Conocidos extrasensoriales

Recuerdo del primer mensaje :

Aquel día Adam estaba regresando de la planta alta, después de realizar algunos estudios mandados por Enredo. Últimamente andaba con buenos ánimos, sintiendo que ha dado muy buenos pasos en poco tiempo. Conoció a dos ciudadanos personalmente: Erknest y Devoss, es aprendiz de un buen médico y encima estaba controlando mejor su transformación. Bajó a la primera planta a por un vaso de agua en la cocina. Mientras llenaba el vaso pensó que, quizás, debería conocer a algún ciudadano de Serpentaria. Llegó a cruzarse con algunos pero no se atrevió a hablar como tal, quizás haya que dar el paso algún día.

Y, de casualidad, escuchó unos pasos detrás suyo y al girarse, dio un bote en el sitio de la impresión al ver un descabezado, ¿muy grande? Adam no recordó verlo antes pero de su cuello salía una especie de humo, unos zarcillos sin forma en particular que emanaban de aparentemente un corte limpio. La posición del cuello indicaban que, si tuviese cabeza, sería particularmente alto. No sabía que decir o si siquiera podía verlo como tal pero, tal y como lo que pensó antes, quiso dar el paso. Se giró hacia el desconocido, vestido con una ropa que le recordaba a algunos miembros de su antigua banda.

—B-Buenas tardes —saludó cortés y nervioso, sonriendo un poco.

«Ya decía yo que no era una pregunta normal» complacido se cruzó de brazos. Su humo hacía tirabuzones muy definidos que evidenciaban que no era humo normal, el movimiento ondulante que en él implicaba una sonrisa. «O sea, mola el interés, pero a menos que lo hayas sufrido la peña no pregunta como me callo las cosas.»

Mientras Adam se sinceraba Jace cogió una sartén y un par de huevos. Le chocó un poco que le contase el valor de su transformación aunque no especificase cuál era. Seguramente él hubiera hecho lo mismo de estar en su lugar, como apoyo o compensa por la información, claro que después de 3 años en la ciudad también sabía lo que aquello podía acarrearle.

«O sea que por tu cabeza me darían un pastizal en el mercano, ¿no?» el americano se echó a reír en seguida. Por supuesto que era una broma, pero si el otro no se la tomaba del todo como tal casi mejor. «Normal que te acojones, los primeros pinos de un telépata no son fáciles de esconder. O sea que tienes otro cuerpo... un animal imagino. Tengo una compañera muda que te puede hablar mientras es un gato gigante.»
Cascó los huevos en un bol y empezó a batirlos con un tenedor, el mismo con el que luego señaló a Adam. No era su problema, no tenía que importarle, pero si al chaval se le escapaban cosas mentales sin querer...
«Mira, a mi no me interesa hacerte nada pero no sé el resto. Conozco a alguien que también es de riesgo y...» pensó en su novia. Tuvo que hacer acopio extra para que no se le escapase ningún pensamiento delatador sobre ella. «La cosa es que lo sabemos muy pocas personas. Coño, hasta dentro de nuestro grupo de criba creo que solo lo sabemos unos cuantos. Si la telepatía va a hacer que te pillen tienes que aprender a dejar la mente en blanco, aunque parezcas tonto mirando a la nada.»
Encendió el fuego y puso la sartén encima.
«Ah joder, donde voy... yo soy Cerbero. Dullahan, neoyorquino y jinete en el ejército. Encantao'.»

Cuando el descabezado hizo esa broma sobre dar la cabeza de Adam al mercado por dinero éste último se atemorizó al principio pero logró formar una sonrisa incómoda y forzada ante la reacción del otro, apretando tanto el último gajo de naranja que lo reventó en sus dedos. Aun no se acostumbraba a su recién obtenida fuerza bruta aumentada, que se notaba para algunas cosas cotidianas.

Estaba bromeando el hombre pero Adam suspiró por el susto, agarrando otra mandarina con sentimientos algo mezclados sobre el ciudadano y su actitud tan de colega. No le desagradaba pero… ¿acaso el ruso ya ha cambiado tanto? Recordaba ser algo similar al descabezado cuando tenía quince pero le gustaba pensar que ha amueblado su cabeza cosa que no le transmitía tanto el hombre sin cabeza.

Agachó la mirada, asumiendo lo que dijo el otro. ¿Era tan obvio que su cuerpo era el de un animal? Desde luego dio en el clavo y la rápida ascensión de su mirada lo delató en parte. Dándose cuenta de eso asintió levemente. Lo del gato le hizo reír un poco, parecía surrealista las cosas tan absurdas que podía escuchar del resto sobre Rocavarancolia.

Las palabras de quien se estuvo preparando el desayuno se le antojaron sabias en parte, en su tono se notaba que el tiempo en la ciudad lo moldeó.

—Tienes razón. Bueno, siendo sincero últimamente he contado a algunas personas sobre mí pero… no lo sabe tanta gente, solo se lo he dicho a personas de confianza —eso de “de confianza” no se lo creía ni él y encima el tono con el que lo dijo delataba la media mentira de sus palabras. Persona nueva que conocía y le caía medianamente bien de primeras ya sabía su secreto de su propia boca—. Y… ¿Te llamas Cerbero, Cerbero o te cambiaste el nombre? —cuando mencionó el ejército estiró la comisura derecha, no le gustó como sonaba eso. Pero lo del Dullahan le sorprendió, recordó ver alguna que otra película en la que se mencionaban esas criaturas.

Jace no era un experto en leer a las personas, ni de lejos, pero el chaval era tan transparente como un vaso de agua. Habría arqueado las cejas y puesto cara de póker de tener la posibilidad cuando Adam dijo “personas de confianza”, porque era imposible que le considerase una de ellas. No obstante no hizo ningún comentario al respecto, el novato ya parecía bastante afectado, y sencillamente se encogió de hombros. Se centraría en su tortilla.

«En mi país hay gente que pone nombres raros de cojones pero me temo que el mío no era uno de ellos» respondió con un resoplido que expulsó momentáneamente su humo hacia arriba, divertido. «¿Tú de dónde eres?»

La pregunta más que por curiosidad era por alejar el foco de su nombre rocavarancolés. No le apetecía comerse otra mueca de disgusto si le explicaba que se llamaba así por las tres personas que había decapitado en su primera recarga mágica. Le gustaba dar miedo, pero esa parte de sí mismo seguía siendo conflictiva hasta para él. Le quedaba trabajo para aceptar lo que realmente era.

Mientras esperaba las reacciones de Jace, Adam estuvo comiendo otra mandarina. Se le hacía algo difícil leer las emociones de una persona sin rostro pero igual el lenguaje corporal ayudaba. Cerbero le saco una pequeña risa al aclarar lo del nombre, hizo la pregunta por si acaso existía esa pequeña posibilidad.

—Yo soy ruso, pilla bastante lejos de tu país —dijo con una sonrisa cálida—. Recuerdo haber visto mucho sobre tu país, me hubiera gustado visitarlo algún día, hubo una vez que casi voy de viaje a los Estados Unidos —nostálgico desvió la mirada. No era un recuerdo demasiado bonito pero se le pasó por la cabeza aquella vez que tuvo que llamar a un par de contactos neoyorquinos para todo el tema de importación de “material” en su estadía en la Flecha Alzada. Tuvo que aprender a pronunciar el inglés correctamente para que la mujer al otro lado del teléfono entendiese a un chaval ruso de quince años. Alzó la mirada queriendo olvidar eso—. En Rusia nunca he visto gran cosa, quizás es porque me he criado en una ciudad algo… chunga. ¿Conoces Rostov del Don?

«Ruso» exclamó. «Con razón eres tan largo. Entonces somos algo así como enemigos naturales.» Le dio un par de meneos a la sartén. La tortilla le estaba quedando tan amorfa que más bien parecían huevos revueltos. «A mucha gente le mola mi país» había un deje de desdén en su voz. «Supongo que desde fuera parece más impresionante de lo que es.»

¿Le daba asco su ciudad o el rechazo era una forma de protegerse de la certeza de no poder volver? Seguramente hubiera mucho de las dos cosas.

«¡Claro, Rostov del Don, hombre!» dio una palmada a la encimera y se recostó en ella como si fuera obvio. «¡La famosa ciudad rusa! La misma que sé que está en Rusia porque me acabas de decir que eres ruso. ¡Claro! Claro que no.» su tono pasó de animado a muy serio de golpe. Al final le pudo la risa. «Soy un estudiante de mierda y encima yankee tío. No sabría ni señalar París en un mapa de Francia.»

Se sirvió la “tortilla” en un plato simplemente volcando la sartén encima y volvió a ponerse de frente a Adam. Tenía su atención.

Mientras estaba mirando al… curioso intento de tortilla de Cerbero, Adam sonrió a lo de “enemigos naturales”. Siempre ha escuchado esa misma historia de paranoicos en su círculo con los estadounidenses, siempre hubo una rivalidad. Ante el comentario el ruso se encogió de hombros ante el estadounidense, expresando la indiferencia que tenía con ese tema.

Sin embargo lo siguiente que vino hizo retorcer la cara de Adam en expresión de, ¿disgusto, confusión? Estaba claro que estaba bromeando y solo era eso, una broma, pero el pegaso tenía esa interna sensación de no saber donde meterse.

—¡N-no he querido decir eso! Joder, tampoco he pensado que un extranjero supiese acerca de una ciudad en concreto —estaba siendo comprensivo, alzando un poco las manos intentando apaciguar ese rechazo de antes—. Lo de resaltar que eres un yankee lo dices por el meme de que a vosotros os pintan como incultos de la geografía, ¿no? —se recostó en la encimera, pensativo—. Yo tampoco me libro, he visto videos en Youtube de rusos y, joder —se rio bastante al recordarlo—. ¡Ni que fuéramos brutos flipados con superpoderes! Que si ruso esto, ruso lo otro, tampoco tenemos tanques u osos rodeando mi casa —el semblante del pegaso, si bien antes denotaba incomodidad, ahora se ha tornado confiado y brillante, digno de la pureza de la despreocupación, la tranquilidad de encajar un poco en la conversación. Además, aderezar la platica con terminología casual de su mundo y mencionando cosas algo más concretas aportó a ello, cosas que Chromsa o Kradko ni de broma lo entenderían.

Mirando la tortilla, de hecho, le dio un poco más de hambre y no pudo evitar tragar sonoramente. Agarró una manzana para aliviar eso y le dio un buen mordisco, llevaba para su sorpresa la tercera fruta del día.

Cortó y pinchó la tortilla con un tenedor y se llevó el trozo al humo, el cual lo fue disolviendo mientras observaba a Adam en mutis. El chaval se estaba rayando en dirección totalmente opuesta a la del americano: estaba intentando ser lo más políticamente correcto posible… con Jace, el estereotipo faltón andante.

«¿Sólo de la geografía?» pensó con humor. «Te estás rayando tío» cortó otro trozo y el “masticarlo” no interrumpió su hilo de pensamiento. «Es que no es un meme, es una realidad. Alguien habrá listo en mi país pero yo no lo conozco» en voz algo más baja añadió: «Bueno, mi novia era lista, pero también era italiana.»

La mejor parte es que el dullahan de verdad pensaba que los osos eran tan comunes en Rusia como las ratas en Nueva York, y si la decepción no se reflejó en su rostro era por el simple hecho de no tener uno.

«Pues vaya. Y ahora me dirás que tampoco bautizais a vuestros críos en vodka…» con un último bocado engulló lo que quedaba en el plato, dejó este en el lavadero y se estiró vagamente. «Bueno chaval. Este que está aquí se pira» al pasar por su lado le dio dos palmaditas en el hombro. «Si necesitas ayuda con tus movidas mentales busca al sin cabeza.»

Iba a irse y ya, pero en un último pronto se detuvo tras apenas un par de pasos a su espalda. Un murmullo dubitativo invadiría el cerebro del ruso antes de tomar forma como palabras.

«Hmmm… Oye, ¿quieres que te enseñe una cosa?»

El giro casual de la conversación le hizo soltar alguna que otra sonrisa. Entre bocado y bocado de la manzana escuchó al dullahan y lo observó alzando una ceja al ser testigo de como el pedazo de tortilla iba desapareciendo. En esas a Adam le invadió la curiosidad de como diablos funcionaría el sistema digestivo de los dullahanes. ¿Magia? ¿Disolución de nutrientes? ¿Algún tipo de portal que lleve su comida directamente al estómago? Se apuntó la duda para resolverla con Enredo la próxima vez que lo vea.

El pegaso, sin embargo, negó con la cabeza y conservando la sonrisa cuando el que tuvo al lado afirmó la incultura de los estadounidenses. En los Estados Unidos hay muchísima gente, no todos tienen por que ser estúpidos ni mucho menos.

La carcajada fue inevitable cuando mencionó lo de los niños bautizados en vodka y aun le hizo más gracia al pegaso que el dullahan estuviese decepcionado por la forma en la que hablaba.

—Los estereotipos están por todos lados, me pregunto cuales serían los estereotipos para un daeliciano, un ochrorio o cualquier otra raza aquí en Rocavarancolia. Seguro que los humanos tendremos millones —pensar en ello le hizo gracia, incluso teniendo en cuenta que algunas transformaciones te cambian por completo. Quizás se reduzca solo a lo que te convirtió la Luna el como te ve el resto.

—Muchas gracias por hablar conmigo Cerbero, tus consejos me servirán para controlar mejor mi telepatía —dijo con sinceridad el pegaso—. Si me veo con problemas te pediré ayuda, si no estás ocupado para ese entonces claro.

Ese par de palmada familiares le sintieron bien, agachando la mirada con algo de vergüenza pero feliz al tener una charla tan amena. Para su sorpresa, el dullahán le propuso una cosa antes de irse.

—Esto… Claro, sin problema —no pudo negarse a sí mismo que estaba curioso por saber a qué se refiere el ciudadano.

«Espera aquí un momento» respondió a la positiva antes de perderse escaleras arriba, dirección a su habitación. «Te prometo que no te voy a apuñalar ni nada del palo.»

El ruso no tendría que esperar demasiado. Jace volvió al poco con pintas de motociclista; llevaba una chaqueta cortavientos negra con el dibujo de un doberman medio calavera de tres cabezas a la espalda, unos guantes y lo que parecía un casco (que realmente era su cabeza) bajo el brazo. En la otra mano mal-arrastraba un amasijo de telas, cuero y cinturones que Adam podría reconocer como una silla de montar, aunque claramente era demasiado ancha para encajar en el lomo de un caballo.

«Hay una chavala nueva que se pasea por aquí con un pegaso. Como pa’ no verlo» por el tono no quedaba muy claro si le hacía gracia o no. Lo cierto es que le flipaba, aunque no tanto que las zonas comunes a veces apestasen a establo. «Supongo que la conocerás. El caso es que yo también tengo bicho.»

Abrió la puerta y le hizo un gesto con el cuello para que le siguiese fuera. Dejó los trastos en el suelo para cerrarse la chaqueta hasta arriba mientras que, con una orden mental silenciosa, llamó a Ares. Casi no hizo falta, pues el quebrantahuesos había estado esperando en la cúpula de la torre y descendió tan pronto les vio salir, delatándose con un fuerte batir de alas antes de tocar el suelo. El animal de humo miró a Adam antes que a Jace con más curiosidad que alerta.

«¡Eeey chico!» recogió la silla y se la echó encima, no sin antes haberle alisado las plumas del lomo. Se había dejado un buen dinero en hacérsela a medida, con alforjas y todo, aunque no había sido ni la mitad de cara que la bolsa sin fondo que colgaba de ella donde echó su cabeza. «Ares, Adam. Adam, Ares.» dijo mientras cerraba arneses y aseguraba la silla.

Adam asintió a Cerbero antes de irse, esperándolo pacientemente e imaginando que no iba a tardar demasiado. Jace volvió con un ropaje que, para gustos del ruso, eran muy chulos y vistosos. Parecía de una banda de motoristas con el dibujo del cerbero y eso le hizo sonreír, no le sorprendería si dijera que iba a ir en moto o algo pero el sillín apuntaba a una montura más animalística desde luego. A decir verdad parecía de un caballo solo que más ancha y… mejor decidió desviar el tema en su cabeza y, hablando de cabezas, Adam estaba mirando con los ojos muy abiertos la cabeza que, deducía, era del dullahan.

—E-es esa tu cabeza, ¿verdad? —obviamente iba a recibir una respuesta afirmativa pero hasta que no lo confirmase Jace tendría al pegaso mirando con algo de horror esa cabeza. Era surrealista todo.

El siguiente comentario del dullahan lo pilló desprevenido.

—¿Cómo? —estaba confundido, entre eso y la cabeza estaba hecho un cacao mental tal que patinó en la sentencia autoinsertándose. ¿En qué momento lo ha visto al lado de una chavala transf…?—. Ahhh vale, el caballo de Amira. C-claro, ella tiene un pegaso —estaba visiblemente nervioso por ello, intentando disimular con una sonrisa obviamente falsa. Quería cambiar de tema como pudiese—. Ehhh… ¿Tú también tienes montura como ella? Curioso, e-es… curioso.

Por bicho podía entender millones de cosas. Mientras lo seguía estaba muy curioso por ver que clase de criatura iba a vestir ese pedazo de sillín. Estaban fuera de la torre y al no escuchar a Jace el fuerte aleteo lo hizo botar un poco del susto. Se quedó impresionado por lo grande del ave y lo majestuoso que lucía. Viendo que lo miraba mucho el ruso se puso algo más nervioso.

—Dios es… enorme —se sentía intimidado por el gran ave. El humo que salía de la criatura era de la misma consistencia que el del cuello del neoyorkino, le hacía sospechar que existía una unión más… intensa entre ellos que la de Amira y su pegaso. Adam intentó ser algo valiente, quizás demasiado para sus estándares, y se acercó a la cabeza del quebrantahuesos—. H-hola Ares, e-ee-encantado de conocer… ¡teEAA-! ¡¡-Hiiihhh!!

Parece ser que tuvo la mala suerte de que Ares hizo ruido y un movimiento brusco cuando Adam acercó su brazo y el susto demencial lo hizo tensar todo el cuerpo. El miedo primigenio, la maldita defensa involuntaria de su cerebro ante sustos que no veía venir se mezclaron muy, muy bien con su condición de hombre-pegaso. Se transformó al instante en literalmente un “pof” y la transformación no duró un solo segundo, mostrando un pegaso enorme de pie obviamente sobresaltado.

«¡Ostia puta! ¡NO! ¡Humano!» —para su suerte ha sido el tiempo más breve que ha estado transformado, dos breves segundos. Volvió a ser él, el cuerpo humano de antes y con la misma pose de su yo pegaso, mirando congelado a Jace— Ah… Ehh… Humm… Mierda... —ya solo le quedaba sonreír con la boca abierta como un gilipollas, maldiciendo infinitas veces su propia estampa.

«Era la cabeza de mi mejor amigo. Fue el primero que me cargué, le tengo mucho cariño.»

Efectivamente Adam conocía a la chica. Se preguntó si habrían sido compañeros de torreón. Quería curiosear más sobre ella aunque se distrajo antes en sus quehaceres y el nefasto nerviosismo del ruso. Y por supuesto, se le hinchó el pecho de orgullo por sus reacciones; era una realidad que al dullahan le encantaba el respeto que infundían Ares y sus propias pintas. Asimismo aquello le confirmaba que Adam no había estado entre los cosechados a los que ya había acojonado junto a Kimbra meses atrás. Mejor.

«Eso dijo ella.» respondió a lo del tamaño. «Oye, espe-»
Ni en pensamientos le dio tiempo a terminar la frase. Ares no dejaba que cualquiera se le acercase, y vistas sobrepasadas las distancias de seguridad demasiado rápido el quebrantahuesos hinchó la cresta y dio un aletazo al suelo. Lo único que supo Jace es que un pestañeo después (y eso que él ni pestañeaba) un caballo con alas había ocupado el lugar del grandullón. Escuchó su voz mentalmente y, así como había venido, se fue. El neoyorquino no tuvo ni tiempo de quedarse patidifuso en el sitio, puesto que a Ares la repentina transformación le hizo menos gracia aún y casi echa a volar con él todavía agarrado a la silla.

«Pero que cojones- ¡Para! » le espetó al pájaro con un tirón, el cual dejó de aletear de mala gana. De no haber tenido más fuerzas se lo habría llevado cual paraguas a Mary Poppins. El animal ahora miraba a Adam como si este fuera a explotar en cualquier momento. Jace, aún sin soltar el agarre de su montura por si acaso, por fin se echó a reír. «Que cojones. Eres el caballo de Hércules. O sea… ¡que tú eres la montura de tu amiga! » otra carcajada más. «Vaya un kink más raro cabrón. Tío, siento decirlo pero si tu objetivo es que no te pillen se te da fatal esconderlo.»

Mientras Jace comenzaba a reírse y hablar el ruso, frustrado, cambió a un semblante preocupado y se agarró la cabeza, apoyando sus palmas en la cabeza. Quería meterse en un boquete y no salir de ahí, se sentía humillado. Y ese sentimiento fue a peor cuando el dullahan dedujo que el caballo de Amira era él.

—¿Qué? ¡N-No! —se puso colorado al mirar a Jace de la vergüenza, ¿por qué clase de fetichista lo tomaba? Intentó calmarse, suspirando como si se le fuese el alma por los pulmones—. Amira recibió ese pegaso de la nada y yo no tengo nada que ver con él.

En el fondo le hirió en el orgullo que se confundiese con el caballo de la valquiria. Adam se miró varias veces en los espejos de los baños cuando no había nadie y, comparado con todos los caballos que ha visto hasta ahora, su cuerpo equino es considerablemente grueso y había matices distintos que lo diferenciaban del resto.

El ruso agachó la mirada sabiendo que el descabezado tenía razón. No lo hizo queriendo pero le frustró especialmente que los cambios accidentales estuviesen todavía ahí, pensaba que lo controlaba pero no parecía ser el caso todavía y pecó de inexperto y confiado.

—¿Sirve decir que no lo hice queriendo? Pensaba que tenía control de mi transformación pero con cualquier gilipollez sigo cambiando de cuerpo sin quererlo —se miró las manos, cerrándolas de la frustración. Poco a poco alzó la vista hacia Jace—. Mira, sé que te conozco desde hace menos de una hora pero… —calló por un segundo, pensando qué decir— Por favor, no digas a nadie sobre esto. Quiero protegerme todo lo que pueda… y tampoco deseo involucrar a nadie cercano a mí por ser un bicho alado —con la mirada buscaba transmitir seriedad, no era un tema del que bromear. Pensar que podría arrastrar a sus amigos consigo en sus problemas lo aterraba.

«¿Control?» volvió a reír, esta vez con la ironía de alguien que ha estado en el lugar del ruso. «Cuánto tiempo llevas aquí de transformado, ¿un mes, dos?» se cruzó de brazos y apoyó la espalda en Ares, inclinando el cuerpo hacia fuera. «Yo tardé la puta vida en aprender a controlar mis cambios. De hecho creo que fui el más lento de mi criba» señaló detrás suyo al quebrantahuesos con el pulgar. «Este no me encontró hasta los… no sé si fueron dos meses o más, y de ahí a que me hiciera caso de verdad y aprendiera a volar con él… Échale cuentas. To’ esto sin contar todos los trucos que tiene mi transformación» lo decía con humor, aunque en su momento había sido horrible. Sus compañeros habían ido a otros ritmos mientras él se sentía un fracaso encerrado en su habitación.

De todas formas, bien sabía que sus casos no eran comparables. El chaval tenía que aprender con urgencia si no quería ser el trofeo de nadie, aunque en su caso la extrema confianza que destilaba le parecía casi más grave que lo físico. El dullahan no tenía ni idea de que los pegasos eran criaturas de valor -tampoco es que fuera por ahí leyendo de otras transformaciones-, pero saber que entonces había dos caballos alados en Serpentaria, uno humano y otro no, le abrió muchas dudas.

«Yo no voy a decir nada. Sé que doy mal rollo pero no soy tan capullo, y ya te he dicho que yo también tengo a alguien que también vale una pasta en el mercado negro. Es una mierda.» despegó la espalda del pájaro para darse la vuelta y subirse sobre él. El quebrantahuesos se agachó para ayudarle y el dullahan continuó desde arriba. «La verdad, no entiendo como va eso de que seas un pegaso y tu compi tenga otro, si es peligroso que te vean a ti pero no al suyo… No sé si eso juega en tu favor. Pero si todavía te cuesta controlar al pony no es que seas inútil, es que esto funciona así. Date tiempo. Tú aprende a controlar tu lengua primero.»

Cogió las riendas y el quebrantahuesos se irguió, dispuesto a alzar el vuelo.

«Con el cambio de cuerpo no te puedo ayudar, pero mentalmente estoy pa’ lo que haga falta. Imagina que te estoy guiñando un ojo, que no puedo. ¡Ah, y dile a la Amara esa que si quiere un profesor de vuelo tiene uno en casa! Ares odia los dragones así que estoy faltico de compañía en el aire.»

Lo del control le llegó como una dura realidad que no estaba viendo antes. Se estuvo sobrestimando demasiado con su propia transformación. Imaginaba que no era el caso pero dado el testimonio del descabezado y lo que él tuvo que pasar le hizo asentir, dando razón a que debía dar tiempo a acostumbrarse a su otro cuerpo aunque fuese medianamente urgente conseguirlo, no lo iba lograr de la noche a la mañana.

—Gracias, de verdad —Adam no pudo evitar sentir tristeza por la persona que también estaba en lista negra, debía ser dificil para el dullahan—. Quizás haya confusión por haber dos pegasos pero prefiero no involucrarla a ella si es posible.

Antes de que se fuese Jace, Adam se acercó a él.

—Claro, le diré a Amira sobre tu oferta. ¡M-muchas gracias por hablar conmigo, lo necesitaba!