Compañeros de plumas similares

Recuerdo del primer mensaje :

Era un atardecer tranquilo. Adam estaba proacticando algunos hechizos con Chromsa en la cima de la Torre Serpentaria un buen rato hasta que decidieron dejarlo por hoy. El ochrorio bajó para descansar y Adam siguió arriba como era costumbre, estudiando un poco algunos libros bajo recomendación de Enredo. Estaba muy motivado a seguir sus estudios después de que el brujo le aceptase como su pupilo, tomando apuntes y notas sobre todo lo que veía escrito en el papel que fuese interesante, por no decir casi todo.

Tras un pequeño rato, Adam se estiró un poco dejando ir sin querer una de sus mangas hacia abajo. No se veían demasiado pero un par de plumas blancas asomaban de sus muñecas. Estaba tan enfocado en el libro que se le pasó ese minúsculo detalle, además de que no prestaba demasiada atención ya que se encontraba solo en ese momento.

Esta vez la joven esgrimió una sonrisa más amplia y cargada de emoción a pesar de sus nervios. Intercambió varios temas de conversación con Chromsa cuando ambos grupos se cruzaron y el ochriorio le pareció una persona dulce y entrañable. Ahora estaba descubriendo que esas cualidades eran también presumibles en el ruso, quién a pesar de su aspecto fornido y grandote no le intimidaba en absoluto. La idea de que estuvieran juntos y de que el brujo no rechazara al pegaso provocó en ella cierta ilusión desconocida.
—Creo que sois muy valientes—les halagó, recobrando la aflicción—. Me refiero a empezar una relación... en esta ciudad. Perdona no quiero... sonar tétrica si es lo que ha parecido, discúlpame, Adam.

Fleur no tuvo motivos para dudar de sus intenciones en ningún momento, que se mostrara tan abierto y comprensivo hacía que se relajara, y lo cierto es que ya se sentía mucho más liviana que antes, aunque seguía teniendo un peso que parecía tirar desde su pecho hacia abajo, como si la reclamara la gravedad. En ocasiones se despertaba agitada y ansiosa en mitad de la noche, y cada vez que se cruzaba con la hawaiana se sentía desfallecer. Si eso no era mal de amores, que bajara Dios y se lo dijera a la cara.

—Yo... y... ella... —su rostro enrojeció, y su respiración se aceleró al tiempo que apretaba sus huesudos nudillos hasta ponerlos blancos. Era la primera vez que verbalizaba a alguien estar involucrada con una chica, y para su sorpresa, no había sido con Rúa, su mayor confidente y amiga. Supuso que no había mejor situación que a penas dos desconocidos sincerándose el uno con el otro. Por un momento, se recordó en una de sus innumerables confesiones al párroco del convento, quien siempre la miraba con ojos inquisitivos y una mueca de desagrado, como si fuera una ramera que bailaba al son del pecado—. Nos conocimos en la Tierra... pero yo iba a tomar mis votos para ser monja, dejaría de ser novicia para ser una mujer de Cristo de verdad. Como puedes ver... ese no era mi deseo, o no del todo... y acabé aquí. Después todo fue muy rápido y... aceptar que sentía algo por... por... por... —tragó saliva y continuó con un hilillo de voz—. Por Maila, lo siento, estoy algo nerviosa. Es la bruja de la arena.

Fleur tuvo que tomarse unos instantes para proseguir y al final solo consiguió decir:
—Creo que piensa que he jugado con ella, y está muy enfadada conmigo. Es demasiado tarde... ojalá supiera que me conformaría con volver a tener su amistad, necesito estar a su lado.

Lo que Fleur dijo acerca de su valentía le hizo asentir, dando parte de razón a ello. La ciudad es peligrosa y no es desde luego un sitio ideal para empezar un noviazgo o para tener citas agradables. A lo de ser tetrica negó con la cabeza con decisión, para nada le molestó que ella diese su punto de vista y, por el contrario, lo agradeció en sus adentros.

En un momento pensó en su relación con Chromsa y como iba a ser la gestión de ésta de ahora en adelante. De cierta forma estaba dando palos de ciego con eso, avanzando hacia un sendero neblinoso en el que aprendería a base de errores. El amor es algo nuevo para él y no sabía con suma exactitud la experiencia del ochrorio. ¿Quizás su otra mitad estaba pensando como el pegaso, viendo este sendero como algo nuevo? ¿Habrá pensado en alguien más antes de él en ochroria? ¿Ha pensado Chromsa alguna vez en chicas? Eso último se le pasó sin querer en su cabeza, riéndose por dentro debida a esa duda tan banal para el tema que estuvo pensando.

Fleur pronunció unas palabras, una respuesta que lo sorprendió alzando las cejas. Ella parecía tensa al tocar el tema y Adam estuvo teorizando quien podría ser la que tiene a la francesa tan agitada. También explicó que ella la conocía de antes y mencionó que iba a ser monja. El pegaso entendía por encima y a duras penas eso de tomar los votos, nunca se paró a investigarlo a fondo aunque parecía duro. Y de hecho Fleur manifestó que no deseaba eso exactamente y ese era el motivo de su estancia en Rocavarancolia. A Adam se le ablandó el corazón, pensando que sería muy duro para ella todo aquello. ¿Sería inseguridad? Desde luego la iglesia no es que vaya a aceptar tan a la ligera una persona que no sea un estandar hetero, o eso al menos pensaba el pegaso toda su vida del cristianismo. No quiso opinar nada de lo último con ella, parecía un tema delicado y alejado de lo que estaban hablando.

—Maila... —dijo Adam para sí, comprendiendo mejor la situación y pegando sus dedos a sus labios.

Al oir la situación que Fleur cargaba para sí misma el ruso tensó los labios, manifestando la empatía que se le pegó.

—No tienes por qué rendirte. ¿Has… intentado hablar con ella despues del enfado? Quizás solo estés haciendo bola del asunto y no sea tan grave…. —Adam pensó sus palabras detenidamente, tampoco quería empeorar nada—. Fleur, una cosa. ¿Por qué crees que piensa que jugaste con ella? —tuvo el impulso de pedir perdón por tan atrevida pregunta pero se negó de última instancia, quería saber algo más de eso y sus ojos esmeralda parecían atravesar la mirada de Fleur, leyendo detenidamente en ellos.

Escuchar el nombre de Maila de los labios del ruso hizo que se le encogiera el corazón y que su rostro formara una mueca cargada de nostalgia. Le miró sin poder disimular que se le humedecían los ojos.
—¿De verdad lo crees? —preguntó, con tono de no tenerlas todas consigo—.No lo sé, todo es muy complicado, ni siquiera creo que sea justo para ella pensar que haya podido rendirme, para eso primero tendría que haber luchado. Y nunca lo hice.

La pregunta del pegaso quedó en el aire unos segundos, ya que ni ella misma sabía a ciencia cierta una respuesta. Además, le daba pavor admitir sus errores o que pensara mal de ella. Pero el chico no parecía juzgarle, más bien mostraba un interés genuino.

¿Por qué había jugado con ella?
—Porque... no sabía qué estaba haciendo. Maila fue la primera y casi única amiga que hice cuando llegué a Hawaii y me destinaron al convento. Ella era tan... diferente y... resuelta —la expresión de Fleur mejoró al resaltar sus cualidades, su mente se estaba perdiendo en una vorágine de tiempos mejores. Recordaba la arena bajo los pies, como el cabello de la chica le hacía cosquillas en el rostro cuando se abrazaban y el olor a sal que desprendía. Recordaba el primer beso que se dieron en la azotea, y sus labios carnosos. Recordaba... los ojos verdes de Maila prometiéndole universos enteros—. Nunca nadie me había hecho sentir tanto como en su presencia y no supe valorarlo. Jugué a ver qué pasaba, desconocía que pudiera atraerme tanto como lo hacía e intentaba apartarme de esa sensación para... creo que para no sufrir. Fue... verdaderamente difícil admitir que yo no era como las demás chicas. Supongo que sabes de lo que hablo... ¿A ti también te costó darte cuenta?.

En esos escasos segundos que se tornaron eternos, Adam no quitaba ojo de la francesa. Su mirada reflejaba cláramente la determinación que tuvo a escucharla y a apoyarla. El pegaso sabía que todo aquello iba de amor, un sentimiento que tomó un rumbo desconocido para Fleur.

Y así era. La chica recalcó la confusión en sus actos, algo que en parte pudo entender cuando él mismo tuvo esas dudas con el fauno. Sin embargo el rumbo del asunto iba con la inseguridad que ella soportó ante tan abrumadores sentimientos proyectados en la hawaiana. Adam frunció el ceño ante la pregunta, mirando hacia abajo.

—Diría que aún no lo tengo del todo claro. Es… extraño de explicar pero no me dí cuenta de que no me atraían los hombres hasta que conocí a Chromsa. Nunca en mi vida he sentido algo tan fuerte por alguien y antes de venir a este mundo ni siquiera me planteé mis gustos —su mirada culposa manifestaba disculpas por no ser exactamente el caso que ella esperaba por su parte—. Pero comprendo lo que dices, aun le doy vueltas a lo de ser un… bicho raro —lo que vio de niño, la homofobia repartida en conversaciones casuales, en televisión, en la escuela, realmente no podia evitar que le afectase aunque sea un mínimo—. A mi me da cosa incluso de darle la mano delante de los demás que… algunos ni siquiera saben que estamos juntos.

Eso último le provocó frustración. Recordó cuando específicamente le preguntó a Chromsa acerca de entrelazar sus manos mientras bajaban las escaleras, así visto en frío le pareció una estupidez. Relajó un poco su expresión para mirar con una expresión algo cansada a Fleur, cansada de todo aquello que lo frenaba también.

—Y ciertamente eso me enfada de mí —continuó—. Pudiendo darle todo de mí, ¿por qué me freno a veces? Tan solo quiero pensar que esto no es la Tierra, esto no es Rusia, aquí no tiene por qué ser lo mismo. Si realmente aquí pueden haber cosas imposibles como ángeles, faunos, pájaros medio humanos, insectos que hablan… ¿Por qué nos tenemos que preocupar por ser... gays, lesbianas, lo que sea? —Adam se puso la mano en el pecho—. Pero aun así, me da esa vergüenza por dentro que no puedo explicar aunque sea yo el primero en decir que no debería de sentir eso.

Adam suspiró, pensaba que ese tema no le afectaba en lo absoluto pero siendo que la francesa se lo sonsacó no pudo evitar comerse un poco el coco por ello.

Tras contarle por qué la había fastidiado tanto advirtió que Adam no hizo comentarios sobre el tema en ningún sentido, al menos tenía la sensación de que no le parecía algo irreparable pero tras sus comentarios iniciales Fleur esperaba alguna palabra de aliento. En cambio no era responsabilidad de Adam que se sintiera mejor con ella misma y tampoco es que se conocieran tanto. Bajó los hombros, pasándose los dedos por el rostro para deshacerse de la tristeza que amenazaba con atraparla y se dispuso a realizar lo que mejor se le daba en el mundo. Escuchar.

—¿No lo saben todos los de tu grupo? —preguntó extrañada, aunque sin sonar a que le estaba juzgando. Quizás Adam también estaba aprovechando la sinceridad que dos desconocidos podían aportarse el uno al otro—. Yo... te entiendo perfectamente —dijo conmovida en su asiento, aunque no pudo evitar pensar que tenía suerte. Él se había dado cuenta en Rocavarancolia por lo que muy posiblemente en su mundo no hubieran tenido oportunidad de rechazarle—. No lo sé... no sabemos cómo es esta ciudad pero... ojalá tengas razón, a mí me prometieron libertad y no estoy segura de estar aprovechándola. Ni siquiera sabemos si este refugio es otra jaula.

Las manos de la siwani tuvieron un leve temblor al escuchar "lesbiana" de manera tan clara al ser un término con el que no estaba familiarizada.  Esbozó una mueca de contrariedad y notó como a medida que la conversación avanzaba su aplomo y determinación menguaban. Estaba teniendo un bajón.
—Si me permites que te lo diga... no creo que debas sentirte mal contigo mismo por sentir vergüenza. No... no estás haciendo nada malo por salir con Chromsa o darle la mano ¿no? —su tono de voz expresó duda, y se apresuró a explicarse con ímpetu—. Es decir, siempre se han encargado de recalcarnos que no pertenecemos a su mundo por ser diferentes sin embargo... ¿Nunca te has preguntado si llevan razón?.

Porque ella llevaba preguntándoselo absolutamente todos los días de su existencia.

¿Pero eso significaba que la alternativa era pertenecer a Rocaravancolia?

El pegaso respondió a la pregunta de la siwani negando lentamente con la cabeza.

—Recuerdo que se lo dije a Amira. Y a Alyssa se lo dejé caer —se le pasó por la cabeza lo difícil que le resulto en esos momentos decir que le gustaba el fauno—. El resto dudo que sepan sobre nuestra relación.

Ella parecía entender su caso y él, en parte, entendía el de ella. Lo que dijo de aprovechar la libertad hizo pensar al pegaso, además de conocer del todo la ciudad que, al fin y al cabo, solo saben una pequeña porción de lo que es Rocavarancolia en su totalidad.

—Imagino que lo descubriremos tarde o temprano… —respondió con cierta duda en sus palabras.

La francesa aportó su opinión al asunto. Adam la miró a los ojos, pasando al escritorio cuando planteó la cuestión. Eso le hizo doler el pecho, tenía una respuesta clara y quería dejarla salir. Frunciendo el ceño se apoyó en sus rodillas, entrelazando ambas manos y apretandolas.

—No… ¡C-claro que no! —lo estuvo negando muchísimo, hasta con la cabeza—. No llevan razón y por supuesto que me niego a creer que es malo, estoy mejor que nunca con Chromsa —miró a Fleur decidido—. Y tu tampoco haces nada malo por querer a Maila, son… tus sentimientos y son solo tuyos. No tienen por qué negártelo.

Pocas veces ha sido tan sincero con los demás y consigo mismo.

—Por eso creo que sentirnos mal por ello no tiene caso. Yo pienso que tus sentimientos son buenos Fleur, sientes cosas muy hermosas por Maila y eso no te excluye de pertenecer a su mundo, te hace una preciosidad de persona.

Adam procesó de golpe y porrazo lo último que dijo, pasando de una sincera sonrisa a sonrojarse muchísimo por lo atrevido que sonaba.

—¡Ah, no quería decir e-eso! Esto... l-lo que quería decir… ¡No era mi intención haber dicho…! —pasarían unos momentos largos para la francesa viendo a Adam poniendo excusas que no llegaban a ningún lado, meneándose del asiento de los nervios.

Fleur escuchó con atención. Así que solo Amira sabía de la relación de Adam y Chromsa. No se decepcionó, pero esperaba que más gente estuviera al tanto, desde fuera era muy evidente que existía cierta afinidad y complicidad entre ellos.

Para alguien como ella la respuesta del ruso era muy importante. No había podido expresarse como quería, nunca tuvo la oportunidad de saber quien era. Y el arrojo con el que el pegaso habló la conmovió por completo. La joven enrojeció a su par, y dos lágrimas surcaron sus mejillas. Esta vez la emoción iba ligada a una felicidad rebosante e incrédula.

—Gracias —musitó—. De corazón, gracias —su fina voz intentaba recomponerse a ratos, pero tenía la misma estabilidad que la llama de una vela en medio de un vendaval. Sonrió cuando el chico empezó a poner una sarta de excusas—. Supongo que tienes razón, no imagino por qué algo que nos hace felices podría ser malo. Y creo que esto lo he entendido por la manera en que hablas de él, me parece un sentimiento muy puro. Después de todo... creo que tenemos más en común de lo que pensaba. ¿Tú crees... que debería intentarlo?.

Ojalá Maila la escuchara, ojalá que sí. Porque no había magia, luna roja o puesta de sol que reemplazara su ausencia.

El ver un par de lagrimas salir de esos ojos tan claros y de su enrojecido rostro le hizo a Adam alarmar, no quería que la francesa lo pasase mal. Sin embargo la sonrisa de Fleur y su agradecimiento lo calmaron, bajando su guardia y expresando la misma sonrisa que ella.

Adam en sí se sonrojó muchísimo cuando ella mencionó los sentimientos de él hacia el fauno, formándose una tonta y amplia sonrisa en su rostro.

—¡Sí, inténtalo! Ya verás como no vas a tener nada que perder. Además entiendo que ella también está en las mismas que tú así que te corresponderá cien por cien. Si te dijese como empecé yo, te reirías —le estaba encantando la conversación, se le notaba en la cara de sobra—. La verdad es que considero a Maila una chica interesante para lo poco que la vi, ¿qué es lo que te atrae de ella concretamente? P-perdona, pero la curiosidad me puede —añadió con nerviosismo culpable tras la pregunta, rascando su cuello. Realmente le gustaba hablar con alguien homólogo a su situación.

Conocer a Adam un poco más en profundidad y conectar con él de manera tan fugaz era una sorpresa, mientras veía como el ruso se sonrojaba y mostraba una sonrisa bobalicona al hablar de su pareja Fleur pensó que habría sido de ella si hubiera contado con el chico en su torreón. Hablar de sus sentimientos con él era algo muy fácil, como si solo tuviera que cerrar los ojos, coger aire, y fluir. Quizá tendría que haberse apoyado más en sus compañeros de cosecha con respecto a sus sentimientos por su amiga, pero estaba en un punto muy lejano al de ahora y sobrevivir al día a día ocupaba los pensamientos de la mayoría del grupo. Sin embargo... el dolor y el peligro daban paso a algo nuevo. ¿Podía permitirse una relación entonces?

—No te preocupes —esgrimió Fleur ante su curiosidad, en cualquier otra circunstancia le habría parecido demasiada, pero ambos estaban cómodos y tenía que aprovechar la oportunidad para poder poner sus pensamientos en orden. Era ahora o nunca—. De Maila me atrae... creo que todo —se sinceró con las mejillas encendidas y tomándose unos segundos para calmar el torrente de emociones que amenazaba con aflorar. Esta vez logró controlarlo y se expresó sosegada— Es una persona muy especial para mí... dudo que alguna vez sea consciente de cuanto, probablemente eso también sea mi culpa... —recuperó el hilo al tiempo que se irguió en su postura—. Adoro lo que representa... libertad... desde el primer momento en que la vi me di cuenta de que hace lo que quiere, cuando y como desea, y haciéndole el menor daño posible a las personas de su alrededor. Me encanta la manera en la que trata la vida, como si todas las cosas fueran sencillas, pero también le presta atención a las cosas importantes. Y qué decirte de sus hermanos... creo que daría la vida por ellos —Fleur se emocionó al decir la siguiente frase—. Ahora lo sé, fue Maila quien me enseñó a amar —la francesa terminó con una postura corporal relajada, como si hubiera expulsado todo lo que tenía guardado dentro. Por primera vez en su vida no sintió verguenza de absolutamente nada de lo que había dicho.

Su mirada se levantó sin aplomo.
—¿Y tú? —preguntó con calidez.

Adam cargaba con una llamativa vergüenza en sus hombros, esa pregunta que formuló le pareció demasiado… ¿directa? No conocía demasiado a la francesa de ojos llamativamente azules pero le transmitió una pequeña pero de dudosa efimeridad cercanía. Haber hecho buenas migas con ella desde el principio, manifestar su otro cuerpo al igual que ella hizo, los sentimientos que ellos dos cargaban con sus respectivos intereses amorosos. En parte era una situación de congéneres, símiles que congregaban en una sensación agradable.

La negativa de Fleur ante la disculpa del pegaso avivó la llama de la curiosidad en el chico, además de aliviarlo tremendamente. Se puso recto, asintiendo de vez en cuando conforme ella hablaba y sin perder un ápide de detalles. Quería saberlo todo, en su objetivo de conocerla más a fondo. En ocasiones se le escapaba de su rostro una sonrisa de ternura, había bastante pasión en sus palabras y se notaba a leguas que era sincera en lo que decía. Maila parecía una buena persona, alguien con quien la francesa estaría a gusto y felíz.

Adam se quedó en una expresión vocal curiosa cuanto menos, como si a punto estuviese por escapar un “vaya” de sus labios entreabiertos. Le sorprendió esa última sentencia, como si se le revelase esa palabra por un momento. “Enseñar a amar”, “amar”, era un concepto que nunca exploró de verdad hasta que Chromsa…

La siwani le sugirió devolver esa cuestión, como era lógico tener curiosidad por el otro tambien. Pero Adam, en su infinita vergüenza, no sabía como empezar. No lo reflejó tanto, pero hubo un poco de encogimiento en sus adentros ya que, realmente, nunca le dio por abrirse de esa forma con sus sentimientos y explicar sus motivos, la raíz de su amor hacia el ochrorio.

¿Pero qué iba a perder con eso? Le serviría para entenderse más a si mismo y en un gesto alzó la mirada.

—Lo primero, eso ha sido increíble lo que has dicho. Es… una forma de describirlo que no se me ocurriría en la vida. Eso de… que te enseñó a amar —el pegaso por un momento se obnubiló—. ¿Cómo lo describiría yo? Me despertó curiosidad la primera vez que lo vi, su bondad es algo de otro mundo y es como si brillara con luz propia. Además es bastante apañado, hizo un huerto en el torreón y más de una vez lo ayudaba —y con ello se llevó algunos conocimientos agrícolas bastante útiles.

Se puso el dedo en los labios, pensativo, acariciandolos con suavidad. Lo hizo casi como un acto reflejo, recordando aquel primer contacto romántico con el fauno.

—Pero… me fue encendiendo algo dentro de mí, lo veía de otra forma poco a poco. Exactamente no supe que era, no tuve ninguna pareja antes que él y cada vez me daba más y más fuerte. No paraba de pensar en él, si era raro que yo tuviese esa clase de sentimientos con alguien que ni siquiera era humano —suspiró, esbozando una sonrisa—. Pero me dio igual cuando lo besé, en ese aspecto quería más de él y, no sé, me trata muy bien, es bastante cariñoso conmigo, me otorga una positividad única cada vez que estoy a su lado y siento que todo es posible con Chromsa.

Con la cara algo colorada y los labios apretadillos miro a Fleur esbozando una sonrisa tonta por la tremenda cursilada que lanzó, llegando a una leve risilla que disimuló tapándola con la mano y acabándola con un suspiro de liberación.

—Ha sido… un gran alivio decirlo la verdad. L-lo que decía, yo creo al cien por cien que lo vuestro va a salir bien, solo queda que seas sincera sobre lo que quieres con ella —aunque seguía avergonzado por lo anterior visto el cambio de tema, Adam dijo lo último con calidez y sinceridad, segurísimo de lo que dijo.

Adam parecía bastante impresionado por sus palabras pero ella creía que no eran para tanto. Solo había dicho la verdad, cualquiera que conociera a Maila se daría cuenta de que su presencia alegraba las vidas de los demás.

Fleur escuchó con atención el relato del ruso, no muy diferente del suyo pero quizás menos escabroso. Sonrió algo divertida, Adam estaba enamorado hasta la médula. Era bonito ver que el amor podía madurar en la ciudad, si lo cuidabas.
—No te preocupes —le tranquilizó cuando el chico acabó con una risilla de nervios, ella imitó su gesto, sintiéndose como lo que era, un par de adolescentes hablando con tono confidente—. Me alegro mucho por ti, Adam —sus ojos se clavaron en los de él, si el chico la miraba directamente sentiría un atisbo de felicidad—. Chromsa parece buena persona, y sea o no de otro mundo parece que estáis hechos el uno para el otro.

Aquella tarde de estudio se había convertido en un despliegue de sentimientos y emociones con una persona que ya no le resultaba tan desconocida. Fleur continuaría un rato más con sus estudios en la mesa de Adam en absoluto silencio y concentrada, pero antes de marcharse se dirigió a él una última vez.
—Perdona, a lo mejor es muy pronto, pero me has caído muy bien —los libros que portaba danzaban a su alrededor flotando en el aire y parecían casi impacientes porque la chica tomara su destino—. Pero si quieres podríamos quedar algún día, para estudiar o hacer cualquier otra cosa. Encantada de conocerte —se despidió.

—Y yo digo lo mismo sobre vosotras, Maila y tú merecéis lo mejor —añadió después de Fleur, notando la felicidad de ella en sus ojos.

Lo siguiente que la mujer cisne dijo lo sorprendió gratamente, no se esperó hacer tan buenas migas con ella y menos y la misma otra persona dijese lo mismo.

—¡L-lo mismo digo! Ha sido divertido hablar contigo y espero que nos veamos pronto.

Se le veía ilusionado por hacer más amistades así de la nada, despertando en si mismo su yo sociable poco a poco. Con una gran sonrisa se despidió con la mano hasta verla bajar de nuevo y suspirar, se le hizo muy buena gente. Mientras retomaba los estudios en ocasiones pensaba en la chica y lo curioso que era su transformación, parando a investigar sobre cisnes a ver si encontraba algo.