Compañeros de plumas similares

La media sonrisa de Adam resultó contagiosa para la francesa, a la chica no se le escapó que pareció alegrarse justo cuando mencionó que era un caballo alado. La verdad es que lo había hecho sin ningún tipo de intención oculta ya que efectivamente un pegaso era un caballo alado y se limitó a describir la realidad más hechizada por la sorpresa que otra cosa. Sin embargo... ¿Qué le hacía tan feliz? ¿Era porque llegado el momento podría surcar los cielos? Debería estar emocionada por igual, y de hecho, lo estaba por momentos. Ahora podría rozar las nubes rojizas por el brillo de la Luna Roja, sentiría como las rachas de viento danzaban con ella al mismo compás, como si sus coreografías de bailarina en Francia solo hubieran cambiado a un espacio distinto e ingrávido.

El buen humor de Adam se le antojó inaudito, su amabilidad ante todo pronóstico sin importarle hablar de algo tan personal como de sí mismo hizo que Fleur se preguntara qué habría pasado si se hubieran refugiado en el mismo torreón. Ella no eran tan optimista con la vida en absoluto, pero escuchar de la boca del ruso procesos en los que se veía reflejada la dotaba de una esperanza que hacía unos minutos parecía haber perdido. Ambos podían alterar de cuerpo, sin dolor, en a penas unos segundos. Y se sentía verdaderamente natural, como si le retiraran una pesada máscara de metal y pudiera respirar por fin tras años de esclavitud, sintiéndose mucho más liviana y poderosa.

La expresión de la francesa no varió en toda la explicación del chico aunque cuando este rio por hablar en clave no pudo evitar que se le escapara una sonrisa, motivada por algo que comprendía tanto. En su caso sus cambios sujetos al azar no estaban ligados a algo tan cotidiano como mencionar el nombre de su transformación en voz alta (ya que el descubrimiento de este era reciente) si no a momentos en los que se ponía nerviosa o soñaba con sobrevolar la ciudad.

—Adam, verás, te entiendo muy bien cuando hablas de ese otro animal —dijo de manera velada, siguiendo los propios trucos del muchacho para evitar un evento aparatoso. Ella no tenía tanto problema, su naturaleza animal era mucho más contenida y sutil—. Me has dicho en lo que la Luna Roja te ha convertido y... siento que no sería justo si no compartiera lo mismo contigo —a pesar de que no le había preguntado y ante las inconveniencias que añadía su diario la joven se levantó, dejando los tomos en la mesa. Tomó solo un par de pasos de distancia antes de concentrarse, reuniendo toda la calma que le era posible, en aquellas semanas solo había conseguido cambiar de cuerpo de manera voluntaria en tres ocasiones, todas en el silencio de su habitación.

No hubo cambios intermedios. Su cuerpo escuálido desapareció, como un borrón en el espacio-tiempo y la forma de un ave blanca apareció en su lugar con la misma rapidez, conservando solo su propia consciencia. Con pasos confusos el cisne se acercó agitando sus alas sin demasiado revuelo, estaba indicándole que ella también podía volar. Puede que tuvieran más cosas en común de las que pensaban.

Adam parecía bastante sorprendido y cuando la llamó por su nombre para comprobar que era ella Fleur agitó las alas de nuevo en señal afirmativa. Desde su posición el ruso se le antojaba aún más grande, pero aquella sensación aumentó cuando el muchacho se dispuso a cambiar de forma. De repente el chico desapareció, y en su lugar quedó un caballo grande y con alas. Realmente era un pegaso, y lo tenía en las narices. O mejor dicho, delante de su pico.

En un inicio el cisne retrocedió patosamente con algo de recelo y susto, las dimensiones y sus patas eran enormes en comparación a ella. Cuando sintió verdadero miedo, en cambio, fue cuando escuchó algo dentro de su cabeza. Una voz le hablaba y aunque la identificó como la de Adam no dejó de resultarle un acto muy invasivo.

La francesa se quedó paralizada unos segundos, sin procesar del todo la información ni poder responder de manera adecuada ya que en su forma animal era incapaz de comunicarse. Al cabo de un unos minutos consiguió reunir el suficiente temple para retomar su forma original.
—Yo... —murmuró, todavía aturdida—. Puedo ser humana... sí —sus ojos azules no paraban de mirar al equino con asombro—. ¿Telepatía? No, yo no puedo hacer eso pero entonces... ¿Los dos podemos transformarnos en un animal y volver a ser humanos? Es mucha coincidencia... ¿tú has logrado volar?

Justo como a ella, a Adam no le costó mucho retomar su forma original y en seguida la portentosa figura del caballo se esfumó para dar paso a la del ruso. Era demasiado asombroso, demasiado similar para ser una coincidencia. ¿Cómo podía tener ante sus ojos a aquel chico amable cuando segundos antes observaba a un espléndido pegaso de crines blancas?

—No te preocupes, Adam, no es nada —dijo de manera sincera, restándole importancia con un gesto de la mano. Lo cierto es que escuchar su voz en su cabeza resultó algo invasivo, pero estaba segura de que sus intenciones no eran malas y que era una parte de su transformación que no podía controlar. Ya se estaba acostumbrando a los accidentes de Maila con la arena y aquello aunque desagradable, le parecía nimio en comparación— ¿Te hiciste mucho daño? —preguntó luego, más por educación que porque estuviera preocupada pues el chico parecía sano. Su amabilidad en cambio no era por meros formalismos, sentía cierta conexión con Adam, sobre todo cuando este mencionó que tenía muchísimo miedo a volar.

—Menos mal que Chromsa estuvo cerca —mencionó de manera suspicaz, siempre los veía muy juntos. ¿Sería que...? —. No sabes lo que te entiendo, yo tampoco me he atrevido —esgrimió una sonrisa, orgullosa de poder expresar por fin sus sentimientos al respecto—. Me produce un miedo atroz, y al mismo tiempo sé que mi forma de cisne está perfectamente preparada para eso pero... yo no. En ocasiones tener dos cuerpos pero una sola mente me resulta muy confuso. Pero si algún día vuelves a intentarlo... quizá podrías contar conmigo, si te apetece, por supuesto.

Por suerte lo de Adam acabó en un esguince, la muchacha le devolvió la sonrisa de manera genuina, aunque no pudo evitar pensar qué habría sido de él si la caída se hubiera dado a mayor altura. Ese era precisamente su mayor miedo, que en medio del vuelo su cuerpo volviera a ser el de humana por error y a Fleur no le diera tiempo a conjurar un hechizo de levitación sobre sí misma.

—¿De veras? —preguntó más emocionada, su inseguridad le hizo pensar que el ruso nunca aceptaría su oferta ya que no se conocían de nada. Pero eso parecía estar cambiando y ahora se sentía menos sola—. Gracias, yo también pienso que sería genial, así no nos ponemos tan en peligro si practicamos juntos.

La siwani recuperó su aplomo inicial y tomó asiento de nuevo entre el caos de libros que soportaba el escritorio. No pasó por alto la forma en la que el chico hablaba del fauno, se ponía nervioso y llegó a ruborizarse. La francesa sintió un nudo en el pecho, algo le impedía quedarse con la duda.
—Un día completo debió ser toda una eternidad —murmuró—. Sí, en mi caso no pude comunicarme en absoluto, no parezco tener ninguna capacidad extraordinaria más allá de volar como un cisne, y eso incluye el proyectar mis pensamientos. Pero al menos yo recuperé mi forma de manera más intermitente, y estuve muy ocupada pensando en que Sarah había muerto, aunque en cierta forma ahora es como si lo estuviera... no nos da muchas señales de vida —se ruborizó, siendo consciente de que hablaba demasiado—. Eres un chico afortunado... Chromsa y tú... parecéis muy buenos amigos ¿no?.

—De momento... no encontré nada, pero tienes razón, debo seguir mirando —musitó taciturna pero no por ello con tono cabizbajo. De reojo echó un vistazo a todos los libros y manuscritos que ella misma había recopilado. Toda información mágica o extraordinaria en relación a un cisne estaba allí, aquellas hojas albergaban respuestas.

Debido a que siempre había esto acostumbrada a callar más que hablar a Fleur se le daba bien interpretar el lenguaje corporal de la gente a su alrededor. Pero aún siendo una persona poca avistada se habría percatado de que Adam estaba nervioso, demasiado de hecho. La francesa alzó las cejas con interés por el rubor que presentaba el muchacho.

—¿Novios? —preguntó, sin poder reprimir la sorpresa. Luego su piel se tiznó roja de la culpabilidad—. Disculpa, no quería que sonara así, es solo que... una relación en la ciudad —su mirada celeste se clavó en la distancia, como si hiciera un paralelismo y no estuviera solo hablando de él y Chromsa— Una relación en la ciudad debe ser difícil.

Fleur frunció el ceño ante la postura relajada del pegaso, al parecer no todo el mundo tenía problemas como ella para hablar de lo que sentía. Escuchó la historia del ruso y el brujo sin disimular la fascinación que se apoderaba de ella, de hecho, si Adam la miraba a sus ojos enmarcados por plumón negro notaría en su propia piel la genuina curiosidad que la embriagaba.

Con un gesto suave la muchacha también apartó sus libros del escritorio, suspiró para relajarse y procesar que el joven que tenía delante presentaba demasiadas similitudes con ella.
—¿Te quitaste un peso de encima? —su blanca piel se tiznó de rojo allí por las mejillas y el cuello, no quería sonar descortés pero no es que quisiera saber más si no que lo necesitaba—. Y Chromsa... ¿te correspondió directamente?.

¿Qué habría pasado si hubiera correspondido los sentimientos de Maila? Adam se veía feliz, y sincero, como si estuviera completo. En cambio ella caminaba entre tinieblas y dudas, sabiendo que la persona a la que más quería y deseaba estaba en la habitación contigua, pero sin atreverse a llamar a su puerta.

—No tienes que disculparte, Adam —dijo ahora mucho más sosegada—. Te he preguntado yo, lo siento de veras... si no quieres hablar del tema no te sientas obligado por favor —la siwani esbozó una sonrisa melancólica mientras su mirada se perdía en la madera del escritorio como si este contuviera las respuestas a todas sus preguntas, la siguiente vez que habló lo hizo más alto, pero sin mirarle a la cara—. Verás... he pasado por una situación parecida, pero yo no fui capaz de afrontar la situación. Y creo que ahora es tarde, demasiado tarde... por eso me alegro de escuchar tus palabras y que harás todo lo que esté en tu mano para que funcione.

Esta vez la joven esgrimió una sonrisa más amplia y cargada de emoción a pesar de sus nervios. Intercambió varios temas de conversación con Chromsa cuando ambos grupos se cruzaron y el ochriorio le pareció una persona dulce y entrañable. Ahora estaba descubriendo que esas cualidades eran también presumibles en el ruso, quién a pesar de su aspecto fornido y grandote no le intimidaba en absoluto. La idea de que estuvieran juntos y de que el brujo no rechazara al pegaso provocó en ella cierta ilusión desconocida.
—Creo que sois muy valientes—les halagó, recobrando la aflicción—. Me refiero a empezar una relación... en esta ciudad. Perdona no quiero... sonar tétrica si es lo que ha parecido, discúlpame, Adam.

Fleur no tuvo motivos para dudar de sus intenciones en ningún momento, que se mostrara tan abierto y comprensivo hacía que se relajara, y lo cierto es que ya se sentía mucho más liviana que antes, aunque seguía teniendo un peso que parecía tirar desde su pecho hacia abajo, como si la reclamara la gravedad. En ocasiones se despertaba agitada y ansiosa en mitad de la noche, y cada vez que se cruzaba con la hawaiana se sentía desfallecer. Si eso no era mal de amores, que bajara Dios y se lo dijera a la cara.

—Yo... y... ella... —su rostro enrojeció, y su respiración se aceleró al tiempo que apretaba sus huesudos nudillos hasta ponerlos blancos. Era la primera vez que verbalizaba a alguien estar involucrada con una chica, y para su sorpresa, no había sido con Rúa, su mayor confidente y amiga. Supuso que no había mejor situación que a penas dos desconocidos sincerándose el uno con el otro. Por un momento, se recordó en una de sus innumerables confesiones al párroco del convento, quien siempre la miraba con ojos inquisitivos y una mueca de desagrado, como si fuera una ramera que bailaba al son del pecado—. Nos conocimos en la Tierra... pero yo iba a tomar mis votos para ser monja, dejaría de ser novicia para ser una mujer de Cristo de verdad. Como puedes ver... ese no era mi deseo, o no del todo... y acabé aquí. Después todo fue muy rápido y... aceptar que sentía algo por... por... por... —tragó saliva y continuó con un hilillo de voz—. Por Maila, lo siento, estoy algo nerviosa. Es la bruja de la arena.

Fleur tuvo que tomarse unos instantes para proseguir y al final solo consiguió decir:
—Creo que piensa que he jugado con ella, y está muy enfadada conmigo. Es demasiado tarde... ojalá supiera que me conformaría con volver a tener su amistad, necesito estar a su lado.

Escuchar el nombre de Maila de los labios del ruso hizo que se le encogiera el corazón y que su rostro formara una mueca cargada de nostalgia. Le miró sin poder disimular que se le humedecían los ojos.
—¿De verdad lo crees? —preguntó, con tono de no tenerlas todas consigo—.No lo sé, todo es muy complicado, ni siquiera creo que sea justo para ella pensar que haya podido rendirme, para eso primero tendría que haber luchado. Y nunca lo hice.

La pregunta del pegaso quedó en el aire unos segundos, ya que ni ella misma sabía a ciencia cierta una respuesta. Además, le daba pavor admitir sus errores o que pensara mal de ella. Pero el chico no parecía juzgarle, más bien mostraba un interés genuino.

¿Por qué había jugado con ella?
—Porque... no sabía qué estaba haciendo. Maila fue la primera y casi única amiga que hice cuando llegué a Hawaii y me destinaron al convento. Ella era tan... diferente y... resuelta —la expresión de Fleur mejoró al resaltar sus cualidades, su mente se estaba perdiendo en una vorágine de tiempos mejores. Recordaba la arena bajo los pies, como el cabello de la chica le hacía cosquillas en el rostro cuando se abrazaban y el olor a sal que desprendía. Recordaba el primer beso que se dieron en la azotea, y sus labios carnosos. Recordaba... los ojos verdes de Maila prometiéndole universos enteros—. Nunca nadie me había hecho sentir tanto como en su presencia y no supe valorarlo. Jugué a ver qué pasaba, desconocía que pudiera atraerme tanto como lo hacía e intentaba apartarme de esa sensación para... creo que para no sufrir. Fue... verdaderamente difícil admitir que yo no era como las demás chicas. Supongo que sabes de lo que hablo... ¿A ti también te costó darte cuenta?.

Tras contarle por qué la había fastidiado tanto advirtió que Adam no hizo comentarios sobre el tema en ningún sentido, al menos tenía la sensación de que no le parecía algo irreparable pero tras sus comentarios iniciales Fleur esperaba alguna palabra de aliento. En cambio no era responsabilidad de Adam que se sintiera mejor con ella misma y tampoco es que se conocieran tanto. Bajó los hombros, pasándose los dedos por el rostro para deshacerse de la tristeza que amenazaba con atraparla y se dispuso a realizar lo que mejor se le daba en el mundo. Escuchar.

—¿No lo saben todos los de tu grupo? —preguntó extrañada, aunque sin sonar a que le estaba juzgando. Quizás Adam también estaba aprovechando la sinceridad que dos desconocidos podían aportarse el uno al otro—. Yo... te entiendo perfectamente —dijo conmovida en su asiento, aunque no pudo evitar pensar que tenía suerte. Él se había dado cuenta en Rocavarancolia por lo que muy posiblemente en su mundo no hubieran tenido oportunidad de rechazarle—. No lo sé... no sabemos cómo es esta ciudad pero... ojalá tengas razón, a mí me prometieron libertad y no estoy segura de estar aprovechándola. Ni siquiera sabemos si este refugio es otra jaula.

Las manos de la siwani tuvieron un leve temblor al escuchar "lesbiana" de manera tan clara al ser un término con el que no estaba familiarizada.  Esbozó una mueca de contrariedad y notó como a medida que la conversación avanzaba su aplomo y determinación menguaban. Estaba teniendo un bajón.
—Si me permites que te lo diga... no creo que debas sentirte mal contigo mismo por sentir vergüenza. No... no estás haciendo nada malo por salir con Chromsa o darle la mano ¿no? —su tono de voz expresó duda, y se apresuró a explicarse con ímpetu—. Es decir, siempre se han encargado de recalcarnos que no pertenecemos a su mundo por ser diferentes sin embargo... ¿Nunca te has preguntado si llevan razón?.

Porque ella llevaba preguntándoselo absolutamente todos los días de su existencia.

¿Pero eso significaba que la alternativa era pertenecer a Rocaravancolia?