La luz roja

La mirada celeste de Fleur, enmarcada en plumón negro, contemplaba no una Rocavarancolia diferente, si no la real. Era como si hubiera estado latiendo a un ritmo lento pero sin pausa, luchando por salir a la superficie. Desde la azotea la joven francesa escuchaba gritos de criaturas, gemidos del viento, e incluso el relámpago de una tormenta en la distancia. Se sentía viva, como si debiera unir su débil voz a las ruinas y los monstruos que coreaban al astro que estaban esperando.

Tampoco ella había cambiado. Bueno, lo había hecho, pero como si le hubieran quitado el envoltorio de fuera y solo quedara un prisma rojo. Había sufrido una transformación, una metamorfosis, como lo hacían las mariposas. A ella también le habían salido alas.

De pronto escuchó un ruido a su espalda y se giró de manera grácil, la Luna Roja alumbraba su cara con un color carmesí mientras iluminaba su rostro y su corona de plumas.

— Buenas noches, es difícil dormir con esta sensación de plenitud ¿verdad?—. Toni se había quedado tan sorprendido al ver la cara de su amiga. Fleur siempre habia tenido una belleza reseñable, pero con aquella luz, y aquellos nuevos rasgos, aumentó exponencialmente en belleza.

Toni se acercó a la francesa despacio, con la calma de una noche tranquila, a pesar de la vida que desprendían las calles de Rocavarancolia. Todo era distinto, cenaron mucho y había ensayado como controlar su respiración.

— ¿No te parece raro todo esto? Tu te has llevado la parte buena, mírate, estas muy guapa, y yo mira, con esta cara. Igual que la que traje— dijo con una falsa cara de tristeza. —A veces tengo la sensación de que no soy el mismo, ni mi nombre me suena igual que cuando lo escuchaba en la Tierra.

El andaluz tenía tantas cosas en la cabeza que aparecía intermitentemente la sensación de estar volando sobre la piedra del Torreón.

—Buenas noches, Toni —saludó al descubrir que quien se aproximaba era el español, luego asintió con una sonrisa ligera en los labios—. Es realmente difícil —concedió—. y además no quería perderme la Luna Roja, ya la he soñado mucho estos meses atrás, supongo que por eso es extraño... es como soñar despierta.

Conforme el chico se acercaba Fleur se retiró a un lado con lentitud para que si él quería también pudiera observar la ciudad ruinosa a sus pies. Su compañía le era agradable y se alegraba de haber descubierto un tiempo atrás que tenían más cosas en común de las que pensaban. Se encontraba en calma, por eso le sorprendió el tono bromista de Toni y una risa breve brotó de ella. En un primer momento su reacción habría sido apresurarse a decirle lo contrario, pero ya sabía que no decía en serio la mayoría de las cosas.

—Sí me lo parece, y gracias —dijo visiblemente halagada, esperaba que Maila opinara lo mismo ya que ella no creía poder acostumbrarse a aquellas plumas nunca—. ¿A ti también te pasa? —preguntó con curiosidad creciente. Lo cierto es que Fleur se había sentido de esa manera muchas veces y con la puesta del astro rojo la sensación había aumentado. Si miraba a su reflejo veía a otra chica, con los hombros más erguidos y segura de sí misma. No era a lo que estaba acostumbrada—. ¿Crees que todo esto ha podido cambiarnos... más allá de nuestros poderes y apariencia? —de todas formas era una pregunta un tanto estúpida, creía saber la respuesta. Y la tenía delante en el mismo español. Sus ojos marrones atigrados al sol eran diferentes, pero no solo por la luz roja que también bañaba su pelo rubio, si no que poseían un brillo nuevo.

¿Acaso solo exponía el interior de la persona? Era curioso, Toni parecía una persona recurrente, su boca siempre tenía algo que decir. Y de ella ahora manaban ráfagas de viento.

Le sorprendió la forma como Fleur se movía. Se apartó un poco como si levitara. La francesa mencionó estar soñando despierta y ciertamente aquella escena tenía ápices de ensoñación, tintes de irrealidad.

Apoyó las manos sobre la piedra y se inclinó un poco.

— A pesar de parecer una ciudad abandonada esta repleta de vida, me costó mucho verlo al principio, pero ahora es todo tan distinto, tiene tanta vida—. Toni estaba completamente abrumado.

Al mirar a Fleur, sus ojos celestes parecían henchidos de vida. Como la superficie de un océano proyectado con la luz de millones de estrellas.

—Yo me siento distinto, no soy el mismo, pero tengo la sensación de que no he cambiado. Es como si lo que soy ahora hubiera estado siempre aquí, dentro de mí y esta luz lo ha sacado a la luz, nunca mejor dicho— dijo mientras se rompía en carcajadas.

Toni se inclinó sobre la piedra pero había espacio para que los dos pudieran seguir observando y Fleur no tuvo que apartarse demasiado. La ciudad se desdibujaba en halos de luz carmesíes y sombras enormes y picudas proyectadas por el astro rojo, de vez en cuando un azote del viento más parecido a una caricia revolvía las plumas de su cabeza, prometiendo libertad. O quizá un vuelo aparatoso.

—Sí...  —confirmó tras el español riendo por su redundancia, al principio solo parecían ruinas. Pero poco a poco se toparon con ciudadanos, los cuales solían evitarles. Además la Luna Roja había invocado cientos de alimañas y ya nadie rehuía el exterior si no que celebraban con júbilo. Algunos de los aullidos que escuchaba a lo lejos le ponían los pelos de punta, pero la francesa se sentía demasiado pletórica como para caer en los familiares brazos del miedo. No, ahora estaba allí arriba. Y si no fuera porque contemplaba un destino fatal saltaría desde la cornisa para volar por encima de todos aquellos peligros y tocar las nubes espectrales con la yema de los dedos—. Y sin embargo... ¿Crees que seguiremos cambiando? —preguntó—. Quiero decir... no sé qué será de nosotros, a lo mejor la gente con la que nos hemos cruzado no era así de taciturna antes. ¿Tendremos que evitar a los nuevos cosechados? Toni... —lo miró a los ojos, una sombra de duda se asomó al borde de ellos, quizá lo estaba abrumando pero tenía que formular la pregunta. Puede que aquella urgencia repentina se debiera a sus propios temores y no porque le preocupara en exceso la decisión de su amigo—. ¿Volverás a casa? Tú puedes esconder tus dones, puedes disimular.

Toni pensó que jamás se había sentido tan lleno de vida como en aquel momento. Estaba en lo alto del Torreón pero se antojaba la cima del mundo. ¿Enserio le estaba preguntando si volvería?

—Jamás—cortó rápido. — No pienso cambiar esto por volver a la cueva donde estaba, repleta de monstruos que solo querían devorar mi carne. Vale, sí, como aquí, pero por lo menos aquí muestran su naturaleza con orgullo, no como en la tierra.

No había caído en que aquellos ciudadanos se habían ocultado hasta que lo mencionó su amiga. Ahora los veían pasear por las calles.

— Pues la verdad, no tengo la menor idea. Si cambiamos más pues nos tendremos que adaptar— el andaluz mostró una sonrisa amplia, cómplice.
»Es interesante, no sé sí tendremos que ocultarnos, pero espero que no, le verdad. Tengo que mostrar este pelazo —con la mano se ahuecó el pelo.

Todo pasaba por algo. Aquellos rayos de luz ,que los bañaba, le daba seguridad, tranquilidad. Sentía su poder tan dentro que casi le estallaban los pulmones.

— ¿Tú vas a volver? —la sonrisa se le volvió pícara— podría ser interesante que te transformase en mitad de un paseo y todos se volvieran locos.

Fleur parpadeó varias veces, sorprendida por la rapidez con la que el español le había cortado, era casi como si hubiera estado esperando la pregunta. Asintió sin dar cuenta de la envidia que sentía porque lo tuviera tan claro.

Toni pronunció la palabra "monstruos", suponía que todo el mundo tenía demonios tras las esquinas pero parecía que hubiera algo más para estar más a gusto en una ciudad infernal que en España. No sería ella quien le llevara la contraria, pues tenía sus propias razones de peso para no pisar Francia nunca más, y ya puestos tampoco un convento. Lo que le hacía pensar en su fe ¿Se había perdido? Posiblemente no, pero había ganado mucha mayor confianza en sí misma. Si se hubiera quedado rezando cuando los Macieleros necesitaban ayuda en lugar de curarlos con magia como hizo en su momento todo sería distinto. La ciudad le enseñó a actuar y en lugar de esperar un milagro... realizarlo ella.

Estaba sonriendo al ver como el chico se ahuecaba el pelo cuando Toni le devolvió la pregunta. Su rostro adquirió una mueca seria, ahora la pelota estaba en su tejado.
—La verdad es que... no lo sé —murmuró un poco más apesadumbrada a pesar de la sonrisa pícara del español—. Seguro que a mi tía Celestine le daría un patatús si me viera como un cisne pero para ser sincera seguiría detestándome de la misma forma, igual que mi madre —un pequeño nudo en la garganta la atacó, pero continuó hablando sin problemas—. Es complicado... creo que sí acompañaría a Maila a ver a sus hermanos, de eso estoy segura.

—¿No tienes a nadie por quien merezca la pena regresar? —preguntó con cautela, su mirada y su tono de voz indicaban que no quería incomodarle.

Toni se sorprendió de su propia reacción a la pregunta. Las carcajadas eran bastante sonoras al principio, pero poco a poco la risa cambiaba a una tristeza reflexiva. La progresión de sentimientos tan dispares lo sorprendió. Se había dado cuenta de que desde que aquella luz le empezó a cambiar también lo hizo con las emociones, como veía y sentía el mundo.

—Perdona—respiró mientras miraba a los murciélagos incandescentes que revoloteaban— no controlo aun mis emociones, ¿no te pasa?

«La verdad que no, cuando vivía con mis padres era como si no existiera, como si lo que yo era no existiera, existían lo que ellos pensaban que era— Toni empezó a reír de nuevo— por mí se pueden morir, yo me quedo.

Agachó la mirada hacia sus manos bañadas por la luz rojiza y pensó como seria sentir que alguien las tocase.

—¿Regresarías a la Tierra pero no irías a tu casa? ¿No tendrías la curiosidad de como están sin ti? —pensó de repente—Para eso creo que sí que iría, para ver como están sin mi.

—Me pasa todo el tiempo, no te preocupes —confesó la francesa. Toni solía mostrarse risueño casi siempre y sintió algo de culpabilidad cuando se tornó más reflexivo de lo normal, no era su intención que sintiera atisbos de melancolía o nostalgia.

Pero en poco tiempo su tonó de voz surcó en otra dirección tal y como soplan los vientos cambiantes, y el español comenzó a reír. La joven esgrimió una sonrisa apenada al no entender por qué. Lo que le contaba no tenía nada de gracia, de hecho le parecía bastante triste y familiar.
—Existía lo que ellos pensaban que era... —repitió, llevándose una mano a la boca al tomar consciencia de esas palabras. ¿Acaso no se había sentido igual durante tantos años? Siempre la habían tratado como una muñeca perfecta a la que doblegar y manejar a su antojo, como si no hubiera una niña real que temblaba debajo de tanta seda y tul—. Lo siento... es que... es como si estuvieras describiéndome —susurró, poniendo una mano en el hombro del muchacho de manera leve y envidiando su aplomo para tomarse las cosas más serias con humor. El contacto físico no duro más que unos segundos.

—Creo que sé perfectamente como están sin mí, nunca fui bienvenida en mi propia casa —sus ojos se clavaron en los relámpagos que hacían crujir el cielo y se humedecieron un poco, pero fue una de las pocas veces que su garganta no se atascó al recordar tantos nubarrones de tormenta—. Lo que no sé es qué opinarían de esta nueva yo y de la hija que nunca... quisieron conocer. Ahora entiendo por qué la gente se cambia de nombre. Estoy segura de que me prefieren lejos o muerta, y en cierta forma lo consiguieron ¿No?

La miraba con ternura. Como si se estuviera viendo a sí mismo. Y al notar la mano en el hombro tuvo que contener las ganas de abrazar a su amiga.
— Para nada, somos nosotros los que nos hemos librado de ellos. Porque posiblemente nunca fuimos nada de esa gente. Ahora lo empiezo a entender. Siempre fuimos parte de esto ¿ No lo sientes? Es como si esto fuese nuestra verdadera identidad y todo lo anterior no era más que la fase larva— dijo con una mezcla de entusiasmo y melancolía.

»Igual es locura, pero esta luz, ¿no te hace pensar más rápido?— dijo volviéndose a mirar las manos — La vida comienza ahora y esta será nuestra familia. Así que querida prima entremos en nuestra nueva vida. No tenemos que hablar más de esos desconocidos si no quieres. Antes eran familia, ahora solo son recuerdos.

Fleur asentía a todo lo que decía el español, su entusiasmo y melancolía eran contagiosos y rápidamente la francesa se vio envuelta en ambas emociones. Pero no las rehuyó, en cambio las aceptó por completo. Apretó el hombro del chico flojito antes de responderle con una sonrisa.
—Sí, yo también lo percibo, Toni —su mirada celeste se posó en la ciudad deleitándose en cada esquina ensombrecida por las garras escarlatas que el astro rojo extendía desde el espacio. Una brisa nocturna revolvió los cabellos de la joven, pero ella se encontraba ya riendo por las ocurrencias de su amigo—. Entonces ahora somos mariposas.

Su familia solo eran recuerdos. Pues que así fuera. Se dijo, animada por tomar las riendas por una vez.
—No puedo esperar a ver qué es lo que nos depara esta nueva vida, querido primo —Fleur aceptó la mano que el joven le tendía y se dejó llevar azotea abajo.

Fue una charla agradable de la que se acordaría siempre. A lo mejor ambos tenían más en común de lo que pensaban porque igual era locura, o aquella luz roja, pero siempre se sentía más ligera en compañía de Toni.