Confraternización entre libenses

Recuerdo del primer mensaje :


Últimamente Karime no había parado demasiado por la Sede, al menos no por otro sitio que no fuera su habitación. Entre su trabajo, sus planes de ocio, proyectos personales y salir con sus amigos hacía días que apenas pasaba por la cocina, el salón o cualquier parte del lugar que no fuera su cuarto, pero en ese momento se le había antojado uno de los dulces que sabía que uno de los nuevos transformados que vivían en la sede cocinaba y guardaba en la cocina para que todo el que pasara por ahí pudiera comer.

A la loba, golosa como era con el chocolate, se le hicieron los ojos chiribitas cuando vio que el dulce de hoy eran unos deliciosos brownies y no perdió tiempo en servirse una generosa ración, junto a un vaso de syv frío, y sentarse despreocupadamente a disfrutarlo en la misma mesa de la cocina.

Nime se horrorizó solo de imaginar convertirse en un animal que tenía que abandonar su vida civilizada con el resto de sus compañeros. Se alegraba enormemente de que no le hubiese tocado algo así. Ni siquiera las explicaciones de Karime le hicieron comprender que ellos eran felices así. Seguía pareciéndole degradante y una tortura no poder comunicarse con otros que no fueran lobos. Probablemente se notaba de sobra en su cara que lo que acababa de oír le había parecido triste, o cruel, dado que nadie elegía en qué lo convertía la Luna. De pronto que la Luna le hubiese quitado la magia no parecía tan malo comparado con lo que le podía hacer a otros.
—Entiendo… Entonces no deberíamos ir a verlos —concluyó con un poco de tristeza. Había pensado que a lo mejor llevarles unos bizcochos de Neil los animaba un poco, o les ayudaría a ser amigos, pero si eran peligrosos tal vez no era la mejor idea del mundo—. ¿Tú aún los visitas? ¿Sois buenos amigos? ¿Si fuese contigo me harían daño? Es solo curiosidad, ¿eh?
La posibilidad, sin embargo, había devuelto la ilusión a su cara. ¿A lo mejor podían llevarles unos bizcochos si iban acompañados de Karime?

Se enterneció un poco cuando vio claramente en la cara de la demonio que le entristecía la idea de ser un lobo de manada. No había mucha gente, incluso dentro de los licántropos, que se tomaban el tiempo para conocer y entender la vida de la manada, normalmente desestimándoles en seguida por su incapacidad de revertir la forma. A la loba no le gustaba, pero hacía tiempo había hecho las paces con esa ignorancia, sobre todo porque a la manada no podía importarle menos lo que los otros transformados pensaban de ellos. Karime se sabía una privilegiada por poder llamarlos su manada cuadrúpeda, pero también sabía que eso nunca habría ocurrido si no fuera por su propio interés y dedicación. Y porque era una cabezota.

-Sí, todavía voy a verlos y por supuesto son mis amigos. Los considero parte de mi manada, como lo son mis amigos bípedos -le contestó sonriéndole para animarla un poco-. No creo que te hicieran daño si fueras conmigo siempre que no hicieras nada que les hiciera pensar que eres una amenaza, aunque aún así no te dejarían entrar en su territorio. Pero si lo que quieres es verlos de cerca, podemos arreglarlo -le sugirió pensando que a lo mejor la libense más joven podría entender un poco más a la manada si los veía en su hábitat y además estaría ella para controlar cualquier problema que pueda surgir.

Lo que decía Karime sonaba prometedor, aunque por un momento pensó que la respuesta final iba a ser una negativa. Sonrió ante su ofrecimiento, ilusionada.
—¿Y si vamos con mis amigos? Bueno, los que quieran apuntarse. Eitne seguro, porque le gustan los animales… aunque estos no lo son, pero seguro que quiere ir igual. Había pensado que podíamos llevarles algo rico de comer para que no se enfaden, ¿qué te parece? También tengo que pedirle permiso a los mayores. Bueno, decírselo, ya sabes. Yo creo que ya puedo hacer lo que quiera sola, que para eso soy una rocavarancolesa, pero sé que no les gusta si no les digo nada, así que eso. —Suspiró, tras dejar de atropellar palabras unas detrás de otras. Tamborileó alegremente sobre la mesa con las dos manos durante un instante. En el fondo estaba orgullosa de haber encontrado algo que hacer sin depender de sus amigos, aunque ni siquiera sabía si iba a salir adelante.
»Oye, ¿qué comen los lobos persona de la manada? —preguntó de pronto. Todavía tenía que refinar aquella parte del plan.

Karime volvió a sonreír ante el entusiasmo contagioso de la niña.

-Siempre que sigáis mis órdenes, podéis venir cuantos queráis- se comprometió la loba, con un poco de orgullo por el interés mostrado en su manada cuadrúpeda-. Eso sí, cuantos más seáis, de más lejos tendremos que verlos. Con ellos hay que ir muy poco a poco y pueden tomar con hostilidad las grandes cantidades de gente- advirtió también, porque tampoco le hacía mucha gracia que fueran de golpe mucha gente a verlos como si fuera una feria sabiendo que a Roja no le gustaría-. Lo entiendo. Independiente o no, en una ciudad como esta siempre es conveniente que tus amigos sepan donde estás por si pasa cualquier cosa- comentó rápidamente intentando no pensar en Ariv o en cuando Zmey desapareció-. Bueno, ellos prefieren cazar su propia comida, básicamente comen carne cruda, pero puede que les guste que les llevéis algún animal de un mundo vinculado. Algo exótico que no puedan conseguir aquí, por ejemplo.

Nime sonrió, pensando en decírselo a Eitne y los demás inmediatamente. Las palabras de Karime, sin embargo, le hicieron desear que no se apuntase mucha gente, no fuese a cancelarse la excursión por culpa de eso. No pensó tanto en lo que dijo a continuación, porque aunque sabía que la ciudad peligrosa, en ese momento tenía muy subido a la cabeza que podían salir de cualquier peligro con la fuerza de sus transformaciones. Tal vez no se había querido plantear demasiado que había cosas de las que no podían librarse tan fácilmente como de una alimaña.

—¡Claro! Tiene sentido que cacen. Pensé que no les gustaría mucho la carne cruda, pero si ahora son lobos pues… tiene sentido —comentó. Lo que no sabía era qué hacer al respecto de llevarles carne de otro mundo vinculado. A ella no le gustaba cazar, los animales vivos y lo que le servían en el plato eran dos cosas totalmente diferentes—. Ya veré qué podemos hacer —dijo, tragando saliva con disimulo. No sabía si iba a ser capaz, pero siempre le quedaba coger carne de la sede y ofrecérsela, suponía. «Ya lo pensaré» se dijo.

—Tengo que presentarte a mis amigos. Seguro que te caen bien. Cuando hable con ellos planeamos cuándo ir a ver a la manada, ¿vale? —Sus ojos brillaban de anticipación. Encontrar cosas nuevas que hacer en Rocavarancolia era de lo que más ilusión le hacía desde que tenían la vida arreglada—. Debería ir a buscar a Eitne y a Guille, a ver si los encuentro para contarles todo esto —dijo, levantándose de golpe con excitación. No obtante, esperó a ver que decía Karime antes de salir disparada por la puerta. A lo mejor tenía que irse y no seguiría por la sede cuando encontrase a sus amigos. Si era así, prefería despedirse antes de marcharse. Le debía mucho a Karime, por todo lo que le había ofrecido sin apenas conocerla de nada.

-A la mayoría de los licántropos o transformaciones similares nos pasa que nuestra dieta se acerca un poco más de lo que estaba antes a la de nuestro animal -dijo cuando Nime divagó un poco sobre ello-. Además, ten en cuenta que no tienen pulgares, ¿cómo van a poder cocinar sin ellos? -preguntó moviendo los "dedos" de su mano derecha que estaba completamente transformada en una garra de lobo.

La libense sonrió por el entusiasmo de su congénere y se recostó un poco más en la silla en la que estaba empapándose del ánimo infantil de la niña.

-Ve, ve, no te retengo más. Yo seguiré por aquí, aunque puede que salga dentro de un rato. De todas maneras, ya sabes dónde encontrarme. Para cualquier cosa que me necesites solo toca mi puerta -terminó la invitación guiñándole el ojo.

La explicación de Karime la había dejado pensativa. Si se paraba a hacer memoria, tal vez sí que podía notar algún cambio en la dieta de Rena, aunque solo la había visto comer como irrense. Ella no se podía imaginar comiendo cosas crudas aunque se transformase en un animal, pero a lo mejor siendo un animal era lo que más le apetecía. No iba a poner en duda las experiencias de quienes sí tenían aquel tipo de transformación, desde luego.

Cuando llegó el momento de despedirse, Nime le hizo una pequeña reverencia.
—¡Gracias por todo! Me alegro mucho de haber hablado contigo. Si no te vuelvo a ver hoy, ya hablaremos más tarde. ¡Hasta luego!
Nime se marchó agitando la mano y corrió escaleras arriba, aunque pronto descubriría que Eitne y Guille habían salido, probablemente a practicar magia, y no sabía dónde encontrarlos. «Ya se lo diré» se prometió.