Confraternización entre libenses

Recuerdo del primer mensaje :


Últimamente Karime no había parado demasiado por la Sede, al menos no por otro sitio que no fuera su habitación. Entre su trabajo, sus planes de ocio, proyectos personales y salir con sus amigos hacía días que apenas pasaba por la cocina, el salón o cualquier parte del lugar que no fuera su cuarto, pero en ese momento se le había antojado uno de los dulces que sabía que uno de los nuevos transformados que vivían en la sede cocinaba y guardaba en la cocina para que todo el que pasara por ahí pudiera comer.

A la loba, golosa como era con el chocolate, se le hicieron los ojos chiribitas cuando vio que el dulce de hoy eran unos deliciosos brownies y no perdió tiempo en servirse una generosa ración, junto a un vaso de syv frío, y sentarse despreocupadamente a disfrutarlo en la misma mesa de la cocina.

Karime le habló de la suerte de los libenses, y tal vez tenía razón, pero a ella no le parecía tan fácil. ¿Cómo le iba a explicar a su familia las piedras incrustadas en su cuerpo? Sabía que se podían tapar con ilusiones, pero no tenía tan claro si eso serviría cuando le diesen un abrazo.
—Me lo pensaré —respondió al ofrecimiento de Karime. Aunque le sonrió agradecida al decirlo, por dentro era un mar de dudas sobre si debía ir o no a ver a su familia, y probablemente tardaría en llegar a alguna conclusión. Aunque, por otro lado, sí tenía muchas ganas de enseñarle su mundo a sus amigos, y eso sí que podía hacerlo sin preocupaciones.

Karime respondió a sus preguntas, y su entusiasmo por el ejército era algo que Nime necesitaba oír, ya que en su grupo todo aquello era un tema un poco tabú. Escuchar la pequeña alabanza y que su estatus era tan alto como lo sería dentro de unos años le chocó a la niña, pero si Karime lo decía, ella se lo creía, y por tanto terminó sonriendo de nuevo, esta vez de forma traviesa.
—¡Genial! —exclamó—. Entonces me empezaré a preparar ya. ¿Crees que me dejarán entrenar también allí? ¿Y si les pido que me dejen entrar a hacer trabajos pequeños a cambio de instrucción? Como… no sé, limpiar las salas de entrenamiento. —Su entusiasmo estaba atropellando a la lógica, y a Nime le daba igual empezar a trabajar tan joven. Para ella el mundo de los adultos era llamativo e interesante, aunque no tuviese ni la menor idea de cómo funcionaba—. Oh, ¿y qué um... puestos hay en el ejército de Rocavarancolia? ¿Qué haces tú? —añadió con curiosidad.

Karime seguía sonriendo a Nime, contagiándose por su propio entusiasmo al hablar.

-Bueno, eso tendrás que preguntárselo a Cicatriz- contestó a la pregunta de si le dejarían entrenar allí-, pero no necesitas eso para ir preparándote. No es raro buscarse un mentor que te entrene antes de entrar al ejército o en cualquier otro trabajo de la ciudad, la verdad - comentó Karime, ya que conocía muchos ejemplos de eso, tanto en el ejército como en otros trabajos-. Yo misma podría entrenarte si te crees capaz de seguirme el ritmo.

Realmente a la loba le gustaba bastante la idea de coger a la pequeña libense bajo su pata, entrenarla y enseñarle todo lo que ella sabía, pero tampoco quería verse demasiado emocionada con la idea por si la demonio todavía no estaba del todo segura.

-Pues hay varios escuadrones o destacamentos, todo depende de tus capacidades, habilidades, herramientas e intereses -comenzó a contestar a su pregunta de los posibles puestos en el ejército-. Está la caballería, las fuerzas aéreas, las marítimas, los magos, los paramédicos, los exploradores, los espías, la ocupación,... pero el mejor de todos es, sin duda, el de infantería y es ahí donde yo me encuentro, concretamente en la división de luchadores cuerpo a cuerpo -terminó diciendo con el pecho hinchado de orgullo.

Cuando Karime mencionó a Cicatriz, de pronto a la niña le dio más reparo hacer una petición. No se imaginaba hablando con la comandante siendo absolutamente nadie, pero de nuevo, aquella ciudad era bastante diferente de lo que conocía. Lo de buscarse un mentor, en cambio, sonaba más sencillo. Adru lo había hecho, y la propia Adru seguro que le ayudaría, aunque todavía no había hecho su examen de ingreso. Entonces fue cuando la licántropa dijo que ella misma podría ser su mentora y los ojos de la niña hicieron chiribitas. Con la ayuda de Adru y Karime seguro que mejoraba el doble de rápido, era lógico. Además, Karime llevaba más tiempo en el ejército y seguro que eso le beneficiaba de alguna manera.
—¿En serio? —dijo de inmediato, pero le pidió que no dejara de explicarse por su interrupción. Ella misma había preguntado, y quería saber la respuesta. Rocavarancolia contaba con un gran número de ejércitos y Nime ni siquiera se había planteado hasta ese día qué quería hacer. La educación que le habían dado toda su vida solo la había condicionado a querer luchar por su patria y ganar honores—. ¿Cómo supiste que era eso a lo que querías dedicarte? ¿Cuándo me entrene también lo sabré? ¿De verdad podría ser tu pupila? ¿Qué podría darte a cambio? —Cuando hizo la última pregunta miró desconcertada a Karime. No le había preguntado a Adru qué clase de acuerdo tenía con su maestra y no sabía cómo se saldaban esa clase de deudas en Rocavarancolia.

-¡Claro! -exclamó Karime en contestación a la penúltima pregunta de la niña. A la loba le encantaba la efusividad de la niña y quería contestar todas sus preguntas aunque fuera de forma desordenada-. Me encantaría que fueras mi pupila y no haría falta que me dieras nada a cambio. Ya sé que es lo esperable, sobre todo en esta ciudad, y es inteligente de tu parte no cerrar ningún trato hasta que no conozcas todo lo que eso conlleva, pero yo ya tengo todo lo que necesito y, a no ser que seas capaz de ascenderme a capitana, no necesito nada de ti que no quieras darme tú primero. Como tu compañía, por ejemplo. Aunque tampoco le diría que no a que me presentaras a alguno de tus guapos amigos -terminó bromeando.

A la libense realmente le emocionaba la idea de tener a Nime como pupila y no esperaba ni quería nada a cambio, sobre todo porque la propia idea de entrenarla ya era una perspectiva divertida y algo que claramente disfrutaría mucho.

-Bueno, respecto a lo que quería dedicarme, si te refieres a los escuadrones, en mi caso fue bastante claro -comenzó a contestar las primeras preguntas que le había hecho la demonio-. Pero supongo que en general depende de tu transformación, tus habilidades y tus preferencias. Si no tienes ni quieres ningún tipo de montura, se puede decir que queda descartada la caballería. Si no tienes habilidades de vuelo o de agua, adiós a fuerzas aéreas y marítimas. Con el nivel de magia y especialización mágica, pues un poco de lo mismo. Y una vez descartadas todas en las que no encajas, te empiezas a preguntar. ¿Te gusta la exploración? ¿Prefieres el trabajo de retaguardia o primera línea? ¿Qué nivel de peligro estás dispuesta a enfrentar? Al final, es una decisión que suele venir sola porque a medida que vas entrenando vas viendo dónde encajas mejor, pero si llegado el momento tienes dudas, siempre puedo ayudarte a tomar la decisión.

Nime estaba dividida entre una enorme ilusión y esa vocecilla que había desarrollado en la ciudad que le decía que si algo era demasiado bueno no podía fiarse sin más. Pero, aunque hasta ese día no había hablado largo y tendido con la licántropa, estaba segura de que era una más, solo llevaba más cosechas en aquel refugio. Sus palabras parecían genuinas, pero era evidente que, de todos modos, tendría que hablarlo primero con sus amigos para que no volviese a repetirse una escena como la que había ocurrido con Adru. Sin darse cuenta, Nime se rió cuando llamó guapos a sus amigos.
—¿Tú crees? —preguntó, burlona—. Pero sí que tendré que presentártelos, seguro que no me dejan entrenar contigo si no te conocen mejor.

Nime escuchó con atención las explicaciones de Karime antes de seguir hablando. Dicho así, parecía muy lógico y sencillo, y la niña decidió que podía simplemente no pensar en ello de momento, ya que llegado el momento tendría más conocimientos. Lo que sí sabía era que le gustaba el combate, aun si no tenía mucha idea por el momento de cómo pelear de forma efectiva.
—Gracias —respondió ante su último ofrecimiento—. Bueno, por todo. Si pudiese entrenar contigo sería genial. Pienso encontrar alguna manera de compensarte —dijo solemne—. Voy a empezar a prepararme en serio, ya lo verás. ¡Cuando te pida ayuda será cuando pueda defenderme por mi cuenta!
Nime sonreía con optimismo. No iba a pedirle a Karime que empezase a entrenarla desde cero, prefería repasar bien las bases primero con sus amigos.

-No me oirás quejarme- bromeó la loba cuando Nime dijo que tendría que presentárselos igualmente para que le permitieran entrenar con ella.

Teniendo en cuenta que Nime era transformada y, por lo tanto, ciudadana de Rocavarancolia de pleno derecho, en realidad no tendría por qué rendirle cuentas a nadie, pero la licántropa entendía que si el grupo había sido muy unido durante la cosecha los más mayores del grupo habrían adquirido cierto sentimiento de responsabilidad sobre los más pequeños y era normal que no les gustara la idea de que la demonio entrenara con una desconocida. En cierta manera, le recordaba a su relación con Ariv, lo que le generaba un sentimiento agridulce en el que no quería ahondar demasiado para no fastidiar el ambiente agradable de ese momento.

-De verdad que no necesito que me compenses de ninguna manera- le contestó con una sonrisa a su declaración solemne-. Y no tienes por qué empezar por libre, yo puedo entrenarte desde cualquier nivel. Al menos podré hacerlo hasta que me superes y tengas que enseñarme tú a mi- comentó guiándole el ojo con complicidad.

Era muy fácil hablar con Karime. Había sido más cautelosa inicialmente porque la consideraba muy por encima de su rango, pero en aquel momento solo eran dos residentes de aquella torre y la licántropa no buscaba un trato solemne por su parte. Seguramente sus amigos pondrían más pegas a su interés en el ejército que a Karime como entrenadora. Le aliviaba pensar que al menos Adru estaría de su parte.

A pesar de todo, Nime no iba a ceder en lo de no compensarla de alguna manera, pero decidió callar ante la insistencia de Karime y rió su comentario.
—Bueeno… —concedió, en cuanto a entrenar desde el principio con ella—. Podemos entrenar alguna vez, cuando te sobre tiempo. La verdad es que aún tengo que aprender a usar mi transformación. Es bastante difícil, ¿sabes? —dijo. Más que una queja, aquello era una justificación, por si la otra libense había oído alguna historia de las cosas que la niña había llegado a romper tanto en el interior como en el exterior de la sede por culpa de su habilidad.
»Sé que somos muy distintas, ¿pero cuánto te llevó a ti acostumbrarte?

La sonrisa de Karime se amplió más cuando Nime cedió a entrenar alguna vez antes de empezar oficialmente como maestra y alumna, pero entendió perfectamente que la niña priorizara aprender y conocer su transformación antes de cualquier entrenamiento para el ejército y más teniendo en cuenta que, como ella bien había dicho, era bastante dificil.

-La verdad es que jamás había visto una transformación como la tuya y eso que conozco a muchas personas de la ciudad- aseguró la loba-. Pero también es verdad que la ciudad todavía está creciendo y creo que todavía pasará un tiempo para que podamos ver más de dos o tres personas con la misma transformación. Al menos, si es de las más raras, como creo que es la tuya- comentó la licántropa, consciente de que no sabía demasiado de transformaciones y posiblemente lo que estaba diciendo fuera falso-. Bueno, en mi caso es diferente, claro. Mi transformación es una de las más comunes. Incluso podría decir que el lobo es el más común entre los licántropos, aunque también es habitual ver algunos tigres por ahí. En tu cosecha también tuvisteis un licántropo, ¿no? ¿Una irrense si no me equivoco?- preguntó recordando haber visto una de las caras nuevas medio transformada con rasgos peludos, aunque también podría ser obra de el cambiante que sabía que Nime había tenido de compañero-. Bueno, no sé exactamente cuánto me llevó acostumbrarme porque aunque tuve que aprender a dominar mi transformación, no fue difícil para mi sentirme a gusto en mi nueva piel y sentirla como si siempre debió ser así. También es verdad que me pasé unos meses viviendo completamente como loba con la Manada casi el día después de transformarme- terminó de contar con una sonrisa, recordando con cariño a sus amigos de cuatro patas.

A la niña le causó cierto orgullo oír que era la única de su tipo, pero a la vez confirmarlo hizo que se diera cuenta de que no había nadie para darle consejos o acelerar su aprendizaje. Pero tenía tiempo, y se sentiría mucho más orgullosa de cada uno de sus logros de aquella manera.
—¡Rena es un oso! —exclamó sin pensar en cuanto Karime la mencionó.

La respuesta a su pregunta vino poco después, aunque la licántropo no tenía una cifra precisa ni siquiera para su propio caso. Suponía que no era tan fácil como despertarse un día y sentir que ya se había dominado por completo la transformación. A lo mejor nunca se dejaba de aprender trucos nuevos.
—¡Guau! ¿Viviste con los lobos? —le preguntó sorprendida. Se imaginó a Rena diciéndoles que se iría a vivir entre osos con su mismo aspecto y se le hacía muy raro—. ¿Podías hablar con ellos? ¿Y te enseñaron cosas? ¿Eras la jefa del grupo? Porque son más pequeños que tú, ¿verdad? Creo que no los vi nunca de cerca.
Aquel tema había captado su atención hasta el punto de olvidar sus preocupaciones anteriores. Al final, entrenarse le llevaría el tiempo que tuviese que llevar, y solo esmerándose de verdad podría acortarlo todo lo posible.

Karime sonrió cuando Nime afirmó con entusiasmo que su amiga Rena era un oso. Era bastante habitual que en todas las cosechas hubiera uno, o incluso dos, licántropos, por lo que no solía ser un tiro errado suponer que alguien en una cosecha lo fuera. La libense suponía que las diferencias entre un oso y un lobo eran suficiente como para que a Rena le interesara algún tipo de consejo o enseñanza por parte de una licántropa loba, por lo que no se ofreció con Nime para ayudarla, pero también imaginaba que en caso de quererlo o necesitarlo, la propia demonio mineral podría ofrecerla.

-Bueno, no son lobos normales, ¿sabes? Al final, son transformados como tú y como yo, así que es más fácil comunicarse con ellos aunque no puedan articular palabras y yo, al no ser una loba de Manada, no pueda hablar con ellos de la misma manera que ellos hacen con otros lobos de Manada. Aún así, tuve que aprender a hacerlo después de ganarme su confianza. Fue difícil, pero valió la pena y sí, me enseñaron muchas cosas de ser una loba, pero no, no era la jefa -rió ante la ocurrencia-. Ellos ya tenían una jefa, su alfa, Roja. Una gran jefa realmente, no me necesitaban para nada -le restó importancia con un gesto de la mano-. En realidad no son más pequeños que yo. Tanto ellos como yo, por las características de nuestras transformaciones, somos más grandes que los lobos normales, pero nuestro tamaño es bastante similar. De hecho, algunos de la manada son más grandes que yo y otros un poco más pequeños. Varía, como con todo.

Nime no tenía ni la más mínima idea de cómo vivían los lobos de la manada, ni siquiera sabía que habían sido cosechados. «¿Por qué nadie me lo había dicho?» se preguntó, en vez de decepcionarse con su propia falta de curiosidad. Prefirió no interrumpir a la licántropa mientras hablaba, principalmente porque no quería dar a entender que desconocía demasiadas cosas, pero a medida que Karime explicaba su experiencia se agolparon tantas preguntas en su mente que decidió desistir para poder formularlas. La historia de cómo había vivido entre la manada había captado su atención.
—¡Caray! Pero entonces… ¿cómo vuelven ellos a su forma humana? ¿No se aburren de vivir siempre fuera de la ciudad? ¿Y los demás podemos acercarnos a hablar con ellos como tú? Porque pensé que eran bestias, mis amigos humanos me dijeron que los lobos salvajes podían ser peligrosos, pero si son como nosotros…
Por otro lado, tomó nota mental de decirle a Eitne que no intentara afinidar a los lobos de la manada. Por si acaso.

A Karime le extrañó un poco que Nime no supiera que los lobos de la manada eran cosechados, pero en realidad le veía el sentido. Sin un compañero de criba transformado en lobo y poca intención de conocer la historia de la ciudad o sus dinámicas, no había muchas razones para ponerse a investigar sobre la manada que vivía al lado del castillo.

-Bueno, ellos no tienen una forma humana, en realidad -comenzó a explicar-. Su transformación no es en licántropo, como la mía o la de tu amiga Rena, su transformación es, literalmente, lobo de manada. Se transforman en fuertes y grandes lobos que viven sus vidas a las afueras del castillo porque es el hábitat que han elegido para vivir, así que no se aburren de estar ahí -le contestó un poco divertida con la idea de sus amigos de cuatro patas aburridos de retozar en su territorio-. Y tus amigos humanos tienen razón, los lobos salvajes pueden ser peligrosos como cualquier criatura salvaje y, en realidad, estos no son muy diferentes en ese sentido. No son tan salvajes como los animales, pero hace tiempo que dejaron su humanidad atrás. Siguen siendo bestias difíciles y muy territoriales. Yo tuve que ganarme su confianza y amistad con esfuerzo y tuve la ventaja de que mi naturaleza era lo más similar posible a la suya. No creo que sea recomendable que tus amigos y tú os acerquéis a ellos. Además, recuerda que no podrías comunicarte con ellos. Pueden entenderte porque en algún momento el rocavarancolés fue su idioma, pero tú no podrías entenderlos a ellos. Haría una imagen graciosa y una conversación poco interesante -terminó con un bufido exagerado de fingido aburrimiento.

Nime se horrorizó solo de imaginar convertirse en un animal que tenía que abandonar su vida civilizada con el resto de sus compañeros. Se alegraba enormemente de que no le hubiese tocado algo así. Ni siquiera las explicaciones de Karime le hicieron comprender que ellos eran felices así. Seguía pareciéndole degradante y una tortura no poder comunicarse con otros que no fueran lobos. Probablemente se notaba de sobra en su cara que lo que acababa de oír le había parecido triste, o cruel, dado que nadie elegía en qué lo convertía la Luna. De pronto que la Luna le hubiese quitado la magia no parecía tan malo comparado con lo que le podía hacer a otros.
—Entiendo… Entonces no deberíamos ir a verlos —concluyó con un poco de tristeza. Había pensado que a lo mejor llevarles unos bizcochos de Neil los animaba un poco, o les ayudaría a ser amigos, pero si eran peligrosos tal vez no era la mejor idea del mundo—. ¿Tú aún los visitas? ¿Sois buenos amigos? ¿Si fuese contigo me harían daño? Es solo curiosidad, ¿eh?
La posibilidad, sin embargo, había devuelto la ilusión a su cara. ¿A lo mejor podían llevarles unos bizcochos si iban acompañados de Karime?

Se enterneció un poco cuando vio claramente en la cara de la demonio que le entristecía la idea de ser un lobo de manada. No había mucha gente, incluso dentro de los licántropos, que se tomaban el tiempo para conocer y entender la vida de la manada, normalmente desestimándoles en seguida por su incapacidad de revertir la forma. A la loba no le gustaba, pero hacía tiempo había hecho las paces con esa ignorancia, sobre todo porque a la manada no podía importarle menos lo que los otros transformados pensaban de ellos. Karime se sabía una privilegiada por poder llamarlos su manada cuadrúpeda, pero también sabía que eso nunca habría ocurrido si no fuera por su propio interés y dedicación. Y porque era una cabezota.

-Sí, todavía voy a verlos y por supuesto son mis amigos. Los considero parte de mi manada, como lo son mis amigos bípedos -le contestó sonriéndole para animarla un poco-. No creo que te hicieran daño si fueras conmigo siempre que no hicieras nada que les hiciera pensar que eres una amenaza, aunque aún así no te dejarían entrar en su territorio. Pero si lo que quieres es verlos de cerca, podemos arreglarlo -le sugirió pensando que a lo mejor la libense más joven podría entender un poco más a la manada si los veía en su hábitat y además estaría ella para controlar cualquier problema que pueda surgir.

Lo que decía Karime sonaba prometedor, aunque por un momento pensó que la respuesta final iba a ser una negativa. Sonrió ante su ofrecimiento, ilusionada.
—¿Y si vamos con mis amigos? Bueno, los que quieran apuntarse. Eitne seguro, porque le gustan los animales… aunque estos no lo son, pero seguro que quiere ir igual. Había pensado que podíamos llevarles algo rico de comer para que no se enfaden, ¿qué te parece? También tengo que pedirle permiso a los mayores. Bueno, decírselo, ya sabes. Yo creo que ya puedo hacer lo que quiera sola, que para eso soy una rocavarancolesa, pero sé que no les gusta si no les digo nada, así que eso. —Suspiró, tras dejar de atropellar palabras unas detrás de otras. Tamborileó alegremente sobre la mesa con las dos manos durante un instante. En el fondo estaba orgullosa de haber encontrado algo que hacer sin depender de sus amigos, aunque ni siquiera sabía si iba a salir adelante.
»Oye, ¿qué comen los lobos persona de la manada? —preguntó de pronto. Todavía tenía que refinar aquella parte del plan.

Karime volvió a sonreír ante el entusiasmo contagioso de la niña.

-Siempre que sigáis mis órdenes, podéis venir cuantos queráis- se comprometió la loba, con un poco de orgullo por el interés mostrado en su manada cuadrúpeda-. Eso sí, cuantos más seáis, de más lejos tendremos que verlos. Con ellos hay que ir muy poco a poco y pueden tomar con hostilidad las grandes cantidades de gente- advirtió también, porque tampoco le hacía mucha gracia que fueran de golpe mucha gente a verlos como si fuera una feria sabiendo que a Roja no le gustaría-. Lo entiendo. Independiente o no, en una ciudad como esta siempre es conveniente que tus amigos sepan donde estás por si pasa cualquier cosa- comentó rápidamente intentando no pensar en Ariv o en cuando Zmey desapareció-. Bueno, ellos prefieren cazar su propia comida, básicamente comen carne cruda, pero puede que les guste que les llevéis algún animal de un mundo vinculado. Algo exótico que no puedan conseguir aquí, por ejemplo.

Nime sonrió, pensando en decírselo a Eitne y los demás inmediatamente. Las palabras de Karime, sin embargo, le hicieron desear que no se apuntase mucha gente, no fuese a cancelarse la excursión por culpa de eso. No pensó tanto en lo que dijo a continuación, porque aunque sabía que la ciudad peligrosa, en ese momento tenía muy subido a la cabeza que podían salir de cualquier peligro con la fuerza de sus transformaciones. Tal vez no se había querido plantear demasiado que había cosas de las que no podían librarse tan fácilmente como de una alimaña.

—¡Claro! Tiene sentido que cacen. Pensé que no les gustaría mucho la carne cruda, pero si ahora son lobos pues… tiene sentido —comentó. Lo que no sabía era qué hacer al respecto de llevarles carne de otro mundo vinculado. A ella no le gustaba cazar, los animales vivos y lo que le servían en el plato eran dos cosas totalmente diferentes—. Ya veré qué podemos hacer —dijo, tragando saliva con disimulo. No sabía si iba a ser capaz, pero siempre le quedaba coger carne de la sede y ofrecérsela, suponía. «Ya lo pensaré» se dijo.

—Tengo que presentarte a mis amigos. Seguro que te caen bien. Cuando hable con ellos planeamos cuándo ir a ver a la manada, ¿vale? —Sus ojos brillaban de anticipación. Encontrar cosas nuevas que hacer en Rocavarancolia era de lo que más ilusión le hacía desde que tenían la vida arreglada—. Debería ir a buscar a Eitne y a Guille, a ver si los encuentro para contarles todo esto —dijo, levantándose de golpe con excitación. No obtante, esperó a ver que decía Karime antes de salir disparada por la puerta. A lo mejor tenía que irse y no seguiría por la sede cuando encontrase a sus amigos. Si era así, prefería despedirse antes de marcharse. Le debía mucho a Karime, por todo lo que le había ofrecido sin apenas conocerla de nada.