

Sonrió ligeramente al ver a Adam. Aunque a veces se acercara demasiado, cosa de la que estaba siendo muy consciente especialmente tras lo de Maciel y que intentaba evitar todo lo posible, no tenía nada en contra de que estuviera allí.
—No, para nada. Creo que me vendrá bien la compañía —volvió a mirar las estrellas en lo alto, y a los murciélagos en llamas que danzaban en el cielo. Era bonito, y agradecía haber vivido en una ciudad en la que no veía las estrellas porque así no le daban nostalgia ni le hacían echar de menos la Tierra. Era algo distinto a su hogar, y tal vez por eso no le producía sentimientos encontrados que le gustaran.

Asintió a sus palabras. Aquel era un buen sitio para estar, y aunque ella apenas subía, precisamente porque estaba Alec y no quería molestarle, compartía el sentimiento.
—Y se ven las estrellas ahora que las hay. Creo que las echaré de menos cuando vuelva a casa y todo. Y a vosotros también, mucho.
Se mordió el labio. ¿Podría contárselo? Necesitaba decírselo a alguien, porque los sentimientos empezaban a hacésele una bola en el estómago que necesitaba compartir, pero era algo que le costaba, y Adam podría notar su nerviosismo.

Adam, mientras mantuvo su mirada fija a un punto en la infinidad del cielo, atendió a Amira. Lo último que dijo le pareció conmovedor, y algo triste. Que él se quedase no cambiaba el hecho de que los demás probablemente se irán a vivir sus vidas de nuevo y tarde o temprano terminen olvidándose de todos estos meses juntos. También cayó en que Chromsa estaba en la ecuación y Adam tragó saliva, notando una presión en el pecho de solo pensar en ello.

—Y yo —alcanzó a decir para acto seguido mirar a su compañera quien, extrañamente, estaba algo nerviosa cosa que pudo ver a simple vista. Suspiró—. Eso no quiere decir que tengamos que perder contacto.

Hizo el intento de autoengañarse. Sabía que con Kolja, Amira, Reina, Alec o Alyssa era posible si volvía a la Tierra pero, ¿qué hay de los demás?

—Es verdad —dejó de mentirse—, los que son de otros planetas…

Se acarició la nuca, era triste. Nadie en su sano juicio dejaría su vida, su familia, sus amistades, sus pertenencias por una sola persona. Adam no quería dejarlo por imposible.

—¿Sería… posible? —paró en un amago de cobardía— ¿Sería posible que, cuando volvamos…, nos dejen elegir el sitio adonde ir?

Él no tenía nada. No echaba a su familia de menos, no le quedaban amigos ni tampoco tenía nada material de importancia en la Tierra. Era una locura pero no le quedaba nada más: tendría pendiente preguntarle a Chromsa sobre marchar a su planeta con él.

Pero... ¿Por qué estaba soltando esos temas ahora?

Amira se vio tentada a decirle que perderían el contacto con los no humanos como mínimo, pero Adam lo admitió antes de que ella pudiera decir nada, lo que le supuso un alivio: no quería ser precisamente la que dijera cosas pesimistas en un momento así.

—Sí, ese es el problema. Podemos darnos los móviles o algo entre humanos, pero con Lethe, Luci y el resto… no podremos volver a saber de ellos —había evitado mencionar el nombre de Kahlo a posta, como si no decir en voz alta las palabras fueran a hacer el pensamiento menos doloroso. ¿Por qué de todos los puñeteros sitios había ido a enamorarse en la ciudad en ruinas en la que solo iba a estar temporalmente?

—Eso…tal vez sea una opción. Si hubo gente que decidió quedarse tal vez también nos dejen irnos a otros mundos —teorizó. Tampoco irse a Varmania era una opción para ella. Irse a otro mundo solo porque le gustara una chica de él era una completa inconsciencia, y más cuando en la Tierra tenía amigas, y unos padres que la querían. No iba a dejar todo aquello atrás por un amor que con toda probabilidad no era correspondido. Sin embargo no entendía por qué Adam preguntaba eso —. ¿Tú no quieres volver? ¡Si no quieres decir por qué no hace falta! —le tranquilizó, ya que no quería que se sintiera forzado a contar algo que le doliera.

Le hizo un poco de gracia pensar en tener todos los móviles de sus compañeros cuando Amira dijo eso. Quizás tendrían un grupo de WhatsApp con algún nombre tonto y hablarían todos los días, si fuese el caso abriría de nuevo sus redes sociales las cuales dejó de lado después del reformatorio. Pero eso no sería lo mismo si no estaban todos al fin y al cabo.

Hizo un sonido afirmativo ante la respuesta de Amira, agradeciéndola por darle un poco de esperanza a la veracidad de su hipótesis sobre poder decidir su destino final.

—Yo no quiero volver —tardó un poco pero respondió a su compañera—. Me arrepiento de muchas cosas y tampoco echo mucho de menos mi hogar.

No quería decir sus motivos de nuevo, o por lo menos no decírselos a Amira de golpe. No quería cometer el error de asustarla sin quererlo como hizo con Alyssa, seguía teniendo contacto con ella pero aun así se arrepintió profundamente de meter miedo de aquella manera, ¿de qué forma sino iba a reaccionar las personas normales ante lo que él hizo?

Recordó que Kolja y Chromsa se tomaron mas o menos bien su confesión, sobre todo el segundo quien incluso abrazó al ruso en un intento de calmarlo. Atesoró en su mente la cálida sensación que tuvo aquel día, sintiendo todo el cariño que su amigo puso en aquel gesto. En un reflejo se tocó el tatuaje, reviviendo el momento en que se lo enseñó al ochrorio. Costaba creer lo tranquilo que está actualmente con aquél símbolo al descubierto cuando al principio no hacía más que esconderlo de los demás. En el tacto notaba su ligero relieve recorriendo su cuello y parte de su mandíbula, es una marca de sus pecados que odia y nada podría medir el arrepentimiento de Adam por habérselo hecho.

Ya no sabía si era casualidad o no que todos sus pensamientos, de alguna forma u otra, terminasen incluyendo a Chromsa. Recordó con algo de vergüenza cuando le confesó a Luci sus sentimientos por éste y los “curiosos” consejos del niño rosa ciertamente salidos de tono para su edad. Se le pasó por la cabeza que obvió a la persona que tenía ahora mismo a su lado en aquel momento, prefiriendo hablar del tema con el daeliciano a escondidas.

Amira puede ver como Adam hace el amago de intentar hablar pero decide cerrar su boca finalmente, prefiriendo callar mientras conservaba una cara algo triste mirando cabizbajo el parapeto.

Aunque tenía curiosidad por el pasado de Adam, Amira no iba a preguntar más. Sabía que hablar de esas cosas era algo que costaba, y de ningún modo quería forzar al ruso a hablar de algo que no iba a ser agradable. Podían ser muchas cosas las que le hicieran no querer volver, y todas ellas eran válidas… y al fin y al cabo los habitantes de la ciudad que se habían encontrado se habían quedado por algo. Ella pensaba volver, pero esperaba que Adam fuera feliz en otro mundo, o en la propia ciudad si decidía quedarse al final.

Suspiró. El silencio que se había formado no llegaba a ser incómodo, pero Amira no paraba de juguetear de manera compulsiva con sus propios dedos de manera nerviosa. Quería compartir lo que le rondaba la cabeza con Adam, pero no sabía como sacar el tema. Le miró un poco, y él también parecía querer decirla algo y no atreverse. Río suavemente; los dos eran completamente idiotas por no querer decirse las cosas cuando llevaban meses conviviendo y ya había cierta confianza.
—¿Sabes que puedes contarme lo que quieras? No se lo diré a nadie si es lo que te preocupa —el ver que no era la única tonta que se quedaba cortada en situaciones como esas era lo que le había dado valor a hablar— Y yo te contaré lo mío, si no se lo dices a nadie tampoco.

Aunque hubiese un silencio moderadamente largo, Adam siguió deleitándose de las vistas. Esa noche no supo por qué no sentía nada de sueño, quizás fuese por el agradable fresco de la noche o por estar disfrutando de la visión tan alta y relajante desde la azotea o…

No lograba quitarse a Chromsa de su cabeza.

¿Por qué? ¿Por qué pensar en su amigo lo hacía tontamente feliz pero, al mismo tiempo, lo entristecía por su parecido a Mijail? El destino le dio aquella cruel casualidad en una persona que, por primera vez en su vida, siente cosas genuinas. Solo, ¿por qué diablos se parece tanto?

No le pilló por sorpresa la propuesta de Amira, de una forma u otra le harían esa pregunta después de dejar signos obvios de estar callando sus pensamientos. Aunque también pudo ver un poco aquellos signos en Amira, esa noche la vio particularmente nerviosa y lo último que le dijo terminó por confirmar su teoría.

Tomó algo de aire.

—Vale… de acuerdo —le daba algo de miedo soltarlo pero desde que se lo dijo a medias a Alyssa se quedó con las ganas de hablar con alguien en profundidad de lo suyo. Con Luci intentó dar el paso pero no quería molestar a aquel niño con sus problemas—. ¿Te acuerdas cuando fuimos a los baños y pasó… lo que pasó? —todavía recordaba lo terriblemente incómodo que terminó aquel día—. Cuando… hablé con Luci le dije lo que ahora mismo me ronda en la cabeza y… y en parte me sentí mal por decírselo con tanto secretismo delante tuya. Y-y el asunto e-es que…

Se bloqueó de los nervios por unos pocos segundos, teniéndolo en la garganta teniendo que hacer un esfuerzo sobrehumano por soltarlo. Con Luci fue mucho más sencillo decírselo directamente porque es un niño pero con Amira, una mujer de su misma especie y, encima, de una edad muy similar a la suya se le hacía infinitamente más difícil.

—...estoy colado... por Chromsa —por fin lo dijo—. Y no quiero separarme de él, eso es todo.

Se quedó mirando a Amira con sus mejillas algo ruborizadas y una pequeña sonrisa sincera acompañada por una expresión triste en sus ojos. Sintió alivio por poder decir sus sentimientos pero, en parte, le recordó sus miedos por perderlo.

Amira escuchó atentamente a las palabras de Adam, sin presionarle cuando se bloqueó. Ella misma estaba en aquel momento poniendo en orden sus propios sentimientos para expresárselos de vuelta. Por como iba encaminado tenía sospechas de lo que le pasaba, y le estaba costando reírse de lo surrealista de la situación. Los dos estaban en exactamente la misma situación. En su lugar le dedicó un par de sonrisas cómplices, intentando hacerle sentir algo más cómodo.

—Lo entiendo perfectamente. Yo…no dejaría mi vida atrás, pero… —suspiró hondo— Kahlo me gusta. Mucho. Y me jode que me haya pillado de alguien justo aquí, porque no podré volver a verla nunca. Y… —suspiró. Se estaba poniendo roja ella también.

>>Y, ¿no había otro sitio en el que enamorarse que no fuera una ciudad ruinosa en la que nos han traído secuestrados y solo estaremos unos meses? —rió suavemente. La situación era tan surrealista que le hacía hasta gracia.

Aun con el nudo en la garganta se alegró al escuchar que Amira estuvo viviendo una situación muy parecida a la suya. También se sorprendió por ello, no es que Kahlo le cayese mal pero todavía conservaba cierto respeto y tampoco e daba por cruzar muchas palabras con ella.

Se le escapó una ligera risa producto de los nervios.

—Es verdad. Es una putada que nos den solo estos meses para convivir y terminemos enamorados—. Adam volteó un poco su cara, haciendo un pequeño sonido al sorber por la nariz—. ¿Es normal que solo quieras conocer más y más acerca de la persona por la que sientes esto y… no querer que se vaya?

Por mucho que quisiese aliviarse con una sonrisa, la tristeza estaba ahí y un rocío se formó en sus ojos. Sabía el concepto básico de estar enamorado pero lo pasaba mal, lo pasaba fatal pensar que, quizás, nunca más lo volvería a ver.

No pudo aguantarse las ganas de llorar, ahogando un poco sus penas en silencio mientras se limpiaba la cara.

—Perdón… Es que me da coraje todo esto, joder… —dijo con mucha pena y frustración. Se disculpó por arruinar el buen ambiente por el buen humor de Amira pero debía soltarlo—. Desde luego no sé si es normal que… me preocupe más por estar con él que por… morirme en este sitio de mierda.

Amira volvió a mirar al cielo estrellado. Se sentía menos sola en la sensación extraña de tener sentimientos como aquellos en una situación totalmente inadecuada, y aquello era agradable. La pregunta de Adam, sin embargo, la hizo fruncir el ceño. No sabía mucho de amor, ni de sentimientos, y no sabía qué era normal o no.

—Supongo que sí, pero no soy experta en esto.
Suspiró. Se sentía genuinamente estúpida en ese tema, y su falta de experiencia solo la había puesto más nerviosa durante todo ese tiempo. Puso una mano en el hombro del ruso cuando este empezó a llorar, intentando consolarle.
—Eh, no pasa nada… es normal estar así, es una situación de mierda —le sonrió —¡Y debería ser lo normal! Tener problemas de adolescentes, digo. Y no pensar en morirse. Así que supongo que es normal que tu cabeza esté confusa respecto a qué preocuparse…
Al menos aquello era lo que pensaba. Se apartó un poco del ruso y bostezó. Era tarde, y empezaba a tener sueño.

—Voy a bajarme a dormir, y tú no deberías irte mucho más tarde. Y gracias por la conversación.
Sonrió una última vez antes de bajar las escaleras.