Compañeros de plumas similares

Era un atardecer tranquilo. Adam estaba proacticando algunos hechizos con Chromsa en la cima de la Torre Serpentaria un buen rato hasta que decidieron dejarlo por hoy. El ochrorio bajó para descansar y Adam siguió arriba como era costumbre, estudiando un poco algunos libros bajo recomendación de Enredo. Estaba muy motivado a seguir sus estudios después de que el brujo le aceptase como su pupilo, tomando apuntes y notas sobre todo lo que veía escrito en el papel que fuese interesante, por no decir casi todo.

Tras un pequeño rato, Adam se estiró un poco dejando ir sin querer una de sus mangas hacia abajo. No se veían demasiado pero un par de plumas blancas asomaban de sus muñecas. Estaba tan enfocado en el libro que se le pasó ese minúsculo detalle, además de que no prestaba demasiada atención ya que se encontraba solo en ese momento.

Fleur todavía no se acostumbraba a las cinco plantas ni a los entresijos de la Torre Serpentaria. Para poder entrar a ella, por ejemplo, debía desactivar un hechizo protector que solo conocían los inquilinos, y para acceder a la sala de entrenamiento mágico tenía que activar una runa de presión que abría una trampilla en el techo. Este último era su caso y la joven subió las escaleras con aplomo con varios libros flotando alrededor de ella como planetas orbitando una estrella. Los tomos comprendían desde historia de la magia a hechizos defensivos y ofensivos básicos, pero el único que portaba en sus manos era uno oscuro y aterciopelado con letras doradas. Si alguien se fijaba se podía leer "Memorias del Cisne Negro, una escritora pretenciosa". Gracias a ese volumen adquirido solo un par de días atrás en la biblioteca había descubierto la razón de su naturaleza y en qué tipo de ser se había transformado. Aquel nombre se grabó con rapidez en su mente.
—Siwani... —se repitió, alzando la cabeza en dirección a la cúpula que coronaba su destino, la planta más alta. Era una siwani, una criatura mágica que podía intercambiar su cuerpo por el de un cisne cuando le apeteciera. Le pareció bastante irónico, llevaba toda su vida bailando El lago de los cisnes en su academia.

Su intención era leer aquel diario mientras ponía en práctica su destreza con algunos conjuros.  También intentar cambiar de un cuerpo a otro a voluntad y no de manera involuntaria como hasta ahora. Pero al pasar por uno de los escritorios vio una figura familiar sumida en apuntes. No estaba sola como habría deseado, se mostraba más reacia a presentar su otra forma desde que había leído que como siwani debía ser más prudente. Aún no había llegado al por qué de aquella cuestión pero no se trataba de un veterano, si no de Adam.

Tras decidir que no era un problema la francesa se dispuso a pasar por su lado con la intención de saludar y seguir su camino hasta otro de los escritorios para no molestarse mutuamente. Sus pies se pararon en seco al llegar a su altura cuando una tonalidad blanca le llamó la atención, tras fruncir el ceño advirtió que de las mangas del ruso sobresalían plumas, igual que las que ellas portaba en la cabeza. Dudó unos segundos, intentando recordar si el muchacho le había dicho alguna vez en qué lo había convertido la Luna Roja, pero desconocía su nombre y habilidades, como también le ocurría con otros provenientes de Silente. ¿Y si eran lo mismo? ¿Y si era un siwani? Podían ayudarse.

—Buenas, Adam —susurró, a pesar de que no había nadie más con ellos—. ¿Puedo sentarme? —tras una respuesta afirmativa tomó asiento con gracilidad a su lado y uno a uno los libros se fueron apilando solos en la mesa. Durante unos segundos guardó silencio, incapaz de formular palabra. No había hablado mucho con él aunque siempre le había parecido agradable, era difícil encontrarlo sin Chromsa cerca—. ¿Cómo estás? —preguntó con educación y una sonrisa leve, sus pestañas de plumón negro parpadearon y si el chico la miraba directamente a sus ojos celestes sentiría una genuina curiosidad sin venir a cuento, que no era más que un reflejo de las emociones de la francesa—. Prometo no robarte mucho tiempo.

En el propio libro que estuvo ojeando, ‘Razas y transformaciones. Guía extensa para habitantes novatos’, hay información algo más detallada en comparación a su anterior libro. Las transformaciones aparecían ordenadas alfabéticamente y, aunque Enredo le aclaró que ni por asomo recoge todas, hay muchas y bastante interesantes. Cada dos páginas recogen de la transformación un dibujo semirrealista e información sobre sus diversos atributos y habilidades.

Estaba por pararse en la de Aura Oscura cuando por el rabillo del ojo vio asomarse alguien. Mostrando una expresión amigable previo a girarse a ver a la persona mira a Fleur. Recordó haberla visto en la reunión y cruzó un par de palabras con ella en el Torreón Silente previo a su transformación. De hecho, se fijó mucho en la corona de plumas blancas que adornaban su cabeza.

—Buenas tardes Fleur —saludó cordial, expresando su buen humor—. Por supuesto, claro que puedes —no le importó en lo absoluto que la francesa le acompañase, ya lo hizo anteriormente con Luci y no por ello va a negar la compañía de ella. Estaba curioso por las plumas de su cabeza y desde que la vio transformada quería cruzar un par de palabras con ella. Fleur dejó sus libros encima del escritorio, uno haciendo referencia a cisnes por lo que pudo ver en la portada.

La chica le hizo la típica pregunta sobre cómo se encontraba. A Adam le sorprendió su rostro de cerca, siendo una mujer bastante agraciada con unos ojos muy claros, los cuales se inundaban en los suyos con un enfoque tan intenso y genuino que le costó en ocasiones mirarlos directamente.

—Eh… Bueno, estoy ojeando unos apuntes sobre los transformados que pueden habitar Rocavarancolia. Y estoy muy bien, gracias por preguntar —agradeció con sinceridad a la siwani. Ahora que se fijaba, no era maquillaje lo de sus ojos sino un plumaje grueso de color negro—. Vaya… ¿Tienes plumas en los ojos? —se lanzó a preguntar, curioso. ¿Y si ella es también…?

Los ojos de Fleur se detuvieron en los del ruso, analizando la tonalidad verdosa que recordaba, ni siquiera parecía haber cambiado en el color de sus irises. ¿De qué dones le había dotado la luna?. Podría ser un brujo, pero portaba aquello en sus antebrazos. Su curiosidad aumentaba por momentos pero no era una persona entrometida, ahondaría porque era algo que la concernía directamente, más siempre mantendría la cortesía que la caracterizaba.

Fleur asintió con sincero gusto al descubrir que a Adam se encontraba bien, pero al ver que le costaba mirarla directamente cruzó sus delgados brazos por delante del pecho, con incomodidad leve.

—¡Oh! —se sorprendió con su pregunta, aunque el hecho de que fuera él quien se atreviera a curiosear primero la tranquilizó mucho—. En realidad es plumón, al principio me hacía muchas cosquillas aquí —se señaló las mejillas, y luego esbozó una media sonrisa divertida. De ser un siwani quizás el chico debería de presentar el mismo cambio pero sus pestañas parecían corrientes. No descartó la idea por eso, no había una norma escrita—. Pero sí que tengo plumas... es decir —se ruborizó, señalando a la corona de plumas blancas que portaba en su cabeza, dejando su cabello rubio hacia atrás—. Es bastante evidente, por eso he pensado que... yo... No quiero que me malinterpretes ni ser maleducada pero antes te he visto plumas bajo la manga —la francesa se empezaba a poner roja por momentos pero consiguió calmarse—. ¿Adam crees que... podríamos ser?...

El hecho de que fuera un plumón oscuro lo que poblaban sus pestañas le sorprendió. Se puso en sus zapatos entendiendo que puede ser un cambio extraño, teniendo que ser algo complicado acostumbrarse a tener eso en los ojos y la sensación de parpadear. El mismo Adam tuvo que acostumbrarse a tener las plumas de sus brazos y tobillos, cuidando al apoyarlas contra una superficie. En una ocasión, al dormir en una mala postura, partió una buena parte de las plumas de su brazo derecho en un movimiento brusco. Una dolía muy poco pero siendo bastantes ahí cambiaba la historia.

Y justo Fleur mencionó sus plumas que, al mismo tiempo, también hizo referencia a las que Adam porta en sus brazos. Se descuidó al dejarlas fuera sin quererlo. Fleur parecía avergonzada por señalizarlo, teniendo un rubor que se le notó mucho por el blanco de su tez.

—¿...lo mismo? —siguió la pregunta de la francesa con la mirada perdida por momentos. Estaba pensando—. No se parecen demasiado las zonas donde nos han salido plumas pero… ¿Eres un…? —no quería transformarse por accidente, haciendo una pausa para tranquilizarse y concentrarse en su cuerpo humano—. ¿...un pegaso?

Para ser sinceros, Adam cada vez le fue perdiendo el miedo a decir lo que realmente era. El ruso no tuvo ningun problema por el momento por ser un caballo alado. ¿Y si era una exageración lo del libro? Quizás estaba siendo demasiado paranoico y el ruso, poco a poco, se estaba confiando inconscientemente.

Para Fleur fue impactante que Adam terminara su propia frase casi al unísono, puede que fuera una señal del destino para que se juntaran y no estuvieran tan confusos. Pero siguió la mirada perdida del ruso, quien de pronto no le pareció tan convencido. Tenía razón, las zonas en las que presentaban plumas eran bien distintas, en su caso brotaron de la línea del cabello, como una tiara suave. Pero el muchacho las escondía bajo las mangas, justo donde ella tenía sus antebrazos desnudos.

Cruzó las piernas, nerviosa, aferrándose con los dedos al borde del escritorio como si al hacerlo se empeñara en no abandonar resquicio alguno de esperanza. Si el ruso podía transformarse en cisne todo sería distinto, podían encontrar respuestas apoyándose el uno en el otro aunque no se conocieran demasiado. ¿Pero qué posibilidades tenía con una idea surgida de manera tan espontánea?.

—¿Un... pegaso? —la francesa se vio sobrecogida por una mezcla de sensaciones, alternando entre la sorpresa y una fuerte decepción. La pérdida de ilusión fue tanta que todo su lenguaje corporal se relajó de manera inconsciente, como dejando escapar la emoción que habría sentido si la respuesta hubiera sido otra—. ¿Cómo los de la Tierra? Un caballo alado... —tuvo suerte, podía recitar de memoria algunos pasajes de la biblia pero desconocía la mayoría de mitos que poblaban su mundo. Por suerte no sintió que la persona que tuviera en frente fuera a juzgarla por eso y un pegaso era algo que por fortuna conocía todo el mundo—. No... yo... no lo soy, siento la confusión y de paso... también siento tantas preguntas —su mirada volvería a posarse en la de él y si el chico se detenía en sus ojos percibiría verguenza y un leve disgusto—. Pero espera... ¿Puedes cambiar de forma?

El lenguaje corporal de Fleur, en efecto, indicaba que no era el caso. Al final terminó en otra transformación distinta a la del pegaso quien siguió la linea sentimental de Fleur y bajó la mirada, decepcionado por eso. En el caso de la francesa le dolió más, ella parecía tener cambios mucho más similares que los de Rúa.

Asintió a la afirmación de Fleur. Se le escapó media sonrisa cuando ella dijo que él es un caballo alado. Dicho por ella sonaba muy bien y le ayudó mucho a aceptar lo que él era. No solo era un caballo blanco y, sin miedo a afirmarlo, hermoso, sino que también tiene el potencial para conquistar el cielo.

—No te preocupes, creo que es algo muy raro que coincidamos en lo que todos somos —especuló con tal de hacer sentir mejor a la francesa—. Puedes preguntar lo que quieras sin problema, no es que busque callarme nada a estas alturas —dijo de buen humor, confiando en quien tuvo delante—. En un principio sí, puedo hacer un cambio muy rápido de un cuerpo a otro mientras piense en ello. Es algo difícil de explicar pero es como si en el momento en que mi mente acepte que yo soy mi otro yo, cambio al momento de cuerpo. Es… extraño, no duele nada y se siente muy natural, casi como si hubiese nacido con esto —apoyó su codo, pensativo—. Al principio me costaba horrores hacer un cambio voluntario pero creo que lo voy controlando. Siendo honestos, con solo pensar en... ese otro animal que yo soy, hago el cambio sin quererlo, me sale solo —admitió algo avergonzado por ello—. Por eso a veces hablo en clave —se le escapó una risa, viendo la gracia a sus transformaciones accidentales y dejando a un lado la inconveniencia de ello.

La media sonrisa de Adam resultó contagiosa para la francesa, a la chica no se le escapó que pareció alegrarse justo cuando mencionó que era un caballo alado. La verdad es que lo había hecho sin ningún tipo de intención oculta ya que efectivamente un pegaso era un caballo alado y se limitó a describir la realidad más hechizada por la sorpresa que otra cosa. Sin embargo... ¿Qué le hacía tan feliz? ¿Era porque llegado el momento podría surcar los cielos? Debería estar emocionada por igual, y de hecho, lo estaba por momentos. Ahora podría rozar las nubes rojizas por el brillo de la Luna Roja, sentiría como las rachas de viento danzaban con ella al mismo compás, como si sus coreografías de bailarina en Francia solo hubieran cambiado a un espacio distinto e ingrávido.

El buen humor de Adam se le antojó inaudito, su amabilidad ante todo pronóstico sin importarle hablar de algo tan personal como de sí mismo hizo que Fleur se preguntara qué habría pasado si se hubieran refugiado en el mismo torreón. Ella no eran tan optimista con la vida en absoluto, pero escuchar de la boca del ruso procesos en los que se veía reflejada la dotaba de una esperanza que hacía unos minutos parecía haber perdido. Ambos podían alterar de cuerpo, sin dolor, en a penas unos segundos. Y se sentía verdaderamente natural, como si le retiraran una pesada máscara de metal y pudiera respirar por fin tras años de esclavitud, sintiéndose mucho más liviana y poderosa.

La expresión de la francesa no varió en toda la explicación del chico aunque cuando este rio por hablar en clave no pudo evitar que se le escapara una sonrisa, motivada por algo que comprendía tanto. En su caso sus cambios sujetos al azar no estaban ligados a algo tan cotidiano como mencionar el nombre de su transformación en voz alta (ya que el descubrimiento de este era reciente) si no a momentos en los que se ponía nerviosa o soñaba con sobrevolar la ciudad.

—Adam, verás, te entiendo muy bien cuando hablas de ese otro animal —dijo de manera velada, siguiendo los propios trucos del muchacho para evitar un evento aparatoso. Ella no tenía tanto problema, su naturaleza animal era mucho más contenida y sutil—. Me has dicho en lo que la Luna Roja te ha convertido y... siento que no sería justo si no compartiera lo mismo contigo —a pesar de que no le había preguntado y ante las inconveniencias que añadía su diario la joven se levantó, dejando los tomos en la mesa. Tomó solo un par de pasos de distancia antes de concentrarse, reuniendo toda la calma que le era posible, en aquellas semanas solo había conseguido cambiar de cuerpo de manera voluntaria en tres ocasiones, todas en el silencio de su habitación.

No hubo cambios intermedios. Su cuerpo escuálido desapareció, como un borrón en el espacio-tiempo y la forma de un ave blanca apareció en su lugar con la misma rapidez, conservando solo su propia consciencia. Con pasos confusos el cisne se acercó agitando sus alas sin demasiado revuelo, estaba indicándole que ella también podía volar. Puede que tuvieran más cosas en común de las que pensaban.

A Adam se le antojó muy tímida Fleur, e incluso algo reservada si la analizaba mejor. Debido a eso le alegró mucho que ella sonriese después de que escuchase todo lo que él contó sobre su transformación.

Cuando ella habló, agradeció que ella no mencionase directamente el nombre. Relajó su mente con un suspiro para seguir escuchando y comprender lo que dijo. Ella parecía entender su situación y dado la situación de Rua pensó que a lo mejor la fancesa era algún otro caballo más y no exactamente un pegaso. Ella compartió sus intenciones de compartir lo que la luna le obsequió y Adam la observó detenidamente cuando se levantó. Parecía concentrada en hacer algo y, sin esperarlo el propio Adam, se transformó en un abrir y cerrar de ojos en un cisne.

—Ostias… ¿Que? —Adam se levantó asombrado por la transformación de Fleur, acuclillándose cerca del cisne— ¿Fleur? —los gestos del cisne indicaban que si que se trataba de ella. No lo podía creer, parecía se que eran más y más los que se transformaban instantaneamente en animales y, similar a Rua, ella no podía comunicarse. Se incorporó y vigiló que no hubiese nade. Para su suerte la sala estaba vacía—. E-Espera un segundo, tengo que enseñarte algo.

Adam se apartó y quería hacerlo. Tomó aire y se enfocó en ese deseo de tener su otro cuerpo. Su mente gritaba que quería ser un pegaso y así se hizo. Delante del cisne estaba el caballo blanco y alado que también era Adam y agachó su cabeza.

«Yo también puedo transformarme de golpe, en eso nos parecemos. ¿No puedes comunicarte por telepatía? ¿Y… puedes volver a ser humana a todo esto? No sé si me entiendes» —Adam-pegaso ladeó la cabeza, expresando las dudas con ese gesto.

Adam parecía bastante sorprendido y cuando la llamó por su nombre para comprobar que era ella Fleur agitó las alas de nuevo en señal afirmativa. Desde su posición el ruso se le antojaba aún más grande, pero aquella sensación aumentó cuando el muchacho se dispuso a cambiar de forma. De repente el chico desapareció, y en su lugar quedó un caballo grande y con alas. Realmente era un pegaso, y lo tenía en las narices. O mejor dicho, delante de su pico.

En un inicio el cisne retrocedió patosamente con algo de recelo y susto, las dimensiones y sus patas eran enormes en comparación a ella. Cuando sintió verdadero miedo, en cambio, fue cuando escuchó algo dentro de su cabeza. Una voz le hablaba y aunque la identificó como la de Adam no dejó de resultarle un acto muy invasivo.

La francesa se quedó paralizada unos segundos, sin procesar del todo la información ni poder responder de manera adecuada ya que en su forma animal era incapaz de comunicarse. Al cabo de un unos minutos consiguió reunir el suficiente temple para retomar su forma original.
—Yo... —murmuró, todavía aturdida—. Puedo ser humana... sí —sus ojos azules no paraban de mirar al equino con asombro—. ¿Telepatía? No, yo no puedo hacer eso pero entonces... ¿Los dos podemos transformarnos en un animal y volver a ser humanos? Es mucha coincidencia... ¿tú has logrado volar?

Era mucha coincidencia que Fleur regresase a su forma humana de esa forma. Era rápido y de golpe, sin ninguna transición. ¿Estaban agrupados en una categoría común? Pegasos, cisnes, unicornios… Tienen una regla básica que comparten pero cada una, individualmente, daba acceso a habilidades únicas. Por la duda de la francesa ella tampoco tiene acceso a la telepatía. Su última pregunta lo hizo pensar.

—«¿Volar? No sé que decirle. ¿Le digo que aún no me atreví? Debería volver a mi forma humana, puede que la este bombardeando con mis pensamientos. Quiero volver a ser un humano, cuerpo»— Adam regresó a su forma bípeda rápidamente, para su tranquilidad—. Me disculpo si mis pensamientos te molestaron si ese fue el caso, en ocasiones me como la cabeza yo solo y los emito sin querer. Y no te preocupes, no puedo leer mentes de otros que yo sepa —eso último lo aclaró algo nervioso en el caso de que se hiciese la idea equivocada. No lo investigó a fondo pero por lo que Adam sabe no es más que una emisión unidireccional y no es capaz de recibir pensamientos.

—Me habrás escuchado seguramente pero aún no he probado mis alas al completo, me da algo de miedo —admitió con vergüenza ese dato—. Solo lo intenté en una ocasión recién transformado y me lastimé la pata, peso demasiado en mi otra forma y una mala caída puede ser fatal. Menos mal que Chromsa me curó de inmediato —se le dibujó una sonrisilla algo sospechosa mientras se tocaba la muñeca, pensando en la amabilidad de su pareja.

—Y-Y a todo esto, ¿tu lo has logrado Fleur? —terminó preguntando a la francesa olvidando lo último, aunque no estaba demasiado seguro si los cisnes volaban era demasiado ignorante en esos temas.

Justo como a ella, a Adam no le costó mucho retomar su forma original y en seguida la portentosa figura del caballo se esfumó para dar paso a la del ruso. Era demasiado asombroso, demasiado similar para ser una coincidencia. ¿Cómo podía tener ante sus ojos a aquel chico amable cuando segundos antes observaba a un espléndido pegaso de crines blancas?

—No te preocupes, Adam, no es nada —dijo de manera sincera, restándole importancia con un gesto de la mano. Lo cierto es que escuchar su voz en su cabeza resultó algo invasivo, pero estaba segura de que sus intenciones no eran malas y que era una parte de su transformación que no podía controlar. Ya se estaba acostumbrando a los accidentes de Maila con la arena y aquello aunque desagradable, le parecía nimio en comparación— ¿Te hiciste mucho daño? —preguntó luego, más por educación que porque estuviera preocupada pues el chico parecía sano. Su amabilidad en cambio no era por meros formalismos, sentía cierta conexión con Adam, sobre todo cuando este mencionó que tenía muchísimo miedo a volar.

—Menos mal que Chromsa estuvo cerca —mencionó de manera suspicaz, siempre los veía muy juntos. ¿Sería que...? —. No sabes lo que te entiendo, yo tampoco me he atrevido —esgrimió una sonrisa, orgullosa de poder expresar por fin sus sentimientos al respecto—. Me produce un miedo atroz, y al mismo tiempo sé que mi forma de cisne está perfectamente preparada para eso pero... yo no. En ocasiones tener dos cuerpos pero una sola mente me resulta muy confuso. Pero si algún día vuelves a intentarlo... quizá podrías contar conmigo, si te apetece, por supuesto.